Gamberros y príncipes
EMILIA LANDALUCE
Cada año, mis padres viajaban a Alemania para cazar jabalíes. Les acompañaba siempre un primo del Rey, enaltecido realmente y con frenillo. «¿Cuántos guagos (guarros) has matado?», preguntaba antes de apuntarse los suyos y si podía, los de los demás. Una tarde, mi hermano lampiño se vistió de negra para gastarle una broma. El pariente del Monarca no tardó en congeniar con el ébano travestido que, pertinentemente, le había sido presentado como la riquísima dueña de la mayor mina de diamantes de Sierra Leona. Ya pensaba que le habían invitado a dos o tres safaris cuando mi hermano comenzó a desteñir en la chaqueta de terciopelo verde botella de monseigneur. El enfado, supino, no fue tanto por la evidente trastada sino porque en efecto, el primo no había tenido una buena jornada. Se había resbalado rasgando con la regia costalada la capa de hielo que arropaba el camino. La debacle del Borbón alertó al guarda. «Nichts kaputt? [¿Nada roto?]», preguntó mientras corría a socorrerle. El primo le rechazó. «Y encima el tío va y me llama hijo put…».
España tiene una larga tradición de Borbones gamberros o malditos. Desgraciadamente, desde la llegada de la Transición, se han ido diluyendo en la mediocridad del noblesse oblige. Luis Fernando de Orleans, príncipe de los maricas amén de traficante de cocaína, se despachó con Alfonso XIII cuando le amenazó con quitarle el título: «He nacido y moriré infante. Como tú has nacido y morirás rey, mucho tiempo después de que tus súbditos te den la patada en el culo que te mereces».
Nos hace falta un príncipe gamberro. En Reino Unido tienen a Enrique; en Noruega, a Marta Luisa… Una oveja negra siempre ayuda a resaltar al rebaño sin mácula. Por eso, habría que postular a Felipe (a él no le gusta lo de Froilán) como antipríncipe de la pluscuamperfecta Leonor.
¿Su último mérito? Al parecer, el vástago de doña Elena amenazó a su primo Pablo Urdangarin con un pincho moruno. Una barbaridad, según la jauría; una tontería de adolescentes para cualquiera. Nichts kaputt! Felipe Marichalar gusta a los españoles. Cae bien y merece crecer, equivocarse y si procede, convertirse en gamberro, maldito o notario en libertad. Mientras, el resto del rebaño oscuro le esperamos en.... diría que en Maculato pero el club madrileño anda huérfano de dj desde que Isabel de Arza, Miss Biotza, se ha marchado a Estrasburgo. Una pena.