BERTONE SERA EL NUEVO PAPA

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papable

Mensajepor papable » Jue 07 Mar, 2013 4:56 pm

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Sencillo pero con mano firme
Sean O´Malley: un fraile capuchino enamorado de España que ha encabezado la limpieza en la Iglesia

El arzobispo de Boston es un referente en la lucha contra la pederastia. Aparece como el gran tapado en el Cónclave. Es doctor en literatura española.

Sean O´Malley aparece como el gran tapado de cara al Cónclave y cada día que pasa su nombre va sonando con más fuerza como candidato firme. Este estadounidense ha estado todo este tiempo a la sombra de su compatriota Dolan y del canadiense Ouellet como principales papables de Norteamérica. Con ellos comparte grandes virtudes como el empuje que están mostrando en renovar la Iglesia sin modificar un ápice los principios no negociables. Pero además a esto suma su buen hacer durante estos años, lo que le ha convertido en un gran ejemplo para toda la Iglesia.

Este fraile capuchino de 68 años que suele llevar siempre su hábito marrón y que va en sandalias es arzobispo de Boston desde 2003, tradicional ciudad católica de Estados Unidos y una de las cunas del progreso.

Durante todos estos años, el cardenal O´Malley ha sido la persona de confianza tanto de Juan Pablo II como de Benedicto XVI para afrontar uno de los mayores problemas que ha afrontado la Iglesia Católica en los últimos años, los escándalos de pederastia. Ha sido nombrado obispo de varias diócesis azotadas por estos casos como las de Fall River y Palm Beach hasta ser enviado a Boston, epicentro del problema, a apagar un fuego que parecía que apuntaba a quemar el catolicismo en aquella ciudad.


http://www.vatican.va/news_services/pre ... sp_en.html
http://www.bostoncatholic.org/

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Mensajepor Invitado » Dom 10 Mar, 2013 8:52 pm

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El Papa filósofo

La argumentación de Ratzinger, cuando resulta inteligible, tiene escaso vuelo. En lo esencial nos dice que, como el relativismo resulta antipático y la razón insuficiente, la religión es nuestro único asidero

Félix Ovejero



Si hemos de hacer caso a algunos comentarios de prensa, Benedicto XVI, una vez abandonado el Vaticano, debería enfilar hacia Oxford o el MIT. Su talento filosófico no desmerecería al de Russell, Putnam, Kripke o Rawls, por citar a algunos de los grandes.

Los comentaristas han destacado, sobre todo, su defensa de la razón y su descalificación del relativismo. En principio, se podría pensar que una cosa va con la otra, que su compromiso racionalista está en el origen de su condena del “todo vale”. La razón oficiaría como un baremo capaz de ponderar la dispar calidad de las ideas. Si esa fuera la opinión del ahora Papa emérito, los aficionados a la filosofía estaríamos encantados. Es el guión que inspira a la competencia científica y, también, a la versión más decente de la democracia, esa que entiende la pública deliberación como el método más seguro para recalar en la mejores propuestas. Si no se confía en que unas opiniones son mejores que otras, no vale la pena discutir. Hay modos más entretenidos de echar la tarde.

Pero la senda de la razón no es el único camino para llegar al antirrelativismo. Un talibán es poco relativista. Tiene un trato privilegiado con la verdad y no está para tonterías. La razón, en su caso, ni siquiera es un trámite. No se concede hipocresías. A su parecer, su religión le dicta un agotador programa de actividades, de la cuna a la tumba, que incluyen las cosas que debe comer y las ropas que debe vestir. No solo él, también los demás. Desde luego, es difícil superar ese antirrelativismo. También admirarlo.

Ratzinger, ciertamente, no es un talibán. Tiene tratos con la razón y, ahí es nada, hasta discute con Habermas. Pero son tratos un tanto peculiares. Acepta el debate entre razón y fe, pero, cuando llega el reparto de las verdades morales, a la menor dificultad de la razón se queda con todo. No lo digo yo, sino él mismo, en su debate con el filósofo alemán: “A la razón se le debe exigir a su vez que reconozca sus límites y que aprenda a escuchar a las grandes tradiciones religiosas de la humanidad”. Ratzinger establece una suerte de equiparación —de “diálogo”— entre la razón y la religión y, como la cosa no acaba de funcionar, como es normal, allí aparece él a recoger la cosecha. El vacío de la razón lo llena la fe. El truco del argumento consiste en apropiarse de los límites de la razón. En una de sus variantes, ese truco abastece a la superstición: como la ciencia no lo explica todo, la ciencia —se concluye y se trampea— no explica nada del todo. Eso que queda fuera, lo inexplicable, confirmaría que hay que apelar a otras entidades “no naturales”.

    Estamos instalados en la razón y mediante ella descubrimos errores o excesos. No hay más

Que la equiparación entre los límites de la razón y los límites del dogma está fuera de lugar se muestra en el hecho mismo de que todo lo que sabemos acerca de los límites o excesos de la razón es el resultado del ejercicio de la razón. Estamos instalados en la razón y mediante ella descubrimos sus errores o excesos. No hay más. No se sabe muy bien qué significa eso de tasar a la razón, dónde se instalaría ese punto de vista transcendental. Nada parecido sucede en el otro lado: el dogma se cuece en su propia salsa.

El asunto se pone más negro si, además, se aspira al monopolio de la trascendencia, si la apelación a “las grandes tradiciones religiosas de la humanidad” quiere decir “a mi religión”. Mi religión sin concesiones. Porque Ratzinger no se contenta con una idea blanda de religión, con una suerte de vago sentimiento de espiritualidad compatible con diversos contenidos. Concede muy poco a los otros competidores por los territorios situados en “los límites de la razón”, como lo confirma su crítica a lo que se ha dado en llamar “pluralismo religioso”. Según este, las religiones serían distintas formas de aproximarse a una misma verdad (inasible, “nouménica”) y, por eso mismo, la salvación estaría abierta a cualquiera. Su defensa más vertebrada, la de John Hick, sostiene que existe una realidad infinita, impenetrable para la razón humana, que se experimenta de distinto modo según cada religión. Las religiones vendrían a ser distintos modos de responder a esa realidad última. La verdad religiosa “nouménica” se expresaría en diferentes credos o comportamientos morales que pueden incluso participar de tesis contrapuestas. El núcleo teológico “verdadero” estaría más allá de lo que podemos llegar a entender o reconocer. Deshilachada su conexión con nuestro mundo, no habría manera de reconocer un hilván único o inequívoco que nos permita acceder a ese núcleo. Dicho de otro modo y para lo que importa: no cabría una interpretación doctrinal correcta ni, por tanto, nada parecido a una verdad compartida. Cada cual tiene la suya, tan buena como la de los demás.

Ratzinger piensa otra cosa, según se desprende de su presentación de la Declaración Dominus Iesus, de elocuente subtítulo: “Sobre la unicidad de la Iglesia católica como religión verdadera”. Allí deja bien clara su oposición a “la idea de que todas las religiones son para sus seguidores vías igualmente válidas de salvación” y su desacuerdo con que, para la salvación, basta con el “sentido personal de la religión”.

No se trata de una opinión circunstancial. Dominus Iesus, en realidad, no era más que la versión destilada y vulgarizada de opiniones que había venido sosteniendo en textos más elaborados. En sus reflexiones sobre la encíclica Fides et ratio no dejaba lugar a duda alguna y, no por casualidad, acudía al pasaje bíblico más apreciado por quienes sostienen que únicamente hay una religión verdadera y solo en ella cabe la salvación: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida: nadie accede al Padre sino por Mí”. En estas palabras de Cristo, según el Evangelio de Juan (14, 6), está expresada la pretensión fundamental de la fe cristiana. De ella brota el impulso misionero de la fe: solo si la fe cristiana es verdad, afecta a todos los hombres; si es solo una variante cultural de las experiencias religiosas del hombre, cifradas en símbolos y nunca descifradas, tiene que permanecer en su cultura y dejar a las otras en la suya. Pero esto significa lo siguiente: la cuestión de la verdad es la cuestión esencial de la fe cristiana". En resumen: hay una verdad (moral) objetiva, que precisamente por eso puede ser valiosa para mi salvación, una verdad que otorga sentido a mi vida, y que no se sostiene en la razón sino en una verdad doctrinal cuyo fundamento último es un texto sagrado.

    El Papa emérito defiende una verdad doctrinal cuyo fundamento último es un texto sagrado

Ningún teólogo competente ignora que estos juicios son un campo minado. Con todo, no faltan los que, con buenas herramientas analíticas, han intentado, mal que bien, dotarla de sentido en alguna de sus variantes. William Alston, Antony Flew y Richard Swinburne son algunos de ellos. Ratzinger está en otra cosa.

Su argumentación, cuando resulta inteligible, tiene escaso vuelo. En lo esencial nos dice que, como el relativismo resulta antipático y la razón insuficiente, la religión es nuestro único asidero. Pero no cualquier religión, sino la religión fetén que, una vez conseguido el monopolio del espíritu, se adueña de los límites de la razón. El problema de ese cuento es que también funciona al revés: puesto que la religión se sostiene en el dogma y la razón no es concluyente, no cabe fiarse de nada y lo mejor es apostar por el relativismo. En realidad, el único camino fiable, en su provisionalidad, es el tercero, el que conduce a la razón, instalada en su provisionalidad, pero dispuesta a rectificar, sin ningún anclaje “externo”, como los tripulantes de un navío que no pudiendo amarrar en tierra firme se vieran obligados a reparar sus averías con los materiales del propio barco, por utilizar la magnífica imagen de Otto Neurath. Esa posibilidad de rectificar no la contempla ni el dogma, por su propia condición, ni el relativismo, para el que carece de sentido la posibilidad de comparar y corregir.

Si desde el punto de vista teórico las tesis resultan endebles, desde el punto de vista práctico dan un poco de miedo: una moral sostenida en la doctrina y que, por lo que se dice, cae fuera del alcance de la razón práctica. Confieso que ante este antirrelativismo, me entran ganas de entregarme al más desatado nihilismo. Incluso fanáticamente.

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Mensajepor Invitado » Mar 12 Mar, 2013 2:42 pm



Capilla Sixtina
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live

Mensajepor live » Mar 12 Mar, 2013 5:29 pm


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papables

Mensajepor papables » Mar 12 Mar, 2013 6:01 pm


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Mensajepor fumata » Mar 12 Mar, 2013 6:08 pm

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wikileaks

Mensajepor wikileaks » Mar 12 Mar, 2013 6:13 pm

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Mensajepor Invitado » Mié 13 Mar, 2013 3:46 am

Timothy Dolan
Un comunicador 'irreverente'


[imageleft]Imagen[/imageleft]No se cansa de repetir que no se ve entre los favoritos y asegura que sólo quienes «han fumado marihuana» podrían percibirlo como tal. Y sin embargo el cardenal Timothy Dolan no ha pasado inadvertido para quienes observan los prolegómenos del Cónclave, que valoran sus 63 años, su personalidad efervescente y su talento como comunicador.

Dolan es tan ortodoxo como cualquiera de sus colegas. Pero esa ortodoxia no le ha impedido transmitir sus ideas en un lenguaje comprensible para el ciudadano de a pie. Aquí le saludan por la calle los bomberos y los inmigrantes y muchos neoyorquinos lo siguen en Twitter o escuchan su programa de radio semanal. Los prelados estadounidenses lo designaron presidente de su Conferencia Episcopal al año siguiente de tomar posesión como arzobispo de Nueva York. Una prueba de su condición de líder carismático pero también de su talento para mover los hilos de la política eclesial.

Y, sin embargo, el carácter extravertido del prelado neoyorquino se antoja un problema para los cardenales más conservadores, que podrían reprocharle sus guiños más irreverentes con su condición. Hace unos años, por ejemplo, Dolan despertó las carcajadas de sus feligreses al lucir un tricornio amarillo con forma de queso mientras oficiaba una de sus primeras eucaristías como arzobispo de Wisconsin.

Son detalles que ayudan a describir a un purpurado que no se toma demasiado en serio a sí mismo y cuyos compromisos suelen suscitar una gran expectación. En febrero del año pasado Dolan asombró a los cardenales pronunciando a petición del Papa un discurso sobre la nueva evangelización. Un evento que suscitó los elogios de la prensa y lo convirtió en uno de los aspirantes a suceder a Benedicto XVI.

En septiembre del año pasado, Dolan compartió escenario en una universidad jesuita con el cómico Stephen Colbert. Entonces el arzobispo dijo en broma que adoptaría el nombre de Esteban III como tributo a su interlocutor si un día era elegido Papa. Un joven le preguntó si era prudente salir con chicas mientras sopesaba si ser sacerdote. «Por supuesto que sí», dijo el arzobispo antes de añadir: «Déjame que te dé los teléfonos de mis sobrinas».

Al cardenal le encanta el béisbol y se crió en un suburbio obrero de St. Louis. Con apenas cinco años, jugaba con sus hermanos a decir misa con pan de molde. Por eso nadie se extrañó cuando siendo un adolescente desveló su vocación. «No recuerdo un tiempo en el que no flirteara con el sacerdocio», afirmó al año siguiente de llegar a Nueva York.

Dolan ejerció como sacerdote durante tres años en su ciudad natal. Pero luego alternó su labor pastoral con sus estudios de Historia de la Iglesia y ejerció como secretario en la Nunciatura de Washington. Un detalle que le facilitó su elección como rector del Colegio Norteamericano de Roma. Allí mejoró su precario italiano y desarrolló su labor hasta 2001: el año en que fue designado obispo auxiliar de la diócesis de St. Louis. «Aquí trabajó muy duro para limpiar las parroquias de la diócesis. Muchas veces le tocó la tarea difícil de explicar el porqué de la destitución de un sacerdote y los feligreses no siempre lo comprendían», recuerda a EL MUNDO el abogado Bernard Huger, que trabajó con Dolan en su ciudad natal y considera que su elección sería «muy renovadora» para la Iglesia.

El éxito en St. Louis le llevó en 2002 a la Archidiócesis de Wisconsin, donde llegó precedido por el escándalo de su predecesor Rembert Weakland, que acordó pagar medio millón de dólares a un hombre que le acusaba de abusos sexuales. Allí Dolan también se vio obligado a lidiar con los escándalos y quienes lo siguieron elogian su gestión. Pero en febrero se vio obligado a responder por ella como testigo y su declaración judicial no se hará pública hasta principios de abril. Su madre cree que para entonces Dolan ya habrá vuelto a Manhattan. A sus admiradores les gustaría creer que no.

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Assia
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Mensajepor Assia » Mié 13 Mar, 2013 11:52 am

Ahora comprendo porque todas las admiradoras del Guapo de Las Pampas,se han largados del foro. GRACIAS POR LA FOTO "weakileaks." No sabia que al Profeta de Las Tres Lagunas de la noche a la manana,lo haya subido la herarquia eclisiastica a CARDENAL. Claro, siendo Cardenal,ya no hay ninguna esperanza para "pescar" a Marcelo.

COMO CANTA EL REY DE LA COPLA MIGUEL DE MOLINA: "SOLTERO PA TOA MI VIA."

Saludos,
Assia

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Mensajepor Invitado » Mié 13 Mar, 2013 7:16 pm

Habemus Papam

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Invitada Ts As

Assia...

Mensajepor Invitada Ts As » Mié 13 Mar, 2013 7:45 pm

Si MM fuese Papa, se terminaría de derrumbar la credibilidad del Vaticano jajajajaja

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nervios

Mensajepor nervios » Mié 13 Mar, 2013 8:16 pm

and the winner is...

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con calma

Mensajepor con calma » Mié 13 Mar, 2013 8:17 pm

estan con la prueba del pañuelo

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Mensajepor Invitado » Mié 13 Mar, 2013 8:21 pm

ARGENTINO

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Mensajepor Invitado » Mié 13 Mar, 2013 8:23 pm

El argentino Bergoglio, nuevo Papa




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