LOS NEGOCIOS DEL URDANGA

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Re: LOS NEGOCIOS DEL URDANGA

Mensajepor Assia » Mié 01 Mar, 2017 9:35 am

Lo extrano es que el Departamento de Emigracion suizo, permita que resida en ese pais 1 presunto ladron que ha sido sentenciado a carcel, pese a que esa sentencia se haya recurrido. Con lo escrupuloso que es el pais suizo para permitir residencia a presuntos ladrones y mas despues de haber sido sentenciado a carcel. Muy extrano ese permiso de residencia de Urdangarin en 1 pais como Suiza.
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Mensajepor Invitado » Jue 02 Mar, 2017 3:09 am




Urdangarin comparece por primera vez ante la autoridad judicial suiza


Iñaki Urdangarin,cuñado del rey de España, salió este miércoles de su casa en Ginebra, donde reside junto a la Infanta Cristina desde 2013, coincidiendo con el día en el que debe comparecer ante la autoridad judicial suiza tras su condena en el juicio del caso Nóos.

Urdangarin salió en bicicleta de la residencia familiar a la vez que Cristina de Borbón, que trabaja para la Fundación la Caixa en Ginebra, un empleo que compagina con el que desempeña en la Fundación Agá Ján en la ciudad helvética.

Ambos salieron sobre las 08.15 hora local (07.15 hora GMT) al mismo tiempo de la residencia pero por distintas puertas.

Urdangarin regresó apenas tres horas después a su casa.

El pasado día 23 la justicia española decidió que Urdangarin, condenado por corrupción, quede en libertad provisional con la única obligación de comparecer el primer día de cada mes ante la autoridad judicial en su país de residencia.

Así resolvió un tribunal español, después de que la Audiencia de Palma (islas Baleares) condenara el 17 de febrero a Urdangarin, de 49 años, a una pena de seis años y tres meses de cárcel por varios delitos en un caso de corrupción.

La infanta Cristina fue absuelta de la acusación de colaborar en un delito fiscal.

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Mensajepor Invitado » Jue 02 Mar, 2017 3:14 am

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La jauría humana

FERNANDO SÁNCHEZ DRAGÓ


No comenté en su día la sentencia de Nóos. Sentí alivio al conocer la absolución de la Infanta, pero... Siempre hay un pero. Otros lo han formulado ya. Incluso Rajoy, frente a Piqueras. No sobra, sin embargo, insistir. Vivimos tiempos en los que es forzoso repetir las cosas. ¿De qué sirve la tan cacareada presunción de inocencia en un país cuyos tribunales tardan más de un lustro en dictar sentencia y donde hay millones de inquisidorcillos que aplican la Ley de Lynch a los incriminados sin aguardar a que la Justicia se pronuncie? Eso por no decir nada acerca de los sadoperiodistas de tinta amarilla y alcachofas carnívoras ni de los políticos con carné en la boca que condenan al encausado antes de que el juez descargue el golpe de su martillo. Cuando el dictamen llega, la víctima ya ha pasado por un viacrucis con más estaciones de las que Jesús recorrió al hilo de su calvario. El ensañamiento de la chusma ni siquiera tolera que una Verónica de buena voluntad enjugue el rostro del cuitado, pues si alguna, con valor, lo hace, inmediatamente la pasan por la quilla del pimpampún nacional. Ignoro si existe la posibilidad de exigir daños y perjuicios a los responsables de tan salvaje cacería, pero así debería ser. No hablo sólo de dinero, sino de castigo penal, y esté el lector seguro de que no me mueve pleitesía áulica. De cualquier otro caso similar diría lo que estoy diciendo. ¿Mujer florero? Es llamativo que ningún gendarme de la ideología de género tilde de machista esa definición. Ni una sola de mis siete mujeres (sucesivas, ¿eh?) se ha interesado jamás por el papeleo de las finanzas de nuestra vida en común, aunque todas ellas tenían luces e instrucción. Se fiaban de mí y firmaban a ciegas lo que fuese menester. Seis años de calumnias y juicios temerarios ha tenido que soportar la Infanta. ¿No merece compensación moral, retractación por parte del populacho, de los periodistas vampiros y de algún que otro juez ansioso de proyección mediática, y reconocimiento público por la bizarría, la correa y el decoro de los que ha hecho gala? ¡Y encima piden algunos su renuncia a unos derechos sucesorios tan honorables como improbables! Permítame, Señora, un consejo de a pie: márchese de este país que tan mal la trata y viva feliz con sus hijos y su marido, al que ha demostrado devoción y lealtad, apenas cumpla su condena. Suiza, Portugal, cualquier sitio vale, menos la dura patria en la que usted nació.

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Mensajepor etiope » Jue 02 Mar, 2017 10:33 am

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La jauría humana

FERNANDO SÁNCHEZ DRAGÓ


No comenté en su día la sentencia de Nóos. Sentí alivio al conocer la absolución de la Infanta, pero... Siempre hay un pero. Otros lo han formulado ya. Incluso Rajoy, frente a Piqueras. No sobra, sin embargo, insistir. Vivimos tiempos en los que es forzoso repetir las cosas. ¿De qué sirve la tan cacareada presunción de inocencia en un país cuyos tribunales tardan más de un lustro en dictar sentencia y donde hay millones de inquisidorcillos que aplican la Ley de Lynch a los incriminados sin aguardar a que la Justicia se pronuncie? Eso por no decir nada acerca de los sadoperiodistas de tinta amarilla y alcachofas carnívoras ni de los políticos con carné en la boca que condenan al encausado antes de que el juez descargue el golpe de su martillo. Cuando el dictamen llega, la víctima ya ha pasado por un viacrucis con más estaciones de las que Jesús recorrió al hilo de su calvario. El ensañamiento de la chusma ni siquiera tolera que una Verónica de buena voluntad enjugue el rostro del cuitado, pues si alguna, con valor, lo hace, inmediatamente la pasan por la quilla del pimpampún nacional. Ignoro si existe la posibilidad de exigir daños y perjuicios a los responsables de tan salvaje cacería, pero así debería ser. No hablo sólo de dinero, sino de castigo penal, y esté el lector seguro de que no me mueve pleitesía áulica. De cualquier otro caso similar diría lo que estoy diciendo. ¿Mujer florero? Es llamativo que ningún gendarme de la ideología de género tilde de machista esa definición. Ni una sola de mis siete mujeres (sucesivas, ¿eh?) se ha interesado jamás por el papeleo de las finanzas de nuestra vida en común, aunque todas ellas tenían luces e instrucción. Se fiaban de mí y firmaban a ciegas lo que fuese menester. Seis años de calumnias y juicios temerarios ha tenido que soportar la Infanta. ¿No merece compensación moral, retractación por parte del populacho, de los periodistas vampiros y de algún que otro juez ansioso de proyección mediática, y reconocimiento público por la bizarría, la correa y el decoro de los que ha hecho gala? ¡Y encima piden algunos su renuncia a unos derechos sucesorios tan honorables como improbables! Permítame, Señora, un consejo de a pie: márchese de este país que tan mal la trata y viva feliz con sus hijos y su marido, al que ha demostrado devoción y lealtad, apenas cumpla su condena. Suiza, Portugal, cualquier sitio vale, menos la dura patria en la que usted nació.


Muy coherente el articulo, viniendo como viene de un pederasta.

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Re: LOS NEGOCIOS DEL URDANGA

Mensajepor Assia » Jue 02 Mar, 2017 11:24 am

Muy bien dicho etiope. 1 canalla que solo quiere que se respete la presuncion de inocencia para 1 Infanta de Espana y que le importa 1 pepino si esa presuncion de inocencia no se respeta para todos los imputados sea del pais que sea.
Gracias al Invitado que ha colgado el articulo que yo mencione en el hilo politica de este foro.
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Mensajepor Invitado » Dom 12 Mar, 2017 2:44 am


Los Morancos (Parodia) Luis Fonsi - Despacito

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Mensajepor Invitado » Mar 14 Mar, 2017 2:27 am

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El juez Castro, sobre el derecho al olvido de la Infanta Cristina: "Estamos en el siglo XXI"

La Infanta se plantea recurrir al Supremo para "limpiar dudas sobre su honorabilidad"


El juez instructor del caso Nóos, José Castro, ha señalado, tras ser preguntado por el posible recurso de la defensa de la Infanta Cristina acerca del derecho al olvido, que "estamos en el siglo XXI".

En declaraciones a los medios a su llegada a los juzgados, Castro se ha manifestado de esta manera en relación a las declaraciones del abogado de la Infanta, Pau Molins, en el canal 3/24.

Según sostiene Molins la hermana del rey no tendría que haber sido acusada en el denominado caso Nóos por lo que plantea presentar este recurso para que no se pueda difundir su imagen sentada en el banquillo de los acusados, declarando ante el tribunal.

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Re: LOS NEGOCIOS DEL URDANGA

Mensajepor Assia » Mar 14 Mar, 2017 3:09 am

Segun la prensa espanola, es el abogado de la Infanta el que le aconseja recurrir al supremo. La Infanta aun duda si deberia o no cdeberia recurrir, aunque posiblemente recurra por el bien de sus hijos, aunque todavia no lo ha decidido.
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Mensajepor Invitado » Mié 02 Ago, 2017 1:15 am



Iñaki Urdangarin pide al Tribunal Supremo que le absuelva por su implicación en el caso Nóos argumentando que se limitó a ser un "amigable componedor", un "mediador sin conocimientos en Derecho Administrativo", que logró gracias a sus "contactos deportivos e institucionales" que Baleares celebrase unos foros sobre Turismo y Deporte o patrocinara "al mejor equipo del mundo de ciclismo". Y añade que realizó todo ello "con la conciencia de que todo se hacía correcta y legalmente". De manera paralela descarga una vez más la responsabilidad de las contrataciones en su ex socio Diego Torres, vicepresidente de Nóos.

El marido de la Infanta Cristina, condenado por la Audiencia de Palma a seis años y tres meses por los delitos de prevaricación, malversación de caudales públicos, fraude a la Administración, tráfico de influencias y dos delitos fiscales, solicita al Alto Tribunal que revoque íntegramente la sentencia dictada en primera instancia. Por su parte, cabe recordar que la Fiscalía del Supremo ya ha pedido que se eleve su condena hasta los diez años de prisión.

Según refleja Urdangarin en su recurso, al que ha tenido acceso EL MUNDO, la sentencia que le condena está repleta de "fundamentaciones ilógicas, absurdas y que carecen de la solidez y razonabilidad legalmente necesarias". Y añade que "la versión judicial" del fallo "resulta más improbable que probable".


Las claves del caso Nóos en 2 minutos

Según su relato, no llevó a cabo "ningún tráfico de influencias" sino que se limitó a desplegar sus "contactos deportivos tanto nacionales como internacionales como institucionales" para que las Islas Baleares "pudieran esponsorizar al mejor equipo del mundo de ciclismo en aquel momento y se pudieran celebrar unos foros sobre Turismo y Deporte que precisamente era lo que, en palabras del presidente del Gobierno balear, necesitaban". Unos foros que, precisa su recurso, fueron "semejantes aunque no iguales a los que se venían celebrando en Valencia y que han quedado despenalizados" y que tenían "sumo interés".

El ex duque de Palma también combate las "confesiones de los responsables del Gobierno balear" que le incriminaron en el amaño de concursos públicos. Según su recurso, "son básicamente defensivas, tendentes a mejorar su posición procesal, por lo que su credibilidad debe ser considerada como mínima". Asimismo recalca que los funcionarios del Ejecutivo que presidía el popular Jaume Matas disponían de "formación jurídica y profesional" y "nunca podrían ser considerados como peleles en manos de un ser superior al que se debiera obediencia y pleitesía". Al mismo tiempo subraya que "la obsoleta figura de la 'obediencia debida' ha desaparecido del Código Penal hace años".

También niega el escrito de Urdangarin, firmado por su letrado Mario Pascual Vives, haber cometido falsedades documentales. "Ningún documento fue simulado". Al contrario, sostiene que su firma fue "falsificada por terceros", y sólo admite haber tenido contactos con el ex presidente Jaume Matas y con quien fuera su director general de Deportes, José Luis Pepote Ballester.

En cuanto a los delitos fiscales por los que ha sido condenado, el marido de Cristina de Borbón subraya que el tribunal ha llevado a cabo "interpretaciones de la norma del IRPF de manera extensiva y parcial, siempre en contra de la aplicación favorable del conjunto de dicha norma", vulnerando el principio "in dubio pro reo".

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Re: LOS NEGOCIOS DEL URDANGA

Mensajepor Assia » Mié 02 Ago, 2017 12:37 pm

Confio que el Supremo no se crea eso de que sus firmas fueron falseadas cuando era Urdangarin el que junto a su exsocio cobraban los millones de euros ''por su trabajo.'' A ver si Urdangarin cree que puede enganar tan facilmente al Supremo como engano a los medicos diciendo que era sortdo y se libro de hacer el servicio militar. Esperemos a ver que pasa.
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Mensajepor Invitado » Dom 13 Ago, 2017 8:38 pm



Iñaki Urdangarin disfruta del verano en Bidart
Iñaki Urdangarin sigue disfrutando de la playa en el que podría ser su último verano en libertad. Tras haber solicitado al Tribunal Supremo su libre absolución por el Caso Nóos, el marido de la infanta se encuentra en la localidad francesa de Bidart junto a sus hijos y arropado por su familia.

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Re: LOS NEGOCIOS DEL URDANGA

Mensajepor Assia » Lun 14 Ago, 2017 3:15 am

Si Urdangarin no estuviera tan seguro de que no pisara la carcel, pocas ganas tendrias de esta en la playa.
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La pieza 25

Mensajepor Invitado » Dom 19 Nov, 2017 3:44 pm

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‘‘LA INFANTA ERA LA EMINENCIA GRIS’’

ADELANTO EN EXCLUSIVA DE ‘LA PIEZA 25’. EL RELATO INÉDITO, QUE PILAR URBANO CONVIERTE EN LIBRO, DEL JUEZ QUE INVESTIGÓ E INSTRUYÓ EL CASO NÓOS, JOSÉ CASTRO. EN UN MES SE JUBILA. “NUNCA HE TENIDO MIEDO A NADA NI A NADIE... SÓLO A LAS SERPIENTES”

PILAR URBANO


José Castro alza la mirada hacia los ventanales. Desabrocha los imanes de sus gafas y se las prende colgando alrededor del cuello. Su corbatín. El balanceo de las barcas en el puerto le descansa la mente y acompaña sus pensamientos solitarios.

«Yo no sé si soy o no soy un buen juez. Ni si en esta causa, a la que ahora mismo le estoy poniendo punto final, he acertado o he cometido algún error. Son 18 imputados, y cada uno con varios supuestos de criminalidad, y cada uno afrontando distintas peticiones de sanción penal. Puedo haberme equivocado en algo, como pueden haberse equivocado los acusadores. La Justicia no es una máquina electrónica donde introduces unos hechos probados, unos atenuantes, unos agravantes, unos preceptos legales […], oprimes un botón y sale la sentencia exacta. No. El juez estudia unos hechos, valora unas pruebas y resuelve con dos herramientas: la ley y su conciencia. No sé si me habré equivocado, pero sí sé que he actuado en conciencia y con honestidad. Sin miedo, sin presiones, sin mirar a la galería, sin pensar en qué dirán los de arriba o los de abajo».

«Sin miedo, desde luego. Ni siquiera cuando sentía en el cogote el aliento de los sicarios de algún poderoso que pretendía amedrentarme. Usaban los métodos mafiosos de la ‘Ndrangheta, de la Camorra, de la Cosa Nostra: querían que supiera que me tenían vigilado y controlado, que escuchaban mis conversaciones privadas, que rondaban mi casa. Un día rajaron las cuatro ruedas del coche flamante de una gran amiga mía muy querida, que lo había aparcado fuera del garaje de esta casa. Otro día embadurnaron de excrementos el felpudo y la puerta de entrada. Otros metieron silicona y palillos de dientes en la cerradura… El comisario Toni Cerdá me ofreció protección, porque había detectado que me seguían. Se lo agradecí pero le dije que no. Puse un videochivato y se acabaron las molestias. Y todo esto, instruyendo la Pieza 25».

El calado de los supuestos delictivos, la notoriedad de los procesados, su impacto mediático y social, la complejidad de la causa que ocupa 71.000 folios y en la que a lo largo de cuatro años declararon 329 personas entre testigos e imputados; su alcance institucional, afectando en directo a la Corona; una procelosa épica de obstáculos, presiones, pactos en la penumbra y maniobras de altura, y… un juez instructor insobornable. Ante tan irresistibles elementos, he centrado mi trabajo en la Instrucción —el proceso de investigación de los hechos— del llamado Caso Nóos, cuyo verdadero nombre judicial es Pieza 25, una de las piezas separadas de la Causa matriz Palma Arena, diligencias 2677/08, instruida en el Juzgado nº 3 de Palma de Mallorca por el juez José Castro Aragón.

He contado con un sinfín de fuentes y con un narrador de excepción, el propio juez Castro. Una vez concluida su instrucción de la Pieza 25 y liberado del secreto sub iudice, no sólo me dedicó generosamente más de un centenar de horas—62 conversaciones, presenciales en su domicilio y telefónicas entre Palma y Madrid entre junio de 2016 y septiembre de 2017, así como un fluido intercambio de preguntas y respuestas por correo electrónico—, sino que confió en mí brindándome el relato inédito de sus vivencias personales a lo largo de la investigación del Caso Nóos, no pocas veces tensa y procelosa, pero siempre apasionante.

En una ocasión el juez me dijo: «Quizás intentaron presionarme; pero debo de estar blindado, porque no me hicieron mella esas presiones». Y en otra: «Yo hice mi trabajo y nada más; en algo habré acertado y en algo me habré equivocado, somos humanos, pero todas mis resoluciones las tomé en conciencia, ley en mano y con toda honestidad». Cuando la edición de mi libro en La Esfera ve la luz, el juez Castro está a un mes de su jubilación, los hechos han sido juzgados por la Sección 1ª de la Audiencia Provincial de Palma, pero la sentencia no es firme todavía. Múltiplemente recurrida ante el Tribunal Supremo, aguarda la última palabra de la Justicia.


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EL DOSIER OLVIDADO Y EL YERNO

Cuando ya han peinado el local de arriba abajo y están a punto de dar por concluida la intervención, uno de los policías se detiene ante un antiguo archivador metálico adosado a una pared. Un armario feote con cuatro grandes cajones. Supone que no habrá nada importante porque tiene las llavecillas puestas en la cerradura. Abre. Es de los de carpetas colgantes que se deslizan por guías. El primer cajón está vacío, el segundo y el tercero también. En el último, a ras del suelo, no ve nada. Al remover las guías para cerrar, algo suena al fondo. Tira del cajón. Hay un dosier de cartulina verde con membrete: «Govern Balear. Consellería de Presidència i Esports». Lo saca. De su interior extrae otra carpetilla color crudo con unos pocos folios —ocho— y otros dos aparte sueltos. Parece un contrato, porque lleva tres firmas en visé al margen izquierdo. Arriba, un título: «Convenio de colaboración entre la Fundación Illesport, el Instituto Balear de Turismo y el Instituto Nóos». Lee por encima el arranque del texto: «De una parte la Fundació per al Suport i la Promoció de l’Esport Balear (Illesport), con NIF G-57139560 y domicilio en la Avinguda Antoni Maura, 24, entresol, Palma de Mallorca, representada en este acto por la consellera de Presidència i Esports, Honorable Sra. María Rosa Puig Oliver […]. De otra parte, Juan Flaquer Riutort, presidente del Instituto Balear de Turismo (de ahora en adelante IBATUR) […]. Y de otra parte el Instituto Nóos, con CIF G-61932455 y domicilio en la calle Mestre Nicolau, 19, de Barcelona, representado en este acto por su vicepresidente, D. Diego Torres…».

Mira los folios sueltos. Uno es una hoja en blanco a modo de carátula donde sólo pone «Presupuesto»; el otro, una larga lista de partidas de gastos con sus precios al lado, que suman 1.200.000 euros. En el margen, las mismas rúbricas en visé. Va adonde está el juez Castro terminando un bocadillo y una cerveza de lata que le han traído.

—Señoría, esto… ¿qué? Estaba en aquel archivador, abajo del todo, como olvidado… ¿Interesa?

—¿Qué es?

—Un contrato, un convenio entre institutos… Pero suma un pastón.

—A ver…

Castro deja a un lado la cerveza, se recoloca sus horribles gafas sobre el puente de la nariz y coge el dosier verde. Sabe bien qué son Illesport e Ibatur, pero ni idea de qué pueda ser el Instituto Nóos. Lo cierto es que la palabreja «Nóos», con sus dos oes, le suena remotamente. La ha leído, aunque no recuerda dónde. Así, de primeras, duda que tenga que ver con el Caso Palma Arena que están investigando.

—Vale, no lo juntes con los demás documentos. Ponlo descrito en el atestado y luego tráemelo, yo me lo quedo.

Julia Vázquez ha ido conectando con todos los equipos. A las ocho de la tarde concluyen los registros. En cada punto los agentes cargan en su furgón las cajas del material decomisado y se trasladan a la Jefatura de Policía, en el paseo de Mallorca. Por el camino, el que encontró el dosier verde comenta con otro de la UDEF:

—Me pega que en la carpetilla que se ha quedado el juez hay algo fuerte… Es un contrato de la berza, un dineral, y me ha parecido que sólo era una parte.

—Un contrato ¿de quién?

—No lo sé, pero ponía Nóos o Nóus. Y, jo —se toca la nariz—, me huele a algún negocio de pvta madre entre Matas, gente de su Govern, Pepote y… Y… ¡el Urdangarin!

—¡No jodas, tú! ¡Sólo nos faltaba trincar al yerno del Rey!


EL JUEZ SIN MIEDO INSTRUYENDO LA ‘PIEZA 25’

«¿Sin presiones? Si lo han intentado, yo no las he sentido. Seré poco sutil… Interferencias políticas o institucionales, mensajes oblicuos esgrimiendo “razones de Estado”, ¡es claro que ha habido! Pero me he hecho el sordo. Así, de cara, las presiones afectuosas de la familia, de los amigos: “Pepe, ten cuidado, no te metas en terrenos peligrosos”; “Pepe, estás apuntando a piezas muy altas, que tienen mucho poder y si les molestas más de la cuenta, te fulminan”. Siempre les contestaba lo mismo: “Yo no escojo los casos”. Llegan al juzgado y si me tocan es por reparto. Si investigando unos delitos engancho a un personaje encumbrado, no puedo dejar la instrucción y escurrir el bulto por evitarme riesgos. Y si en algún momento me sintiera frenado por el miedo —insiste Castro—, en ese mismo instante colgaría la toga».

«He buscado la verdad de unos hechos delictivos y he procurado aquilatar con prudencia la responsabilidad penal de esos 18 imputados. Yo ni juzgo ni sentencio. Yo instruyo y entrego el Sumario para que se vea en juicio. Por encima de mi resolución se pronunciarán tres jueces de la Sección Primera de la Audiencia Provincial. Y a su vez esa sentencia podrá ser recurrida ante el Tribunal Supremo, que dirá la última palabra. Y yo la aceptaré, sea cual sea, coincida o no con mi criterio sobre este Caso Nóos. Pero, una cosa es acatar la sentencia firme de la última instancia, que hay que acatarla porque jerárquicamente es superior y en algún punto hay que fijar el final de trayecto, y otra cosa es creer que ese órgano superior es infalible y tiene el monopolio de la verdad. Alguna que otra sentencia me han revocado. A veces con razón, pero recuerdo una que, después de cotejarla con la resolución que me la tumbaba, me rebelé por dentro: “Pues no, señores de la Audiencia, no estoy de acuerdo: en las mismas circunstancias volvería a ponerla igual”».

«¿La infanta? La infanta es una entre los 18 del banquillo. Y así la consideré —era mi deber— mientras duró la instrucción. Ni me abriré las venas si la absuelven ni descorcharé champán si la condenan. En el fondo de mi corazón yo no quisiera que condenasen a nadie. Y no es blandenguería, es humanidad. Me estremece pensar, y bien que lo pienso, en quienes posiblemente vayan a la cárcel. Conozco la cárcel por dentro y no se la deseo a nadie».

«Es curioso, yo me siento en mi horma siendo juez; ahora bien, no puedo decir que desde chiquillo o desde joven me sintiera atraído o especialmente llamado a ser juez. Mentiría si dijese que mi vocación vital era servir a mis conciudadanos y garantizar a todos una justicia sin distinciones sociales. Hombre, sí, la igualdad de oportunidades y de derechos, el respeto a todo hombre por ser hombre, el afán de justicia, todo eso ha ido siempre conmigo como un instinto. Pero no el afán de justicia de los resentidos. No, no. Haciendo arqueo tengo que reconocer que a mí la vida me ha tratado bien. Me lo he currado todo palmo a palmo... no me puedo quejar».

«También he recibido serretazos y algunos golpes bajos. Bajos por la vileza de quien los da: el compañero, el falso amigo. Esos golpes inesperados, a quemarropa, te sorprenden, te desengañan. Más que dolerte, te dejan dentro un sabor áspero, salobre… pero no muescan tu alma. Los años me han enseñado a ser buen fajador y a tirar p’adelante...».

«¿Por qué me hice juez? No fue una decisión de esas que uno traza con tiralíneas y tinta indeleble. Las cosas vinieron rodadas. En mi familia no había tradición de gente de leyes. Que yo sepa, ni un tío, ni un primo, ni un pariente abogado o notario o juez o fiscal. (…) No tenía planteamientos idealistas de hacer algo grande en la vida, ni la ambición de llegar a ser un personaje importante: mi horizonte inmediato era ganarme la vida y casarme. Lo que a mí me gustaba era ser camionero. Sí, sí, sí, viajar por el mundo, y tal vez con el tiempo tener una flota de camiones, pero sin dejar yo de conducir».

«Ingresé en la Escuela Judicial y en 1976 ya era juez. No sé quién ha esparcido por ahí la especie de que soy juez por el cuarto turno. No es cierto. La oposición, y a rodar por diversos juzgados: Marchena y Dos Hermanas, en Sevilla; Arrecife, en Lanzarote; Sabadell, en Barcelona, que es donde asciendo a magistrado. De ahí, salto a Palma de Mallorca en 1985, al Juzgado de lo Social nº 2, asignado a Magistratura de Trabajo (...). En 1991, sin dejar Palma, pasé al Juzgado de Instrucción número 3, y aquí sigo en la cuenta atrás hacia la jubilación. Soy el juez que más tiempo lleva como titular de un juzgado unipersonal en estas islas y tal vez en España».

«Nunca he tenido miedo a nada ni a nadie. Ni de chiquillo. Y no es una bravuconada de “para macho, yo”. Es que en mi vida me ha tocado lidiar muchos miuras solo, echándole valor y después de la faena, una risotada porque… No era para tanto. Más de una vez pensé que si yo, siendo juez, hubiese sentido miedo frente a una amenaza, o temor reverencial ante un gran personaje, o inseguridad por si me jugaba el futuro, en ese preciso instante Pepe Castro Aragón habría colgado la toga y sus puñetas y se habría ido con la música a otra parte. ¿Adónde? A correr mundo como camionero, mi vocación frustrada. Pero ¿miedo? Bueno, quitando las serpientes, que si voy por el campo y veo una, me subo al primer árbol que encuentre… Pero no, para un juez como para un torero el miedo es… indecente».


LA INFANTA ESTABA AL CABO DE LA CALLE

La infanta permaneció en silencio, mirando como hipnotizada la embocadura negra del micrófono de mesa.

—Señora, cuando usted fue a Alcalá, ¿su marido qué le dijo? ¿«Vamos a Alcalá para asomarnos a un balcón y ver la cabalgata»?

—No. Recuerdo que lo de ir a Alcalá era por evitar la cabalgata masiva y grande en Madrid... desplazarnos a una cabalgata un poco más pequeña y disfrutarla con nuestros hijos.

—Ya, pero ¿su esposo no le dijo: «Mira, de paso tengo que hablar con un amigo, Rafael Guijosa, que igual me propone un negocio interesante»? Eso es natural comentarlo...

—No, porque en casa no hablamos de nuestros negocios.

Castro se acuerda de que él en aquel momento se inclinó hacia el mazo de folios blancos que tenía delante y anotó dos palabras: «Nuestros negocios», y al lado un signo de admiración entre paréntesis. Era la primera vez que, en varias horas de interrogatorio, la infanta Cristina se refería a algún tipo de negocio incluyéndose ella. Como también, en la carta de Iñaki a Iñako, había subrayado con fosforito amarillo la frase «Cristina vive como yo mi frustración. Una vez más se pone mi camiseta y me anima». Y en un pósit pegado al margen garabateó una reflexión: «Si vive como él su frustración y se pone su camiseta y le anima —y no para que se vaya a esquiar un rato, sino para que se asocie con Torres y funde una consultoría—, es porque no sólo está informada: está siendo consultada, su opinión cuenta; además de estar al cabo de la calle de lo que su marido va a hacer, se posiciona a favor. Por tanto, sabe, influye y participa en la toma de decisión».

(…)«Cristina de Borbón y Grecia es licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid. Realizó un máster postgrado de Relaciones Internacionales en la Universidad de Nueva York. Durante seis meses hizo prácticas en la sede de la Unesco en París. Es directora del área social de la Fundación La Caixa... Y su palmarés de viajes en representación de la Casa Real, y visitas de mandatarios extranjeros del mundo institucional, político, cultural, económico, empresarial, social, artístico, científico… no sólo requiere saber estar y tener fluidez con los idiomas, exige un alto nivel de conversación y un background muy al día sobre los problemas de los países o de las entidades a visitar o a recibir. Lo cual no se compadece con que esa misma persona diga que no sabe qué es la desgravación fiscal, ni el IRPF, y que de Hacienda sólo conoce “que se lleva parte de mi sueldo”».

«Por su formación académica tenía que saber que no pueden considerarse gastos de empresa una serie de fiestas de cumpleaños y de primera comunión, viajes familiares turísticos a Río de Janeiro, Roma, Washington, Nueva York, Detroit, Filadelfia, safaris en África, sesiones de coaching, clases de salsa y merengue, antenas parabólicas, televisores, mobiliario infantil y material didáctico, cuentos de Harry Potter, contratación de payasos, 72 muebles y elementos del hogar como sofás, butacas, cortinas de lujo, climatización de terraza, suministros de vinos... de 1.357 euros en un solo año, botas altas de señora, casco y guantes de motero, una vajilla de Alcora, de 1.741 euros, comidas y cenas en restaurantes top, y no de trabajo, sino en épocas vacacionales, y algunos con varios menús infantiles... El albarán de gastos “no societarios”, pero cargados a Aizoon como si lo fueran, ocupa varios folios, sin contar que, junto a facturas de la rehabilitación del palacete que compraron en Elisenda de Pinós, hay muchísimos tickets de aparcamiento, repostaje de gasolina o fuel, y consumiciones de poca monta en bares y cafeterías. Aunque pudiera ser que, repartidos en ejercicios fiscales, las cuotas defraudadas no alcanzaran los 120.000 euros por año, tope donde la infracción empieza a considerarse delito».

«Parecía claro que, como Aizoon no repartió dividendos desde que se creó, todos esos gastos a lo largo del tiempo no eran sino un reparto de beneficios encubierto, fiscalmente opaco. De ese modo el matrimonio conseguía dos ventajas fiscales. Si hubiese repartido dividendos, al declarar como ingresos esos beneficios, se habrían aumentado en ambos sus bases imponibles y hubiesen tenido que tributar por ellas al porcentaje establecido por el IRPF. Al no repartir dividendos, se ahorraron ese pago de impuestos, en detrimento de Hacienda. En cambio, y ésta era la segunda ventaja, invirtieron esos beneficios en gastos privados... pero disfrazándolos como gastos de explotación de la empresa Aizoon, con facturas contra Aizoon, que obviamente aminoraban la base imponible del Impuesto de Sociedades y con ello la cuota a pagar al fisco. Asombroso malabarismo: el solo hecho de un reparto de dividendos encubierto generaba dos fraudes fiscales en él y dos fraudes fiscales en ella».

«Si bien el administrador de Aizoon —el “obligado tributario”— era Urdangarin, la infanta, como socia paritaria en una sociedad de dos, que además se turnaban en la presidencia, no tenía por qué ser una muñeca de adorno. En el Instituto Nóos, sí; pero en Aizoon ¿por qué? Ella podía ejercer el dominio sobre ciertos actos realizados por el otro socio, instar la celebración de una junta, que al ser dos no hubiese generado grandes dificultades de convocatoria y reunión, pedir aclaraciones, informes, vetar… Podía hacerlo perfectamente, y debió hacerlo, al percatarse de que allí había algo raro, algo irregular, ya que vivían a todo tren y nada de lo que gastaban salía de sus bolsillos particulares. Al parecer nunca se le ocurrió a la infanta preguntar “Iñaki, ¿este catering de 81 invitados, este viaje por medio mundo, este mobiliario… quién lo paga?”. Y eran una pareja que trabajaban los dos, y habían tenido que recurrir a un crédito hipotecario y a un “préstamo” del Rey para comprar el casoplón de Elisenda de Pinós».

«Ese hecho, difícilmente ocultable, ponía a la infanta al borde de la cornisa de ser acusada por “comisión omisiva” y como “partícipe a título lucrativo” de un dinero conseguido ilegalmente: el del Instituto Nóos y el de los impuestos no tributados por su marido, más estos dividendos opacos invertidos en gastos privados. Pero es que, lejos de oponerse, la infanta consintió; y no en una ocasión, sino de un modo continuado, pues la mayoría de las veces se encargó ella misma de organizar las fiestas, las carpas, las estufas de jardín, decidir los ornamentos para la decoración del hogar, escoger las compras… No podía presentarse ante el juez y argüir desconocimiento, por mucho que se lo inculcasen sus abogados».

«Del mismo modo que participó directamente en la contratación anómala de unas personas que figurarían como trabajadores administrativos de Aizoon, pero realizando tareas domésticas. O en la ficción de autoalquilarse una planta del palacete, teóricamente dedicada a oficinas de Aizoon, una sociedad sin actividad ni clientes ni trabajadores. Y encima firmando como arrendataria, cuando en realidad era la arrendadora... Pero con todo ese trasiego lo que quedó a la vista fue que la cuenta de la infanta no era la cuenta de ahorros de un ama de casa, como se pretendió hacer creer, sino que participaba en cierto tipo de operaciones mercantiles y societarias».

(…) «Por ello pensé, y sigo pensando, que sin sobreactuar, sin hacer gestiones ni mediar con unos o con otros, con su simple “ser y estar”, la infanta colaboró eficazmente en la entrada de dinero en el Instituto Nóos y en la extracción de ese dinero a través de Aizoon».

«¿Se puede pensar que, si sus cargos eran superfluos en todo aquel negocio, la infanta era una “mujer de paja”? Pues ni lo dudo. ¡Es que ese era su papel más útil!».


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EL JUEZ HONRADO

«Poco a poco, a medida que sobrevenían a la causa nuevos indicios, declaraciones de imputados, de testigos, de peritos, los emails aportados por Peeters, el abogado de Diego Torres, los informes de la Agencia Tributaria, los extractos de movimientos bancarios… fue tomando cuerpo mi convicción de que había posibilidades fundadas de que doña Cristina hubiera sido, no autora, ni autora indirecta, ni cómplice, pero sí cooperadora necesaria, tanto en el fraude fiscal como en todo o casi todo el paquete delictivo de Iñaki Urdangarin».

«En ningún momento pensé en convocar a la infanta como testigo. No iba a preguntarle sobre otros, sino sobre hechos suyos que podían incriminarla. Y a una persona bajo juramento o promesa de decir la verdad no se le puede preguntar por algo que, siquiera hipotéticamente, le perjudique penalmente. Si lo hiciera, yo mismo estaría abriendo la puerta a una nulidad jurídica».

«Además, como miembro de la Familia Real, estaría exenta de concurrir. Podría declarar en su domicilio y por escrito. Y como cónyuge de Iñaki Urdangarin, que ya estaba imputado, ni siquiera por escrito estaría obligada a hacerlo. Aun en el supuesto de que voluntariamente accediera, su testimonio serviría de poco, porque no cabría plantearle repreguntas al socaire de las respuestas. (...) Por tanto, sólo podía llamarla como imputada, asistida de letrado, sin juramento, sin obligación de decir verdad en su perjuicio, y con la libertad de responder a unas preguntas sí, a otras no… o de comparecer pero no contestar. (...) Lo que yo no podía hacer era cerrar la instrucción con una duda. ¡Qué una duda! ¡Un puñado de dudas! En mi mente y en mi conciencia. No podía darle carpetazo sabiendo que no había intentado llegar hasta el final».

«Sin afán persecutorio, que eso no puede darse en un juez, ante la persona investigada sobre la que hay sospechas o zonas de bruma o interrogantes, yo trato de acumular tanto lo que le perjudica como lo que le beneficia. Y sin alargar la instrucción, porque la Justicia debe ser ágil, no apresurada pero no demorada, que eso ya es una injusticia porque en la espera siempre hay gente en la incertidumbre y con el futuro en suspenso, gente perjudicada, gente sufriendo. (...) No busco ni indago a ver si salta la liebre por casualidad… No. Elijo unas líneas de investigación. Salvo que el imputado reconozca su culpa, trabajo hasta que los testimonios, los indicios racionales, los documentos que quizás sueltos no dicen nada, puestos en común, analizados en conjunción, convergen y entonces la conjetura pasa a estar suficientemente acreditada».

«Lo que ocurre es que investigas para conseguir elementos probatorios y que al supuesto delincuente, al sospechoso, al imputado, llegado al juicio se le condene; porque para que se le absuelva ya está la presunción de inocencia. Ahora bien, si surgen elementos que le exculpan, los incluyo inmediatamente. En ocasiones me ha ocurrido que un solo elemento exculpatorio tiene tal fuerza que te echa abajo todo el montón de indicios negativos que habías acumulado. Ante eso, punto final. (...) No me empecino en acusar a nadie. Y tampoco me tiembla el pulso si he de hacerlo. Tanto si imputara por un empeño personal de perjudicar, como si dejara de hacerlo por favorecer o por temor a desagradar, o sólo con que en mi ánimo hubiera esa intención o esa tentación o ese deseo, yo ya estaría prevaricando… Por eso no me gusta cuando me dicen que soy “un juez valiente”. Un juez no tiene que ser valiente, ni andar sacando pecho retando a nadie. Un juez tiene que ser honrado. Honrado a secas. Ahí está todo. Libre, sin más coyundas que la ley y su conciencia».

Al entregarles el borrador de su imputación, Castro les había pedido «reserva total». ¿Ingenuidad del juez? ¿Exceso de confianza? ¿Transparencia temeraria? Mariángeles Berrocal cumplió; Pedro Horrach no. Por la ruta más imaginable, ese borrador llegó a La Zarzuela. La primicia activó las turbinas de todos los poderes afectados, y con la ventaja del mes y medio de adelanto. «¿Pero este hombre de qué va? ¿Por qué pega ahora ese cambiazo de criterio?», fue el comentario del monarca cuando le entregaron el borrador de la imputación. Castro lo supo no mucho después: «La verdad es que ni me preocupó ni me afectó. Si siempre he procurado revestirme como con un impermeable de amianto que me insensibilizara ante los comentarios, las reacciones o los intentos de presiones, en este caso muchísimo más. Yo sabía que iba a lloverme de todo y por todas partes. Estaba preparado».


“LA INFANTA COOPERÓ”

«Yo siempre pensé, e incluso se lo dije a Horrach, que la infanta, para mí, no sólo estaba en el ajo de la trama y sus enjuagues, sino que era la eminencia gris. Eso sí, muy discreta, muy gris. Y lo plasmé en mis Autos, que ella lo conocía todo y estaba al tanto de todo. Acaso no en detalles menores del día a día, pero sí en el quid esencial de los negocios de Iñaki con las instituciones públicas y en los magros resultados que él y Diego Torres cosechaban».

«Urdangarin tampoco la señalaba como cooperadora; es más, la ponía a cubierto en el fanal protegido de la ignorancia supina: “Mi señora no sabía nada”. Lo de “mi señora” quedaba pueblerino en un hombre cosmopolita y pijo. Acaso quería no decir “la infanta”, por demasiado regio; o “mi mujer” por demasiado campechano; o “mi esposa” por demasiado pomposo. Lo cierto es que según él su “señora” ni entraba ni salía. (...) En cambio Diego Torres escaló más arriba de la infanta: “La Casa Real lo conocía, lo amparaba y lo propiciaba todo, porque entendía que todo era legal”».

«En mi interior, racionalmente, ni me conformé ni me conformo con que sólo tuviera dos delitos fiscales… ¡Ni hablar! Bueno, una vez que sea cosa juzgada, con sentencia firme en el Supremo, la acataré como una decisión indiscutible, un fallo definitivo, intangible, sobre el que judicialmente no cabe volver. Entonces sí, Estación Termini».

«Normalmente, si no eres un soberbio encastillado en la posesión de la verdad, aprendes de las resoluciones que te revocan. Pero hay causas en las que dices “no y no; pondría la misma sentencia otra vez”. Y esta de la infanta en el tema Nóos es una de esas causas en las que digo “acepto, pero no comparto”. Esta señora ha tenido la inmensa suerte de que le quitasen de un plumazo casi toda la carga penal que yo le había señalado. Digo suerte porque con los mismos indicios le han quitado unos delitos y le han dejado otros. (...) ¿Qué ocurre? Que un juez no puede protestar. El edifico judicial está jerarquizado y, por una cuestión de orden, se adjudica la última palabra al órgano superior. Y si hay sucesivos recursos alzados, van pasando a la Audiencia Provincial, al Tribunal Superior de Justicia de la comunidad autónoma que sea, hasta llegar al Tribunal Supremo. Pero la verdad no es patrimonio ni monopolio del tribunal superior, por alto que esté».

«¿No estás de acuerdo? Discrepa internamente y aquí a solas en tu casa lo que te dé la gana, pero judicialmente, si te dan unas directrices, obedeces y las sigues. Y si limitan el campo de tus imputaciones, no tienes más cáscaras que aceptar esa estrechez impuesta desde arriba y seguir la instrucción moviéndote ya entre esos márgenes que el tribunal superior te ha acotado. (...) Ocurrió con el Auto de la Audiencia de Palma: redujo enormemente los posibles delitos que yo le imputaba a la infanta y los dejó en fraude fiscal en dos ejercicios y añadió el blanqueo de dinero, que yo no se lo atribuía».

Ahora, con el pellizco del recuerdo, le da vueltas a una pregunta: «¿Qué era lo que Roca quería decirme o proponerme en esa finca tan reservada, tan discreta, tan al abrigo de periodistas y de fotógrafos, pero que no le interesó venir a decírmelo en mi juzgado? El tema no podía ser otro que la infanta. Y yo, el juez incordio empeñado en imputarla».

«Descarto en absoluto que se le pasara por la mente ofrecerme nada material, ni ninguna compraventa de nada. Por él y por mí, hasta pensarlo me avergüenza. Pero sí podía plantearme una fórmula “estética”, honrosa para la infanta, y fácilmente salvable: que yo no la citase como imputada y ella acudiera sin llamarla yo, por su propia iniciativa, como testigo, bajo juramento y renunciando al privilegio de declarar en su domicilio, lo cual le daría un plus de grandeza cara a la galería. Por mi parte, tres preguntas “fáciles” sin aristas, tres capotazos y que saliera airosa sin incriminarse y sin mentir».

«Pero Miquel Roca, o Jesús María Silva, o Pau Molins saben como juristas que a una persona bajo juramento yo no puedo ponerla en el brete de que o miente para no incriminarse pero incurriendo en falso testimonio, o se perjudica a sí misma si me dice la verdad. Esa fórmula, en el caso de la infanta, no era aceptable porque yo tenía que preguntarle acerca de las sospechas y puntos oscuros que planeaban sobre ella. Y en tales condiciones yo mismo estaría forzando su libertad, vulnerando su derecho de defensa y generando una nulidad jurídica, un hecho nulo de pleno derecho».

«El querer citarme en una finca resguardada y secreta sólo podía tener otra finalidad. Nunca he dejado de pensar en que yo les estorbaba. Les había tocado un juez duro de roer. Por eso creo que querían tener un arma en contra mía, tenerme cogido, situarme en un escenario comprometido, incómodo para mí. Porque si ellos salían luego diciendo: “Aquí vino el juez Castro a pedirnos dinero a cambio de exonerar a la infanta”, y mostraban fotografías en las que se me viera entrando, o sentado a la mesa o en un sofá dentro, o saliendo del lugar que fuera; y yo decía: “Eso es mentira... yo no les pedí nada”, siendo ellos varios, puestos de acuerdo declararían todos lo mismo. Y el magistrado que instruyera esa denuncia podría preguntarme: “Vale, pero entonces explique a qué fue usted”. Y entretanto, mientras se resolvía esa denuncia, muy probablemente yo sería “suspendido temporalmente” como instructor de esta concreta Pieza 25. Jugada perfecta».

Embutido en su chándal y en la sudadera, Castro no puede suponer que un año y pico después otro suceso le hará desempolvar aquella rara invitación de la que nunca más había vuelto a saber. Sería en abril de 2016, al enterarse por la televisión y los periódicos de que el sindicato Manos Limpias había intentado extorsionar al letrado Miquel Roca en su puesto de secretario del Consejo de Dirección del Banco Sabadell, ofreciendo retirar la acusación contra la infanta a cambio de dinero. Será entonces cuando le asalte la duda de si no le habrían hecho a la acusación popular, ejercida por Manos Limpias, un ofrecimiento similar al que quizás, tal vez, quién sabe…, intentaron hacerle a él; y bien Bernat, el líder de Manos Limpias, bien la letrada Virginia López Negrete hubieran aceptado la propuesta. Y que, en el escenario resguardado de esas reuniones clandestinas, fuese donde tuvieran lugar las exigencias de dinero y las ofertas de retirar la acusación que cínicamente denunciaba quien tal vez pudo haberlas propiciado. Por entonces el Caso Nóos, la Pieza 25, estaba en pleno juicio oral, con vista pública, ante el tribunal de las tres juezas. Y la única acusación contra la infanta era precisamente López Negrete, Manos Limpias. Por tanto, el obstáculo a eliminar. Todo esto sucedió.


HORRACH: “SÍ, GRABÉ A CASTRO”

«Yo entonces no sabía que el fiscal y los abogados defensores de la infanta habían acordado una estrategia de actuación conjunta. Me enteré bastante después, cuando llegó a mis manos una copia de la carta de Horrach a Salinas. La hoja de ruta de esa estrategia tenía varios pasos: no recurrir, no apelar contra el Auto del juez, no pasar por la piedra de la Audiencia, porque “nos machacan, esta vez sí”. Que la infanta acuda por propia iniciativa a declarar. Gesto de realeza, que además a Castro le corta el saque de su imputación. Que Castro le haga tres o cuatro preguntas y la sobresea. Con eso, la tiene sentada frente a él, salva su ego con una salida airosa y populista. Todos contentos y fin de la presente historia».

«De modo que Pedro estaba tragándose toda la tirria que seguía teniéndome, lo pude ver poco más tarde, con tal de lograr en ese despacho de fiscales lo que Roca pretendió conseguir en la finca reservada y al abrigo de fotógrafos y curiosos».

—Bueno, vamos a ver si llegamos a un acuerdo sensato, Pepe. Tú has tomado la iniciativa convocando a la infanta a declarar como imputada. Ahora me toca a mí mover pieza. Y lo que yo te propongo es que nosotros no recurrimos, a cambio de que tú te comprometas a sobreseer la causa contra la infanta, una vez que haya declarado.

«Le escuché sin parpadear y mirándolo atentamente mientras intentaba captar el quid de su mensaje, de su oferta de “acuerdo sensato”. Dos cosas me habían chocado: “a cambio de” y “nosotros no recurrimos”. ¿A quién se refería con “nosotros”? ¿Al Ministerio Fiscal? ¿Al fiscal, más la abogada del Estado, más la acusación popular? ¿A él y a los abogados de la defensa de la infanta?»

«Horrach seguía exponiendo su plan»:

—La infanta comparece voluntariamente, tú la interrogas, y después sobresees.

—Un momento, Pedro. En primer lugar, la infanta no comparece voluntariamente, sino llamada por el juez, y no en calidad de testigo, sino de imputada. Por tanto, sin juramento, asistida de letrado, con su derecho a guardar silencio, a no contestar lo que no le convenga, a no incriminar a su cónyuge ni a declarar en su perjuicio. Comparece, pues, con todas las garantías que le otorga la ley, pero por obligación y convocada por mí, no invitada por el señor Roca o por sus asesores áulicos de Zarzuela. En segundo lugar... ¡Hombre!, ¡eso de «a cambio de que tú te comprometas a sobreseer la causa contra la infanta», dicho así, suena muy mal, Pedro!

—Entiéndeme, nosotros no recurrimos tu Auto si tú sobresees la causa contra ella. ¡Por supuesto, después de que comparezca!

—Entiéndeme tú a mí, Pedro: yo no puedo comprometerme a sobreseerla sólo porque esta señora se digne comparecer. Es necesario que en el interrogatorio la infanta explique, aclare y disuelva todas las dudas y todos los puntos oscuros que en este momento gravitan sobre ella. Yo le preguntaré lo que necesito preguntarle, la escucharé y, si su declaración me convence, actuaré en consecuencia.

—Estableces una dialéctica… cuanto menos muy curiosa, Pepe. Dices «si su declaración me convence». O sea, que en vez de partir de la presunción de inocencia, partes de la presunción de culpabilidad. «Yo creo que usted es culpable. Si me convence de que no lo es, la sobreseo y se va usted a su casa». ¿No te parece que has invertido los términos? Esto no es un sistema inquisitorial. Son las pruebas las que tienen que convencer.

—Por eso la convoco a que declare, para que pueda desmontar uno por uno todos los indicios que hay de que cooperó, o facilitó, o cuanto menos conoció las actividades ilícitas de su marido, las consintió e incluso se benefició. En el caso de la infanta, la Audiencia me ha limitado el campo estrictamente al delito fiscal y al de blanqueo, pero también me ha dicho que llame a cuantas personas puedan darnos información y que agote todas las pruebas posibles. No invierto ningún término, Pedro, si trato de verificar o descartar unos indicios. Es mi obligación, investigar, conseguir pruebas y valorar las que se hayan aportado a la causa. Yo voy a darle a la infanta la oportunidad de que despeje brumas, que aclare ciertas actuaciones suyas. ¿Que sus explicaciones me convencen? Pues la sobreseo, y punto. Pero es que eso es de cajón. Sea una infanta o sea un quinqui. Lo he hecho con un montón de personas a las que, después de escucharlas, les he levantado la imputación… Tú sabes como yo que, sólo por el tema Nóos, han comparecido más de 300, y de todos esos a fecha de hoy no llegan ni a 20 los imputados.

—Pepe, esto ya te lo he dicho alguna vez: imputar es muy fácil. Pero luego hay que acusar, y tú ahí no entras, eso ya me toca a mí, y apechar con las pruebas, que es donde yo me la juego. Tú imputando quedas muy bien. Sí, no me lo niegues, mediáticamente quedas por las nubes. ¡El juez de los espolones de oro! Pero yo, si digo que no veo motivos para acusar y no acuso, quedo a los pies de los caballos, el fiscal defensor de la infanta, un cortesano lameculos.

—Bueno, ha sido tu opción… o tu obligación. Y no te pido que me expliques.

—¡No es mi obligación. Es mi convicción! ¡Y no te puedes imaginar lo que me cabrea que no se lo crea nadie!

—Pedro, yo puedo darte buenas intenciones, pero tú me estás pidiendo ya… resultados. Además dices «nosotros no recurrimos». «Nosotros». Tú no recurres, vale, pero ¿quiénes son los «otros»? ¿Quién te asegura que no recurran los abogados de la infanta?

—No, ya lo he hablado con Jaume Riutort. Es más, yo ahora mismo le pongo un email a Miquel Roca, que tengo aquí su dirección electrónica, y le digo que de recurrir, nada.

«Había en aquella propuesta algo que me sonaba extraño y molesto, el condicional “a cambio de que”. No quería pensarlo, pero el planteamiento era un do ut des, un toma y daca descarado, que yo me comprometiera de antemano… Demasiado parecido a una tentativa de prevaricación».

Castro salió de aquel despacho íntimamente contento por el sentimiento de un buen compañerismo reanudado. Horrach, en cambio, no quedó satisfecho. Él pensaba que podría arrancarle al juez un compromiso firme de que la comparecencia de la infanta sería un mero protocolo, pero el instructor había opuesto la condición indeclinable del «si me convence». En aquel momento Castro no podía maliciarse que Horrach tuviera ya una estratagema muy bien perfilada: que los peritos de la Agencia Tributaria, testificando antes que la infanta, como había pedido, desmontaran los argumentos probatorios del juez, y entonces él podría pedir la palabra y decir: «Después de escuchar las declaraciones periciales prestadas por los inspectores de la AEAT en funciones de auxilio judicial con Numas 14.928 y 20.251, y las declaraciones testificales de la inspectora jefe de la AEAT con Numa 51.593 y de la inspectora jefe del Grupo de Delincuencia Económica de la Policía Nacional, ante la evidencia de que la infanta no ha incurrido en ninguno de los delitos fiscales y de blanqueo que se le imputan, cumple pedir a su señoría que anule la citación prevista para doña Cristina de Borbón y Grecia».

Como tampoco podía sospechar que Horrach hubiera grabado aquella conversación de los dos solos en el despacho de fiscales de la Audiencia.

Ese hecho —que el mismo Horrach reconoció tres años después—, aparte de su traza no bien intencionada, ponía en evidencia que la propuesta que el fiscal iba a hacer al juez era algo muy parecido a una invitación a prevaricar. Y, en todo caso, la cita en el despacho, llegando él antes con su propio móvil ya activado dentro del bolsillo de su chaqueta, una trampa. ¡Otra más! Probablemente similar a la que, en diciembre de ese mismo año, intentó tenderle Miquel Roca con idéntico fin: tenerlo cogido con cualquier tipo de imprudencia verbal comprometedora, para poder presionarle y evitar que mantuviera imputada a la infanta hasta llevarla al juicio oral.



SOBRE LA INFANTA.


1. “No sólo cooperó. Fue el cerebro de su marido... Yo siempre pensé que era la eminencia gris. Eso sí, muy discreta. Muy gris”

2. “Esta señora ha tenido la inmensa suerte de que le quitasen de un plumazo casi toda la carga penal que yo le había señalado”

3. “Nunca se le ocurrió a la infanta preguntar “Iñaki, ¿este ‘catering’ de 82 invitados, este viaje por medio mundo… quién lo paga?”

4. En un pósit pegado al margen garabateó: “No sólo está informada: está siendo consultada... Por tanto, sabe, influye y participa en la toma de decisión”

5. “Sin sobreactuar, con su simple ser y estar, colaboró eficazmente en la en- trada de dinero en Nóos y en la extracción de ese dinero a través de Aizoon”

6. “No me abriré las venas si la absuelven, ni descorcharé champán si la condenan”

7. “Si bien el administrador de Aizoon era Urdangarin, la infanta, como socia paritaria en una sociedad de dos... no tenía por qué ser una muñeca de adorno”

8. “¿Se puede pensar que, si sus cargos eran superfluos en todo aquel negocio, la infanta era una ‘mujer de paja’? Es que ese era su papel más útil”

9. “Aizoon no repartió dividendos desde que se creó, los gastos eran un reparto de beneficios encubierto. El matrimonio conseguía dos ventajas fiscales”

10. “Por su formación tenía que saber que no pueden considerarse gastos de empresa una serie de fiestas de cumpleaños y de primera comunión”

11. “¿Que sus explicaciones me convencen? Pues la sobreseo, y punto. Pero es que eso es de cajón. Sea una infanta o sea un quinqui”


SOBRE ÉL.


12. “Lo que a mí me gustaba de niño era ser camionero. Sí, sí, sí, viajar por el mundo”

13. “Nunca he tenido miedo a nada ni a nadie. Ni de chiquillo. Sólo a las serpientes... si veo una, me subo al primer árbol”

14. “Para un juez, como para un torero, el miedo es indecente”

15. “No tuve miedo ni cuando sentía en el cogote el aliento de los sicarios. Usaban métodos de mafiosos de la ‘Ndrang heta, de la Camorra, de la Cosa Nostra”

16. “Querían que supiera que me tenían vigilado y controlado, que escuchaban mis conversaciones pri- vadas, que rondaban mi casa...”

17. “Un día embadurnaron de excrementos el felpudo y la puerta de entrada”

18. “¿Qué era lo que Roca quería decirme o proponerme en esa finca tan reservada... pero que no le interesó venir a decírmelo en mi juzgado?

19. “Tampoco podía sospechar que Horrach hubiera grabado aquella conversación de los dos solos en el despacho de los fiscales de la Audiencia”

20. “Nunca he dejado de pensar en que les estorbaba. Creo que querían tener un arma en contra mía, situarme en un escenario incómodo para mí...”

21. “En mi interior, racionalmente, ni me conformé ni me conformo con que sólo tuviera dos delitos fiscales… ¡Ni hablar!”

22. “Un juez no tiene que ser valiente. Un juez tiene que ser honrado. Honrado a secas. Libre, sin más coyundas que la ley y su conciencia”

23. “Quizás intentaron presionarme. Pero no me hicieron mella esas presiones... Yo he me he hecho el sordo”

24. “Acataré la sentencia firme del TS como una decisión indiscutible… Entonces, sí. ‘Estación Termini’”


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‘La pieza 25’,
de Pilar Urbano (La Esfera)
se lanza el 28 de noviembre.

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Re: LOS NEGOCIOS DEL URDANGA

Mensajepor Assia » Mié 22 Nov, 2017 7:05 am

Ultima noticia que solo la he encontrado en EL MUNDO hace poco: '' URDANGARIN SE EXCULPA....NO POUEDEN DEMANDAR AL OLMO POR DAR PERAS.'' Este se salva de la carcel lo mismo que se salvo su mujer. Es increible, pero creo que sera asi.
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Re: LOS NEGOCIOS DEL URDANGA

Mensajepor *Ipanema* » Dom 28 Ene, 2018 8:25 am

OBRA CONTROVERTIDA
Pilar Urbano: “El rey Felipe desterró a su hermana de España”

La periodista publica ‘La pieza 25, operación salvar a la infanta’, libro en que examina todo el proceso del caso Nóos con una serie de entrevistas exclusivas al juez Castro
Felipe VI: “En Catalunya se ha intentado minar las reglas básicas de nuestro sistema democrático”





























Pilar Urbano es una de las pocas personas en este país que ha recibido en su casa la llamada de un rey. Entonces era aún príncipe y su noviazgo con la hoy reina Letizia protagonizaba todas las tertulias. En la actualidad siguen cruzándose felicitaciones navideñas. El contenido de aquella conversación, de la que han trascurrido ya 14 años, nos lo reservamos porque no viene a cuento pero sirva como introducción para señalar que la escritora, muchas veces incómoda, merece el respeto de la familia real. La pieza 25 (La esfera de los libros) recoge la primera entrevista en profundidad a uno de los protagonistas indiscutibles del caso Nóos. Pilar Urbano se dirigió al juez José Castro en el momento oportuno, cuando la instrucción de Nóos estaba cerrada y él se sentía libre por primera vez en cinco años. El subtítulo de este grueso volumen, Operación salvar a la infanta, señala la hoja de ruta –en palabras de la autora– pergeñada por el fiscal Pedro Horrach para evitar uno de los episodios más difíciles que ha vivido la Corona desde la restauración democrática.













































Enhorabuena por haber conseguido tanto de un hombre tan reservado. ¿Cómo consiguió que el juez Castro se abriera en canal?

Acababa de terminar la instrucción y ya no tenía dominio sobre el litigio, no debía guardar ningún secreto porque el tema había dejado de estar sub judice y hubo feeling. Que no suene presuntuoso: cuando le llamo, me contesta con su sentido del humor cordobés: “¿Qué me está llamando a mí Pilar Urbano, la autora de prestigio?”. Le dije que encontraba muchos puntos oscuros en este caso, él reconoció que también pero se ofreció a aclararme algunos. Le dio garantía lo que yo había escrito. Cuando estuve en su casa comprobé que tenía una muy buena biblioteca y todos mis libros.

¿Cómo es José Castro?


Muy humilde. No veía qué papel podía desempeñar pero le expliqué que sería el narrador principal, ya que era para un libro, y que luego confrontaría su relato con otras personas. Durante las cinco o seis entrevistas que realizamos, cuando le comentaba que venía de hablar con el fiscal Pedro Horrach, me respondía con mucha gracia: “¿Vienes de hablar con el enemigo?” o “A ver si te estás enamorando del otro y ahora me dejas”. En realidad, siempre me preguntaba si era necesario que él saliese como narrador principal. Es un hombre muy sencillo.

Sin embargo, los titulares más suculentos de estos últimos años, los relativos a la hija de un rey en el banquillo, se deben al tesón de un solo hombre, un modesto juez. Algunos aún se preguntan qué le alentaba.

Por hacer justicia te leeré una frase suya, la primera del libro: “Si no me empeñase en buscar la verdad por encima de la justicia, no solo sería un mal juez, sería un mal hombre”. Este es Castro. Él ve que en la Audiencia Provincial de Palma una persona entra culpable y sale inocente sin desmontar ninguna de las 14 piezas incriminatorias –con Ana Mª Tejeiro igual–, y que de pronto Manos Sucias / Manos Limpias pasa a Miguel Tejeiro, omnipresente en todas las operaciones, de imputado a testigo... En fin, lagunas había muchas.
























Habla usted de una hoja de para salvar a la infanta. ¿Esa hoja de ruta se fragua a medida que esas personas se van reuniendo o es un documento?

Es un documento que sale del ordenador del fiscal Pedro Horrach. Horrach está investido de tal autoridad que decide cómo hay que hacerlo y así se lo explica a los defensores. No es que se diese la imagen de una confabulación: es que existía. Horrach pretende que la infanta no llegue como imputada sino como testigo voluntaria en un gesto regio. Y se lo propone al juez: “Yo no recurro su citación si tú la sobresees”. Esa conversación es muy seria, es una invitación a prevaricar. Horrach no solo me reconoce que la conversación existe sino que está grabada –que la grabó él mismo porque en ese momento no se “fiaba de nadie”– y añade que se encuentra a mi disposición. Después me dijo que no se podía permitir cedérmela.

Pero Castro no cae en ninguna trampa.

Y afronta varias. Me contó que un alto cargo del gobierno balear le dijo que alguien que hablaba en nombre de la Casa del Rey quería reunirse con él. Castro se niega. El despacho de Miquel Roca envía a su hombre en Palma para entrevistarse con él pero no en el juzgado sino en otro lugar, con garantía de secreto, intimidad, etc. Castro contesta que no tiene inconveniente en hablar con un abogado siempre que sea en el despacho en horas laborales. Naturalmente, entiende que no había nada que fuesen a decirle en privado que no pudiese ser en el juzgado; sólo querían ponerle en una situación comprometida. Él tenía los radares puestos.

La lista de imputados era larguísima. ¿Llega el juez Castro a temer por su integridad física?


La Policía le estaba protegiendo. En un momento dado le dicen que le están prestando un servicio de contravigilancia y él se enfada: va en bicicleta y no quiere escolta aunque la Policía le advierte de que le están siguiendo. En ese momento ya le han puesto silicona o excrementos en las cerraduras, le han rajado las ruedas del coche a una amiga… Todo ello obra de elementos incontrolados. Castro lo sabe pero no tiene miedo. “Ojo, que parece que para macho yo”, me dice. Y matiza “le tengo mucho miedo a las culebras” (risas). Es un hombre valiente, no se echa para atrás.

Pero tampoco tenía una obsesión con imputar a la infanta, según leo en el libro.

Un año antes, Manos Limpias ya pide la imputación de la infanta y él se niega porque no tenía, según afirma entonces, suficientes elementos de juicio. Tras pasar 429 testigos, recibir más de 200 e-mails, kilos de facturas e informes de la Agencia Tributaria sí la imputa. Así, estima que no es sólo partícipe a título lucrativo, no sólo ha defraudado a Hacienda y no es cooperadora necesaria sino indispensable.




































Y leo en su libro algo que no había escuchado antes: Castro no sólo llega al convencimiento de que está implicada sino que era “el cerebro de la trama”.

Para mí era Diego Torres pero Castro entiende que son ella e Iñaki Urdangarin en el siguiente sentido: mientras los periodistas hablábamos de si el juez sienta o no sienta a la infanta en el banquillo, ella estaba muy bien sentada donde no tenía por qué. Solo con figurar, con ser y estar, ya estaba cooperando. No tenía por qué estar en el Instituto Nóos, donde entra ese dinero negro que no puede declararse. Con su nombre se capta un dinero y también con una agenda de contactos que te abre las puertas del IBEX (creo que en el sumario figuran más de 30) y las de las administraciones públicas: Barcelona, Madrid, Valencia, Baleares… Urdangarin dice y deja por escrito que no quiere ser un florero ni el ‘marido de’. Él quiere una PlayStation de poder económico y la obtiene.

Es un hecho que doña Cristina figuraba en Aizoon y en el Instituto Nóos. Ahora bien, su defensa argumentó que ella era ajena al funcionamiento de esta última empresa.

No puede decirse que su participación era inconsciente porque era mucha participación. ¿Se ha dejado manipular? Sus defensores arguyeron la teoría del amor. Que todo lo hizo por amor. Pero cuando uno pisa ciertas rayas rojas… En cualquier caso, sí creo que es una mujer muy enamorada.

¿Por qué cree que Manos Limpias insistió en mantener su imputación contra doña Cristina? ¿A qué intereses obedecían?

A poder cobrar. Ellos siempre buscaban los juicios en que el acusado sólo tenía enfrente al Ministerio Fiscal e iban a por él. “Retiro la acusación si…”. Ese era uno de sus negocios. Otro, igual de mafioso, es buscar ovejas negras en la administración pública y en las corporaciones y resaltarlo en su revista: “Si quieres que te tratemos bien, ya sabes”. A veces ni eso: “Podemos tratarte bien o tratarte mal”. Y si decides que bien, págamelo en publicidad. Una mafia. Manos Sucias.

¿Cómo valora el cortafuegos que don Felipe, ya como príncipe, trazó contra su hermana y su cuñado?

La abdicación del rey es una de las facturas de Nóos. Ahora, con perspectiva, ya puede empezar a explicarse. Felipe ve que la Corona que va a heredar está abollada, es una Corona en un trance difícil. Primero se produce una separación gráfica: deja de haber fotos. Después, corta por lo sano: expulsa primero al cuñado y a continuación, a la infanta. La destierra de la familia real, de la lista civil, le quita el ducado y le exige que no viva en España ni en Portugal. Esto es el destierro de la península Ibérica. Y además, es “la” hermana. No es que no quiera a Elena; me refiero a que entre hermanos te llevas más con unos que con otros. Tenía una relación tan buena que el anillo de pedida a Letizia se lo encarga a su marido, Iñaki Urdangarin. Había mucho cariño y confianza, con los dos. Ese cortafuegos es cirugía. Felipe toma una drástica decisión por supervivencia de la recién adquirida Corona.

Durante los días más aciagos de Nóos se especuló si doña Cristina y Urdangarin se divorciarían, se habló de que la Casa del Rey presionaba en ese sentido e incluso afloraron ciertos mails de él muy comprometidos para la pareja. Pero siguen juntos. Ella lo ha perdonado todo. ¿Por qué? ¿Tan enamorada está o es que no se puede permitir un divorcio?

A ella le proponen que se divorcie, casi forzándola a ello. Su padre se lo propone. Felipe no llega a esto pero le sugiere una separación. “Le quiero, es mi marido y el padre de mis hijos”, responde. Y ha aguantado.

La cárcel está cada vez más cerca. ¿Cree que el matrimonio superará esa prueba?

Los niños. Lo harán por los niños. Se ha especulado si el Gobierno pedirá un indulto pero eso supondría indultar también a Diego Torres. No se vería bien. Arruinaría la imagen que Felipe VI ha construido con mano dura. Por otro lado, Urdangarin ni ha asumido culpabilidad, ni ha pedido perdón, ni ha devuelto dinero.


























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