DOS PAREJAS QUE NO SE PUEDEN NI VERPRÍNCIPE HARRY
EL PERDÓN HOY POR HOY IMPOSIBLE DE CARLOS III Y GUILLERMO AL ‘HIJO DÍSCOLO’
La reaparición de Carlos III en Buckingham, en pleno tratamiento contra el cáncer, se produce mientras su vástago descarriado promueve un acercamiento que no resulta creíble.
EDUARDO ÁLVAREZEN MEDIO DEL DRAMA con tintes
shakespearianos que azota a la familia real británica, la reaparición de Carlos III esta semana en el Palacio de Buckingham para mantener en persona su despacho semanal con el primer ministro Rishi Sunak ha ayudado, al menos de momento, tanto a despejar las dudas de que el rey sigue al frente de los asuntos más relevantes de la jefatura del Estado, como a transmitir la sensación de que el tratamiento contra el cáncer no ha alterado en lo esencial el funcionamiento de la Corona.
Se antojaba necesario un gesto público así del monarca después de semanas en las que el trono de Londres se ha visto afectado por toda clase de especulaciones, en especial las que volvían a tener como protagonista al príncipe Harry, el mayor actor desestabilizador para la institución en este momento. Y es que todos sus pasos desde que se informó de la enfermedad del soberano han chocado con la estrategia palaciega de intentar infundir en la opinión pública calma, imagen de estabilidad y en la medida de lo posible normalidad.
Así, los expertos en la Monarquía británica no tardaron en poner el acento en el error que supuso el viaje exprés del segundo de los hijos de Carlos III para visitarle, por las circunstancias que lo rodearon. E igualmente perjudicial ha sido el
globo sonda difundido por
The Times acerca de la disposición que Harry habría manifestado a su círculo más estrecho para volver a asumir tareas de representación de la Corona mientras dure la convalecencia de su progenitor. Esta posibilidad
kafkiana tuvo que ser de inmediato desmentida por fuentes de Buckingham. El príncipe díscolo tomó la decisión de dejar de ser un miembro activo de la familia real y eso es algo hoy por hoy irreversible.
El rey Carlos III esta semana con Rishi Sunak en Buckingham.
MEGHAN LIMA ASPEREZAS CON SU CUÑADA
El verso suelto de la familia real británica ahora mismo es Meghan Markle. La ex actriz ha dejado claro con su actitud en los últimos años que no quiere saber nada de la Corona, excepto para aprovechar su cercanía a la institución para seguir engordando su cuenta corriente. No ha hecho de tripas corazón en ocasiones tan destacadas como los fastos por la coronación de Carlos III, a la que la duquesa consorte no asistió. Y tampoco viajó días atrás con su marido a Londres para interesarse personalmente por la salud de su suegro.
Aun así, medios estadounidenses como ‘US Weekly’ han difundido que sí llama a su cuñada Kate para apoyarla en su convalecencia y tratar de limar asperezas.
Pero, sobre todo, si por algo resulta preocupante este exceso de protagonismo de Harry es por la sensación de alarma que propaga. Como si las cosas estuvieran mucho peor de lo que no hay motivos conocidos para pensar que están. Por no hablar de cómo en un momento tan delicado de salud para Carlos III y para la princesa de Gales, Kate, el hijo menor de la difunta Lady Di se las vuelve a ingeniar para que el gran foco mediático esté puesto en la relación hecha añicos con toda su familia, en especial con su padre y, sobre todo, con su hermano Guillermo, el heredero.
“Quiero a mi familia. Y agradezco que pudiera subirme a un avión e ir a ver a mi padre y pasar algún tiempo con él”, declaró Harry sobre su viaje de menos de 24 horas desde EEUU a Londres pocas horas después de que Buckingham diera a conocer el diagnóstico del rey, un cáncer que se le habría detectado con motivo de la intervención quirúrgica por agrandamiento de próstata a la que fue sometido en enero. El príncipe se refirió por primera vez a la enfermedad de su padre desde Canadá para el programa
Good Morning America, entrevistado por Will Reeve, hijo del inolvidable
Superman Christopher Reeve. Pero Harry fue más allá al responder afirmativamente a si una enfermedad en la familia podría tener un “efecto reunificador”: “Sí, estoy seguro. Creo que cualquier enfermedad une a las familias”. Una vez más, contravenía el deseo de los Windsor de no hablar en público de
trapos sucios que deben lavarse en casa, máxime si ésta es el Palacio de Buckingham.
La relación de Harry con su hermano está completamente rota desde enero del año pasado. Si ya antes, desde la decisión de los duques de Sussex de abandonar Londres y dejar de ser miembros activos de la familia real, sus escasos encuentros –como el del funeral de Isabel II– habían sido tensos, la publicación mundial del explosivo libro de memorias
En la sombra, en el que Harry no deja títere con cabeza, fue la gota que colmó el vaso de la paciencia del príncipe de Gales.
Aquella obra, un gran
pelotazo editorial del que se habrían vendido al menos 3,5 millones de ejemplares, caricaturiza a miembros tan relevantes de la institución como los mismos reyes –sobre todo a Camila– y Guillermo –al que se presenta incluso como alguien violento– y su mujer. Con todo, lo cierto es que en el Reino Unido, lejos de lo que los Windsor llegaron a temerse, las páginas cargadas de inquina no golpearon la imagen de la familia real. Antes al contrario, el heredero mantiene una popularidad cercana al 70%. Mientras que el cariño de los británicos hacia Harry se desplomó. Sin embargo, las memorias sí fueron dinamita para la institución en partes del globo tan importantes como América. Toda la polémica del libro, sumada a la engordada en declaraciones y entrevistas totalmente fuera de lugar de los duques de Sussex, deslizando insidias tan graves como la de que los Windsor fueran una familia racista, sí ha golpeado la popularidad de la Monarquía en Estados Unidos o en naciones del continente que tienen a Carlos III como jefe de Estado, incluidas Jamaica o Canadá.
De modo que, más allá del amor propio, Guillermo estableció por pura responsabilidad un
cordón sanitario frente a su hermano, a quien cargado de razón responsabiliza de estar causando el mayor daño a la institución que él está llamado a asumir en su momento. Anteponiendo el sentido del deber y la preservación de la Corona a cualquier sentimiento personal, el futuro rey ha actuado en el último año largo dejando bien claro que no va a dar ni agua a su hermano al menos en tanto en cuanto éste no cambie su actitud. No extrañó, por tanto, a nadie que Guillermo se negara a verse con él en el mencionado viaje exprés días atrás a Londres. Como tampoco hubo ningún encuentro entre ambos en mayo del año pasado, durante los días de la celebración de la coronación del rey. O durante el viaje en 2023 de Guillermo y Kate a Estados Unidos, cuando estuvieron apenas a unos kilómetros de distancia de Harry y Meghan.
En el caso de Carlos III, con una posición más delicada, aunque ha antepuesto en relación con su hijo sus deberes como monarca –de ahí cuestiones tan relevantes para la institución como la del lugar no preferencial en la que fue sentado Harry en Westminster durante la coronación, dado que se trataba de remarcar que ya no es un miembro de la institución–, sí se ha mostrado conciliador como padre. Y desde el entorno más próximo al rey se ha hecho saber siempre que no pierde la esperanza de que Harry regrese alguna vez al redil. Pero ello sólo podría producirse si acata las reglas de la dinastía y deja de intentar imponer las suyas.
Fue en la popularmente conocida como
Cumbre de Sandringham, el 13 de enero de 2020, presidida por la reina Isabel II, cuando se consumó la ruptura entre Harry y la Corona. El príncipe, reunido con su abuela, su padre y su hermano –Meghan se había ido con su hijo Archie a Canadá– trató de que aceptaran su demanda de seguir representando a la familia real a tiempo parcial. Pretendía estar al plato y a las tajadas: vivir fuera de su país, poder hacer negocios privados, mantener la seguridad oficial y acudir al Reino Unido para los actos en los que se le requiriera. Los Windsor le hicieron saber que no cabían más que dos opciones: o seguir como siempre o apartarse por completo de la institución, que fue lo que escogió el príncipe díscolo.
Lo que en aquella decisiva Cumbre nadie podía imaginar es que Harry y su mujer no sólo iban a renunciar a sus roles institucionales, sino que iban a ganar muchísimo dinero entre otras vías con documentales o libros como el mencionado, basados exclusivamente en el morbo de poner a caldo perejil a la familia real más mediática del planeta.
Isabel II otorgó a su nieto el título de duque de Sussex, entre otros, con motivo de su boda con Meghan en 2018. Pero, tras la reunión de Sandringham, el matrimonio se comprometió a dejar de usar el tratamiento de Alteza Real y a desligarse por completo de las dignidades inherentes a la dinastía para sus actividades comerciales privadas.
Todos los acuerdos alcanzados entonces siguen hoy vigentes. Y, sin embargo, apenas hace unos días Harry y Meghan volvían a demostrar su doble rasero lanzando su nueva y polémica web
Sussex.com, en la que desde el mismo nombre dejan claro cómo se siguen aprovechando de su título nobiliario. El portal incluye hasta el escudo de armas que se les asignó cuando se casaron en 2018. Y a la vez anunciaban que sus dos hijos dejarán de tener como apellidos Mountbatten-Windsor para usar el de Sussex. En fin, pura incoherencia de quienes decían querer alejarse de su destino real como de la peste.
EL MUNDO / SÁBADO 24 DE FEBRERO DE 2024
