LA EXPLOTACION SEXUAL INFANTIL

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LA EXPLOTACION SEXUAL INFANTIL

Mensajepor Invitado » Lun 22 Nov, 2021 2:13 am

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Experta en abuso infantil y víctima: "Hay muchos niños y niñas sufriendo abuso sexual y no queremos verlo"

Victoria Bernadet es presidenta de la fundación que lleva su nombre y que creó para asistir a las víctimas de abusos sexuales y violencia de género

María Victoria Bernadet i Rius tiene 67 años, pero hace 33 que nació. Porque fue a sus 34 años de edad cuando decidió contar que durante media vida había sufrido abusos sexuales como niña y maltrato de género como adulta. Al revelar su tortura infantil detectó un país no preparado para atender ese espanto. Así que en 1997 creó la Fundación Vicki Bernadet para asistir a las víctimas del pasado y del presente y prevenir las del futuro.

Los estudios epidemiológicos cuentan que alrededor de un 20% de menores sufre abusos sexuales antes de los 17 años y que el 60% de ellos no recibirá ninguna ayuda. El mundo conmemora este viernes el Día Internacional contra el Abuso Infantil, esa "pandemia silenciosa" de puertas adentro.

    ¿Cuál es su historia?
    Yo sufrí abusos sexuales en dos etapas. Una cuando tenía cinco años, por parte de una persona, y otra, desde los nueve hasta los 17 años, por parte de otra. A partir de ahí, tuve una agresión sexual y malos tratos durante 13 años. Pero esto no es la historia sólo de Vicki Bernadet, desgraciadamente es generalizado. Los estudios demuestran que si has sufrido violencia de pequeña y no te han ayudado vas sufriendo episodios de violencia hasta la edad adulta. Yo monté la fundación porque tras contar mi experiencia me vi muy sola y con poco apoyo.

    ¿En su caso los abusos se produjeron en el entorno familiar?
    La agresión sexual no, pero los abusos sexuales infantiles fueron en el entorno familiar. El más próximo.

    En el abuso sexual infantil veo una paradoja: el adulto abusa y sin un adulto es imposible que el niño o la niña pueda salir del abuso... Al final, la clave somos los adultos.
    Así es. Sin una persona adulta de tu entorno que dé un paso adelante pasa sacarte de eso, te quedas ahí. Si nadie da un paso valiente, no te rescatan. Hay un montón de niñas y niños sufriendo y no queremos verlo. Van pasando los días sin poderlos rescatar.

    ¿Cómo es el abuso sexual infantil? ¿Qué ven y tratan ustedes?
    Hasta los 16 años no hay consentimiento. Acabo de leer una noticia que dice que han detenido a un hombre de 46 años por tener relaciones sexuales con una niña de 13. No son relaciones sexuales. No podemos blanquearlo. Es abuso sexual. O violación. Afortunadamente, cada vez se tiende más a considerar agresión en vez de abuso, aunque está pasando más para adultos. Dentro de la familia, esto no se habla. Y es lo que abordamos. Nosotros tratamos el abuso sexual intrafamiliar y entorno de confianza.

    ¿Y de qué magnitud estamos hablando?
    El 92% de los casos no se hablan hasta la edad adulta. Hay muy pocos niños y niñas que hablen de ello. Por falta de formación y de reconocimiento se detecta poquísimo. Para conocer la incidencia, es decir, los datos de menores que pueden estar sufriendo abusos ahora mismo habría que ir a las denuncias que hay en los juzgados y estaríamos en un 7% u 8%. Pero la prevalencia, es decir, los adultos que cuentan que fueron abusados no está en un 7%, sino en un 23% y un 25% en niñas y un 10% y un 15% en niños.

    Es decir, estamos tratando un problema del ahora pero, de alguna manera, en diferido. Y entiendo que eso ayuda a hacer proyecciones sobre lo que está pasando.
    Exacto. Las víctimas o supervivientes no hablamos cuando queremos, sino cuando podemos. Hay personas que pueden a los 18 y personas que no lo hacen hasta los 70 años.

    ¿Cómo son los agresores?
    No hay un perfil de agresor. Puede ser cualquiera. No tengamos la percepción de que los abusadores tienen una apariencia de monstruo o que son desagradables o que son personas oscuras. Al contrario, quizá son las más simpáticas, las que más se relacionan, las que más importancia tienen en un rol de familia. Si pensamos que es un monstruo creemos que en nuestra familia no puede pasar. Y eso nos hace más vulnerables. Puede ser cualquiera, no son enfermos mentales. Y nos puede pasar a cualquiera; estadísticamente hablando, con muchas posibilidades.

    Entre un 15% y un 20% de media entre niñas y niños [OMS, UNICEF, Antiguo Ministerio de Asuntos Sociales, Fundación Vicki Bernadet y Save The Children]
    No soy una autoridad sanitaria, ni política, pero leí que se considera pandemia cuando un problema afecta a un 17% de la población y a más de tres países. Con un 20% y en todos los países del mundo, creo que el abuso sexual infantil es una pandemia silenciosa. Y hablamos de infancia, algo a cuidar especialmente. Somos muy laxos y deberíamos ser más proactivos. Avanzamos, claro, pero lentamente. Todo lo que se haga debe ser urgente. Y yo no lo veo.

    ¿A qué se refiere?
    A la urgencia de impartir una educación sexoafectiva en las escuelas. A introducir más talleres de detección para padres y madres. A que la sociedad aún no percibe el abuso sexual infantil como riesgo individual: cuando hablas con personas y preguntas si creen que en su familia podría ocurrir, la respuesta siempre es no. En ese terreno hay que hacer incidencia para despertar conciencias. La ley de protección a la infancia se aprobó en abril, pero llevamos pidiéndola desde 2012. Ha costado un montón de años. Hablamos de vidas que podemos hacer que no sean el doble o triple de peores que otras

    Vivimos en una cultura de mucho contacto físico. Llevamos toda la vida oyendo eso de: 'Dale un besito al tío, que te quiere mucho...'. Tras tantos años de experiencia con víctimas, ¿puede darnos alguna pista de lo que no se debe hacer y de lo que sí para proteger a nuestros niños?
    El beso es una de las herramientas de prevención del abuso sexual. No se trata de decir a los niños que no besen; la espontaneidad y la muestra de cariño son buenas. Hay que preparar a los niños, y esto se puede hacer desde los tres años, en el derecho a decir que no cuando no quieren. Darles herramientas para que si notan que ese beso no les gusta puedan decir que no y no sean reprimidos, ni castigados, ni catalogados de antipáticos. El beso no forma parte de la educación, no es lo mismo que decir buenos días y gracias. El beso es un acto espontáneo de un estado de ánimo. Estoy feliz y me apetece besar. Estoy enfadado y no me apetece. Y eso no marca si quiero o no a esa persona.

    ¿Cómo es el mapa de los lugares del abuso sexual infantil? La casa, el colegio, internet...
    El abuso sexual infantil puede pasar en cualquier sitio donde haya poder. Por ejemplo, en las actividades extraescolares deportivas, porque hay un entrenador que te puede colocar en el equipo o no. En la familia, en las redes sociales. Donde haya una relación de poder emocional, como en la familia, o de manipulación, como en las redes sociales. En el ámbito intrafamiliar y entorno de confianza, como puede ser el padre, la madre, el tío... es la sensación de la criatura de no entender lo que pasa. Amas mucho a tu padre, pero a la vez te hace daño... En otros ámbitos es engaño, manipulación y amenaza.

    ¿Cómo se ejecuta el abuso en las familias?
    El que abusa es el que se supone que tiene que proteger al niño. Es el que me dice que lo que me está pasando es porque soy muy especial. Lo que la criatura ve es que está en un engranaje donde él es un ser dependiente, porque como niño o niña no tiene autonomía, y que se da cuenta de que ante la palabra de los adultos la suya tiene una credibilidad bajo mínimos. Así, si pone una bomba en la familia su propia estabilidad se tambalea. Hay miedo a perder esa estabilidad: ¿Qué pasa si yo hablo? ¿Me voy a quedar sin padre? ¿Me voy a quedar sin familia? Mi padre trae el dinero a casa... si lo meten en la cárcel, ¿qué voy a hacer? A veces, el silencio del niño es para preservar su propia seguridad y la de la propia familia.

    Ustedes sostienen que este tipo de delitos no debe prescribir. ¿Por qué?
    Es de sentido común. El abuso sexual se sufre en la infancia y se habla de adulto. Nadie puede prever en qué momento este adulto va a estar preparado para hablarlo. Todas las víctimas de abusos sexuales deben tener la misma oportunidad de poder denunciar los hechos. No unos sí porque no prescribe y otros no porque ha prescrito. Es un delito que tiene connotaciones de olvido o de incapacidad de hablarlo hasta que uno puede. Hay muchas personas que no pueden hablar hasta que tienen 50 o 60 años. Que nadie piense que las víctimas exigimos la no prescripción porque queremos venganza, sino para la protección de vuestros hijos. Este delito no prescribe en países como Inglaterra o Estados Unidos. ¿Por qué en unas democracias sí y en otras no?

    Usted también habla del abuso sexual infantil como un problema de salud pública. ¿Por qué lo considera así?
    Porque no tiene que ver sólo con el trauma de la criatura, sino con que todas las personas tienen derecho a una vida sana. Salud pública es todo lo que podemos dar a un ser para que evolucione sanamente. El abuso sexual toca todos los puntos: la familia, la salud física, la mental, el rendimiento en la escuela... Es integral. Es un problema de salud pública.

    ¿Y cómo está preparado el sistema para ello?
    Dado el porcentaje de la población afectada, debería haber más unidades especializadas de atención y detección. Hay pocos servicios de formación especializada... Nosotros, como Fundación, tenemos una lista de espera de 40 personas. La demanda supera lo que podemos ofrecer con los recursos que nos proporcionan.

    ¿La demanda crece?
    Cada vez hay más, pero no porque haya más casos, sino porque hay más posibilidades de hablar, se conoce más. Es más por la apertura de la mirada del abuso. Cuando un periódico saca un testimonio de una víctima hay muchísimas personas que se identifican y piensan la posibilidad de contarlo.

    ¿Con qué caso aún le cuesta dormir?
    Tengo tantísimos casos en la mente... Es difícil encontrar uno. Lo que no me deja dormir es leer que un juzgado ha rebajado una condena de 14 años de prisión a una multa a un hombre que abusó de varios niños porque ha considerado que no era necesaria la cárcel. Lo que no me deja dormir es que por falta de formación se cometen injusticias en hechos que ha costado mucho que salgan a la luz. Y cuando salen a la luz no reciben justicia, solamente reciben leyes. Y no es lo mismo.

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Mensajepor overton » Jue 09 Mar, 2023 6:37 pm


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Mensajepor Invitado » Sab 01 Abr, 2023 12:35 am

Un padre abronca y amenaza denunciar al claustro de un colegio de Oregón (USA) porque un profesor asignó a su hija una redacción sobre sus fantasías sexuales.


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Mensajepor Invitado » Dom 16 Abr, 2023 4:41 pm


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Mensajepor Invitado » Lun 17 Abr, 2023 3:37 am

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El depredador benévolo

En un piso del barrio de Salamanca, que imaginamos antiguo y cavernoso, Martin Vigil escribía cartas y tendía cebos a adolescentes, a quienes deslumbraba para abusar de ellos

Antonio Muñoz Molina

Uno no siempre dice la verdad sobre su educación lectora, unas veces por corregir el pasado, otras por simple olvido. Solo desde hace poco tiempo he vuelto a acordarme de que uno de los escritores a los que más admiré en mi primera adolescencia fue José Luis Martín Vigil, que ha regresado tristemente del olvido más de 10 años después de su muerte por una serie de sórdidas historias de abusos investigadas por Íñigo Domínguez. El tránsito entre el éxito abrumador y el descrédito irreparable puede ser muy rápido. Nadie puede desaparecer tan sin rastro como quien ha sido muy visible. Los lectores jóvenes de ahora no pueden imaginar la popularidad que tuvo Martín Vigil en los años sesenta y setenta, en aquella cultura literaria del franquismo que se ha borrado por completo de los estudios académicos y de la memoria común, y en la que predominaban superventas como las novelas de José María Gironella sobre la guerra civil y el Libro de la vida sexual del doctor López Ibor, sexólogo del Opus Dei. Había una propensión cautelosa a los temas “fuertes”, a las historias de insinuaciones sexuales, incluso de una cierta denuncia social. Ahora los autores que recordamos de aquellos años son sobre todo Miguel Delibes y Camilo José Cela, pero José María Gironella era mucho más leído que cualquiera de los dos. Los títulos de su trilogía sobre la guerra eran omnipresentes, y sugerían por sí mismos como una promesa de ecuanimidad en la rememoración: Los cipreses creen en Dios, Un millón de muertos, Ha estallado la paz. A Gironella llegué a saludarlo cuando ya era muy viejo, resignado a la oscuridad, tal vez también a la pobreza, después de haber vendido tantos centenares de millares de libros. Es posible que fuera mejor novelista de lo que recordamos.

Solo los títulos de las novelas de Martín Vigil competían en popularidad con los de Gironella. A los lectores incautos nos provocaban una sensación de atrevimiento y hasta de audacia, muy propia de aquella época, en la que había tan poca información y tan poca libertad, pero estaban surgiendo ya tantas expectativas, y en la que era tan fácil el gato por liebre. En una sociedad aislada, inquieta y medrosa, negociantes astutos como Cela o Dalí podían labrarse sin peligro una leyenda rentable de provocadores. El papel que ideó para sí mismo Martín Vigil fue el de aliado y cronista de una forma de rebeldía adolescente que no llegaba a desprenderse del cobijo de la Iglesia católica, que vindicaba una ardiente autenticidad frente a las hipocresías sociales, incluso una denuncia valerosa de la injusticia y la pobreza. En mi colegio eclesiástico, a los 12 o 13 años, yo dejaba sobre el pupitre una cierta novela de Martín Vigil y el título mismo ya era un manifiesto, un callado desafío: ¡Muerte a los curas!, Los curas comunistas.

En algunas de las novelas —Una chabola en Bilbao, Sexta galería— lo que nos atraía era una especie de apostolado o de obrerismo católico tan propio de la época como las misas con guitarras, las llamadas “misas de la juventud”, hacia las que nos atraía fatalmente nuestro inconformismo instintivo y muy poco informado. En alguna de aquellas misas alguien muy joven tocaba El cóndor pasa a la flauta en el momento de la consagración, y ahí se nos confundía un vago indigenismo con un residuo de la devoción a punto de extinguirse. Había curas viejos y feroces de sotanas brillosas que clamaban en los púlpitos contra el libertinaje de la juventud, los hombres afeminados con melenas, las chicas con minifalda, el desarreglo impío de las costumbres. El concilio reciente había abolido las misas en latín, pero ellos seguían amenazando con el azufre y el fuego del infierno, y nos aseguraban, cuando nos atrevíamos a confesarles que habíamos “pecado contra la pureza”, que no solo estábamos en pecado mortal: también por culpa de nuestro vicio se nos debilitaban los pulmones y la columna vertebral, y previamente a la condenación eterna nos estábamos ganando la tuberculosis y la hemiplejía.

Pero ya había otros curas, otros educadores católicos. En vez de acusarnos se ofrecían a comprendernos. La pubertad es más vulnerable todavía que la niñez. Despertar a la adolescencia en una sociedad oscurantista en la que el sexo es angustia, ignorancia y pecado, lleva a sentirse culpable sin saber de qué, a encontrarse tan perdido o perdida en el propio cuerpo como en el mundo exterior, que casi de la noche a la mañana ha dejado de ser el paraíso para convertirse en un lugar ajeno y hostil. De la autoridad grosera podíamos defendernos con un instinto visceral de rechazo, como del olor a sudor rancio y tabaco que a veces reinaba en la penumbra del confesionario. Más peligrosos podían ser algunos maestros suaves, benévolos, persuasivos, en los que el adolescente creía encontrar lo que más necesitaba, un adulto que se ponía a su altura y podía comprender lo que estaba sintiendo, lo que a nadie más podía contar, una voz de aceptación y no de condena.

Una voz así nos parecía escucharla en las novelas de Martín Vigil. Abríamos La vida sale al encuentro y el título ya estaba aludiendo a nuestro desconcierto, a nuestro desvalimiento. A diferencia de nuestros padres y nuestros profesores, lejanos en su hermetismo autoritario, Martín Vigil era el adulto cargado de conocimiento y experiencia en el que podríamos confiar, porque sabía lo que estábamos sintiendo, nuestro maestro, pero también nuestro cómplice, capaz en caso necesario de guardar un secreto. El peligro para un niño es el tío Sacamantecas y el Hombre del Saco, el monstruo que puede devorarlo. Para el adolescente, para el joven, el depredador más dañino puede que sea el maestro que lo deslumbra y que también se pone de su lado, el que comparte y acepta su confusión y al mismo tiempo, sin imponerle nada, le ofrece una guía, le anima a liberarse del miedo, y a atreverse a lo que desea, a ser él mismo.

Dice Íñigo Domínguez que al final de algunas novelas de Martín Vigil venía su dirección, para que los lectores pudieran escribirle. De eso yo no me acuerdo. Pero es posible que de haberla visto, yo también me hubiera animado a contarle por escrito mi admiración y mi gratitud, y hubiera esperado una respuesta, con la avidez ya olvidada con la que esperábamos entonces las cartas. Puedo imaginar lo que sintieran quienes sí recibieron una respuesta, la incredulidad, el halago, el nombre admirado en el remite, el propio nombre trazado en el sobre por la misma mano que escribía los libros, las palabras ahora exclusivamente dirigidas al destinatario de esa carta, llegada del reino fabuloso de la literatura, de una dirección particular de Madrid.

El depredador tiende con destreza su trampa y espera paciente a que caiga en ella la víctima. Su ventaja no es la fuerza física, sino la astucia de elegir la presa más débil. En un piso del barrio de Salamanca que imaginamos antiguo y cavernoso, el maestro escribía cartas y tendía cebos, experto tejedor de su tela de araña, y aguardaba el sonido del timbre, la llegada del elegido —en algún caso también la elegida—, el designado de antemano, el más herido, el más necesitado de lo que el maestro le había prometido, el profeta impostor, el lobo bajo una piel de cordero. Martín Vigil murió olvidado hace algo más de 10 años en una residencia de ancianos, y sus novelas desaparecieron hace mucho tiempo de las librerías, pero todavía hay personas marcadas para siempre por ese delito sin excusa que es la vulneración y el abuso de los indefensos.

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Mensajepor Invitado » Lun 01 May, 2023 9:58 pm

Solo si hay sotanas.


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Mensajepor Invitado » Jue 04 May, 2023 3:56 pm


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Mensajepor Invitado » Jue 20 Jul, 2023 7:06 pm


Sonido de Libertad (Sound of Freedom) Trailer oficial en español.
Basada en una apasionante historia verdadera, Sonido de Libertad relata la misión de un hombre para rescatar a niños de los rincones más oscuros del mundo.




Sound of Freedom: por esto no quieren que la veas | Con Eduardo Verástegui

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Mensajepor Invitado » Sab 28 Oct, 2023 3:57 pm

La investigación del Defensor del Pueblo estima en 440.000 las víctimas de pederastia en la Iglesia española

El histórico informe sobre los abusos en el clero, muy duro con la institución, convierte a España en el país con la proyección oficial de víctimas más alta. Se basa en una encuesta a 8.000 personas que cifra los afectados en un 1,13% de la población. Recomienda que el Estado también asuma su indemnización

https://elpais.com/sociedad/2023-10-27/ ... anola.html




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Mensajepor Invitado » Jue 07 Dic, 2023 8:38 pm

Elon Musk acusa a Disney de traficar con niños.





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