BERTONE SERA EL NUEVO PAPA

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Assia
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Mensajepor Assia » Lun 25 Feb, 2013 9:56 pm

DISCULPAD, esa noticia del tiroteo del cardenal brasileno Braz de Aviz es 1 noticia antigua. Lo sorprende es que con 130 balazos sobreviviera porque segun abc.es, se quedo quieto en el suelo. El cardenal brasileno SIGUE VIVITO Y COLEANDO.

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Mensajepor Invitado » Mar 26 Feb, 2013 2:24 am

Anonymous escribió:Imagen

ESCÁNDALO | El prelado escocés no participara en el cónclave
Renuncia el cardenal O'Brien tras ser acusado de cometer 'actos inapropiados'

Las denuncias por "actos inapropiados" remontan a los años ochenta. Un ex sacerdote, cuyo nombre no ha sido revelado por 'The Observer', le acusa de haber intentado mantener un contacto sexual con él tras una plegaria nocturna en el seminario de St. Andrews.

"En su día tuve miedo a comunicar el incidente", revela el denunciante en una denuncia ante el nuncio. "Él ejercía siempre un poder sobre mí. Era algo más que mi jefe, más que el director de mi compañía. Tenía la capacidad de controlar todos los aspectos de mi vida. Cuando te ordenan como sacerdote haces voto de obediencia...… No podía responderle con una patada en las pelotas".

http://www.elmundo.es/elmundo/2013/02/2 ... 87061.html



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Jimmy Savile and the Cardinal: Britain's top Catholic cleric was friend of disgraced TV host

The snap, taken six years ago, emerged after Cardinal Keith O’Brien quit amid allegations of “inappropriate acts” towards fellow priests

http://www.mirror.co.uk/news/uk-news/ji ... en-1731376


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Viejos amigos: El Cardenal O'Brien con Savile en 2007

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marcelo mouhape
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QUE RUMORES ???

Mensajepor marcelo mouhape » Mar 26 Feb, 2013 2:26 am

...El Papá no renuncia por rumores.
El Vaticano es un lugar peligroso, sobre todo para los Papas que se oponen al verdadero poder que es la Curia RFomana.
ASSIA, dedícate a regar las plantas. No te inmiscuyas en conversaciones intelectuales.
Bye.

Marcelo Mouhapé.

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Mensajepor Invitado » Mar 26 Feb, 2013 9:32 pm

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El papa Benedicto XVI, posa junto al presidente de Rumanía, Traian Basescu, y su esposa


Benedicto XVI tendrá el título de 'papa emérito'

Otras fórmulas para referirse a su persona serán las de "Papa emérito" y "Romano Pontífice emérito" | Vestirá sotana blanca y dejará de calzar los mocasines rojos

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Mensajepor Invitado » Vie 01 Mar, 2013 1:00 am



Especial informativo despedida del Papa Benedicto XVI en Castel Gandolfo.

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horror vacui

Mensajepor horror vacui » Vie 01 Mar, 2013 1:01 am

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Mensajepor Invitado » Vie 01 Mar, 2013 1:02 am

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Mensajepor Invitado » Vie 01 Mar, 2013 1:25 am

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El diablo estaba dentro


En el principio, era el poli malo. Wojtila abrazaba y sonreía, con esa rendija de ojos amorosa y esa genuflexión arrastrada cada vez que pisaba un nuevo suelo. Uno agachaba besos y otro, él, levantaba el dedo acusador. Un cardenal que llegó a papa viniendo de regir la curia con mano de hierro, el brazo armado de Dios, el inquisidor alemán que afilaba las llaves que había lucido el polaco en sus estolas de Pedro, el anunciado como una involución en abril de 2005 al grito de Habemus papam, ha resultado ser el tipo que más poder le ha quitado al cardenalato vaticano.

A partir del discurso latino de un abuelito con voz afalutada de un 11 de febrero de 2013, los sabuesos y camarlengos de turno han quedado desnudos de púrpura. “Me falta el vigor tanto del cuerpo como del espíritu para gobernar la barca de San Pedro”, dijo, “en este mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe”.

Un pontífice mide siempre sus palabras, y no dice nada sujeto a interpretación si no quiere ser interpretado. Cuánto más en la primera renuncia papal en 700 años… La modernidad ha sido sugerir su desánimo existencial, basar en él su renuncia y despojar de privilegios a los validos romanos, que ya no podrán salivar a la espera de que un papa se enferme. Si el sucesor de Pedro puede renunciar en vida, ya no habrá más moribundos que manejar.

Porque, desde ahora, el papa ya es libre de dejar de serlo.

Es curioso comprobar cómo Su Santidad más tradicional resultó la más revolucionaria. En comparación con la humanidad de su predecesor, Ratzinger parecía siderúrgico, perfecto, preciso y frío como el acero, y sin embargo ha sido él quien más ha humanizado el papado. Y este último servicio a la Iglesia católica, su renuncia liberadora, es, en contra de lo que se podría pensar de un intelectual insobornable, una paradoja en perfecta consonancia con su pensamiento.

Catedrático de Teología en su juventud, nunca renunció a la confrontación dialéctica. Pero jamás cedió un ápice en su defensa de que, lejos de ser contradictorias, la razón no es nada sin la fe. Como dejó claro en su famoso discurso de Ratisbona, lo más lejanas que están una de la otra en su pensamiento es como dos caras de una misma moneda, que ninguna existe sin la otra.

Un agnóstico sobrevenido como yo advierte ciertas trampas discursivas en aquella alocución de 2006: Ratzinger daba por verdades absolutas elementos de su razonamiento que, al menos, son discutibles. Y abiertamente discutidos en esta sociedad a cuyas almas pretendía guiar.

A Benedicto XVI le ha estallado el siglo XXI en las manos, ha intentado bendecir un mundo que, gracias a dios (o al demonio), ya no esconde nada ni bajo las sotanas. Es más, las levanta, irreverente, para publicar sus vergüenzas en periódicos electrónicos que se comparten a la velocidad del rayo en las redes sociales.

Es un mundo tan secularizado que ni siquiera cae de su caballo ante un relámpago como el que descargó la tarde del lunes de renuncia sobre la cúpula de San Pedro. En otros tiempos, alguien habría visto en ese prodigio una revelación como la que hizo pasar a las Escrituras el viento helado que tomó Jerusalén una tarde de clavos y espinas. Fue un viernes de Pascua de hace 2000 años cuando aquel huracán rasgó el velo del templo.

Este gesto del vicario de aquel Cristo, este y los que han seguido en una semana cargada de velados reproches en homilías y ángelus, también marca un antes y un después. También rompe con todo.

El cardenal alemán fue elevado al trono de la Iglesia como premio a su figura de guardián del inmovilismo, como pontífice sumo e intelectual del rigor y la letra escrita. Una regencia de transición tras el arrollador papado del terco cura de pueblo polaco, un telepredicador de la libertad frente a su enemigo. El comunismo era un diablo con cara y ojos.

Sin embargo, Ratzinger el pensador se vio rodeado de un desafío mundano diario: las intrigas palaciegas, las riquezas incomprensibles, las pederastias insoportables. Su demonio estaba dentro de casa y rasgó el velo electoral con el que fue ascendido a la mitra. De los despachos en que ejercía de inquisidor, de prefecto de la congregación para la doctrina de la fe, fijador de costumbres y prescriptor de pecados tuvo que pasar a buscar el oxígeno abriendo la balconada desde la que bendecir a los fieles.

Dios estaba fuera, el diablo dentro.

Este pasado 11 de febrero, Joseph Ratzinger ha atado su estola a una de las patas del trono de Benedicto XVI y se ha lanzado al precipicio de la modernidad haciendo que las llaves del cielo bordadas en seda se tambaleen en un puenting desconocido desde el Concilio Vaticano II.

Alguien de los suyos —el hoy cardenal de Cracovia, Stanislaw Dziwisz, secretario hasta su muerte de Juan Pablo II— le ha querido recordar que “de la cruz uno no se baja”, que el ministerio papal significa sacrificio, entrega total.

Al papa polaco se le había afeado, por contra, su empeño en morir de blanco dando el angelus. Se le acusaba de exhibirse en su entrega a la humanidad, se le llegó a tachar de ególatra, de reclamar para sí un martirio demasiado similar al del Nazareno.

Hay quien, más papista que el papa, no está a gusto más que a la contra. También hubo quien recriminó a Cristo por dejarse prender en el monte de los olivos, en lugar de perseverar en su misión apostólica.

La naturalidad con la que se va este hombre, Ratzinger, es similar a la que empujó a Wojtila a morir agarrado al báculo. Uno era el papa del amor, y el otro lo ha sido de la razón. Ambos se entendían muy bien en vida, como dos caras de una misma moneda…

Quizá por eso yo, que no me salí de la iglesia, sino que un día me vi fuera; yo, que de repente entendí que para admirar su obra me importaba un pito que Jesús fuera Dios o no; yo, que he renegado de la Iglesia porque su poder para gobernar almas me parece la semilla del mal que se ha hecho secularmente en nombre de Dios; yo, que no puedo gozar de la comodidad de creer porque la razón científica me sacó de la verdad revelada; yo, leo el discurso de Benedicto XVI este lunes en Roma y veo en él una conclusión del que pronunció en septiembre de 2006 en su antigua Universidad.

Es el primer papa que muere en vida. Y a plazos. Dice que se recluirá en un monasterio, y la curia lo agradece, porque si fue su rigor lo que lo elevó al trono y es su rigor lo que le empuja a renunciar, sería su rigor lo que sobrevolaría, más a la vista que la paloma del espíritu santo, sobre el papado de sus sucesor. Con su renuncia, Ratzinger ha iluminado el camino que habrá de venir sellando definitivamente su pensamiento: fe y razón son una sola cosa con dos caras, no me obliguen a elegir.

Si ha habido un papa moderno ha sido este viejo [cabrón] impenetrable, amante de la liturgia en latín. Como también ha sugerido este martes el portavoz vaticano Federico Lombardi, es “su realismo” y esa extrema consistencia en el discurso lo que permite atisbar a un papa cansado. No de viejo, sino de la pelea de “la gobernabilidad”.

Me bajo del papado porque no me bajo de mi razón. Soy fiel a lo que aquí me trajo. Que otros interpreten lo que de aquí me saca, ha venido a decir. Al César lo que es del César y adiós muy buenas.

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Mensajepor Invitado » Sab 02 Mar, 2013 5:13 am

Un progre llamado Ratzinger

El intelectual, el mundo contemporáneo y sus desafíos


Desde ayer, Joseph Ratzinger ya es papa emérito. Su renuncia, que ha conmocionado al mundo entero, invita a reflexionar sobre su relación como intelectual con la cultura europea del siglo XX, de la mano de uno de los especialistas que mejor y más profundamente conocen su obra, José Andrés-Gallego.


[imageleft]Imagen[/imageleft]Apuntaba la década de los noventa; no recuerdo la fecha con mayor precisión y tampoco hace falta. Ratzinger había venido a España y se reunió con un amplio grupo de profesores universitarios. Se prestó a que le hiciéramos preguntas y, al final, uno le preguntó qué medidas se iban a tomar con los eclesiásticos que habían apoyado el comunismo, ahora que habían caído los regímenes soviéticos y se sabía lo que había sucedido en aquellos países. Le respondió en un buen castellano y con voz más firme que la de ahora, sin titubeos ni tampoco gesto alguno que pudiera herir a quien le hacía la pregunta. Le dijo, simplemente, que ahora lo que importaba era abrir los brazos a esas personas, no recordar condenas. No creo que supiera que quien le preguntó era un ex ministro de Franco. Tampoco importa demasiado. El Ratzinger teólogo me ha admirado; creo que la jugada de Juan Pablo II fue magistral porque fue contraria a lo que se suele decir. Hizo “Gran Inquisidor” a un progre.

La cosa es que los progres no siempre lo son de familia. Ratzinger pertenece a una especie de ser humano que debería resultar familiar a los españoles. Es un bávaro de pueblo, excepcionalmente inteligente y fino, pero formado en el mismo catolicismo en que se formaron guipuzcoanos y navarros -más que andaluces o murcianos-, irlandeses, bergameses en Italia y bretones en Francia antes del Concilio, en la primera mitad del siglo XX y algo más. Yo conocí tarde esa forma de ser y confieso que todavía me admira y me confunde. Algunas de esas regiones son las más descristianizadas actualmente. Pero, en la época en que Ratzinger se formó, eran verdaderas potencias, de cada una de las cuales -y no sólo de una- se decía que era la reserva espiritual de Occidente (igual que en todas ellas se hablaba de la conspiración judaicomasónica). Guste o no, de esos medios salieron muchos de los teólogos que dieron la vuelta al calcetín de la historia de la Iglesia en los años sesenta del siglo XX. Ratzinger decía hace poco de ellos -y, entre ellos, él mismo- que estaban convencidos de que la Iglesia se había equivocado al afrontar el caso Galileo y había llegado la hora de acabar con esa actitud. Y acabaron, la verdad sea dicha.

El joven progre que era Ratzinger en los primeros años sesenta tenía fama por la sencillez y la imperturbabilidad con que revisaba públicamente cosas tan serias como los fundamentos históricos que sirvieron de base al dogma Extra Ecclesia nulla salus (“Fuera de la Iglesia no hay salvación”). Llenaba la sala. Pero le sorprendió el vendaval del 68. Vio que las raíces de aquella ebullición estudiantil eran sumamente profundas.

Es posible que pensara -como señaló de inmediato el dominico Le Guilhou (otro progre de entonces)- que era, en realidad, un rebrote de gnosticismo, quizás el enemigo número uno del cristianismo desde el siglo II a nuestros días. Desde ese punto de vista, lo que se impuso desde el 68 no fue el revés del catolicismo conservador, sino algo así como el regreso a los cultos propiciatorios al dios sol o a la diosa luna, la de la fertilidad, ahora con la mediación de un demiurgo, que sería Jesús. Así que el 68 de Ratzinger fue la Introducción al cristianismo, quizás el libro más valiente del Postconcilio, desaconsejado inmediatamente -cuando no prohibido- en asociaciones católicas de muchas campanillas. Fue la expresión de un hombre que -imperturbable siempre- seguía en sus trece: ni aceptaba retroceder a doce ni pasarse a catorce. Quizá sea un libro para el día de hoy, más aún que para hace medio siglo.

Ante el 68, Ratzinger pudo ser lo más parecido a un católico que una de dos: o diera marcha atrás o se dejara llevar por la ola. Pero fue exactamente eso -esas dos cosas- lo que no hizo. Tozudo, imperturbable, sencillo y silencioso, dijo que lo que entonces tocaba era adecuar los comportamientos cristianos a los nuevos tiempos de manera que fuesen nuevos tiempos cristianos. Luego vio desmoronarse el mismísimo cristianismo bávaro y, mientras Juan Pablo II decía que estamos en una primavera de la Iglesia, Ratzinger afirmaba que las cosas volvían a su ser y que su ser consiste en que el cristiano es un fermento y, por tanto, muy poca cosa, acaso muy pocos en número. Para mí que no se contradecían, sino que el cardenal miraba a Europa y el obispo polaco miraba el mundo entero. A Ratzinger, quizá, le traicionaba su magnífico clasicismo germano. Es -él mismo- un clásico que rebosa de herencia del cristianismo grecorromano. Yo me apunto al semítico; pero comprendo que eso es completamete indiferente a quien lea esto; así que evito el argumento.

La obra teológica de Joseph Ratzinger está, en gran parte, dispersa en multitud de volúmenes especializados. En diciembre último, sin embargo, se anunció la publicación de sus Obras completas, en castellano, en la BAC. Aparecerá primero el tomo XI, sobre liturgia. Recuérdese que el cambio provocado en el Concilio Vaticano II se debió, en buena parte, a que empezó precisamente por la liturgia. Los sucesivos cargos vaticanos frenaron su labor de creación teológica. Pero logró publicar unas breves memorias (Mi vida, Encuentro, 1997), de lectura muy agradable, y una trilogía sobre Jesús de Nazaret (2007-2012), más teológica que biográfica, de redacción muy clara. En 2010, se había publicado una larga entrevista que le hizo Peter Seewald, Luz del mundo (Herder), que es quizá la obra más cercana a los problemas comunes a la gente de nuestro tiempo, por su claridad expositiva, la amplitud del abanico de temas que trata y lo incisivo de las respuestas.

El periodista Seewald cuenta que le preguntó una vez si se creía al final de lo antiguo o en el inicio de lo nuevo y respondió: “Las dos cosas”. Tal vez no creyó prudente decirle que todos somos ambas cosas y que lo más sensato es saberlo, aceptarlo y sacarle partido. Probablemente es eso lo que late detrás de su renuncia. No tiene fuerzas para sacar más partido a su personal combinación de lo viejo y lo nuevo. Es una pena, porque para mí que, si hubiese podido, habría revisado la forma de ejercer la autoridad de obispo de Roma (digo “el ministerio petrino”). No olviden que, cuando era prefecto de la Congregación vaticana para la doctrina de la fe, en el año 2000, brindó a los ortodoxos una declaración en la que se comía el Filioque, la manzana de la discordia. Mucho más que las que suelen traerse a cuento, ésa -la revisión de la forma historica de ejercer la autoridad de Pedro- es una tarea imprescindible (y prioritaria) para devolver la unidad a la Iglesia. Pero, claro, uno no es Ratzinger ni el Espíritu Santo y, por tanto, cabe hacer caso omiso de lo que acabo de proponer al próximo obispo de Roma.


La fé, inédita

Lo anunció el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado Vaticano, en agosto del pasado 2012. Benedicto XVI preparaba una nueva encíclica, esas solemnes cartas sobre asuntos de la Iglesia y la doctrina dirigidas a los fieles católicos de todo el mundo, y en esta ocasión con la fe como virtud teologal protagonista. Sería la cuarta, la que cerraría la tetralogía de su papado tras Deus Caritas est (2005), sobre el amor cristiano; Spe salvi (2007), en torno a la esperanza; y Caritas in veritate (2009), puesta al día de la doctrina social de la Iglesia. Pero Benedicto XVI es ya Joseph Ratzinger y la encíclica sigue sin publicarse pese a que el texto estaría ya listo. ¿Qué ocurrirá ahora con ella? No está claro. ¿La encíclica deberámudar su formato y editarse como un ensayo sin más firmado por el teólogo Joseph Ratzinger o podrá conservar su estatus? Benedicto XVI podría además haber esperado a publicar la encíclica antes de anunciar su renuncia, lo que amplifica las sospechas, alentadas por él mismo, de que la dureza de las luchas intestinas vaticanas le habrían obligado a acelerar la marcha. En realidad, se trata sólo de uno más de los problemas que la inédita situación del pontífice dimitido provoca.

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HAY..

Mensajepor marcelo mouhape » Dom 03 Mar, 2013 5:33 pm

..Una profecía de un clérigo de hace unos mil años, quien dijo que la última etapa de la Iglesia Católica sería cuando en El Vaticano hubiera dos Papas...
Bye.

Marcelo Mouhapé.

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Mensajepor Invitado » Lun 04 Mar, 2013 3:57 pm


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Mensajepor diplomáticos » Lun 04 Mar, 2013 11:13 pm

Bertone ha ganado la partida a Benedicto, lectura recomendable para entenderlo "los cuervos del Vaticano" de Eric Frattini.

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Mensajepor Assia » Mar 05 Mar, 2013 1:14 pm

Los humos del Cardenal O'Brien. Cuando la noticia de que el mencionado Cardinal habia molestado o acosado sexualmente a seminaristas,el Cardenal O'Brien hablo de querellarse contra THE OBSERVER. Despues de unos dias,ha admitido que su conducta no fue muy ejemplar.
Ya veremos quien sale de Papa,muchos filipinos, desean 1 Papa filipino,
En Brasil,se jactan de que es el pais mas catolico del mundo.? Por lo tanto, el Papa dberia ser brisileno. Ni idea tengo de todas esas noticias que cada dia oimos en TV o radio. Solo queda esperar unos dias para saber de que nacionalidad sera el nuevo Papa.

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marcelo mouhape
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JAJAJA...

Mensajepor marcelo mouhape » Mié 06 Mar, 2013 5:40 pm

...Un Cardenal Filipino en la Curia Romana !!! Jajaja
Cómo siempre, la desinformada ASSIA desvariando.
El próximo Papa será el hoy Cardenal Camarlengo, Tarcisio Bertone.
Bye.

Marcelo Mouhapé.

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Mensajepor Assia » Jue 07 Mar, 2013 12:23 am

Si yo estoy desinformada,Guapo de Las Pampas, tu, para ser 1 periodista premiado 2 veces,no entiende 1 simple mensaje de 1 ama de casa. YO NO HE ASEGURADO COMO TU ASEGURAS QUIEN SERA EL NUEVO PAPA. No me interesa mucho ni poco este tema. Simplemente he escrito que "LOS FILIPIPINOS HAN COMENTADO QUE LES GUSTARIA 1 PAPA FILIPINO.

TAMBIEN LA PRENSA AUSTRALIANA COMENTO:: (yo no lo sabia) "Los brasilenos creen que el nuevo Papa deberia ser brasileno,Brasil es el pais catolico mas grande del mundo."

Y mas o menos termino mi mensaje con algo aso: " ...tendremos que esperar para saber la nacionalidad del nuevo Papa."

Un abrazo,
Assia




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