Ignacio Escolar

Me hago la pregunta por una información que publica hoy El Mundo en su portada y que me resulta tremendamente familiar: Corinna asesoró a Lukoil ante Repsol y el Fondo Hispanosaudí. Según esa información, Corinna no llegó a cobrar porque aquella operación no salió, pero iba a comisión.
Hace más de cuatro años, escribí para Público una información que cuadra mucho con lo que El Mundo cuenta hoy: que el rey estaba intercediendo a favor de Lukoil. Juan Carlos de Borbón llegó a llamar seis veces el mismo día al entonces presidente José Luis Rodríguez Zapatero para apoyar la entrada de la petrolera rusa en el accionariado de Repsol.
En su momento, en noviembre de 2008, la información fue desmentida por el Gobierno. A mí, entonces director de Público, publicar aquella noticia me provocó algunos problemas que algún día contaré. Dos años después, uno de los cables de Wikileaks demostró que mi información era buena: que el rey se movió en apoyo de Lukoil, tal y como confesó al embajador de EEUU el secretario general de la Presidencia del Gobierno, Bernardino León.
¿Qué interés tenía el rey en que una petrolera rusa comprase parte de Repsol? ¿Iba también a comisión, como su “amiga entrañable” Corinna zu Sayn-Wittgenstein?
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Al hilo, otro artículo que escribí en noviembre de 2008 sobre la operación de Lukoil: [hide=La caza del oso ruso.]
La caza del oso ruso.
Ignacio Escolar
Milagros del capitalismo refundado: se puede comprar el 30% de la primera petrolera española, una de las más importantes del mundo, sin poner ni un sólo euro. Al menos, eso intenta la rusa Lukoil, que ha aprovechado la compleja situación accionarial de Repsol para colarse en una multinacional donde todo cambia para que su presidente, Antoni Brufau, siga igual. Antes de seguir con el relato de los hechos, les presento a los protagonistas del partido.
En un rincón del campo, acorralada, está Sacyr Vallehermoso, una gran constructora con una situación financiera alambicada. La empresa que preside Luis del Rivero debe a los bancos 18.500 millones de euros, siete veces más de lo que vale en bolsa, 23 veces más que su beneficio bruto anual (por su propia seguridad, no intente hacer esto en casa). Hace dos años, cuando la burbuja inmobiliaria aún no había explotado, cuando el dinero era barato, Sacyr puso en marcha un ambicioso plan de expansión. Para diversificar su negocio y que no todo fuese ladrillo, compró a crédito el 20% de Repsol. Pagó caro, a 26,9 euros por cada acción, y hoy los títulos de la petrolera española valen la mitad. Sacyr, además de ser el primer accionista de Repsol, también cuenta con un 91% de Itinere, una empresa de autopistas. Ahora que la burbuja del ladrillo ya ha explotado, ahora que el precio del petróleo se ha desplomado, ahora que hasta los políticos inspiran más crédito que los bancos, Sacyr necesita vender para no ahogarse en su propia deuda. Hoy mismo es probable que cierre el acuerdo para vender Itinere, su otra gran inversión sin pies de ladrillo: una concesionaria de autopistas que probablemente comprará un fondo de infraestructuras del banco Citigroup por unos 7.500 millones de euros. Si dependiese de Luis del Rivero, las ventas de Sacyr se acabarían aquí, su compañía mantendría su porcentaje de Repsol a la espera de tiempos mejores. El problema es que ya no depende de él: la pelota está en manos de la banca.
En el centro del juego, para variar, está Emilio Botín. El Santander y Citigroup lideran el crédito sindicado concedido a Sacyr para comprar el 20% de Repsol. Prestaron 1.154 millones cada uno. También entraron en la operación Caja Madrid (933 millones), Calyon (563), ING (300), BPI (250), BCP (150), Popular (100), Banesto (100), Commerzbank (100) y el Sabadell (50); ninguno de ellos está como para regalar el dinero. La garantía para el crédito fueron las propias acciones de Repsol, pero con una condición: que si la cotización bajaba por debajo de los 21,2 euros, Sacyr tendría que poner sobre la mesa nuevas garantías. Hace más de tres meses que la acción de Repsol vuela muy por debajo de este límite: el viernes cerró a 13,90 euros y es difícil que vuelva a repuntar a corto plazo. Repsol es una de las petroleras que más sufre la caída del precio del petróleo, pues sus contratos en Latinoamérica, en Argentina o Brasil, establecen precios mínimos que ahogan su margen cuando el precio del barril de crudo baja de 140 a 50 dólares en apenas cinco meses. Y si el petróleo y el ladrillo caen a la vez, ninguna de las nuevas garantías que Sacyr puede ofrecer basta para convencer a los bancos.
Pero la partida no la han puesto en marcha los bancos. Ha sido Antonio Brufau, jugador del que más pague. El presidente de Repsol ha aprovechado el escenario para cobrarse viejas deudas. Nunca se ha entendido con Luis del Rivero, que lleva dos años intentando echarle del sillón aprovechando su posición de primer accionista de la petrolera. Ha sido el propio Brufau el que ha liderado la operación para traer a Lukoil hasta España. ¿Las condiciones? Hay una fundamental: su permanencia al frente de Repsol con un nuevo contrato, con un nuevo blindaje. Cuenta para ello con el respaldo de su antigua casa, La Caixa, que tampoco está contenta con del Rivero y también quiere aprovechar la coyuntura para apuntarse en los libros una plusvalía que no viene nada mal con la que está cayendo. La Caixa también pone la cama: no sólo vendería parte de sus acciones sino que también financiaría la operación. Para los legos en economía chiripitifláutica la jugada es marciana: la caja catalana presta a Lukoil el dinero para que compre sus acciones… con las propias acciones como garantía.
Lo que está claro es que la petrolera rusa está dispuesta a comprar, pero sin poner un duro. El monto total de la operación asciende a los 9.000 millones de euros, pero los rusos pagarán con dinero del monopoly. No podrían hacerlo de otra manera: su liquidez es de 1.300 millones de euros, tienen que pagar antes de fin de año créditos por 1.500 millones y hace unos meses, en junio, abordaron otra gran compra, una refinería en Italia por la que han pagado 1.350 millones de euros. Y no está el mercado como para pedir más créditos. La petrolera está dispuesta a comprar a 27 euros por acción, mucho más de lo que pagaría si comprase los títulos en la bolsa, pero con la condición de no poner un duro en efectivo ni tampoco más garantías que las propias acciones: simplemente pretenden cambiar el 20% de Sacyr por la deuda de la constructora, tal cual está, y comprar otro 10% con un nuevo crédito que lideraría La Caixa. Los bancos han pedido más garantías, pero dan por buena la jugada, pues permite cambiar un deudor asfixiado por otro al que se le supone más solvencia. De momento les vale para no tener que provisionar pérdidas y después ya veremos. Sin embargo, si Lukoil se sale con la suya y compra sin más garantías que las propias acciones, está por ver que los rusos después se queden si la cotización de Repsol sigue a la baja y no les dejan mandar.
Para Lukoil, la compra de Repsol interesa por varios motivos, todos ellos muy distintos a los intereses geoestratégicos de España y la UE. A la petrolera rusa le vienen bien las refinerías y la red de gasolineras (más de la mitad de las españolas son de Repsol), pero no necesita los contratos de extracción que tiene Repsol en Latinoamérica, pues a Lukoil le sobra con Siberia. El Gobierno teme que, si Lukoil consigue el control de Repsol, pague la deuda vendiendo esas reservas por las que tantas gestiones políticas se han hecho. Además, creen que la operación es una bofetada a Obama nada más empezar su mandato: con Repsol, la llave también para Gas Natural y Unión Fenosa, Rusia controlaría los únicos gasoductos de abastecimiento a Europa que aún no son suyos tras derrotar militarmente a Georgia. El papel del régimen de Vladimir Putin en la jugada es más que evidente: el propio vicepresidente ruso fue quien soltó el globo sonda de Gazprom al tiempo que Lukoil negociaba.
Pese a que la operación, que lleva en marcha varios meses, está ya muy madura, el Gobierno aún cree que es posible pararla. La solución pasa por La Caixa y también por el propio Luis del Rivero, que tendría que renunciar a ser Brufau en lugar de Brufau y aceptar mandar menos a pesar de ser el accionista con más títulos de la petrolera. Si Ia venta de Itinere se cierra ya, las posibilidades de que Sacyr no se vea obligada a vender aumentan bastante. El problema es que, desde el Estado (que no desde el Gobierno), hay también altas instancias que no quieren cazar al oso ruso.[/hide]