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Mensajepor Invitado » Lun 28 Abr, 2014 12:44 am



Timelapse "Un Paseo por Extremadura"

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Mensajepor Invitado » Mar 20 May, 2014 5:13 am



Nos econtramos a Alex en una cantera de mármol y nos contagia su forma de viajar.

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Mensajepor Invitado » Vie 24 Oct, 2014 10:34 pm


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Mensajepor Invitado » Jue 12 Feb, 2015 1:35 am


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Mensajepor Invitado » Vie 19 Jun, 2015 3:47 am



Loiba, entre los mejores paisajes nocturnos
Una instantánea del acantilado gallego, en A Coruña, destaca en un concurso internacional

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atacama

Mensajepor atacama » Jue 29 Oct, 2015 5:57 pm



:shock: :clap: :clap:

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KYOTO | Ruta por Japón

Mensajepor Invitado » Jue 31 Dic, 2015 6:34 pm


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Yosemite Nature Notes - 14 - Horsetail Fall

Mensajepor Invitado » Vie 08 Ene, 2016 10:41 pm



Todos los febreros la puesta de sol ilumina la cascada Horsetail en el Parque de Yosemite, haciéndola brillar. Aunque se tienen que dar unas cuantas coincidencias climáticas, así que en realidad verlo no está asegurado.

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Grecia en 4k: Santorini, Meteora y Koufonisia

Mensajepor Invitado » Dom 17 Ene, 2016 6:28 pm


Santorini, Santorín, Tera, Thera o Thira (en griego Σαντορίνη) es un pequeño archipiélago circular formado por islas volcánicas, localizado en el sur del mar Egeo, unos 200 km al sureste del territorio continental griego. Forma el grupo de islas más meridional de las Cícladas, con un área aproximada de unos 73 km² y una población de 13.402 habitante


Los Monasterios de Meteora (en griego moderno Μετέωρα Μοναστήρια Metéora Monastíria; es decir; en español, Monasterios suspendidos del cielo, Monasterios suspendidos en los aires o Monasterios en el cielo) están localizados al norte de Grecia, en la llanura de Tesalia, en las proximidades de Kalambaka, en el valle del río Pinios (en español, Peneo).



Las islas Koufonisia (en griego Τα Κουφονήσια, en plural, Las islas huecas) son un par de islas de las Cícladas que forman parte del archipiélago de las Cícladas Menores, al sureste de Naxos.

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La cueva de Son Doong

Mensajepor Invitado » Jue 28 Ene, 2016 6:40 pm



Gruta de Son Doong

En abril de 2009, la existencia de una larga caverna de 6,5 km, con una anchura preliminar de 150 m, fue revelada al público en el Parque Nacional Vietnamita Phong Nha-Ke Bang.

La Gruta de Sơn Đoòng, en Vietnam, fue encontrada en febrero de 2009 cuando un grupo de científicos británicos de la Asociación Británica de Investigación de Cuevas, dirigida por el matrimonio Howard y Limbert Deb, realizaba una encuesta en Phong Nha-Ke Bang del 10 al 14 de abril, 2009. Un hombre local había descubierto la caverna en 1991, pero no podía recordar la manera de llegar a ella. A finales de marzo al 14 de abril de 2009, ayudó a los exploradores a cruzar el paso del bosque de 10 kilómetros para acceder a la boca de caverna.


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Mensajepor Invitado » Jue 25 Feb, 2016 12:38 am



Este es mi pueblo | Sanlúcar de Barrameda (Cádiz)
“Es mi Pueblo” visita la localidad gaditana de Sanlúcar de Barrameda, famosa en el mundo entero por su gastronomía y sus bodegas, con el popular dúo compuesto por Las Carlotas. Con ellas y Rafael Cremades conocemos todos los rincones de esta localidad gaditana, que tiene un aire, un color y un sabor muy especiales.

El programa recorre Sanlúcar de Barrameda y su entorno privilegiado con el Coto de Doñana y la desembocadura del río Guadalquivir. Además, vivimos en primera persona cómo se lleva a cabo la pesca del preciado langostino de Sanlúcar, entramos en sus principales bodegas en las que se elabora la maravillosa manzanilla y ahondamos en algunas de sus tradiciones más famosas, como las carreras de caballos en la playa, con más de siglo y medio de historia, las más antiguas de España.

Finalmente, también hay lugar para la emoción en una entrañable sorpresa con la conocida presentadora de Canal Sur, Toñi Moreno, sanluqueña de nacimiento.

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Mensajepor Invitado » Dom 28 Feb, 2016 2:56 am



Danny MacAskill en bici por los tejados de Gran Canaria.

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Vuelta al mundo a pie

Mensajepor Invitado » Mar 15 Mar, 2016 1:55 am



23 cosas que he aprendido dando la vuelta al mundo a pie

Ahora sé que los gestos no significan lo mismo en todos los países y que hay lugares donde es mejor no hacerse un selfie

Ignacio Dean


Han pasado casi tres años desde que empecé a dar la vuelta al mundo a pie. Durante este tiempo he pisado 31 países y he recorrido casi 33.000 kilómetros. Ahora me encuentro en Extremadura y, si todo va bien, el día 20 de marzo llegaré a la Puerta del Sol de Madrid, el mismo lugar donde empezó todo. Empecé mi aventura porque quería cumplir un sueño y porque quería vivir de una manera respetuosa con la naturaleza. Pero durante este tiempo he aprendido, además, muchas otras cosas:

1. El cuerpo humano tiene mucho aguante. Durante mi trayecto solía recorrer unos 45 kilómetros diarios, una distancia superior a la de los maratones. Y no solo eso: lo he hecho cargando con un carrito de 50 kilos y atravesando unas condiciones extremas: el frío de las montañas, el calor de los desiertos, la humedad de los trópicos... No deja de sorprenderme que mi cuerpo se haya adaptado tan bien a los cambios. Es más, después de todas las comidas que he probado, mi flora intestinal debe ser digna de un superhéroe.

2. Las noches en la selva son un escándalo. Pasar la noche dentro de una tienda de campaña en Europa es una cosa tranquila: se escucha algún perro, gatos, vacas y poco más. Pero la cosa cambia en una selva ecuatoriana, donde las noches son muy bulliciosas. Las ranas croan como si un serrucho cortara un árbol, los insectos zumban como si tuviesen un motor incorporado y los mamíferos hacen que las ramas crujan cuando merodean alrededor de la tienda de campaña.

3. Las noches en la selva son hermosas. Las noches serán escandalosas, sí, pero si reúnes la valentía necesaria para asomar la cabeza, los árboles de la selva se iluminan por el efecto de las luciérnagas. En Ecuador llegué a ver preciosas guirnaldas de luces blancas y verdes.

4. Una tienda de campaña tiene que estar más ordenada que el palacio de Buckingham. Por su tamaño, una tienda de campaña puede parecer una cosa fácil de manejar. Pero, para empezar, al plantarla debes tener en cuenta su orientación: conviene que ambas salidas se encuentren despejadas, por si llega algún imprevisto y toca salir corriendo. También hay que dejar las cosas ordenadas por si hace falta echar mano de algo en la oscuridad.

5. Cómo preparase para el ataque de un oso. Estuve durmiendo en bosques poblados por osos, como en Eslovenia. Tuve la fortuna de no encontrarme con ninguno. Pero, por si acaso, la gente se empeñaba en aleccionarme en las mejores maneras de reaccionar ante un posible ataque. La mayoría coincidía en que lo mejor es tumbarse y hacerse el muerto. Aunque, como os digo, por fortuna no puedo aseguraros al 100% que esta técnica sea efectiva.

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6. Google Maps es una maravilla (aunque tiene margen de mejora). Durante mi viaje me apoyé mucho en los mapas de papel y en Google Maps. Gracias a ellos pude planificar mi viaje sin sobresaltos, porque cualquier error al calcular la distancia entre localidades podría haberme dejado pasando la noche al raso en lugares poco recomendables. Sin embargo, encontré alguna carencia en Google Maps, concretamente en la zona fronteriza entre India y Nepal. Es decir: Google Maps tiene lagunas, y no me refiero a las Lagunas de Ruidera o a los Grandes Lagos, sino a lagunas de contenido. Aunque debo reconocer que, en términos generales, Google Maps fue un grandísimo aliado y compañero de viaje.

7. Mejor si cruzas las fronteras a primera hora. En las fronteras nunca sabes bien lo que te puedes encontrar. Por ejemplo, hay algunas con una amplia zona militar. Y hay otras que parecen peligrosas. Por tanto, lo más recomendable es reducir los riesgos y cruzarlas a primera hora para tener tiempo de buscar un lugar donde dormir a resguardo.

8. No te hagas un selfie en la frontera entre Irán y Armenia. Adopté la costumbre de hacerme un selfie cada vez que cruzaba una frontera. Pero esta costumbre estuvo a punto de jugarme una mala pasada a la entrada de Irán. La cuestión es delicada: si te ven haciendo fotos pueden requisarte la tecnología y acusarte de espionaje. Nunca antes me había alegrado de no hablar el mismo idioma que quienes estaban ante mí. Tras una hora retenidos y ante la imposibilidad de comunicarnos, ya que ellos no hablaban ni español ni castellano, los guardias me dejaron marchar. Pero tuve la impresión de que se podía haber sido el final de mi viaje.

9. Si escuchas un ruido a tu espalda, date la vuelta. Caminaba tranquilamente por El Salvador cuando escuché un ruido a mi espalda. Me giré y encontré a un tipo me perseguía con un machete enorme. Por suerte, tres años de caminatas me han dejado en buena forma, así que pude escaparme a la carrera. Pero durante el trayecto conviene estar atento todo el rato.

10. Los peluqueros malasios preadolescenten saben más que tú de fútbol español. Yo no soy muy futbolero: disfruto viendo una final, pero prefiero deportes como la natación o la escalada. Pero, al enterarse de que era español, casi todo el mundo me hablaba automáticamente de fútbol. Uno de los momentos más sorprendentes llegó cuando un peluquero malasio de quince años empezó a recitarme la alineación del Atlético de Madrid, citando a jugadores cuya existencia yo desconocía.

11. El mundo de la grifería está repleto de variantes. En cada país, los grifos de las duchas siguen una lógica propia. Puedes pasar cinco minutos intentando averiguar cómo se abre el grifo. Pero ahí no acaba el reto, porque pueden pasar otros cinco minutos hasta que averiguas cómo se activa el agua caliente.

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12. No es recomendable dejar las cosas al azar. En este viaje no puedes ir en plan loco ni hippie porque no llegarás muy lejos: es peligroso y un mínimo desliz te puede salir caro. Conviene calcular bien las distancias entre las ciudades, las cantidades de comida y de bebida que transportas, conocer los números de emergencias, anticipar los visados que necesitas en cada país... Las enormes rectas que hay en los desiertos de Australia se hacen más largas de lo que imaginas, por lo que será mejor que dosifiques el agua hasta el último mililitro.

13. Sigue habiendo oficios que creías extinguidos. He sido consciente de que, muchas de las cosas que damos por sentado en España, son desconocidas en otros países. Creo que todos deberíamos saberlo, porque en el fondo tenemos mucha suerte. Por ejemplo, en muchos hogares centroamericanos carecen de frigoríficos, por lo que un carretillero se dedica a recorrer las calles con un inmenso bloque de hielo y a picar la cantidad que demandan sus clientes.

14. El género humano merece mucho la pena. Mucha gente concibe lo que hay más allá de sus fronteras como algo violento y peligroso. Pero tras mi experiencia puedo decir que el mundo está lleno de gente fabulosa. Una muestra: durante los más de 1.000 días que ha durado mi travesía, más de 300 personas me han abierto las puertas de su casa para que duerma.

15. Lo que duran unas zapatillas. En mi viaje he utilizado 11 pares de zapatillas. Teniendo en cuenta que he recorrido unos 33.000 kilómetros, podemos llegar a la conclusión de que la vida útil de unas buenas zapatillas alcanza los 3.000 kilómetros.

16. La gente más humilde puede ser la más generosa. En Irán, una docena de jóvenes en moto se acercaron una noche hasta mi tienda de campaña para molestarme. Al día siguiente, para estar un poco más protegido, pedí a una familia muy humilde que me dejara plantar mi tienda de campaña en su terreno. Mi anfitrión me obligó a dormir en su cama, mientras él dormía en el sofá. No hubo manera de que cambiara de idea. Esto me hizo comprender que en Europa somos muy celosos de nuestras propiedades.

17. Es posible entenderse con los demás aunque no hables el mismo idioma. Solo hablo español e inglés, pero no he tenido problemas para entenderme con la gente. Es posible entenderse con un granjero serbio o con un aldeano tailandés a través de los gestos. Eso sí, en ocasiones también conviene hacerse el despistado y usar la lejanía idiomática como mecanismo de defensa, como en la frontera de Irán.

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18. Pero no valen todos los gestos. Como acto reflejo, mucha veces levantamos el pulgar en las fotos, como un gesto de aprobación. Pues bien, no lo hagáis si estáis de visita en Irán. La gente que posaba conmigo para una fotografía tuvo que explicarme que el gesto allí no estaba bien visto, porque viene a significar algo como "métete el dedo por ahí". Mis compañeros entendieron que no había mala fe y, con mucho sentido del humor, nos hicimos otra fotografía en la que todos levantábamos el pulgar.

19. Algunos saludos no son bienvenidos. No hay una forma única de saludarse. En los países hindúes juntan las manos y en los árabes se llevan la mano al corazón. Lo que no hay que hacer en un país árabe es dar la mano a una mujer, como tuvieron que explicarme en una ocasión después de hacerlo.

20. Si crees que mi viaje ha sido una locura, has de saber que otras personas lo hacen, aunque son muy pocas. Durante mi trayecto me crucé con otras cuatro personas en mi misma situación. El primero, un tipo que iba desde Rumanía hasta Tarifa. Por desgracia, tuvo que abandonar a la altura de Francia porque se le inflamó un pie. El segundo, un tipo que viajaba de Singapur a Francia, que se vio obligado a abandonar en India por culpa de la malaria. El tercero, un japonés que cruzaba Australia, al que perdí la pista. Y, el cuarto, que sí cumplió su objetivo, un británico que viajaba desde Canadá a Argentina. Imaginad la emoción que recorre el cuerpo cuando, después de una larga caminata, te cruzas con una persona que está pasando por lo mismo que tú.

21. El mundo está repleto de contrastes. Los contrastes son menos perceptibles cuando viajas a pie, ya que te vas aclimatando poco a poco a los distintos escenarios. Sin embargo, es imposible pasar por alto el contraste entre dos países como México y Estados Unidos, por ejemplo. O el contraste entre Indonesia y Australia. El primero, mucho más ajetreado, poblado y barato. El segundo, mucho más ordenado, despoblado y caro.

22. Hay otras formas de organizarse (y a veces son muy efectivas). En Bolivia, por ejemplo, conocí a los indígenas aymaras, que tienen unas comunidades mucho menos jerarquizadas y burocratizadas que nuestras sociedades. Ellos se reparten las responsabilidades en las asambleas locales. Por ejemplo, deciden quién se ocupará durante un tiempo de la recogida de basuras. Esta forma tan cercana de actuar hace que todos se sientan más involucrados y que vivan en mayor armonía con la naturaleza.

23. Las personas tenemos más afinididades que diferencias. Nuestras costumbres, nuestras religiones, nuestros sistemas políticos podrán ser diferentes, pero durante mi viaje he llegado a la conclusión de que las personas tenemos más afinidades que diferencias. Los humanos tendemos a resaltar las diferencias y los aspectos negativos, pero si hago un balance de toda mi aventura llego a la conclusión de que predomina la gente buena.

Puedes seguir los últimos pasos de mi viaje en mi página de Facebook.

http://www.earthwidewalk.org/

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Mensajepor Invitado » Mié 24 Ago, 2016 12:30 am




Las mil vidas de una isla minúscula

La pequeña isla de la ría de Vigo fue inspiración de poetas medievales, escenario de guerras históricas, leprosería y cárcel del franquismo antes de convertirse en sede del festival Sinsal

Manuel Jabois


“Sedia-m’ eu na ermida de San Simión / e cercaron-mi-as ondas que grandes son. / Eu atendend’o meu amigu’! E verrá?”. Los versos de esta cantiga de Amigo han sido analizados a lo largo de los siglos con la misma pasión descabellada que afecta a todo lo relacionado con la isla de San Simón, situada en la ría de Vigo, frente a la parroquia de Cesantes, en el municipio de Redondela. Pertenecen a un trovador del siglo XIII, Mendinho, y la cantiga, que sigue: “Estando na ermida, ant’ o altar / cercaron-mi-as ondas grandes do mar / Eu atenden [d’o meu amigu’! E verrá?]”, es —¿o era?— lectura obligatoria en los institutos gallegos. La cantiga relata una historia triste: la enamorada que, en la isla, espera a su enamorado bajo la insistente pregunta de duda: “¿Y vendrá?”. Finalmente, se resigna. “No hay barquero ni remador, morirá hermosa en el mar mayor; no hay barquero ni sabe remar, morirá hermosa en el alto mar”.


Isla de San Simón en la ría de Vigo

La isla de San Simón, sede de templarios y después de franciscanos en el Medievo, inspiración de trovadores como Mendinho, Johan de Cangas y Martín Codax —los tres con busto en la isla— es un territorio de 85 metros de largo y 250 de ancho, unido en la actualidad por un puentecito con la isla de San Antón. Ningún enclave tan pequeño de Galicia acumula tanta historia, tanta belleza y tanto horror: fue asaltada y saqueada por piratas ingleses, entre ellos Francis Drake; fue escenario de la batalla de Rande en 1702, en la Guerra de Sucesión española, cuando galeones de la Corona de Castilla cargados con las riquezas robadas en las Indias fueron abordados por navíos ingleses. Además, la isla también fue campo de batalla de las Guerras Irmandiñas (revuelta popular contra el feudalismo) y, finalmente, sede de una leprosería, en el siglo XIX.

La historia de amor, aquella cantiga de Amigo de Mendinho, encontró correspondencia siete siglos después. Fue en el contexto más tenebroso, cuando San Simón se convirtió en un campo de concentración propiedad del bando franquista en la Guerra Civil. En el libro Episodios de terror durante a Guerra Civil na provincia de Pontevedra: a Illa de San Simón (Xerais, 2007), de Gonzalo Amoedo y Roberto Gil, se relata la podredumbre moral que envolvió la isla en aquellos años: los fusilamientos masivos, las condiciones inhóspitas de los presos, las enfermedades y el hambre que convirtieron San Simón en uno de los más famosos centros de reclusión del franquismo. Miles de personas pasaron por el penal entre 1936 y 1941. El libro pone nombre y apellidos a las víctimas y también a los represores. En él, también se recuerda las tres vidas de San Simón como campo de concentración. Hasta 1937 fue un lugar en el que todas las noches se sacaba a gente de sus celdas para fusilarlas, después de ese año se produjo una masificación que dejó a casi 3.000 presos hacinados en la isla, muriendo muchos de ellos de hambre. En su última etapa como cárcel del franquismo, San Simón fue el lugar elegido en el que encerrar a los presos de más edad.

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Varios huérfanos hacen gimnasia en la isla de San Simón. DIARIO DE PONTEVEDRA

“En memoria dos loitadores antifascistas que sufriron nuestra illa tódalas inclemencias da guerra 1936-39, Concello de Redondela. Xuño, 1987”, dice una placa al llegar a la isla. La pudieron leer este agosto, como otros anteriores, los participantes del festival musical más selecto del verano gallego, el Sinsal, que organiza Estrella Galicia, y cuyo cartel es secreto hasta el mismo día que se celebra. Este año tocaron, entre otros, Pega Monstro, Nico Pastoriza, Iván Ferreiro o Pablo Díaz-Reixa. Después de muchas vidas, la isla de San Simón es el luminoso faro de la memoria histórica en que lo convirtió la Xunta del bipartito (socialistas y nacionalistas) con actos y homenajes a los presos, y una suerte de residencia cultural y creativa en la que se desarrollan eventos como el Sinsal.


Años oscuros

De los años oscuros han sobrevivido historias que se repiten para dar forma al pasado y tenerlo presente. Casi todas ellas terminan con desgracia. El guionista y periodista Alfonso Pato, director del Festival de Cine de Cans, en Porriño recordó hace 10 años en este diario la de Charo Hermida, una mujer que durante la guerra trabajaba en una fonda que llevaba alimentos a los presos de la isla. Allí los recogía Alfredo Bautista, Rey, caricaturista de los presos y encargado del economato, vecino muy conocido en Ponteareas por su labor artística. También militaba en las Juventudes Socialistas. Fue detenido el 21 de julio de 1936 y condenado a muerte; se le conmutó la pena por 30 años de cárcel. Su novia lo abandonó tras la sentencia; a Charo, cuenta Pato, nunca le importó: “Era nova, estaba namorada e deixeime levar”.

La sentencia de 30 años fue revisada y, tras un nuevo juicio, Rey y su hermano fueron liberados tras cuatro años encerrados en la isla. Ese día, mientras regresaban a su casa de Ponteareas, su padre murió de un ataque al corazón. 66 años después Charo regresó a la isla; lo primero que hizo fue buscar el banco en el que se sentaba con Rey y recordar las palabras de amor que le decía el preso antes de que ella marchase. Estaban los dos en la ermita de San Simón, les cercaban las olas, qué grandes son.

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Mensajepor Invitado » Vie 17 Mar, 2017 3:11 pm

Delfinario

Félix de Azúa 7 MAR 2017


Los niños siempre o casi siempre son felices. Es el único momento de la vida en que la felicidad se da en estado duradero. No caminan, corren. No corren, saltan sobre una pierna y sobre la otra como si fueran a echar a volar. El suelo, sin embargo, es su casa y ven todo lo que hay en él. Encuentran cosas insólitas entre baldosas. Brincan y cantan al mismo tiempo. Nunca más volverán a hacerlo.

Algunos ciudadanos carecemos de recuerdos infantiles. Otros tienen la suerte de llevar consigo aquel paraíso toda la vida. Mi amigo Miguel Sáenz, por ejemplo, recuerda con detalle una infancia feliz en África. Hasta los 11 años vivió en un lugar mítico que ya solo existe en la literatura, Sidi Ifni. Los mayores recordamos entre brumas aquella guerra fingida que mantuvimos con Marruecos por la posesión de un lugar inútil, desértico y que apenas daba de comer a sus lugareños. No obstante, para el niño Miguel aquello fue el paraíso. La infancia sólo vive en lugares expresamente inventados para los niños.

Cuenta Sáenz sus años africanos en un libro titulado Territorio, porque oficialmente así se llamaba el enclave. Un puñado de humildes casas, los cuarteles del Ejército, algún casón con empaque para las autoridades, el casino, un río seco, la alcazaba. El niño miraba extasiado las olas que rompían con regularidad y fragor contra el acantilado, las luces de la aurora, el cielo eternamente azul cuando las brumas matinales se desgarraban, los nativos con sus chilabas, las mujeres veladas, los caballos montados por oficiales, los borricos con patas de alambre. Todo era fascinante porque el mundo había sido estrenado por aquel niño.

“Estos días azules y este sol de la infancia”. Es el último verso que escribió Machado.




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