Aguas turbulentas - Pilar Eyre

Las últimas noticias de la Realeza. Monarquía vs. República
¿Cuánto reinarán Felipe VI y Letizia?


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NO ES POR MALDAD - Pilar Eyre

Mensajepor Invitado » Sab 30 Abr, 2022 2:59 am



Leonor está enamorada. Algunos dicen que es monstruoso que se comenten esas cosas de una niña. Pero, señores, tiene 16 años. ¡Lo monstruoso sería que no lo estuviera! El pollo en cuestión es un compañero de colegio y ha estado con ella estas vacaciones, que la princesa de Asturias ha pasado en Madrid junto a su familia. También su padre invitaba a compañeros de su colegio canadiense. Si entonces hubiera traído a una chica, todos hubiéramos escrito: "¡Felipe, enamorado!", aunque dudo mucho que la reina Sofía hubiese aceptado una presencia femenina al lado de su adorado hijo. Pero sabemos que Letizia es una mujer moderna. Recordemos que en una visita a Barcelona estuvo departiendo con una señora que le contó que a los pocos días casaba a su hija. Y la Reina le advirtió: "Espero que hayna convivido... Las relaciones prematrimoniales son necesarias para no equivocarte luego". Claro, que una cosa es la teoría y la otra es aplicarla a una hija casi adolescente.

Pocos datos conocemos del pretendiente, pero, tranquilos, que no va a ser rey de España; a la princesa le queda mucha vida por delante. Sabemos que es alto, moreno, va a una clase superior y en el colegio son inseparables. Como ocurre con los amores adolescentes, a la parejita le parece inconcebible estar alejados el uno del otro. Pero que Leonor pasara las vacaciones en casa de él era un plan imposible, por el aparato que la protege -hasta diez escoltas y dos coches policiales-, además de que en una casa de vecindario normal no se podría garantizar la seguridad de la heredera del trono. Así pues, se optó por la decisión más sensata: que el chico viniera aquí. Ni la madre ni el padre pusieron el grito en el cielo, porque ambos saben que no hay que prohibir, sino ceder, tolerar y ayudar cuando todo, inevitablemente, acabe por romperse. Felipe tenía su edad cuando se enamoró de Vicky Carvajal, y estuvieron juntos hasta los 18 años. La madre de Vicky declaró despues: "Cuando la Reina se enteró de que mi hija iba a estudiar Periodismo presionó al príncipe para que la dejara", lo cual no deja de resultarnos ahora bastante grotesco. Dicen que Felipe sufrió mucho hasta que apareció en su vida Isabel Sartorious. Letizia, por su parte, debería rondar sus años también cuando se enamoró de Alonso Guerrero. Los padres no se lo tomaron bien y, el día en que cumplió su mayoría de edad, abandonó el hogar familiar y se fue a vivir con Alonso. Después de muchas idas y venidas terminaron casándose y al cabo de un año se divorciaron.

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La aparición de Leonor sin mascarilla nos ha dejado a todos boquiabiertos porque su rostro es de una belleza madura y deslumbrante. La princesita aniñada, de la que decíamos: "No será tan guapa como su hermana", es ahora una mezcla de Claudia Cardinale y Natalia Vodianova, con el cutis de porcelana de la madre, los pómulos de la abuela Paloma y una nariz ligeramente borbónica que le da un toque elegante. ¡Por Dios, desde aquí le pedimos que no se la opere! Que responda como hacía su tía abuela Pilar de Borbón cuando le sugerían que pasara por el quirófano: "¡Cómo voy a recortar esta nariz que lleva 17 generaciones en la familia!". Leonor, como le pasa a todas las chicas que van a colegios ingleses, ha ganado peso y también seguridad en sí misma. En el acto sobre ciberacoso sonreía, hablaba con las compañeras, daba la mano o dos besos (¡podemos constatar que las reverencias cortesanas han pasado a mejor vida!). Ahora se revela como un gran acierto la decisión de Letizia de enviarla unos años a un colegio extranjero, lejos de la complicada familia paterna.

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Ante la provocación que fue la tan publicitada foto de Juan Carlos con sus hijas y sus nietos en Abu Dabi, la familia real ha optado por el silencio y la aparente indiferencia, a pesar del disgusto que se llevaron. No sabemos muy bien qué ha hecho la princesa de Asturias estos días en España, aparte de los dos actos en que ha participado y la visita a su abuela materna por su cumpleaños. Lo que sí conocemos es lo que no ha hecho. No se ha reunido con sus primos Borbón -con los que no se relaciona desde hace años pese a que tanto los hijos de Elena como Juan, el mayor de Cristina, viven en Madrid- ni parece que haya estado con su abuela, la emérita, que tampoco ha acortado su estancia en Mallorca para verla, ni la ha visitado nunca en su internado, a pesar de que viaja a menudo, tanto a Alemania como a Inglaterra o a Grecia. Sofía debería sentir curiosidad por saber cómo se desenvuelve su nieta, ya que ella estuvo cuatro años interna en un colegio de la misma línea pedagógica del Atlantic: el Kurt Hahn de Salem, que dirigía un tío suyo. Ella misma contó que, a pesar de que iba a una clase de edad inferior, le costaba seguir los estudios -"Solo era buena en griego"-, era una deportista muy torpe y se resistía a madrugar. Y destaca como lo más positivo de esos cuatro años que el dentista del pueblo le puso un aparato de ortodoncia para corregir su irregular dentadura. Cuando se le preguntó si se había echado algún novio, aunque en esa época los chicos estaban separados de las chicas, la Reina emérita confesó: "Claro que sí, alguna cosa pasó... Los típicos enamoramientos con algún compañero, las cartitas, nos intercambiamos fotos..., ¡aunque yo de quien estaba enamorada de verdad era de James Dean!".

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Sofía participó en su último acto, la jura de bandera de civiles en el Pardo, con expresión seria y triste. Sus nietas van a casa de su tía Telma para ver a la abuela materna y su pareja, y a ella, que vive a 300 metros, no la visitan nunca. Hace unos años se supo que si quería estar con las niñas no podía hacerlo espontáneamente, debía avisar con tiempo. También resulta curioso constatar que su hija Cristina visita más a menudo a su padre, que reside en los Emiratos, que a ella. Incluso ve poco a su hija Elena, y Sofía se resiente de su soledad. ¿Para cuándo una foto con sus hijas y nietos como la célebre de Abu Dabi? ¡Hasta sería posible que posara con Juan Carlos! Porque su forma de pensar es un enigma para todos los españoles. Sería lógico deducir que se siente humillada por la actitud de su marido, que culmina en las acusaciones de acoso que le ha dirigido su amante Corinna, pero sigue llevando su anillo de prometida y pide a los periodistas que no lo llamen "emérito", que es una falta de respeto. Nos esperan grandes sorpresas aún por parte de esta familia que, para bien o para mal, no deja de proporcionar jugosos titulares.

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NO ES POR MALDAD - Pilar Eyre

Mensajepor Invitado » Jue 05 May, 2022 2:37 am



Algo grave pasa entre la infanta Cristina y su madre. La hija, necesitada de cariño, sola, humillada por el marido que se pasea tranquilamente por las portadas de las revistas con su amante, no tiene el consuelo de quien más podría entenderla: Sofía. No solo porque es su madre, sino también porque ha aguantado un matrimonio repleto de infidelidades y desprecios por parte de un hombre que nunca la ha querido ni respetado. ¡Pero no lo hace! ¡Cristina no ha contado con el amor de su madre para consolarla! ¡Se ha quedado sola! La reina Sofía se ha desmarcado asombrosamente de la terrible situación que ha padecido su hija, como si no fuera con ella.

Ni en el primer momento, cuando esta revista publicó las fotos de Iñaki y Ainhoa, ni cuando dieron a conocer el comunicado de separación, ni cuando iniciaron los trámites de divorcio, tampoco cuando vimos a la infanta hundida y triste, en ningún momento hemos observado un gesto de la madre hacia la hija. Un viaje a Ginebra, una foto de las dos en Madrid, Sofía sentada en las gradas viendo jugar a su nieto Pablo... ¡Nada, desaparecida!

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Ahora quizás vengan los siniestros mensajeros de la mentira a contar que ha habido encuentros, llamadas, visitas en secreto a Zarzuela... ¡No me valen! Quiero verlo con mis propios ojos; si no, no me lo creo. Porque Sofía, la reina profesional por excelencia, conoce el valor de una imagen. Lo sabía cuando fue a Washington en 2012 para visitar a su hija y a su yerno, ya imputado en el caso Nóos y repudiado por todos. Era reina titular y aun así se enfrentó a su familia y la opinión pública para hacerse fotos con ellos y demostrarle al mundo entero que ella era reina, cierto, pero madre por encima de todo. También apareció junto a Urdangarin, sonriente y cariñosa, yendo a visitar al rey Juan Carlos al hospital, deteniéndose parsimoniosamente en la puerta para los fotógrafos en un gesto que tenía algo de desafío a la sociedad y también de reafirmación frente a su marido. Pero ahora, ¿qué? ¿Dónde está la madre? Ahora que su hija está completamente sola, ¿por qué la ha abandonado? ¿Es incapaz de fotografiarse con ella y, lo que es peor, con sus nietos? Esos niños con una infancia tan dura, sin un marco familiar de referencia, hubieran agradecido que su abuela se pusiera a su lado en estos momentos tan complicados y los amparara con su presencia.

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¿No está junto a ellos la abuela paterna? ¿No están sus tíos y los primos por parte de Iñaki? Y menos mal, ya que si no se encontrarían completamente aislados. Porque, a pesar de que Letizia fue la primera en enterarse de la aparición en LECTURAS de las fotografías de Urdangarin y su amante, a pesar de que fue ella la que avisó a Cristina y mantuvieron ambas largas conversaciones, tampoco los Reyes han dado un paso para hacer público su apoyo a la infanta agraviada. Otra hubiera sido su actitud si, en su momento, Cristina hubiera obedecido al jefe de la familia y se hubiera divorciado de su marido, en lugar de haber sido él quien ha roto el matrimonio.

Por fotuna, don Juan Carlos, desde el mismo día en que se conoció la infidelidad de Iñaki, ha prestado a su hija el auxilio que necesitaba y ha querido enfatizar esta toma de posición mostrando las dos fotografías que vimos hace un par de semanas en Abu Dabi. Cristina lo agradeció profundamente, aun sabiendo que ese gesto la distanciaba a ella y a sus hijos todavía más de la casa real, de su hermano Felipe y Letizia, que quieren mantener un cordón sanitario alrededor del emérito para no contaminar su propio reinado y la institución que encarnan. Pero, su madre... ¿Por qué? Sofía, que no duda en asistir al más mínimo evento relacionado con su familia griega o sus primos alemanes, que viaja por toda España, que va de compras a Londres y está en perfecta forma física... ¿no puede coger un avión, un tren o un coche para ver a su hija o a sus nietos? ¿A Miguel en Inglaterra, a Irene en Ginebra, a Pablo, que tan brillante carrera está haciendo en el Barça de balonmano? Ni siquiera tenemos fotos con el mayor, Juan, que vive en Madrid, aparte de una salida improvisada a un concierto en el Palacio Real hace nada más y nada menos que tres años. Fue tan improvisada que el chico tuvo que pedir prestada una americana que no era de su talla para lucir bien al lado de su augusta abuela. Y luego... nada más. Silencio.

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Esta Semana Santa la emérita ha estado en Mallorca, ocupando un palacio de 900 metros, con barcos y coches a su disposición y decenas de servidores. Cada día se elaboran exquisitos menús con productos de la tierra y la casa tiene todo tipo de comodidades, como pantallas de cine, sala de billar y mesa de pimpón. Solo para ella y su hermana. ¿No hubiera estado bien invitar a sus nietos, que tanto disfrutaron allí cuando eran pequeños? Es cierto que fueron a Abu Dabi a ver al abuelo, pero solo estuvieron tres días, hubieran podido pasar el resto de las vacaciones en Marivent. ¡No se entiende! Y en el corazón de todas las madres anida esta pregunta: ¿por qué, Sofía, por qué?

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NO ES POR MALDAD - Pilar Eyre

Mensajepor Invitado » Jue 12 May, 2022 2:45 am



Juan Carlos contempló el cuerpo desnudo de la mujer con la que había hecho el amor toda la noche. Después se sentó en la cama y le dijo: “Olghina, dentro de dos meses voy a casarme con una princesa griega”. La condesa Olghina de Robilant se rio alegremente porque nunca había pensado en casarse con Joanino, como ella lo llamaba. Eran amantes desde hacía cuatro años y fue su maestra en las artes sexuales más refinadas. Y ese día, por lealtad, Juanito la había ido a buscar al Club 84 romano con su primo Clemente Lequio, el padre de Alessandro, que desapareció discretamente cuando los dos amantes cayeron el uno en brazos del otro.

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A duras penas llegaron hasta la vecina y siniestra pensión Pasiello, donde pasaron una noche de desenfrenada pasión, según contó la condesa en sus memorias. Olghina le preguntó si estaba enamorado y él rio amargamente. “¿Qué dices? Claro que no, me obliga mi padre, hay que tener hijos para continuar la dinastía... Ni siquiera sabía si me tenía que casar con Irene o Sofía”. Después le enseñó el anillo de prometida, de rubíes, el mismo que la Reina suele lucir orgullosamente. La amante se lo puso en el dedo y mientras lo miraba a trasluz soltó con fingida indiferencia: “En este año que no nos hemos visto he tenido una hija”. Juanito se incorporó y gritó, alarmado: “Supongo que no estarás intentando endosármela”. Cogió su ropa, le dijo que pagara ella la pensión y se lanzó escaleras abajo. Años después, Olghina declaró que Paola era hija de Juan Carlos pero que no lo había dicho antes para no comprometer su boda con Sofía. Existían otras mujeres en la vida de Juanito, desde Sara Montiel hasta Miss Brasil, pero su novia oficial hasta ese momento había sido la princesa italiana María Gabriela de Saboya, demasiado liberal para el gusto de don Juan. Sin embargo, Juanito la amaba y la llamó días antes de la petición de mano de Sofía: “No la quiero... Si tú me dices ven, lo dejo todo... Piénsalo, por favor”. Y colgó. La italiana se apresuró a enviarle un telegrama en el que le pedía que no se comprometiera, que tenían que hablar, pero ese mensaje fue interceptado por el padre de Juan Carlos, que lo rompió, y el príncipe siempre creyó que su ofrecimiento había quedado sin respuesta.

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Tampoco Sofía estaba enamorada de Juan Carlos, al contrario de lo que siempre se nos ha hecho creer. Enamorada había estado del duque de Kent, primo de la reina de Inglaterra. Y, cuando este se hizo novio de otra chica, su ambiciosa madre, la reina Federica, había intentado emparejarla con el príncipe Harald de Noruega. Precisamente en la boda del duque de Kent los habían sentado juntos y la prensa esperaba que después de la ceremonia se anunciara su compromiso. Pero Sonia, una plebeya con la que Harald estaba saliendo, se presentó la víspera en el hotel Claridge’s contando a gritos que, si Harald se casaba con Sofía, ella se suicidaría allí mismo. El resultado fue que el noruego le dio plantón a la pobre princesa griega y cuando don Juan vio en la iglesia que el asiento de su lado estaba vacío, dio un empujón a su hijo para que se sentara y ahí empezó todo. La boda, fijada para el 14 de mayo de 1962 en Atenas, fue un despropósito desde el principio hasta el final, aunque en aquel momento apenas se dieran detalles por órdenes de Franco. Después, siendo ya Juan Carlos rey, la describieron como un cuento de hadas, cuando en realidad fue un relato de terror.

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Los empobrecidos griegos odiaban a sus reyes, en particular a Federica, y protestaban por el alto coste del evento y la desmesurada dote que el Parlamento griego había asignado a Sofía. Papandréu, jefe de la oposición, había roto dramáticamente la invitación en público, las cárceles estaban llenas de disidentes y los enfrentamientos en las calles laterales del cortejo, las que no veían los invitados, fueron tan duros que no hubo lugar en los hospitales para atender a los heridos. Federica, además, había tratado con inmenso desprecio y arrogancia a la familia del novio, al que no dejaba de repetir: “Tú, Juanito, no eres nadie”. Tuvieron que pagarse sus billetes de avión, los alojaron en un hotel de segunda y cada vez que don Juan entraba en un sitio, en lugar de sonar la ‘Marcha Real’, que era lo apropiado, tocaban ‘Paquito el Chocolatero’, lo cual era muy ridículo. Después, la reina Victoria Eugenia le escribió a su prima Bee, la abuela de Álvaro de Orleans, testaferro de don Juan Carlos: “Todo ha sido horrible... Federica es muy tacaña y solo le ha regalado a su hija una pulserita...”. Y después le dirigió este dardo cruel a su nuera, la madre de Juan Carlos, que tenía problemas de alcoholismo: “No quiero decirte lo que parecía María, tan gorda y mal vestida... Y, como siempre, en las viñas del Señor... todo el mundo se dio cuenta”. La interminable ceremonia por los dos ritos y la carrera entre las dos iglesias agotó a los invitados y a los novios. Sofía se había levantado a las cinco de la mañana para que Elizabeth Arden se ocupara de su rostro con una mascarilla de pepino y caviar y Alexandre de su peinado, utilizando un bote entero de laca. A las once de la noche llegaron derrengados al yate ‘Creole’ que el millonario Niarchos les había prestado para el viaje de novios. Sofía tenía los pies destrozados, pero peor era lo de Juan Carlos. El día anterior a la boda, practicando karate con su cuñado, se rompió la clavícula y se hizo una herida muy fea en el brazo. El fantasma de la hemofilia había sobrevolado toda la boda. Cuando se echaron en la cama, Juanito aulló de dolor. La herida se había abierto e infectado. El yeso se había pegado a la sangre, lo que le causaba un sufrimiento espantoso. Sofía tuvo que acudir a sus conocimientos de puericultura, pidió un botiquín de primeros auxilios y estuvo toda la noche tratando de despegar la escayola trocito a trocito.

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Con la frente perlada de sudor, con cada tirón, Juanito gritaba todos los tacos del idioma castellano. Así lo relató la reina Victoria Eugenia a su prima, precisando: “Lo pasaron tan mal que no pudieron hacer nada”. Aunque otras veces afirman que el príncipe, a pesar de todo, se esforzó, porque el deber hacia a la institución y la obediencia a su padre estaban por encima de todo. ¡Para eso se había casado con Sofía! Cuando tuvieron el ansiado heredero varón, dejaron de esforzarse. Y nunca más. Sesenta años han transcurrido desde esa boda entre dos personas que entonces no se amaban y que al final llegaron a detestarse. ¿Se llamarán por teléfono ese día? Me dicen que hace años que no se hablan. Cuando Juan Carlos decidió irse a Abu Dabi ni siquiera se despidieron, y también me cuentan que la Reina no desea que su marido regrese a España porque sabe que es lo mejor para su hijo, su mayor afecto. ¿Tendrán el atrevimiento de hacer alguna celebración oficial? Resultaría grotesco felicitar por el aniversario de un matrimonio que en realidad no existe, pero mayores insensateces se han visto en los entornos cortesanos. Menuda papeleta para Felipe y Letizia.

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Aguas turbulentas - Pilar Eyre

Mensajepor Invitado » Sab 14 May, 2022 3:06 am


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Aguas turbulentas - Pilar Eyre

Mensajepor Invitado » Jue 19 May, 2022 2:54 am



¿Es verdad que la Reina Sofía no quiere que Don Juan Carlos vuelva a España? Pilar Eyre responde en La Roca
La periodista ha contado en La Roca que la Reina Sofía "no tiene amigas ni tampoco ninguna relación con sus hijas", y que "su único afecto es su hijo Felipe".

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NO ES POR MALDAD - Pilar Eyre

Mensajepor Invitado » Jue 19 May, 2022 2:56 am



La infanta Cristina tiene una nueva ilusión... que le hace sonreír más que su marido. Porque Iñaki Urdangarin sigue siendo su marido, mal que le pese, pero ahora quien tiene prisa para divorciarse es ella y no él. Cristina quiere que la pesadilla en la que llegó a convertirse su matrimonio quede atrás, aunque no está siendo tan fácil como se pensaba al principio. Ansía acabar con esa etapa negra de una vez y pasar página, pero, aunque no lo parezca, hay demasiados intereses en juego.

Gracias a la ayuda psicológica y a su fuerza de voluntad, la infanta ha salido del pozo en que se encontraba estos últimos años, está asomando la cabeza a la vida y se la ve feliz y empoderada, por usar una palabra de moda. Para empezar, se ha apuntado a un gimnasio que está cerca de su casa y va tres veces a la semana. Y está llena de proyectos, tiene ilusión por su trabajo y, sobre todo, el cariño de la gente.

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Me lo confirmaba un asistente al homenaje que recibió el jueves pasado en la sede del Comité Olímpico en Madrid junto a otros deportistas: “Se la notaba muy agradecida por este reconocimiento, me acerqué y le dije que por fin la habíamos recuperado y sonrió emocionada. Hablaba con todos y algo que me llamó la atención fue que escucha mucho y muy bien, se nota que todo le interesa”. La veterana y carismática periodista deportiva Paloma del Río me cuenta: “Cristina es la más cercana de la familia, es muy simpática, no se lo tiene creído y nunca he tenido la sensación de que te mire de arriba abajo”.

Iba elegante y cuidada, con las uñas pintadas de rojo, peinado de peluquería, una blusa de color rosa de gasa femenina y muy favorecedora y ¡tacones! Ese mismo día había visto a su íntimo amigo Lorenzo Caprile, una de las personas con las que tiene más confianza. Recordemos que en las largas sesiones en Palma por el juicio Nóos, Lorenzo estuvo un día entero en una sala adyacente, en medio de un bosque de sillas vacías, dándole apoyo. ¡No fue nadie de su familia, ninguno de los cortesanos que se partía el lomo para saludarla en sus años dorados! Pero Lorenzo estuvo a su lado, el sastrecillo valiente, el amigo que todos quisiéramos tener.


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Siempre que Cristina va a Madrid se ven, no sabemos qué hacen ni de qué hablan porque Lorenzo es muy discreto, pese a que tiene muchas amigas periodistas. Solamente recuerdo una vez que me comentó, cuando se decía que la infanta era soberbia: “Madre mía, si supieran lo sencilla que es al lado de muchas... El personal de casa la adora, se acuerda del nombre de todas, de cómo está la familia, de si tienen algún niño enfermo...”. Lorenzo Caprile conoce a la infanta desde que eran muy jóvenes, ya que Cristina había estudiado con una de sus hermanas, mientras que otra hermana era su profesora.

Al modista, como le gusta que lo llamen, y a todo el mundo, le sorprendió que lo escogiera para diseñar su traje de novia, porque era un chico muy joven que estaba empezando. Fue su primer encargo importante, que supuso un gran espaldarazo para su carrera, y a partir de ahí se convirtió en uno de los referentes de la moda española.

En un programa de ‘Maestros de la costura’ de hace unos años, Lorenzo enseñó un abanico y dijo, muy emocionado, que era un regalo de una de las personas que más quería, que estaba pasándolo muy mal y que quería trasmitirle su cariño y apoyo. No pudo continuar porque se le rompió la voz. Iñaki Urdangarin estaba en la prisión de Brieva y todos supimos que se refería a la infanta Cristina, aunque este nombre nunca salió de sus labios.

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Como miembro de la Fundación Dalí, Cristina asistió el pasado día 10 a un acto en Figueres, en Girona, donde los reyes Felipe y Letizia no pueden ir por haber sido declarados personas non gratas. Sin embargo, nadie ha cuestionado la presencia de Cristina, que departió con todos en perfecto catalán, tomó el aperitivo, rio mucho... ¡Poco a poco, vuelve a ser ‘la nostra’!

Hace un tiempo hablé con un alto cargo de La Caixa. Me confesó que era cierto que la infanta había empezado a trabajar en la entidad por enchufe de Juan Carlos, pero añadió: “¿Tú crees que la hubiéramos mantenido tantos años, manejando el presupuesto que maneja, si no fuera una persona válida, honrada y trabajadora? Pocas profesionales hay en estos momentos en España que conozcan su área de trabajo, el mecenazgo y la cooperación internacional tanto como ella”.

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La infanta se está recomponiendo, su gran preocupación son sus hijos y quiere hacerlo también por ellos. En esa competición por ganarse su cariño que mantienen los matrimonios recién separados, aunque estén en buenos términos, ella es el patito feo, mientras que Iñaki ha tenido una carrera brillante y además despierta compasión por su condición de ídolo caído. Cristina quiere que sus hijos también la admiren a ella. Cree que se lo merece. Este verano será crucial. ¿Irá a Mallorca? ¿Tendrá planes para instalarse en Madrid o Barcelona? La infanta está más guapa que nunca y sonríe como hace tiempo que no la veíamos. Quizás no esté así solo por sus hijos... Seguiremos informando.

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Aguas turbulentas - Pilar Eyre

Mensajepor Invitado » Jue 02 Jun, 2022 2:51 am



Nadie fue a verlo. Ni el presidente de la Xunta, ni Amancio Ortega, que tiene su barco en Sanxenxo, ni sus amigos ricos, ni los de toda la vida… ¡nadie! ¡no fue nadie! Este hombre acostumbrado a departir con jefes de estado, que trata de tú a todos los monarcas europeos, este rey que fue el símbolo adulado hasta el paroxismo de todo un país y una época, se ha tenido que contentar estos cinco días que ha estado en España con la compañía de sus camaradas de regatas, que lo han trasportado como si fuera un paso de Semana Santa, y los vítores de los navegantes y de un reducido grupo de vecinos.

Al verlos en televisión me ha venido a la memoria ese madrileño castizo que berreaba con entusiasmo “viva el rey” el día en que Alfonso XII regresó del exilio. Cuando un periodista le preguntó si es que era muy monárquico, ya que chillaba tanto, el chulo le contestó “pues si me hubiera oído gritar el día en que echamos a la pvta de su madre…”.

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Juan Carlos está fuera de control, titulaba El País del domingo. Porque la impresión que nos ha dejado estos días que ha estado entre nosotros ha sido esa: un hombre mayor, con muchos problemas de movilidad, con el rostro desencajado por el dolor y ojos tristes, dando bandazos no solo físicos, sino de comportamiento y actuaciones. ¿Que a él le gustaría que hubiera calor popular para sentirse arropado y recompensado por este viaje? Pues se pide a los socios del club que formen una fila para poder estrecharle la mano. ¿Que si ya que ha venido tiene que subir al barco para hacerse esa foto? Pues allá va, aunque es evidente el esfuerzo sobrehumano que hace tratando de subir o bajar de la cubierta. ¿Que se entera por la prensa de que su nieto Pablo juega en Pontevedra? Pues hay que ir a verlo.

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En Zarzuela se echan las manos a la cabeza ¿y si Urdangarin tiene también la idea de visitar a su hijo? Hay que evitar ese encuentro porque el emérito está en un plan que capaz sería de soltarle cuatro frescas. Se realizan las oportunas gestiones para que tal circunstancia no suceda y allá va el rey, renqueando y maldiciendo cuando tropieza con las incómodas gradas del pabellón municipal. Que si barbacoas, que si cenas, que si paseítos por el pantalán… a todo se ha prestado con una sonrisa pintada en el rostro que más parece la mueca del payaso triste. El domingo empezó a sacar su verdadero carácter cuando los periodistas se atrevieron a ir más allá del “¿cómo se encuentra, majestad?” de los días anteriores y preguntaron por la familia. Con brusquedad respondió “pregúntales a ellos… yo estoy aquí” e hizo un gesto de punto final con la mano mientras sus acompañantes castigaron con una mirada severa al periodista impertinente.

¡Y pensar que la culpa de todo la tiene Jalifa Bin Zayed al Nahyan por haberse muerto! Porque el domingo día 15 la intención de Felipe era ir a Abu Dabi, dar el pésame a la familia del emir y volver a España sin ver a su padre. Pero los amigos de Juan Carlos levantaron la voz, ¿qué hijo hace eso? ¿Ir al país donde vive su padre desde hace dos años y no verlo? ¿Alguien ha puesto un tweet? Corre, corre, vamos a emitir un comunicado diciendo que Felipe llamará por teléfono a su padre. Pero las mismas voces decretan desdeñosamente que hablar es poco, que tienen que verse. ¿Otro tweet? Pues ahora vamos a filtrar que en esa conversación el hijo le dijo al padre estas nueve palabras, solo nueve: “ya nos daremos un abrazo cuando vayas a Madrid”. ¡Acabáramos! ¡Pies para que os quiero!

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A las pocas horas don Juan Carlos, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, ya estaba preparando su operativo para desembarcar en España. ¿Y qué iba a hacer el hijo? Ver, oír y callar, otra cosa se hubiera tomado como falta de respeto filial y crueldad innecesaria. Pero como don Felipe había pronunciado esas fatídicas palabras, “nos abrazaremos en España”, no tuvo más remedio que llevar a cabo ese acto, el del abrazo, aunque trató de hacerlo de manera que la institución saliera lo menos perjudicada posible. Se llamó a Sofía, en un evento allende los mares totalmente prescindible, “mamá, vuelve”, orden que Sofía acató al instante. No sabemos si con ganas o sin ellas, pero para la emérita los deseos de su hijo son órdenes inapelables, y no porque Felipe encarne la corona, sino porque concentra todos los afectos de su solitario corazoncito.

Esas horas que han pasado juntos en Zarzuela, la indiferencia gélida de Letizia y la incomodidad de Felipe, seguro que al emérito le han importado poco, porque se ha convertido en el verso suelto de la familia al que solo interesa su propio capricho.

Después ha subido al avión privado que, entre las horas de vuelo y los días que ha estado esperando en el aeropuerto de Vigo, ha podido costar medio millón de euros, que nadie sabe quién ha pagado. Han sido cinco jornadas para olvidar, una imagen patética, una ópera bufa ante la que no sabías si reír o llorar, como hacen reír y llorar todas las menciones de sus exegetas a su gran amor a España, cuando Juan Carlos se ha hecho residente fiscal en Abu Dabi… Su gran amor a España acaba en su bolsillo.

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NO ES POR MALDAD - Pilar Eyre

Mensajepor Invitado » Jue 02 Jun, 2022 2:52 am

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NO ES POR MALDAD / Pilar Eyre

Los fieles a Juan Carlos odian a Letizia


A Letizia la odian. Los partidarios de Juan Carlos, digo. Los monárquicos de viejo cuño, los que frecuentaban la Zarzuela, los que están a su lado desde que era joven. Los que creen que con todos sus defectos –“¡Nadie es perfecto!”– es mil veces mejor que su hijo. Al que dedican palabras de conmiseración, calificativos desdeñosos envueltos en falsa compasión. “¿Felipe? Un pobre hombre, dominado por su mujer, ¡un calzonazos!”. Algunos, que quieren pasar por más comedidos, deslizan: “No tiene el carisma de su padre, ni su inteligencia natural, pero es un buen chico...”, aunque luego clavan la puñalada trapera: “Claro, que la que manda allí es la nieta del taxista”. Son los despechados, los expulsados del paraíso, los cortesanos profesionales a los que han barrido del mapa los Reyes actuales y que, con el emérito en Abu Dabi, se han alejado de los círculos de poder y se muerden los puños de rabia porque ya no pintan nada. Son los mismos que susurraban al oído de Juan Carlos, como las brujas de ‘Macbeth’: “Volved, señor, que en España os quieren... Están deseando vuestra vuelta, señor... Nadie os ha olvidado”.

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En el aquelarre juancarlista que hemos vivido estos últimos días, la que peor parada ha salido ha sido la Reina. ¡Le habrán sonado los oídos hasta volverla sorda! Le atribuyen todo tipo de maldades, la lista de agravios es impresionante: es la que puso el pulgar hacia abajo para condenar al suegro, la que decidió que se fuera a Abu Dabi, la culpable del alejamiento de padre e hijo. Estuvo en la comida del lunes a regañadientes, pero no dirigió la palabra a Juan Carlos y lo trató con desdén. La republicana camuflada, la amiga de Pablo Iglesias, la feminista. También difunden simples chismes imposibles de demostrar: le hace feos a la nobleza, que tanto se ha sacrificado por la familia real; se burla de las misas y de la religión; pone en ridículo a su marido delante de los amigos; ve a su hija como una rival porque Leonor sí que es princesa de cuna; desatiende a la reina Sofía; a las cuñadas ni siquiera les dirige la palabra... Cada mañana Letizia se levanta con un sapo distinto, porque le dan cuenta diaria de todos los cotilleos. A veces ella suplica que no le expliquen más, pero la insaciable curiosidad que la habita y que es la base de nuestro oficio, la hace desdecirse y reclamar nuevas informaciones, porque una puede dejar el periodismo, pero es imposible que el periodismo la deje a una.

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Letizia no ayuda, todo hay que decirlo. Por mucho que digan que en las distancias cortas es encantadora, por mucho que sepamos de sus grandes e inquebrantables virtudes, por mucho que adivinemos que se toma su trabajo muy en serio y se prepara a conciencia, lo que perciben los españoles es una mujer de porte arrogante, expresión hermética, sonrisa forzada, ademanes bruscos, controladora y poco simpática. Se rodea siempre de un grupito de fieles y cuando consigue deshacerse de ellos y se dirige a cualquiera, lo hace tan directamente que resulta intimidante y la gente no sabe qué contestar. Cuando habla con los niños, que no saben mentir ni disimular, al agacharse para estar a su altura, las criaturas la miran con temor y se refugian en los brazos de su madre. Nunca se la nota ni cómoda ni relajada, y es que todo se reduce a lo mismo: le falta naturalidad.

Claro que es muy difícil ser natural, como los actores saben muy bien. Como me decía una vez Vicente Parra, no hay nada más difícil que encender con sencillez un cigarrillo delante de la cámara sin parecer un imbécil. Pero es algo que puede aprenderse. Preferiríamos verla despeinada, torpe, que se le torciera un tacón, que tener una reina impecable pero envarada y rígida como la giganta que sacan en procesión algunos pueblos durante las fiestas mayores. Debería dejar el aire orgulloso y la barbilla apuntando a lo alto para las modelos y para Naty Abascal, que no es reina ni falta que le hace, y caminar como una mujer normal. Todos sabemos ya lo que es el lenguaje corporal y nadie quiere ver esa postura que proclama ‘urbi et orbe’ de “soy una diosa”.

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“Su gestualidad es muy altiva, algo sorprendente, ya que, dada su posición de origen, debería transmitir cercanía. Solo se puede justificar por lo insegura que debe sentirse”, me dice la analista en estética política Patrycia Centeno. También Mette-Marit de Noruega, Máxima de Holanda y Kate de Inglaterra son de cuna plebeya, pero ellas han aprendido a sacar partido de esta circunstancia para acercar la monarquía al pueblo rompiendo el protocolo de los envarados actos oficiales. No es el caso de Letizia, que da la impresión de ser más ‘royal’ que los propios ‘royals’. “Esa altivez gestual es muy parecida a cuando al principio tenía obsesión por calzar unos tacones muy altos para estar a la altura de su marido y su familia política... Sinceramente, creo que puede estar tranquila y debería relajarse, porque la familia real no está a la altura de ninguna familia humilde que yo conozca”, apostilla Centeno con ironía. Es una pena que, siendo una mujer preparada, culta y moderna, no sepa transmitir esos valores para combatir las críticas de sus enemigos, que, para su desgracia, son muchos más de los que se imagina.

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Aguas turbulentas - Pilar Eyre

Mensajepor Invitado » Jue 02 Jun, 2022 10:33 am

Otro artículo para curar el insomnio pertinaz.

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NO ES POR MALDAD - Pilar Eyre

Mensajepor Invitado » Sab 11 Jun, 2022 2:27 am



Nadie reparó en ese detalle. Unos segundos cargados de futuro.Fue el 2 de junio, en el balcón principal de Buckingham, donde se dio el pistoletazo de salida para la celebración de las fiestas del Jubileo de Platino de la reina de Inglaterra. Isabel lleva 70 años en el trono, una marca solo superada por el rey Sol de Francia en el siglo XVII. Y ese balcón, donde se asomó la reina casi niña con sus padres al acabar la segunda guerra mundial –y desde entonces no ha dejado de hacerlo cada vez que hay una celebración-, volvió a ser un compendio del presente y el porvenir de la casa real británica.

Porque la familia suponía que, a partir de ese momento, la reina ya no iba a asistir a otro acto de los que estaban anunciados. No solo por edad y la tristeza por la muerte de su marido que, según dicen, le ha provocado una ligera depresión, sino porque no se encontraba bien, tiene artrosis y desplazarse le causa mucho dolor. En consecuencia, esa imagen era muy importante porque sería la que quedaría para la posteridad, ya que no era probable que se volviera a producir. ¡La última foto del balcón!

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La primera en aparecer fue la reina, con la tranquilidad de la que sabe que nadie le va a hacer sombra. Tan pequeña, tan majestuosa, con gafas oscuras (también Franco llevó gafas oscuras en su última aparición en la plaza de Oriente poco antes de morir y también saludaba con el mismo temblor de mano). Y se quedó inmóvil, esperando que los demás ocupasen su lugar. Carlos, el príncipe de Gales, a su derecha, con su mujer Camila al lado. Con cierta vacilación fueron apareciendo sus primos los duques de Kent, sus otros hijos excepto Andrés… Se iban colocando en el extremo del balcón, ya que no saldrían en la foto, solo aparecería el núcleo duro de la familia, Isabel y sus herederos.

Entonces ocurrió: Kate, la deslumbrante Kate, apareció pastoreando a sus tres hijos, una estudiada mezcla entre actriz de Hollywood y vecinita de la casa de al lado. Aunque fingía estar centrada en los niños, sus ojos tenían el brillo audaz de los grandes ambiciosos. Sabía muy bien lo que quería. ¡Ponerse al lado de la reina! Maniobró hasta colocarse a su izquierda y cuando la condesa de Wessex pareció llamarle la atención para que se desplazase y dejase ese lugar a su marido, Kate disimuló inclinándose sobre su hijo para arreglarle el vestido de una forma totalmente innecesaria.

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Guillermo, el segundo sucesor a la corona, no tuvo más remedio que ponerse a su lado, lejos de la reina, contentándose con ese puesto secundario, mientras Kate, firme como una roca, inmutable como las pirámides, sonriente, fascinante, se quedó clavada en su sitio, ajena a la incomodidad de su suegro que la miraba con desaprobación ¡mano de hierro en guante de terciopelo!

Ella y sus hijos fueron los protagonistas de la ceremonia, concitaron miradas, flashes, comentarios… ¿Quién se acordaba de un avejentado Carlos que sonreía con cara de conejo y de vez en cuando pretendía atraer la atención de su madre, que respondía con indiferencia? ¿Quién se fijaba en Camila, notablemente incómoda, más intrusa que nunca, que no sabía qué hacer con sus manos y no se atrevía a llamar la atención sonriendo demasiado?

Incluso Guillermo quedaba relegado al papel de “marido de Kate”, apocado, insignificante, totalmente aplastado por el apabullante carisma de su mujer. Ni siquiera interactuaba con sus hijos y observaba a la multitud con aprensión, como si fueran a asaltar el palacio al grito de “Kate reina”.La única que podría haberle llamado la atención de forma sutil hubiera sido la propia Isabel, pero bastante hizo manteniéndose en el balcón durante casi tres horas. Cuando Kate pretendía implicarla en las travesuras de sus maleducados hijos mientras Carlos sacaba la cabeza con el ceño fruncido, la reina sonreía vagamente, sin ganas de luchar, como diciendo ahí os la apañéis, yo me piro.

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Y a partir de ahí, desaparecida la reina, todo fue Kate. Kate llora, Kate ríe, Kate baila. Kate en Cardiff, dando palmas en el concierto de Bonnie Tyler. Mientras Carlos leía su emocionante elegía solo la enfocaban a ella. Kate en el espectáculo musical del sábado, en el desfile del domingo. ¡Demasiado protagonismo! Isabel decidió dar un golpe en la mesa y realizó el esfuerzo de salir de nuevo al balcón, en el último acto, poniendo las cosas en su sitio. Ella en medio, Carlos a su derecha, Guillermo a su izquierda y las consortes en los extremos. ¡Y pensar que ni siquiera es la heredera!

Porque el heredero del heredero es su marido, aunque les queden unos años antes de acceder al trono. Se especula con que la reina podría abdicar este año o el que viene, y Carlos aún podría mantenerse veinte años en el trono, dada la longevidad de la familia y la vida tan saludable que lleva. Veinte años que tendremos que aguantar a una Kate cada vez más desatada haciendo todo tipo de monadas para retener la atención de sus compatriotas. ¡Quiere, necesita todos los focos a su persona para mantener prendida la llama de la opinión pública y de sus súbditos! Necesita compensar la falta de glamour, atractivo y simpatía de su marido, del que dicen que es mediocre, poco preparado, tan solo un cero a la izquierda de la pareja. Veremos en qué deriva esta monarquía tan ejemplar. Al final, va a ser mejor la nuestra.

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NO ES POR MALDAD - Pilar Eyre

Mensajepor Invitado » Jue 16 Jun, 2022 2:29 am



Más de cien personas nos pusimos en pie en el lugar más elegante de Madrid, levantamos nuestra copa de champán “por Jaime” y cantamos ‘Cumpleaños feliz’. Noventa años cumplía el pollo, rodeado de sus auténticos amigos, convocados por Carmen, su mujer, que llevaba el mismo vestido de novia con el que se casaron en Miami, con Julio Iglesias de testigo. “Todos queremos a Jaime”, repetíamos como un mantra. Pero todos, todos, no... Me cuentan que se intentó que Casa Real enviara un mensaje de felicitación, algo que la Zarzuela suele hacer con facilidad. Pero se negaron en redondo. Un antiguo jefe de Jaime suspiraba entre risas: “¡Cómo van a felicitarlo! No sabes la cantidad de veces que intentaron presionarme para que prescindiera de su colaboración y siempre nos negamos”.

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Jaime me habla de los Borbones guiñándome un ojo, “nuestra otra familia” los llama. Ha sido el pionero y el mejor de todos nosotros. Entrevistó a la reina Victoria Eugenia en Lausana, viajó con Juan Carlos y Sofía desde el principio. “De todos los periodistas que íbamos con ellos, Sofía tenía debilidad por J. J. Benítez, que luego se hizo autor de ciencia ficción. Le escribía poemas y ella se ponía colorada... Sigue teniendo fuentes inmejorables, únicamente él sabe cómo se desarrolló el encuentro entre los dos reyes, después de Sanxenxo: “Los gritos de don Juan Carlos se oían en todo el palacio, y es que Felipe empezó diciéndole a su padre: ‘No te voy a hablar como hijo, sino como jefe de Estado’. Don Juan Carlos cogió un real cabreo. ¡A mí un hijo mío me dice eso y le doy una patada en el culo que lo envío a la Conchinchina!”.

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Si hablamos de Sofía... “¿Me quieres decir por qué ella puede vivir en la Zarzuela y su marido no? Podría irse a un buen piso en la Castellana, por ejemplo...”. Vuelve a sulfurarse: “Felipe y Letizia son unos miserables. ¡No dejarlo volver a su país, a su hogar!, ¡si más discreto no pudo estar cuando vino de viaje! ¿Qué culpa tiene él de que los periodistas fueran o de que la gente lo aplaudiese?”. Jaime es un gran compañero, y lo sé porque hemos trabajado juntos en varias ocasiones. Cuando empezó ‘Sálvame’ nos encargaron una sección sobre monarquía que acabó como el rosario de la aurora. Nos sentaban en unas butacas de terciopelo rojo y Jorge Javier Vázquez empezó a llamarlas “putitronos”. Yo me enfadé, pero Jaime pasaba de todo porque era consciente de que nada podría mancillar su buen nombre, su categoría de periodista, su elegancia como persona.

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En el discurso que dio en su cena de cumpleaños dijo con voz entrecortada: “Os he reunido a mis amigos de verdad porque os quiero hacer un encargo: que, cuando yo falte, el mismo cariño que sé que me tenéis a mí se lo demostréis también a Carmen”. Una oleada de emoción nos recorrió a todos y hubo lágrimas en muchos ojos. Ojalá tardes en irte, amigo querido, pero lo haremos, ¡claro que lo haremos!

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NO ES POR MALDAD - Pilar Eyre

Mensajepor Invitado » Jue 23 Jun, 2022 2:39 am



No le ha dado la gana. A Letizia no le ha dado la gana ir a los festejos del 18 cumpleaños de la princesa Ingrid de Noruega. “Y en la Casa nadie se atreve a discutir sus decisiones, ni siquiera su marido”, me dice una fuente próxima. La prensa internacional atribuye esta ausencia a que Letizia “no quiere encontrarse a su némesis, la princesa Chantal de Grecia. Se detestan desde que Chantal la criticó en Twitter a raíz del episodio de Palma” (revista Gala). Pero lo cierto es que Letizia se siente en estos momentos fuerte y empoderada gracias al apoyo de amplios sectores de la opinión pública y está decidida a imprimir su sello y sus ideas en la familia.
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Desprecia el ambiente apolillado y elitista que tienen las celebraciones cortesanas, así como la compañía de los ‘royals’ y todos esos “pijos”, como ella los llama. Esa es la razón de su ausencia en Noruega y no el hecho de sentirse “fuera de lugar por ser su abuelo taxista” (Expressen). En la actualidad, la mayoría de miembros de las monarquías europeas es de origen plebeyo, desde la madre de la festejada, Mette-Marit, que confesó hace tiempo su estilo de “vida salvaje” cuando era soltera, hasta la abuela, la reina Sonia, que fue modista, por no hablar de la heredera de Suecia, casada con su profesor de gimnasia, o la pretenciosa Chantal, hija de un empresario.

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Letizia tampoco quiso que asistiera Leonor, ya que posar con las otras herederas de tronos europeos con traje largo y corona en un ostentoso entorno palaciego no sería el mejor punto de partida para una monarquía que pretende ser sencilla y democrática. Prescindir de todo lujo superfluo ha sido uno de los caballos de batalla de Letizia en los ocho años que su marido lleva en el trono, por mucho que en la petición de mano dijera aquello de “contar con el ejemplo impagable de la reina Sofía”. La realidad es que cada paso que ha dado no ha hecho más que alejarla de aquel ampuloso modelo de reinado, ya que se ha esforzado por ir desmontando uno por uno los hábitos de la anterior reina, con la que apenas tiene trato.

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¡Sofía, que tan a gusto hubiera estado en la celebración noruega, junto a sus primos, sobrinos y demás parientes! Sí, veinte reyes, reinas, príncipes y princesas herederas, a los que la emérita está unida por lazos de sangre. Los Grecia, inevitables en todos los saraos, son sus sobrinos, y los Bulgaria, parientes de don Juan Carlos. Que debe menear la cabeza, falsamente compungido, al ver que Letizia, gracias a los desmedidos elogios que le dedican últimamente los periodistas españoles, se siente cada vez más segura de sí misma y puede imponerse a su marido, al que molesta el conflicto y acata sus sugerencias sin discutirlas.

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La verdad es que el cumpleaños de Ingrid tuvo un aire trasnochado, propio de otros tiempos. El paso solemne del desfile de pintorescos invitados en el palacio del siglo XIX frente a la guardia real parecía una obra de teatro no muy bien interpretada. El invitado más fotografiado fue el novio ‘chamán’ de la princesa Marta Luisa, enfundado en un sobrio chaqué sin lucir esa parafernalia de condecoraciones que casi todos los hombres exhibían en sus pecheras.

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Era evidente que el rey Felipe, padrino de la homenajeada, se sentía incómodo dando el brazo a Amalia, princesa heredera de Holanda. Una pareja sin pies ni cabeza que chocaba a la vista: un hombre de 54 años con una chica de 18 años a la que apenas debe conocer. Mucho mejor hubiera sido que lo emparejaran con la reina de Bélgica, que acudió sin su marido, aunque eso podría dar pie a maliciosas elucubraciones. En la cena hubo discursos. “Todos te amamos”, dijo el padre, y la madre, la otrora salvaje Mette-Marit, aquejada de depresión y fibromialgia, se puso a llorar en la primera frase y no pudo continuar. A su lado estaba sentado don Felipe, que trató de consolarla. Menos mal que a su derecha tenía a la simpática Máxima de Holanda, con la que estuvo riendo a carcajadas y charlando en español toda la noche, según detalló la prensa noruega. Es de suponer que uno de sus temas de conversación fuera la infanta Cristina, íntima amiga de Máxima.

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Sería interesante saber el pretexto que puso Casa Real para excusar la asistencia de la Reina y Leonor sin que la puntillosa monarquía noruega se sintiera ofendida. Debió ser una disculpa muy elaborada para justificar una ausencia que ha sido tachada de desplante por gran parte de los medios. Es difícil pensar que se haya utilizado el mismo ardid que usó Sofía para no acudir a la comida tras Sanxenxo en la Zarzuela. Tampoco serviría invocar la apretada agenda de Letizia, ya que el viernes por la noche, obviamente, no tenía ningún compromiso, ni que Leonor empezara sus vacaciones, ya que el viaje a Oslo desde Inglaterra dura una hora, o que tenga apenas 16 años, pues estaba la princesa Estella de Suecia, de tan solo 10 años. Lo que queda claro con este episodio es quién manda en la Zarzuela: se ha roto en pedazos el papel de florero en el que algunos quisieron confinar a Letizia y me cuentan que esto es solo el principio. Cosas veredes, amigo Sancho, que farán fablar las piedras.

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NO ES POR MALDAD - Pilar Eyre

Mensajepor Invitado » Jue 30 Jun, 2022 2:31 am



Ya ha salido! ¡Leonor ha ido al teatro! Cuando los periodistas arrugábamos el morro porque la princesa llevaba más de una semana en España en absoluto secreto, ha aparecido en carne mortal en un teatro de Madrid junto a sus padres y su espectacular hermana. ¿Cree Letizia que con esta salida aparentemente improvisada a un acto que nada tiene que aportar a su cometido como princesa de Asturias nos vamos a contentar? ¿Como el que echa con condescendencia migas de pan a los pájaros? Pues no, señora, queremos saber de sus estudios, lo que le gusta y lo que no. ¿Hace deporte, sabe ir en bicicleta? ¿Qué amigos tiene? Y sus planes para el verano... Nos agradaría conocer alguna anécdota humana que nos dé el perfil auténtico de Leonor, y conste que no es cotilleo, porque estamos hablando de la heredera del trono y no de la vecina del segundo.

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De Felipe, a su edad, en su etapa en Canadá, tenemos multitud de fotos e historias. Conocemos el nombre de su compañero de cuarto (Chris), cómo lo llamaban (Flip), que le gustaban mucho las chicas y las matemáticas en este orden, que participaba en obras de teatro en papeles pequeños porque lo hacía bastante mal, que añoraba a su perro y que su madre le enviaba libros de J. J. Benítez que no se leía. Pero el misterio más absoluto rodea la personalidad y el día a día de la princesa de Asturias. Los periodistas nos cansamos de repetir aburridamente lo bien educada que está y lo perfectamente que lee el discurso de los premios que llevan su nombre, pero no podemos ir más allá porque nada sabemos. La vemos tan de tarde en tarde que nos parece que crece a saltos, en una foto era una niña y en la siguiente una mujer hecha y derecha, como si a Letizia le gustara mantenernos en vilo. Quizás sea una forma de demostrarnos quién tiene la sartén por el mango.

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Pero no es el único misterio que atañe a la familia real. Porque ¿qué ha pasado con esa Copa del Mundo de Vela presidida por ministros y altas personalidades? Sí, la de Sanxenxo, a la que tenía que acudir don Juan Carlos antes de que su hijo le leyera la cartilla. ¿Qué se ha hecho del locuaz portavoz de su majestad, Pedro Campos, que nos informaba puntualmente del estado de su compañero de regatas? En realidad, ¿qué se ha hecho del Rey emérito? Que sigue en Abu Dabi debemos creerlo como dogma de fe, ya que no hay foto y ninguno de sus amigos nos ha dado noticia de él. Aquellos “añora mucho España” y “está como un toro” que nos han acompañado durante los casi dos años que lleva fuera han pasado a mejor vida. ¡Están todos mudos! ¿Seguirá adelante la biografía que preparaba Carlos Herrera? Nada se ha sabido de ese interesante documento que contaría por segunda vez (después del libro de José Luis de Vilallonga) con la voz del propio protagonista. También está a punto de celebrarse en Lodres el juicio impulsado por Corinna por acoso y difamación... ¿Tendremos entonces nuevas de Juan Carlos? ¿Llegarán a un acuerdo extrajudicial? ¿De cuánto dinero estamos hablando? Misterios que quizás no se desvelarán nunca. Pero hay más enigmas en la familia.

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¿Qué se ha hecho de la covid de doña Sofía, que le impidió comer con su marido ese lunes tan mencionado en la Zarzuela? ¿Cómo pudo viajar desde Estados Unidos el domingo dando positivo en coronavirus? ¿Cuándo se contagió y cuándo acabó su enfermedad? ¿Por qué no hubo ninguna comunicación oficial ni parte médico informándonos con todos los detalles, ya que no se trataba de un simple resfriado, dada la edad de la enferma? El silencio no ha hecho más que acrecentar la sospecha de que se trataba de un mero pretexto para no coincidir con su casquivano marido, aunque parece raro que una persona tan responsable como Sofía haya utilizado un tema de salud para evitarse un mal rato.

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¿Y la infanta Cristina? ¿Sabemos si ya se ha divorciado de Iñaki Urdangarin? Después del comunicado inicial –“Interrumpimos nuestra relación matrimonial”–, solo ha habido el silencio más absoluto. Se han manejado varias informaciones al respecto, que si convenio regulador, que si disolución de las capitulaciones... Pero lo cierto es que no pasan de rumores nunca confirmados y, al parecer, no se ha inscrito aún el acuerdo en el Registro Civil de la familia real, por lo que se deduce que no se ha tomado ninguna decisión definitiva. Cuando la infanta Elena y Marichalar decidieron hacer vidas separadas tuvimos cumplida cuenta de cada uno de los pasos hasta llegar al divorcio. Nada se nos ha dicho respecto a Cristina e Iñaki, no sabemos tampoco de qué vive él (otro misterio). Pero aquí formulamos la gran pregunta: ¿qué se ha hecho de Ainhoa Armentia? Sí, la muchacha con la que Iñaki protagonizó la exclusiva del año en LECTURAS. Después fueron fotografiados varias veces en actitud apasionada, indiferentes a la opinión pública o a las emociones de sus familias... Pero ahora hace meses que no sabemos nada de ellos como pareja. ¿Siguen manteniendo su tórrido romance? ¿Tienen planes de futuro o, por el contrario, todo fue un fuego de artificio que sube al cielo, explota en mil colores y luego se desvanece en la nada? ¡Vaya verano nos espera!

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Aguas turbulentas - Pilar Eyre

Mensajepor Invitado » Jue 07 Jul, 2022 2:46 am



ACIERTOS


1. LA MÍMICA. En el salón del trono del Palacio Real, con solo un gesto de mano, Letizia señalaba donde se podían poner los invitados, cuánto duraba el posado y cuándo debían desfilar, con precisión, pero con amabilidad. Lo que se llama puño de hierro en guante de terciopelo. Al mismo tiempo era capaz de dedicar una frase y una atención particular a cada uno, acordarse del nombre de todos ellos, frenó con elegancia los avances “táctiles” de Biden y tuvo ocasión de demostrar su apoyo al colectivo LGTBIQ+ derrochando simpatía con la pareja homosexual de Luxemburgo.

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2. SU INGLÉS Antes de que Letizia se casara con Felipe recibió seis meses de formación intensiva que incluía historia, protocolo e inglés. Las clases se las daba un reputado profesor británico, Michael Howitt, especializado en preparar a diplomáticos; por eso, el inglés de Letizia es culto y refinado, mientras que el de su marido está trufado de americanismos, porque estudió en EEUU. Letizia lo habla con soltura y lo sigue refrescando con clases mensuales, lo que le ha permitido conectar con sus invitados de forma más personal que si hubiera utilizado un intérprete.

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3. COMPLICIDAD. El intercambio de miradas con su marido y su conexión eran constantes, se repartían la atención a los invitados y sus tareas como anfitriones sin dejar de sonreírse mutuamente. Letizia, en ocasiones, parecía consultar con los ojos a Felipe, que la alentaba sin palabras. Se notaba que se sentía orgulloso de su mujer. A lo largo de estos días demostraron no solo que forman un gran equipo, sino que además son una pareja plenamente enamorada.

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4. LA ROPA. Marcas españolas y en ese estilo glamuroso que resalta su espléndida figura. Con una Brigitte Macron en horas bajas –¡cuánto nos hemos acordado de Carla Bruni!–, una Jill Biden cuyos conjuntos necesitaban una buena plancha y unas damas cuya última preocupación parecían ser los modelitos que debían lucir, nuestra Reina se movía como un cisne en un estanque de patos. Incluso parecía la más alta.

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5. CERCANÍA Y NATURALIDAD. Letizia y Felipe han sabido romper con las maneras de la monarquía anterior para imponer su propio estilo, más acorde con su generación y los tiempos que vivimos. Ni Felipe exhibe la campechanía en dirección única de su padre, ni Letizia es hierática como su suegra. No hubo reverencias ni maneras cortesanas: al fin ha desaparecido de la monarquía española la sombra aplastante de Juan Carlos y Sofía. Nadie preguntó por ellos, son el pasado y Felipe y Letizia han encontrado el punto exacto para convertirse en los reyes del presente de un país moderno.




ERRORES


1. Haber preparado una agenda para las señoras poco actual, propia de otra época Visitar jardines, una fábrica de vidrio, un recital en el Teatro Real, un museo y algunos actos de beneficencia nos recordaba a los mayores las actividades de la Sección Femenina en época de Franco; solo faltó una exhibición de Coros y Danzas. Seguramente, estas mujeres son profesionales con intereses más potentes y menos estereotipados que los que se les ofrecieron.

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2. Letizia sonreía feliz y distendida en todo momento... menos cuando estaba en compañía de Begoña Gómez, la mujer de Pedro Sánchez Cuando coincidían ambas en el mismo plano, la Reina, que no sabe ocultar sus emociones, tenía una expresión crispada, como si su presencia la irritara. Los periodistas tratamos de justificarla: “Es que Begoña se cree la primera dama”. Consulto con un experto en protocolo: “Es que lo es... Letizia es reina consorte. Este equívoco empezó con Carmen Romero, a quien, cuando ganó las elecciones Felipe González, se le preguntó cómo se sentía como primera dama y ella se quitó el muerto de encima diciendo que la primera dama era la reina. Y desde entonces se ha repetido como un mantra, pero no es cierto.”

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3. La ropa Queda dicho en el apartado anterior que su ropa fue espectacular, demasiado quizás. La Reina debería renunciar a estos vestidos tan apretados en los que luce un cuerpo perfecto envasada al vacío. Letizia es demasiado guapa, demasiado sexy, demasiado todo, y eso desvía la atención de lo importante a su apariencia, siempre llamativa, y acompleja a las otras señoras, siempre peores que ella. No queremos tener una diosa de la elegancia, sino una reina competente, simpática, sencilla y moderna.

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4. ¿Por qué no incorporar a sus hijas, Leonor y Sofía, en algunas de las excursiones? Habría sido una buena ocasión para que las viéramos desenvolverse con espontaneidad y al mismo tiempo Leonor hubiera tenido la oportunidad de empezar a alternar en ambientes sociales de gran relevancia, una excelente contribución a su formación como heredera de la Corona.

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5. Ojalá pudiera extrapolarse todo lo bueno de estos días a citas más modestas Que no volvamos a las expresiones rígidas, las sonrisas, forzadas, los gestos de hastío o impaciencia que Letizia suele exhibir en los actos de su agenda diaria. ¡Es duro descender de la excitante cumbre del mundo a las aburridas llanuras de la cotidianidad! Su actuación solo ha merecido elogios, pero aquí, como dice su suegro: “Hay que ganarse los garbanzos día a día; si no, nos botan.”

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NO ES POR MALDAD - Pilar Eyre

Mensajepor Invitado » Jue 14 Jul, 2022 2:19 am

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NO ES POR MALDAD / Pilar Eyre

La polémica virginidad de Isabel Pantoja


Conocí a Isabel Pantoja hace tanto tiempo que era virgen. Así me lo confesó en su espléndido piso sevillano frente al Real de la Feria, con ingenuidad, pero también con orgullo. “Yo voy a ir al matrimonio tal como mi madre me trajo al mundo”. Paco, ‘Paquirri’, a su lado, lo corroboraba con un poco de vergüenza, pero también ternura: “Es algo muy íntimo, pero así lo elegimos los dos... En realidad, me lo pidió ella y lo he respetado, ¡cómo voy a manchar algo que me parece tan bonito!”.

La madre de Isabel, doña Ana, refunfuñaba en la cocinita donde nos preparaba unas papas con carne: “Por eso yo quiero que la boda se celebre pronto, porque a mí estos noviazgos tan largos no me gustan, son peligrosos...”. Paco tenía habitación propia en la casa que Maribel acababa de comprarse por 17 millones de pesetas, pero entre la suya (decorada con detalles grises) y la de su novia (decorada en malva y rosa) estaba la de la madre, “para evitar tentaciones”. Estuvimos dos días con la familia y el largo reportaje resultante era la particular ‘salida del armario’ de Isabel.

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Después de dos años de rumores acerca de su relación con el torero, algo que ninguno de los dos había confirmado, sin que se les hubiera podido fotografiar en ninguna actitud íntima, me dieron la exclusiva aún no sé por qué, quizás algún encuentro fortuito con Isabel en la feria de Sevilla en el que nos reímos mucho y una conversación que tuve con su madre en una ocasión en que fue a cantar a Roda de Bará fueran el motivo. Y no solo me contaron que estaban juntos, sino que además iban a casarse, porque les acababa de llegar el último papel de la Rota por el que se anulaba definitivamente el matrimonio de Paco con Carmen Ordóñez e Isabel ya podía hacerlo de blanco y por la Iglesia, como deseaba con ansia.

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Mientras el torero se iba a la finca (“para montar a caballo y cansarme mucho”, me guiñaba un ojo), Isabel y su madre me montaron en el asiento de atrás del Porsche último modelo que tenía la cantante y con las rodillas pegadas a la barbilla me fueron enseñando todos los lugares de su futura boda: “Aquí pondrán una alfombra roja para que pase el coche tirado con caballos blancos... Aquí nos pararemos para que le gente pueda vernos...”. Como Isabel soltaba el volante cada vez que pasábamos por delante de alguna capilla para persignarse, pasé bastante miedo, la verdad, pero me volví a Barcelona con la satisfacción de haber hecho un buen reportaje.

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En esa época los consejos de redacción de la revista Interviú se celebraban los lunes en la planta noble del edificio de la calle Rocafort de Barcelona, presididos por el dueño y editor, Antonio Asensio. Y había dos bandos enfrentados, los de Madrid y los de Barcelona, cada uno tratando de apuntarse méritos y llevar el agua a su molino. Después de las habituales bromitas infantiles acerca del partido de fútbol del día anterior (¡hombres!), se pasaba a tratar los temas de la revista y la portada. Cuando mi jefe llevó la entrevista con Isabel, un auténtico ‘scoop’ porque era la primera que concedía, las carcajadas del sector de Madrid se oyeron hasta en Pompeya: “La Pantoja, ¿virgen? ¿Estáis borrachos de Aromas de Montserrat? Pero si es carne de tablao... Tu reportera no tiene ni pvta idea... ¿Cómo habéis enviado a una periodista catalana para este tema? Lo del sur nos toca a nosotros, vosotros hablad de Serrat, coño”.

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Mi buen jefe, uno de los mejores que he tenido, trató de defender mi trabajo; la discusión estuvo a punto de llegar a las manos y al final Asensio tuvo que tomar cartas en el asunto: les propuso a los de Madrid que –utilizando todos los recursos a su alcance, incluido ese equipo de investigación que había hecho mítica la revista tratando temas tan enjundiosos como el terrorismo de Estado y crímenes atroces– encontrara algún testimonio que contradijera la virginidad de la Pantoja. Un amante, la confidencia de otra folclórica, un ticket de hotel, ¡pruebas, pruebas! ¿Tiempo?

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Dos semanas. Dos semanas que estuve comiéndome los puños de rabia mientras Isabel me llamaba con extrañeza: “Pero ¿cómo es que no sale mi entrevista? Me están llamando de sitios muy importantes, pero, como te prometí que serías la primera, ¿qué pasa?”. Y yo mintiendo como una bellaca, porque, por supuesto, no podía contarle la verdad, una verdad que conocerá ahora, al cabo de cuarenta años, con este artículo: “Isabel, aguanta por favor, es que quieren darla con todo el lujo que se merece, con muchas páginas...”. Yo colgaba el teléfono, daba patadas a las sillas y lloraba.

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Lloré hasta que, al cabo de dos semanas, el equipo de Madrid tuvo que admitir, cautivo y desarmado por emplear el lenguaje de una guerra que no estaba muy lejana, que no había encontrado nada. Noviazgos castos y blancos con uno de los Gemelos del Sur, con Máximo Valverde, con el cantante ‘facha’ De Raymond..., pero ninguno había sido su amante. ¡Así que era verdad! ¡Isabel iba a ir virgen al matrimonio! De esta manera titulamos esa entrevista, que armó un revuelo considerable. Todo el mundo se puso a hablar de Isabel... y aún no han parado.




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