Crisis en Ucrania - Putin invade Crimea

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Walking Dead.

Mensajepor Walking Dead. » Vie 13 Feb, 2015 11:32 pm

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Mensajepor Invitado » Mié 18 Feb, 2015 9:31 pm



Joaquin Reyes I Vladímir Putin: "Europa, me tocáis mis huevos toreros y os quito el gas"

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palominos

Mensajepor palominos » Vie 27 Feb, 2015 1:54 pm

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Miembros de la Brigada Internacional Carlos Palomino.

Detenidos ocho españoles por luchar en el bando prorruso en Ucrania

Se les imputa la participación en delitos de asesinato, tenencia de armas y explosivos. Tres de los arrestados son exmilitares

La Comisaría General de Información del Cuerpo Nacional de Policía ha detenido este viernes a ocho españoles por combatir en el bando prorruso de la guerra de Ucrania. Las detenciones han tenido lugar en Asturias, Cataluña, Extremadura, Murcia, Navarra y Madrid. Tres de los arrestados son exmilitares españoles y de uno se tiene total certeza de que había estado en primera línea de fuego, según fuentes de los servicios antiterroristas. Las edades de los encartados en la llamada Operación Danko están entre los 20 y los 30 años.

Los detenidos son: R.M.P, A.A.M., A.I.B, S.B.V., A.R.S., B.L.M., H.A.P. y D.S.A. Las detenciones se han producido en Gijón, Cartagena, Barcelona, Cáceres, Pamplona, Alcorcón (Madrid) y dos de ellos en Madrid capital. Las fuentes consultadas no han querido precisar si entre los retornados ahora detenidos se encuentran Rafael Muñoz Pérez, de 27 años, y Ángel Davilla-Rivas, de 22 años, los dos jóvenes españoles que hicieron publico a través de vídeos insertados en las redes sociales que se habían unido al Batallón Vostok, bajo las órdenes de Igor Strelkov, jefe de las Fuerzas Armadas de la República Popular de Donetsk.

Las primeras iniciales corresponden facilitadas (R. M. P.) con las de Rafael Muñoz, quien reside en Gijón, y Davilla-Rivas es residente en Cartagena, donde se ha ejecutado otro de los arrestos. El primero es natural de Madrid y extrabajador social, aunque está afincado en Gijón (Asturias) donde milita en las Juventudes de Izquierda Unida desde 2010; el otro, nacido en Murcia, es seguidor de los Colectivos de Jóvenes Comunistas de Cartagena, la rama juvenil del Partido Comunista de los Pueblos de España

Los ocho detenidos pertenecen a distintas ramas de formaciones comunistas y habían recibido apoyo de una especie de liga europea prorrusa. La operación se ha acelerado tras el regreso de tres de ellos a lo largo del presente mes de febrero; el último llegó la semana pasada. Los arrestados, según ha informado Interior, se desplazaron el año pasado a combatir a las regiones ucranias de Lugansk y Donetsk.



Los arrestados, que fueron detenidos en una operación a las 6.30 de hoy, participaron en el conflicto armado en la región de Donbass, por lo que se les imputan la participación en delitos de asesinato, tenencia de armas y explosivos y actos que atentan contra los intereses de España.

La identificación de los detenidos se ha visto facilitado por su tendencia a fotografiarse con material bélico (fusiles de asalto, artefactos y dispositivos explosivos) y colgar dichas imágenes en las redes sociales. Fuentes policiales indican que otro grupo de jóvenes españoles, igualmente de tendencia prorrusa y vinculados a movimientos comunistas, estaban preparando su salto a Ucrania.

La nota facilitada por Interior precisa: "Durante su estancia en territorio ucraniano, además de la presunta comisión de delitos de cooperación o complicidad en asesinatos y homicidios llevados a cabo por los grupos y batallones a los que se unieron, hay que añadir la tenencia y depósito de armas y explosivos, hechos que han difundido también a través de las redes sociales y con repercusión en la captación y reclutamiento de futuros combatientes".

La operación es similar a las que se están desarrollando en otros países de Europa para evitar el envío de combatientes y desmovilizar a quienes se lo estén pensando.Sin embargo, Interior asegura: "Se trata de la primera operación policial llevada a cabo en Europa contra las actividades de los combatientes extranjeros en el conflicto ucraniano".

Las fuentes afirman que la comunidad internacional en la que se apoyaban los ahora detenidos tiene ramificaciones en Alemania, Italia o Francia, entre otros países. De todos ellos han partido combatientes hacia Ucrania, algunos de ellos a través del llamado Comité de Apoyo a la Ucrania Antifascista.

Asturias es la comunidad más involucrada en el apoyo a los prorrusos de Ucrania. En diciembre de la año pasado, por ejemplo, un español armado con un fusil de francotirador, supuestamente integrado en el llamado Batallón Vostok, leía un comunicado de condena al asesinato de Francisco Javier Romero Taboada, Jimmy, natural de A Coruña y seguidor del Deportivo, y simpatizante de movimientos de ultraizquierda.



Esta operación, que culmina diversas investigaciones de la Comisaría General de Información dirigidas por la Fiscalía de la Audiencia Nacional, se está desarrollando en virtud de Diligencias del Juzgado Central de Instrucción número 1 de la Audiencia Nacional. La operación continúa abierta.

Un grupo de españoles que se autodefinieron como "anticapitalistas" relataron en septiembre que se habían desplazado al este de Ucrania para combatir junto a los separatistas prorrusos para hacer frente al "resurgimiento del Cuarto Reich en Europa"."Tenemos el honor de comunicaros que las Brigadas Internacionales han vuelto", proclamaban en un comunicado"

Estos jóvenes fundaron la Brigada Internacional Carlos Palomino en homenaje al joven antifascista asesinado en Madrid por un militar de ideología neonazi cuando acudía junto a otros radicales a reventar una manifestación de extrema derecha, que estaba integrada en el momento de su creación por "al menos de diez" españoles procedentes de "varias ciudades del Estado español". El comunicado que colgaron en las redes para anunciar su marcha, cargado de un lenguaje bélico y pretendidamente épico, concluye: "Donbass será la tumba del fascismo. Hoy como ayer ¡No pasarán! ¡Nos vemos en las barricadas!".

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palominos

Mensajepor palominos » Vie 27 Feb, 2015 4:39 pm



“Combatíamos comunistas y nazis juntos”

Los detenidos por luchar en Ucrania declaran que hay cientos de combatientes extranjeros

Tienen 24, 27 y 28 años. Uno estaba en el paro, otro era portero de discoteca y el otro trabajaba para la compañía de coches Mercedes. Todos vivían en Madrid (Alcorcón, Vallecas y distrito Centro), pero se conocieron en el frente prorruso en Ucrania, en las Brigadas Internacionales de Donbass. Allí llegaron, después de tres días de viaje, por separado —uno directamente a Donetsk y dos de ellos previa escala en Moscú, donde les esperaba un funcionario ruso—, en verano del año pasado. Los tres utilizaron el mismo método de alistamiento autónomo: contactaron con combatientes del bando ruso a través de Twitter, siempre según fuentes de la investigación.

No les pagaron ni el viaje ni un sueldo, pero fueron recibidos con los brazos abiertos por los comandantes rusos que lideran el frente este ucranio, que les dieron aparte de su correspondiente AK-74 (el kalashnikov más moderno) y el uniforme de guerra, comida y alojamiento gratuito. Dejaron sus cómodos pisos en la capital para vivir en naves y acuartelamientos colectivos en los que, según sus declaraciones, hay aún más “brigadistas” españoles y muchos —“varios cientos”— de otros países, sobre todo serbios y franceses. “La mitad de ellos son comunistas y la otra mitad nazis”, han explicado los detenidos. “Combatíamos comunistas y nazis juntos”, han declarado, justificando esa contradicción ideológica argumentando que “todos queremos lo mismo, la justicia social y la liberación de Rusia de la invasión ucrania”.

Por el momento, la policía solo tiene pruebas de que uno de los dos madrileños detenidos combatió en el frente. Los otros dos eran utilizados como elementos propagandísticos para alentar a otros combatientes a unirse a sus filas. Al tratarse de “voluntarios”, eran libres de abandonar el frente cuando quisieran. En concreto, estos tres detenidos en Madrid, lo hicieron en diciembre pasado y regresaron a la capital como habían llegado, por separado.

En los registros de sus domicilios, realizados este viernes en el marco de la llamada Operación Danko (en referencia a la película Danko, calor rojo, protagonizada por Arnold Schwarzenegger), la policía se ha incautado ropas militares rusas, cuchillos, machetes e insignias. Sólo uno de ellos tenía antecedentes policiales por participar en una reyerta política. Y alguno de ellos pertenecen a un partido comunista de nuevo cuño denominado Reconstrucción Comunista.

La policía les acusa de comprometer la paz y la independencia de España, de cooperación en homicidio o asesinato y de tenencia de armas de guerra.



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R.M.P (a la izquierda) y Á.D.A.M (derecha), dos de los ocho españoles detenidos este viernes por la Policía Nacional por combatir en el bando prorruso en Ucrania.


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Tres de los ocho españoles arrestados este viernes por participar en la guerra de Ucrania son exmilitares. En la imagen, A.I.B., uno de los detenidos.



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Los ocho españoles detenidos en la 'Operación Danko' pertenecen a varias ramas de formaciones comunistas y recibieron apoyo de una especie de liga europea prorrusa.



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Dos de los españoles arrestados, H.A.P. (izquierda) y S.M.B.V. (derecha). Las edades de los detenidos están entre los 20 y los 30 años.


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Una imagen de B.L.M., otro de los españoles arrestados por combatir en la guerra de Ucrania. Las detenciones se han realizado en Asturias, Cataluña, Extremadura, Murcia, Navarra y Madrid.



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De uno de los detenidos se tiene certeza de que es un exmilitar que había estado en primera línea de fuego. En la imagen, A.R.S., arrestado en la 'Operación Danko'.



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S.M.B.V., otro de los ocho españoles detenidos este jueves por la Policía Nacional en una operación que se ha acelerado después de que tres de ellos regresaran a España este mes.


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A.I.B. (izquierda), S.M.B.V. (centro) y D.S.A. (derecha), detenidos en la 'Operación Danko', por participar en el conflicto armado en Ucrania con el bando prorruso. Los arrestados viajaron el año pasado a combatir en las regiones de Lugansk y Donetsk.

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Mensajepor Invitado » Vie 06 Mar, 2015 10:59 pm


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Mensajepor Invitado » Lun 16 Mar, 2015 8:42 pm

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En la televisión rusa, Putin reveló los detalles de cómo decidió la anexión de Crimea

El mandatario recordó las revueltas populares contra el gobierno de Yanukovich en Ucrania. "En la noche del 22 al 23 de febrero, dije a los colegas que debíamos empezar a trabajar en recuperar la península", contó

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etiope

Mensajepor etiope » Lun 16 Mar, 2015 9:40 pm

palominos escribió:Imagen

Miembros de la Brigada Internacional Carlos Palomino.

Detenidos ocho españoles por luchar en el bando prorruso en Ucrania

Se les imputa la participación en delitos de asesinato, tenencia de armas y explosivos. Tres de los arrestados son exmilitares

La Comisaría General de Información del Cuerpo Nacional de Policía ha detenido este viernes a ocho españoles por combatir en el bando prorruso de la guerra de Ucrania. Las detenciones han tenido lugar en Asturias, Cataluña, Extremadura, Murcia, Navarra y Madrid. Tres de los arrestados son exmilitares españoles y de uno se tiene total certeza de que había estado en primera línea de fuego, según fuentes de los servicios antiterroristas. Las edades de los encartados en la llamada Operación Danko están entre los 20 y los 30 años.

Los detenidos son: R.M.P, A.A.M., A.I.B, S.B.V., A.R.S., B.L.M., H.A.P. y D.S.A. Las detenciones se han producido en Gijón, Cartagena, Barcelona, Cáceres, Pamplona, Alcorcón (Madrid) y dos de ellos en Madrid capital. Las fuentes consultadas no han querido precisar si entre los retornados ahora detenidos se encuentran Rafael Muñoz Pérez, de 27 años, y Ángel Davilla-Rivas, de 22 años, los dos jóvenes españoles que hicieron publico a través de vídeos insertados en las redes sociales que se habían unido al Batallón Vostok, bajo las órdenes de Igor Strelkov, jefe de las Fuerzas Armadas de la República Popular de Donetsk.

Las primeras iniciales corresponden facilitadas (R. M. P.) con las de Rafael Muñoz, quien reside en Gijón, y Davilla-Rivas es residente en Cartagena, donde se ha ejecutado otro de los arrestos. El primero es natural de Madrid y extrabajador social, aunque está afincado en Gijón (Asturias) donde milita en las Juventudes de Izquierda Unida desde 2010; el otro, nacido en Murcia, es seguidor de los Colectivos de Jóvenes Comunistas de Cartagena, la rama juvenil del Partido Comunista de los Pueblos de España

Los ocho detenidos pertenecen a distintas ramas de formaciones comunistas y habían recibido apoyo de una especie de liga europea prorrusa. La operación se ha acelerado tras el regreso de tres de ellos a lo largo del presente mes de febrero; el último llegó la semana pasada. Los arrestados, según ha informado Interior, se desplazaron el año pasado a combatir a las regiones ucranias de Lugansk y Donetsk.



Los arrestados, que fueron detenidos en una operación a las 6.30 de hoy, participaron en el conflicto armado en la región de Donbass, por lo que se les imputan la participación en delitos de asesinato, tenencia de armas y explosivos y actos que atentan contra los intereses de España.

La identificación de los detenidos se ha visto facilitado por su tendencia a fotografiarse con material bélico (fusiles de asalto, artefactos y dispositivos explosivos) y colgar dichas imágenes en las redes sociales. Fuentes policiales indican que otro grupo de jóvenes españoles, igualmente de tendencia prorrusa y vinculados a movimientos comunistas, estaban preparando su salto a Ucrania.

La nota facilitada por Interior precisa: "Durante su estancia en territorio ucraniano, además de la presunta comisión de delitos de cooperación o complicidad en asesinatos y homicidios llevados a cabo por los grupos y batallones a los que se unieron, hay que añadir la tenencia y depósito de armas y explosivos, hechos que han difundido también a través de las redes sociales y con repercusión en la captación y reclutamiento de futuros combatientes".

La operación es similar a las que se están desarrollando en otros países de Europa para evitar el envío de combatientes y desmovilizar a quienes se lo estén pensando.Sin embargo, Interior asegura: "Se trata de la primera operación policial llevada a cabo en Europa contra las actividades de los combatientes extranjeros en el conflicto ucraniano".

Las fuentes afirman que la comunidad internacional en la que se apoyaban los ahora detenidos tiene ramificaciones en Alemania, Italia o Francia, entre otros países. De todos ellos han partido combatientes hacia Ucrania, algunos de ellos a través del llamado Comité de Apoyo a la Ucrania Antifascista.

Asturias es la comunidad más involucrada en el apoyo a los prorrusos de Ucrania. En diciembre de la año pasado, por ejemplo, un español armado con un fusil de francotirador, supuestamente integrado en el llamado Batallón Vostok, leía un comunicado de condena al asesinato de Francisco Javier Romero Taboada, Jimmy, natural de A Coruña y seguidor del Deportivo, y simpatizante de movimientos de ultraizquierda.



Esta operación, que culmina diversas investigaciones de la Comisaría General de Información dirigidas por la Fiscalía de la Audiencia Nacional, se está desarrollando en virtud de Diligencias del Juzgado Central de Instrucción número 1 de la Audiencia Nacional. La operación continúa abierta.

Un grupo de españoles que se autodefinieron como "anticapitalistas" relataron en septiembre que se habían desplazado al este de Ucrania para combatir junto a los separatistas prorrusos para hacer frente al "resurgimiento del Cuarto Reich en Europa"."Tenemos el honor de comunicaros que las Brigadas Internacionales han vuelto", proclamaban en un comunicado"

Estos jóvenes fundaron la Brigada Internacional Carlos Palomino en homenaje al joven antifascista asesinado en Madrid por un militar de ideología neonazi cuando acudía junto a otros radicales a reventar una manifestación de extrema derecha, que estaba integrada en el momento de su creación por "al menos de diez" españoles procedentes de "varias ciudades del Estado español". El comunicado que colgaron en las redes para anunciar su marcha, cargado de un lenguaje bélico y pretendidamente épico, concluye: "Donbass será la tumba del fascismo. Hoy como ayer ¡No pasarán! ¡Nos vemos en las barricadas!".



PROPAGANDA POPULISTA NAZI!!!!! A VER SI CONTRASTAMOS MEMBRILLOS FACHILLAS, QUE NO APRENDEIS!!!!

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Mensajepor Invitado » Lun 16 Mar, 2015 10:08 pm

uy, sí. El putinato no es nada nazi :clown:

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Mensajepor Invitado » Mar 17 Mar, 2015 2:41 am

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El Putinato

Javier Rupérez


Vladímir Putin, ilustre desconocido para la opinión pública internacional cuando fue elegido presidente de le Federación Rusa por primera vez en el año 2000, supo pronto granjearse la consideración de sus pares en las cancillerías mundiales. Nunca ocultó su pasada pertenencia al Comité para la Seguridad del Estado o KGB, la temida agencia soviética de inteligencia y seguridad, sucesora de la no menos aterradora Cheká de los gloriosos tiempos revolucionarios y antecesora de la que el propio Putin habría de presidir por corto tiempo tras la desaparición de la Unión Soviética, el Servicio Federal de Seguridad o FSB. El nuevo presidente ruso se hacía preceder de fama justiciera y exigente, tan necesaria, se dijeron muchos, dentro y fuera de Rusia, para intentar encarrilar el desastre político, económico y organizativo en que había desembocado la Rusia postsoviética durante los últimos años del mandato de Boris Yeltsin. Y, en efecto, fueron varios los líderes occidentales que, tras entrevistarse con el recién llegado e intentar tomar la medida de sus intenciones y capacidades, se apresuraban a transmitir la buena nueva: «He rastreado en el fondo de su mirada y he encontrado en sus ojos el reflejo de una persona en la que se puede confiar», decían. Y era tanta la urgencia para encontrar una manera de enderezar los destinos de la que había sido la patria del proletariado mundial que hasta el KGB aparecía revestido de virtudes taumatúrgicas.

La desaparición de la Unión Soviética en 1991 culminaba el proceso de desintegración política y económica del sistema al que Gorbachov, primero como primer secretario del Partido Comunista y luego como presidente de la Unión Soviética, había intentado dar salida con un tardío e imposible programa reformista. Cuando Boris Yeltsin, también un veterano de la nomenklatura soviética, se hace con la presidencia de la recién creada Federación Rusa tras la forzada dimisión de Gorbachov, los observadores occidentales emiten un cierto respiro de alivio: Yeltsin había ganado sus galones democráticos al oponerse al golpe contra Gorbachov organizado por los cuadros políticos y militares del PCUS y llegaba con una indisimulada agenda occidental en lo político y en lo económico. De lo primero daría fe la Constitución de 1993, indudablemente inspirada en los principios de las democracias burguesas. De lo segundo, la economía, la presencia en el entorno inmediato de nuevo líder ruso de jóvenes economistas prestos a proclamar y aplicar sus recetas ultraliberales. La experiencia no supo o quiso tener en cuenta las evidentes dificultades para transitar sin pausa ni respiro de una economía centralizada y estatalizada hacia otra de mercado libre y produjo adicionales y duras distorsiones: la inmensa mayoría de la población, repentinamente privada incluso de las parcas coberturas sociales que había establecido el sistema soviético, entró en una agobiante espiral de pobreza y miseria mientras que, al aire de las privatizaciones que Yeltsin generalizó, surgía una potente minoría de nuevos propietarios que habían accedido a los tesoros de la nación –la energía, los minerales, la siderurgia, la defensa– por el atajo de la proximidad al poder. El Yeltsin que había subido a la cúspide postsoviética en olor de multitudes se vio enseguida enfrontado a un Parlamento hostil y a una opinión pública tan radicalmente descontenta que acabó por negarle al presidente la más mínima consideración. Y como recuerda Karen Dawisha en su reciente y estremecedor libro, la crisis bancaria de 1998 «produjo una huida de capitales en torno a los veinticinco mil millones de dólares, una caída del 64% en el valor del rublo y una subida del 41% en los precios al consumo» (p. 185). Pero todavía existía la esperanza en los círculos euroatlánticos de que el sarampión libertario encontrara pronto cauce y que incluso la nueva clase millonaria, que había accedido al poder y al privilegio por caminos de indisimulada corrupción, acabara por convertirse en pacíficos y ordenados dueños de empresas, atentos a las leyes del mercado y a las del Estado de Derecho. Yeltsin, se decían, había resultado un bienintencionado pero incompetente administrador, al que impedimentos físicos y sociales habían reducido progresivamente a la incapacidad –fue posiblemente uno de los alcohólicos más públicos y conocidos de la historia–, pero del que no cabían olvidar sus posiciones favorables a la libertad, fuera de expresión, de prensa o de empresa.

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Anatoli Sobchak, exalcalde de San Petersburgo, fallecido, oficialmente, de un ataque al corazón

Incluso el hecho de que el entorno familiar del presidente –precisamente conocido por «La Familia»– se hubiera enriquecido desvergonzadamente, hasta el extremo de que Putin llegó a la presidencia de la Republica con el compromiso expreso de exonerar a Yeltsin y a su entorno de cualquier responsabilidad penal por los latrocinios cometidos, quedaba benévolamente anotado en las anécdotas del momento. No tan banal resultaba el papel adquirido por los que ya eran conocidos como los «oligarcas», el grupo de los beneficiados por las privatizaciones, verdadero núcleo de poder en la nueva Rusia. Ellos, junto con los rescoldos nunca apagados de las agencias de seguridad, son los que cooptan a Putin como sucesor, en la convicción de que en él encontrarían defensa para sus confusos y a menudo inconfesables intereses. Y entre ellos, de manera muy preeminente, el ya de antiguo amigo de Putin: Borís Berezovski. Karen Dawisha sospecha que «Putin visitó España con documentos falsos durante el período 1996-2000 para mantener reuniones de negocios entre él, Berezovski y elementos del crimen organizado ruso» (p. 146). Esos fueron los años de la irresistible ascensión de Putin en Moscú, tras haber dado sus primeros y lucrativos pasos en la administración municipal de San Petersburgo. Desde muy temprano había aprendido a no dar puntada sin hilo. Y, según todas las indicaciones disponibles, gracias entre otras cosas a la incansable investigación llevada a cabo por el fiscal español José Grinda González en sus actuaciones contra la mafia rusa en nuestro país, cuando llega a la presidencia de la Federación ya tiene establecido un sólido patrimonio inmobiliario en la costa mediterránea española junto con otros colegas y amigos con los que, desde principios de los años noventa, comparte aficiones varias. Sobre todo la de enriquecerse.

El desplome de la Unión Soviética, rápidamente aprovechado por las republicas periféricas y por los integrantes del Pacto de Varsovia para reclamar independencia y/o autonomía, cayó como un jarro de agua helada sobre la población rusa, que a la postre habría de mostrarse como la única columna vertebral del sistema inaugurado por los soviets en 1917. Una de las dos grandes potencias del siglo XX se había venido estrepitosamente abajo sin que el adversario hubiera tenido que disparar un solo tiro. El estropicio fue de tal magnitud que todavía hoy, veinticinco años después del evento, una buena parte de la población rusa se pregunta, terriblemente humillada, como aquello pudo llegar a suceder. Y lo que entonces era sólo una tímida y rencorosa explicación, hoy ha llegado a convertirse en moneda corriente en la Rusia del Putinato: la Unión Soviética fue derrotada por una gigantesca conspiración internacional que, naturalmente, había sido fraguada en las capitales occidentales, pero que tenía en la misma Unión Soviética aliados y cómplices objetivos. Gorbachov y Yeltsin se encontraban entre ellos.

Vladímir Putin, agente intermedio del KGB, en el que llegó a tener el rango de teniente coronel, estaba destinado en Dresde, en la Republica Democrática Alemana, en 1989, cuando se produce la caída del Muro del Berlín y, aunque no se conocen grandes detalles de sus actividades en aquel momento, más allá de constatar el intenso trabajo al que él y sus colegas debieron de dedicarse para incinerar sus archivos antes de que se produjera la reunificación de las dos Alemanias, quedan al menos dos rastros perceptibles de su actitud y comportamientos en aquellos momentos. Uno: del sistema caído sólo permanecía la estructura de los servicios de seguridad, tanto más cuanto que Yeltsin habría de declarar disuelto el PCUS nada más llegar a la presidencia. Fueron esos servicios y sus gentes, ya bajo siglas diferentes, los encargados de administrar las finanzas exteriores del extinto organismo, finanzas por lo demás abundantes, cuyo último destino debían ser las arcas de la neonata Federación Rusa, pero que, según todos los indicios, hicieron su camino de vuelta no sin antes engrasar los bolsillos y las cuentas de ahorro de sus recolectores. Putin, que había establecido contactos que se convertirían en duraderos con miembros de la temida Stasi de la República Democrática Alemana, contempló cómo sus colegas germanos se apresuraban a buscar en la vida de los negocios privados lo que la realidad les negaba por la agotada vía del servicio al desaparecido Estado. De aquellos tiempos germanos surgió el primer núcleo de fieles locales y rusos: Serguéi Ivanov, Nikolái Tokarev, Serguéi Chemezov, Evgueni Mijáilovich Shkolov y el alemán Matthias Warnig, antiguo agente de la Stasi y hoy mismo miembro del consejo de administración de Bank Rossiya, de Rosneft, de Verbundnetz Gas, de VTB Bank, presidente del consejo de Rusal –el mayor productor de aluminio del mundo– y de Trasnsneft, presidente del consejo de Gazprom Schweiz AG y director ejecutivo del proyecto Nord Stream, un oleoducto para llevar gas desde Rusia a Alemania. De esas empresas, Bank Rossiya, Rosneft y VTB están actualmente sancionadas por el gobierno estadounidense como consecuencia de las agresiones de Moscú contra Ucrania. Chemezov es uno de los personalmente sancionados. Enumerar las compañías en las que tiene cargos de responsabilidad ocuparía varias líneas de este texto (pp.53 y ss., 338 y 339).


    Putin vio cómo sus colegas de la Stasi obtenían a través de los negocios privados lo que ya no podía darles el servicio al desaparecido Estado

Y dos: Putin, cuyas convicciones patrióticas rusas coincidían con su personalidad y con la imperante en el servicio al que pertenecía, sintió con más acuidad que otros la catástrofe en que se veía sumergido su país y la nostalgia de los buenos y duros tiempos soviéticos, cuando Moscú era la capital de un imperio y trono de una gran potencia. Lo diría con franqueza unos años más tarde, en 2007, cuando afirmó: «Deberíamos reconocer que el colapso de la Unión Soviética fue el mayor desastre geopolítico del siglo. Y por lo que se refiere a la nación rusa, se convirtió en una verdadera tragedia. Decenas de millones de nuestros conciudadanos y compatriotas se encontraron de repente fuera del territorio ruso. Y, además, la epidemia de la desintegración infectó a la propia Rusia». La abundante bibliografía ya publicada sobre el personaje, y entre la que destaca El hombre sin rostro, de Masha Gessen (trad. de Juan Manuel Ibeas y Marcos Pérez, Barcelona, Debate, 2012), coincide en señalar la coincidencia de tales vectores –el dinero, el poder, la recuperación de la perdida grandeza rusa– en la temprana configuración del que, sin tardar mucho, habría de convertirse casi en el presidente vitalicio de la Federación Rusa. Todavía está por ver si no lo consigue.

Esa mezcla de avaricia –el diario británico The Guardian entrevistó en 2007 al analista político ruso Stanislav Belkovski, que cifraba por entonces la fortuna personal de Putin en cuarenta mil millones de dólares– y fachada patriótica tuvo una primera y contundente manifestación en Leningrado, pronto rebautizado como San Petersburgo, de donde el futuro presidente era originario y donde llegó a ser teniente de alcalde con el que fuera popular y en su momento hábil alcalde Anatoli Sobchak. Los manejos económicos de la pareja en sus mejores momentos, y en los que Putin se vio acompañado por los fieles de Dresde y por los recientemente adquiridos «oligarcas» de la nueva generación de billonarios, todos ellos indistinguibles de lo que en buena doctrina criminal puede considerarse como «mafia», dejaron un amplio reguero de oscuras realidades e inquietantes sospechas, mucha de ellas traducidas en investigaciones judiciales que sólo su llegada a la presidencia de la Federación permitiría archivar definitivamente. Los esquemas de enriquecimiento ilícito eran múltiples y abarcaban todas y cada una de las actividades productivas de la segunda ciudad rusa, en una ronda de latrocinios que tenían una doble finalidad. De un lado, crear una red de fieles servidores cuya mansedumbre era premiada con el robo prácticamente impune. De otro, y sin olvidar el propio enriquecimiento, construir un esquema de poder que el mismo Putin ha querido explicar en su «verticalidad» como el mejor sistema para acabar con el caos del inmenso y complejo país, pero que, en realidad, tiene otro alcance: colocar en sus manos todos los resortes de la autoridad.
La palabrería aparentemente democrática con que se manifiesta Putin –al que adecuadamente podría calificarse de nuevo autócrata ruso–no resiste un contraste con el análisis de la realidad y, tal y como Dawisha adelanta ya en el prologo de su libro (p. 1), Putin «ha construido un sistema basado en una depredación masiva y en un nivel que no se había visto en Rusia desde el tiempo de los zares.

Transparencia Internacional estima que el coste anual de los sobornos en Rusia se eleva a trescientos mil millones de dólares, equivalentes al total del Producto Interior Bruto danés o treinta y siete veces mayor que los ocho mil millones de dólares que Rusia gastó en 2007 en proyectos de prioridad nacional, tales como la salud, la educación o la agricultura. La fuga de capitales, que oficialmente ha llegado a los trescientos treinta y cinco mil millones de dólares desde 2005, equivalentes al 5% del PIB, ha engordado las arcas de los bancos occidentales, pero ha convertido a Rusia en la más desigual de todas las economías emergentes, en la que ciento diez billonarios controlan el 35% de la riqueza del país». No hace falta añadir que esos ciento diez son amigos y, por tanto, fieles seguidores de Putin. De otra manera no estarían en esa lista. Y de la época de Putin en San Petersburgo la misma autora subraya: «Las relaciones de Putin con sus amigos eran de reciprocidad: les facilitaba el acceso a la generosidad estatal bajo de la forma de permitir sus incursiones en negocios privados, facilitando a sus compañías contratos a dedo, y permitiendo a los tribunales legalizar sus actividades y criminalizar las de sus adversarios. A cambio, ellos le garantizaban su presencia en el poder; se convirtieron en el fundamento de su base; le ayudaban a financiar y asegurar sus victorias electorales; no le criticaban en público; hacían desaparecer de la escena a sus enemigos y le abonaban el correspondiente tributo» (pp. 102-103).

[imageleft]Imagen[/imageleft]Fue también en San Petersburgo donde comenzaron a producirse acciones violentas, en no pocas ocasiones con resultado de muerte, o fallecimientos inexplicables e inexplicados, o persecuciones judiciales sin fundamento, con la rara coincidencia de que todos ellos encontraban como víctimas a personas que habían osado mostrar su disconformidad con las prácticas de Vladímir Putin o de sus asociados. El catálogo es largo. Tan significativo como algunos de los casos, que sólo sirven de muestra: Iuri Shutov, que trabajó en la alcaldía de San Petersburgo con Sobchak y más tarde escribió un libro sobre las irregularidades del alcalde y de Putin, arrestado varias veces, murió en la cárcel, aparentemente de un ataque al corazón, en diciembre de 2014; Anatoli Levin-Utkin, periodista, que había denunciado en varias ocasiones las ilegalidades de Putin, fue asesinado el 24 de agosto de 1998 en la entrada de su vivienda, en San Petersburgo; Galina Starovoitova, parlamentaria crítica con el Gobierno, asesinada en su apartamento en San Petersburgo en noviembre de 1998; Igor Domnikov, Serguéi Novikov, Serguéi Ivanov y Adam Tepsurgaiev, periodistas de investigación, asesinados a lo largo del año 2000; Serguéi Yuschenko, del partido Rusia Liberal, miembro de la comisión parlamentaria que investigaba los ataques con bomba contra apartamentos en Moscú, asesinado en abril de 2003; Iuri Schcekochikin, parlamentario, miembro de la misma comisión, envenenado en julio de 2003; Mijáil Jodorkovski, «oligarca», dueño de la compañía petrolera privada Yukos, detenido, sometido a juicio en 2005 y encarcelado hasta este mismo momento, mientras la compañía ha sido disuelta y repartida entre afines al régimen1; Nikolái Gerenko, profesor de Etnología, activista de los derechos humanos, asesinado en Moscú en junio de 2004; Paul Klebnikov, director de la publicación financiera Forbes Russia, asesinado en Moscú en julio de 2004; Víktor Yúshchenko, candidato a la presidencia de Ucrania, deformado por envenenamiento masivo en septiembre de 2004; Andréi Kozlov, vicepresidente del Banco Central de Rusia, asesinado en Moscú en septiembre de 2006; Galina Politkovskaya, escritora y periodista crítica de las acciones bélicas llevadas a cabo por Rusia en Chechenia, asesinada en Moscú en octubre de 2006; Alexander Litvinenko, exagente del KGB/FSB, envenenado en Londres en noviembre de 2006; Stanslav Markelov, abogado especialista en derechos humanos, asesinado en Moscú en enero de 2009; Natalia Estemirova, periodista, secuestrada y asesinada en Chechenia en julio de 2009; Borís Nemtsov, político liberal, asesinado en una calle de Moscú el 27 de febrero de este mismo año. A los que habría de añadir a Serguéi Magnitski, abogado del fondo de inversiones Hermitage Capital, arrestado, encarcelado, torturado y muerto en prisión en 2009 como consecuencia de haber defendido los intereses de la compañía, sometida al acoso del entorno financiero gubernamental con la apenas escondida finalidad de hacerse con su propiedad. En 2012, el Congreso de Estados Unidos aprobó la hoy conocida como Magnitsky Act, prohibiendo la entrada en el país a todos los responsables de la muerte del abogado. El que fuera presidente de la compañía, Bill Browder, que había decidido invertir en la Federación Rusa impulsado en parte por el recuerdo de su abuelo, Earl Browder, frecuente visitante y gran admirador de la temprana Unión Soviética y presidente del Partido Comunista de Estados Unidos en los años cuarenta y cincuenta del siglo XX, acaba de publicar una interesante y desgarradora narración dedicada a su vida y a la manera en que las autoridades rusas le privaron ilegalmente de sus haberes. Merece un lugar destacado en la bibliografía sobre el Putinato y sus fechorías (Red Notice, Nueva York, Simon & Schuster, 2015).

Y a todos ellos, cuya lista no es exhaustiva, habría también que sumar las muertes producidas en lo que normalmente se tendrían por circunstancias anómalas, dada la buena salud, la relativamente corta edad del difunto o las características del óbito. En esa categoría se sitúa el ya mencionado Anatoli Sobchak, mentor y socio de Putin en los tiempos en los que el primero era el alcalde de San Petersburgo, oficialmente fallecido como consecuencia de un ataque corazón en Kaliningrado, en febrero de 2000: tenía sesenta y dos años. Sobchak, que había intentado sin éxito ser elegido miembro de la Duma, había declarado antes de su desaparición que Putin era «un nuevo Stalin, no tan sanguinario, pero no menos brutal y firme, porque esa es la única manera en que las cosas pueden funcionar en Rusia». O Borís Berezovski, el que fuera gran valedor de Putin en sus tiempos de San Petersburgo y primeras andanzas en Moscú, pronto peleado con el mandatario –en plena carrera ascendente– y muerto en Londres, de un aparente suicidio por ahorcamiento, en marzo de 2013: tenía sesenta y tres años. O Roman Tsepov, asociado a Putin desde los tiempos de San Petersburgo y, según varias fuentes, encargado de cobrar los «tributos» que el Kremlin percibía de empresas y hombres de negocios. Murió en 2004 víctima de un extraño envenenamiento. Tenía cuarenta y dos años. O Vitali Savitski, parlamentario en la Duma y miembro de la opositora Unión Demócrata Cristiana, muerto en 1995, en San Petersburgo, en un accidente de tráfico que llegó a ser bautizado como «muerte por Mercedes» cuando un vehículo de esa marca arrolló al que conducía al diputado provocando su muerte instantánea: tenía cuarenta años.


    Ninguna de las elecciones a las que ha concurrido Putin ha estado exenta de polémica y de acusaciones de fraude

Vladímir Putin ha venido influyendo de manera decisiva en diversas esferas del poder en Rusia desde que, en 1990, entrara a formar parte del equipo de dirección de la alcaldía de Leningrado/San Petersburgo. Fue miembro de la administración presidencial de Borís Yeltsin desde 1996, director del FSB en 1998, primer ministro y presidente en funciones en 1999 y elegido presidente en 2000. Tras dos mandatos, y por prescripción constitucional, debió dejar el cargo en 2008 a su colaborador y abogado Dmitri Medvédev, con quien parece haber establecido un sistema rotativo, aunque en la práctica, de nuevo como primer ministro, siguió dirigiendo los destinos del país. Reelegido presidente en 2012, ahora para un período de seis años, ya ha dejado caer su disposición a optar por un cuarto mandato en 2018. En caso de ser elegido, llegaría hasta el año 2024 en el poder.

Ninguna de las elecciones a que ha concurrido ha estado exenta de polémica y de acusaciones de fraude. Como prólogo a las primeras, fue el directo responsable del desencadenamiento de las acciones bélicas contra Chechenia en condiciones y resultados que han provocado, y siguen provocando, censura y espanto en los cada vez más reducidos medios de la oposición democrática rusa y en los observadores extranjeros que siguen los acontecimientos del país. En septiembre de 1999, dos edificios de apartamentos en Moscú fueron destruidos en sendos ataques con bombas, arrojando un resultado de 218 muertos. Putin, presidente en funciones, culpó de los atentados a los terroristas chechenos, pero un cuerpo de conjunto de pruebas cada vez más sólidas indican que fueron planeados y llevados a cabo por los servicios de la FSB, en una táctica planeada para elevar el nivel de tensión, justificar las acciones represivas y presentar al Gobierno y a su detentador como héroes de la martirizada nación rusa2.

Putin, de otro lado, ha conducido una política exterior plenamente acorde con su nostalgia de la extinta Unión Soviética y dirigida a condicionar directa o indirectamente el comportamiento de los países vecinos exsoviéticos a sus necesidades políticas o personales. La Rusia de Putin ha dado nacimiento a la existencia de los llamados «conflictos congelados», como consecuencia de los cuales países como Georgia, Moldavia o Azerbaiyán se ven privados del goce de la soberanía que habitualmente otorga el derecho internacional a los países independientes. Mientras, proyecta sin disimulo amenazas sobre los países bálticos, e incluso sobre Polonia. Bielorrusia, dirigida desde la caída de la Unión Soviética por un autócrata que al menos no tiene la pretensión de ocultarlo, se ha convertido en un satélite de Rusia. Por si hubiera alguna duda sobre las últimas intenciones de la moderna Federación Rusa, la anexión de Crimea por la fuerza y la sistemática agresión contra los territorios orientales de Ucrania dan muestra cumplida de una voluntad aventurera que no respeta ninguna convención internacional ni se atiene a los más elementales escrúpulos éticos, habiendo dado origen a una situación de crisis extremadamente peligrosa y, sin exageración, comparable a los peores tiempos de la Guerra Fría. Es transparente en todo ello el diseño político de devolver a la dolorida población rusa la dimensión de la grandeza perdida en lo que el país, colectivamente, considera la humillación de 1991. No menos transparente es el carácter de puro disimulo que oculta ese esquema. Putin no es un patriota ruso: es un ruso aquejado de la adicción al poder. A cualquier precio.


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A la derecha, Matthias Warnig, antiguo agente de la Stasi,
con el Viceprimer ministro Igor Sechin (San Petersburgo, marzo de 2012)


Vladímir Putin no es el «benévolo autócrata» que algunos en sus comienzos quisieron ver. Sus años al frente de Rusia lo han confirmado como dirigente caudillista dispuesto a sacrificar los intereses de la comunidad en exclusivo beneficio propio y de los que servilmente se pliegan a sus diseños. En el surco de sus acciones han ido desapareciendo metafórica o realmente los que a él se oponían en la economía, en la prensa, en la universidad, en la política, en la cultura o, simplemente, en la sociedad. El resultado, el Putinato, es un sistema radicalmente privado de libertades, pero también de imaginación, de capacidad creativa o de fuerza productiva. Andréi Piontkovski, un investigador de la Academia Rusa de Ciencias, lo definía con precisión: «El derecho a la propiedad en Rusia depende por completo de la lealtad del propietario al Gobierno ruso. El sistema no tiende a desarrollarse en la dirección de la libertad y de la sociedad postindustrial, sino más bien en la dirección del feudalismo, cuando el soberano distribuía tierras y privilegios entre sus vasallos y en cualquier momento podía arrebatárselos […]. Durante la última década se ha desarrollado un mutante que no es ni capitalismo ni socialismo sino una criatura hasta ahora desconocida cuyas características definitorias son la mezcla del dinero y el poder político, la institucionalización de la corrupción y el dominio de la economía por parte de grandes corporaciones […] que progresan gracias a los recursos públicos» (p. 335). Freedom House, la prestigiosa institución estadounidense dedicada a observar la evaluación de la democracia en el mundo, en su informe de 2015 sobre la libertad en el mundo, califica a Rusia como país «no libre» y le otorga una puntuación similar a la de Ruanda, Irak, Irán, República Democrática del Congo, Etiopía, Argelia o Brunéi.

Esa figura laboriosamente trabajada de «macho» defensor de la dignidad de la patria, a la que Putin sigue dedicando lo mejor de sus esfuerzos publicitarios, ha logrado calar efectivamente en amplios sectores de la población rusa que, desprovista de puntos de vista alternativos, otorga al Putinato altas cifras demoscópicas, consiguiendo con ello una peligrosa evasión de la realidad y un cada vez más profundo hueco de incomprensión entre la Rusia actual y el mundo democrático y desarrollado. Los rusos viven hoy una realidad paralela cuyas últimas y catastróficas consecuencias están todavía por conocer, pero cuyos primeros indicios se observan en la ceguera con que reciben las sanciones internacionales como consecuencia de las acciones agresivas contra la soberanía de Ucrania: no han servido para una reconsideración de los comportamientos, sino para un aumento de las baladronadas inducidas por la predicada paranoia en la que el Gobierno ruso quiere envolver a la ciudadanía. Sabe Putin que el carácter indiscriminado y sangriento de la represión practicada durante los tiempos de Stalin puede ser eficazmente sustituida, y con las mismas consecuencias, por otra represión, individualmente acomodada a las necesidades y objetivos. Lo que quizás ignora es que el mismo Stalin, por no hablar de sus sucesores, practicó en la vida internacional un marcado sentido del realismo, poco dado a las aventuras a las que el exagente de la KGB parece hoy tan inclinado. No resulta excesivo afirmar, y con ello prevenir, los riesgos que encierra el Putinato: es el mayor peligro para la paz y la estabilidad en Europa, y, con ello, en gran parte del mundo, desde que Adolf Hitler comenzó su ascenso al poder en Alemania en los años treinta del pasado siglo. Y también contaba con la simpatía mayoritaria de su pueblo.

José Grinda González, el fiscal español que había perseguido y encarcelado a varios miembros de las mafias rusas en España, manifestó en una reunión privada mantenida con representantes extranjeros de otros servicios judiciales, y que difundió Wikileaks en 2010, su convicción de que «Rusia, Bielorrusia y Chechenia eran Estados mafiosos». Quizá no exista mejor definición de la realidad hoy encarnada en la Rusia del Putinato.

    Javier Rupérez es embajador de España y miembro correspondiente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Sus últimos libros son El espejismo multilateral. La geopolítica entre el idealismo y la realidad (Córdoba, Almuzara, 2009), Memoria de Washington. Embajador de España en la capital del imperio (Madrid, La Esfera de los Libros, 2011) y, con David Vítores, El español en las relaciones internacionales (Barcelona, Ariel/Fundación Telefónica, 2012).


    1. «¿Putin hizo detenerlo porque quería apoderarse de su compañía y no por razones de rivalidad política y personal? No exactamente. Metió entre rejas a Jodorkovski por la misma razón por la que suprimió las elecciones o hizo matar a Litvinenko: en su continuo intento de convertir al país en una réplica a tamaño gigante de la KGB, no puede haber sitio para disidentes, y ni siquiera para actores independientes […]. Putin, como de costumbre, era incapaz de distinguir entre sí mismo y el país que gobernaba. La codicia no es su principal instinto; es simplemente un instinto al que nunca puede resistirse» (Masha Gessen, op. cit., p. 252). ↩
    2. «¿Era un grupo situado entre las murallas del Kremlin el que estaba detrás de esos ataques? […] la credibilidad de Putin como un halcón de la seguridad y como cabeza del «partido de la guerra» necesitaba establecerse no únicamente en el Kremlin, sino también a ojos de la opinión pública. Las bombas en los apartamentos tuvieron el efecto de inducir el pánico en el conjunto del país, pero sobre todo en Moscú […]. La gente estaba clamando venganza y Putin se convirtió en su vehículo» (Karen Dawisha, op. cit., p. 209). ↩

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etiope

Mensajepor etiope » Mar 17 Mar, 2015 6:53 am

Javier Rupérez es embajador de España y miembro correspondiente de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Sus últimos libros son El espejismo multilateral. La geopolítica entre el idealismo y la realidad (Córdoba, Almuzara, 2009), Memoria de Washington. Embajador de España en la capital del imperio (Madrid, La Esfera de los Libros, 2011) y, con David Vítores, El español en las relaciones internacionales (Barcelona, Ariel/Fundación Telefónica, 2012).


Habló quien pudo.....Javier Ruperez:clown:, ja!
Miembro de la Real Academia de Ciencias Morales, con esto está todo dicho. Sinvergüenzas!!!!!

Noticia del 2004....entre otras lindezas.

Manipulada la traducción de la lista de contratos petrolíferos del anterior gobierno iraquí

Javier Rupérez, embajador de España en EEUU, habría sido uno de los beneficiarios encubiertos de los contratos petrolíferos de Iraq en el marco de un 'lobby' del PP previo a la guerra

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Mensajepor Invitado » Dom 22 Mar, 2015 2:43 am

Putin es un ser de luz :clown:

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Isabel

Mensajepor Isabel » Dom 22 Mar, 2015 4:15 pm

Quien haya visitado Rusia sabrá la diferencia entre la Rusia de Yeltsin y Gorvachov con la de Putin. Las colas cambiando dólares, la desesperanza a un crecimiento de la economía en todos los estratos sociales. Putin controla de momento a los oligarcas y ha conseguido que el pueblo ruso levante cabeza y se sienta orgulloso de su lugar. Y las críticas siempre vienen de mediso pro USA que están metiendo cabeza en las fronteras desde las repúblicas bálticas a Georgia y Ucrania, sí porque Crimea nunca fue de Ucrania, solo hay mención de tal dislate en la Constitución que el golpe de estado aupiciado por Merkell derribó, implantándose maidanes y destrozando Ucrania como bien habían hecho mucho antes en Yugoeslavia al reconocer la independencia de Croacia y fomentar una guerra a la que luego se sumaría E Unidos, que dejó una carnicería detrás. Croacia es rusa gracias a la visión de estadista de Putin pese a la propaganda occidental que quiere resucitar una guerra fría con sus comentarios siempre anti rusos. Además es no conocer que si no es Putin, que es un estadista conservador, detrás la principal fuerza política es el partido comunista.
La visión de un imperialismo americano choca con la pujanza de potencias como China y Rusia y eso ha motivado barbaries como la de Ucrania en el Este de Europa, con sus corruptos revolucionarios naranjas y luego directamente nazis maidan y las revoluciones de colores de Oriente próximo, eliminando regímenes que no siendo democracias garantizaban derechos y libertades que ahora no existen como en el caso de la Libia de Gadafi, el Irak de Saddam Hussein y la Siria de Assad hijo. En el primer caso Sarkozy, y luego Estados Unidos, recordemos la risotada de Hillary Clinton cuando se enteró del asesinato del lider libio, y en el caso de Irak directamente Estados Unidos en una rapiña constante de petroleo y gas ajenos. Ahora que no existen esos muros de contención se niegan a ver el peligro de armar a asesinos tanto al Este de Europa como en Oriente Próximo. En un principio hablando con un norteamericano dedicado a los negocios me reconoció que no fue buena idea la de implantar las revoluciones de colores de la forma más ingenua y terrible dijo algo más o menos así " es que no son como vosotros en Europa dio un buen resultado la Democracia Cristiana, pero allí no está claro" se refería implícitamente a Italia.
Hablar de buenos y malos es absurdo ni Putin es un ser de luz ni lo son las potencias Alemania-Francia, Estados Unidos o China, es una lucha por los combustibles fósiles y sus áreas de influencia y el peligro de degenarar todo en una guerra como salida a la crisis del nuevo tipo productivo que estamos viviendo.

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Isabel

Mensajepor Isabel » Dom 22 Mar, 2015 4:19 pm

quise decir Crimea. No he podido corregir al no tener registro.
Perdón por la confusión que pueda derivarse al leer mi texto.
Solo es correcta la mención a la región croata en el caso que cito de pasada como ejemplo anterior del modus operandi alemán con Yugoeslavia
Gracias .

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Mensajepor Invitado » Dom 22 Mar, 2015 5:29 pm

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Mensajepor Invitado » Vie 10 Abr, 2015 10:23 pm

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Ucrania prohíbe la hoz y el martillo

El Parlamento de Kiev aprueba una ley que equipara el comunismo al nazismo


La Rada Suprema de Ucrania (Parlamento) aprobó este jueves una ley que condena el comunismo y el nazismo y prohíbe la propaganda y los símbolos de ambas ideologías. El documento, presentado a la Rada en nombre del primer ministro Arseni Yatseniuk y el Gobierno, fue respaldado por 254 diputados (de los 423 de la cámara) y es parte de un polémico paquete de leyes dedicadas a erradicar el comunismo y a equipararlo a la ideología nazi.

El Estado estará obligado a “realizar investigaciones y publicar información sobre los delitos cometidos por los representantes de estos regímenes totalitarios con el fin de impedir que estos delitos se repitan en el futuro, erradicar la amenaza a la soberanía, a la integridad territorial y a la seguridad nacional de Ucrania y también para establecer la justicia histórica”, según la nota explicativa de la ley recogida por el servicio ZN.ua.

La justificación de las actividades de los órganos de poder soviético y de la seguridad del Estado en Ucrania así como la lucha contra los “combatientes por la libertad” de Ucrania serán consideradas como propaganda. Asimismo, se prohíbe el uso de símbolos como la hoz y el martillo, los escudos de la Unión Soviética y de la República Socialista Soviética de Ucrania, que fue uno de los 15 territorios federados que compusieron la URSS hasta la desaparición de ese Estado en 1991. También quedarán prohibidos el himno, las banderas, las consignas comunistas y las imágenes y los monumentos a miembros del Partido Comunista y al poder soviético y los nombres de las calles y de las localidades dedicadas a éstos.

El Parlamento ha declarado el 8 de mayo el “día de la memoria y la reconciliación en honor de todas las víctimas de la Segunda Guerra Mundial”. Además, se seguirá celebrando la fecha tradicional del 9 de mayo en la que Rusia y otros países postsoviéticos celebran el día de la “Victoria” de la URSS contra el fascismo.

Ucrania sustituye la expresión Gran Guerra Patria (desde la invasión nazi en 1941 hasta 1945) por Segunda Guerra Mundial (1939-1041) uniéndose así a la terminología habitual en Occidente. El uso público de símbolos nazis o comunistas se podrá castigar con hasta cinco años de cárcel y confiscación de la propiedad y, en el caso de que se trate de una organización que use medios de difusión, con diez años de cárcel.

Las autoridades ucranianas apuntan hacia el Partido Comunista de Ucrania, cuyo líder Petró Simonenko fue interrogado el lunes por el Servicio de Seguridad. Analistas políticos independientes consideran que el veto de los símbolos comunistas resulta inoportuno en la actualidad por cuanto puede recrudecer enconadas polémicas.




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