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Cajón de Sastre: Foro para temas variados

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Mensajepor Invitado » Sab 08 Nov, 2014 6:42 pm




LOS IMPRESIONISTAS vuelven de nuevo a Madrid. Ahora son artistas norteamericanos y el Thyssen-Bornemisza acoge sesenta de sus obras. Los impresionistas viejos conocidos en casi todas partes llegan siempre a las ciudades con una alegría parecida a los Luthiers. El público se anima.

¿Se anima a causa de su irrenunciable joie de vivre? Efectivamente. A los impresionistas les gustaba la luz, y aún más la luz que se colaba dulcemente en los hogares o por sus entornos. Cézanne, sin embargo, tantas veces presentado al lado de Matisse, Renoir o Monet, repetía una sentencia que negaba parentesco alguno. Decía: “La luz no existe para el pintor”. Estaba, en suma, muy harto de que su pintura —demacrada y arquitectónica— la confundieran con las confituras de aquellos a cuyo lado expuso en 1877 por última vez.

En buena medida, los impresionistas fueron tan gozosos que nunca aceptaron, de un lado, el blanco soso (“El blanco no existe en la naturaleza”, decía Renoir) y, de otro, el negro hermético. Manet (1832-1883), que amaba el negro (Olympia, Almuerzo sobre la hierba), abominó también de ser adscrito a la risueña manada. Este supremo pintor, celebrado parcialmente en su tiempo y aceptado, con reticencias, en el Salón de París gracias al amparo de Delacroix, que en 1857 era ya miembro de la Academia, tampoco se quería “impresionista”. De una parte, era el menos radical, nunca se consideró revolucionario de nada y, entre otros factores, sus pasteleos con el “poder” le acarrearon una perdurable enemistad con Degas (tan amigo, mira por donde, de los pasteles)

Más que nada, Manet se consideraba seguidor de Gustave Courbet, muy celebrado como pintor realista en la década de 1850. Tanto Monet como Renoir admiraban e imitaban a Courbet, pero de tal modo que a Courbet le sacaba de quicio ese pupilaje.

Muchos profesores universitarios explicarán con mayor saber este fenómeno del negro y el blanco pero, a primera vista, las colas que ahora visitan el Thyssen pueden constatar cómo el característico negro impresionista no se compone nunca del negro a secas. “En la naturaleza no hay negro, sino sombras violetas”, decían; y este lema lo repitieron tanto los impresionistas que les llamaron “violetemaníacos”.

Nada que ver con el negro duro e impenetrable de pintores españoles tan recientes como Chillida, Miralles o Saura. A ese negro de posguerra no lo traspasa una bala mientras que el negro de los impresionistas es una amable caída en la promiscua oscuridad. Ni en La estación de Saint Lazare, de la que llegó pintar cuatro versiones en 1877, Claude Monet se dejó ennegrecer por el hollín que despedían las locomotoras. Así que incluso lo que podría tenerse por lo más negro del cuadro es efecto de mezclas entre los nuevos colores artificiales y brillantes de entonces, como el azul cobalto, azul cerúleo, ultramar sintético, verde esmeralda, verde viridiana, amarillo de cromo, rojo bermellón y una laca de carmín basada en tinte sintético.

Este negro es casi como el negro pero no está blindado, sino que permite bucear en él como en un sillón mullido. El impresionismo es popular, es amable, nos serena y gusta a todo el mundo. ¿Por qué? Porque aun en el mayor luto de algún cuadro el duelo no parece letal y su funeral sigue evocando la gozosa vida eterna del color que, aún muy apretado, expresa.

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Mensajepor Invitado » Mar 11 Nov, 2014 2:13 am

Un viaje que revela la verdad sobre el paradero final de nuestros aparatos electrónicos




The Electronic Afterlife

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Mensajepor Invitado » Mié 12 Nov, 2014 11:06 pm



7 Simple Photography Hacks

COOPH

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Mensajepor Invitado » Mar 18 Nov, 2014 1:37 am



Un día de tráfico aéreo en Europa, en este espectacular vídeo
Este trabajo de visualización de datos muestra el tráfico aéreo en un típico día de verano en Europa

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Mensajepor Invitado » Lun 24 Nov, 2014 11:16 pm

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7.35, hora impresionista

El trabajo de un grupo de historiadores del arte franceses cruzado con el de un equipo de astrofísicos de Texas permite datar el instante en que Monet pintó 'Impresión, sol naciente'


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peonzas

Tops (1969)

Mensajepor peonzas » Jue 27 Nov, 2014 3:01 am


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Mensajepor Invitado » Lun 01 Dic, 2014 2:48 am



Premio para Ultramarinos La Confianza, la tienda "más antigua" de España
La que en Huesca consideran la tienda "más antigua de España", Ultramarinos La Confianza, fue fundada en 1871 por un francés, Hilario Vallier. El elegante local se destinó entonces a mercería y finas sedas. María Jesús Sanvicente es su actual dueña y ha recibido un premio en Francia a la "mujer emprendedora de Europa". Su familia la adquirió en la posguerra. Ahora vende productos de alimentación de calidad y es visitada por turistas por su decoración, especialmente la obra del pintor local León Abadías.

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100 Years of Beauty in 1 Minute

Mensajepor Invitado » Jue 04 Dic, 2014 12:07 am


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Mensajepor Invitado » Lun 08 Dic, 2014 11:04 pm


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Mensajepor Invitado » Mié 10 Dic, 2014 2:13 am

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Así era el Photoshop antes de que existiera el Photoshop

PEDRO TORRIJOS

    «Los mentirosos profesionales tenemos la esperanza de servir a la verdad. Creo que hay una palabra pomposa para referirse a esta situación: ‘arte’».

    Orson Wells. Fraude. 1973

Cada vez desconfiamos más de la realidad. Aunque en realidad, la realidad no tiene la culpa; la culpa la tienen los filtros que nos la enseñan. La implantación masiva de la televisión tras la Segunda Guerra Mundial, y aún más, el advenimiento de Internet como medio de comunicación global en los últimos veinte años, ha transformado decisivamente el modo en el que experimentamos la realidad. Ya no es pura, sino que la recibimos a través de un filtro poderosamente mediatizado. Porque siempre hay alguien manejando ese filtro.

No se trata de que esta realidad filtrada sea una realidad menor ni que hayamos olvidado la componente física del mundo; todo forma parte del mismo constructo humano. Es lo que Paul Virilio llamaba ‘virtualidad’ y que, al unirse a la parte tradicional de la realidad, conforma la ‘hiperrealidad’ que enunciaban Jacques Derrida o Jean Baudrillard.

El problema es que, en la actualidad, el acceso a ese filtrado está al alcance de todos: los mezcladores de sonido, los programas de edición de video y, por supuesto, el Photoshop –o cualquier otro programa de retoque de imagen- hacen que cualquiera pueda alterar la realidad. Esta cercanía al filtro nos ha convertido en escépticos totales. Hemos acabado por dejar de aceptar la realidad filtrada como representación fiel de la realidad ‘pura’.





Como vemos en el vídeo de arriba, el Photoshop ha ido demasiado lejos y ya nadie se cree que las modelos tengan los cuerpos y las pieles que aparecen en las revistas. Si vemos alguna proeza en un youtube, inmediatamente tendemos a pensar que es un efecto especial. Y en cuanto se bate un récord del mundo, comienzan las dudas sobre la limpieza del deportista que lo ha batido.

Estas dudas tienen una base más que razonable. No en vano, el filtro de la realidad no es condición exclusiva del mundo contemporáneo: la cultura medieval estaba mediatizada por la Iglesia, que era quien la distribuía; cuando Francisco de Goya pinta La familia de Carlos IV lo hace a través de su filtro –y de las directrices de la monarquía; y cada foto que toma Robert Capa en la Guerra Civil Española está revelada detrás de sus personalísimos ojos.

Fue precisamente la aparición de la fotografía y el cine lo que derribó la barrera que separaba la realidad del filtro. La percepción que ofrecen las imágenes, por su extremo parecido con lo que retratan, hicieron que la sensación de estar alterada desapareciese. Todos recordamos la reacción de pánico que experimentaron los espectadores que, en 1896, asistieron a la proyección de la Llegada del tren a la ciudad de los hermanos Lumière. De hecho, hace apenas treinta y cinco años, más de una persona abandonó horrorizada la sala de cine cuando el chestbuster abre el pecho de John Hurt a la mitad de Alien, de Ridley Scott. Y eso que daban por hecho que se trataba de un efecto especial. Ese es el poder de la fotografía y el medio audiovisual.

Seguramente, en la actualidad, hemos superado este poder pregnante de la imagen hasta el punto de no confiar siquiera en los videos sin adulterar. Pero hubo un momento, hace unos cien años, en el que la manipulación fotográfica era absolutamente evidente y, sin embargo, el público tomaba estas imágenes como reales, incluso aunque sus propios manipuladores confirmasen abiertamente que, efectivamente, habían sido retocadas.


Los fantasmas del siglo XIX (y de la doble exposición)

Aparecida en los inicios de la profesión, la denominada «Ghost photography» o «Spirit photography» se dedicaba precisamente a eso: a fotografiar fantasmas, espíritus y apariciones de toda índole.


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Este tipo de retoque tuvo un enorme éxito en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, floreciendo al amparo de la cultura del espiritismo y los médiums, que plagaban la alta sociedad estadounidense y de la Inglaterra victoriana.

Habitualmente, las fotos presentaban al objeto del retrato –a menudo una persona adinerada o popular- rodeado de algún ser querido recientemente fallecido. Sus autores alcanzaron una fama enorme y siempre defendían la veracidad de sus imágenes, aduciendo a conceptos esotéricos como el aura o los ectoplasmas, que no podían apreciarse a simple vista y solo sus «especiales» cámaras, lentes y sistemas de revelado podían, en efecto, revelar.

Casi todos fueron en su momento acusados de fraude y la mayoría acabó admitiendo la manipulación fotográfica. Es curioso el caso del británico William Hope, que fue defendido con vehemencia por los círculos espiritistas de la época, incluyendo a Arthur Conan Doyle, que llegó a escribir el libro The Case for Spirit Photography en 1922, con la intención de limpiar la imagen pública de su amigo Hope.


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Peor suerte corrió William H. Mumler. El fotógrafo estadounidense comenzó a producir fotografías de fantasmas coincidiendo con el final de la Guerra de Secesión americana. Aprovechándose del gran número de muertos como consecuencia de la contienda, Mumler se hizo rico y famoso, sobre todo a raíz de la fotografía que tomó en 1969 a Mary Todd Lincoln, a la que acompañaba el «espectro» de su marido, el presidente Abraham Lincoln, asesinado en 1865.

Poco después, el empresario P.T. Barnum, creador del famosísimo circo Barnum & Bailey y conocido fabricador de bulos, llevo a juicio a Mumler acusándolo de fraude. Pese a la evidente manipulación de las imágenes de Mumler, el juez le consideró no culpable. Sin embargo, la exposición mediática y el poder de Barnum terminó por arruinar la carrera del fotógrafo que murió en la indigencia en 1884, a los 51 años de edad.


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Las hadas de Cottingley

Hoy nos parecería inexplicable que unas fotografías tan evidentemente falsas tuviesen la repercusión que tuvieron, pero las hadas de Cottingley levantaron un revuelo formidable en la Inglaterra de los años 20. Tan solo se trataban de cinco imágenes tomadas en 1917 por las primas de 17 y 10 años Elsie Wright y Frances Grifitths.

En las fotos se ve a las jóvenes triscando por los campos que rodean el pueblo de Cotingley, y rodeadas de lo que, inequívocamente, solo puede tratarse de hadas. Seres fantásticos profundamente arraigados en el folclore popular inglés. Al menos eso es lo que pensó Conan Doyle – que aparte de escribir novelas de Sherlock Holmes, era un verdadero entusiasta de lo paranormal- cuando recogió las fotos y las llevó a las páginas del especial de Navidad de The Strand Magazine en 1920. La revista, que incluía dos fotos en alta resolución de las hadas de Cottingley, se vendió completamente en solo dos días tras su publicación.


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El experto Edward Garner, que analizó las imágenes y los negativos originales de Wright y Griffiths llegó a la conclusión de que las imágenes no habían sido manipuladas; que lo que aparecía en la foto es lo que se encontraba delante de la cámara en el momento de ser tomada. Obviamente, porque las «hadas» no eran más que recortes en cartón de dibujos y otras fotografías sujetos con hilos y cables de pescar.

En efecto, las niñas no tenían ni la técnica ni la habilidad para retocar las fotografías en «post-producción». Quizá por eso, el mito de las hadas de Cottingley duró tanto. Tanto como sesenta años. Porque no fue hasta 1978 en que el ilusionista James Randi examinó las fotografías con microscopios y métodos computerizados –computerizados de 1978, pero computerizados- y concluyó que se veían hilos y cables. De hecho, Elsie y Frances tardaron otros cinco años en admitir la falsedad de sus fotos en un artículo para la revista The Unexplained publicado en 1983.


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Las Tall-Tale Postcards

A diferencia de la fotografía espectral y las hadas de Cottingley, los creadores de las Tall Tale Postcards nunca intentaron hacer pasar sus imágenes como reales. Sin embargo, eso le importó poco al público, que las compraba por millones, subyugado por el poder de sus extraordinarias imágenes.


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Creadas en 1908 por el fotógrafo de Kansas William H. Martin y perfeccionadas en 1912 por el nativo de Wisconsin Alfred Stanley Johnson Jr., las Tall-Tale en seguida se extendieron por todo el oeste de los Estados Unidos y Canadá.

Las Tall-Tale Postcards tenían un claro objetivo humorístico, pero también contribuyeron al mito de la exuberancia agraria de la América rural. Enormes mazorcas de maíz, sandías de varias toneladas, cebollas del tamaño de balas de heno, peces grandes como mamuts, ranas colosales e incluso grillos capaces de transportar viajeros poblaban las fotografías de Martin, Johnson y muchas otras compañías que les imitaron, dibujando la silueta fantástica de una Nueva Arcadia que se extendía por las planicies norteamericanas. Las tarjetas, que se compraban y se enviaban por correo, tuvieron tal éxito que el propio Martin llegó a afirmar haber impreso más de 10.000 diarias en los meses de mayor demanda.


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Sí, eran humorísticas y descaradamente exageradas, pero también sirvieron para levantar el ánimo y fomentar el optimismo nacional durante la Primera Guerra Mundial. Tras la guerra y, sobre todo, durante la Gran Depresión, las Tall-Tale cayeron en desuso, posiblemente porque el ciudadano norteamericano estaba pendiente de llevarse algo sólido a la boca en lugar de promesas impresas en papel fotográfico.


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Como puede verse, la realidad manipulada está presente desde que existe la fotografía, y posiblemente desde mucho antes. Eso sí, al menos todas las historias que hemos contado en este artículo son ciertas.

O quizá no. Quizá lo único cierto es lo que dijo Orson Wells: «Durante los últimos diecisiete minutos les he mentido como un loco».


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Mensajepor Invitado » Vie 19 Dic, 2014 1:01 am


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Mensajepor Invitado » Lun 22 Dic, 2014 3:09 am


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Mensajepor Invitado » Dom 18 Ene, 2015 4:46 am

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Hasta cinco vidas en color bajo el polvo

Las torres del Obradoiro filtran cada vez menos agua y el Pórtico ya lo percibe. En 2017 recuperará el 10% de su policromía


Parece magia, pero es restauración. Bajo el polvo gris que sepulta el Pórtico de la Gloria existen vidas pasadas en color que pronto resucitarán. La rehabilitación de esta joya europea del románico prosigue sin ruido, pero con muchos resultados que a lo largo de los dos próximos años comenzarán a ser visibles de manera paulatina. Dejará tras de sí, además, una ingente documentación valiosa para investigadores.

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QUE COSA MAS INTROVERTIDA

Mensajepor QUE COSA MAS INTROVERTIDA » Dom 18 Ene, 2015 5:25 am

...Y POLEMICA ES LA FRASE TAN HECHA CLICHE DE EL DERECHO A ''LA ''LIBERTAD DE EXPRESION.''

SEGUN LA PAGINA GENTE&ESTILO http://www.abc.es, LA ARTISTA MARUJITA DIAZ, TENDRA QUE INDEMNIZAR POR ORDEN DEL TRIBUNAL SUPREMO A JUANITO VALDERRAMA (HIJO) 15 MIL EUROS POR HABERLO LLAMADO EN 1 PROGRAMA BASURA ''ALCOHOLICO.''

SIGO SIN COMPRENDER LA TAN ''CACAREADA'' FRASE DE: ''LIBERTAD DE EXPRESION.''
Assia




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