De momento no tiene pareja, pero no le faltan candidatos, que se multiplicarán cuando herede de su padre y se convierta en una de las aristócratas más ricas. La infanta Cristina no tiene novio. Pero sí pretendientes. Hace poco asistió a la boda de un amigo y uno de los invitados le pidió el teléfono con insistencia, a lo que ella se negaba entre risas. En Madrid, en un acto del Comité Olímpico, un atractivo caballero de traje beige no la dejó ni a sol ni a sombra y en un evento de la Fundación Dalí en Figueres, el pasado verano, habló con cierta intimidad, en catalán, con un abogado de Girona, divorciado y con fama de don Juan. Lo cierto es que cada vez está más guapa, ha dejado atrás los atuendos tipo monja seglar y se viste con elegancia y se maquilla, además de que tiene una conversación interesante, sentido del humor y es muy cariñosa en las distancias cortas. Pero ni tiene novio ni quiere, a pesar de que sus amigas de Barcelona intentan presentarle hombres solteros y deportistas para que rehaga su vida, pero ella dice que su vida está muy hecha y que no necesita nada más.
Hace un tiempo nos confesó que le da mucha rabia que se repita que sigue enamorada de su marido. Cada vez que lo lee en una revista se siente ultrajada por esa imagen bobalicona, ya que ha llegado a superar su infidelidad y el dolor que le causó con mucha terapia y una gran fuerza de voluntad. Pero Iñaki sigue siendo el padre de sus hijos, de ahí que siga llevando su anillo de boda, un símbolo de la familia que crearon y que él traicionó, “no he sido yo la que he fallado... por eso no me lo voy a quitar”, nos dijo en aquel lejano febrero de 2022, poco después de que salieran las fotografías en Lecturas que cambiarían su vida para siempre. Pero, como es humana, no puede desprenderse de la profunda aversión que siente por “la otra”. Iñaki quiere casarse con Ainhoa, pero desearía que sus hijos asistieran al enlace, algo que de momento no va a conseguir porque los chicos, por respeto a su madre, se niegan no solo a ir a esa boda, sino que ni siquiera quieren conocer a la novia de papá.
■ ■ ■
Ahora que Irene se ha ido a Camboya, la infanta está sola en su gran piso de Ginebra, donde cada hijo tiene una habitación, aunque no la ocupan casi nunca. Con Felipe, su hermano, su mejor amigo, su cómplice cuando eran jóvenes, no hay relación ya que el trato con su cuñada es muy difícil y cuando están juntas saltan chispas. Hace dos veranos tuvieron una pelea monumental en Marivent: Letizia bajó a cenar en mallas de gimnasia, Cristina se lo afeó y la reina le gritó que ella en su casa se vestía como le daba la gana. Desde entonces no han vuelto a dirigirse la palabra. Tampoco Cristina ha apoyado, al menos de forma pública, a Letizia en estos momentos tan difíciles que está pasando. Y es que quizás ella tampoco se sintió apoyada ni por su hermano ni por su cuñada cuando su vida se hundió de una forma pública y estrepitosa.
■ ■ ■
Pero sí es cierto que tiene muy buenos amigos, sobre todo en Barcelona. Al contrario de lo que se dice, Cristina nunca ha alternado con la nobleza catalana. Me lo contaba con pesar un aristócrata, ya fallecido, "al principio la invitábamos, pero la contestación siempre era no, hasta que nos cansamos y dejamos de llamarla". Su mundo tampoco era el de la "gente bien", los "pijos", para entendernos. Sus mejores amigas eran, y siguen siendo, una médica que ha trabajado en el Tercer Mundo y tiene mucho que ver con el viaje de cooperación de Irene a Camboya, la viuda de un empresario que fue su paño de lágrimas (y ayuda económica) en las épocas duras, y una docente. Cuando estaba casada con Iñaki se movía en el ambiente de los compañeros de su marido, deportistas de la vela y su familia política. Se la veía con frecuencia, por ejemplo, en los cines Sarriá con su cuñada Ana. O con los padres del Liceo Francés, donde iban sus hijos, o con Diego Torres y su mujer, invitados frecuentes a su casa. Nunca fueron socios del Club de Polo, ni del golf del Prat, ni frecuentaban el Círculo Ecuestre, ni el Liceo. Sí iban al tenis Barcelona, ya que los habían hecho socios de honor, no debían pagar por ningún servicio -ni clases particulares, ni siquiera por los albornoces para la piscina-, pero todos estos privilegios se acabaron cuando estalló el caso Nóos.
■ ■ ■
El brutal fin de su matrimonio ha vacunado a la infanta contra todo tipo de amoríos y, como su hermana, se ha refugiado en la religión. Elena no ha vuelto a conocer varón desde que se separó de Marichalar y veremos si Cristina sigue su ejemplo. Ahora es un buen partido ya que gana medio millón de euros al año entre la Caixa y la fundación Agha Khan, pero cuando muera su padre heredará 1500 millones de euros, lo que la convertirá en una mujer muy rica y en objetivo de playboys y cazafortunas. Si hablamos de millonarias, entre el trágico ejemplo de Cristina Onassis y el de Alicia Koplowitz está claro que la infanta elegirá a esta última: volcada en sus hijos y en su fundación, querida y admirada por todos. Pero sola, eso sí.