Las Paradojas del 11-Mpor
Santiago AllicaVIII. La paradoja de los suicidasEntramos en terreno pantanoso. Se han dicho muchas falacias –y muchas tonterías- acerca del presunto suicidio de los habitantes del
piso de la calle Martín Gaite de Leganés. Con frecuencia las falacias pretendían convencernos de que en ese piso había siete personas vivas en el momento de la explosión: se nos dijo, por ejemplo, que los suicidas formaban un círculo e iban vestidos con túnicas blancas instantes antes de hacerse explotar. A menudo las tonterías perseguían un objetivo distinto pero relacionado, como es desprestigiar los argumentos de quienes dudasen de que en ese piso hubiera alguien vivo cuando explotó la dinamita. La forma de ridiculizar tales opiniones discrepantes es muy sutil y consiste precisamente en sumarse a ese coro de voces para desde ahí lanzar elucubraciones sin fundamento como por ejemplo que los siete habitantes del piso yacían congelados en la vivienda. Tanto las falacias como las tonterías buscaban por tanto, en el fondo, un objetivo en cierto modo común. Pero en base a todo lo nos han contado desde la versión oficial (y la posterior verdad judicial),
¿podemos estar seguros de que había alguien vivo en aquel piso?Semanas antes de su fallecimiento –por causa natural-, el que fuera abogado defensor de José Emilio Suárez Trashorras durante el juicio del 11M, el catedrático de Derecho Romano
Gerardo Turiel, manifestaba lo siguiente: “
Afortunadamente se murieron unos tíos ahí, ésos son los autores, decimos que son los autores, nunca me explicó nadie... por qué los señores de Leganés... el asunto de Leganés un día que no haya televisión ni nada de eso podremos hablar de qué pasó en Leganés. O qué suponemos que pasó en Leganés… qué suponemos que pasó en Leganés, pero lo que pasó en Leganés nunca llegaremos a saberlo.”. Y es que le pese a quien le pese, el episodio de Leganés es uno de los más oscuros y de los más siniestros de todos los que aparecen en el Sumario del 11M. Trataremos de explicar de forma pormenorizada, en este artículo, por qué existen serias dudas acerca de lo que pudo ocurrir el
3 de abril de 2004 en aquel piso.
Quienes defienden que no hay nada raro en la narración de aquel episodio se apoyan principalmente en dos hechos que nadie ha logrado poner en duda: en primer lugar, es cierto que los miembros del Cuerpo Nacional de Policía y los GEO allí presentes oyeron numerosos
cánticos y gritos en lengua árabe; por otra parte, esos mismos testigos aseguran que fueron
tiroteados por los terroristas basándose en que oyeron numerosas detonaciones (disparos). En ningún momento esos testigos cualificados han manifestado dudas acerca de la autenticidad de tales disparos o voces. Podrían parecer pruebas suficientemente sólidas como para asegurar que, efectivamente, en aquel piso había siete fanáticos islamistas atrincherados y armados con subfusiles automáticos. Sin embargo, lo acontecido en Leganés es lo suficientemente enigmático, confuso y contradictorio como para descender a los detalles. Y aquí es donde el lector deberá armarse de paciencia, porque los indicios que hacen dudar de lo que nos han contado son abundantes y variados.
En primer lugar, si no hubiera nada que esconder la transparencia debería ser absoluta. Y debería comenzar precisamente con las explicaciones de
cómo llegó la Policía al piso. Existen numerosas versiones (de la propia Policía) recogidas en el Sumario que cuentan estos hechos y resultan contradictorias entre sí. Por poner sólo algunos ejemplos, Rafael Gómez Menor, Jefe de Brigada en la Unidad Central de Información Exterior, relató que él localizó personalmente el piso a las 15:11 del mismo día 3 de abril tras analizar un rastro de tarjetas telefónicas relacionadas entre sí. El Comisario Jefe de la Unidad Central de Desactivación de Explosivos dijo en el juicio que a él le telefonearon aquel día para que preparase un equipo para intervenir en Leganés y que “serían las 12:00 ó 12:30”. En el escrito de la Fiscalía se recoge que el piso fue localizado a las 16:45 por unas llamadas telefónicas efectuadas en las proximidades del piso y que a las 18:45 se produjo un
tiroteo en Zarzaquemada entre unos magrebíes y unos agentes de Policía. Según esta última versión los islamistas llegarían hasta el piso montados en su coche y se refugiarían allí. Versiones diferentes hablan de batidas de agentes interrogando a los comerciantes de los barrios colindantes. Otros mandos del Cuerpo Nacional de Policía como Enrique García Castaño señalaron en la vista oral que ellos tuvieron noticias de la existencia del piso entre las 12:00 y las 12:30. Y el testigo protegido 11304 (“Cartagena”) explicó que a él sus controladores de la Unidad Central de Información Exterior le dijeron que fuera al piso también por la mañana. En resumidas cuentas, esa pretendida transparencia brilla por su ausencia. No sabemos quién, cómo, ni cuándo localizó realmente aquel piso, pero sí sabemos que ni siquiera son capaces de ponerse de acuerdo entre los distintos mandos policiales.
En segundo lugar y tal y como explicábamos en artículos anteriores
está probado, partiendo de los propios informes de telefonía aportados al Sumario por la Policía y por la empresa de telefonía Amena, que
al menos una parte de las llamadas telefónicas “de despedida” realizadas por los terroristas del piso de Leganés fueron realizadas en realidad desde fuera del piso, mientras se intentó convencer al juez instructor de lo contrario. Podemos afirmar, por lo tanto, que tales llamadas eran falsas. Alguien se esforzó en convencer al juez (y a la sociedad) de que aquellos magrebíes estaban vivos y se despidieron de sus familias antes de suicidarse. Pero los informes de telefonía (al menos tres diferentes y contradictorios entre sí) demuestran que tampoco se nos ha contado la verdad en este aspecto. Hasta tal punto llega aquí la confusión que el tribunal del primer juicio del 11M tuvo que rectificar este hecho en su segundo Auto de Aclaración, pero no logró enmendar completamente el error. Y después de ese segundo –y último- Auto de Aclaración, nos hemos quedado con que la verdad judicial dice que
uno de los teléfonos usados por los terroristas para despedirse de sus familiares desde ese piso cercado… no fue encontrado en el desescombro del piso y
seguía funcionando en Madrid un mes después de la explosión del piso.
Algún lector con formación académica orientada a las ciencias de la salud se estará preguntando ¿pero cómo puede haber dudas sobre si estaban vivos o no los habitantes del piso?
¿Acaso no se les hicieron autopsias? Éste es uno de los puntos más oscuros –y sospechosos- del episodio. Según declara tajantemente el tribunal en la sentencia del 11M, sí se les hizo autopsia a aquellos siete suicidados. Y no sólo se les hizo autopsia sino que además se les hizo una autopsia muy detallada (ya el Tribunal Supremo había dicho esto mismo a raíz de una denuncia del Sindicato de Funcionarios Manos Limpias). Pero analicemos en profundidad esa afirmación y contrastémosla con los hechos. En la vista oral los forenses reconocieron abiertamente no haber realizado “ninguna prueba concreta para datar la muerte” de aquellos sujetos. Es decir, que
no hicieron ninguna prueba para saber cuándo habían muerto. A fin de cuentas, ¿para qué? También reconocieron no haber abierto las cavidades abdominales de los cadáveres, amparándose en que éstos estaban “muy fragmentados”. Pero esto sólo es cierto en dos o tres de los siete casos, dado que había varios que estaban prácticamente “enteros”.
Lo que se les hizo, única y exclusivamente, son estudios complementarios (y parciales). En concreto estudios radiológico, antropológico y toxicológico que no constituyen en sí mismos una verdadera autopsia. Para colmo, los forenses explicaron cómo del estudio toxicológico
se pudo concluir que los suicidados no habían inhalado gases, pero esto entra en contradicción directa con el testimonio de los GEO, que aseguran haber lanzado aquel día hasta siete botes de gases lacrimógenos. Pero si aun así alguien tiene ganas de discutir sobre qué es y qué no es una autopsia, hay dos datos que no admiten discusión. El primero es el testimonio de la Doctora
Carmen Baladía, que en aquellas fechas era Jefa de Instituto Anatómico Forense, centro responsable de aquellas autopsias. La Dra. Baladía, que por aquel entonces no se encontraba presente en el IAF por motivos personales, manifestó recientemente en una entrevista que de ningún modo esos informes complementarios constituyen una autopsia. Además, explicó en detalle cómo
aquel día hubo una lucha interna entre varios forenses por hacerse cargo de aquellos cadáveres, intentando (y consiguiendo) algunos hacerse con el control del centro que le correspondía legalmente a otro. El segundo de esos datos es sencillo y objetivo, al alcance de cualquiera por escéptico que sea. El 3 de abril de 2004 murieron, según se nos ha contado, ocho personas (los siete terroristas y el GEO Francisco Javier Torronteras).
¿Cuántos informes de autopsia fueron enviadas al juez instructor por parte de los forenses responsables de atender y analizar aquellos cadáveres y restos cadavéricos?
Exactamente: uno, la del GEO fallecido. Es obligado comentar también que la discusión entre el forense al que le correspondía el mando aquel 3 de abril (Dr. Pera) y el que se hizo con el control (Dr. Prieto) no fue el único incidente en aquellas fechas: los forenses a cargo de Prieto impidieron durante casi un día que la Policía Científica accediera tal y como es preceptivo a los restos cadavéricos de los suicidados.
Pero el oscurantismo de lo acaecido en Leganés no termina aquí.
Todos los agentes de Policía que declararon en el juicio del 11M
dijeron no haber visto sangre en el interior del piso. Alguno manifestó haber visto
sangre en la escalera de acceso, donde murió desangrado el GEO Torronteras por un corte en la femoral. Pero nadie vio sangre en el piso. Cuando le preguntaron a los forenses si tenían alguna explicación, uno de ellos se aventuró a decir que a veces, en muertes violentas por explosión, los vasos se contraen y la sangre sale en diminutas gotículas. Muy diminutas tendrían que ser para haber hecho desaparecer casi al completo el rastro de 35 litros de sangre.
Según los testimonios (no demasiado homogéneos) de los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado allí presentes, los terroristas participaron en
diversos tiroteos. Hay que recordar que en el desescombro se encontraron varios subfusiles automáticos. Sin embargo,
en ese mismo desescombro no apareció ni una sola vaina correspondiente a la munición que presumiblemente habrían disparado tales armas. Y no consta que en ese tiroteo ningún agente resultara herido ni que ningún vehículo hubiese sido dañado.
Para colmo, aquel día 3 de abril de 2004, de todos los miembros de distintos cuerpos allí presentes en el cerco del piso nadie,
ni uno solo, ha afirmado haber visto a ninguno de los terroristas. Todos coinciden en que los
oyeron, pero nadie les vio con vida aquel día. Al menos, así constaba en las distintas declaraciones recogidas en el Sumario, hasta que dos años después un periodista se hizo eco de la extraña coincidencia.
Al día siguiente de que Luis del Pino publicara esa noticia después de revisar todas las declaraciones del Sumario relacionadas con este tema,
un miembro de la Unidad Central de Información Exterior fue a declarar ante el juez del Olmo y testificó que él sí que vio a uno de los terroristas asomarse a la ventana. Las distintas declaraciones de este agente se contradicen entre sí y además resultan inverosímiles, ya que
afirma haber visto al terrorista desde lugares desde los que diversos obstáculos convertían en imposible tal hecho. Curiosamente,
este miembro del Cuerpo Nacional de Policía es el mismo que afirmó haber visto previamente a Abdjelmajid Bouchar bajar a tirar la basura, y el mismo que explicó que Bouchar logró escapar corriendo tras pasar a tan sólo un metro de él.
Por cierto que otro indicio sospechoso de la “inactividad” de los terroristas es que durante las varias horas que duró el cerco policial, la Policía desalojó a los vecinos del edificio y de las manzanas colindantes, ante la –supuestamente- atenta mirada de los islamistas.
Islamistas que semanas antes habrían asesinado a 192 personas pero que ese día decidieron esperar tranquilamente a que se desalojaran los edificios para finalmente suicidarse ellos solos encerrados en una habitación interior. Es necesario recordar que si bien todos los GEO sufrieron lesiones –y secuelas-, aún estaban accediendo al piso en el momento de la explosión. De hecho, a Francisco Javier Torronteras Gadea no le asesinó la onda expansiva, sino un corte en la femoral producido por un escombro que salió propulsado por la deflagración. Es decir, que los terroristas no sólo permitieron el desalojo del edificio sino que decidieron suicidarse lo más lejos posible de los miembros de las fuerzas de seguridad.
También en el juicio varios mandos policiales declararon sobre lo acontecido en Leganés aquel 3 de abril de 2004. Entre ellos el entonces Subdirector General Operativo, Pedro Díaz Pintado, y el Comisario General de Seguridad Ciudadana, Santiago Cuadro Jaén. De sus declaraciones (y del testimonio de algunos miembros del GEO, bien en la vista oral, bien en declaraciones anónimas a la Cadena SER) se deducen varias cuestiones:
- No comprobaron si los terroristas tenían bajo su control a rehenes.
- No controlaron el desalojo de los vecinos, de forma que los terroristas se podrían haber escapado camuflados entre aquéllos.
- No permitieron que los GEO llamaran a un intérprete para intentar contactar con los terroristas.
- No permitieron que los GEO intentaran contactar con los terroristas a través del teléfono.
- Obligaron a los GEO a entrar en el piso contra su voluntad y contra los propios métodos que durante 30 años habían venido empleando.
Los GEO no querían entrar. Sabían que en el piso había explosivos y que unos terroristas islámicos estaban allí atrincherados. Oían sus gritos y sus cánticos. Manifestaron que no era buena idea entrar, manifestaron que no había riesgo para los vecinos que ya habían sido desalojados. Manifestaron que lo procedente era agotar a los terroristas e intervenir de madrugada, cuando estuvieran extenuados. Pero
los mismos mandos que no les permitieron intentar contactar con los islamistas les obligaron a entrar en lo que a todas luces era una misión suicida.
Quienes intentan parchear la versión oficial a cualquier precio, acusan a los que dudamos de lo ocurrido en Leganés de vejar la memoria del GEO Torronteras. Nada más lejos de la realidad. Francisco Javier Torronteras Gadea fue un héroe y falleció en acto de servicio. Y también fueron héroes sus compañeros que en aquella explosión sufrieron todo tipo de lesiones, incluidas algunas permanentes, como la sordera. Todos ellos fueron héroes.
Héroes que no tuvieron la culpa de que alguien les obligara a entrar en aquel piso contra su voluntad –que era fruto de su propia experiencia- y contra toda lógica. Contra toda lógica suponiendo que quienes dieron esas órdenes creyeran realmente que había alguien vivo en aquel piso. Y perfectamente razonables en el caso contrario.
La paradoja es que después de todos estos datos, pruebas, hechos e indicios y de muchos otros que no cabrían aquí en un simple artículo, alguien pueda llevarse las manos a la cabeza cuando se manifiesta públicamente que existen dudas acerca de la condición de los suicidados de Leganés. A fin de cuentas, tal vez tuviera razón el difunto Gerardo Turiel y “
lo que pasó en Leganés nunca llegaremos a saberlo”.