Pepa Flores
Le confesé que me impresionaba verla tan cambiada, y ella se revolvió. "No tanto, porque yo por dentro siempre he sido Pepa Flores. Antonio y yo pertenecemos al pueblo y por ser del pueblo nos hemos hecho comunistas, pero de ningún partido, ¡siempre vamos a estar a la izquierda de los partidos! ¡Por el comunismo es por lo único que vale la pena luchar y morir!. Con un gesto, detuvo a un militante que pretendía expulsarme: "Es una trabajadora como nosotros". Le pregunté cómo era su vida. "Mi vida es mi compañero, mis hijas y la lucha revolucionaria". "¿Y el amor?", le dije. Me miró con asombro, ay, esos ojos: "Compañera, parece mentira que no lo sepas, ¡todas las revoluciones se hacen por amor!". Llovía. Era 1983.
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Familia real
“Sabe las responsabilidades que conlleva ser princesa de Girona, como enfrentarse a actitudes hostiles, no a ella, sino a la corona que representa y heredará, y también conoce qué es la libertad de expresión, eso se lo enseña muy bien su madre, doña Letizia”.
Mi interlocutor admite que “don Felipe se crió entre algodones, fue un niño mimado que no tuvo que enfrentarse a las dificultades con las que se encontrará su hija”. Y el hombre reflexiona en voz alta: “Lástima que no dejen intervenir en su educación a don Juan Carlos, que le podría contar su experiencia con grupos de falangistas que le tiraban tomates podridos y le gritaban: ‘no queremos reyes idiotas’, ¡y el episodio con los abertzales en Gernika!”. Suspira: “¡Cómo me gustaría que el rey emérito tuviera más trato con su nieta, su consejo le enriquecería!”. Estamos comiendo y, mientras pincho una hoja de lechuga, pregunto como quien no quiere la cosa: “¿Es que no tienen trato?”. Largo silencio… “No, don Juan Carlos y doña Sofía solo ven a sus nietas en actos oficiales… Pasan meses enteros sin encontrarse”.
Sí,pero...
ROCÍO FLORES
Dulce, tímida, ojos lánguidos y tristes… Sobria en palabras, con una mochila de desgracias que no podemos ni imaginar. Esa madre… Ese padrastro… Esa infancia… ¡Ay, qué daño! ¡Chiquilla, nos robaste el corazón! Sí, pero…
Tu presencia totémica en el plató de ‘Gran Hermano’ me empieza a resultar inquietante. Esa apabullante seguridad en ti misma, ese dominio del gesto y de la palabra, esa… Frialdad, digámoslo al fin, ante las más dulces expresiones del amor paternal que formula Antonio David, o las preguntas incisivas de Jorge Javier, me perturban.
Y esas fugaces miradas asesinas a los que consideras tus enemigos me dan miedo. Es como si se descorriera por un momento una cortina en una ventana y atisbáramos el interior de una casa oscura y siniestra. ¿Y si lo que tomamos por timidez fuera simplemente soberbia? Pero no, no, qué digo, no me hagas caso, querida niña, es hablar por hablar… qué sé yo…