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Rania de Jordania el pasado mes de junio, en el jubileo de plata del reinado del rey Abdalá. Su look era todo mensajes ocultos...
Rania de Jordania y de las mil y una noches: el don de acertar con sus looks con mensaje siempre y en todas partes
Desde que llegó a la corte en 1993 hasta hoy, que acaba de ser abuela de su primera nieta, Rania ha modernizado el papel de la mujer en su país y la moda ha sido una buena aliado. Combina la equilibrada sofisticación atemporal propia de una reina con poderosos impactos de alto nivel.
Cuando uno se sumerge en el golfo de Aqaba -el único acceso de Jordania al mar-, entre arrecifes y peces de colores queda abducido por las maravillas de un mundo insospechado y no encuentra el momento de salir del agua hasta que se queda sin aire. Algo parecido nos pasa con Rania, que experimenta con una variedad de tonos, texturas y siluetas sin fallar en el intento y sin ocultar su gusto por las grandes marcas de lujo como Prada, Loewe o Dior, que ella ha convertido en básicas.
En cualquier caso, ha dejado hueco en su suntuoso vestidor a firmas prêt-à-porter como Zara. Lo cual, desde la Primavera Árabe, no le ha evitado ataques por parte de los opositores al gobierno de su marido. Aun así, su vida es el cuento de la Cenicienta: de niña refugiada a reina de las mil y una noches.

El diseño de Givenchy de camisa masculina y falda de encaje que lució en la boda de Don Felipe y Doña Letizia la encumbró como icono de estilo internacional.
Lecciones de moda
Como si le fuera la vida en ello, igual que a Sherezade, la reina de Jordania no deja de proponernos fantasías. El primer episodio que la confirmó como icono de estilo global lo representó en la boda de Letizia Ortiz y el Príncipe de Asturias en 2004. Apareció con un atuendo que desafiaba los códigos de un enlace real y aun así funcionaba. Aquella falda de Givenchy con encajes, combinada con una camisa blanca masculina, gustó a los esnobs, que son lo contrario de los envidiosos.
La penúltima lección la dio en la celebración de su jubileo de plata en el trono y podría haberse titulado: "¿Miedo yo? No, gracias". Su vestido poco se parecía a los habituales diseños de gala de las reinas europeas, porque en los momentos menos esperados recurre a diseñadores periféricos al mainstream. Era una pieza de la firma jordana Laith Maalouf que requirió más de 200 horas de meticuloso trabajo, un modelo de estilo camisero con mangas abullonadas y falda vaporosa que incorporaba un atrevido corsé asimétrico de chasquidos metalizados como un riff de guitarra de los Clash o los Stones que le iría como anillo al dedo a la Daenerys Targaryen de Juego de tronos.

El modelo del jubileo de plata del reinado de su marido era todo mensajes: un corsé cual chaleco antibalas; espigas bordadas en a falda, que simbolizan prosperidad, y botones que representaban la estrella de siete puntas de Jordania.
Mensajes non stop
Ese look era un himno con varios mensajes escondidos. Los botones de la camisa representaban la estrella de siete puntas de Jordania. El corpiño, a modo de chaleco antibalas, simbolizaba la fuerza. Las espigas de trigo bordadas a mano en la falda plisada sugerían la abundancia y prosperidad.
La elección de la ropa como una extensión de la personalidad y de la intimidad -un proceso teorizado por psiquiatras como Jacques Lacan bajo el tentador concepto de extimidad-, parece algo muy natural, porque nuestros guardarropas suelen estar influidos por nuestra ideología. Por eso cada gesto de los royals es político. Inconscientemente o de forma deliberada emiten mensajes 24/7, y no por coquetería -no todo va a ser postureo- sino para legitimar la corona.
Lo sabía bien Isabel II, que en sus vistas de Estado a los países de la Commonwealth decoraba sus vestidos con guiños al país anfitrión: que si un tejido, una flor emblemática o un pájaro. El estilo es un lenguaje y toda reina que no lo sepa es una brizna de paja amenazada por una chispa. Rania lo sabe y, ayudada por su estilizadísima figura -que subraya con el uso constante de cinturones-, emite mensajes non stop.

Un look muy chic para la última visita al Elíseo, en junio. De Elie Saab y con el cinturón a lo pussy bow, muy Saint Laurent.
El toque disruptivo
El último episodio lo protagonizó el pasado 25 de junio, cuando la pareja real hachemita fue recibida en París por el presidente Macron y su esposa Brigitte. Rania hizo otra apuesta monocromática de lo más excéntrica: una refinada maxifalda plisada de Elie Saab en mil tonos de verde. Degradada del tono más claro al más oscuro, creaba iridiscencias que casaban a la perfección con el tono del minibolso que llevaba, también del diseñador libanés. La camisa, de manga corta a juego, no llevaba el cinturón en la cintura sino alrededor del cuello, un toque de clase que transforma la clásica camisa en un modelo pussy bow (lazo de gatita), que Saint Laurent hizo popular en los 70.
Al street style y a la estética monocromática le hace falta el toque disruptivo de una pieza de otro color, por eso rompió la ráfaga de los mil verdes con unos stilettos blancos Romy 100, de Jimmy Choo. La reina no renuncia a ponerse tacones a pesar de que su marido sea notoriamente más bajo que ella.
Digna sucesora de la reina Noor
Cuando, en 1993, se casó con el rey Abdalá, era solo Rania Al-Yassin, una joven de 23 años hija de un pediatra palestino refugiado en Kuwait. Había estudiado Administración de Empresas en la Universidad Americana de El Cairo y trabajaba en la sede jordana de Apple. Se conocieron en una cena y fue un flechazo que se activó como una corriente entre los dos carbones de un arco voltaico. Ninguno de los dos sabía que serían reyes. El segundo de los hijos del rey Huséin, fruto de su matrimonio con la inglesa Antoinette Gardiner, jamás imagino que su padre lo nombraría heredero reemplazando a su tío Hassan bin Talal; de hecho, su boda apenas tuvo repercusión.
Históricamente invertebrada por las tribus, la corte jordana es un avispero de intrigas entre diversas facciones. La reina Noor nunca disimuló su competición con Rania por la atención pública ni la tensión dentro de la familia, porque durante años no se supo si el trono lo heredaría el hijo mayor de Noor o el príncipe Abdalá. Por si acaso, Rania activó una frenética agenda de relaciones públicas para ganarle la pole position a su marido.
Un año después de que Rania conociera a su príncipe azul, el modisto británico Bruce Oldfield -diseñador de cabecera de Lady Di y responsable del vestido de Camila Parker Bowles para su coronación- le cosió un espectacular diseño para su boda.
La novia tuvo el cuidado de no ceñirse una tiara o cualquier adorno propio del territorio semiótico de las reinas. Se desquitaría más 25 años después. En el jubileo de plata el pasado mes de junio, coronó su coleta con la impresionante tiara que encargó en 2005 el ya rey Abdalá a la casa Fred. Un día es un día y ese era el gran día. Creada en oro blanco, entre los 1.300 diamantes de esa joya fulgura en talla pera la gran piedra central de 20 quilates.
La Jackie Kennedy del siglo XXI
He visto a las mentes más exquisitas de mi generación aplaudir el saber estar de la reina Noor, pero ella era estadounidense y tuvo que hacérselo perdonar convirtiendo el caftán en su seña inequívoca de estilo. A diferencia de su predecesora, Rania raramente acude a un acto en Occidente vestida con ropa de inspiración árabe u oriental; al contrario, ha hecho una costumbre de su predilección por las grandes casas de costura.
Con una población de 12 millones y una superficie equivalente a la de Andalucía, Jordania limita con Siria, Irak y Palestina; o sea, con la guerra, pero costaría creerlo si solo nos fijáramos en la equilibrada elegancia de su reina. El reino ha seguido una política exterior proccidental y los outfits de Rania lo pregonan una y otra vez. No se recata en revelar con su vestidor sus valores occidentales y su devoción por los mejores diseñadores europeos y estadounidenses. Desde momentos casuals hasta vestidos de alfombra roja, la reina de Jordania parece aspirar a convertirse en la Jackie Kennedy del siglo XXI y en la nueva gran embajadora del mundo árabe.

Su segunda gala del Met, en 2016, con un Valentino que le hacía parecer el ave fénix.
En la gala del Met
En 2007, con un vestido azul marino que dejaba ver la prominencia de las clavículas en su delicado torso, Rania se convirtió en la primera royal árabe en acudir al evento anual más importante de la industria de la moda, la gala del Met, lo cual afianzó su reputación de estilosa.
Se trata de uno de los saraos más importantes en la agenda de Manhattan, promueve cierta idea de glamur estadounidense y reúne a famosos, diseñadores, modelos y socialités de todo el mundo. En 2016, recorrió por segunda vez la misma alfombra roja en la que reinaron por un día bellezones plebeyas como Nicole Kidman, Gigi Hadid, Emma Watson, Beyoncé e tutte quante. En el museo neoyorquino, Rania vistió un audaz atuendo de tul negro y plumas doradas, una evocación teatral del ave fénix firmada por Pierpaolo Piccioli, el entonces flamante director creativo de Valentino.
Aunque su fuerte son las galas y los momentos de pompa y circunstancia -requerimientos solemnes de su posición-, no vive en una torre de marfil, conoce las calamidades del mundo y el pulso de la calle y no renuncia a momentos de normalidad en los que defiende la prenda sport por excelencia, los pantalones vaqueros, o acierta con los estilismos más casuals y desenfadados.
No tiene problema en ponerse en fitness queen mode y dejarse fotografiar con leggings y zapatillas de deporte. Su estilo representa a la perfección el espíritu de las mujeres que no proceden de un ambiente aristocrático, aunque ocupen puestos preminentes dentro de la realeza. Tan sencillo, tan difícil.
Lejos de ser una mujer florero, sigue la estela de Diana de Gales y recurre a la sobriedad para sus visitas a campos de refugiados. Es sensible, es inteligente y, por ello, es comprometida. En una entrevista con la CNN, ha denunciado el "doble rasero" de los gobiernos occidentales en la guerra de Gaza: "¿Nos están diciendo que está mal matar a una familia entera, a punta de pistola, pero que está bien bombardearlos hasta matarlos? Solo quiero recordar al mundo que las madres palestinas aman a sus hijos tanto como cualquier otra madre".

Duelo de estilo de reinas en Madrid, en junio de 2023: Rania, de Dior; Letizia, de Diego Estrada.
Amigas que se imitan
Las royals hacen networking y por eso su estilo acaba convergiendo, después de todo las modas son epidemias inducidas, como decía Bernard Shaw.
Rania comparte con la Reina Letizia el gusto por los vestidos cruzados, que ambas adoran porque estilizan y realzan la silueta. El pasado año, en una visita de los reyes jordanos a España, asistimos a un duelo estilístico. En un acto matinal, Letizia apostó por un diseño en jacquard de seda estampado en una explosión floral en tonos pastel con escote barco, silueta lápiz y cintura marcada. Su homóloga árabe puso el contrapunto y prefirió un vestido negro de manga larga con bordados en el cuello y la cintura. Como nunca olvida el uso creativo de los accesorios -una variable esencial en cualquier look-, calzaba altísimos tacones color burdeos de Manolo Blahnik.
Como la reina Letizia, Rania ha encontrado en los grandes acontecimientos que reúnen a las familias reales la ocasión para desplegar su exquisito sentido del estilo. En la coronación de Carlos III, llevó un vestido midi amarillo pálido de Tamara Ralph, zapatos de tacón blancos de Jimmy Choo y un bolso blanco de Bottega Veneta con el característico patrón trenzado de la marca. En el cóctel de bienvenida de la víspera, brilló con un discreto pero inconfundible Schiaparelli.

Con zapatillas, pantalones relajados y riñonera de Gucci, por Nueva York en 2017.
Kickboxing y buenos alimentos
No existe ninguna elegancia sin esfuerzo como no existe ningún rostro que al final no sea culpable de su propia degradación. A punto de cumplir 54 años, abuela por vez primera, para escapar de la entropía derivada del segundo principio de la termodinámica -o sea, de la fatalidad de la usura del tiempo-, y lucir tan esbelta, sigue la dieta GI (de bajo índice glucémico) que combina con la dieta mediterránea: arroz, cuscús, verduras al vapor, cordero o pescado a la parrilla y frutos secos. Adora el chocolate negro, pero no come pan ni pasta, es una corredora entusiasta y ni bebe ni fuma.
Comienza el día con una clase de yoga, practica pilates, ejercicios aeróbicos y kickboxing y es una gran corredora. Dedica su vida a representar a su país, a medir los efectos de su representación y se exige a sí misma el virtuosismo en esa función. Es su trabajo y lo borda, que es lo que se espera de una reina. Es cierto que Jordania es un país pobre, pero si lo piensas bien no sería inteligente el odio al lujo porque implicaría el odio a las artes. Rania nos ha acostumbrado al asombro que, como intuye el filósofo Peter Sloterdijk, tal vez sea el hermano pequeño de la gratitud. A la reina de Jordania le agradecemos que sepa estar a la altura incluso en zapatillas.
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