Si Vox no existiese, habría que inventarlo Viendo el viernes el mitin de Abascal y Macarena Olona, rodeados por decenas de miles de sevillanos en el mismo banco en el que hace sólo siete años no eran capaces de reunir más que a los figurantes que traían, era difícil contener un sentimiento de emoción nacional y gratitud política. No hay en la vida pública española, en estos cuarenta años de democracia, un movimiento de tal magnitud promovido por tan poca gente y que en tan breve tiempo haya conseguido semejante eco. Y tampoco ninguno de los llamamientos intelectuales a la Nación en época de crisis -Joaquín Costa, La Liga de Educación Política, el Partido Reformista, la Agrupación para la Defensa de la República- pudo asentarse como partido político, con amplia representación parlamentaria y llegando a ser ya el tercero en el voto popular.
Es una lástima que los historiadores que al principio acompañaron a Vox se hayan visto apartados del trajín diario y mediático del partido, porque es imperioso y urgente levantar acta de todo lo que ha hecho Vox hasta ahora y de su significado. Nadie puede saber en qué desembocará la aventura de Abascal, Kike, Iván, Rocío y aquel pequeño grupo que en torno a DENAES conocí, hace una década, compartiendo la desazón por el futuro de España. No eran los únicos, dentro y fuera de los partidos políticos, tampoco de una sola generación, región o ideología. Sólo España los unía. Y sólo ese afán de luchar, al principio a manotazos, para impedir el triunfo de los enemigos de la nación y la libertad los llevó a fundar lo que al principio no pasó de unas siglas, y luego de un partido que no consiguió un escaño europeo y pareció hundirse en el océano de los buenos sentimientos mal gestionados.
Un Movimiento NacionalSin embargo, la necesidad vino en auxilio de un partido del que, tras el fiasco electoral de Vidal Quadras y denuncias internas de malversación de fondos, se había apoderado un segundo grupo, más joven, cuyo líder era Abascal, pero que mantenía en la presidencia al gran símbolo, Ortega Lara. El golpe de Estado en Cataluña y la pavorosa incomparecencia del PP para impedirlo o para reprimirlo provocó un verdadero seísmo en el electorado de derechas que se orientó primero hacia Ciudadanos, y que, poco a poco, empezó a volver sus ojos a Vox. Nunca se sabrá el momento exacto en el que se empezó a verlos como un partido votable y no sólo como un grupo antiprogre y antiseparatista que simpatizaba con Orban, Trump o Le Pen.
Yo creo que Vox se convirtió en Movimiento Nacional, como supo interpretar Abascal, cuando millones de españoles dejaron de fijarse en los partidos y gobiernos europeos a los que decían parecerse y los empezó a ver sólo como españoles desorientados e indignados, igual que ellos. De la levadura primera se pasó a la masa, pero no era la misma masa, de ahí que su base creciera tan rápido, más allá de toda previsión, y se fuera sumando todo tipo de gente agraviada y sin representación política, presente o futura. La negativa del PP y Ciudadanos a luchar, bien al contrario, contra leyes como las de Violencia de Género y Memoria Histórica, convenció en muy poco tiempo a millones de votantes del PP de que "sólo nos queda Vox".
Hay, como en la primera época de Vox, grupos de tipo religioso o anti-globalista que quieren que el partido se identifique con ellos, no que ellos aporten al partido su punto de vista, como uno más, pero no el único. Se nota por su perfil excluyente, su agresividad en las redes y su búsqueda de una pureza ideológica sin precisar que en realidad es afán de monopolio. Paradójicamente, a Vox le están salvando de esas tensiones periféricas los procesos electorales. Cada vez que se vota, Abascal se muestra como el portavoz del "sentido común" para una situación de "extrema necesidad". Ahí es donde aparece Vox como el partido de la gente corriente, insultada en los medios, traicionada por la izquierda y harta de la medrosidad del PP.
Atacar la dictadura cultural de la IzquierdaEn estas sus segundas elecciones andaluzas, conviene recordar las primeras, que arrebataron a la Izquierda la Junta de Andalucía por primera vez en casi cuarenta años. Como decía recientemente José María Marco, uno de esos intelectuales que apoyaron a Vox y que el partido ha olvidado, la Junta PP-Ciudadanos ha hecho una gestión económica más que notable, pero ha dejado intactas las estructuras de dominación ideológica de la izquierda, desde la educación a la cultura y todas las leyes izquierdistas.