HABLAMOS DE ALONSO GUERRERO?

Las últimas noticias de la Realeza. Monarquía vs. República
¿Cuánto reinarán Felipe VI y Letizia?


Imagen

Avatar de Usuario
El Guerrero

HABLAMOS DE ALONSO GUERRERO?

Mensajepor El Guerrero » Dom 22 Mar, 2009 2:03 pm

¿Por qué no se habla sobre Alonso Guerrero, el primer marido de Letizia Ortiz? ¿Por qué no se publicó alguna foto de su primera boda? ¿Por qué aparecen publicadas distintas fechas de divorcio? Por qué necesitaron guardar los papeles del divorcio en una caja fuerte de Arganda? ¿Será porque no estaba divorciada aún cuando se presentó como la prometida del Príncipe?

Imagen
Imagen
Imagen

Avatar de Usuario
Abreviado

Mensajepor Abreviado » Dom 22 Mar, 2009 2:08 pm

Imagen

Alonso Guerrero inició su andadura con narraciones cortas avaladas por premios muy disputados (Tricotomía, premio Felipe Trigo de 1982), o menciones de los Premios de la Prensa (Manifiesto mutante, 1983; La segunda vida de las gárgolas, 1984).

Su salto a la novela fue saludado por los estudiosos como la irrupción de una de las voces más singulares y novedosas de los últimos años: un resuelto vanguardismo expreso en la constante elaboración metafórica y en la distorsión fantástica de la realidad, que marcó ya a su primera novela, Los años imaginarios (1987), protagonizada por uno de esos personajes “difusos, evanescentes, inconcretos, descontextualizados, que, a juicio de la crítica refractaria, poblaban la llamada nueva novela”, en una ciudad irreal y deshumanizada, artificial y futurista. La constante experimentación estilística permite calificar la obra de “novela verbal, de ejercicio creacionista, donde el autor no utiliza sólo la palabra en función del relato, es decir, sometida, sino que, con harta frecuencia, desde su autonomía absoluta, la convierte en estricta afirmación léxica, en agresión fonológica contra el lector domesticado” (G.H.B., pág, 325).

Cuatro años más tarde aparece Los ladrones de libros (Badajoz, 1991, fechada, sin embargo, en septiembre de 1988), una pura fabulación sin conexiones con mundos reales (“La realidad es a la literatura como la piedra a la escultura o el barro a la cerámica: nadie ha tomado un cincel para esculpir una piedra”), en donde encontramos de nuevo aplicados los rasgos más definidores del vanguardismo (antisentimentalismo, expresión imprevista, recreación metafórica: “La lengua del río humedecía el paladar de aquella noche insomne. En la cavidad fonética que era la caverna del bosque, los gritos a somatén de la tormenta amenazaban con espolear bueyes dormidos en el lecho del río”).

Con una mayor presencia del diálogo, limitado en relatos anteriores, Alonso Guerrero ha publicado El durmiente (1998), próxima a las fórmulas de la “novela negra” (género ejemplar de tramas intrincadas) que “exige la misma atención lectora, la paciencia e incluso la sagacidad para no perderse en sus múltiples meandros, que los otros libros de este autor”.

Este mismo año ve la luz El hombre abreviado, obra que relata los últimos episodios del derrumbamiento personal de un escritor enfrentado a un divorcio (se apunta toda una historia anterior de desencuentros con una mujer que despreció siempre "todo lo que significa una destrucción y un renacimiento") y a los expolios consiguientes: "De repente, todas esas cosas: la borrachera, la cita con el abogado de su mujer, la venta de los últimos libros, se atoraban en el embudo de una noche de lunes" (pág. 11). Sin vivienda, sin libros (que ha malbaratado a un librero tacaño), el protagonista deambulará, como un Max Estrella valleinclaniano, por los bares nocturnos de Madrid en una ebriedad lúcida impregnada de literatura que tiende a explotar las correspondencias entre la realidad y las ficciones asumidas (novelas de Jerome K. Jermoe, Casa de muñecas, Bajo el volcán...).

Rodeado de enemigos (la esposa resentida y voraz en la separación, el antiguo compañero de facultad ahora abogado y amante de su mujer, el librero avaro, el editor crítico), víctima de una agresión tan injusta como legal, pero consciente, por otra parte, de que su mundo interior es incompartible y lo arrastra a la soledad, el escritor se verá asaltado por todas las contradicciones atenuadas hasta este momento de crisis, subrayadas por el sol y sombra que pide por todas partes ("se había bebido ya una buena parte de las contradicciones de la vida, de las dulces amarguras y los cauterios suaves del ridículo mundo", pág. 28). Al fin, este terco vagabundeo ("Espectro, camina"), que finalizará en la misma estación de ferrocarril en que se había iniciado, culminará con una absurda muerte de perro ("como muchos personajes de sus novelas", un motivo más que la emparenta intencionadamente con uno de los títulos citados antes: "-Por Lowry. -Por ese, dijo escuetamente el mendigo").

Avatar de Usuario
Lectura

Mensajepor Lectura » Dom 22 Mar, 2009 2:10 pm

El hombre abreviado, de Alonso Guerrero.


Gutemberg inició la ascensión. Podía volver a casa pero, ¿cómo interpretaría esto su esposa? Tenía las llaves en el bolsillo, pero ni una pese­ta para el taxi. No podía agarrarse a ningún hijo, subir a arroparlo, a decirle lo pérfida que había sido su madre y el infierno en que iba a convertirse, de allí en adelante, su futuro defendido tan sólo por unos cuantos dientes de leche. El viento era fuerte, pero nada frío. Más bien un viento de tormenta. Diez minutos después el primer rayo iluminó la Castellana. Gutemberg seguía bajo la cascada de agua del Centro Cul­tural de la Villa. La gente se refugiaba allí, co­mo en aquella película de su juventud : Un hom­bre y una mujer. Por más que se consolara pensando que aquel rayo había caído muy cerca de la casa de Altazor, un rayo mágico ca­paz de convertir todo el aire de su despacho en humo de tabaco y todo el agua de sus grifos en veneno de tejo, nada de eso llegó a convencerle. Esas transmutaciones pertenecían al mundo de un escritor divorciado, esmorecido y sin un duro en el bolsillo. ¿Conseguiría hacerse una persona mayor, si seguía arrastrándose de esa manera? Este era otro de los reproches de su exesposa.

“Naciste con los bolsillos llenos de polvo”

Anduvo bajo la lluvia. ¿Cuánto hacía que no sentía la lluvia como la estaba sintiendo esta noche? Era hermosa como un coro de ángeles, acariciante y pura hasta la obscenidad. ¿Y él? Él esparcía el polvo de sus bolsillos como un trino de pájaros por entre aquellos edificios construidos sobre los insultos del dinero. Él sufría y amaba y era feliz, porque su vida lo premiaba con un golpe de timón. Condenado a volver a empezar, esa condena incluía la libertad de tomar un tren desconocido.

Avatar de Usuario
Lectura-2

Mensajepor Lectura-2 » Dom 22 Mar, 2009 2:11 pm

Los ladrones de libros, de Alonso Guerrero.


DE REGRESO A LA LUZ


Nadie debe saber que escribo, sin rastros, sin vacilaciones, como gesto historiado contra una ima­ginaria muerte prematura. Cuando el bajel de la pesadilla, blanco como el ataúd de un niño, encalla en los tremedales del limbo, la escritura es una reden­ción, afogarada, mientras duermo, mientras aguanto a la grupa de sueños hiperestésicos que vienen y se van para descubrirme que en el mundo real (quizá sólo definido por una mayor concurrencia de deta­lles banales) nada ha cambiado: sigo desovillando el hilo de la prieta prosa como un transido solitario, como un pianista de escritorio, del sueño a la página, de la página al sueño.

La impunidad, para los ladrones, está en la sole­dad, y la soledad es el lodo fabril de los tinteros, anti­guos, curiosidades, bombas de humo. ¿Por qué Goetz llenó la casa de tinteros? Ahora todo anda inficio­nado de esa negrura de contraste, de esa penumbra vesperal que parece surgir de los tinteros, trabajada con trazos de plumilla como un grabado de Doré. Esa penumbra que es dos penumbras, de la duerme­vela y de la realidad. Dos eclipses, el equívoco y el decolorado de un crepúsculo de tinta. Pero no es Goetz, viajero de equinoccio, quien va rubricándola por el mundo ensombrecido de las piezas vacías. Es otra mano, quizá el nubarrón de mi escritura de sonámbulo, olorosa y rural, que se licua cada cierto tiempo, como la sangre de los mártires.

Había que retornar a escribir, a mentir, de modo que, ya desde el corazón estrepitoso de las ciudades, desde la implosión lenta de los años, supe que la amada soledad no hallaría un momento de anuncia­ción sino entre los aires y los trigos, en la volumetría de otras veces, levantada en mitad de un floreciente condado como el arca en espera de las lluvias.

Me desplacé hasta El Vaticano en taxi. La autovía interminable, el destierro a las inmediaciones. Al entrar encontré la casa silenciosa y suspicaz, virtual­mente profanada durante una gran laguna o tregua de molicie, replegada sobre sí misma, aunque intac­ta. Meses antes había intentado remozarla. Miré en las profesiones liberales: cóhenes y decoradores de­vorados por auras y famas, todos solidariamente conscientes de que arte es parábola. Busqué artesa­nos que me instalaran las sombras del siglo dieci­nueve, el socaire apagado de las catedrales, el rumor estentóreo de aquella gloria abigarrada como popa de galeón. Pero todo tuve que invocarlo yo, a solas, como un monje inicuo, sabedor de que lo único que coadyuva al que escribe es su propia crisálida, sus lecciones de ocaso.

Hubo, recuerdo, un corrimiento de hombres por la casa, aquellos días de principio de junio, un tur­bión de artistas a los que hubo que asesinar para que no revelaran los camarines ocultos, pero finalmente fueron los médanos los que se amueblaron por sí mismos, las habitaciones y las salas de baile, la cerá­mica oriental y etrusca, los tinteros los que fueron ensombreciendo, entoldando interiores con arbola­duras ducales. Durante días fui testigo de cómo, trun­cados gremio y parafernalia, era la lenta crepitación de los volúmenes, apilados en paredes y alacenas como el mejor contrafuerte contra las humedades, lo que hacía de la metáfora un puente entre aquellas habitaciones sin entablar, exiguas, y los soñados alti­llos goetheanos, acabados en pico como camarotes de proa.

O puede que todo esté comenzando ahora con la restauración de la escritura, del río rosa y loto de los amores inevitables, uno tras otro, y con todo eso de que solemos rodearnos. ladrones y escritores. Pepita, marylin, Mama, Malena había sido uno de aquellos amores, muchos de ellos o un solo amor múltiple como la visión de los insectos. Ahora volvía, rodeada o precedida de todos sus nombres igual que una diosa nórdica, ocasionalmente quise creer -­ acompañada de Goetz. A pesar de que me había enviado un lacre comunicando su arribada, todos sabían de su perfil de inesperada visitante. Una mañana apareció de repente desde más allá del suroeste como frontispicio, con la voz tomada y un poco borracha, dubitativa entre el paisaje y su propio cuerpo, dentro de un taxi con olor a naftalina como un armario lleno de ropa de otras estaciones. La casaca de húsar de Goetz le sirvió, al apearse, de tótem incendiado donde aferrar sus manos. ¿Qué le está ocurriendo al Vaticano? fue lo primero que preguntó Goetz, nada más entrar.

Pero yo no estaba allí para contestar, y Pepita era una perdularia ronca y asténica que se abandonó en la primera ocasión a la somnolencia del hogar, sobre una cama, absorta en la digestión de un lejano recuerdo. Goetz subió al piso superior y husmeó espacios y resoles, verificó la afectación nostálgica de las habitaciones, su anticuamiento que era su salva­ción, los nuevos rictus y las luces anteriores a la modernidad. Después salió a buscarme a los trigos, a la llanura, inmensa como la totalidad de lo real. Me halló deleitándome en el ruido de las plantaciones, aislado como en aparatos de fonética. Por mi parte, cuando sentí aquellos pasos tan conocidos y divisé su figura de pintura palaciega, tuve la certeza de que todo había vuelto a ponerse en marcha.

marylin volvió en sí unas horas más tarde. La habíamos descalzado y acomodado sobre sus pren­das blancas de adolescente muerta. Yo me había puesto a otear por la ventana algún punto de polvo en el horizonte, el del taxi que desaparecía. Aunque conocía la llanura con la minuciosidad de un general de Aníbal, continuamente me perturbaban los cielos rojizos, enhornados, el mar muerto de los trigales, sin el oleaje, sin la desmemoria del mar pero conser­vando sus mareas. Todo lo que alcanzaba la vista permanecía lejanamente prisionero en la oriflama de la luz, si exceptuamos terrible máquina un yacimiento de ruinas incorruptibles a unos cien metros de la casa, restos de un antiguo pabellón. Recuerdo temporadas en que Malena se pasaba horas caminando sola por esas ruinas, dorada cúspide, presencia visible de quién sabe qué cotas de valores imaginarios.

Creo que El Vaticano se asienta sobre una acrópolis -argüía yo junto a los frisos ,sería cues­tión de cavar, ¿no te parece?.

Pepita decía que ni hablar, que el sitio le pare­cía legislado por el tabú como los cementerios pieles rojas, por eso se sentía atraída, pero de eso a ca­var...

De nuevo en casa, es posible que volviera a desa­parecer cada noche del cenáculo, la recobrada y bella Marna, a huir a las ruinas y dormirse a la sombra de las molduras cóncavas. Sin embargo, nada de esto lo tenía yo suficientemente claro: el rostro dormido de la ninfa no provenía de una manera de ser anterior, era nuevo, el mismo pero durante otro estadio de la inmortalidad, otra convexidad del tiempo. O acaso se tratara, así de simple y de fatal, del rostro caótico y bello de una mujer bebida, que nace siempre tras el sobreseimiento de todo lo que no es erotismo, refina­miento, literatura.

Más tarde despertó, hizo como que despertó.

Beber es enrolarse dijo su voz sardónica a mis espaldas, entre sueño y resaca, entre duda y apo­tegma, una voz modulada en el acervo de los actores fallecidos. Se había sentado a los pies de la cama, tomándose la cabeza entre las manos. Se levantó y me besó en los labios, dulcemente, deteniéndose en el huecograbado y en la bella arte perecedera. Estaba encantada de volver a verme, consideraba al Vati­cano su hogar, quería recorrerlo de nuevo, respirarlo igual que había respirado las lejanas y cercanas inmediaciones en el taxi, aunque detrás de su repentino entusiasmo adiviné una fluxión de melancolía, una ebriedad responsable. La abracé, su cuerpo, que olía a los encajes antiguos de una muñeca colgada en un desván, pareció disipar la indecisión de la casa, la inadaptación al tiempo muerto. Era el cuerpo de siempre, expresado por el perfume subterráneo, polí­gloto y tonal de cuando había sido mía, otras veces, otros abrazos. Enseguida, igual que Goetz, se dio cuenta de la metamorfosis de la mansión, de su huida hacia el siglo diecinueve, de su nuevo hilemor­fismo extrapolado de los libros. Goetz había traído varios galones de tinta, que comenzó a distribuir por los tinteros. Ella se zafó de mis brazos hacia las par­tes altas, abandonándose a la intuición de la vieja ruta, que la casa había escamoteado hasta borrar, hasta constreñir únicamente al hilo que nos guía fuera del laberinto.

A partir de entonces, en sucesivos días, sor­prendí a Malena de merodista por los jardines inte­riores, aprendiéndolo todo de nuevo como una am­nésica, instalándose en sus cámaras favoritas, sa­liendo al exterior a marcar rayas de pintura en las cañerías con objeto de controlarlas mareas de los tri­gos, que subían y bajaban diariamente por la pared. Ella, en cambio, me sorprendía a mi fijo en el perfil de su cráneo sobre la chimenea, sobre toda una línea de tinteros, en una antigua radiografía con marco biselado que creía destruida, perdida, olvidada, pero que yo había cuidado muy bien de conservar. La con­templación de esa radiografía como mapa de vida, el alabeado occipital, la primera sucesión de vértebras, tan propensa a ser recubierta mediante álgebras ima­ginarias, me salvaba.

Descubrir allí aquel objeto le acarreó un divino azoramiento, siempre es desconcertante toparse con la propia calavera antes de tiempo, pero yo hice que la asociara con sus etapas de migraña, de niña a quien había que cubrir de ternura y mantener en cama incluso después del descanso o el amor.

Este era uno de los pocos objetos estables al re­cuento de las mutaciones, su placa de rayos equis, todo lo demás estaba cambiando con los nuevos trasluces, le dije una noche al socaire del reducto dorado de lo que habíamos sido. En cualquier caso no era la primera vez, esta vuelta atrás respondía a un eterno retorno, la casa se anticuaba cada cierto tiempo, recordaba sus glaciaciones.

Malena volvió a besarme aquella noche de su lle­gada, al quedarnos a solas, y el beso pareció formar parte también del eterno retorno y la tensa espera que nos absorbía. Pepita era, ojalá que inconsciente­mente, la médium de esos amores perfectos y esos ardores inexplicables de la literatura. Besarla resul­taba una inserción, un confinamiento en el azar. Es más, le dije, no creo que la nostalgia sea una dolencia exclusiva de la casa, más bien es de todo el paisaje. Y salimos afuera para comprobarlo, a los trigales ba­rrenados de ciénagas y toreas, para dar fe de cómo las extensiones iban desplazándose como glaciares, si­guiendo la traslación de cosechas de otras décadas. Incluso la ruina estaba unida a este movimiento, aunque mantuviera además una dinámica intrín­seca. Marlena, entre sus piedras, una niña bella pero no enamorada, sólo encaprichada, curiosa, caliente, buscada por todos los unicornios de la noche medite­rránea, único eje, pensé, de todas aquellas desviacio­nes, a pesar de que pasaba los días preguntándome sobre ellas, persiguiendo averiguar si yo sabía lo que sí sabía, que ella no sabía nada, que los gantes y la bohemia no habían sido más que un prolegómeno de la ignorancia. Decidí callarme, había que demorar el secreto igual que el ceremonial amoroso, con una cesión nueva y transitoria. Allí, en las ruinas, volvió a formular sus preguntas de esfinge, el misterio, la incógnita de la procedencia de aquel inmenso peder­nal. Le había explicado infinidad de veces que ya se hallaba allí cuando llegué al Vaticano, cuando me acantoné, y que en mi opinión nos sobreviviría. ¿Per­manecía presente cuando no estábamos? Posible­mente no, aquella sombra del pasado que se trasla­daba alrededor de la mansión era, como ésta, una arboladura literaria, un postulado idealista.

Avatar de Usuario
El hombre becado

Mensajepor El hombre becado » Dom 22 Mar, 2009 2:17 pm

En el 2004 le dieron una beca de 15.000 euros

Alonso Guerrero, licenciado en Filología Hispánica por la UEx, se mostró ilusionado con el hecho de volver a la universidad. “Esta beca supone un mayor grado de independencia del escritor pues se da para que el escritor escriba”, señaló, al tiempo que le permitirá contactar con otro tipo de público, ya que el autor de El hombre abreviado se encuentra actualmente vinculado a la enseñanza secundaria.

Imagen
Imagen

Avatar de Usuario
El hombre olvidado

Mensajepor El hombre olvidado » Dom 22 Mar, 2009 2:24 pm

El colmo de la mala suerte de un escritor

Imagen


La potra de todo escritor afincado en el territorio español que busque hacerse un hueco en el panorama literario actual con la venta de libros es salir en el Tomate y decir unas cuantas chaladuras en la COPE . Éxito garantizado y más si el libro viene embestido de polémica. Este país, que lee poco, ya no busca nuevos Delibes ni Javier Marías que encandilen con sus historias. Aquí se leyó a María Jiménez y su canalla, las memorias nunca escritas de la Carmina Ordóñez, las estupideces de la siempre inoportuna e incandescente Sarita Montiel y a toda la sarta de periodistas de la saga Pedo J. que quieren hacer sus pinitos en el mundo editorial de la Noche a la Mañana. Salir en la pantalla de Tele 5 o platicar en la COPE puede ser más instructivo y rentable que estudiar en cualquier facultad. No hace falta escribir bien, con despotricar a muchas editoriales les basta.

Pero el colmo de los males del escritor no es que una pandilla de famosillos se lancen a la aventura de las letras y vendan libros, no, el colmo de la mala suerte es ser famoso tras casarte, divorciarte de tu mujer y después de que ésta contraiga nuevas nupcias con un Príncipe. Tocar el cenit de la fama y tener que cerrar la boca porque la Corona ordena.

El ejemplo vivo de la represión actual, que algunos quieren vendernos como libertad, es Alonso Guerrero Pérez, el gran olvidado del gran público y exmarido de la popular Letizia, la que sueñan colocarnos como futura reina de España, esperemos que no suceda. Porque la sola idea de pensar en la angustia de un amante de las letras por trabajar y vivir de lo que le gusta y ser censurado sólo por haber vivido, me parece trágico y de mal gusto, en los tiempos modernos. No sé si le pagarán al desdichado, pero desde luego de sus obras no vive porque de las tres novelas que publicó en su momento – digo yo que muy malo no sería dándole al teclado ni tampoco peor que la Montiel, supongo- no encuentro ninguna a la venta - si las hubiera, informarme, porque me daría el capricho de leerle.

¿A esto le llaman libertad?

Ni idea de si su silencio es retribuido o se lo imponen mediante el miedo. No lo sé, pero el hombre que escribió que “Un escritor sólo tiene sus heces: si una esposa no entiende que tiene que limpiarlas es mejor divorciarse de ella.”( “El hombre abreviado”, de Alonso Guerrero) ya no le queda ni eso, ni las heces porque, anda que no es pilla nuestra monarquía que temerosa de que los más sospechen que se separó de su esposa – la actual Princesa, no hay que olvidar el dato- porque no limpiaba bien los deshechos ( puede que el escritor utilizara un eufemismo de Wáter. Ya se sabe, licencias literarias). Ya no ha escrito más - que yo sepa-. ¿Han censurado su reedición?

¿A qué temen? ¿A que recordemos que es una divorciada a la que la Iglesia hizo el visto gordo y bendijo?¿A qué sepamos que postura le gustaba más para practicar el sexo? ¿A si grita o no los orgasmos? – para los más recatados, perdón por el exceso es que tanto blog de sexo me está contagiando.

Porque Alonso Guerrero no sé si será buen escritor, mediocre o escritorzuelo sólo sé que adoraba a Larra y que su ex le regaló a su segundo marido – el Príncipe- un libro de él – de Larra no del ex, aclaro, no vaya nadie a decir que creo malestar monárquico.

Así están las cosas. No basta con escribir y rezar para que alguien te publique, además hay que mirar con quién nos casamos y de quién nos divorciamos porque, ya se sabe, los Príncipes están caducos, no cumplen con su función y se saltan el respeto al pueblo a la torera. Ahora quieren ser sencillos - ¡Y un jamón! -, compartir vida con la persona amada por amor – lo del saco en la cara y todo por la Patria condenado al olvido. El país puede esperar-; ser uno más pero vivir del cuento, del cuento y de las rentas de todos los contribuyentes que pagamos sus vicios, ¿Para qué? ¿para qué no nos deje ni escribir de lo que nos dé la gana?

¡Pues menudos reyes más antiguos y caducos!

Avatar de Usuario
Conexión Extremadura

Mensajepor Conexión Extremadura » Dom 22 Mar, 2009 2:57 pm

La ´boda extremeña´ de Letizia

Extremadura también forma parte de la vida de la que está llamada a ser futura reina de España. La periodista Letizia Ortiz estuvo casada en primeras nupcias con el escritor extremeño --y colaborador del suplemento Cuadernos de Extremadura de EL PERIODICO--, Alonso Guerrero, quien había sido su profesor de Lengua en el Instituto Ramiro de Maeztu, en la Comunidad de Madrid.

Después de siete años de noviazgo, ambos decidieron casarse el día 7 de agosto de 1998 en la capital de Tierra de Barros, en una boda civil que fue oficiada por el entonces alcalde popular de Almendralejo, Manuel Jesús Morán.

Letizia, --quien se encargó de elegir personalmente el ramo de novia en Floristera Lady de Almendralejo-- tenía entonces 26 años y Alonso 36. El banquete se celebró en el Salón Juan Campomanes del restaurante El Paraíso y la noche de boda de la pareja tuvo lugar en el hotel Espronceda. Al día siguiente partieron hacia la capital madrileña.

Imagen Imagen
Hotel Espronceda de 3 Estrellas y Restaurante El Paraíso.

El matrimonio duró un año y durante ese periodo decidieron fijar su residencia en Madrid, donde trabajaba ella.

ENAMORADA DEL GAZPACHO

A pesar de la corta duración del matrimonio, la periodista de Televisión Española visitó en numerosas ocasiones la región extremeña, "de la que se mostraba enamorada", aseguran algunos amigos de la entonces pareja. En sus viajes a Extremadura, Letizia Ortiz aprovechó para conocer los encantos de la comunidad en algunas excursiones a Las Hurdes o el sur de la provincia de Badajoz, "pero lo que más le gustaba era el gazpacho y el jamón extremeño, sobre todo el gazpacho".

Alonso Guerrero tuvo conocimiento de la noticia ayer en Guadalajara, donde ejerce la docencia. Tras la confirmación de la Casa Real del futuro enlace del príncipe Felipe de Borbón con Letizia Ortiz, Guerrero declinó hacer cualquier tipo de declaración en torno a este asunto. "Es una historia que ya es pasado y me gustaría que se me reconociera por mi trayectoria como escritor y no por este asunto"

Avatar de Usuario
A ver si con la crisis...

Mensajepor A ver si con la crisis... » Dom 22 Mar, 2009 3:09 pm

Millonarias ofertas por fotos de primera boda de Letizia
Una agencia ofreció US$ 690 mil por varias imágenes y testimonios del primer matrimonio de la novia de Felipe. También se han llegado a ofrecer US$ 55 mil por cualquier fotografía de esa boda y más de US$ 200 mil por un fragmento del video.

Casi dos semanas después del anuncio del compromiso entre el príncipe Felipe de Asturias y la periodista Letizia Ortiz, en los últimos días han comenzado a publicarse en España fotografías inéditas de la futura reina del país. Al mismo tiempo, conocidos y familiares de la profesional de 31 años han sido acosados para que revelen pasajes desconocidos de su vida pero, sobre todo, de su primer matrimonio con el escritor Alonso Guerrero. Así, ya existen ofertas por fotos y videos de este evento, mientras que la Casa Real pretende evitar la divulgación de imágenes e información sobre el pasado de Letizia.

Según el diario español El Mundo, un día antes del anuncio oficial del noviazgo, Guerrero, quien se casó con Letizia en 1998, pero se separaron al año siguiente, llamó a sus padres al pueblo extremeño de Almendralejo para que retiraran todas las fotos y videos que tuviera la familia de su boda. Los padres del escritor y profesor de literatura quedaron sorprendidos con el pedido, pero más impacto les causó que al día siguiente se anunciaría que Letizia se casaría con el príncipe.

Además, trascendió que Guerrero le rogó a sus padres que recuperaran entre sus amigos las imágenes de su antiguo matrimonio. Así, este hecho coincidiría, según algunos medios, con el deseo de la Casa Real española. De acuerdo con revelaciones publicadas por la prensa, una agencia internacional llegó a ofrecer hasta 600 mil euros (US$ 690 mil) por un paquete de fotografías, videos y testimonios de la boda de Letizia.

Según la prensa española, hay ofertas de US$ 55 mil por cualquier fotografía de la boda y de US$ 175 mil por una secuencia de imágenes del matrimonio. Además, se pagarían hasta US$ 200 mil por algún fragmento de un video del enlace entre Letizia y Guerrero. También se habrían ofrecido US$ 6 mil por conocer el menú y la lista de invitados del evento. Incluso, existen ofertas por fotos de Guerrero.

La Familia Real ha intentado cuidar al máximo la imagen de la mujer que se convertirá en reina de España. De hecho, voceros de la Casa Real han insistido que Letizia se casó "sólo por el civil" cuando hablan de su antiguo matrimonio. Esto, después de que se publicara una imagen de Letizia abrazando a su ex esposo y un relato de cómo fue su boda, realizada en un restaurante de Almendralejo a la que asistieron unas 100 personas.

Además, los responsables de prensa de la Casa Real mostraron gran preocupación cuando se enteraron que el padre de Letizia concedió una entrevista a un programa de televisión. De acuerdo con el periódico español Diario de Noticias "las cosas se complican -reflexión que se hace en Zarzuela- y es necesario un plan de choque de protección informativa que impregne a todo el entorno de la futura Reina".

Los reyes de España gozan de muy buena imagen en su país, sobre todo después del intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, donde el rey Juan Carlos tuvo un rol importante al rechazar ese hecho y jugar un rol clave en la democratización del país.

Así, los miembros de la Corona no suelen llenar las páginas de los tabloides sensacionalistas como ocurre en Reino Unido. Este hecho se debe a un particular "pacto" entre la prensa española y la Corona donde los principales medios "no tocan" a la realeza.

Avatar de Usuario
invitado

Mensajepor invitado » Sab 28 Mar, 2009 12:04 pm

LA LETI ESTUVO CASADA CON GUERRERO UN AÑO PERO VIVIO 7 CON EL.

Avatar de Usuario
Rosa

Mensajepor Rosa » Sab 28 Mar, 2009 9:26 pm

LA MIERDA SE LA LLEVO EL PRINCIPE. ESTOS DOS TANTO EL GUERRERO COMO EL TEJADA SE LIBRARON DE ESA ESCORIA.

Avatar de Usuario
Invitado

Mensajepor Invitado » Vie 27 Ago, 2010 12:11 am

Alonso Guerrero: gran persona, gran escritor y gran profesor.

Avatar de Usuario
Zarzuela

Mensajepor Zarzuela » Vie 27 Ago, 2010 12:19 am

Esto ya es historia que cierren el hilo no interesa

Avatar de Usuario
Alonso Guerrero

el "desaparecido" y enigmático ex marido de Doña L

Mensajepor Alonso Guerrero » Mié 19 Ene, 2011 4:41 am

Imagen Imagen

Cuando cadenas de televisión y prensa escrita parecía que desistían de su localización
Vuelven a la carga con el "desaparecido" y enigmático ex marido de Doña Letizia

Puede que sea una buena política informativa la instaurada por Zarzuela en los últimos meses a la hora de entreabrir las puertas de la Casa Real para que, al “informar” de algunos asuntos, se obvien otros de mayor calado. Atrás, muy atrás, queda la sabia decisión de RTVE de excluir de los programas del corazón toda información relativa a los Reyes y su familia. Medida que no fue secundada por ninguna otra cadena. Ahora comprobamos como Jaime Peñafiel -al que pronto veremos disfrazado en el plató de Sálvame al paso que lleva-, y Jorge Javier Vázquez especulan con un presunto embarazo de Doña Letizia Ortiz; o leemos y vemos el encuentro de la Infanta Doña Elena con su “último” compañero sentimental, el Director de Acción Social de la Fundación Mapfre, Fernando Garrido. Desmentido rotundo de la Casa Real, no en el caso del supuesto embarazo. Y así, hasta una relación que promete ser interminable.

No sabemos si, como aseguran fuentes muy solventes, la Princesa de Asturias ha tomado las riendas informativas de la Familia Real española. Resulta, cuando menos sorprendente, su familiaridad con la reportera del citado programa de Tele5, Adriana Abenia. Y más aún los “gazapos” en los que durante los últimos meses se han visto sorprendidos Don Juan Carlos I y Doña Sofía.

Anonimato respetado… hasta ahora

En lo que sí ha triunfado Doña Letizia Ortiz, informativamente se entiende, es en conseguir que su ex marido desaparezca del escenario mediático. Las cadenas de televisión lideres de audiencia intentaron, con cheques en blanco en mano, conseguir las declaraciones de este hombre enigmático tras conocerse el noviazgo de su todavía esposa con Don Felipe de Borbón. Fracasaron. Ni tan siquiera lograron obtener algún off the record. Nadie sabe dónde está, a qué se dedica y cuánto dinero gana. Sorprendentemente ha pasado de ser el hombre más buscado a que todos los medios respeten su anonimato, algo inusual con otros familiares de la Princesa de Asturias. Algo pues debe de callar.

Doña Letizia se casó el 8 de octubre de 1998 con Alonso Guerrero Pérez, licenciado en Filosofía por la Universidad de Extremadura, profesor de Literatura en un Instituto y escritor. Fue un matrimonio civil oficiado en Almendralejo (Badajoz), por el entonces alcalde del PP, Manuel Jesús Morán, ante un centenar de invitados y del cual se divorciaron tan solo un año después y tras seis años de convivencia previa. Letizia había conocido a su ex marido, que nació en Mérida en 1962 y por tanto es 10 años mayor que ella, varios años antes cuando él daba clases de Literatura en el Instituto madrileño Ramiro de Maetzu.

Silencio, nos aseguran, que tiene precio y por algo será. Recordemos que, cuando se anunció el enlace entre Don Felipe y Doña Letizia, el documento de separación de mutuo acuerdo entre la hoy Princesa de Asturias y su entonces marido fue custodiado en una caja fuerte por el mismísimo alcalde Madrid, Alberto Ruiz Gallardón.

Alonso Guerrero ya declaró a el diario El Mundo en 2003 que "nadie espere encontrar en mi una especie de Paul Burrell, el mayordomo de Lady Di, que acaba de vender los secretos de la Princesa. Ni por asomo… No voy a hablar ni ahora ni más adelante de mi vida personal". Pero todo tiene un principio y un final y alguien quiere volver a la carga con este espinoso asunto y promete no cejar en el empeño. Al parecer, dispone de información de primera mano. ¿Le dejarán?

Avatar de Usuario
anonimo

leerlo s importante

Mensajepor anonimo » Sab 12 Feb, 2011 11:59 pm

yo no me kejo pero la vida es asi :clap: y si no les gusta problema de ustedes pero es asi adios soy de tenerife :grin: :salute:

Avatar de Usuario
Sor_Citroen
Gafapasta
Gafapasta
Mensajes: 718
Registrado: Jue 05 Oct, 2006 4:27 pm

Mensajepor Sor_Citroen » Mar 15 Feb, 2011 9:23 pm

el tal Guerrero escribe alguna columna en DiariodeAlcala.es, así que desaparecido del todo no está.




Volver a “La Casa Real”