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DE CERCA / JAIME PEÑAFIEL
LA PRIMERA LETIZIA
[imageleft][/imageleft]El 14 de febrero de 1981asistí en la Catedral de Santa María de Luxemburgo a una de las 50 bodas reales de las que he sido testigo a lo largo de mi vida: la del príncipe Enrique, heredero de una de las 10 monarquías reinantes en Europa. La novia era María Teresa Mestre Batista, cubana de la Cuba de Fidel, nacida en la localidad habanera de Maricanao, en el seno de una familia de la alta sociedad. Se trataba de una de las primeras letizias que irrumpían con fuerza en las casas reales, aportando modernidad y también vulgaridad. La pareja se conoció en la universidad de Ginebra, estudiando Ciencias Políticas. La noticia del noviazgo del futuro gran duque y la criolla cayó como una bomba en el pequeño país. Su madre, la gran duquesa Carlota, esposa del Gran Duque soberano Juan, entroncada con todas las casas reales de Europa, puso el grito en el cielo. Pero, al igual que en todas las monarquías reinantes, no les quedó más remedio que aprobar el matrimonio. La relación entre la gran duquesa y su nuera no debió ser buena. Porque un día la princesa criolla acusó públicamente a su suegra de querer destrozar su matrimonio, en razón de su origen plebeyo. La noticia apareció en los diarios recogiendo las declaraciones de María Teresa a un grupo de periodistas con los que se reunió. Pero ninguno respetó el off the record y el contenido se publicó.
Es de desear que Stephanie De Lannoy, la joven condesa belga que ayer se convirtió en la consorte del príncipe Guillermo, heredero del trono, se lleve mejor con su suegra la gran duquesa criolla.
Las monarquías ya no son lo que eran. Aunque con estas uniones morganáticas la institución se ha modernizado o igualado, en algunos casos, excesivamente por abajo, las familias reales siguen manteniendo, en todas las monarquías europeas, excesivos privilegios y pocas obligaciones. Una de ellas, referida a los herederos, es casarse con quienes quieran pero, sobre todo, con quienes deban, por aquello de que una futura reina, aunque sea consorte, no puede tener pasado. Algunas, ¡vive dios! que lo tienen.
[/table]EL MUNDO / LA OTRA CRÓNICA / SÁBADO 20 OCTUBRE 2012
LUXEMBURGO |
LA OTRA CRONICA
Pelea entre nuera y suegra
MARÍA TERESA de Luxemburgo, conocida como «la criolla», ha sido siempre una soberana reservada. Hasta que ha dicho que su suegra, la gran duquesa Josefina Carlota, la trata despectivamente por su origen plebeyo y procura destruir su matrimonio. ¿La ha cambiado su viaje a la Cuba donde nació?La noticia apareció en los diarios luxemburgués y belga Le Quotidien y Le Soir. María Teresa, la gran duquesa de Luxemburgo, conocida también por «la criolla» por su origen cubano, acusaba nada menos que a su suegra, la gran duquesa Josefina Carlota, de «querer destruir mi matrimonio» en razón de «mi origen plebeyo». Las declaraciones fueron hechas a un grupo de periodistas con los que se reunió el pasado 10 de junio y a los que pidió que no desvelaran el contenido de la conversación. Pero la noticia se filtró hace una semana.
Para remachar tan grave acusación, la esposa del gran duque Enrique, actual jefe del Estado de Luxemburgo, explicaba que no en balde su suegra la llama, despectivamente, «la pequeña cubana» y le atribuyó a Josefina Carlota los rumores que apuntaban a que «deseaba volver a Cuba» y que los servicios de seguridad del Gran Ducado «la habían ido a buscar varias veces al aeropuerto». De todo, lo que más le duele es que atribuyan a su esposo presuntas infidelidades.
A este periodista le cuesta creer tan gravísimas acusaciones de dos soberanas, Josefina Carlota, (lo fue hasta el 7 de octubre de 2000 en que abdicó su esposo, el gran duque Juan) y María Teresa, esposa del actual soberano de uno de los países más pequeños y ricos de la UE. El nivel de vida de sus 430.000 habitantes es el más alto del continente, con 30.000 dólares de renta per cápita. Sólo decir que 220 bancos del mundo entero tienen abiertas oficinas en el Gran Ducado.
La conducta, ejemplar, de todos los miembros de la casa real los ha mantenido, hasta ahora, al margen de la curiosidad de las revistas llamadas del corazón, que sólo se han ocupado de la familia reinante en señaladas ocasiones: la boda de los hoy soberanos, la abdicación de los anteriores grandes duques y la proclamación de Enrique y María Teresa titulares de la corona.De estos dos acontecimientos, el periodista fue testigo en su día. Después de la abdicación, el 7 de octubre del año 2000, los grandes duques Josefina y Juan, se retiraron de la vida pública para refugiarse, una temporada en Colmar-Berg y otra en el pabellón de caza, a los pies de Grengewald o en su chalé de Suiza.
«Aquí nos visitan a menudo Enrique y María Teresa con sus hijos.Es algo que nos proporciona mucha alegría. Disponemos del tiempo necesario para intercambiar ideas y hablar, sobre todo hablar», declaraba Josefina Carlota recientemente.
Cuesta trabajo aceptar que la ex soberana luxemburguesa, una mujer que reconoce que «mirando el pasado puedo decir que he tenido, con muy pocas excepciones, una vida realmente feliz» haya dicho lo que la gran duquesa María Teresa le atribuye .
Aunque toda biografía suele estar llena de luces y sombras, la de Josefina Carlota no da pie para pensar que sea la suegra cruel y entrometida que pretende dar a conocer su nuera. La biografía de ésta tampoco. A lo peor todo se reduce a una falta de «profesionalidad» de la que el Rey Don Juan Carlos habla para definir a quienes, como su esposa Doña Sofía, saben ejercer el oficio de reinas.
«Siempre estaré agradecida a los luxemburgueses porque, desde el momento en que llegué, fueron muy amables conmigo. Me hicieron sentir, enseguida, como en mi propia casa. Yo que nací en otro continente y viví en tres países diferentes hasta que tuve 21 años. Fueron años en los que sentí que no pertenecía a ningún lugar y necesitaba encontrar un país, y éste es uno donde la gente me lleva, realmente, en su corazón», decía la gran duquesa al regreso de su luna de miel en las Bahamas tras contraer matrimonio el 14 de febrero de 1981.
¿Qué ha podido suceder para que tras 21 años de vida y matrimonio ejemplar y cinco hijos (Guillermo, Félix, Luis Javier, Alexandra y Sebastián) la gran duquesa se haya quitado la corona, y soltado el moño y la lengua, para abrir una crisis en la monarquía luxemburguesa? «Con sus declaraciones ha demostrado su voluntad de mezclarse en todos los asuntos de Estado», dice el director adjunto de Le Quotidien, Marc Georges. Resulta curioso que las declaraciones de la gran duquesa se hayan producido tres meses después del insólito viaje privado que el 29 de marzo realizó a la Cuba de Fidel (donde nació en 1956) en compañía de dos de sus cinco hijos, Félix y Luis. Su esposo, el gran duque Enrique, se negó a acompañarla.«En este primer viaje yo no debo ir contigo. Tienes que ir sola.Si acaso con algún miembro de tu familia, pero no conmigo».
Aunque no se encontró con el Comandante, la soberana logró, con la colaboración del cardenal Ortega, que todo el mundo supiera que estaba allí: «Tenemos con nosotros a María Teresa, que es de origen cubano y ahora gran duquesa de Luxemburgo. Saber que hay una cubana que tiene una posición importante en el extranjero representa una esperanza muy grande», dijo el prelado.
Ignoro si fue el reencuentro con sus raíces, con la ropa vieja, los frijoles negros con arroz y la malanda, pero lo cierto es que la gran duquesa ha reconocido que el viaje la marcó: «Hay algo muy fuerte que he descubierto y se llama cubanía, un sentimiento que cuando uno crece en una familia cubana no se pierde nunca.Me he dado cuenta de que sucede algo muy especial con los cubanos y es que están sumamente unidos. Por eso, aunque no estén viviendo en Cuba, crecen con Cuba, comen cubano, hablan cubano, sienten cubano y el corazón late cubano». A lo peor, estas declaraciones no le han gustado a la gran duquesa Josefina Carlota, y de ahí que haya declarado que la «pequeña cubana» lo que desea es «regresar a Cuba».
JAIME PEÑAFIEL. Domingo 30 de Junio de 2002