Una simpatizante de Cristina Fernández de Kirchner besando su imagen en una enorme pancarta colgada frente al Palacio de Justicia Comodoro Py, en Buenos AiresLa Argentina que no entiende el apoyo de Podemos a KirchnerUn partido en apariencia nuevo y reluciente, nacido para combatir a una 'casta corrupta', corre presuroso en auxilio de la casta más corrupta de la historia del país sudamericanoJorge Fernández Díaz
Extraño y trágico proceso el que aqueja a quienes se convierten en lo que combatían. Un partido español en apariencia nuevo y reluciente, nacido para combatir a una 'casta corrupta', corre presuroso en auxilio de la casta más corrupta de la historia argentina. ¿Puede la vieja y querida fuerza socialista de Felipe González, ídolo de toda mi familia, haberse convertido en socia de semejante facción y haberles incluso copiado las maneras a estos personajes del chavismo caviar? Desde Buenos Aires este fenómeno es visto con pena y estupefacción.
Solo lo celebran los peronistas, eternos aspirantes a la hegemonía y a crear un régimen de partido único, integrantes de un Movimiento inspirado en el fascismo italiano que luego practicó el camaleonismo y acabó presentándose como adalid de la 'izquierda latinoamericana', cuando es simplemente un rancio nacionalismo de feudo y un fenómeno recaudatorio encarnado por una serie de caudillos.
Una movilización en apoyo de la vicepresidenta argentina tras el ataque que se hizo público en septiembreAparte del general Perón -tan cariñosamente protegido por Francisco Franco- y de Carlos Menem -apologista del Consenso de Washington- Néstor Kirchner fue acaso el más exitoso de todos ellos. Santa Cruz, la lejana provincia patagónica, resultó su gran laboratorio político.
Allí se apoderó del Estado, obligó a todos los empresarios a comer de su mano, les entregó negocios a personas de confianza que hoy son magnates, colonizó la justicia, acorraló a la oposición, barrió con la prensa crítica, habilitó la reelección eterna y montó un eficiente sistema de clientelismo social. Sin ideología, y en compañía de su esposa, ignoró durante décadas a los organismos de derechos humanos y militó con alegría en el 'neoliberalismo' menemista. Pero cuando le tocó asumir la Presidencia de la Nación, después de la debacle de 2001, adoptó un discurso 'progre' bajo su célebre consigna: «La izquierda da fueros».
Esa frase significa que a los suyos el progresismo siempre les perdona los errores y las venalidades más escandalosas. La coartada secreta de sus militantes es indecible pero pragmática: así como la guerrilla peronista Montoneros recaudaba en los 70 para la revolución (secuestros, extorsiones y atracos), ellos debían recaudar ahora para el «proyecto nacional y popular» direccionando obras públicas, engordando la fortuna de aliados y creando así su propia «burguesía nacional» con la que podrían convertirse por fin en «poder permanente».
Esa experiencia plena provocó que un amigo de la familia -Lázaro Báez- pasara de ser empleado bancario al mayor terrateniente de Argentina y que a uno de los secretarios privados de Kirchner se le descubrieran al morir 70 millones de dólares sin origen declarado ni conocido: no venían a combatir a la oligarquía, sino a reemplazarla.
Fallecido Néstor Kirchner, su viuda dejó correr la versión de que ella no estaba al tanto de las tropelías de su marido, cuando en verdad era su gran socia intelectual y operativa. Los chanchullos ocurrían bajo sus narices: o Cristina fue cómplice o fue una tonta. Y se pueden decir muchas cosas de la actual vicepresidenta de la Nación menos que es tonta: hace veinte años que el peronismo y el sistema político giran en torno a ella. Creyó o le hicieron creer, eso sí, que instalada nuevamente en el poder las causas por corrupción se irían evaporando y que jueces nominados por ella misma no le serían 'infieles'.
Un negocio familiar
Pero con el tiempo el acopio de arrepentidos, documentos, testigos, pericias y pruebas fue avanzando, y los expedientes ahora no resisten un cierre abrupto frente a la opinión pública. Que ya tiene, por cierto, formada una idea cabal de lo que ha sucedido. Sólo en el llamado Caso Vialidad el kirchnerismo habría defraudado al Estado en miles de millones de dólares.
El plan maestro de los Kirchner -ahora madre e hijo, puesto que el kirchnerismo ha sido siempre un negocio familiar- consistía en colocar en la Casa Rosada a un delegado obediente -Alberto Fernández-, recuperar la economía, arrasar en las elecciones de medio término y, con esa base de legitimación, ir contra los jueces y los periodistas, que son un verdadero dolor de cabeza con sus porfiadas revelaciones. Falló la gobernanza, sus ideas esotéricas hicieron naufragar la economía y el voto de castigo los devastó el año pasado: hoy tienen el 70% de imagen negativa.
Frente al juicio oral que se sustentó durante estos meses calientes, Cristina Kirchner no opuso una refutación de pruebas sino un relato político. Como no le bastaba con inutilizar puntualmente a estos fiscales y jueces -a quienes les lanzaron carpetazos y los hostigaron día y noche-, porque hay abiertos otros expedientes aún más voluminosos y muchos otros magistrados y hombres y mujeres de ley investigando esos meganegociados, ella terminó esgrimiendo que había en Argentina «un partido judicial».
Y merodeó el hecho de que ese partido, con ayuda del periodismo independiente, constituía una suerte de mafia o nueva dictadura. Los kirchneristas quedaron en shock frente a la acusación fiscal, que duró nueve días y estremeció a toda la comunidad argentina. Y bautizaron el martes del fallo como «día de la resistencia». Lo que resistían, en realidad, era la simple aplicación del Código Penal.
Victimización
Así como el legendario juicio a los comandantes de la dictadura militar se realizó bajo la consigna «nunca más», este proceso histórico se desarrolla bajo el lema «Corrupción o Justicia». Le dieron a Cristina Kirchner seis años de prisión y ella renunció de inmediato a toda candidatura para forzar la falsa idea de que técnicamente es una proscripta. Ya sabemos que la victimización es la religión de la época.
Dirigentes de Podemos y miembros del Gabinete de ministros de España han tuiteado rápidamente que la sentencia es para castigar «la redistribución del ingreso», la «soberanía económica» y su «compromiso con los más humildes»; recordemos que el actual Gobierno de Cristina ha conseguido un 100% de inflación anual y una pobreza real que ronda el 50%. También los jueces la habrían sancionado por «el matrimonio igualitario» y hasta por ser mujer. Vaya imagen: el europeronismo, como el Séptimo de Caballería, intentando socorrer a la víctima inocente del Cono Sur. Conmovedor. Entre la corrupción y la Justicia, Podemos no se equivoca: elige la corrupción. Como no podía ser de otra manera.