Viejas historias de espías
El espionaje en Euskadi o protagonizado por vascos es, por su propia naturaleza, uno de los capítulos menos conocidos de nuestra Historia. Sin embargo, hay episodios que han terminado por trascender y arrojar luz sobre el devenir del País Vasco en el siglo XX
Floren Goikoetxea (tercero por la izquierda) posa con miembros de la Red Comète.Foto: dna
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Hay una Historia de Euskadi que no se estudia en los colegios, pero que ha tenido un papel fundamental en el devenir del país. Es una Historia llena de pequeñas historias, la mayoría de las cuales nunca saldrán a la luz, aunque a veces algunas de ellas trascienden por un descuido, por el interés de alguno de sus actores, o porque su relevancia ha desaparecido con el paso de los años. Ya antes de que el guipuzcoano Eugenio Aviraneta sembrara la discordia entre las diversas facciones carlistas en el siglo XIX, el espionaje ha tenido un papel oculto pero relevante en Euskadi. En mitad del siglo XX, bien por ser esta tierra campo de batalla de la Guerra Civil y retaguardia de nazis y aliados en la contienda mundial, bien por los contactos de la diáspora vasca con diferentes servicios de inteligencia, el espionaje vasco jugó un papel cuya trascendencia en la política internacional y del Estado nos es aún desconocida. Bilbao, Madrid, San Juan de Luz, Nueva York, Baiona, Vitoria, Elizondo, Buenos Aires, Londres o Santo Domingo fueron escenario de las misiones de los agentes vascos, algunas de las cuales han conseguido sobrevivir al desagradecido ámbito de los secreto.
red comète
La enfermera que salvó a 800 pilotos
Si en Hollywood tuvieran conocimiento de lo que fue la Red Comète, con lo que venden las películas de nazis hoy día, los productores americanos se ahorrarían uno de los prescindibles remakes con los que tratan de hacer caja cada año. En 1941, una joven enfermera belga, Andrée De Jongh, Dedée, y el ingeniero Arnold Deppé, crean todo un entramado logístico para evacuar hacia la neutral España a los pilotos británicos y estadounidenses derribados sobre la Europa ocupada. Centenares de personas de un lado y otro de la frontera se jugaron la vida para ayudar a unos pilotos que según regresaban a Inglaterra volvían a subirse a un caza y continuaban la lucha contra los nazis.
Mugalaris como Floren Goikoetxea fueron los guías que hasta la liberación se encargaron de acompañar en el paso del Bidasoa a los fugitivos, que después eran trasladados a Gibraltar, si no los capturaba la Guardia Civil y los enviaba a campos de concentración como el de Miranda de Ebro. Los servicios secretos británicos aceptaron encargarse del traslado de los pilotos desde Donostia hasta el Peñón, proteger a los miembros de Comète en España y financiar su infraestructura, pero Dedée exigió independencia para su red, que llevó desde el caserío Bidegain-Berri de Urrugne hasta el caserío Sarobe de Oiartzun a 800 fugitivos.
La propia joven fue capturada por la Gestapo, torturada y deportada a los campos de Mautthausen y Ravensbrück, de donde la rescataron los aliados, que tanto le debían, en 1945. La frágil enfermera, que entre los 25 y los 27 años salvó personalmente a 118 pilotos, murió en octubre de 2007 en Bruselas después de haber dedicado gran parte de su vida a asistir a las víctimas de la lepra en África.
la red álava
Espionaje contra Franco
El historiador Juan Carlos Jiménez de Aberasturi ha documentado perfectamente la historia de De Jongh, junto con Rafael Moreno Izquierdo, en La Red Comète en el País Vasco , pero su trabajo no se queda ahí. Jiménez de Aberasturi ha recogido en Al Servicio del extranjero. Servicio Vasco de información de la Guerra Civil a la II Guerra Mundial los hitos más relevantes del espionaje del PNV y el Gobierno Vasco del exilio. El historiador cuenta en su libro, entre otros hitos del espionaje de la época, las vicisitudes de la Red Álava, comandada por el ingeniero de Murgia Luis Álava Sautu.
El libro rememora el fusilamiento de Álava, un capítulo inédito del espionaje vasco en el que se recogen con toda su crudeza las horas previas a la muerte del líder jeltzale, quien pidió que no le dispararan a la cara para que su familia pudiera reconocerle.
"La Red Álava se organizó para mantener los contactos con la gente del PNV en la cárcel y ayudar a quienes se escapaban por la frontera. Pronto se estabiliza y como buena parte del Gobierno Vasco está en París y en Baiona entran en contacto con el ejército francés, con su servicio secreto, y empiezan a transmitir información política, económica, y militar. Los franceses piden ya datos concretos, qué tropas hay desplegadas en la frontera, y preguntas técnicas sobre aviones y cañones", explica Jiménez de Aberasturi.
Los nacionalistas también trabajaron con los servicios de información republicanos hasta el final de la Guerra Civil, pero con la victoria de Franco los objetivos cambian. El PNV sigue trabajando con los franceses hasta que los nazis toman París y expolian la sede del Gobierno Vasco en la capital francesa. "Ahí cae la Red Álava. La Policía española recibe cantidad de cartas e informes, detienen a gente en Elizondo, Bilbao y San Sebastián, y condenan a muerte a una veintena de personas", explica el historiador. Los recursos planteados y las peticiones exteriores de clemencia, incluso del mariscal pronazi Pétain, salvan a todos excepto a Álava, que fue asesinado el 6 de mayo de 1943.
contactos con inglaterra y de gaulle
Tiempos de incertidumbre
A partir de ahí, el espionaje vasco ha de cambiar de rumbo. Jiménez de Aberasturi cuenta cómo una delegación nacionalista viaja a Londres y trata de colaborar con los ingleses. "Aquello no funciona, ellos son más bien partidarios de apoyar a Franco, así que el PNV se desvía a De Gaulle, que está refugiado en Inglaterra. Firman un pacto para desarrollar los servicios de información en el interior e incluso en América Latina, pero tampoco funcionó".
Comenzó entonces la etapa norteamericana del espionaje vasco. El lehendakari Agirre llega a Nueva York a finales de 1941, tras un periplo por Alemania y Suecia, y ofrece sus servicios a la inteligencia estadounidense. La oferta era doble. Por un lado se llevarían a cabo labores clandestinas de espionaje en favor de los aliados, por otro, se desarrollaría una propaganda católica en Latinoamérica ajena a la Hispanidad y al fascismo que promovía la Falange desde Madrid.
"En agosto de 1942, la OSS, el servicio de información americano, financia un viaje de Agirre por toda Latinoamérica para organizar el servicio de espionaje vasco. Luego pasan al FBI, que reivindica la exclusiva del espionaje en EEUU y América Latina", señala Jiménez de Aberasturi. En todo caso, el interlocutor del PNV en Europa seguía siendo la OSS. "Se establecen contactos en Bilbao, en Francia, Madrid, y se monta ese Servicio Vasco que trabaja para los americanos", explica el historiador. Tras apenas dos años de paz después de la Segunda Guerra Mundial llega la Guerra Fría y se funda la CIA, que encarga a los espías vascos "misiones en países del Este, informes desde París y también en América Latina, y ahí se inscribe el tema de Galíndez", señala Jiménez de Aberasturi.
la historia de jesús de galíndez
Vendido por los americanos
El amurriarra Jesús de Galíndez fue el triste protagonista de una de las historias de espías más sonadas de los años 50, en la que entraron en juego el PNV, la CIA, el FBI y el dictador dominicano Rafael Trujillo. Los contactos establecidos por Galíndez con diplomáticos del país caribeño en la Guerra Civil le permitieron exiliarse a la República, donde ejerció de delegado del Gobierno Vasco y llegó a dar clases al hijo del dictador, lo que a la postre le saldría muy caro. En 1946 hace las maletas y pasa a representar al PNV en Nueva York. Allí consigue la condena internacional al Franquismo, pero la llegada de la Guerra Fría le cerró las puertas de la inteligencia norteamericana, con la que había colaborado activamente en los años precedentes.
Pese a estar desprotegido a partir de entonces, en 1956 presenta una tesis en la Universidad de Columbia en la que denuncia la dictadura de Trujillo, ahora aliada de EEUU. El 12 de marzo de 1956 es secuestrado en un apartamento de la Quinta Avenida y trasladado al parecer a la República Dominicana. Según todos los indicios, Galíndez fue vendido a Trujillo por las agencias a las que informó durante años sobre la dictadura de Franco.
"Trujillo se la juró, ya había matado a muchísima gente, entre ellos a otro refugiado republicano que hizo algo parecido a lo de Galíndez. Todavía hay documentación del gobierno americano sobre este caso que no está abierta, no sabemos lo que hay. A grandes rasgos se sabe qué pasó, aunque hay misterios sobre la implicación americana. En mi opinión, todo se debió a un enfrentamiento entre la CIA y el FBI", asegura Jiménez de Aberasturi.
El historiador afirma que el espionaje vasco en los años 40 y 50 debe ser analizado bajo el prisma del momento político concreto. Así, tras el Pacto de Munich de 1938, por el que Alemania se anexionaba los Sudetes checoslovacos, la guerra parecía inevitable, y en ese contexto los vascos tratan de ubicarse en una posición de ventaja. Luego, cuando se creía que la España franquista iba a ser invadida, se ofreció a las potencias democráticas una colaboración basada en el orden y el catolicismo, frente a los comunistas a los que tanto se temía en Occidente, y que eran el único grupo organizado al margen del formado por los nacionalistas. "Si los americanos tenían que elegir se iban a quedar con el PNV", afirma Jiménez de Aberasturi.
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