Opinión
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El business casual se impone
Jaime Peñafiel
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De un tiempo a esta parte, cuando asisto a actos importantes o acudo a cenar a algún restaurante de cinco tenedores donde hasta hace poco la corbata era obligada, como en Horcher, observo que esta prenda ya no parece ser un accesorio omnipresente. A veces, soy el único comensal que la lleva.
Como escribe en ABC mi compañera Maria Luisa Funes, “el business casual gana enteros en la indumentaria profesional masculina”.
Según informaba la estimada compañera, lo hace de forma tan arrolladora que, incluso, el banco de inversión Goldman Sachs o el Santander han “rebajado sus códigos de vestimenta liberando a sus empleados de ese accesorio tan omnipresente hasta ahora en entidades financieras”.
Confieso, y he repetido en innumerables ocasiones, que la corbata ha sido siempre para mi como el cordón umbilical que me unía a mi madre. La llevo desde que tenia seis años lo que me convertía en victima propiciatoria del “bulling” que mis compañeros ejercían sobre mi persona.
El “business casual” afecta también a Presidentes y Jefes de Estado. Desechando la corbata pretenden, ridículamente, parecer mas jóvenes.
En la cumbre del G8, el consejero George Osborne reveló que los invitados a la cita tenían que seguir los códigos del “business casual” y, por lo tanto, debían desprenderse de la corbata y, si querían, remangarse la camisa hasta los codos.
Pablo Iglesias no asistió a esa cumbre pero, como se presentó a una audiencia con Felipe VI en el Palacio de La Zarzuela, tal parecía. Lo hizo en vaqueros, deportivas y … camisa remangada.
Cierto es que a este individuo no le importó buscarse o alquilar un esmoquin para acudir a la entrega de los Premios Goya. Cierto también es que la culpa la tienen los responsables de Protocolo de La Zarzuela, que exige, para las audiencias reales, un mínimo en el código de la vestimenta.
Si no lo hacen, será por la relación de complicidad de Felipe, superando, a día de hoy, lo institucional. Y, como reconoce públicamente Pedro Sánchez en su librito, “Enseguida nos reconocimos mutuamente”. El actual Jefe del Estado piensa que, con un “business casual” gana enteros ante ellos.
La culpa de la crisis de la corbata la tienen las empresas tecnológicas auspiciadas por jóvenes de 30 o menos años de Facebook, Google o Bay que han impuesto una moda novedosa con carácter desenfadado. Todo ello porque su público es diferente.
Afortunadamente, Eric Jenning, vicepresidente de Saks Fifth Avenue, ha declarado que las corbatas “no están muertas. Simplemente es un negocio que no va a crecer”.
A propósito de esto, la consorte real también ha utilizado el “business casual”, pero llevado a un límite inaceptable de todo punto de vista, cuando, el 22 de agosto de 2014 y al regreso de las vacaciones, decidió dar el cante en la noche madrileña, de lo más hipster, con unos vaqueros súper pitillos, blancos, desgastados y con grandes rotos en las rodillas. El bolso… étnico. Una imagen impresentable que producía más rechazo que espanto.
¿Y qué decir de los zapatos, sobre todo los femeninos, que, como recuerda la compañera y lo vemos todos los días, sustituidos por una creciente oferta global de las zapatillas deportivas? Muy frecuente es ver a señoras elegantemente vestidas pero calzadas con ellas, ya sean de Nike, Adidas, Reebok, etc. aunque muchas veces llevan en una elegante bolsa unos valiosos “ Manolos” de 1.000 euros.
Este sería otro tema, ya que muchas de estas mujeres quieren andar, camino de su trabajo. Una forma de hacer ejercicio cuando no se tiene el tiempo suficiente para ir a un gimnasio. Y no olvidemos el movimiento que la japonesa Yumi Ishikawa, actriz y modelo de 32 años, está liderando en su país con gran éxito contra la obligación que tiene la mujer nipona de ir siempre con zapato alto en horas laborales.