AZUL&ROSA
MI SEMANA
Jaime Peñafiel
Domingo 25 de abril de 2010
De Carmen Romero a Sonsoles Espinosa
- En el reportaje-entrevista que la revista norteamericana Vanity Fair, versión española, dirigida por mi ex compañera en EL MUNDO Lourdes Garzón, le ha dedicado a Sonsoles, nos quedamos sin saber si se trata de un reportaje entrevista, similar al que publicaron sobre Letizia. Era difícil en aquél, como en éste de Sonsoles, saber si hablaban ellas ó lo hacían por personas interpuestas. La Sonsoles que retrata el «círculo más íntimo» de la presidenta, me ha recordado a otra primera dama, también socialista, Carmen Romero, quien, en los primeros tiempos de su vida en el Palacio de La Moncloa pensaba, poco más omenos, como su sucesora. Si la señora Zapatero ha declarado: «Yo no he hecho oposición para ser la mujer del Presidente. Siempre mantendré mi vida privada», Carmen Romero me confesaba, en diciembre de 1982, recién llegada a La Moncloa: «No es obligación que yo acompañe a mi marido. No lo impone ningún protocolo. Creo que debo estar con él cuando me apetezca estarlo».
Flatus vocis
- Sonsoles va más lejos, aunque en la misma línea que Carmen: «Yo estoy cuando hay que estar. Soy una ciudadana anónima a la que el pueblo no ha votado». Si a Sonsoles se le critica, en Moncloa «su falta de compromiso con la labor de Estado de su marido», Carmen reconocía, en aquellos primeros días «no me siento en un papel político». Como la actual inquilina en el Palacio que «no está dispuesta a abandonar su profesión por la de su marido», la señora de González también pensaba igual: «Nunca voy a dejar de trabajar aunque sea la mujer de un jefe de Gobierno porque todo es pasajero. Él dejara de serlo un día y yo tendré que volver a mi profesión». Pasaron los años, Felipe González dejó de ser el señor Presidente y Carmen profesora para convertirse en... diputada. Todo había quedado en flatus vocis: palabras que se lleva el viento.
Dos ejemplos: Pertini y Olof Palme
- No dudo de la honestidad personal de Sonsoles. Como en su día tampoco de la de Carmen, influenciada, positiva influencia, por las esposas del presidente de la República italiana, Sandro Pertini, y la del jefe del Gobierno de Suecia, Olof Palme. Siguieron viviendo en la misma casa de siempre y ejerciendo sus respectivas profesiones.
«Yo creo que nuestra vida no tiene por qué cambiar. A no ser que circunstancias de seguridad impidieran que siguiéramos viviendo aquí (en la calle Pez Volador del barrio madrileño de La Estrella), no tenemos por qué mudarnos», me confesaba Carmen el día en el que el PSOE ganaba las elecciones y Felipe González se convertía en presidente. «No comprendo por qué el desempeño de una función pública tiene que variar, sustancialmente, la vida, por ello hemos pensado en no dejar nuestro piso. Al fin y al cabo, esa es nuestra casa. Cuando todo esto termine, volveremos allí. El modesto piso no tardó mucho tiempo en ser solo una anécdota en la biografía de Felipe y Carmen. Al dejar el Palacio de La Moncloa, se trasladaron a vivir a una urbanización de alto standing de Madrid. Más tarde, al separarse, él se fue a vivir, con su nueva compañera, a un lujoso piso en la exclusiva calle madrileña de Velázquez, en el corazón del aristocrático barrio Salamanca.
Sonsoles es reacia a asistir a actos oficiales y mucho menos los de carácter social. Como Carmen, de quien no existe ni un solo testimonio gráfico en el que pudiera vérsela presidiendo un acto social ni benéfico, de esas caridades burocratizadas a las que tan aficionada es la Reina.
El protocolo, sí
- Sonsoles hoy (Carmen ayer) se equivoca cuando piensa que no es obligatorio acompañar a su esposo. Cierto es que no lo impone el protocolo. Pero su ausencia puede crearmás de un problema protocolario. Como sucedió con Carmen. Durante un tiempo, se mantuvo firme en la idea, equivocada, de que ella no tenía que aparecer junto a su esposo en actos constitucionales, como las cenas de Estado en el Palacio Real. Su ausencia los creó a la hora de emparejarla con quien, por protocolo, le correspondía. Afortunadamente, tuvo la inteligencia suficiente para rectificar y saber, exactamente, lo que debía de hacer. A diferencia de Sonsoles que rechazó la invitación, al 70 cumpleaños del Rey, por un compromiso laboral ese día, olvidando que, ciertos desaires, no son de recibo en una primera dama. Ahora resulta que esa incómoda clausura del Palacio de La Moncloa no es sitio para almas tan rebeldes, como escribe Ignacio Camacho en su artículo en el Abc, La princesa enjaulada.
Mientras Sonsoles y antes Carmen nunca han querido ser no ya la primera dama de España sino ni tan siquiera la señora de, Letizia no se contenta con ser la consorte de Felipe sino que pretende convertirse en la titular del Principado de Asturias. Ni aquellas ni ésta. Sería bueno que todos aquellos que, como Sonsoles, sufren el peso de ser la esposa de quien es, volvieran a la masa de la humanidad oscura y olvidaran todo ese pasado que, en el caso de la primera dama (la Reina no concursa), al parecer, le pesa tanto.
Sonsoles Espinosa y Carmen Romero, dos primeras damas españolas (la Reina
no concursa) a quienes Moncloa no les ha reportado felicidad alguna.
CHSSSSS••• Mi homenaje a Luisa Sallen. Fue la gran compañera en los últimos años de su vida, no precisamente los más cómodos. ••• ¿Tan mala experiencia sentimental ha tenido para pensar, a pesar de su juventud, que si son para toda la vida le entran calambres? ••• Hay que desconfiar de las parejas que destilan almíbar en público, ha escrito J.J.V. Estoy de acuerdo, es una obscenidad. ••• Ama tanto la vida que el día que se murió uno de sus hijos exclamó: «Que nos espere mucho tiempo allí». Y no ha vuelto a hablar del muerto. ••• Se casó muy enamorada pero su matrimonio fue un desastre. De haber existido lo de la violencia de género, a él le hubieran sentado la mano ••• Aunque no podía divorciarse porque el divorcio no existía, sí el derecho a separarse. Ese día empezó a ser feliz. Y lo fue hasta su muerte ••• Pero, lo que son las cosas: el día que la enterraron, sus hijos advirtieron con horror que, a unos metros de la tumba de sumadre, estaba la de su padre. ••• «Puede hacer todo lo que quiera pero con cabeza. Los pies en la tierra y sin hacer daño. Si tiene esto presente, no habrá ningún problema». Poco elegante esta advertencia de la hija a la madre.