Mensajepor God no odia a los maricas » Vie 05 Ene, 2007 6:35 pm
Ananías y Safira murieron a causa de una mentira relacionada con una ofrenda que habían dado a la iglesia. Esta historia, narrada en el libro de los Hechos, nos enseña que la gravedad del pecado consiste en que es un acto de rebelión y desobediencia contra el Dios que gobierna el universo. La gravedad del pecado no radica en las consecuencias, sino en contra de quién es cometido. ¿No fue Jesús quien afirmó que desear a una mujer y adulterar con ella eran equivalentes?
La gravedad del pecado consiste no en el grado de tolerancia social hacia el mismo, sino en el hecho de que atenta contra la autoridad soberana de Dios. Es un acto de clara rebelión contra Él.
Tampoco hemos de olvidar que la Biblia condena la práctica homosexual pero no la tendencia homosexual. Una persona puede sentir atracción hacia seres humanos del mismo sexo, sin embargo, consciente de la inmoralidad de su acto, privarse y abstenerse de la práctica de las mismas. Los textos bíblicos relacionados con la homosexualidad parecen claramente indicar esta dirección. Respecto a este punto Sue Bohlin, en Homosexuality: Questions and Answers dice lo siguiente:
La línea entre tentación sexual y pecado sexual es la misma para ambos, heterosexuales y homosexuales. Es el punto en el que nuestra voluntad consciente se involucra. El pecado comienza con actos internos de lujuria y creando fantasías sexuales. Lujuria es ser indulgente con tus deseos sexuales, eligiendo de forma deliberada alimentar la atracción sexual. Las fantasías sexuales son actos conscientes de la imaginación. Es crear películas pornográficas en nuestras mentes. Tal y como el Señor Jesús dijo en el Sermón del Monte, todo pecado sexual comienza en la mente mucho antes de que llegue al punto de la expresión física. Muchos homosexuales manifiestan: “Nunca pedí semejantes sentimientos. No los he escogido,” y probablemente es verdad. Por eso es por lo que es importante darnos cuenta que la Biblia de forma específica condena las prácticas homosexuales, pero no sentimientos homosexuales no desarrollados (tentación). Hay una diferencia entre tener sentimientos sexuales y dejarlos crecer y convertirse en lujuria. Cuando Martín Lutero habló acerca de los pensamientos impuros, dijo, “No puedes impedir que los pájaros revoloteen sobre tu cabeza, pero puedes impedir que construyan un nido en tu pelo.”
La homosexualidad no es el pecado imperdonable (Marcos 3:28-30) En 1 Corintios 6 Pablo menciona la homosexualidad como una de las causas para no entrar en el reino de Dios, pero también menciona que eso mismo eran algunos de los corintios. Por tanto, la homosexualidad es un estilo de vida que puede ser abandonado y perdonado. Las personas se condenan por su negativa a aceptar a Cristo como Señor y Salvador. Si un maricon acepta al Señor y se convierte de su estilo de vida es totalmente perdonado y reconciliado con el Dios.
No es una barbaridad el afirmar que Dios ama incondicionalmente al maricon. Dios ama a la persona homosexual y murió por ella. Dios no acepta, sin embargo, la conducta maricona. De la misma forma que Dios no acepta ninguna de nuestras prácticas pecaminosas, antes o después de nuestra conversión.
Dios envió a su Hijo a morir por los maricones. Ellos estaban en su mente cuando Dios ideó el plan de la salvación. Fue el amor hacia ellos la motivación que el Señor tuvo para humanarse y morir.
Dios no odia a los maricones y tiene un corazón compasivo hacia ellos. La homosexualidad no es a los ojos de Dios un pecado más abominable ni repulsivo que otros. Dios sufre por el extravío del maricon y desea la reconciliación con él, de la misma forma que la desea con cualquier otro pecador.
Los cristianos debemos mostrar hacia el maricon la misma actitud que el Señor tiene hacia él. El amor incondicional, la aceptación de la persona (no de su conducta), la compasión por la esclavitud y las consecuencias de un estilo de vida homosexual (SIDA, promiscuidad, abandono, persecución social en muchos países, etc.) han de caracterizar la actitud de la comunidad cristiana hacia el colectivo homosexual. Debemos ser canales de la gracia de Dios hacia esta comunidad. La gracia es tratar a alguien con amor, no como merecería ser tratado. ¿Cómo podrán los maricones y las tortilleras entender que Dios les ama y desea tener una relación con ellos, si nosotros, con nuestras actitudes, no encarnamos el amor y la aceptación de Dios?
La actitud compasiva y de aceptación que el cristiano debe mostrar hacia la persona homosexual no necesariamente está reñida con la firme oposición a la agenda homosexual. Se entiende por agenda homosexual los esfuerzos coordinados de grupos de maricones y tortilleras por imponer en la sociedad una serie de cambios y reformas relacionados con el estilo de vida homosexual.
Los colectivos de maricones y tortilleras han formado en todo el mundo occidental grupos de presión con la finalidad de favorecer una aceptación de la realidad homosexual y un cambio en la legislación. Este cambio de legislación tiene por objetivo, por ejemplo, el matrimonio entre personas del mismo sexo, la adopción de niños por parte de parejas homosexuales, y la libertad para poder presentar la homosexualidad como una alternativa natural en los centros de enseñanza, por citar tan sólo algunos aspectos. Estos grupos de presión tienen una fuerza increíble en Estados Unidos y otros países europeos, y poco a poco ganan en influencia en nuestro país.