Assia escribió:Por favor, no vuelvas a borrarme lo escrito.
Querido nieto: no se si darte el pesame por la muerte del ex-Presidente argentino Fernando de la Rua. Segun GOOGLE de la Rua tuvo que huir de Argentina en 1 avion a Costa Rica...? No lo anote y ya tu abuela esta muy ancianita con tener 1 nieto con mas de 50 anos. No he podido saber a que partido politico pertenecio de la Rua, pero segun GOOGLE huyo de Argentina cuando la nacion etaba en 1 profunda crisis ecoomca y politica. Fernando de la Rua murio ayer (GOOGLE) a los 81 anos de edad.
Unión Cívica Radical.
Un final con crisis y asesinados
El gobierno de De la Rúa: dos años terminados en sangreNo solo quedó envuelto en la corrupción por las coimas en el Senado repartidas para garantizar la precarización laboral. De la Rúa no quiso liquidar la Convertibilidad ni avanzar en derechos humanos.
A De la Rúa lo sobrevoló hasta la propia muerte, el 9 de julio de 2019, una caricatura sobre su gestión. La de un Presidente ineficaz, moroso, sin reflejos y hasta medio dormido. Es probable que la caricatura no sea del todo falsa. Colaboradores suyos cuentan que, en medio de la crisis social, podía detener una reunión de gabinete y pasarse media hora corrigiendo las comas de un decreto. Pero sus decisiones no fueron inevitables ni carecieron de opciones. La matanza del 19 y 20, por ejemplo, está ligada a un conflicto dentro de sus colaboradores. Su amigo Nicolás Gallo lo alentaba no a matar sino a imponer el orden, y la historia argentina sabe que el orden de los débiles termina siempre en muerte. En cambio su canciller, Adalberto Rodríguez Giavarini, le advirtió que la represión podría terminar en un desastre. De la Rúa eligió sobreactuar el orden, como antes había elegido instalar el estado de sitio y la suspensión de libertades individuales como toda respuesta a la protesta de los sectores populares y las clases medias urbanas.
Igual que sus colaboradores, entre 1999 y 2001 gobernó enamorado del Plan de Convertibilidad instaurado por Carlos Menem y Domingo Cavallo en 1991 para frenar la inflación. Lula visitó Buenos Aires en 1999 unos días antes de la asunción de De la Rúa. Acababa de perder su tercera elección. La primera vez que dijo en público que el uno a uno entre el peso y el dólar era una ficción, igual que en Brasil, recibió un mensaje del gobierno electo. Le dijeron que por favor no mencionara más ese tema. De la Rúa, su vice electo Carlos Chacho Alvarez y su equipo económico designado, con José Luis Machinea a la cabeza, le tenían terror a dejar la Convertibilidad y a chocar con una creencia popular que suponían, acaso con razón, casi un dogma religioso: la paridad no debía tocarse.
De la Rúa y la Alianza asumieron ya luego de varios coletazos. La crisis del Tequila en 1994 y 1995. La crisis de Asia en 1997. La crisis de Rusia en 1998. La devaluación brasileña de 1999. El modelo rígido del uno a uno no daba la flexibilidad suficiente y aun así lo adoptaron. Ni siquiera lograron despegarse del halo de corrupción que envolvía a Menem. El uso de fondos reservados de inteligencia para comprar senadores propios y ajenos quedó estampado en la historia como “La Banelco”. Para peor, el objetivo fue torcer votos en favor de una reforma laboral flexibilizadora.
Ni regeneración moral, ni reactivación de la economía ni desarrollo de los juicios de lesa humanidad. Nada. Al contrario. De la Rúa reforzó el corralito de la impunidad hasta para los pedidos extranjeros de extradición, notablemente los que venían de Baltasar Garzón. Si se coló una medida para el lado de la Justicia de jurisdicción universal fue por iniciativa de funcionarios o dirigentes políticos como Leandro Despouy o Simón Lázara, que actuaron a pesar de las directivas oficiales y casi en secreto.
Los dos años de mandato de De la Rúa representaron, además, un pico de poder de los servicios de inteligencia dentro del Estado. El nivel de operaciones de acción psicológica, espionaje interno y pinchaduras llegó a ser tan masivo que asombró a la CIA. “A ese muchacho le gustan demasiado los aparatitos”, fue una de las frases de un agente extranjero asombrado ante la hiperactividad de Darío Richarte, el número dos de la Secretaría de Inteligencia detrás del banquero y amigo presidencial Fernando de Santibañes.
De la Rúa fue el símbolo de una frustraciónPara quienes vivieron de manera activa la vida política durante los apenas dos años en los que, a partir de 1999, Fernando De la Rúa gobernó el país, la imagen del ahora fallecido ex presidente quedará indefectiblemente asociada al caos, a las 39 muertes ocurridas durante la represión del 19 y 20 de diciembre de 2001 y al helicóptero partiendo desde la azotea de la Casa Rosada . Significantes que sintetizan una historia política que, con la Alianza, se construyó como una esperanza y culminó como una enorme frustración para una buena parte de los argentinos y las argentinas.
En medio quedó la renuncia nunca suficientemente aclarada de Chacho Álvarez a la vicepresidencia, el ajuste, el megacanje, el "blindaje " y la tablita de José Luis Machinea siguiendo, igual que ahora, instrucciones del Fondo Monetario, también entonces protagonista como hoy de la vida política argentina. Para seguir con los paralelismos no habría que olvidar que De la Rúa contó con el apoyo de George W. Bush (padre) de la misma manera que hoy Donald Trump recomienda a su amigo Mauricio Macri. El entonces Presidente de Estados Unidos calificó a De la Rúa como "un líder muy fuerte" y le manifestó su "aprecio por el esfuerzo que está haciendo para superar las dificultades económicas que ha encontrado" al asumir su mandato.
Otro ingrediente de la escena política de esos tiempos fue la reducción del salario de los empleados del Estado, el recorte de los haberes previsionales, el antes menemista Domingo Cavallo rescatado como el mago salvador de la economía y Patricia Bullrich como Ministra de Trabajo para seguir ajustando a los trabajadores. Y una tasa de desempleo que en apenas un año, entre 2000 y 2011, trepó del 14,7% al 25%.
Lo demás es apenas anecdótico. Hasta el "dicen que soy aburrido" ideado por el publicista Ramiro Agulla para la campaña en la que De la Rúa garantizó "terminar con esta fiesta para unos pocos" adjudicada al menemismo, y prometió un país basado en el "respeto", "las reglas claras", la "dignidad", trabajo, educación y "encarcelar a los delincuentes y corruptos". Y como si fuera poco, sentenció que "al que le aburra, que se vaya", porque "no quiero un pueblo sufriendo mientras algunos pocos se divierten, quiero un país alegre, quiero un pueblo feliz".
Formal y con escaso carisma para las masas, Fernando De la Rúa encarnó la vertiente más conservadora de su partido y sus lazos con el establishment económico, que existieron desde siempre, quedaron en evidencia de inmediato al asumir el gobierno y tiñeron toda la gestión contradiciendo de manera abierta y directa las promesas hechas en la campaña de la "Alianza para el trabajo, la justicia y la educación" que le habilitaron el triunfo sobre Eduardo Duhalde en los comicios de 1999.
Las apariciones públicas del ex presidente ahora fallecido fueron escasas con posterioridad a su huída de la Rosada y varias de ellas forzadas para atender causas judiciales derivadas de su gestión, especialmente por las muertes generadas por la represión de diciembre de 2001. Indefectiblemente alegó no solo su inocencia, sino un desconocimiento poco creíble de hechos de los que inevitablemente fue protagonista central.
El paso de Fernando De la Rúa por la política argentina y por la presidencia simbolizó para muchos argentinos y argentinas el veloz tránsito de la promesa del cambio a una dolorosa, trágica y angustiante frustración.