Cuando ruge la militancia Pablo Simón
No es extraño que cuando los partidos deben tomar decisiones relevantes terminen preguntando a sus bases. Por ejemplo, cuando deben decidir si compiten en coalición o separado, como
hicieron el Bloc o
Equo para decidir si se integraban en las candidaturas conjuntas con Podemos. Del mismo modo, hay partidos que hacen consultas internas cuando deben rubricar acuerdos de gobierno. Se ha hablado bastante del caso
de la militancia del SPD apoyando la última Gran Coalición en Alemania. Sin embargo, no hace falta irse tan lejos.
La CUP hace escasas fechas (aunque con aparatoso procedimiento),
Podemos en Aragón, Baleares, Extremadura o
Castilla La Mancha,
Izquierda Unida en Extremadura o
Andalucía la legislatura anterior son solo algunos casos. Eso sí, esta es la última fase; cerrado y negociado el acuerdo, las bases deben o no avalar la propuesta de sus líderes.
Por lo tanto,
el anuncio por parte de Pedro Sánchez de que cualquier acuerdo al que llegue será refrendado por una consulta a los militantes no puede causar sorpresa por ser algo poco corriente. De lo que si se trata es de un movimiento táctico que sólo tiene ventajas para la dirección socialista.
Primero, el mecanismo de que voten los afiliados es una forma de hacer
bypass a una parte de la organización que tiene en contra. Si uno revisa los orígenes históricos
de los mecanismos de primarias, apelar a las bases es la estrategia por la que optaron muchos partidos para desatascar el conflicto. No era, por lo tanto, una jugada imprevisible. Al tener a parte de sus cuadros que desean descabalgar a su líder, puede apelar al refrendo directo de cualquier acuerdo. Es cierto que se trata de una votación no vinculante pero es evidente que un Comité Federal que votara a sensu contrario de los militantes desgarraría totalmente a los socialistas. Por lo tanto, de facto, las bases deciden.
Segundo, los militantes tienen posiciones ideológicas diferentes de los cuadros medios y dirigentes. Si nos
fiamos de la teoría de May, los militantes suelen estar más ideologizados que el aparato, y en el caso del PSOE, más a la izquierda. Esto tiene algunas implicaciones. Por un lado, hace que la abstención para que gobierne los populares quede todavía más alejada – difícilmente las bases votarían eso. Por el otro, hace que las opciones de pactar a la izquierda tengan más facilidades para ganar apoyo interno. En todo caso, según las encuestas,
la división de las bases socialistas puede estar en la fórmula (en minoría o coalición) o el socio (Podemos y Ciudadanos vs Podemos, IU y nacionalistas) pero no en intentar encabezar un gobierno. Por lo tanto, el voto de los afiliados es un punto de veto a pactar a la derecha pero de igual modo un acicate.
Finalmente, se trata de un elemento que puede afectar a su liderazgo futuro. El 8 de mayo los socialistas deben refrendar o elegir otro líder, y para el 14 de abril se han de formalizar candidaturas rivales a Sánchez –
antes de lo que hubiera querido Ferraz. Si antes de esa fecha no hay acuerdo, casi seguro nos vamos a nuevas elecciones y Sánchez tiene opciones de caer. De igual modo, si hay acuerdo pero la dirección pierde el refrendo interno, la situación de Sánchez es insostenible y debe dimitir. Por lo tanto, la dirección se ha atado al mástil con este movimiento, pero puede venderlo como un acto de democracia interna cara a competir en su Congreso. Además, este movimiento tiene implicaciones para quien pudiera venir después. Incluso con nuevo liderazgo, tras unas nuevas elecciones, sería complicado decir a las bases que no podrán volver a hablar de los pactos de su partido.
Por lo tanto, este movimiento estratégico tiene pleno sentido para una dirección socialista que tiene toda su suerte ligada a ser capaz de gobernar. Por supuesto, más allá de esta jugada, falta todo lo importante. Es decir, falta una dinámica de negociación seria, con rondas públicas y privadas, hablar de programas y/o carteras… falta, en suma, el acuerdo que deben refrendar las bases. Eso será crucial para saber qué se vota, aunque no olvidemos que los militantes
suelen votar en el sentido indicado por líderes ¿Se atreverán dirigentes territoriales a pedir el voto contra un acuerdo de gobierno? ¿Será más sutil? ¿Presionarán para que no sea asumible por las bases o eso ya lo harán sus potenciales socios?
La propuesta de Pablo Iglesias para un gobierno de coalición y la retirada táctica de Rajoy cambiaron el escenario hace una semana,
poniendo más presión en el PSOE. Ahora ya no hay duda de que el martes le tocará asumir la responsabilidad de formar gobierno. No tengamos prisa por ver una salida, esto llevará meses y comentar cada jugada política de regate corto será cansado. Sin embargo, creo que es difícil interpretar esta apelación a las bases de otra manera que el intento de Ferraz de asegurarse cierta cohesión interna para intentar encabezar el próximo gobierno de España.