Mensajepor Betty » Dom 14 Sep, 2008 10:25 am
Un gato callejero se acostumbra a estar solo. Dicen que la soledad acompañada es la más triste de las soledades. Esa es mi compañera en este viaje hacia ninguna parte. Prefiero la soledad en solitario, la que nos permite aprender, viajar hacia el interior de uno mismo y conocerse mejor. Hay otro tipo de soledad, la obligada porque te falta alguien, la que ahoga, desespera, afecta... La que nos obliga a deambular como animales con razón propia pero sin razón lógica por el pasado y el presente sin vislumbrar un futuro perfecto o imperfecto. Gritas: No quiero estar sola! pero no hay nadie para oírte. Sólo recibes el eco de tus propios gritos desesperados retumbando con tanta fuerza que hacen que el corazón duela. Esa punzada terrible de la que alguna vez hablé.
Cuando aprendes a convivir con la costumbre que mata aparece alguien que te regala su vida y te preguntas entonces cómo puedes volver a empezar? Pero la vida consiste en eso, volver a comenzar cada día. La Nada no es para siempre, y el Todo es tan frágil que podría romperse en mil pedazos si no se cuida. Da miedo arriesgarse, es como arrojarse al vacío sin red... Caeré en los brazos de alguien o mis pedacitos quedarán sobre el asfalto sin que nadie repare en ellos?
No sé si me entiende, Kikolino... el dramatismo ruso me puede.
