TRES PRÍNCIPES EN CASA Y NINGUNO REINÓSe cumplen 80 años desde que el hijo mayor de Alfonso XIII «abdicara» de heredero para casarse con una plebeya; el título le duró 10 días a su hermano Jaime, quien también renunció, llegando el principado a don Juan cuando estaba en Bombai. Él tampoco reinaríaRAFAEL BORRÁSHace ahora 80 años, el 11 de junio de 1933, don Alfonso de Borbón y Battenberg, primogénito de Alfonso XIII y Príncipe de Asturias en el exilio, renunció a sus derechos sucesorios, que recayeron en su segundo hijo, el infante don Jaime. Pero 10 días después, éste declinó también, y el Principado pasó al infante don Juan, que no fue rey porque cuando Franco prefirió a su hijo don Juan Carlos. Es un caso único en la historia de los Borbones españoles, el de tres príncipes de Asturias sucesivos ninguno de los cuales llegó a ceñir la corona.
Alfonso XIII cometió uno de los mayores errores de su reinado cuando en 1906 contrajo matrimonio con Victoria Eugenia de Battenberg, de la que se sabía era posible transmisora de la hemofilia —dos de sus hijos, el mayor, don Alfonso, y el pequeño, don Gonzalo, heredaron, en efecto, la terrible tara—. El monarca fue advertido pero prefirió hacer su real gana. Después, el empecinamiento de Alfonso XIII en mantener a su primogénito como Príncipe de Asturias, cuando estaba físicamente incapacitado para ello, sólo se explica por no querer reconocer su error al desoír las voces más que sensatas —la de su madre y otros allegados, la de algunos ministros— que le advirtieron. En tanto se mantuviera la ficción de que el pobre muchacho era normal, el rey quedaba exonerado de cualquier responsabilidad al haber obrado con tanta ligereza.
La sangre envenenada que Victoria Eugenia introdujo en la familia real española ensombreció no sólo la existencia del monarca sino que supuso daños irreparables para la institución. Así, tras la caída de la Dictadura de Primo de Rivera en enero de 1930, la abdicación de Alfonso XIII tal vez hubiese podido salvar la corona, pues el sentimiento era más antialfonsino que antimonárquico, pero el Príncipe de Asturias estaba físicamente incapacitado para asumirla. Hubiese tenido que renunciar en favor de su hermano don Jaime, sordo y mudo desde los 4 años a consecuencia de una doble mastoiditis, por lo que hubiese tenido que renunciar también, y finalmente la corona habría ido a parar a don Juan, que contaba 16 años.
La abdicación de Alfonso XIII, las renuncias al trono de sus dos hijos mayores y la proclamación de don Juan como Juan III, hubiesen debido formalizarse ante las Cortes, pero éstas, desde 1923, estaban disueltas como consecuencia de la dictadura militar propiciada por el monarca. Claro está que el rey hubiese podido encontrar una fórmula para resolver el
imbroglio, pero Alfonso XIII, como buen Borbón, se agarró al trono con todas sus fuerzas; sólo abdicó un mes antes de su muerte, en 1941, en su exilio en la Roma fascista de Mussolini.
Total, que el 14 de abril de 1931, España se acostó monárquica y se levantó republicana. Tras la proclamación de la II República, el príncipe de Asturias, don Alfonso, tuvo que ser sacado de palacio en una camilla, por una gravísima recaída en su enfermedad. Fue internado en una clínica de París, y después en un sanatorio suizo. Allí conoció a una joven cubana hija de una familia acomodada, Edelmira Sampedro. El rey intentó en vano disuadir a su hijo de casarse con una plebeya, y ante su fracaso le hizo firmar, el 11 de junio de 1933, una carta en la que, alegando el carácter desigual del enlace, prohibido por las leyes antiguas de la corona, renunciaba a sus derechos sucesorios. La boda, a la que el rey se negó a asistir, se celebró 10 días después y el ya ex príncipe adoptó el título de conde de Covadonga.
El monarca, vengativo, redujo su pensión de 15.000 francos a 5.000. Con el paso de los días, y la escasez de dinero, el amor de la esposa se fue difuminando. Edelmira partió para Cuba, pero don Alfonso se reunió con ella en La Habana. El 8 de mayo de 1937 se divorció, y el 3 de julio del mismo año se casó con Marta Rocafort, otra cubana, de la que también se separó a los dos meses. En la primavera de 1938, para desolación de su padre, hizo pública la siguiente declaración: «Como hijo primogénito de Su Majestad el rey don Alfonso XIII declaro no renunciar a ninguno de los derechos al trono de España que tengo desde mi nacimiento. Los documentos privados que me hubieran podido obligar a firmar, carecían de valor legal».
Puede suponerse el real cabreo. Pero el 8 de septiembre de aquel año el príncipe moría a consecuencia de una hemorragia interna tras un choque de su coche con un poste telegráfico a la salida de un cabaret en Miami. El accidente segó toda posibilidad de pleito dinástico.
Tras la renuncia de don Alfonso el nuevo príncipe de Asturias fue, automáticamente, el infante don Jaime, nacido en 1908. Pero Alfonso XIII el mismo día de la boda de su hermano le preparó una encerrona. Algunos primates monárquicos, entre los que llevó la voz cantante José Calvo Sotelo, ex ministro de la dictadura, se reunieron con don Jaime en Fontainebleau y le hicieron ver que la sola imposibilidad de mantener una conferencia telefónica con él a causa de su sordomudez, constituía un obstáculo de una trascendental importancia en momentos como los que la dinastía vivía en el exilio. Y si renunciaba le garantizaron las compensaciones pecuniarias que le permitiesen vivir sin preocupaciones de orden material.
De izq. a dcha. los cinco hijos de Alfonso XIII: Alfonso, Beatriz, Jaime, Juan y el pequeño Gonzalo, sentado en primera línea. Los tres varones mayores fueron Príncipes de Asturias pero nunca reinaron.DIEZ DÍAS DE PRINCIPADOEl infante cedió a las presiones. Su Principado de Asturias había durado 10 días, del 11 al 21 de junio de 1933. Años después, su hijo don Alfonso de Borbón Dampierre alegaría: «Las renuncias arrancadas a mi padre no son válidas: no se renuncia a un trono en la habitación de un hotel. Las renuncias deben recibir un reconocimiento oficial y una notoriedad de hecho». Pero entonces España era una República, y todo aquello una simple cuestión familiar que no afectaba a los intereses del Estado.
A don Jaime, su padre lo casó en 1935 con Emanuela Dampierre. Era un matrimonio morganático, que reforzaba la renuncia a sus derechos. El 23 de julio de 1945 don Jaime escribió una carta a su hermano don Juan en la que se reiteraba a su majestad como leal súbdito. El 6 de junio de 1947, cuando Franco mediante la Ley de Sucesión estableció para el futuro una monarquía electiva, mandó un telegrama al conde de Barcelona en el que le manifestaba su más cariñosa y ferviente adhesión. Y el 25 de agosto de 1948 le acompañó a la entrevista que mantuvo en el yate Azor con el general, en la que se acordó que su primogénito estudiase en España. La presencia de don Jaime escenificaba su acatamiento al pretendiente.
Dos años después de su divorció, en 1947, de Emanuela Dampierre en don Jaime contrajo matrimonio con la cantante prusiana Carlota Tiedemann. A partir de ahí se sucedieron las anulaciones de su renuncia. El 6 de mayo de 1954 mandó un telegrama a varios jefes de Estado —incluido Franco— en el que manifestaba que su renuncia del año 1933 era nula en derecho, debido a que nunca fue ratificada por las Cortes, como lo exigía la Constitución. Silenciaba el infante que la Constitución vigente entonces era la republicana, a la que nada se le había perdido en unos avatares dinásticos que sonaban a música celestial.
El 9 de junio de 1961 volvió a la carga, dispuesto a defender sus derechos y los de su hijo Alfonso. Pero tal vez su actuación más lamentable se produjo en 1956, cuando tras la muerte del infante don Alfonso, hijo menor de don Juan, a consecuencia de un disparo accidental de su hermano don Juan Carlos, exigió que se procediese a una encuesta judicial, alegando que no podía aceptar que aspirase al trono quien no ha sabido asumir sus responsabilidades, es decir, su hermano don Juan..
En marzo de 1972 el primogénito de don Jaime se casó con la nieta mayor del general Franco, María del Carmen Martínez-Bordiu. Con este motivo, ni corto ni perezoso, don Jaime le entregó al general, en su presunta calidad de jefe de la familia real, el Toisón de Oro. Franco, prudentemente, lo guardó sin lucirlo jamás. Años antes, en 1961, había rechazado idéntica condecoración, ofrecida por el conde de Barcelona.
Don Jaime murió el 20 de marzo de 1975 en el hospital de Saint-Gall, Suiza, víctima, al parecer, de un botellazo que le habría propinado su segunda mujer. Pero sus aspiraciones al trono de España las heredó su hijo don Alfonso, sin mayor fortuna, quien el 30 de enero de 1989, ya separado de la nieta de Franco, murió decapitado por un cable de acero en una pista de esquí. Su hijo y sucesor, don Luis Alfonso de Borbón, se ha limitado modestamente a reivindicar los derechos a la corona de Francia como presunto duque de Anjou.
Las renuncias sucesivas de sus dos hermanos convirtieron a don Juan en el heredero de la corona en el exilio. Enrolado entonces en la Marina inglesa, recibió en Bombay un telegrama de Alfonso XIII con las novedades familiares y dinásticas. El nuevo Príncipe de Asturias tardó ocho días en pensárselo, pues, según él, las perspectivas para el futuro eran horribles. Si hubiese declinado, los derechos sucesorios hubiesen recaído en su hermano menor don Gonzalo, hemofílico como el primogénito, que murió en agosto del año siguiente, 1934, a consecuencia de una hemorragia interna producida por un pequeño accidente cuando iba en un automóvil conducido por su hermana la infanta Beatriz.
Otras veces escuchó don Juan las voces engañosas del destino, que le profetizaron que sería rey:
—En julio de 1937, cuando Franco declaró a
Abc, para justificar su negativa a que don Juan participase en la guerra civil, que si se restablecía la monarquía el rey que ocupase el trono tendría que venir con el carácter de pacificador y no podría contarse entre los vencedores.
—En febrero de 1941, cuando a la muerte de su padre creyó que con él desaparecía el obstáculo que se oponía a la restauración de la corona.
—En junio y septiembre de 1943, cuando un grupo de procuradores en Cortes y la cúpula militar, respectivamente, pidieron a Franco el restablecimiento de la institución.
—En marzo de 1945, cuando ante la inminencia de la derrota del Eje, se ofreció a través del
Manifiesto de Lausana para salvar los muebles de los vencedores en la guerra civil evitando la vuelta de los vencidos.
—En noviembre de 1968, cuando don Juan Carlos, reiteró en la revista
Point de vue lo dicho en 1966 al semanario
Time: que jamás aceptaría reinar mientras viviese su padre.
Pero no fue así: Franco eligió a don Juan Carlos saltándose la línea dinástica. Éste, desde que fue desiganado como sucesor del general, en julio de 1969, hasta noviembre de 1975, en que accedió al trono, ostentó el título de Príncipe de España. Su hijo don Felipe recuperó el de Príncipe de Asturias en enero de 1978, antes de la renuncia de su abuelo, el frustrado Juan III, pero que reine como Felipe VI está por ver.
EL MUNDO. CRÓNICA. DOMINGO 9 DE JUNIO DE 2013