LIBIA

Un lugar con buen talante y pluralidad democrática donde se debate lo más relevante de la política y la actualidad nacional e internacional.

Imagen

Avatar de Usuario
Invitado

Al ataque la Cofradía del Santo Reproche - Alberto Moyano

Mensajepor Invitado » Sab 05 Dic, 2015 9:40 pm




NI SE habían apagado los ecos de los disparos de París, cuando las infatigables cofradías de penitentes alzaban sus pasos procesionales e iniciaban sus respectivos recorridos desgranando sus habituales letanías para recordarnos, una vez más, que la matanza era el justo castigo por nuestros innumerables pecados. De vez en cuando, desde las redes sociales, se asoman penitentes a cantar sus saetillas, mientras los costaleros apuran el paso sin saltarse pero es que ni una estación del trillado Calvario. A saber: Occidente bombardea, Europa vende armas, la CIA los entrena, el mundo es un lugar injusto y desigual…

Del hecho de que no haya supervivientes entre los clérigos con cinturón bomba que han perpetrado la masacre deducen complots que nunca terminan de concretar; de que las escabechinas en París causen aquí mayor conmoción que las de Siria infieren que los blancos somos moralmente inferiores, una suerte de racismo inverso, como si a los iraquíes les sacudieran igual las que se cometen en Mosul que las que se perpetran en Kenia. Es la condición humana, terriblemente defectuosa. Por supuesto, algunos son -o al menos así se exhiben en público- perfectos santurrones que cargan con los pecados del mundo, pero no nos pueden exigir esos niveles de virtuosidad a los que carecemos del don de la fe.

Por increíble que parezca, hay supuestos progresistas que se abrazan a los heraldos de la desigualdad, gentes que consideran los cuerpos y las mentes de sus mujeres ‘territorios ocupados’; por inverosímil que resulte, hay quien vincula las ejecuciones de los caricaturistas del profeta con el hambre en el mundo; por estúpido que se antoje, hay quien no asume que quien está loco por castigar siempre encuentra razones para hacerlo; por rocambolesco que sea, aún pululan los convencidos de que la emancipación de los desfavorecidos pasa por cumplir a rajatabla los designios de Alá; y por inaudito que sea, los hay persuadidos de que sus expiaciones públicas les redimen de sus pecados, dejando bien claro de paso que el resto somos unos impíos. Y en el colmo del delirio, cierran el círculo recalcando que los yihadistas matan más musulmanes que occidentales, lo cual supone una refutación en toda regla sobre supuestas culpabilidades derivadas de nuestro ‘pecado original’ y que aclara que todo esto no tiene nada que ver con quién vende armas a quién, sino con razones que sólo el Altísimo entiende y cuatro iluminados fingen hacerlo.

Si por las razones que sean, te consideras a ti mismo acreedor a un fusilamiento en una discoteca en virtud de tu condición de blanco y occidental -dicho sea de forma retórica, porque en realidad estos ‘picados’ siempre predican sobre los latigazos que caen en espaldas ajenas-, se dice y no pasa nada. Pero no nos martirices entonando a voz en grito el ‘Yo, pecador’. Otra vez, no, por favor. Ya tuvimos nuestra ración, más que suficiente, de severos en sotana. Y no queremos más.

Avatar de Usuario
Invitado

La identidad desdichada - PEDRO G. CUARTANGO

Mensajepor Invitado » Sab 05 Dic, 2015 9:43 pm

La identidad desdichada

PEDRO G. CUARTANGO



EDMUND Burke dice unas palabras esclarecedoras en sus 'Reflexiones sobre la Revolución Francesa', uno de los libros más importantes sobre filosofía política que se han escrito: hay un límite en el que la tolerancia deja de ser virtud. Edmund Burke defiende frente a Robespierre el derecho a conservar el mundo tal y como era antes de la toma de La Bastilla.

Burke era un pensador reaccionario, pero tenía razón en su animadversión a los ilustrados que querían hacer tabla rasa de la cultura europea y, sobre todo, se daba cuenta de los peligros de prescindir de los valores tradicionales que daban sentido a la vida como la patria, la religión y el honor.

Tras varias décadas de exaltación de la pluralidad, la tolerancia y el progreso social, la paradoja es que Europa está volviendo sus ojos hacia el pasado, hacia una época de certidumbres en la que todo parecía seguro y en la que el Estado aparecía en el imaginario colectivo como el garante de nuestro bienestar y nuestra seguridad.

Los brutales atentados de París han vuelto a suscitar este sentimiento: no queremos ser lo que queríamos ser, sino retornar a un pasado en el que nos sentíamos reconciliados con nuestros vecinos, orgullosos de nuestra ciudad, protegidos por nuestra Policía y confiados en nuestras instituciones.

Estamos dejando de querer ser ciudadanos de la aldea global, de un mundo sin fronteras y de una sociedad de la inmediatez, para volver a ser personas que gustan pasear por su barrio, tomarse una cerveza con un amigo y leer un periódico de papel. Todo eso está empezando ya a fraguarse e irrumpirá pronto con la misma fuerza que el retorno de lo reprimido, por utilizar los términos de Freud.

Ahí está el ejemplo de los millones de personas que han huido de Siria, Irak y otros países para venir a Europa. Al principio fueron acogidos con generosidad, hoy son vistos como una amenaza mientras se levantan fronteras por doquier.

Queremos ser como éramos y no como nos habíamos creído que teníamos que ser. Esa constatación es demoledora. El futuro ha pasado a ser un problema mientras que el pasado nos ofrece las certezas que añoramos. Pero no podemos reconocer algo tan sencillo porque es políticamente incorrecto y suena a pensamiento conservador.

Lo que sucede es que la realidad es mucho más compleja que los clichés. Hemos aceptado como dogmas de fe innumerables tonterías que ahora se han derrumbado. Por ejemplo, estamos empezando a pagar nuestro desprecio por la cultura del esfuerzo en la educación y en el trabajo.

Decía Talleyrand que nadie que no hubiera conocido los tiempos de antes de la Revolución, podría saber lo que era la dulzura de vivir. Ahora nos empieza a pasar lo mismo porque no hemos sabido distinguir el grano de la paja.

No estoy diciendo que volvamos miméticamente al pasado, porque eso ni es bueno ni es posible, pero sí que pensemos un poco antes de tirar ciertos valores al cubo de la basura. Como la sangre, el pasado pesa más que el agua.

Avatar de Usuario
Invitado

Hollande anuncia una "guerra sin tregua" contra el Estado Islámico

Mensajepor Invitado » Sab 05 Dic, 2015 9:52 pm



Hollande anuncia una "guerra sin tregua" contra el Estado Islámico
El presidente de Francia, François Hollande, prometió hoy una "guerra sin tregua" contra el Estado Islámico (EI), al que combatirá en Oriente Medio con medios militares y en su país con una reforma constitucional y un refuerzo de la seguridad interior

Avatar de Usuario
Invitado

Episodio islamófobo en París

Mensajepor Invitado » Sab 05 Dic, 2015 9:55 pm



Episodio islamófobo en París: "¿Que me vaya yo? Esto es el mundo al revés"

La tensión que se vive en París tras los atentados terroristas del pasado viernes se traduce en algunos episodios islamófobos, como el de un hombre que hoy vejó verbalmente a una mujer con velo islámico en el metro de París hasta dejarla llorando, en una escena que presenciaron dos periodistas de Efe.

Poco antes del minuto de silencio en señal de duelo nacional al mediodía de hoy, un varón de unos 40 años increpó a una mujer de rasgos árabes y con velo islámico en un vagón de la línea 3 del metro de París, a la altura de la estación de Arts et Metiers, a pesar de las llamadas a la tolerancia, el respeto y la unidad de líderes religiosos y políticos.

El hombre increpó a la mujer y se enzarzaron en una discusión, hasta que esta, notablemente alterada, le insultó y le dijo que se fuera del vagón.

"¿Que me vaya yo? ¿Que me vaya yo? ¿Qué te crees? ¿Crees que es el mundo al revés?", le lanzó el hombre con actitud desafiante a la mujer, antes de que varias jóvenes que viajaban en el mismo vagón se acercaran a consolar a la mujer.

Un pasajero alertó entonces a la conductora del metro, que detuvo el suburbano e identificó al varón ante los servicios de seguridad del transporte público parisino.

Avatar de Usuario
Invitado

Siria

Mensajepor Invitado » Sab 05 Dic, 2015 9:58 pm

Untangling the Overlapping Conflicts in the Syrian War

What started as a popular uprising against the Syrian government four years ago has become a proto-world war with nearly a dozen countries embroiled in two overlapping conflicts:

Imagen


Avatar de Usuario
Invitado

Radicales al volante del autobús - ENRIC GONZÁLEZ

Mensajepor Invitado » Sab 05 Dic, 2015 10:34 pm

Imagen

Ciudadanos parisinos son evacuados en la noche del 13-D, cerca de la sala de conciertos Bataclan


Radicales al volante del autobús

Cada vez, más conductores de la RATP extreman su fe musulmana. Uno de los terroristas de la sala Bataclan, fue chófer hasta 2012

ENRIC GONZÁLEZ


La RATP, la empresa que gestiona el autobús y el metro en la región parisina, sufre cada vez más problemas con la radicalización de algunos de sus empleados musulmanes. Se trata, según datos no confirmables, de una de las sociedades francesas con más trabajadores en el fichero S, la lista policial de musulmanes potencialmente yihadistas. Sami Amimour, uno de los terroristas que asaltaron la sala Bataclan, fue conductor de autobús en París hasta finales de 2012.

La Sociedad Autónoma de Transportes Parisinos (RATP) tiene 43.000 empleados. Los musulmanes constituyen una minoría. Y los musulmanes intransigentes, casi todos conductores de autobús, una minoría dentro de esa minoría. Pero su presencia se hace cada día más notoria. En 2012, un grupo de empleadas, entre ellas al menos una musulmana, difundieron un vídeo en el que denunciaban actos discriminatorios y vejatorios por parte de sus compañeros integristas. Estos compañeros se negaban a saludarlas, prohibían su acceso a las salas comunitarias que ellos habían decidido convertir en espacio para los rezos, e incluso se negaban a conducir un autobús si el turno anterior había sido efectuado por una mujer.

A raíz de esa denuncia, la dirección de la RATP efectuó una investigación interna y el resultado fue, en 2013, una lista de instrucciones llamada Código de Laicidad, en la que se prohibían las prácticas discriminatorias y la exhibición de símbolos y rituales religiosos. Un portavoz sindical indicó ayer que el código interno no había logrado cambiar nada, pero relativizó el alcance del problema: "Somos una gran empresa con muchos empleados y es normal que dentro de ella se vivan algunas de las dificultades que afectan al conjunto de la sociedad", dijo. "Quienes al parecer vulneran el código son un grupo reducido de conductores", añadió.

La crisis interna de la RATP comenzó en 2011, meses antes de la protesta de las conductoras. Desde 2005, cuando los suburbios parisinos entraron en incandescencia y la alienación de la población musulmana se convirtió en un problema de Estado, los autobuses eran frecuentemente apedreados y sometidos a actos de vandalismo en cuanto circulaban por ciertas zonas de la periferia. Para tratar de resolver el problema, la empresa decidió contratar a 1.800 nuevos conductores procedentes de los suburbios y elegidos por su influencia en las comunidades musulmanas. Se les llamaba "hermanos mayores". A corto plazo, la medida fue un éxito. Los ataques contra los autobuses se redujeron de forma súbita.

De forma simultánea, sin embargo, aumentó el integrismo musulmán en la empresa. La presencia de los nuevos conductores provocó un cambio colectivo. Sami Amimour, por ejemplo, se dejó crecer la barba y se afeitó el cráneo en esa época. La familia del terrorista autoinmolado el viernes asegura que Amimour no se radicalizó en una mezquita o, como otros, en una cárcel, sino en su puesto de trabajo. A finales de 2012, Amimour fue interrogado por la policía, como sospechoso de preparar un viaje a Somalia para unirse a un grupo yihadista. A raíz de ese interrogatorio, tras el que fue obligado a comparecer mensualmente en comisaría, dejó el empleo y preparó otro viaje. Al año siguiente estaba ya en Siria.

La actitud de los conductores integristas no afecta sólo a sus compañeras femeninas. Exigen comida halal en las cantinas y comen al margen de los otros trabajadores, se declaran enfermos por sistema cada viernes, para acudir a la mezquita, e interrumpen sus rutas a la hora de las oraciones. También se niegan a conducir vehículos cuya publicidad exterior incluya imágenes de mujeres.

El diario Le Parisien informó en su edición de este martes de que la RATP es una de las empresas francesas con más empleados incluidos en el fichero S. El dato no es comprobable, dado que el contenido del fichero es confidencial. Pero hace pocas semanas la empresa de metros y autobuses despidió a un agente de seguridad porque, además de estar incluido en el fichero de potenciales yihadistas, la policía le había considerado "persona de riesgo elevado" y le había retirado la licencia para llevar armas.

Avatar de Usuario
Invitado

El terror y sus intérpretes - Ricardo Dudda

Mensajepor Invitado » Sab 05 Dic, 2015 10:40 pm

Imagen


El terror y sus intérpretes

Ricardo Dudda


La idea de que la comprensión del terrorismo es el primer paso para tolerarlo parece equivocada. Contra el famoso proverbio, comprender todo no tiene por qué significar perdonar todo. Pero quien busca “comprender” a los terroristas a la vez, o incluso antes, que condenarlos se acerca más a la justificación de sus atrocidades que a su comprensión. Como dice Christopher Hitchens, “si sabe lo que pasaba por la cabeza de los asesinos, es su solemne responsabilidad informarnos de su fuente de información, y compartirla con las autoridades. Si no sabe lo que les pasaba por la cabeza -algo que parece muchísimo más probable- ¿por qué corre para presentarse como el muñeco del ventrílocuo de una facción de esa clase?”. Se refiere a quienes creen saber los motivos y causas “verdaderas” de los asesinos, quienes dicen, después de que yihadistas maten a 130 personas al grito de “Alá es grande”, que el terrorismo no tiene religión. Porque el mal es el mal, una idea estúpida que nos deja impotentes ante él. La religión es una ideología. Y no hay terrorismo sin ideología.

Antes incluso de saber el primer recuento de muertos en París, muchos intentaron encuadrar lo ocurrido en sus marcos preconcebidos. Realizaron juicios absolutos y no fueron capaces de discriminar moralmente entre víctimas y verdugos. Equipararon no solo los ataques terroristas con las acciones militares occidentales, sino el terrorismo con la islamofobia, un concepto que se instrumentaliza ideológicamente y que inintencionadamente protege al islamismo radical. Un columnista habló de la “mirada mortal” que van a sufrir los musulmanes franceses tras los atentados, cuando lo verdaderamente mortal es lo que mata de verdad. La capacidad de discriminación moral, concepto que utilizó Hitchens para criticar a aquellos que tras el 11S (especialmente Noam Chomsky) querían ver la misma culpa en Occidente que en los yihadistas, es lo que nos diferencia de los fundamentalistas.

Los atentados en París han hecho resurgir una tribu de tragedy hipsters, como los llama un tuitero estadounidense, que denuncian que se ponga el foco en París cuando otros atentados ocurren en otras partes del mundo. Son las “mentes sutiles” de las que habla Emmanuel Carrère. Piensan que su luto es más legítimo porque es más universal (cuando en realidad es más narcisista), y que ante estas tragedias solo sirve la intuición y un sentimiento global de rabia. El cómo se reparta ese odio y a quién se dirija no importa (aunque suele ser hacia uno mismo y Occidente). Otras posturas son menos soberbias y más benevolentes. Algunas incluso tiernas, de tan ingenuas, como las soluciones de Podemos para acabar con Estado Islámico. Son una carta de un niño a la ONU pidiendo la paz mundial.

Cuando critican el eurocentrismo, los hipsters de la tragedia también acusan a la prensa occidental. El periodista Javier Espinosa, actual corresponsal de El Mundo Asia, y durante años en Oriente Medio, se jugó la vida para contar lo que ocurría en la guerra siria. El Estado Islámico lo secuestró y consiguió sobrevivir para luego escribir sobre ello. Los periodistas freelance Antonio Pampliega, José Manuel López y Ángel Sastre están secuestrados en Siria desde julio para que alguien en Facebook pueda enterarse de que allí muere gente y pueda decir que no se habla de ello. Y lo hacen cobrando 35 euros por cada artículo. Internet te permite ver la guerra de Siria con drones, un paseo en 3D por la ciudad de Gaza destruida tras la guerra con Israel en 2014 y una completísima base de datos actualizada de las víctimas de la guerra siria con nombres y apellidos. La desinformación es una elección.

Los asesinados en París murieron por ser libres. Para vivir en libertad no hace falta darse cuenta de ello. Murieron escuchando música “apóstata” en un concierto “amoral y de desenfreno” (como son las mejores fiestas), cenando en la terraza de un restaurante camboyano, viendo un partido de fútbol. Es muy fácil ofender a los yihadistas. Simplemente hay que continuar nuestra vida. Lo que más repudian es justo lo que más nos gusta. En un famoso artículo, Salman Rushdie hace una lista de aquellas cosas que indignan a los fundamentalistas:

    “El fundamentalista cree que no creemos en nada. En su mirada del mundo, tiene las certezas absolutas, mientras nosotros estamos hundidos en indulgencias sibaritas. Para demostrarle que está equivocado, primero debemos saber que está equivocado. Debemos ponernos de acuerdo en lo que es importante: besarse en lugares públicos, los sándwiches de bacon, estar en desacuerdo, la moda vanguardista, la literatura, la generosidad, el agua, una distribución más equitativa de los recursos de la Tierra, las películas, la música, la libertad de pensamiento, la belleza, el amor.”

Avatar de Usuario
Invitado

Responsabilidad - DAVID GISTAU

Mensajepor Invitado » Sab 05 Dic, 2015 11:08 pm

Responsabilidad

DAVID GISTAU



SI DOS habitantes de una gran ciudad que no pertenecen a ámbitos sociales muy remotos se ponen a comparar la gente a la que conocen, tarde o temprano descubrirán que tienen amigos o al menos relaciones comunes. Los habitantes de París hacen estos días una exploración semejante y muchos, al menos los de cierta generación, se dan cuenta de que están conectados con alguien que murió en los bares o en el Bataclan. Con uno que los días laborables comía su menú en el mismo lugar. Con uno que es primo de un amigo del colegio. Con todos, en realidad, los que ese viernes por la noche hacían algo que todos los parisinos de cierta generación y ciertos gustos han hecho alguna vez y podrían haber estado haciendo en ese preciso instante, en esos mismos lugares. Es la impresión de haber sido aludida toda ella que cierta generación madrileña tendría si fueran asaltados los teatros y los bares de Latina.

Esta transversalidad de la muerte –tanto hablar de lo transversal, y helo aquí–, que en realidad siempre fue el catalizador del miedo usado por el terrorismo –que todos nos sintamos objetivos–, ha motivado en las interpretaciones de estos días algunas aberraciones morales que atribuiremos a la conmoción del momento. Por ejemplo, ésa según la cual las matanzas son más fáciles de explicarse y de sobrellevar si las padecen sólo judíos: personas en las que es posible detectar una culpa de ser que mantiene la muerte contenida en unos límites tolerables. Pongan un policía en la puerta de sus colegios y sigamos con nuestras vidas.

En realidad, la transversalidad del asesinato es tal que lo trasciende todo. Trasciende a los judíos. A los aficionados al rock. A los parisinos. A los franceses. Hasta abarcarlo todo en Occidente e incluso en la parte del islam que es masacrada por crímenes sectarios, por mentalidades apocalípticas. Esto es una mala noticia para quien pretendiera no darse por aludido. Para quien creyera que ciertas tareas podrían delegarse otra vez en sociedades más fuertes y dispuestas al sacrificio. La española no está entre ellas: su Bataclan lo desaguó contra su propio gobierno, sin conciencia alguna del enemigo, puesto que darle credencial de existencia equivale a tener que combatirlo, y España lleva toda la contemporaneidad occidental replegándose para que eso lo hagan otros mientras nosotros debatimos con pasión en los cafés. Ahora en el «tuiter». Hay varios burladeros en los que escaquearse. El del pacifismo y los iconos amables, el de la propuesta de lanzar en paracaídas Yoko Onos que hagan la pedagogía del abrazo de civilizaciones. Hay otro que consiste en descubrir la comodidad en la que vive la nación segundona que delega las tareas y no teme castigo porque no asume las consecuencias punitivas de la responsabilidad. Ambas modalidades proliferan en España. En su sociedad. En sus dirigentes. En esos aspirantes a dirigente que, como Pablo Iglesias, han hecho de la deserción el modo de cultivar un criterio propio.

Avatar de Usuario
Invitado

La paradoja del mal - PEDRO G. CUARTANGO

Mensajepor Invitado » Dom 06 Dic, 2015 1:31 am

La paradoja del mal

PEDRO G. CUARTANGO



NO es el origen de la materia. Ni las leyes de la física. Ni siquiera la esencia de Dios. El mayor interrogante al que se enfrentan los seres humanos es la existencia del mal.

El mal nos rodea, nos acecha, duerme con nosotros. Observamos cómo cada día despliega sus tentáculos por el mundo. En las calles de París, hemos visto morir a 130 inocentes, asesinados por unos paranoicos que dicen actuar en nombre de Dios. Pero no muy lejos, en Grecia, en Croacia, en Hungría, cientos de miles de refugiados sirios, afganos o iraquíes esperan que Europa les proporcione un cobijo que no encuentran en sus países.

Todos los días mueren decenas de personas en atentados en Oriente Medio o África que no aparecen en los titulares de la prensa ni merecen un minuto en televisión, mientras millones de seres humanos viven en la miseria en territorios que no sabemos ubicar en el mapa.

El mal existe y no es un concepto abstracto. Lo vemos en la calle, en un hospital, en una pantalla, en la casa de un vecino. Está en todos los sitios y en ninguno. A veces, miramos para otro lado para no verlo, pero acaba por mostrarse cuando menos lo esperamos.

Desgraciadamente, el mal no se puede erradicar con las armas ni los ejércitos, aunque a veces sea necesario combatirlo. El mal es algo esencialmente individual, es un proceso de corrupción del espíritu, una enfermedad del alma cuando se pierden los valores.

Ligar el mal a la pobreza, al lugar de nacimiento o a la etnia es un error porque la historia demuestra que surge en cualquier contexto o situación. ¿Acaso no era Alemania la nación más civilizada de Europa en los años 30 cuando Hitler ganó las elecciones? ¿O es que los etarras que ponían bombas en un supermercado eran indigentes?

Quienes encierran a un prisionero en una jaula y luego rocían el suelo con gasolina y le prenden fuego son unos malvados. Ningún credo o ideología puede justificar esa abyección que se exhibe en las redes como demostración de poder.

Ya sé que es más fácil buscar causas estructurales al crimen y recurrir al fanatismo para explicar el terrorismo o el genocidio. Pero me resisto a creer que los islamistas que entran en una aldea y matan a una mujer por no llevar velo sean unos simples fanáticos. Si aceptamos la explicación del contexto de manera mecánica, tenemos que llegar a la conclusión de que el ser humano no es libre, que obra cegado por sus prejuicios o el odio que le han inculcado. Pero esta hipótesis no me convence.

Georges Bataille afirmaba que el mal es siempre un acto de narcisismo, una voluntad de desmesura del ego frente al mundo. El malvado viola las normas para demostrar que está por encima de ellas. Se reafirma al despreciar el orden y profanar lo sagrado.

En todo hombre hay siempre una elección, la posibilidad de ser lo que se quiere ser y no lo que le imponen los demás. El mal se elige. Sí, el mal se elige porque está vinculado al poder, a la riqueza, a la ambición, al status social e incluso al deseo de complacer a los demás. También se puede escoger como un oficio, como le sucedió a Adolf Eichmann, el burócrata que envió a millones de judíos a las cámaras de gas.

Por muy relativos que sean los conceptos morales, hay siempre en nuestro interior una posibilidad de optar entre el bien y el mal. Y eso lo sabían los islamistas cargados de explosivos que murieron en París. Eligieron el mal por cobardía moral. Para ellos, era más fácil suicidarse que dejar vivir a los demás. Una extraordinaria paradoja que merece una reflexión.

Avatar de Usuario
Invitado

Por qué me importa más un francés que un sirio

Mensajepor Invitado » Mar 22 Dic, 2015 4:04 am

Imagen


Por qué me importa más un francés que un sirio

Cristian Campos


El pasado 22 de octubre, un soldado americano murió durante una operación de los Delta Force para liberar a setenta rehenes kurdos que el ISIS mantenía prisioneros en la ciudad de Hawija, al norte de Irak.

Lo primero que hice tras leer la noticia en El País fue buscar más información sobre el soldado en el New York Times. No encontré mucho. Supuse que, como es habitual en estos casos, su nombre no saldría a la luz hasta después de que los familiares fueran informados de su muerte por el Pentágono.

Supuse también que eso es lo que estaba ocurriendo en ese mismo momento. Imaginé a un emisario del ejército llamando a la puerta de una vivienda unifamiliar como las que he visto tantas veces en las películas. Pensé en la mujer del soldado. Quizá había recibido una llamada cariñosa de su marido poco antes de la misión. Ahora oía el timbre con un nudo en la garganta porque a-esta-hora-no-llama-nadie-a-la-puerta-y-eso-solo-puede-significar-una-cosa.

Pocas horas después leí en el Washington Post que el soldado se llamaba Joshua L. Wheeler, que tenía treinta y nueve años, que era de Roland, Oklahoma, y que era un Ranger. Que su misión no implicaba en principio entrar en combate directo con el enemigo. Que cuando las fuerzas peshmerga kurdas se vieron acorraladas por militantes del ISIS, su unidad decidió acudir en su ayuda. Que murió de un disparo y que tenía cuatro hijos. Los imaginé destruidos por la noticia y sentí pena por ellos.

Ese mismo día se publicó también la noticia de que doce personas, tres de ellas médicos, habían muerto en un hospital sirio durante un bombardeo de la aviación rusa.

Leí el titular de la noticia y pasé la página sin leer el resto del texto. Olvidé a los doce muertos en unos pocos segundos. De hecho, he tenido que buscar la noticia en Google para escribir este artículo porque ni siquiera recordaba los detalles exactos.

Los doce muertos podrían haber sido ochocientos mil tutsis o un millón de indonesios. Al soldado americano le dediqué varias horas de mi vida y unas cuantas fabulaciones sentimentaloides y a los doce sirios, apenas unos segundos.

Si los seres humanos fuéramos robots, lo anterior sería incomprensible. Doce muertos son, objetivamente, un hecho doce veces más grave, más triste y más impactante que un solo muerto.

Pero no lo somos. No es racismo. No es imperialismo. No es falta de empatía. No es nada de todo eso. Se llama el kilómetro sentimental y es algo que se aprende la primera semana del primer trimestre del primer curso de periodismo. El interés por un hecho cualquiera es inversamente proporcional a la distancia que nos separa de la víctima. A mayor distancia, menor interés.

Esa distancia puede ser geográfica, pero también cultural. Yo, blanco, barcelonés, ateo, clase media y periodista, tengo más en común con un tipo cualquiera de Nueva York que con un marroquí de Rabat. Aunque del primero me separen ocho mil kilómetros y del segundo, poco más de mil.

El kilómetro sentimental no es un juicio de valor sobre el diferente peso de los muertos. Tampoco nos dice cómo debería ser el mundo. Simplemente nos dice cómo es. Nadie nos ha manipulado desde las sombras de un búnker secreto enterrado bajo las rocas del Death Valley para que nos importe más un americano que un sirio. De hecho, el que ha sido manipulado es aquel al que le importa más un sirio que un americano. Porque lo natural, lo instintivo, es que nos importe más el segundo que el primero. Por la misma razón por la que nos importa más nuestro hijo que el de un amigo, el de nuestro amigo que el de un extraño, y el de un extraño de París que el de un extraño de Yemen.

Si la realidad fuera un dilema moral puro, desvinculado de cualquier contexto personal, yo no lo dudaría ni un segundo: prefiero que el tren atropelle a uno que a doce. ¿Deseo la muerte de miles de ballenas yubarta? Por supuesto que no. Si estuviera en mi mano evitar su muerte (y «estar en mi mano» no significa donar cinco euros cada tres meses) no dudaría en evitarla y publicitarlo luego en Twitter. Pero, ¿me importan realmente las ballenas yubarta? Si he de ser sincero, no. No he dejado de dormir ni una sola noche por las ballenas yubarta pero sí he pasado noches en vela por cosas mucho menos importantes en el esquema general de la realidad aunque infinitamente más importantes para mí, como la duda sobre si debería contestar al whatsapp de A ahora que ando viéndome con B.


Imagen


Al kilómetro sentimental se añade un segundo factor. Una noticia es, por definición, algo que se sale de la rutina cotidiana. Es decir algo malo. Por eso un diario que solo publicara buenas noticias, como suelen pedir los niños cuando los adultos les incitan a jugar a arreglar el mundo, no duraría ni un solo segundo en la calle. Las buenas noticias que se publican en los medios, pongamos la del supuesto descubrimiento de un remedio contra el cáncer, no son más que colofones a malas noticias de mayor alcance. En el caso del ejemplo anterior, la evidencia de que cientos de miles de personas mueren cada año de cáncer sin que se pueda hacer mucho para evitarlo.

Y por eso más de ciento treinta muertos en París, donde los ciudadanos no suelen morir a docenas en atentados terroristas, es más noticia y recibe más atención que miles de muertos en Nigeria, donde esos muertos son rutina. La noticia en Nigeria no es que Boko Haram dispare contra la multitud en un mercado sino que no lo haga porque ha abandonado las armas.

Aún hay más. La acusación de que los medios occidentales no hablan de los muertos del Tercer Mundo es falsa. Sí lo hacen. Y, de hecho, a esos muertos se les dedica mucho más espacio del que les correspondería si los medios atendieran de forma estricta a los intereses de sus lectores. Claro que, si así fuera, todas las noticias hablarían del «House Water Watch Cooper» de Pablo Iglesias. Y por eso el periodismo intenta mantener un equilibrio entre aquellas noticias que deben y merecen ser contadas a pesar de que solo atraen el interés de una minoría de los lectores y aquellos pierdetiempos que interesan a la gran masa pero que nos podríamos ahorrar sin excesivos problemas.

Por no hablar de una segunda evidencia: los medios de prensa del Tercer Mundo también hablan más de sus muertos que de los nuestros. En la actualidad, solo algunas almas cándidas creen que existe algo así como un gen de la bondad, la equidad y la justicia universal en el ADN de los pobres y los marginados.

Los interesados en el tema pueden echarle un vistazo a la lista de universales humanos del antropólogo estadounidense Donald E. Brown. La lista recopila todos aquellos rasgos de la conducta y el lenguaje que son comunes a todos los seres humanos independientemente de su raza, edad, sexo, estatus económico, cultura o religión. Entre esos rasgos, para los que no se conoce excepción alguna, se encuentran los siguientes:

-Las armas.

-La prohibición del asesinato.

-Los celos sexuales

-El comercio.

-Las creencias falsas.

-La distinción entre los miembros del grupo y los extraños.

-Una mayor atención de las hembras por los hijos.

-La identidad colectiva.

-El miedo infantil a los extraños.

-La distinción entre parientes cercanos y lejanos.

-El nepotismo (la preferencia por los hijos propios y los parientes cercanos).

-La territorialidad.

-La distinción entre el «yo» y «el otro».

Un tercer factor. Un muerto resulta muy interesante pero diez millones no lo son tanto. Lo explican en este artículo, donde también se recuerda una frase de Teresa de Calcuta: «Si miro a la muchedumbre nunca haré nada; si miro a uno solo, sí». Stalin lo había dicho antes con bastante menos romanticismo: «Un muerto es una tragedia. Millones son una estadística».

Diferentes experimentos han demostrado que tendemos a donar más dinero si se nos dice que el beneficiario será un niño que se muere de hambre que si se nos dice que serán ocho. La proporción, por si a alguien le interesa conocerla, es de once dólares de media para un solo niño por cinco dólares de media para ocho niños.

Una segunda versión del experimento ofrecía a los participantes tres opciones:

1. Donar una cantidad voluntaria a una niña famélica de la que se enseñaba una foto.

2. Donar una cantidad voluntaria para «miles» de niños famélicos.

3. Donar una cantidad voluntaria para la niña de la foto, tras ser informados de la existencia de «miles» de niños famélicos como ella.

En el primer caso se donaron 2,25 $ de media. En el segundo, 1,15 $. En el tercero, 1,40 $.

La explicación es sencilla. Lo racional es concentrar recursos allí donde estos pueden ser aprovechados de forma eficiente y no tanto allí donde más se necesitan. Y nuestro interés, nuestra implicación emocional, no es más que un recurso limitado. De ahí que sintamos mayor interés por la matanza de París, donde la posibilidad de remediar la situación es mucho mayor (a través de nuestro voto por ejemplo), que por las matanzas de Siria, que escapan casi por completo de nuestro minúsculo radio de acción.

El cuarto y último factor. Una tragedia puntual (un terremoto que cause miles de víctimas, por ejemplo) es mucho más impactante que una tragedia continua (una guerra civil que vaya por su tercer año). Porque nadie, ni siquiera el individuo más concienciado y predispuesto del planeta, puede acarrear el peso del mundo sobre sus hombros durante más de unos pocos días. Y de ahí que las matanzas rutinarias, como las de Mali, Yemen o Siria, tiendan a pasar desapercibidas frente a aquellas otras a las que sí podemos dedicarles nuestra atención precisamente porque no la requieren a diario.

Acabo con el enlace a dos artículos. Este de Arcadi Espada y este de Daniel Rodríguez Herrera, en el que se puede leer el siguiente texto de Adam Smith, sacado de su Teoría de los sentimientos morales:

    Supongamos que el gran imperio de China, con sus miríadas de habitantes, fuera engullido súbitamente por un terremoto, y consideremos cómo reaccionaría un hombre de humanidad en Europa que no tuviera ninguna clase de conexión con aquella parte del mundo al recibir inteligencia de esa terrible calamidad. En primer lugar, imagino, expresaría de manera inequívoca su tristeza por la desgracia de ese infeliz pueblo, haría muchas reflexiones melancólicas acerca de la precariedad de la vida humana y la vanidad de todas las labores del hombre, que pueden ser así aniquiladas en un instante. También entraría quizás, si fuese un hombre de especulación, en muchos razonamientos concernientes a los efectos que este desastre podría producir sobre el comercio en Europa, y sobre el comercio y el devenir del mundo en general. Y cuando toda esta excelente filosofía hubiese terminado, cuando todos estos humanitarios sentimientos hubiesen sido expresados suficientemente, continuaría con sus asuntos o sus placeres, tomando su reposo o su ocio con la misma calma y tranquilidad que hubiera tenido de no haber sucedido tal accidente. El desastre más frívolo que pudiera acaecerle ocasionaría una alteración más real. Si fuera a perder su dedo meñique mañana, no dormiría esta noche; pero, siempre que no pudiera verlos, roncaría con la más profunda seguridad tras la ruina de cien millones de sus semejantes.

A Adam Smith, en 2015, le llamarían trol. Pero Smith tan solo señalaba lo obvio: que a ti, querido lector, tampoco te importan un pimiento los refugiados sirios.

La buena noticia es que es mutuo.

Avatar de Usuario
Invitado

Los datos desmontan la psicosis terrorista

Mensajepor Invitado » Mié 23 Dic, 2015 11:59 pm

    Imagen


    Los datos desmontan la psicosis terrorista

  • El cambio: el terrorismo ahora nos amenaza a todos, no sólo a jueces, políticos o empresarios.
  • Hemos olvidado los años de plomo porque, en general, no iba con nosotros.

    Pablo R. Suanzes


¿Recuerdan el atentado contra la cafetería El Descanso? Fue el 12 de abril de 1985 y dejó 18 muertos en Madrid. Lo reivindicó la Yijad Islámica. ¿Los dos artefactos que a finales de diciembre de 1980 colocó el Ejército Secreto Armenio para la Liberación de Armenia en el centro de Madrid? ¿El incendio del Hotel Corona de Aragón, en Zaragoza, el 12 de julio de 1979? Nunca se aclaró del todo, pero las sospechas de atentado fueron una constante.

Recuerdan sin duda al IRA y a ETA, el Grapo, el Batallón Vasco Español, los neofascistas deOrdine Nero y las Brigadas Rojas que tiñeron de sangre Italia, la Fracción del Ejército Rojo (Rote Armee Fraktion) de Alemania y la Organización Revolucionaria 17 de Noviembre que atentaba en Grecia... Podemos seguir con una lista de organizaciones terroristas, ejércitos simbióticos y grupos de liberación nacional de cada rincón del continente. Incluso con anécdotas que hoy parecen parodias, como la de los comandos de las Islas Molucas que planearon secuestrar a la reina Juliana de Holanda en los 70. ¡De las Islas Molucas!

Los atentados de París del pasado 13 de noviembre han dejado a a Europa en shock. El Estado Islámico, con su siniestra simbología y escenografía, con la capacidad de llevar el terror a nuestros hogares a miles de kilómetros, volvió a ponerse en el centro de nuestras vidas.

Bruselas entró en pánico. Elevó hasta 4 el nivel de alerta, lo que supuso cerrar durante días los colegios, el metro, museos o universidades. La ciudad estaba desierta, paralizada. Por las calles sólo había policías, periodistas y unos cuantos turistas despistados o... más curtidos, acostumbrados a escenarios no tan diferentes.

Bélgica es un trozo de tierra diminuto del que han salido o por donde han pasado los autores o las armas de los principales atentados de Europa de los últimos años. Sufrió en mayo de 2014 un ataque contra el museo judío, obra de otro vecino de Molenbeek. Y tiene en la retina las acciones, lejanas y casi olvidadas, de las Cellules Communistes Combattantes a principios de los 80. Del Frente Nacional de Liberación Valón. O el Frente Revolucionario de Acción Proletaria.

Sin embargo, el país ha olvidado el terrorismo, no ha crecido y madurado con él. No sabe cómo hacerle frente, qué es proporcional y qué no lo es. No es el único que han olvidado tres décadas conocidas como los años de plomo, desde Noruega a Bulgaria, casi sin excepción.


Imagen


Pero lo cierto es que Europa está mucho más tranquila que en los 70 y los 80. La UE ha tenido muchos menos atentados en lo que va de siglo XXI que entre 1986 y 2000. Desde esa fecha, 592 muertos, de ellos 168 en Francia, según la Global Terrorism Database. El terrorismo es una lacra brutal, salvaje, pero no en todo el mundo por igual. Según los números de Global Terrorism Index, en 2014 murieron por culpa del terrorismo 32.685 personas en el mundo, 18.111 personas más que el año anterior. Pero de esas 32.685 víctimas, el 78% fallecieron en cinco países: Irak, Nigeria, Afganistán, Siria y Pakistán. Hasta 93 países de todo el mundo sufrieron algún tipo de atentado.

En las últimas décadas las sociedades occidentales sufren una contradicción permanente. Viven en la mejor época de la Historia. De lejos. Vivimos más años, más sanos, mejor alimentados, mejor cuidados y mejor educados. Hay menos guerras, menos violencia, más seguridad. Hay más riqueza y menos pobreza.

Y sin embargo, pensamos que estamos peor que nunca. Estamos convencidos de que la política es peor que antes. Que el trabajo es peor que antes. Que vivimos y viviremos peor que nuestros padres y abuelos. Que el mundo va a peor y nos rodea la violencia, la guerra y la miseria. Que somos más pobres, menos felices. Que hay menos Justicia.

Con el terrorismo nos pasa algo similar y en algunos aspectos más preocupante. Hemos olvidado los años de plomo porque, en general, no iba con nosotros. Se atacaba a militares y policías. A jueces y abogados. A políticos. A reyes. A banqueros y empresarios. A los de la OTAN. A judíos. Algo habrían hecho. O bueno, quizás no, no habrían hecho algo porque no somos tan mezquinos. Simplemente eran objetivos más naturales, ¿no? Porque no justificamos, pero entendemos, como entendieron los belgas la masacre del museo judío en mayo de 2014. Entonces no se cerró el metro ni los colegios.

Aún no nos hemos quitado esa forma de pensar. Las crónicas, los análisis de las tertulias después del 13 de noviembre, mantenían el tono. Eran restaurantes normales, se decía. Eran como el Pozo del Tío Raimundo, sitios donde podíamos estar cualquiera de nosotros. No era gente que se lo hubiese buscado dibujando caricaturas de Mahoma.

Se puede vivir con el terrorismo, los españoles lo sabemos bien, pero es más difícil cuando pensamos que somos todos un objetivo. La estadística y la historia no son de gran ayuda cuando somos nosotros, los inocentes, las dianas. Algunos se han pasado décadas mirando cada mañana los bajos de los coches antes de ir a trabajar o de llevar a sus hijos al colegio. Hoy, quizás, ya no se sienten tan solos, ya no se sienten un número de plomo.

Avatar de Usuario
Invitado

Ya es primavera en el ISIS

Mensajepor Invitado » Sab 02 Ene, 2016 2:57 am

Imagen

El Corte Inglés, investigado en relación al presunto suministro de uniformes al Estado Islámico

Los modernos uniformes de camuflaje pixelado que utiliza el Estado Islámico han sido financiados por jeques qataríes

Fuentes próximas a servicios de inteligencia europeos confirmaron a MIL21 que El Corte Inglés ha sido investigado en relación al suministro de los modernos uniformes utilizados por el Estado Islámico en las guerras de Siria e Irak. Varios servicios de inteligencia, que tratan de poner al descubierto las redes de suministros de los yihadistas, situaron a los grandes almacenes españoles en el punto de mira por su especialización en confeccionar uniformes militares y por la entrada de Qatar en su consejo de administración, país cuyos jeques financian al terrorista Estado Islámico.

Imagen

La empresa creada por Ramón Areces en 1935 confecciona desde hace años decenas de miles de uniformes para los ejércitos de todo el mundo, entre ellos el español. Son contratos que aportan beneficios millonarios a El Corte Inglés, ya que las prendas son manufacturadas en países donde el coste de mano de obra es muy bajo.

Los gobiernos de China, Bangladesh, Vietnam y Camboya, entre otros, con salarios de menos de un dólar diario y horarios de sol a sol que utilizan en muchos casos a menores como mano de obra, no ponen trabas a grandes empresas textiles occidentales para la confección de ropa militar.

Servicios de inteligencia europeos como el alemán, austriaco, holandés e italiano investigan desde hace tiempo las redes de suministradores del avituallamiento del Estado Islámico o Daesh, un aspecto al que se presta escasa atención debido a que el foco siempre se pone sobre el armamento.

Sin embargo, el avituallamiento -los familiares picpuk Toyota en los que se desplazan los terroristas, teléfonos móviles, radiotransmisores y uniformes- es imprescindible para el sostenimiento de la maquinaria militar yihadista.

Arma psicológica

Dentro del avituallamiento, los uniformes representan una poderosa arma psicológica para cualquier ejército regular o movimiento armado: los uniformes proyectan una imagen de cohesión y disciplina, infunden temor al adversario, y elevan la moral y autoestima del combatiente al sentirse parte integrante de una organización respetada o temida.

Por eso a los servicios de inteligencia les sorprendió los modernos uniformes de camuflaje desértico pixelado que utilizan los terroristas del Estado Islámico, similares a los de los mejores ejércitos del mundo.

En la actualidad más de 60.000 yihadistas están combatiendo en Siria, Irak, Libia y Yemen, según las estimaciones de la inteligencia norteamericana y rusa.

Imagen

El vínculo Corte Inglés-Qatar

Esa “abundancia” condujo a investigar a las grandes empresas textiles que estarían detrás de la confección de uniformes para el Estado Islámico. La entrada el verano pasado de capital de Qatar en la empresa textil española El Corte Inglés disparó todas las alarmas, señalan las citadas fuentes.

Se daba la doble circunstancia de que El Corte Inglés se ha especializado en la confección en China de uniformes militares y que Qatar había entrado en el accionariado de la empresa española, inicialmente con un 10% del capital (mil millones de euros).

Mientras que príncipes e instituciones saudíes se encargan de financiar el armamento del Estado Islámico, jeques qataríes se han especializado en el capítulo del avituallamiento de los yihadistas.

Los yihadistas tendrían almacenados más de 150.000 uniformes de camuflaje pixelado desértico.

Avatar de Usuario
Invitado

LIBIA

Mensajepor Invitado » Dom 10 Ene, 2016 2:28 am

Imagen

Avatar de Usuario
Invitado

LIBIA

Mensajepor Invitado » Dom 06 Mar, 2016 4:03 am


Avatar de Usuario
Invitado

La verdad tras la 'guerra civil' Siria

Mensajepor Invitado » Sab 24 Dic, 2016 2:19 am


Misionera en Siria cuenta la verdad de la "Oposición Siria"
La real historia detrás de lo que los medios occidentales han llamado como Guerra Civil Siria al financiamiento de terroristas o mercenarios que atentan contra el pueblo sirio.




Volver a “La Crispación”