El primogénito de la Infanta Elena y Jaime de Marichalar ocupa el cuarto lugar en la línea de sucesión, un hecho que de momento no le inquieta.[/font]
FELIPE MARICHALAR
ENTRE EL CANALLITA CON GRACIA Y EL NINI DE LOS PUTIAFTERS
Lo último ha sido una redada en un ‘after’ con cocaína rosa. Antes fue un tiroteo y un apuñalamiento. Es de esperar que el abuelo le meta en cintura.
JAVIER BLÁNQUEZESTÁ DEMOSTRADO QUE se puede ser aristócrata y fiestero y, además, caer bien. El caso de Pocholo es ejemplar en ese aspecto: un hombre con más años consumidos en Pachá que meses cotizados en la Seguridad Social que, sin embargo, genera afectos gracias a su buena gestión de la campechanía. O Harry, otro caso asombroso de niño tarambana que ha pasado de montar fiestas con uniformes de color pardo a erigirse en estandarte progresista contra el racismo. Si bien ha habido innumerables ejemplos en la historia de patricios depravados que han convertido su privilegio en un escudo para cometer tropelías, no hay nada que no pueda arreglar una buena campaña de imagen.
Es por ello que Felipe de Marichalar, alias
Froilán, está haciendo algo mal, porque pudiendo presentar un aura simpática de calavera español con ecos de la literatura picaresca, un grotesco ejemplar de farrero inofensivo, poco a poco empieza a transmitir un halo oscuro. Cuando aparece su nombre en la crónica canalla, y viene sucediendo con frecuencia desde que alcanzó la mayoría de edad, siempre asoman conceptos como navajas, drogas a 100 euros el gramo, apuestas y, en definitiva, la sensación de que alguien lo ha dejado suelto, incapaz de darle unos valores ni enseñarle lo que es la virtud.
El nieto mayor de Juan Carlos I vuelve a ser noticia porque le pillaron de after. Ir de after siempre es el penúltimo escalón en la escala descendente del infierno fiestero: para ir más abajo hay que empezar a empalmar noches –acepción distinta de empalmar a la que usaba su tío Iñaki–, y Madrid, por mucha libertad de que presuma, aún regula los horarios de los garitos. Cuando ya se está cerca de los 25 y se sigue yendo de after, es que la fiesta es tu vida. Así que no sería realista imaginar que Froilán vaya a reformarse: como Lou Reed, camina por el lado salvaje de la vida, le atrae el peligro como a Hemingway.
El
canallita es un perfil que normalmente se observa con indulgencia, como bien lo han retratado los cómicos de Pantomima Full: un sujeto que vive para el fin de semana, el ligoteo y los alivios rápidos, pero que suele ser inofensivo porque solo se hace daño a sí mismo. El problema de Froilán es que, de todas las características del pícaro que presenta, la que más peso tiene es su identificación como un ser improductivo: un vampiro del IRPF ajeno que tira del dinero opaco que le llega desde Abu Dabi a través de un coronel en la reserva —tal como explicó Eduardo Verbo en
Vanity Fair—un nini que tampoco ha buscado generar un perfil público burbujeante que mejore su prestigio.
Ya desde niño se veía que tenía inclinación por la travesura: era un triturador de tibias, un espadachín de palo. Se dice que el vacío familiar tras el divorcio de la Infanta Elena y Jaime de Marichalar agravó la situación: tanto Froilán como su hermana, Victoria Federica, crecieron en un ambiente vacío de rectitud, lo que los ha llevado a gestionar su post adolescencia de manera levantisca. Hace años, los fotógrafos del corazón aún eran capaces de localizarlos en el barrio de Salamanca cerca del dúplex donde su padre, el último dandi, vive recluido entre objetos exquisitos, como el Des Esseintes de Huysmans. Se dice que la Infanta Elena también ha arrojado la toalla.
Si este es el futuro de Froilán –ser un aristócrata decadente, abandonado a los excesos–, tampoco deberíamos despreciarlo. Hay una larga tradición de nobles legendarios por su gestión maximalista del lado oscuro. Por supuesto, no es deseable que los modelos de Froilán sean Carlo Gesualdo, príncipe de Venosa –salvo que se ponga a componer madrigales–, o la condesa húngara Erzsébet Bathóry. Pero hay referentes más próximos, y menos criminales, como Ernesto de
Hangover, un animal jaleoso que, con el paso de los años, ha aprendido a domesticar sus impulsos y transformarse, finalmente, en un elemento pacífico.
Nadie ha demostrado que Froilán sea irrecuperable. Todas las pruebas en su contra suelen ser circunstanciales; está en los sitios, pero no consta que haya cruzado la línea de sombra, como los personajes de Conrad. Dicen quienes lo conocen que muchas sospechas sobre sus costumbres son inciertas, que no sale tanto, que no es un broncas. Tampoco hay que esperar de él un regreso al patetismo de otros tiempos: los aristócratas del siglo XXI ya no padecen de gota ni el síndrome de Klinefelter, como los últimos Austrias. Pero sí hay margen para que nuestro infante aspire a ser cool. Podría venir en junio a Barcelona a la gira de Beyoncé. Pocholo señala el camino.
EL MUNDO / SÁBADO 11 DE FEBRERO DE 2023
Genial!
