HABLEMOS DE SEXO
HABLEMOS DE SEXO
El actor David Carradine murió axfisiado, teóricamente masturbándose.
Muerte por masturbación: la causa de defunción de 100 alemanes al año
Un forense afirma que estas prácticas letales distan de ser un fenómeno aislado.
La masturbación mata hasta 100 alemanes al año, según ha asegurado al diario Bild el examinador forense Harald Voß, que también ha descrito las formas extrañas en que la gente ha muerto complaciéndose. Un hombre que vestía medias, un impermeable y un traje de buceo, y que llevaba una bolsa de plástico sobre su cabeza, murió en Hamburgo después de sentarse junto a un calentador y tratar de derretir rebanadas de queso en su cuerpo.
Otro hombre en Halle fue encontrado muerto con las luces del árbol de Navidad clavadas en sus pezones aparentemente tratando de estimularse por electrocución.
El experto se basó en el dato de que por cada millón de ciudadanos alemanes hay "uno o dos" casos de muertes al año en las que se utiliza un accesorio o dispositivo para mejorar la estimulación durante la actividad sexual.
Por ejemplo, un hombre fue encontrado asfixiado en el sótano de su casa en el estado de Hesse, aparentemente con cadenas atadas alrededor de su cuerpo y cuello. Como estaba rodeado de revistas pornográficas, los investigadores asumieron que había sufrido una muerte autoerótica.
Voß dijo que el número de casos similares que no se denunciaron fue "extremadamente alto", y que él sólo había atendido personalmente cinco casos en las últimas tres décadas. Los casos a veces no se denuncian porque las familias de las víctimas se sienten avergonzadas, agregó.
El Departamento de Medicina Legal de Hamburgo registró 40 muertes autoeróticas accidentales entre 1983 y 2003 con todas las víctimas entre 13 y 79 años, informa el medio alemán The Local. Las víctimas generalmente son hombres, dijo Voß, ya que las mujeres eran "más cautelosas y no incorporan tantas complejidades". Dijo que los riesgos involucrados en la actividad autoerótica se subestiman, y agregó: "Perder la conciencia puede ocurrir más rápido de lo que la gente piensa".
HABLEMOS DE SEXO
Senegal: el paraíso sexual de las abuelas europeas
El turismo es uno los motores económicos de Senegal, un país con 15 millones de habitantes y un 95% de población que profesa la fe musulmana. Estas profundas y arraigadas creencias religiosas conviven con más de 2 millones de turistas anuales; la mayoría busca turismo disfrutar de sus playas y su buen clima durante todo el año. Pero hay más.
Ni primera vez
CAPÍTULO 6º
La actitud de Lourdes me tenía perplejo; no sabía ese cambio que se había producido en ella en el aspecto erótico sexual a que obedecía... ¡Pero ¡qué buena estaba la tía! Aquel furor uterino que tuvo en el Chispero de súbito a la mente me vino. ¡Y yo que creía que las mujeres ese arranque no tenían...! Porque a la sazón creía que todas las mujeres eran como la Virgen María, que sólo las casadas y las pvtas jodían... ¡Pero qué ingenuo era... madre mía!
No conforme con mis razonamientos sobre "el Sexto" en el celibato, decidí consultar en confesión con el padre Renato el tema de la relación con mi novia. Cura bondadoso y beato, sencillo y enemigo de todo boato. Seguro que, con su luz divina, daría respuesta a mis pensamientos innatos sin inquina.
—Ave María Purísima.
—Sin pecado concebida. ¿Traes esta vez muchos pecados?
Antes de seguir con la narración, debo informar a los lectores jóvenes de hoy, que en aquellos años España no era aconfesional, por lo tanto, la única religión que imperaba era la católica, la cual tenía una enorme influencia en todos los estamentos del Pueblo. Los Diez Mandamientos de la Ley de Dios eran de obligado cumplimiento. ¡Y claro! con veinte años te creías que de no observarlos te condenabas al fuego eterno del Infierno; pero a esa edad tener que observar el Sexto era demasiada observación, y como era irremisible pecar contra ese mandamiento de todas las formas pecaminosas que los curas nos decían, cada dos por tres a confesarte de esos pecados (sobre todo los de la mano), que eran los que los jóvenes de ambos sexos caíamos más por razones obvias.
—Más que confesión, padre, busco una solución.
—¿Una solución? ¿A qué?
—A una duda.
—Hijo, yo sólo te puedo dar la absolución, pero procuraré además servirte de ayuda. —Dime cual es esa duda.
—Verá padre... es qué... yo... no sé... sí... debo...
—¿Tú duda es que dudas? Porque tu voz sale como tartamuda... ¿o es un velo?
—No padre, verá. ¡Es qué en mi duda me enredo!
—¡Duda sin denuedo! Por lo que intuyo es una duda que te da miedo.
—Nunca mejor dicho, padre Renato... nunca mejor dicho... Lo que siento es que no me lo creo.
Pues deja de tartamudear y dime de una vez que es lo que quieres confesar.
—Qué si es pecado follar. —Me salió así, de repente, no lo pude controlar.
La mirada que me echó me recorrió toda la espina dorsal. Ya sé que mi pregunta estuvo muy mal.
—¿Te refieres a fornicar, verdad chaval? Me dijo en tono guasón.
—Disculpe padre por mi salida sin ton ni son, pero ya sabe que esa palabra que suena tan mal es la que hoy todos los jóvenes utilizamos cuando de ese tema se trata de hablar.
—Dejemos de divagar. Pero antes tienes que confesar el motivo de tu titubeo; si es por pecado mortal o venial, ¡pero por la cara que te veo…! parece un pecado más grande que una catedral.
—Verá padre... Es que tengo novia.
—Bueno, la cosa no empieza mal, lo grave hubiera sido que me dijeras que tienes novio.
—¡Jolín padre, que agobio?
—¿Y qué pasa con tu amiga?
—Qué bochorno padre! Es que confesarlo me da fatiga.
—Pues cómo no me lo digas...
—Déjeme que siga.
—Sigue, y cuenta todo del pecado, que parece que tiene miga.
Ya más sereno y tranquilo, al ver que el padre Renato se había tomado la confesión en un tono relajado, seguramente para darme confianza, pues ya he apuntado que es un cura muy sencillo y afable (y bastante irónico), su actitud me animó a contarle mis dudas sobre las relaciones sexuales prematrimoniales.
—Resulta padre que mi novia me ha pedido relaciones sexuales, y yo he accedido...
—¿Hasta "el higo"? —Me preguntó sorprendido.
—No le entiendo padre...
—Es que en el relato me había perdido. Sigue hijo, sigue con el desmadre.
Cómo le confesaba, mi novia me pidió "hacer el amor"...
—¡Calla, obsceno! No mezcles la palabra amor con hacer esas guarrerías. Se dice fornicar for-ni-car. Si te supieras los Mandamientos de la Ley de Dios sabrías que el Sexto es no fornicar.
—Lo sé, padre, lo sé. Pero es que la palabra parece un poco pretenciosa.
—¡Cómo que pretenciosa! —Me dijo malhumorado; —es la palabra justa que determina tus dudas. Y no te rías que la cosa no es nada graciosa; pero sigue con la confesión. ¿O sea, que hubo fornicación?
—Sí padre, hubo fornicación. (Le mentí para saber las consecuencias celestiales del pecado)
—¿Y de qué manera? Me dijo don Renato alarmado.
—Bueno, la manera no fue como yo quisiera, fue en una especie de catre en un local para parejas enamoradas...
—¡Cómo qué para parejas enamoradas! Querrás decir para parejas adulteradas...
—Perdone padre, pero en este caso no hay adulterio, estamos los dos solteros.
—¡Y un huevo! ¡Ay! ya no sé lo que digo. Perdón Señor. —Dijo el cura a la vez que se santiguaba. —Y prosiguió. —El celibato es un compromiso con Dios, por lo tanto, en la soltería hay que guardar castidad, pues la fornicación en esa circunstancia es poner en evidencia a nuestro Señor.
—Pero padre, si yo le juro que amo a Lourdes.
—¡Ah! Pero… ¿Se llama Lourdes?
—Sí padre... ¿Qué tiene de particular?
—Qué es el nombre de la Virgen, y debe hacer honor a su nombre. Pero prosigue la confesión con arrepentimiento sincero y sin dejarte nada en el tintero.
—Pues resulta que... —Después de contarle todo lo acontecido en "el Chispero".
—Otra cosa padre.
—Dime hijo.
—Esto… me da apuro … no sé si también es pecado…
—Me puedes decir de una vez lo que te da congoja.
—Que si también es pecado hacerse pajas.
La cara que puso don Renato, no sé si fue de sorpresa o de risa o de sorpresa, por lo que tardó un rato en responder.
—Mira Camilo: la castidad es la virtud más sublime que toda persona soltera debe observar, la pureza es la luz que ilumina a las personas decentes. Los pecados del sexo en el celibato son espinas que se clavan en el corazón y sólo conducen a la destrucción de la ética y la moral. Mantente puro y casto hasta que llegues al altar con esa novia que tanto dices amar. Y verás cómo ahí se encuentra la felicidad. —Camilo: espero que después de perdonar tus pecados contra el Sexto, respetes a Lourdes, y después de casados dar rienda suelta a vuestro amor. Pero hasta entonces… duchas de agua fría cuando sientas el ardor, nada de sexo.
—Sí padre, le juro que me someteré literalmente al texto.
Pero mi problema no eran los pecados carnales, si pecamos, es porque a los veinte años a la castidad se le hace caso omiso, pues cuando la pasión reclama… pecar contra el Sexto es preciso.
Al día siguiente, domingo, sentados en una terraza del Retiro l Lourdes me dijo:
—Cariño. ¿Cómo y cuándo vas a tomar aquello que te estoy deseando dar?
—Voy a hablar con mi amigo Manolo, seguro que nos puede indicar donde podemos ir.
—¿Ves? si tuviéramos nuestro pisito…
—Lo tendremos, lo tendremos, ahora voy a ganar dinerito y lo compraremos.
—Mi amiga Milagros se ha comprado uno en el barrio de San Ignacio de Loyola y es precioso. ¿Podíamos ir a verlo un día? ¿Vale?
—Sí mi amor, y pronto podré dar la entrada para comprarlo, ya lo verás.
—¿Y tú crees que tu amigo Manolo nos podrá facilitar un pisito?
—Seguro, ya lo verás.
Llamé a Manolo, —Lolo para los amiguetes, — y le expuse mis deseos.
—Hecho Camilo, llamaré a doña Juana que alquila habitaciones para parejitas de toda confianza.
Manolo llamando a doña Juana
—Manolo, tu amigo es de confianza, ¿verdad?
—De absoluta confianza Juana, es un chaval de lo más decente y prudente que circula por Madrid.
—¿Y la chica?
— Novia de casar, doña Juana.
—¿Ya? Y quiere "el melón antes catar". —Respondió doña Juana con su ironía habitual. ¡Pero cómo le salga rana...!
—¡Bueno! Si le sale rana el que vaya por detrás se dará cuenta que otro antes se ha comido "la miel de su panal". Pero no es eso lo peor, lo peor es que la tome por una fulana, ya sabe cómo somos los tíos, doña Juana: novia desvirgada, ha sido catada o es un lío.
—¡Pero qué machismo más atroz! —Dijo doña Juana bastante airada y con tono de queja.
—Comprenda doña Juana... Pero si a la novia con cualquiera se deja, novia pendeja. Y yo le aseguro y por ello pongo la mano en el fuego, que la novia de mi amigo es pura, virgen e inmaculada, y que él no es ningún mujeriego, y si eso yo lo dudara, no me atrevería a buscarles el nido donde sellar un amor que de seguro lo verá Dios desde el Cielo.
—Pero que liante eres Manolo… si no fueras tan simpático. ¿Y cómo dices que se llama tu amigo?
—Camilo, se llama Camilo.
—¡Pues si le tienes que buscarle el nido! poco de las artes amatorias se le imaginan a ese buen señor.
—Cierto que no es gran amante, puesto que en esas artes es un principiante, pero le echa mucho pundonor. Y lo más sublime que lo hace por amor, por eso le ayuda en esos menesteres un servidor.
—Vale Manolo. Dile a Camilo que me llame antes de venir, y que suban las escaleras separados; ya sabes, para evitar el cotilleo, que, aunque estén enamorados… los vecinos saben que aquí “hay fulaneo”.
—No te preocupes Juana, aunque se sabe que en tu casa hay puteo, se te respeta porque no se arma ningún jaleo.
—Por eso me protege el comisario Mateo...
—Y porque también tienes con él de vez en cuando algún devaneo, según creo.
—Pero te juro que no es chuleo. es un señor, por eso le hago algún que otro favor.
—Adiós Juana. ¡Ah! y gracias por el favor que me haces por Camilo.
—0—
Desde una cafetería llamé a doña Juana
Llamé a doña Juana con más miedo que vergüenza, ya que esta situación me superaba; eso de tener que depender de una señora para poder amar a mi novia en la intimidad me parecía una profanación al amor puro y verdadero. Y otra vez me plantee lo precario de mi situación profesional: si hubiera estudiado o aprendido un buen oficio, fontanero, por ejemplo, a mis veinte y cuatro años ya estaría situado y proyectando la boda con mi amadísima Lourdes. Esta reflexión me trasladó a un estado tan deprimente, que colgué el auricular antes de que respondieran. Así, de repente.
—Pero… ¡Qué haces! ¿Por qué cuelgas?
—Porque nadie responde.
—¡Pero… cómo van a responder si has colgado en unos segundos!
—Es qué…
—¡Qué te pasa! Tienes la cara lívida.
—¿Estás segura de lo que queremos hacer? Esto para mí es como una reválida. —Le dije con la tez pálida.
—¡Ah!... ¿Pero tú no estás seguro a estas alturas? Mi decisión ante esta situación nadie la invalida; sigo igual de cálida.
—De lo que estoy seguro es que te amo con toda mi alma, pero hacer el amor de esta manera… tan furtiva... ¿No es una locura, mi mariposa crisálida?
—Déjate de poemas ahora Camilo. Ya veo que la situación te da frío y no te atreves a "cruzar el río".
—¿Y a ti te da calor?
—Anda cariño, vuelve a llamar que estoy deseando hacerte mío; y que me apagues este ardor que me da escalofríos.
No podía olvidar los consejos de don Renato.
Los pecados del sexo en el celibato son espinas que se clavan en el corazón y sólo conducen a la destrucción de la ética y la moral. Mantente puro y casto hasta que llegues al altar con esa novia que tanto dices amar. Y verás cómo ahí se encuentra la felicidad.
—Vaya oxímoron ¿ardor y frío a la vez? Cada día entiendo menos a la mujer. ¿Me estaré volviendo "panoja"?
—Seguro, porque se te está poniendo la cara roja.
—Cariño es que la situación me da congoja.
—¿Pero vas a llamar, o no vas a llamar?
—No me atrevo.
—Déjame que llamo yo, que a mí llamar me importa un bledo.
Con decisión tomó el auricular y el número marcó de una forma singular.
—Sí, dígame.
—Doña Juana, por favor.
—Soy yo. ¿Quién llama?
—Me llamo Pura, y llamo de parte de Manolo.
—¿De qué Manolo? ¿De Manolo Rioboo?
—Un segundo por favor.
—Camilo, ¿Cómo se apellida Manolo?
—Rioboo, Manuel Rioboo.
—Sí, sí, de Manolo Rioboo.
—Pues dígame que desea.
—Bueno... verá... mi novio es amigo de Manolo, se llama Camilo, y creo que ya ha hablado con usted...
—Ya...ya... ya sé de qué va el asunto; cuando quieras puedes venir con tu trasunto, pero no entrar juntos.
—Mañana por la tarde ¿puede ser a partir de las cinco?
—¿Os puso Manolo en antecedentes?
—Si señora, no se preocupe que somos personas de confianza y actuaremos como mandan las ordenanzas.
Entra tú primero, pero antes te aseguras de que del portal no entra ni sale gente.
—Vale. Delo por hecho señora, somos personas prudentes. ¿Es el piso bajo?
—Sí, el bajo letra D.
—Bajo D. Mañana tarde a las cinco estaremos a la disposición de usted.
—Muchas gracias señora. Hasta mañana.
—Hasta mañana.
— ¡Ves! ya está solucionado el problema. No sé por qué has tenido tanto miedo.
—No es miedo cariño, son los nervios que me hacen tartamudear, pero estoy deseando contigo estar, mira cómo tiemblo sólo en ello pensar.
— ¡Jolín Camilo! Ni que fueras un pipiolo.
—Me has dejado anonadado es con tu desenvoltura y buen rollo. ¡Qué cara más dura! Has estado tan tranquila y segura, que cualquiera diría que dominas esta asignatura.
— ¡Qué insinúas, criatura...!
—No te mosquees mujer; me refiero a tu tesitura, has brillado a gran altura. ¡Ojalá! yo pudiera adoptar ante todas las situaciones esa postura.
—Ya está la suerte echada.
—Mañana por la tarde te prometo que, aunque novato sabes muy bien que te respeto… te amaré al son de una oda y un soneto.
—Menos poemas Camilo. Me conformo que me ames callado, pero que traspases con ardor mi muralla.
—Ya sabes que calzo tralla, por lo que traspasaré esa muralla como el guerrero que le espera su amada en la atalaya… ¿y cómo soy de Vizcaya...? el vasco en estos menesteres… nunca falla.
—Por cierto: ¿Y el tema de los profilácticos? —Me preguntó cómo preocupada.
—A los condones te refieres... ¿no? —Le pregunté con sonsonete y cierto recelo, ya que yo quería hacerlo a pelo.
—Qué lenguaje más poco sintáctico.
—A veces hay que usar un lenguaje menos práctico y más extático y menos didáctico. No te das cuenta aquel fulano que nos observa con mirada de tísico.
—Es verdad, ¿le conoces de algo?
—De nada, pero igual es un metafísico.
—O un astrofísico, ve a saber.
—Yo creo que es un músico que observa tu carita de sinfonía.
—O un místico, ¿no ves al verte la cara que ponía?
Pero era un pobre paralítico que sentado junto al pórtico de la cafetería se dedicaba a mirar a toda la gente que entraba y salía, y a las guapas como Lourdes con más porfía. Lo supimos porque al levantarse dos muletas cogía del rincón donde las tenía.
Llegamos a la casa de citas a la hora acordada.
Después de dar mil vueltas a la cabeza sobre el pecado del sexo de soltero, llegué a la siguiente conclusión: no puede ser pecado cuando por hombre y mujer es requerido. Sea por amor o por pasión cuando lo reclama la libido el pecado no es de recibo. Hagamos el amor o follemos, si el sexo se creó para disfrute del ser humano. ¡Disfrutemos hermanos! Por lo tanto, no hace falta ser esposa y marido para gozar con el ser querido. Y el que no tenga una pareja a su lado, que disfrute con su mano.
Así que todo decidido dije a Lourdes:
—Mi vida, ha llegado la hora. ¿Ya sabes cómo lo debemos hacer?
—Sí, como dijo la señora, yo entro primero y tú después.
—Pero que no te vea nadie asegúrate.
A dos metros del portal miró para delante y para atrás, y al ver el sitio despejado entró.
Para acceder a la casa había que traspasar el portal de unos seis metros de recorrido y diez peldaños después había que subir para llegar al rellano.
Desde la acera de enfrente observaba como mi niña entraba, y es cuando me di perfecta cuenta, quizás por la perspectiva, de lo buena que estaba. Sin duda era mi diva,
Se había puesto para la ocasión una falda de esas que llaman de tubo. ¡Cómo se le marcaba el culo! Y si para ella era un calvario, para mí era como la campana de un campanario, y aunque no tengo fama de perdulario (decirlo no es necesario) si de penitencia me echa don Renato diez rosarios, voy a idolatrar con el máximo fervor su hermoso tafanario.
Cuando la dejé de ver, supuse que ya había llegado al bajo D, y entonces yo entré y a la puerta llamé.
—Hola Camilo.
—Buenas tardes doña Juana. Me manda Manolo sus respetos.
—Buen chico Manolo, aunque un poco pillo. Su amiga ya está en la habitación, la del fondo del pasillo.
Saqué la cartera del bolsillo. — ¿Le abono ahora doña Juana?
—Sí, mejor que abone ahora, y así se despreocupa, no sea que en pleno rodaje se acuerde que tiene que pagar el peaje, “y se le baje”.
—Me dijo Manolo que cobra veinte duros. ¿Verdad señora?
—Sí, pero ya sabe: tres horas.
—No se preocupe, a las ocho la habitación un servidor la desocupe.
—Qué lo disfrute.
—Gracias doña Juana. Y ahora la dejo que me espera un buen tute.
Fumando un cigarrillo a medias entre las sábanas, (seguro que de algodón) entre mis brazos rezagada, me sentía un campeón antes de librar la primera batalla. A pesar de que no esperaba la sorpresa de la toalla.
—Cariño: ¿Para qué traes esa toalla? —Le pregunté con sorpresa al sacarla de la bolsa que llevaba.
—Qué poca imaginación tienes Camilo, es para recoger los restos de nuestro amor; ¿o es que pretendes que queden impregnados entre estas sábanas? ¡Qué horror!
—Es verdad, si al cortarte la flor lo que se derrame que no quede en este nido, porque doña Juana como unos marranos nos hubiera definido.
—Pues por eso he traído esta toalla de lino. ¿Y cómo empezamos? —Me preguntó con carita de preocupación. —Pues hacerte muy feliz quisiera... ¿Y si mi deseo no atina?
—Mi felicidad eres tú: tus ojos, tus labios... tus caderas... Le tomé su mano con mi mano y llevándola a donde se izaba mi bandera le dije: empieza de esta manera y verás que cosa más divina.
No tuve el valor de pedirle que me la besara. Me pareció que la primera vez hacer eso no debiera, pues por un degenerado quizás me supusiera, ¡y eso no! ¡eso no quisiera!, pero mi sorpresa fue cuando me dijo cómo si ya de siempre la conociera.
—¿Te importa que la bese?
Y pese a quien le pese, no besaba aquel rosáceo glande que cada vez se hacía más grande; lo devoraba como si estuviera muerta de hambre.
—Para cariño... para. Que cómo sigas degustando sin tara tendré dificultades para que luego en su sitio entrara...Para... para.
—¿Te ha gustado?
—¿Me ha encantado, nunca nadie así me la había besado?
—¡Ah! ¿Pero es qué alguien antes te la ha besado? —Me dijo de forma altanera.
—No cariño mío, jamás dama ha descorrido lo que esconde mi cremallera, ni mujer pura como tú ni ramera. Ha sido un lapsus, una emoción, un sueño, una quimera; quizás he perdido la perspectiva debido a la emoción que he sentido al ser la vez primera.
Con suma delicadeza, con el dedo pulgar de mi mano derecha limpié de la comisura de sus labios un hilito que prendía, seguro que de los exudados que quedaron allí estancados y seducidos por la dulzura de la miel que de ellos se extraía.
Y posé mis labios sobre los suyos para poder yo también degustar aquellos belfos que de puro amor se habían impregnados con las efusiones emanadas de aquel lugar.
El beso fue interminable por la postura adoptada: ambos tumbados de costado, frente con frente, pero con las napias hacia un lado para que aquel beso por nada se viera perturbado.
—Ahora te lo hago yo a ti, ¡vida mía!
—¿El qué me vas a hacer? —Dijo al captar lo que se temía.
—Una cosa que te va a estremecer, tú cierra los ojos y calla.
—Espera que me ponga la toalla.
—Ahora no cielo, no voy a cortar tu flor.
—¿Entonces, ¿qué vas a hacer?
—Una cosa que te hará desfallecer.
—¿De pena, de dolor?
—No mi amor, de loor y de placer. Pero colocarte de esta forma es menester para que sin problemas a tu jardín pueda acceder.
—¿Así, de esta manera? —Dijo apartando sus colosales “pilastras” para que entre ellas me estableciera.
¡Dioses del amor! ¡Eros, Cupido, Venus o Minerva! Aquel cuadro que ante mis ojos se presentaban a mi alma enerva. Su contemplación me extasía. Y es sólo ¡mía... mía... mía!
Con inusitada ansía, como un reloj parado al que no se le da cuerda, me suicidé en aquel pozo profundo y misterioso donde mis papilas gustativas laminaban con la ansiedad de un goloso. Y en mi alma quedaron impregnados los aromas y sabores que hoy todavía recuerdan del placer más hermoso.
—Para ahora tú, Camilo. —Me dijo mientras con sus manos retiraba mi cabeza con cierto estupor. —Qué de tanto placer me da dolor. —Fumemos otro pitillo mientras se me pasa el sopor.
Una hora había pasado en el preliminar... yo parecía un río... ella parecía el mar. Océano donde mi corriente muy pronto iba a desembocar.
—Mi vida: ¿estás preparada para afrontar lo más subliminal? —Le decía con los ojos del enamorado que la toma con esmero. (Mientras yo me colocaba la goma, y ella adoptaba la posición del misionero)
—Sí mi amor, ya puedes cortar la rosa de mi rosal; y a todo el mundo diré donde vaya… ¡Camilo fue el primer jardinero que traspasó de mi parterre la valla! (Y a continuación debajo de sus fondillos se colocó la toalla)
Y allí, en esa tarde del once de junio de mil novecientos sesenta y cinco, dejé constancia con ahínco que no fue uno, ni dos, que fueron tres los "jacintos" que planté en el sagrado recinto de mi amada divina, con el amor más puro surgido de la fuente del agua del amor más cristalina.
A las cinco empieza la "corrida",
“torea” Camilo "El Maletilla";
en su alma lleva una rosa prendida
y dos claveles en la taleguilla.
Capote bordado de azul y grana.
Muleta de la sangre de sus venas,
espada pura de la raza hispana
que trasmite a cristianas y agarenas.
Su amada en la barrera con mantilla
le envía un ósculo que le enajena.
¡Pero qué preciosa está mi chiquilla!
Hoy haré la mejor de mis faenas.
Lances de dolor doblan su testuz,
pases de pecho y por bajo de asombro,
estocada en el centro de la cruz.
Salida por la puerta grande a hombros.
Transcurrieron casi dos años, y a partir de aquella tarde de amor en casa de doña Juana, empecé a comprender que ya no era aquella chica enamorada de aquel chico alto y guapo que la llevó a cama la desfloró, pero que no supo o no pudo llevarla al altar.
La actitud de Lourdes me tenía perplejo; no sabía ese cambio que se había producido en ella en el aspecto erótico sexual a que obedecía... ¡Pero ¡qué buena estaba la tía! Aquel furor uterino que tuvo en el Chispero de súbito a la mente me vino. ¡Y yo que creía que las mujeres ese arranque no tenían...! Porque a la sazón creía que todas las mujeres eran como la Virgen María, que sólo las casadas y las pvtas jodían... ¡Pero qué ingenuo era... madre mía!
No conforme con mis razonamientos sobre "el Sexto" en el celibato, decidí consultar en confesión con el padre Renato el tema de la relación con mi novia. Cura bondadoso y beato, sencillo y enemigo de todo boato. Seguro que, con su luz divina, daría respuesta a mis pensamientos innatos sin inquina.
—Ave María Purísima.
—Sin pecado concebida. ¿Traes esta vez muchos pecados?
Antes de seguir con la narración, debo informar a los lectores jóvenes de hoy, que en aquellos años España no era aconfesional, por lo tanto, la única religión que imperaba era la católica, la cual tenía una enorme influencia en todos los estamentos del Pueblo. Los Diez Mandamientos de la Ley de Dios eran de obligado cumplimiento. ¡Y claro! con veinte años te creías que de no observarlos te condenabas al fuego eterno del Infierno; pero a esa edad tener que observar el Sexto era demasiada observación, y como era irremisible pecar contra ese mandamiento de todas las formas pecaminosas que los curas nos decían, cada dos por tres a confesarte de esos pecados (sobre todo los de la mano), que eran los que los jóvenes de ambos sexos caíamos más por razones obvias.
—Más que confesión, padre, busco una solución.
—¿Una solución? ¿A qué?
—A una duda.
—Hijo, yo sólo te puedo dar la absolución, pero procuraré además servirte de ayuda. —Dime cual es esa duda.
—Verá padre... es qué... yo... no sé... sí... debo...
—¿Tú duda es que dudas? Porque tu voz sale como tartamuda... ¿o es un velo?
—No padre, verá. ¡Es qué en mi duda me enredo!
—¡Duda sin denuedo! Por lo que intuyo es una duda que te da miedo.
—Nunca mejor dicho, padre Renato... nunca mejor dicho... Lo que siento es que no me lo creo.
Pues deja de tartamudear y dime de una vez que es lo que quieres confesar.
—Qué si es pecado follar. —Me salió así, de repente, no lo pude controlar.
La mirada que me echó me recorrió toda la espina dorsal. Ya sé que mi pregunta estuvo muy mal.
—¿Te refieres a fornicar, verdad chaval? Me dijo en tono guasón.
—Disculpe padre por mi salida sin ton ni son, pero ya sabe que esa palabra que suena tan mal es la que hoy todos los jóvenes utilizamos cuando de ese tema se trata de hablar.
—Dejemos de divagar. Pero antes tienes que confesar el motivo de tu titubeo; si es por pecado mortal o venial, ¡pero por la cara que te veo…! parece un pecado más grande que una catedral.
—Verá padre... Es que tengo novia.
—Bueno, la cosa no empieza mal, lo grave hubiera sido que me dijeras que tienes novio.
—¡Jolín padre, que agobio?
—¿Y qué pasa con tu amiga?
—Qué bochorno padre! Es que confesarlo me da fatiga.
—Pues cómo no me lo digas...
—Déjeme que siga.
—Sigue, y cuenta todo del pecado, que parece que tiene miga.
Ya más sereno y tranquilo, al ver que el padre Renato se había tomado la confesión en un tono relajado, seguramente para darme confianza, pues ya he apuntado que es un cura muy sencillo y afable (y bastante irónico), su actitud me animó a contarle mis dudas sobre las relaciones sexuales prematrimoniales.
—Resulta padre que mi novia me ha pedido relaciones sexuales, y yo he accedido...
—¿Hasta "el higo"? —Me preguntó sorprendido.
—No le entiendo padre...
—Es que en el relato me había perdido. Sigue hijo, sigue con el desmadre.
Cómo le confesaba, mi novia me pidió "hacer el amor"...
—¡Calla, obsceno! No mezcles la palabra amor con hacer esas guarrerías. Se dice fornicar for-ni-car. Si te supieras los Mandamientos de la Ley de Dios sabrías que el Sexto es no fornicar.
—Lo sé, padre, lo sé. Pero es que la palabra parece un poco pretenciosa.
—¡Cómo que pretenciosa! —Me dijo malhumorado; —es la palabra justa que determina tus dudas. Y no te rías que la cosa no es nada graciosa; pero sigue con la confesión. ¿O sea, que hubo fornicación?
—Sí padre, hubo fornicación. (Le mentí para saber las consecuencias celestiales del pecado)
—¿Y de qué manera? Me dijo don Renato alarmado.
—Bueno, la manera no fue como yo quisiera, fue en una especie de catre en un local para parejas enamoradas...
—¡Cómo qué para parejas enamoradas! Querrás decir para parejas adulteradas...
—Perdone padre, pero en este caso no hay adulterio, estamos los dos solteros.
—¡Y un huevo! ¡Ay! ya no sé lo que digo. Perdón Señor. —Dijo el cura a la vez que se santiguaba. —Y prosiguió. —El celibato es un compromiso con Dios, por lo tanto, en la soltería hay que guardar castidad, pues la fornicación en esa circunstancia es poner en evidencia a nuestro Señor.
—Pero padre, si yo le juro que amo a Lourdes.
—¡Ah! Pero… ¿Se llama Lourdes?
—Sí padre... ¿Qué tiene de particular?
—Qué es el nombre de la Virgen, y debe hacer honor a su nombre. Pero prosigue la confesión con arrepentimiento sincero y sin dejarte nada en el tintero.
—Pues resulta que... —Después de contarle todo lo acontecido en "el Chispero".
—Otra cosa padre.
—Dime hijo.
—Esto… me da apuro … no sé si también es pecado…
—Me puedes decir de una vez lo que te da congoja.
—Que si también es pecado hacerse pajas.
La cara que puso don Renato, no sé si fue de sorpresa o de risa o de sorpresa, por lo que tardó un rato en responder.
—Mira Camilo: la castidad es la virtud más sublime que toda persona soltera debe observar, la pureza es la luz que ilumina a las personas decentes. Los pecados del sexo en el celibato son espinas que se clavan en el corazón y sólo conducen a la destrucción de la ética y la moral. Mantente puro y casto hasta que llegues al altar con esa novia que tanto dices amar. Y verás cómo ahí se encuentra la felicidad. —Camilo: espero que después de perdonar tus pecados contra el Sexto, respetes a Lourdes, y después de casados dar rienda suelta a vuestro amor. Pero hasta entonces… duchas de agua fría cuando sientas el ardor, nada de sexo.
—Sí padre, le juro que me someteré literalmente al texto.
Pero mi problema no eran los pecados carnales, si pecamos, es porque a los veinte años a la castidad se le hace caso omiso, pues cuando la pasión reclama… pecar contra el Sexto es preciso.
Al día siguiente, domingo, sentados en una terraza del Retiro l Lourdes me dijo:
—Cariño. ¿Cómo y cuándo vas a tomar aquello que te estoy deseando dar?
—Voy a hablar con mi amigo Manolo, seguro que nos puede indicar donde podemos ir.
—¿Ves? si tuviéramos nuestro pisito…
—Lo tendremos, lo tendremos, ahora voy a ganar dinerito y lo compraremos.
—Mi amiga Milagros se ha comprado uno en el barrio de San Ignacio de Loyola y es precioso. ¿Podíamos ir a verlo un día? ¿Vale?
—Sí mi amor, y pronto podré dar la entrada para comprarlo, ya lo verás.
—¿Y tú crees que tu amigo Manolo nos podrá facilitar un pisito?
—Seguro, ya lo verás.
Llamé a Manolo, —Lolo para los amiguetes, — y le expuse mis deseos.
—Hecho Camilo, llamaré a doña Juana que alquila habitaciones para parejitas de toda confianza.
Manolo llamando a doña Juana
—Manolo, tu amigo es de confianza, ¿verdad?
—De absoluta confianza Juana, es un chaval de lo más decente y prudente que circula por Madrid.
—¿Y la chica?
— Novia de casar, doña Juana.
—¿Ya? Y quiere "el melón antes catar". —Respondió doña Juana con su ironía habitual. ¡Pero cómo le salga rana...!
—¡Bueno! Si le sale rana el que vaya por detrás se dará cuenta que otro antes se ha comido "la miel de su panal". Pero no es eso lo peor, lo peor es que la tome por una fulana, ya sabe cómo somos los tíos, doña Juana: novia desvirgada, ha sido catada o es un lío.
—¡Pero qué machismo más atroz! —Dijo doña Juana bastante airada y con tono de queja.
—Comprenda doña Juana... Pero si a la novia con cualquiera se deja, novia pendeja. Y yo le aseguro y por ello pongo la mano en el fuego, que la novia de mi amigo es pura, virgen e inmaculada, y que él no es ningún mujeriego, y si eso yo lo dudara, no me atrevería a buscarles el nido donde sellar un amor que de seguro lo verá Dios desde el Cielo.
—Pero que liante eres Manolo… si no fueras tan simpático. ¿Y cómo dices que se llama tu amigo?
—Camilo, se llama Camilo.
—¡Pues si le tienes que buscarle el nido! poco de las artes amatorias se le imaginan a ese buen señor.
—Cierto que no es gran amante, puesto que en esas artes es un principiante, pero le echa mucho pundonor. Y lo más sublime que lo hace por amor, por eso le ayuda en esos menesteres un servidor.
—Vale Manolo. Dile a Camilo que me llame antes de venir, y que suban las escaleras separados; ya sabes, para evitar el cotilleo, que, aunque estén enamorados… los vecinos saben que aquí “hay fulaneo”.
—No te preocupes Juana, aunque se sabe que en tu casa hay puteo, se te respeta porque no se arma ningún jaleo.
—Por eso me protege el comisario Mateo...
—Y porque también tienes con él de vez en cuando algún devaneo, según creo.
—Pero te juro que no es chuleo. es un señor, por eso le hago algún que otro favor.
—Adiós Juana. ¡Ah! y gracias por el favor que me haces por Camilo.
—0—
Desde una cafetería llamé a doña Juana
Llamé a doña Juana con más miedo que vergüenza, ya que esta situación me superaba; eso de tener que depender de una señora para poder amar a mi novia en la intimidad me parecía una profanación al amor puro y verdadero. Y otra vez me plantee lo precario de mi situación profesional: si hubiera estudiado o aprendido un buen oficio, fontanero, por ejemplo, a mis veinte y cuatro años ya estaría situado y proyectando la boda con mi amadísima Lourdes. Esta reflexión me trasladó a un estado tan deprimente, que colgué el auricular antes de que respondieran. Así, de repente.
—Pero… ¡Qué haces! ¿Por qué cuelgas?
—Porque nadie responde.
—¡Pero… cómo van a responder si has colgado en unos segundos!
—Es qué…
—¡Qué te pasa! Tienes la cara lívida.
—¿Estás segura de lo que queremos hacer? Esto para mí es como una reválida. —Le dije con la tez pálida.
—¡Ah!... ¿Pero tú no estás seguro a estas alturas? Mi decisión ante esta situación nadie la invalida; sigo igual de cálida.
—De lo que estoy seguro es que te amo con toda mi alma, pero hacer el amor de esta manera… tan furtiva... ¿No es una locura, mi mariposa crisálida?
—Déjate de poemas ahora Camilo. Ya veo que la situación te da frío y no te atreves a "cruzar el río".
—¿Y a ti te da calor?
—Anda cariño, vuelve a llamar que estoy deseando hacerte mío; y que me apagues este ardor que me da escalofríos.
No podía olvidar los consejos de don Renato.
Los pecados del sexo en el celibato son espinas que se clavan en el corazón y sólo conducen a la destrucción de la ética y la moral. Mantente puro y casto hasta que llegues al altar con esa novia que tanto dices amar. Y verás cómo ahí se encuentra la felicidad.
—Vaya oxímoron ¿ardor y frío a la vez? Cada día entiendo menos a la mujer. ¿Me estaré volviendo "panoja"?
—Seguro, porque se te está poniendo la cara roja.
—Cariño es que la situación me da congoja.
—¿Pero vas a llamar, o no vas a llamar?
—No me atrevo.
—Déjame que llamo yo, que a mí llamar me importa un bledo.
Con decisión tomó el auricular y el número marcó de una forma singular.
—Sí, dígame.
—Doña Juana, por favor.
—Soy yo. ¿Quién llama?
—Me llamo Pura, y llamo de parte de Manolo.
—¿De qué Manolo? ¿De Manolo Rioboo?
—Un segundo por favor.
—Camilo, ¿Cómo se apellida Manolo?
—Rioboo, Manuel Rioboo.
—Sí, sí, de Manolo Rioboo.
—Pues dígame que desea.
—Bueno... verá... mi novio es amigo de Manolo, se llama Camilo, y creo que ya ha hablado con usted...
—Ya...ya... ya sé de qué va el asunto; cuando quieras puedes venir con tu trasunto, pero no entrar juntos.
—Mañana por la tarde ¿puede ser a partir de las cinco?
—¿Os puso Manolo en antecedentes?
—Si señora, no se preocupe que somos personas de confianza y actuaremos como mandan las ordenanzas.
Entra tú primero, pero antes te aseguras de que del portal no entra ni sale gente.
—Vale. Delo por hecho señora, somos personas prudentes. ¿Es el piso bajo?
—Sí, el bajo letra D.
—Bajo D. Mañana tarde a las cinco estaremos a la disposición de usted.
—Muchas gracias señora. Hasta mañana.
—Hasta mañana.
— ¡Ves! ya está solucionado el problema. No sé por qué has tenido tanto miedo.
—No es miedo cariño, son los nervios que me hacen tartamudear, pero estoy deseando contigo estar, mira cómo tiemblo sólo en ello pensar.
— ¡Jolín Camilo! Ni que fueras un pipiolo.
—Me has dejado anonadado es con tu desenvoltura y buen rollo. ¡Qué cara más dura! Has estado tan tranquila y segura, que cualquiera diría que dominas esta asignatura.
— ¡Qué insinúas, criatura...!
—No te mosquees mujer; me refiero a tu tesitura, has brillado a gran altura. ¡Ojalá! yo pudiera adoptar ante todas las situaciones esa postura.
—Ya está la suerte echada.
—Mañana por la tarde te prometo que, aunque novato sabes muy bien que te respeto… te amaré al son de una oda y un soneto.
—Menos poemas Camilo. Me conformo que me ames callado, pero que traspases con ardor mi muralla.
—Ya sabes que calzo tralla, por lo que traspasaré esa muralla como el guerrero que le espera su amada en la atalaya… ¿y cómo soy de Vizcaya...? el vasco en estos menesteres… nunca falla.
—Por cierto: ¿Y el tema de los profilácticos? —Me preguntó cómo preocupada.
—A los condones te refieres... ¿no? —Le pregunté con sonsonete y cierto recelo, ya que yo quería hacerlo a pelo.
—Qué lenguaje más poco sintáctico.
—A veces hay que usar un lenguaje menos práctico y más extático y menos didáctico. No te das cuenta aquel fulano que nos observa con mirada de tísico.
—Es verdad, ¿le conoces de algo?
—De nada, pero igual es un metafísico.
—O un astrofísico, ve a saber.
—Yo creo que es un músico que observa tu carita de sinfonía.
—O un místico, ¿no ves al verte la cara que ponía?
Pero era un pobre paralítico que sentado junto al pórtico de la cafetería se dedicaba a mirar a toda la gente que entraba y salía, y a las guapas como Lourdes con más porfía. Lo supimos porque al levantarse dos muletas cogía del rincón donde las tenía.
Llegamos a la casa de citas a la hora acordada.
Después de dar mil vueltas a la cabeza sobre el pecado del sexo de soltero, llegué a la siguiente conclusión: no puede ser pecado cuando por hombre y mujer es requerido. Sea por amor o por pasión cuando lo reclama la libido el pecado no es de recibo. Hagamos el amor o follemos, si el sexo se creó para disfrute del ser humano. ¡Disfrutemos hermanos! Por lo tanto, no hace falta ser esposa y marido para gozar con el ser querido. Y el que no tenga una pareja a su lado, que disfrute con su mano.
Así que todo decidido dije a Lourdes:
—Mi vida, ha llegado la hora. ¿Ya sabes cómo lo debemos hacer?
—Sí, como dijo la señora, yo entro primero y tú después.
—Pero que no te vea nadie asegúrate.
A dos metros del portal miró para delante y para atrás, y al ver el sitio despejado entró.
Para acceder a la casa había que traspasar el portal de unos seis metros de recorrido y diez peldaños después había que subir para llegar al rellano.
Desde la acera de enfrente observaba como mi niña entraba, y es cuando me di perfecta cuenta, quizás por la perspectiva, de lo buena que estaba. Sin duda era mi diva,
Se había puesto para la ocasión una falda de esas que llaman de tubo. ¡Cómo se le marcaba el culo! Y si para ella era un calvario, para mí era como la campana de un campanario, y aunque no tengo fama de perdulario (decirlo no es necesario) si de penitencia me echa don Renato diez rosarios, voy a idolatrar con el máximo fervor su hermoso tafanario.
Cuando la dejé de ver, supuse que ya había llegado al bajo D, y entonces yo entré y a la puerta llamé.
—Hola Camilo.
—Buenas tardes doña Juana. Me manda Manolo sus respetos.
—Buen chico Manolo, aunque un poco pillo. Su amiga ya está en la habitación, la del fondo del pasillo.
Saqué la cartera del bolsillo. — ¿Le abono ahora doña Juana?
—Sí, mejor que abone ahora, y así se despreocupa, no sea que en pleno rodaje se acuerde que tiene que pagar el peaje, “y se le baje”.
—Me dijo Manolo que cobra veinte duros. ¿Verdad señora?
—Sí, pero ya sabe: tres horas.
—No se preocupe, a las ocho la habitación un servidor la desocupe.
—Qué lo disfrute.
—Gracias doña Juana. Y ahora la dejo que me espera un buen tute.
Fumando un cigarrillo a medias entre las sábanas, (seguro que de algodón) entre mis brazos rezagada, me sentía un campeón antes de librar la primera batalla. A pesar de que no esperaba la sorpresa de la toalla.
—Cariño: ¿Para qué traes esa toalla? —Le pregunté con sorpresa al sacarla de la bolsa que llevaba.
—Qué poca imaginación tienes Camilo, es para recoger los restos de nuestro amor; ¿o es que pretendes que queden impregnados entre estas sábanas? ¡Qué horror!
—Es verdad, si al cortarte la flor lo que se derrame que no quede en este nido, porque doña Juana como unos marranos nos hubiera definido.
—Pues por eso he traído esta toalla de lino. ¿Y cómo empezamos? —Me preguntó con carita de preocupación. —Pues hacerte muy feliz quisiera... ¿Y si mi deseo no atina?
—Mi felicidad eres tú: tus ojos, tus labios... tus caderas... Le tomé su mano con mi mano y llevándola a donde se izaba mi bandera le dije: empieza de esta manera y verás que cosa más divina.
No tuve el valor de pedirle que me la besara. Me pareció que la primera vez hacer eso no debiera, pues por un degenerado quizás me supusiera, ¡y eso no! ¡eso no quisiera!, pero mi sorpresa fue cuando me dijo cómo si ya de siempre la conociera.
—¿Te importa que la bese?
Y pese a quien le pese, no besaba aquel rosáceo glande que cada vez se hacía más grande; lo devoraba como si estuviera muerta de hambre.
—Para cariño... para. Que cómo sigas degustando sin tara tendré dificultades para que luego en su sitio entrara...Para... para.
—¿Te ha gustado?
—¿Me ha encantado, nunca nadie así me la había besado?
—¡Ah! ¿Pero es qué alguien antes te la ha besado? —Me dijo de forma altanera.
—No cariño mío, jamás dama ha descorrido lo que esconde mi cremallera, ni mujer pura como tú ni ramera. Ha sido un lapsus, una emoción, un sueño, una quimera; quizás he perdido la perspectiva debido a la emoción que he sentido al ser la vez primera.
Con suma delicadeza, con el dedo pulgar de mi mano derecha limpié de la comisura de sus labios un hilito que prendía, seguro que de los exudados que quedaron allí estancados y seducidos por la dulzura de la miel que de ellos se extraía.
Y posé mis labios sobre los suyos para poder yo también degustar aquellos belfos que de puro amor se habían impregnados con las efusiones emanadas de aquel lugar.
El beso fue interminable por la postura adoptada: ambos tumbados de costado, frente con frente, pero con las napias hacia un lado para que aquel beso por nada se viera perturbado.
—Ahora te lo hago yo a ti, ¡vida mía!
—¿El qué me vas a hacer? —Dijo al captar lo que se temía.
—Una cosa que te va a estremecer, tú cierra los ojos y calla.
—Espera que me ponga la toalla.
—Ahora no cielo, no voy a cortar tu flor.
—¿Entonces, ¿qué vas a hacer?
—Una cosa que te hará desfallecer.
—¿De pena, de dolor?
—No mi amor, de loor y de placer. Pero colocarte de esta forma es menester para que sin problemas a tu jardín pueda acceder.
—¿Así, de esta manera? —Dijo apartando sus colosales “pilastras” para que entre ellas me estableciera.
¡Dioses del amor! ¡Eros, Cupido, Venus o Minerva! Aquel cuadro que ante mis ojos se presentaban a mi alma enerva. Su contemplación me extasía. Y es sólo ¡mía... mía... mía!
Con inusitada ansía, como un reloj parado al que no se le da cuerda, me suicidé en aquel pozo profundo y misterioso donde mis papilas gustativas laminaban con la ansiedad de un goloso. Y en mi alma quedaron impregnados los aromas y sabores que hoy todavía recuerdan del placer más hermoso.
—Para ahora tú, Camilo. —Me dijo mientras con sus manos retiraba mi cabeza con cierto estupor. —Qué de tanto placer me da dolor. —Fumemos otro pitillo mientras se me pasa el sopor.
Una hora había pasado en el preliminar... yo parecía un río... ella parecía el mar. Océano donde mi corriente muy pronto iba a desembocar.
—Mi vida: ¿estás preparada para afrontar lo más subliminal? —Le decía con los ojos del enamorado que la toma con esmero. (Mientras yo me colocaba la goma, y ella adoptaba la posición del misionero)
—Sí mi amor, ya puedes cortar la rosa de mi rosal; y a todo el mundo diré donde vaya… ¡Camilo fue el primer jardinero que traspasó de mi parterre la valla! (Y a continuación debajo de sus fondillos se colocó la toalla)
Y allí, en esa tarde del once de junio de mil novecientos sesenta y cinco, dejé constancia con ahínco que no fue uno, ni dos, que fueron tres los "jacintos" que planté en el sagrado recinto de mi amada divina, con el amor más puro surgido de la fuente del agua del amor más cristalina.
A las cinco empieza la "corrida",
“torea” Camilo "El Maletilla";
en su alma lleva una rosa prendida
y dos claveles en la taleguilla.
Capote bordado de azul y grana.
Muleta de la sangre de sus venas,
espada pura de la raza hispana
que trasmite a cristianas y agarenas.
Su amada en la barrera con mantilla
le envía un ósculo que le enajena.
¡Pero qué preciosa está mi chiquilla!
Hoy haré la mejor de mis faenas.
Lances de dolor doblan su testuz,
pases de pecho y por bajo de asombro,
estocada en el centro de la cruz.
Salida por la puerta grande a hombros.
Transcurrieron casi dos años, y a partir de aquella tarde de amor en casa de doña Juana, empecé a comprender que ya no era aquella chica enamorada de aquel chico alto y guapo que la llevó a cama la desfloró, pero que no supo o no pudo llevarla al altar.
Re: HABLEMOS DE SEXO
Para hablar abiertamente de sexo, el hombre mas rico del mundo: el fundador de Amazon, despues de estar 25 anos casado ha anunciado su divorcio en las redes sociales de no se cuanos millones de $$$s norteamericanos para su mujer. Todo porque se ha hecho publico su descarado sexo con otra mujer mas joven que su esposa.Eso es hablar ''abiertamente de sexo''
P.D. No sabia o se me paso que el profesor Fausto, tan franquista el, escribiera 1 mensaje tan largo (no lo he leido) de sexo. Franco prohibia hablar de sexo y durante el franquismo y sobre todo despues de la post-Guerra Franco prohibio el divorcio pero AUTORIZO ''LAS BIEN PAGA''
P.D. No sabia o se me paso que el profesor Fausto, tan franquista el, escribiera 1 mensaje tan largo (no lo he leido) de sexo. Franco prohibia hablar de sexo y durante el franquismo y sobre todo despues de la post-Guerra Franco prohibio el divorcio pero AUTORIZO ''LAS BIEN PAGA''
Re: HABLEMOS DE SEXO
Perdon: no lei bien o me maree al leer lo que le va a costar el divorcio a Jeff Bezos: 140 BILLONES DE DOLARES!!! Todo eso por 8 mesesitos con 1 amante de mas de 40 anos!!!