AGUAS TURBULENTAS
PILAR EYRE
MARISA SÁNCHEZ VICARIO, TRISTÍSIMA EN LA ÓPERA
Voy a pegarme mi chute anual de vitaminas e hidratación a la clínica de los doctores Dray (sí, lo reconozco, mi belleza no es tan natural como ustedes se pensaban) cuando me encuentro en la sala de espera a una reputada oftalmóloga amiga mía. Nos abrazamos, ambas fingimos que es la primera vez que venimos a la consulta y mientras nos toca el turno me explica que hace poco coincidió con Carlos García Revenga y la infanta Cristina en un acto cultural organizado por La Caixa en Barcelona. «En la comida yo estaba sentada al lado de Revenga y la infanta en otra mesa, ¡fue increíble! No se sacaban los ojos de encima el uno al otro, ¡yo creo que la infanta hasta le preguntaba con la mirada si tenía que tomar vino blanco o tinto y si debía hablar con el señor de la derecha o de la izquierda! Él me daba conversación, es un hombre simpático, educado y con mucha habilidad social, pero su atención estaba puesta en la mesa de al lado. Cuando terminó la comida, Revenga se apoyó en los brazos de la butaca e hizo amago de levantarse. ¡La infanta, al verlo, se puso en pie como impulsada por un cohete, se despidió de todos y salió con Revenga al lado haciéndole comentarios y riéndose!». Le pregunto a mi amiga si detectó algún tipo de atracción entre ambos y me dijo: «¡Eso, en absoluto! Era devoción, dependencia filial, no sé cómo calificarlo. Cuando me preguntaron en casa con quién me habían sentado, dije: ¡Con los ojos de doña Cristina!».
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Jueves, pocas horas después de su encuentro con el rey. Un Artur Mas recién afeitado se mezclaba con la gente que pululaba por el Palau de la Generalitat después de haberle entregado el premio Ramon Llull a SilviaSoler en presencia de José Manuel Lara. Se dirigió hacia mí y me dio dos besos muy cariñosos. ¡A esta periodista de EL MUNDO, que en Cataluña es como llevar la marca de Caín en la frente! Me intereso por la salud de don Juan Carlos y me dice moviendo compasivamente la cabeza: «Hombre, bastante achacoso, la verdad, se desplaza con las muletas con cierta dificultad, ¡pero de cabeza bien!». Cuando indago si es verdad que estuvo frío, el President casi se enfada. «¡En absoluto!». «Escuchó nuestras razones con respeto y lo entendió todo, cordial, simpático… ¡Pero si incluso intercambiamos chistes! ¡El me contó uno y yo otro!». Repuesta de la impresión de imaginarme a un catalán contando chistes, Mas termina emocionándome porque de repente se vuelve hombre normal (y bastante guapo, por cierto) y señala a su mujer, Helena. «Ahora me voy a casa a celebrar mi cumpleaños. ¡Sé que los hijos me han preparado una sorpresa!». Juraría que le brillan los ojos.
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Noche de tiros largos, me voy al Gran Teatro del Liceo. Platea, a ver El Pirata de Bellini. Un matrimonio muy mayor entra en la fila torpemente. Se sientan. En el entreacto, el hombre quiere ir al lavabo y ella le ayuda a levantarse, le acompaña, le espera en la puerta. Él apenas puede caminar, está pálido, envejecido, tremendamente triste. Regresan a su butaca apoyándose el uno en el otro. Mayores, enfermos, solos. Son los padres de Arantxa Sánchez Vicario. Con la voz estrangulada, le hago a Marisa la pregunta más idiota del mundo: «¿Qué tal están?», y ella responde con un ademán que abarca a su marido, a ella, la vida entera: «Pues ya ves, hija». Hoy leo en Lecturas que su hija de verdad se va a Miami y que vende su casa por cuatro millones de euros. En el escenario el tenor ruge Pietosa al padre. Arantxa, piedad, sí, piedad.
AL CIELO...JOAQUÍN TORRES
Me caías mal, chiquitín, no quiero engañarte. No me gustaba tu aspecto engolado, tus fulares-mantas zamoranas, tus trajes tres tallas más pequeños, esa moda que aquí ha impuesto Colate y allende nuestras fronteras Karl Lagerfeld, ni tu sonrisa algo conejil. ¡Siempre me parecía que estabas intentando vendernos algo, desde una casa en La Finca hasta tu libro Detrás de la puerta (La Esfera)! Pero el otro día vi cómo Jorge Javier te preguntaba capciosamente mientras señalaba a una señorita neumática: «¿Qué arquitecto podría haber hecho esto?». Y cómo tú contestabas al segundo con perfecta naturalidad, serio como un obispo: «Uno muy volumétrico, como Ghery». Joaquín, me robaste el corazón para siempre, mientras la neumática daba unos pasos de baile, castañeteaba los dedos y decía: «Ghery, ¡ele!».
AL LIMBO...HENAR ORTIZ
Hombre, feo está, pero delito, no. Digo lo de vender las fotos de la primera boda de su sobrina Letizia en Almendralejo, según nos cuentan en Sálvame. Tampoco fue delito que se inscribiera en la feria de moda de Florencia como principessa. ¡Cuando lo destapé en televisión recibí presiones de todo tipo para que rectificara, pero ahí estaba el programa oficial que, por cierto, todavía está colgado en Internet! Si todo lo que se puede comentar de la familia política del príncipe es esto, pues vaya birria, así no se puede competir con las mangancias que se dan en el otro lado. Sirve para echarnos unas risas, eso sí, lo de tía Henar, en el fondo, se agradece. Y lo suyo, al menos, no nos cuesta ni un duro.
EL MUNDO / LA OTRA CRÓNICA / SÁBADO 2 FEBRERO 2013