LOS NEGOCIOS DE JUAN CARLOS I: TREINTA AÑOS A CUERPO DE REY

Las últimas noticias de la Realeza. Monarquía vs. República
¿Cuánto reinarán Felipe VI y Letizia?


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patrimonio

el patrimonio del Rey Juan Carlos: 1.790 millones de euros

Mensajepor patrimonio » Mar 22 Feb, 2011 12:51 am



Antes de entrar en detalles, expresar nuestra más honda satisfacción por los resultados, plenamente satisfactorios, del reconocimiento médico al que ha sido sometido el rey Don Juan Carlos en la Clínica Planas y en el Centro de Radiología Creu Blanca, en Barcelona, durante los días 17 y 18 de febrero. Los especialistas que las han realizado no han encontrado "ninguna alteración" en los exámenes clínicos. Tras el susto que nos dio en mayo del pasado año con la extirpación de un nódulo pulmonar (su ausencia en el Mundial de Sudáfrica nos hizo temer lo peor), nos alegramos de que sus dolencias hayan experimentado esta mejora espectacular.


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Pero vamos al asunto que nos ocupa: en los últimos días se ha avivado un debate que lleva tiempo rondando en las tertulias y en las calles de nuestro país. Todos sabemos que don Juan Carlos es un personaje muy querido para la mayoría de los españoles, a la vez que resulta una de las personas más influyentes de España, si no el que más. De él conocemos prácticamente todo (o al menos, eso creemos): sus costumbres, sus hobbies, su sentido del humor, sus problemas… incluso conocemos hasta cuanto gana al año. Pero lo que nadie conoce es su patrimonio: ¿nuestro rey pertenece al selecto grupo de los hombres más ricos de Europa?


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A pesar de que desde hace mucho tiempo, algunos grupos políticos (principalmente Esquerra Republicana) han pedido a través de enmiendas parlamentarias que se diera a conocer el patrimonio de Su Majestad, estas cuentas parece que son el secreto mejor guardado de nuestro país. Sinceramente, echamos en falta la transparencia de la que hacen gala otras monarquías europeas ante esta cuestión; no hace falta recordar que el patrimonio de Isabel II, reina de Inglaterra, es bien conocido por todos: cerca de 2.000 millones de euros.

Sin embargo, dos revistas especializadas (extranjeras, por supuesto) se han atrevido a desvelar este “secreto de estado”. Tanto Forbes como EuBusiness (ambas de reconocido prestigio) afirman que el patrimonio de nuestro monarca ronda los 1.790 millones de euros.

Según estas dos revistas, la fortuna personal de nuestro rey sería de 545 millones de euros, a los que habría que sumar el resto de bienes familiares, incluidos palacios y terrenos en distintas provincias. De acuerdo con estos cálculos, el rey figuraría en el puesto 115 en la lista de los 400 europeos más ricos.

Normalmente, la Casa real no suele salir al paso de noticias similares aparecidas en los medios de comunicación. Sin embargo, en esta ocasión no han tardado en emitir un comunicado en el que desmienten estas cifras y las califican como de “disparatadas”. Según ellos, la única explicación es que "se haya entendido erróneamente que los bienes públicos del Patrimonio Nacional, del Estado español, son propiedad de su Majestad". Es más, en contra de sus costumbres, enviaron una carta al director de la revista EuBusiness, intentando aclarar el tema. Demasiada preocupación, ¿no?

No acabo de tener claro este último punto. Pondré un ejemplo: mi vecino del quinto tiene un apartamento en la playa, conduce un BMW (kilómetro cero) y tiene una moto de montaña que saca los fines de semana. Cuando muera (espero que ese día esté muy lejano), esos bienes no se los podrá llevar y pasarán, previsiblemente, a sus hijos.

Volvamos al caso de nuestro rey: vive en un palacio, veranea en otro, se desplaza en lujosos vehículos y tiene afición por las motos. Cuando muera (que tarde mucho), estos bienes pasarán a sus hijos. ¿Encuentran alguna diferencia?

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¿Qué es eso de que los bienes que disfruta a diario Don Juan Carlos son Patrimonio Nacional? ¿Acaso puedo usarlos yo? Puede que me cataloguen como de “mente simple”, pero creo que si nadie más puede disfrutar esos bienes… será porque son suyos, o sea, son su patrimonio por mucho que la Casa Real trate de camuflarlos como “bienes del Estado español”.

Algunos expertos aseguran que la explicación más plausible del incremento de riqueza del rey es que se haya producido gracias a los regalos que Don Juan Carlos recibe habitualmente. Ya saben, el último yate del que disfruta Su Majestad, costó 16 millones de euros que fueron sufragados por un grupo de empresarios mallorquines en agradecimiento, según ellos, a la publicidad que le dan a la isla sus estancias veraniegas.

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No tenemos ningún inconveniente en que nuestro rey reciba regalos. Lo malo es que ya tenemos la suficiente edad para saber que nadie regala cosas a cambio de nada.

La otra posibilidad sería la del ahorro. La asignación de los Presupuestos del Estado para la Casa Real es de unos nueve millones de euros anuales; unos 18 céntimos por cada ciudadano. Si tenemos en cuenta que con ese dinero se cubren todos los gastos que se ocasionan en la Casa Real, el haber conseguido ahorrar 545 millones de euros diría mucho a favor de Su Majestad. Sin duda.

Sea como fuere, no creo que sepamos nunca a cuanto asciende la fortuna de Don Juan Carlos.

Para acabar, una noticia que nos llega desde Bahrein. A raíz de las sangrientas revueltas que se están produciendo en ese pequeño país del Golfo Pérsico, el líder del partido Waad, opositor a la dinastía Al Jalifa en el poder, dijo que "tras la masacre la única salida es que el rey acepte delegar sus poderes. Queremos un rey como Juan Carlos".

Vale, negociamos ¿cuánto ofrecen?

http://pasaramejorvida.blogspot.com/201 ... -juan.html

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Pepín

3ª República

Mensajepor Pepín » Mar 14 Jun, 2011 1:53 pm

Es una vergüenza, sobre todo, lo protegida que está la monarquía en este país. Ya que haya reyes clama al cielo, pero que no se les pueda juzgar, criticar, conocer en qué se gasta nuestro dinero, etc.
Le llamamos democracia y no lo es

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Sor_Citroen
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Mensajepor Sor_Citroen » Mar 14 Jun, 2011 9:45 pm

¡¡¡ Anti-sistema !!!!



:blackeye:

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JuanCarBorbon

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Mensajepor JuanCarBorbon » Mié 15 Jun, 2011 4:09 am


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estupas

Sin olvidar

Mensajepor estupas » Dom 14 Ago, 2011 2:58 pm

que puede cometer cualquier delito y o le pase nada. Por ejemplo si matase a alguien con una pistola...ooops, si eso ya lo hizo

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estupas

Sorprendente pero cierto

Mensajepor estupas » Dom 14 Ago, 2011 3:03 pm

Mucha gente aun no lo sabe
http://www.galiciaespallada.com.ar/acusacion_de_martinez_ingles.htm

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Escandalos Reales

Escandalos Reales - Juan Carlos I de España

Mensajepor Escandalos Reales » Jue 10 Nov, 2011 4:03 pm



Escandalos Reales - Juan Carlos I de España

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Amadeo

Mensajepor Amadeo » Jue 10 Nov, 2011 11:18 pm



Don Amadeo Martínez Inglés, ciudadano español, coronel del Ejército, escritor e historiador militar, se dirige a su autoridad (Fiscal General del Estado portugués) como primer defensor de la ley y máximo garante del Estado de derecho en la nación portuguesa, manifestándole lo siguiente:

Sobre las 20,30 horas del día 29 de marzo de 1956 se produjo en el domicilio del ciudadano español, don Juan de Borbón, pretendiente al trono de España, sito a la sazón en la finca denominada “Villa Giralda” de Estoril (Portugal), la muerte en extrañas circunstancias de su hijo menor, don Alfonso, por un disparo en la cabeza procedente de una pequeña pistola propiedad de su hermano mayor, don Juan Carlos.

Este desgraciado hecho enseguida sería catalogado como un mero accidente por parte del Gobierno dictatorial del general Franco, a través de una Nota de su legación diplomática en Lisboa, consiguiendo de las autoridades portuguesas del momento (sometidas a una férrea dictadura de corte similar a la española) que, en contra de las leyes y procedimientos de actuación propios de un Estado moderno y civilizado, no se abriera ninguna investigación al respecto, no intervinieran en el esclarecimiento de lo sucedido la policía judicial portuguesa y los médicos forenses, y que, por lo tanto, ningún juez imparcial pudiera pronunciarse sobre un luctuoso episodio que, sin ninguna duda, iba a influir decisivamente sobre la España del futuro. Y que a partir de entonces pasaría, por decisión conjunta de los Gobiernos totalitarios de ambos países ibéricos, a las cavernas de la censura y el olvido, sobre todo en España en la que el oscuro homicidio sería declarado secreto de Estado tanto para los medios informativos del país como para la clase política y ciudadanía en general.

Han pasado más de cincuenta años, señor fiscal general, y las circunstancias que rodearon aquélla extraña muerte siguen sin aclararse adecuadamente. Permanece inmersa todavía en los entresijos de la historia y del secreto de Estado. Hasta el momento muy pocos (por no decir ninguno) han sido los historiadores e investigadores españoles o portugueses que se han atrevido a estudiarla adecuadamente tratando de desentrañar el misterio que rodea un hecho tan extraño, declarado a priori y sin ningún rigor jurídico como accidente fortuito, que evidentemente nunca lo fue y que, por lo menos, conllevaba las responsabilidades anejas a un delito de homicidio por imprudencia (el causante de la muerte era en aquellos momentos un profesional del Ejército español, alumno de la Academia General Militar con más de seis meses de instrucción militar intensiva y experto, por lo tanto, en el uso y manejo de toda clase de armas portátiles) y con toda probabilidad, dados los indicios racionales que se desprenden de las investigaciones realizadas por el historiador que redacta el presente escrito, las infinitamente más graves del fratricidio premeditado.

El que esto escribe, militar español e historiador, obviamente, sí se ha atrevido, señor fiscal general del Estado portugués, a estudiar e investigar durante muchos años el oscuro hecho delictivo que comentamos en el marco de un exhaustivo trabajo histórico sobre la figura personal y política del heredero de Franco a la jefatura del Estado español, a título de rey, Don Juan Carlos de Borbón, y que contempla, tanto las irregularidades cometidas en su ya largo reinado (algunas de ellas graves y presuntos delitos que ya han sido puestos en conocimiento del Congreso de los Diputados y Gobierno español para que se constituya con urgencia una Comisión parlamentaria que los depure y obre en consecuencia) como sus impresentables avatares juveniles, entre los que sobresale el sospechoso homicidio cometido en la persona de su hermano menor, don Alfonso de Borbón, aspirante como él al trono de España e hijo predilecto de su padre, el conde de Barcelona. De mis investigaciones sobre este hecho, extraídas del mencionado trabajo histórico, procede el exhaustivo Informe que le remito adjunto.

Tras su lectura quedan bien patentes una serie de circunstancias (indicios racionales) que avalan la peor de las hipótesis sobre el supuesto accidente así como la falsedad de las posibles causas que lo propiciaron, tejidas en su día por el entorno familiar de Juan Carlos de Borbón para justificar lo injustificable.


Estas circunstancias son las siguientes:

  1. - El autor del disparo que acabó con la vida del infante D. Alfonso no era ningún niño (como la información sesgada del Gobierno español del momento quiso hacer creer a los españoles sino un profesional del Ejército (cadete de la Academia General Militar de Zaragoza), con más de seis meses de instrucción militar intensiva y otros seis de instrucción premilitar.
  2. - Era, por lo tanto, experto en toda clase de armas portátiles de las Fuerzas Armadas españolas.
  3. - Conocía, en consecuencia, el manejo y uso en instrucción y combate de las citadas armas.
  4. - Había realizado ejercicios de fuego real con todas ellas, con arreglo a la cartilla de tiro correspondiente a un caballero cadete de primer curso del citado centro de enseñanza castrense.
  5. - En consecuencia, conocía el uso y manejo de las pistolas de 9 mms reglamentarias en las FAS españolas.
  6. - Con mayor motivo debía conocer el uso y manejo de la pequeña pistola de 6,35 mms de la que era propietario y con la que había efectuado (la última vez, el día anterior al luctuoso suceso) numerosos disparos.
  7. - Conocía asimismo los protocolos de actuación que marcan los reglamentos militares españoles para el uso, limpieza, desarmado, armado, equilibrado, preparación para el disparo…etc, etc, de cualquier arma portátil y en particular todas las precauciones que debe tomar un profesional de las armas antes de efectuar un disparo de instrucción o combate.
  8. - Resulta inconcebible que todo un cadete de la AGM (un centro de enseñanza modélico en aquellas fechas), con seis meses de instrucción militar intensiva en su haber y con numerosos ejercicios de tiro realizados, no tomara las elementales medidas de seguridad (activación de los seguros de la pistola y comprobación de la recámara) antes de proceder a manipular su pistola en presencia de hermano.
  9. - El pequeño proyectil de 6,35 mms, que difícilmente hubiera podido traspasar la bóveda craneal del desgraciado infante si el disparo hubiera seguido una línea de tiro directa hacia su cabeza, curiosamente buscó una anómala dirección de abajo a arriba para penetrar por sus fosas nasales y poder alojarse así sin ningún impedimento en su cerebro causándole la muerte instantánea. Algo que la casualidad no puede explicar de ninguna de las maneras por las prácticamente nulas posibilidades de que tal cosa pueda ocurrir en un disparo accidental. La previsible trayectoria del disparo resulta tan forzada y difícil que es manifiestamente improbable que el proyectil saliese de la boca del arma siguiendo esa anómala línea de tiro sin influencia alguna del tirador.
  10. - La pistola causante de la tragedia fue lanzada al mar por el padre del homicida, sin que la policía o los jueces portugueses pudieran examinarla, con lo que se hurtaba a la justicia una prueba fundamental.
  11. - El homicida no prestó declaración ni ante la policía ni ante juez alguno, abandonando inmediatamente Estoril en un avión militar español rumbo a Zaragoza. Tampoco se presentó voluntariamente a las autoridades para relatar los hechos y asumir sus presuntas responsabilidades.
  12. - La tesis oficial del accidente fortuito, propalada por las autoridades españolas, no puede sostenerse sin caer en el rubor más absoluto ya que el propio homicida en manifestaciones, tanto a su íntimo amigo Bernardo Arnoso como a su entorno familiar (la propia madre de Juan Carlos, Mª de las Mercedes, manifestaría después en sus Memorias que su hijo le dijo que “jugando apuntó a la cabeza de su hermano y disparó sin percatarse de que había una bala en la recámara”), admitió que fue él el que disparó sin comprobar negligentemente si la pistola estaba cargada. Por lo tanto, nada de accidente fortuito. Homicidio imprudente o asesinato premeditado. Ambas figuras tipificadas en el Código Penal de cualquier país civilizado.


En resumen, señor fiscal general del Estado portugués, aquí de lo que se trata es de que, dejando de lado condicionamientos políticos y a pesar del tiempo transcurrido, un crimen, un presunto asesinato cometido en su país hace ahora cincuenta y dos años, no quede impune; sobre todo, después de las investigaciones que le presento en el Informe adjunto y de las que se derivan clarísimas responsabilidades penales para el ciudadano español que lo cometió: Juan Carlos de Borbón.

Usted tiene, permítame que se lo recuerde desde el más profundo de los respetos, el deber moral y la responsabilidad profesional de, conocidos mis estudios, tomar las oportunas medidas judiciales en su país para que esto no ocurra. Un asesinato es uno de los crímenes más abyectos que un ser humano puede cometer y no debe quedar jamás sin el castigo correspondiente.

Es por todo ello por lo que me permito solicitarle, a través del presente escrito, que interese de la instancia judicial de su país a la que corresponda, abra las oportunas investigaciones y los trámites necesarios para esclarecer el luctuoso hecho que estamos tratando y que se relata y analiza exhaustivamente en el prolijo Informe que le remito.

Reciba, señor fiscal general del Estado portugués, mi consideración más afectuosa

Firmo el presente escrito en Alcalá de Henares (Madrid) a 8 de septiembre de 2008


http://www.galiciaespallada.com.ar/acus ... ingles.htm


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"Juan Carlos I, el último Borbón. Mentiras de la monarquía española"

Juan Carlos I, el último Borbón

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Invitado

«LOS QUE LE LLAMÁBAMOS ADOLFO»

Mensajepor Invitado » Vie 11 Nov, 2011 3:47 am

Los días en que hablé con Suárez del Rey y sobre su enfermedad

CUANDO ESTÁ A PUNTO DE CUMPLIR 75 AÑOS, EL 25 DE SEPTIEMBRE, ADOLFO SUÁREZ ES PROTAGONISTA DE UN ESPLÉNDIDO LIBRO ESCRITO POR LUIS HERRERO. EL PERIODISTA DESVELA DATOS IMPORTANTES, ENTRE OTROS SOBRE EL REY. EXTRACTAMOS DOS CAPÍTULOS



Cuando le dijeron que su hija Mariam había muerto, Suárez, ya enfermo, preguntó: ¿Quién es Mariam?

Cuando un teléfono suena inesperadamente es señal, la mayoría de las veces, de que algo no va como debería. La estadística demuestra que los telefonazos suelen complicar la vida en lugar de facilitarla. Por eso hay veces que me niego a descolgarlo. Pero el 19 de mayo de 1994, en un arrebato de optimismo, contesté alegremente, ajeno al lío que se me avecinaba. La voz que me saludó era la de Sabino Fernández-Campo, hasta poco tiempo antes jefe de la Casa del Rey. Me pedía que por favor nos viéramos en su casa al día siguiente para hablar del libro que yo estaba escribiendo sobre Mario Conde.

-El Rey está muy preocupado -me dijo.

Casi simultáneamente, según supe después, los Reyes fueron a cenar a casa de Adolfo. Nada más entrar, don Juan Carlos vio en una estantería una foto suya flanqueada por otras dos, de Chus Viana y de mi padre. Chus Viana, pícnico, vasco y feliz, había sido uno de los pioneros de UCD y, más tarde, puntal indiscutible del CDS (...). Cuando el Rey vio la disposición de las fotos en la casa de Adolfo, le comentó: «¡Qué buenos escoltas me has puesto!». Todo eso lo sé, naturalmente, porque Adolfo me lo contó. Según su relato, don Juan Carlos habló muy bien de mi padre, pero luego comentó en voz alta:

-Sin embargo, su hijo Luis me tiene muy preocupado. Sé que está escribiendo un libro que me compromete.

-Lo dudo mucho, señor -le replicó Adolfo según su propia versión-. Conozco muy bien a Luis y no creo que eso sea cierto. Luis es un tío estupendo.

Cuando Adolfo me puso al tanto de la preocupación del Rey yo le envié una copia del capítulo maldito con un tarjetón: «Haremos lo que tú quieras, pero yo creo que esto, en comparación a otras cosas que se han publicado sobre él, es un cuento de hadas».

Durante la conversación telefónica con Sabino Fernández-Campo quedamos en que iría a verle a su casa (...), a la mañana siguiente. Y como hombre precavido vale por dos, le pedí a Federico Jiménez Losantos que me acompañara: «Prefiero tener un testigo, Fede -le dije-, porque no tengo ni idea de cómo va a acabar todo este asunto».

Cuando llegamos a su casa, sobre la mesita que estaba situada delante del sofá había un libro titulado The Sha and I, escrito por un iraní de nombre irreproducible. Durante algunos minutos mareamos la perdiz con las frases protocolarias de rigor y enseguida entramos en materia: «José Manuel Lara -nos explicó- quiere un título nobiliario a toda costa y le ha dicho a Fernando Almansa que si no se lo dan piensa publicar tu libro a todo trapo. Almansa se lo contó al Rey, el Rey a Emilio Alonso Manglano y Manglano me lo ha contado a mí. Y lo peor de todo -añadió- es que durante la conversación, que ha sido muy tensa, me ha acusado de ser tu fuente. Dice que yo voy contando por ahí todos los líos de faldas del Rey».

Estuvimos hablando un buen rato. Almansa era su sustituto en la jefatura de la Casa del Rey y Manglano, el director del CESID. Sabino nos dijo que había depositado sus papeles personales en una notaría, con instrucciones detalladas para que se hicieran públicos si a él le pasaba algo. Almansa y Manglano lo sabían. Por eso solían culparle de cualquier filtración comprometedora contra el Rey.

A Sabino, como es lógico, no le conté quiénes habían sido mis fuentes, pero no tuve ningún inconveniente en darle a leer una copia del capítulo del libro que tanto revuelo estaba organizando en el Palacio de la Zarzuela (...). «Todo lo que cuentas aquí es absolutamente cierto». Luego cogió el libro que estaba sobre la mesita de centro y lo abrió por una página que, a modo de señal, tenía doblada una esquina. Era uno de los documentos incluidos en el anexo, una carta del Rey Juan Carlos dirigida al sha de Persia en 1977. Invocando el nombre de Adolfo y el peligro que representaba una posible victoria del socialismo español, que aún era marxista, le solicitaba un préstamo de 10.000 millones de pesetas.

-¡Joder! -exclamé al fijarme en la multimillonaria cantidad del préstamo solicitado.

-Imaginaos por un momento lo que pasaría si esta carta se hiciera pública en España -nos dijo-. Cuando Alfonso Guerra supo que existía le envió una fotocopia a Felipe González con un tarjetón manuscrito que decía: «Para que veas a quién estamos apoyando. Me parece gravísimo» (...).

Nos dimos la mano y Federico y yo nos fuimos por donde habíamos venido.

A los cuatro días, el teléfono de mi casa volvió a sonar inesperadamente. Esta vez me saludó la voz de Adolfo preguntándome si podía ir a verle. Y fui. Era el 24 de mayo de 1994. Transcribo ahora, literalmente, el relato que Adolfo me hizo tal y como lo consigné en mi cuaderno de notas: «El Rey me había convocado para ayer lunes a las doce de la mañana. Cuando llegué al Palacio de la Zarzuela me pasaron a la sala de visitas de la gente importante. Llegué a las doce menos cinco. El Rey sabe que yo no espero más de un cuarto de hora. Cuando estoy encendiendo un cigarro llega un ayudante del Rey y me dice que si no me importa trasladarme a otra sala de estar más pequeña. Accedí, aunque un poco mosqueado. A los pocos minutos sale el Rey, atemorizado ante la posibilidad de que yo me vaya por hacerme esperar demasiado, y me dice: ''Perdona, Adolfo, ha habido un malentendido en mi secretaría y os han convocado al mismo tiempo a otra persona y a ti. Mira, ven y verás de quién se trata". Entonces me encontré a Felipe. Los dos pusimos cara de gran perplejidad. Cuando me recibió a solas, al cabo de un rato, me dijo que estaba preocupado por tu libro y me preguntó si yo tenía noticias. Le dije que sí, que habíamos estado hablando y que me habías mandado el capítulo que hablaba de él (...). Por la tarde los Reyes viajaron a Mauritania. Cuando sólo llevaba quince minutos en mi despacho sonó el teléfono. Era el Rey desde Mauritania. Me dijo que había estado releyendo el capítulo (yo le había autorizado a sacar una fotocopia) y que estaba crecientemente preocupado, convencido de que iban a salir muchas más cosas, que había una campaña contra él y que lo mejor era que el capítulo se suprimiera del libro. Me pidió por favor que te trasmitiera esa petición».

-¿Y qué crees que debo hacer? -le pregunté cuando hubo finalizado su relato.

-Si me preguntas cuál es mi opinión te diré que, éticamente, no tiene derecho a pedírtelo. No se lo merece. El Rey te utiliza mientras te necesita y después te tira como a una colilla. (...) No le tiembla la mano a la hora de dejarte caer. Conmigo lo hizo así durante siete años. Desde mi dimisión apenas tuvimos contacto y no volvió a llamarme ni a demostrarme afecto hasta que se publicó el libro de José Luis de Vilallonga. Lo estuve leyendo durante toda la noche con mi hijo Adolfo y a la mañana siguiente le mandé una nota diciéndole que algunas de las cosas me parecían intolerables. Entre otras cosas me llamaba falangista. Le respondí que yo nunca había sido falangista, sino del Movimiento, que no es lo mismo, y que él había sido más falangista que yo. Que sus discursos cuando era príncipe están publicados y que se pueden recordar. A partir de ahí nuestras relaciones mejoraron. Y luego, la verdad, se portó muy bien durante la enfermedad de mi hija.

-Mira, Adolfo -le dije-, yo no soy ningún insensato y no tengo información suficiente para saber lo que se está cociendo en la vida política ni para valorar el impacto del dichoso libro, así que haré lo que tú me recomiendes. Pero no por el Rey, que conste. Lo hago por ti y porque soy tan imbécil que quiero a mi país y no me gustaría hacerle daño.

Aún estaba terminando de hacer mi proclama patriótica cuando sonó el teléfono. Adolfo tapó el auricular con la palma de su mano y me susurró:

-Es el Rey desde Mauritania.

La conversación duró poco más de un par de minutos. Lo que el Rey le dijera a Adolfo lo desconozco.

-Está tremendamente nervioso -me dijo (...) cuando hubo colgado. Teme que salgan muchas más cosas que le impliquen.

Le conté mi conversación con Sabino y algunas cosas más que no había incluido, por prudencia, en el capítulo del libro. Al oírlo, Adolfo comentó:

-Por lo que me cuentas, las cosas están peor de lo que creía.

Antes de despedirnos me dijo en broma que le iba a decir al Rey que me llamara y que él mismo le propondría que me diera a mí también un título nobiliario.

-¡Ni se te ocurra! -le dije entre risas.

Ya en el umbral de la puerta de su despacho, a modo de despedida, me dijo:

-No descarto la posibilidad de que, muy pronto, me toque ir al despacho del Rey para decirle: «Majestad, no tiene usted más remedio que abdicar por el bien de España».

-Sería una venganza histórica preciosa -le repliqué.

El 7 de octubre de 1994, cuatro meses después de todo aquello, el Rey le concedió a José Manuel Lara el título de marqués del Pedroso. El libro sobre Conde, El ángel caído, se publicó en junio de 1994. Casi todo lo que callé lo contaron otros en libros posteriores (...).

    CAMINO DE LA LEYENDA
La primera vez que advertí que Adolfo luchaba contra la desmemoria fue en abril de 2003. A las ocho menos cuarto de la tarde del día 12 llegué a la Iglesia de san Francisco de Borja para asistir a la boda de Yolanda García Cereceda, la hija pequeña de Luis, y al entrar en el templo vi que Adolfo estaba solo en un banco. Me senté a su lado (...). Como estábamos en vísperas de las autonómicas y los periódicos ya daban por seguro, aunque aún no era oficial, que su hijo mayor sería el candidato del PP a la presidencia de la Junta de Castilla-La Mancha, la conversación empezó por ahí.

-¿Estás contento con el desembarco de Adolfo en la política? -le pregunté.

-No del todo -me respondió él-. Si quieres que te diga la verdad, yo no era muy partidario de que se presentara.

-¿Por qué?

-Porque no le han elegido por su valía -que la tiene, y mucha-, sino por su apellido. El PP lo único que quiere es instrumentalizar mi imagen en beneficio propio. Y que conste que he llamado a Aznar para decírselo.

-¿Pero se lo has dicho a tu hijo?

-El está muy ilusionado (...). Sin embargo, creo que se equivoca. No debería haber empezado su carrera de esta forma. No tiene ninguna posibilidad de ganar.

Ya sé que este pasaje de la conversación contradice otra versión, más extendida, según la cual Adolfo animó y apoyó a su hijo desde el primer momento. No sé por qué a mí no me dijo lo mismo que a otros (...). Además, el razonamiento que me hizo, sincero o no, guardaba una lógica apabullante. No era, desde luego, el producto de un desvarío.

-Ultimamente estoy recibiendo algunas cartas de admiradoras que se compadecen de lo solo que estoy y me ofrecen su compañía.

-¿Diurna o nocturna? -le pregunté sonriendo.

-Nocturna.

-Eso es porque no te han visto de cerca.

-Mira, chaval, yo aún podría dar mucho juego si quisiera. Lo que pasa es que no quiero. Estoy hecho una mula.

-Menos lobos, Adolfo. Tú ya estás más acabado que Machín.

-¿Y eso me lo dices tú? ¿Pero tú te has mirado al espejo?

-Sí. Y no me desnudo aquí mismo porque no quiero acomplejarte.

Reconozco que no era una conversación muy propia del lugar en que estábamos, pero vaya en nuestro descargo que llegamos a ella de forma espontánea. No destilaba ni un solo átomo de malicia. Adolfo estaba parlanchín, participativo, desinhibido y entrañable (...).

María San Gil, la bravísima política vasca, me pidió que se lo presentara y nos acercamos hasta su posición (...). Estuvo encantador (...). Sin embargo, yo advertí huellas de insomnio y de tristeza en su rostro (...).

-Cada vez me cuesta más acordarme de las cosas.

-Eso es la edad. No te preocupes -le dije sin darle a su confesión ninguna importancia.

-No, no es sólo la edad -me dijo él-. Los médicos me han pedido que ejercite la memoria tratando de reproducir los planos de todas las casas en las que he vivido.

-Eso es una crueldad -le respondí en tono jocoso- porque no conozco a nadie que haya vivido en más casas que tú (...).

-Me acuerdo de algunas cosas. Pero de otras, no. De la mayoría ya no me acuerdo.

Fue la primera vez -y la penúltima- que su mala memoria sobrevenida se convirtió en tema de conversación. Yo no le di importancia. Adolfo tenía 70 años y una vida agitada y densa. ¿A quién le podía extrañar que se le olvidaran algunas cosas? (...).

La idea de que algo raro le pasaba a Adolfo se fue abriendo camino poco a poco. Algunos de sus mejores amigos ya llevaban algún tiempo con la mosca detrás de la oreja. Gustavo Pérez Puig sospechaba que algo anormal le pasaba por los repentinos cambios de humor que exhibía (...). «En un solo segundo pasaba de estar encantador y normalísimo a convertirse en un borde», me contó Gustavo durante una conversación reciente. Después de aquello, la prueba palmaria de que Adolfo estaba definitivamente mal la obtuvo en una cena en casa de Fernando Alcón. De repente, sin venir a cuento, sacó del bolsillo un fajo de billetes de quinientos euros.

-Mirad lo que llevo aquí -les dijo.

-¿Qué es eso? -le preguntó Gustavo.

-Son dos millones de pesetas para pagar a los médicos.

-¿Pero es que te están esperando abajo?

Adolfo se quedó cavilando, sopesó la respuesta, se dio un golpe en la frente con la palma de la mano y volviéndose a guardar el dinero en el bolsillo, exclamó:

-¡Anda, es verdad! Se me había olvidado que ya les he pagado.

En junio de 2003 José Luis Graullera y Eduardo Navarro me pidieron que me reuniera con ellos para almorzar (...). Los encontré muy preocupados por la salud de Adolfo. Me contaron que su comportamiento de los últimos meses era muy preocupante.

-(...) La otra noche salió a la puerta de su casa y los escoltas tuvieron que impedir que repartiera billetes de quinientos euros a las personas que paseaban por la calle -contó Eduardo.

-Bueno -dije yo-, peor sería que lo pidiera en lugar de regalarlo (...).

Lo volví a ver en la segunda boda de Luis García Cereceda celebrada en diciembre de 2003 (...). Nada en su porte exterior delataba la tragedia que se estaba terminando de desencadenar en su cerebro. Se barajó la hipótesis del Alzheimer y más tarde se ponderó la de los ictus (...). Hasta donde yo sé, la enfermedad nunca ha sido diagnosticada de una manera rotunda. Un afamado cirujano cardiovascular, jefe de servicio de uno de los hospitales más conocidos de Madrid, le dijo en cierta ocasión a Aurelio Delgado: «La pena que yo tengo, como médico y español, es que un presidente del Gobierno de mi país se vaya a morir sin que hayamos llegado a tiempo de saber por qué. Si hubiéramos reaccionado antes tal vez el deterioro de su cerebro no habría llegado a ser tan acusado».

Mientras tanto, las noticias sobre los desvaríos de Adolfo seguían abriéndose paso entre los más allegados:

-El otro día, en misa, sacó el paquete de tabaco y encendió un cigarrillo.

-Se ha bajado del coche en un despiste de los escoltas y se ha puesto a ejercer de guardia de la circulación (...).

La prueba más demoledora de su pérdida de contacto con la realidad se produjo el 7 de marzo de 2003, cuando Adolfo hijo se acercó a la casa para darle la trágica noticia:

-Papá, Mariam ha muerto.

Al oírlo, puso cara de extrañeza y en tono confidencial le preguntó a su hijo:

-¿Y quién es Mariam?

Ya no se acordaba tampoco de su propia hija (...). Uno de los dos grandes amores de su vida (...). Llegado el momento, gracias a Dios, un manto de amnesia le evitó la experiencia horrible de verla muerta. Mariam falleció a las 13.30 de la tarde de un domingo, en la clínica La Luz (por un cáncer). Su padre, afortunadamente, nunca llegó a saberlo.

Casi tres meses después, el 31 de mayo, Adolfo junior decidió hacer público el estado de salud de su padre en una entrevista televisiva: «Ya no conoce a nadie» -dijo- (...). Poco tiempo después tuve la oportunidad de comer con Adolfo hijo (...).

-¿Y cómo está él ahora? -le pregunté.

-Mal -respondió-. No se deja cuidar. No le podemos duchar ni afeitar (...). Parece un homeless. Es tremendo... ¡Con lo coqueto que él ha sido siempre! (...).

(...) Finales de 2004. A partir de ese momento se produjeron dos hechos que cambiaron a bastante mejor el panorama. El primero, y tal vez el más importante, es que Laura, la hija pintora, la bohemia de la familia, se instaló en la casa de La Florida para cuidar de su padre. Y segundo, (...) que acudió a hacerse cargo de la intendencia de Adolfo un cuidador extremeño, Santiago (...). El cariño de Laura y la estoica resistencia de Santiago, infatigable celador de la disciplina terapéutica impuesta por los médicos, consiguieron sacar al enfermo de su postración casi inconsciente.

Ahora la situación es muy distinta. El porte exterior de Adolfo vuelve a ser tan elegante y pulcro como el de siempre (...). Apenas para de moverse (...). Casi a diario juega al ping-pong, al futbolín y hace putts en el green que tiene desde hace años en el jardín de su casa (...). Aunque es verdad que se cansa enseguida y cambia rápidamente de actividad (...). Tiene algunos tics, sobre todo en las piernas (...). Por lo demás, su aspecto es saludable. Está fuerte (...).

Si hay algo en lo que los médicos están de acuerdo es en que Adolfo no sufre. En una película muda sería, con el pelo ya casi completamente blanco, el apuesto protagonista de una dignísima vejez.

«Los que le llamábamos Adolfo» (La Esfera de los Libros) sale a la venta el 18 de septiembre. (2007)


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Sinopsis artículo 56 - Congreso de los Diputados

Mensajepor Invitado » Sab 12 Nov, 2011 10:56 pm

Inviolabilidad, irresponsabilidad y refrendo


Como es bien sabido, la inexistencia de responsabilidad política del Jefe del Estado es una característica común de todos los regímenes políticos contemporáneos, ya sean Monarquías, ya Repúblicas. En el caso de los regímenes monárquicos, la falta de responsabilidad es absoluta, llegando a extenderse a los ámbitos civil y penal.

Siguiendo esta tradición, todas las Constituciones monárquicas tanto españolas como europeas (con alguna levísima excepción en la Constitución noruega) establecen, en unos u otros términos, la regla de la absoluta irresponsabilidad regia, fiel reflejo del viejo aforismo británico "the king can do not wrong" (el Rey no puede hacer mal) .

En esta línea, la nuestra de 1978 dispone en su artículo 56.3 que "La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad. Sus actos estarán siempre refrendados en la forma establecida en el artículo 64, careciendo de validez sin dicho refrendo, salvo lo dispuesto en el articulo 65.2".

La primera reflexión que nos suscita el precepto referido es el significado de la inviolabilidad del Rey y si es o no lo mismo -tal y como parece de la dicción constitucional- la inviolabilidad que la ausencia de responsabilidad.

La generalidad de la doctrina utiliza, en efecto, ambos términos como sinónimos, aunque, como ha subrayado P. Biglino Campos, la inviolabilidad tiene un significado más amplio que el de la irresponsabilidad, con el que se pretende subrayar la alta dignidad que corresponde al Monarca como Jefe del Estado. Como tal, se proyecta en otras normas, de carácter penal o internacional, que atribuyen una especial protección a la persona del Rey. A lo que se añade un status especial de inmunidad en virtud del cual el Rey se sitúa por encima del debate político y al margen de los Tribunales de Justicia.

En este sentido, ambos términos significan que no se puede perseguir criminalmente al Monarca y que, en cuanto se refiere a la responsabilidad civil, no se le puede demandar ante la jurisdicción ordinaria; no se da, en cambio, la imposibilidad de someter a juicio a la Familia Real.

La irresponsabilidad del Rey, en el aspecto penal, fue uno de los aspectos criticados en el iter parlamentario del artículo 56 de la Constitución, llegándose incluso a plantear, por algún sector, la hipótesis del Rey asesino o violador. A nuestro juicio, acierta O. Alzaga cuando afirma que el texto constitucional es correcto y que si el Rey delinquiese, "nos encontraríamos ante el desprestigio y, por ende, ante el ocaso de la institución monárquica".

Por otro lado, la irresponsabilidad del Rey también significa que se exonera al Monarca de toda responsabilidad, no ya jurídica, sino política, por los actos que como tal Rey lleva a cabo. El Rey es irresponsable de sus actos porque nunca puede actuar solo ("the king cannot act alone", decían los británicos) y, en su lugar, responden quienes, mediante el refrendo en sus diversas formas, asumiendo los actos regios, los posibilitan.

Así entendidos los términos de inviolabilidad e irresponsabilidad, la primera protege la conducta del Rey como persona; la segunda, sus actos como institución del Estado.

Mucho más importante que la distinción entre inviolabilidad e irresponsabilidad es el entendimiento del refrendo como mecanismo que posibilita la existencia de ambas situaciones. Como ya se ha dicho, la figura del refrendo es el corolario lógico de la irresponsabilidad regia.

Y es que los actos del Rey están, todos ellos, como condición de validez, sujetos al requisito del refrendo, con una única salvedad, expresamente mencionada en el artículo 56.2: el nombramiento y cese de los miembros civiles y militares de la Casa Real (artículo 65.2). La razón de esta excepción hay que buscarla, como es lógico, en la falta de significación política que, al menos en apariencia, tienen estos nombramientos; nombramientos que, además, pertenecen a la esfera de actos "domésticos" del Monarca, sobre los que éste tiene absoluta libertad de disposición. Así se colige del Decreto 2942/1975, de 25 de noviembre, por el que se crea la Casa de S.M. el Rey, y del Real Decreto 434/1988, de 6 de mayo, sobre reestructuración de la misma, parcialmente modificado por el Real Decreto 657/1990, de 25 de mayo, por el Real Decreto 1183/2006, de 13 de octubre y por el Real Decreto 999/2010, de 5 de agosto.

Sin entrar ahora en el estudio del instituto del refrendo, que será objeto de análisis detallado en el comentario al artículo 64, al que nos remitimos, sí que queremos en este punto, al menos, recordar la caracterización que de este mecanismo ha hecho el Tribunal Constitucional en Sentencias 16/1984, de 6 de febrero, 5/1987, de 27 de enero, y 8/1987, de 29 de enero que a las anteriores se remite.

En dichas sentencias, el Alto Tribunal indicaba que "cualquier forma de refrendo distinta de la establecida en el artículo 64 o que no encuentre su fundamento en él debe ser considerada contraria a lo preceptuado en el artículo 56.3 de la misma y, por consiguiente, inconstitucional" (STC 5/1987, FJ 2º)

Además, señalaba las siguientes notas definitorias del refrendo:

    - Los actos del Rey, exceptuada la salvedad del artículo 56.3, deben ser siempre refrendados.
    - La ausencia de refrendo implica la invalidez del acto.
    - El refrendo debe hacerse en la forma prevista en el articulo 64.
    - La autoridad refrendante asume la responsabilidad del acto del Rey.
Más adelante, la sentencia citada señala que se trata de un instituto autónomo en el proceso de formación de los actos jurídicos, en el que no aparece como elemento esencial la participación activa del refrendante en el contenido de los mismos. Y ello porque no se puede confundir "el sentido traslaticio de responsabilidad inherente al mismo, con la función que ha venido a desempeñar en la esfera de la potestad ejecutiva". Es decir, que así como hay supuestos en los que el refrendante es el autor material del acto, hay otros en los que se limita, con su firma, a responder de la adecuación del acto regio al ordenamiento jurídico, sin haber tenido ninguna participación en la determinación de su contenido. Es decir, nuestra Constitución mantiene una concepción tradicional del refrendo no exigiendo necesariamente que la persona que debe refrendar sea el autor efectivo de la propuesta o actuación.

En fin, el principal efecto del refrendo es la traslación de la responsabilidad por el acto del Rey al titular legitimado para prestarlo. Como dice el artículo 64.2, al que volvemos a remitirnos, "De los actos del Rey serán responsables las personas que los refrenden", con lo que de nuevo se viene en este precepto a incidir en la idea básica del artículo 56.3 que en estas líneas comentamos: "La persona del rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad"


Sinopsis artículo 56 - Congreso de los Diputados

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ke te jodan

tu tampoco pones tu nombre inútil, sólo un nick

Mensajepor ke te jodan » Mié 11 Ene, 2012 6:07 pm

STAR CABRALOCA... me da pena y a la vez vergüenza que gente tan estúpida e ignorante como tu viva en este país. Aunque no me sorprende...ahora que han pillado al yernecito del rey, darás algún crédito a estas informaciones? Sean o no ciertas cada una de ellas, lo claro es que algo raro pasa, entonces porque no clarifican sus cuentas si nada pasa? Y otra cosa de la que quería hablar es sobre sus incidentes.. no me creo que se hiciera ese moratón con una puerta :S, todos los medios hablan de un "accidente doméstico", algo ocurre


viva la república!!

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kiko exiliado

Re: tu tampoco pones tu nombre inútil, sólo un nick

Mensajepor kiko exiliado » Mié 11 Ene, 2012 6:29 pm

ke te jodan escribió:STAR CABRALOCA... me da pena y a la vez vergüenza que gente tan estúpida e ignorante como tu viva en este país. Aunque no me sorprende...ahora que han pillado al yernecito del rey, darás algún crédito a estas informaciones? Sean o no ciertas cada una de ellas, lo claro es que algo raro pasa, entonces porque no clarifican sus cuentas si nada pasa? Y otra cosa de la que quería hablar es sobre sus incidentes.. no me creo que se hiciera ese moratón con una puerta :S, todos los medios hablan de un "accidente doméstico", algo ocurre


viva la república!!



No le voy a tolerar que insulte asi a una persona fallecida.

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Invitado

Mensajepor Invitado » Lun 16 Ene, 2012 8:07 pm

Anonymous escribió:Imagen

Jorge Dezcallar, nuestro hombre en Washington

Dezcallar y las comisiones del petróleo que importa España

Sostienen en el mundo del petróleo que nuestro enorme diplomático se dedicó en Repsol a cuidar de cierta comisión –al parecer del 1%- que desde tiempo inmemorial el Estado cobra sobre el crudo que importa España. Entre junio de 2006 y noviembre de 2008, Dezcallar, fue, además, “consejero de Maxam Holding, matriz de Unión Española de Explosivos, la compañía de la que salieron los explosivos del atentado […] del 11-M” (La Gaceta, 21-Nov-2009).

Jesús Cacho



LIII. Juan Carlos I , Rey de España. La cara oculta de la luna.

En su libro El negocio de la libertad, Jesús Cacho habla de las vías de financiación personal del rey, según señala “una de las primeras formas conocidas fue el petróleo, las comisiones del crudo que importaba España para cubrir sus necesidades de energía.



El rey y sus negocios del petróleo

Según cuenta Jesús Cacho en su imprescindible libro "El negocio de la libertad", fue el propio Felipe González el que un día, harto de que le hiciera esperar, dejo caer el tema de las comisiones que estaba rapiñando su mano derecha en estos temas, Manuel Prado de Carvajal:

    "Felipe podría callar todo lo que sabe, que es mucho, en torno a las finanzas del Monarca y los escandalosos negocios de Manuel Prado de Carvajal, el 'amiguisimo'. Así se puso de manifiesto un día en la antecámara regia, (...) esperando a ser recibido por el Monarca (...) Era una de las cosas que peor llevaba, aquella espera protocolaria, (...) esperar sin necesidad, para marcar el rango y distancias,(...) 'pero si no está haciendo nada, coño, ¿porque me hará esperar?'. Hasta que un día en que la prorroga se hizo particularmente enojosa se destapó, muy enfadado, con un comentario que dejó helada a la persona con la que compartía antesala:

    - Y dile a Manolo Prado que se conforme con el 2 por 100, porque eso de cobrar el 20 es una barbaridad!...

    Estaba hablando, al parecer, de las comisiones del petróleo importado por España de determinado país árabe. Aquello era mucho dinero ..."

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oil

Mensajepor oil » Lun 16 Ene, 2012 9:39 pm

miércoles 26 de noviembre de 2008
El rey de los brokers

La noticia apareció por primera vez en la sección de economía del periódico dígital elconfidencial.com:

- Zarzuela reconoce la participación del Rey Juan Carlos en la 'Operación Lukoil'

Hoy, desde un periodico tan cercano al actual gobierno como Público, desvelan que el rey llamó en seis ocasiones (durante la misma mañana!!!) al presidente del gobierno para interceder a favor de la posible compra del 30% de Repsol por la petrolera rusa Lukoil:

- El rey llamó a Zapatero seis veces para apoyar a Lukoil

Según la noticia, firmada por el director del periodico, y confirmada por "varias fuentes próximas al Gobierno", las llamadas del rey influyeron en el cambio de postura del Ejecutivo sobre estas negociaciones, que Repsol y La Caixa confirmaron ese mismo día.

Varias preguntas:

- ¿Que gana el rey si Putin se queda con Repsol? ¿No debería estar remando en la dirección contraria, es decir, intentando que la empresa siguiera siendo española, o es que tal vez, le interesan más sus mediaciones / negocios que el bien del pais que reina...? Una pista....

- ¿Porque Zapatero cambia de opinion si el rey se pone pesado? ¿Depende la estrategía energetica del gobierno de los intereses que mueven al rey? Una opinión...

- ¿Porque en este pais pueden pasar las cosas más descabelladas, por no decir indecentes, desde los puestos politicos más importantes y nos lo seguimos permitiendo? Antonio García-Trevijano tiene una teoría:




Publicado por Javier García Lozano




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