Cocinero, cocinerooooo

Cajón de Sastre: Foro para temas variados

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invitada

Mensajepor invitada » Dom 18 Sep, 2011 9:57 pm

pues anoche estuve cenando en un sitio vegetariano y comimos varias cosas etc, pero habia como especie de albondigas que estaban rellenas con una masa tipo bechamel,tenia trocitos de zanahoria ,cacahuetes estaban riquisimas las he estado buscando por internet pero no encuentro la receta alguien sabe como se hace?

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Invitado

sweet ricotta, cherries and rosemary butter

Mensajepor Invitado » Mié 28 Sep, 2011 3:18 am

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sweet ricotta, cherries and rosemary butter
Soooooo, here's a more dessert-for-breakfast kind of sandwich.



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    multigrain bread
    ricotta (sweetened with sugar and vanilla extract)
    sliced cherries
    chopped salted pistachios
    Brie
    Ontario creamed clover honey
    fried in rosemary butter

    Things you should know:
    Make sure to sweeten the ricotta, or it will taste like nothing. I probably should have left out the Brie, and used ricotta on both sides, for a sweeter sandwich. Also, would have been helpful to put a layer of cheese between the toppings so the cherries don't slide out. I diced up some rosemary (I keep a rosemary plant on hand, because there is absolutely NO substitute for fresh rosemary, and other herbs), and mixed it in with some butter, spread it on, and pan fried the assembled sandwich. So that's what I mean by rosemary butter. ALSO. Also, I really didn't have enough cherries on this to balance the flavours of this incredibly heavy bread and creamy cheese, with sweetness because I was going to include kiwi too, but for some reason forgot, so instead I simply added the plum from the plate into the sandwich, which performed beautifully, and added the perfect tartness. Delightful.


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Invitado

vegan chocolate chip, pistachio banana muffins recipe

Mensajepor Invitado » Mié 28 Sep, 2011 3:51 am

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Alright, so I have this vegan banana muffin recipe that is just fucking great, and stupidly easy. It's become a little too popular around the house. They disappear quickly, and I'll make pan after pan until one of us comes to our senses and says, "Enough with the fucking baked goods!" I recently took a short trip to Montreal, and couch surfed at these awesome dudes' apartment. To show my gratitude, I made them a pan of muffins. It was a hit, and they asked me to make sure I give them the recipe. "Sure thing guys, I'll write it down before I leave." Get up the next morning, muffins are almost gone, "So, can you like, maybe uhh, write that recipe down?" "Yea, no problem, I'm gonna make another pan, then go to China town, so I'll do it later." Next day "Hey, about that recipe..." "Yea, I'll send you a postcard with it on there!" "No. Naw, you're not leaving until you write it down."


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    3 mashed bananas
    1/4 cup vegetable oil (I use grapeseed)
    1 cup sugar (I like to use brown sugar when I have it)
    1 tsp vanilla
    2 cups flour
    1/2 tsp salt
    1/2 tsp baking soda
    chocolate chips and pistachios!

    Make sure to grease the pan. Bake at 375 for ~20 minutes.

    Note that only semi-sweet chocolate chips will be vegan, but I sometimes make these with milk chocolate. Any nut will do, but I use salted pistachios because I like salty with my sweet, and because they have a really pleasing visual appeal with their vibrant green-ness.

    Mash bananas with a fork. Everyone knows you're supposed to use speckled or brown bananas for baking, yea?


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Add wet ingredients: oil, sugar, vanilla.

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Add dry ingredients: flour, salt, baking soda.

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Add chopped pistachios (I shell them and chop them myself, but you could probably find some prepared).

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I scoop out half the batch into the muffin pan, then for the second half add chocolate chips in with the pistachios.

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I top the muffins with what's in 'em. Half plain pistachio, and half pistachio and chocolate chip, with chocolate chips on top.

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Out of the oven, all golden and risen. Let cool and then wiggle them out.

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    Mmmm. I can hardly believe these are vegan.

    I also recently made this recipe by substituting a can of pumpkin mash for the bananas, seasoned the recipe with cinnamon and nutmeg, and topped them with pumpkin seeds and cinnamon and granular sugar. Turned out splendidly.


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Vieiras hojaldradas con delicias de marisco

Mensajepor Invitado » Vie 30 Dic, 2011 11:20 pm

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Vieiras hojaldradas con delicias de marisco

Ingredientes

    4 vieiras

    1 plancha hojaldre

    1 cebolla

    50 gr de jamón serrano

    20 gr de queso rallado

    50 gr de gambas

    50 gr de gulas

    2 chalotas

    1 vaso nata

    2 huevos

    Aceite, sal

    Orégano

Elaboración

    1. Picar finamente la cebolla, sofreír en aceite junto con el jamón troceado. Sazonar con una pizca de sal y orégano.

    2. Rellenar las vieiras y cubrir con una fina capa de hojaldre, pintar con huevo y hornear a 180ºC durante 1 minutos.

    3. Aparte pochar la chalota, acto seguido agregar las gambas y las gulas troceadas.

    4. Mezclar este sofrito con la nata, los huevo y el queso. Sazonar y rellenar moldes individuales.

    5. Hornear al baño maría 14 minutos a 170ºC.

    Servir la vieira caliente guarnecida con el pastel de marisco


Lasaña al chocolate y nata

Ingredientes

    Papel de horno

    Chocolate para fundir

    Nata

    Azúcar

    Frutos rojos

Elaboración

    1. Coge una plantilla con el nº 2012, sobre dicha plantilla dispón un trozo de papel de horno.

    2. Funde chocolate al baño maría y con la ayuda de un cucurucho cubre los números, formando así números de chocolate.

    3. Deja enfriar en la nevera hasta que resulte solidificado.

    4. Aparte monta nata con algo de azúcar hasta que resulte consistente.

    5. Con la manga pastelera rellena cada número y decora con frutos rojos.

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Invitado

Mensajepor Invitado » Lun 30 Ene, 2012 3:01 am

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Macarons

Mensajepor Macarons » Mié 15 Feb, 2012 4:35 am

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estosipuedo

Mensajepor estosipuedo » Mar 06 Mar, 2012 2:12 am

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El portal de las personas con alergias e intolerancias alimentarias
Nace la primera web para personas con alergias o intolerancias alimentarias

Cuenta con un amplio catálogo de productos especiales y con el apoyo de las principales asociaciones de afectados.

Esto Sí Puedo es el primer portal integral para las personas que sufren algún tipo de alergia o intolerancia alimentaria. Se calcula que en España hay más de 3 millones de personas que tienen problemas para llevar una vida normal a causa de las denominadas alergias e intolerancias alimentarias. Estas personas necesitan productos especiales difíciles de encontrar y que son vitales para su dieta diaria.

Para solucionar este problema nace Esto Sí Puedo (www.estossipuedo.com), donde se pueden encontrar más de 200 referencias a disposición de los usuarios. La web cuenta con un amplio catálogo de productos sin gluten, lactosa, leche, huevos, frutos secos, soja, pescado/marisco así como otros de carácter ecológico que los propios clientes podrán valorar y votar para que Esto Sí Puedo conozca los gustos de sus usuarios y ajustar su oferta a lo más demandado y valorado. Las entregas serán en 48 horas en la península.

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oil

Diferencias entre aceite de oliva, virgen y virgen extra

Mensajepor oil » Mié 07 Mar, 2012 1:14 am

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Diferencias entre aceite de oliva, virgen y virgen extra


Uno de los mejores productos gastronómicos de España es, sin lugar a dudas, el aceite de oliva. Este es una auténtica maravilla, y no puedo evitar hablar de él sin que me apetezca hacerme un poco de pan tostado con aceite y tomate, porque algo tan simple, si está hecho con productos de calidad, puede ser de los mejores platos que existan.

¿Y cuándo un aceite es de buena o mala calidad? Existe mucha desinformación entre a qué aceite es cuál, y cuando vamos al supermercado estamos familiarizados con términos como aceite de oliva virgen o virgen extra, pero no sabemos demasiado bien qué significa cada uno, y desgraciadamente muchas veces acabamos fijándonos sólo en el precio, lo cual no suele ser para nada bueno, sobretodo hablando de aceites.

    ¿Cómo se extrae el aceite de la aceituna?

En torno al 30% de la pulpa de la aceituna es aceite, y cuando se recolecta el fruto tenemos que extraerlo, de modo que separemos el resto de la aceituna del aceite, que es la parte que nos interesa. Existen dos formas principales de hacerlo, y una tercera que es en realidad un segundo proceso de los otros métodos.

ImagenEl método más tradicional es el de extracción mediante presión, donde la aceituna se coloca en una prensa y mediante fuerza mecánica se extrae el aceite. Es la mejor forma de hacerlo, y la que mejor conversa las características del aceite, pero debido a su complejidad y bajo rendimiento ya casi no se usa, aunque en algunas partes sigue empleándose este método.

El segundo método es una variedad de este. Es el centrifugado, y también emplea sólo elementos mecánicos, pero lo que se hace es triturar la aceituna y mediante centrifugado separar los diferentes elementos de esta debido a sus diferentes densidades. Es el más cómodo para conseguir un aceite de oliva de alta calidad industrialmente, y por lo tanto el más usado hoy en día.

El tercer método utiliza los aceites de menor calidad, los que sobran de los otros métodos o los orujos de aceite, que son los aceites que quedan en la pulpa tras la extracción mecánica. Estos aceites no se pueden consumir debido a su mal sabor, y se emplean procesados químicos sobre ellos para hacerlos aptos para el consumo. Este método es el de refinado, y el que obtiene los aceites de oliva de peor calidad.

    ¿Qué diferencia hay entre aceite de oliva, virgen y virgen extra?

Los aceites de oliva virgen y virgen extra se obtienen mediante los dos primeros métodos de extracción, siempre mecánicos y sin usar refinado. El virgen extra es el de máxima calidad, nunca debe sobrepasar los 0.8º de acidez y su nota de cata cualificada debe ser de 6.5 o mayor.

[imageleft]Imagen[/b][/imageleft]La única diferencia entre el virgen extra y el virgen, es que el segundo es algo peor de calidad, pero la diferencia es mínima. Se permite un nivel de acidez de hasta 2º y la nota de cata cualificada en este caso tiene que ser de al menos 5.5.

Por último tenemos el aceite que pierde la denominación de virgen, el que vemos como aceite de oliva a secas en los supermercados. Este aceite es una mezcla de aceite de oliva refinado (como máximo un 90%) y aceite de oliva virgen o virgen extra. Es el de peor calidad, y sólo hay que probarlo al lado de un aceite virgen o virgen extra y comprobar que su sabor es completamente diferente, incluso nos viene la palabra químico al tomarlo.

Espero que esta pequeña introducción a los aceites de oliva os sea de ayuda, intentará hacer pronto una más extensa hablando más sobre este oro líquido del que somos tan afortunados de tener tan a mano.

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Artemisa

Mensajepor Artemisa » Lun 12 Mar, 2012 10:10 pm


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Invitado

La mafia se sienta a la mesa

Mensajepor Invitado » Jue 19 Jul, 2012 8:54 pm

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La mafia se sienta a la mesa

“Leave the gun, take the cannoli”. Pocas cosas en el mundo me gustan más que un buen vino, comer con los míos y una peli sobre la mafia. Y es que me fascinan las historias sobre la famiglia porque en la mafia todos los temas son el mismo tema: honor.


Honor, lealtad, decoro, palabra y respeto. Honor que se traduce en códigos, mandamientos y normas (rebuscadas, vale, pero normas al fin y al cabo) y a estas alturas ya deberían saber que yo detesto el desorden y la mafia es la norma vestida de sastrería fina y un panameño de lana fabricado en Colombia.


Comer es importante.

Y es que en la “Honorable Sociedad” las cosas siempre pasan alrededor de una mesa: los pactos, las traiciones, los silencios, el perdón y hasta los tiros en la cara del agente de turno. La comida es una liturgia, un placer y una promesa implícita: Omertà. Lo que se habla en la mesa se queda en la mesa. Y ya está.

Desde que en 1987 Don Vito Cascio Ferro creara la “primera familia” la buena mesa ha presidido los cucinare il delitto de todos los grandes: Calogero Vizzini, Genco Russo, Lucky Luciano, Vito G o Salvatore Lo Piccolo. Y es que en la mafia no se juega con la comida.

“Desde que tuve uso de razón siempre quise ser un gangster”. Y claro, luego está el cine. Venga, hablemos de cine:


El Padrino.

La mafia es El Padrino y punto pelota. Que yo también respeto a Tony Soprano y Scorsese, pero cuidado, que ahora estamos hablando The Godfather, ni media broma quiero. En la obra magna de Coppola, Puzo y Gordon Willis se respira amor al cine, la gastronomía y la familia en cada maldito fotograma. Me quedo con una escena, que tan bien retrata il mio amico Pedro: "Pero la escena donde más se vive la cocina en El Padrino es durante el acuartelamiento que sufren los sicarios de Sonny Corleone en Brooklyn. El lugarteniente de su padre, Peter Clemenza cocina para ellos, una inmensa fuente de espaguetis con desorbitadas albóndigas de tomate y carne, que se asemejan a pelotas de tenis".

Don Vito Corleone es tiroteado comprando manzanas y muere entre tomates. Fin.


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Uno de los nuestros.

Martin Scorsese -su madre, por cierto, es autora de un libro de recetas de familia-, Joe Pesci y Robert De Niro, Michael Ballhaus y Nicholas Pileggi en la peli que encendió la mecha de todos los nerds que ahora garabateamos artículos en revistas más o menos culturales.

Y una escena mítica: los capos encerrados y Vinni (interpretado por el padre de Martin Scorsese) cocina con mimo una salsa de tomate para los suyos. Sin más. Una secuencia de casi tres minutos que es una obra maestra de la concisión y la economía narrativa. No hay dobles sentidos, no hay rastro de ironía ni trucos de Tarantino, no hay exactamente nada más de lo que se ve un pantalla: un grupo de amigos preparando la comida con el rigor de un banquero suizo. Magistral.


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Los Soprano.

Empezamos con cannolis y con cannolis vamos a terminar. Se ha escrito tanto -y tan bien- sobre la familia Soprano que no añadiré una palabra más. Pero sí hablaremos de lo que pasa en la cocina y su mesa (imprescindible The Soprano Family Coobook, un maravilloso libro con las recetas de todos los platos de la serie, todos).

Y es que la historia de Tony también es la historia de Carmela y de su risotto con trufa y champán o de Artie Bucco y los Spaghettis a la Putanesca que tantas veces devoran en el Vesubio con un Partagás en la mano. El nº2, para ser exactos.


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Bibliografía imprescindible:

- La mafia se sienta a la mesa, de Jacques Kermoal. Tusquets ediciones.
- The Sopranos Family Cookbook, de Allen Rucker.

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foie

Mensajepor foie » Sab 21 Jul, 2012 2:30 am

    ZOOM / CARMEN RIGALT

    Los derechos del gilipollas



SOY antitaurina y sin embargo no prohibiría los toros, como soy antifoie y no se me ocurre pedir diez años de cárcel para un tío que se zampa un micuit con ojos de antropófago. Y es que también detesto a los gilipollas y no por eso les niego sus derechos.

Me gusta el foie. Mejor dicho, me gustaba. Cuando supe cómo los granjeros se ensañaban con las ocas para conseguir un buen foie, no volví a probarlo. Al principio hacía esfuerzos para apartarlo de mi vista, pero hoy puedo decir que ha dejado de gustarme. La razón se impuso enseguida a mi paladar. La razón y la civilización. Ahora soy una ciudadana evolucionada. De mi dieta forman parte los animales (carne y pescado), pero no le veo ninguna necesidad al foie, ni me siento menos feliz por haberlo eliminado de mi mesa.

Todos los gourmets (o mejor, gourmands, pues son simples tragones) que se chupan los dedos hablando del foie pertenecen a esa estirpe de cafres que por el mismo precio se comerían a un niño crudo. No se me asusten. Todos hemos sentido alguna vez la tentación de morder el carrillo de un bebé atraídos por la suavidad de su piel y el dulce olor que proyecta. Seguramente se trata de un instinto primario. La ternura, asociada a un bebé, tiene un componente comestible. Un bebé es como un lechoncillo expuesto en el mostrador de una carnicería. A mí me cuesta dirigir la mirada al lechón porque siento un desagradable pellizco a la altura del esternón, que es donde se ubica el mundo de las emociones. Quien no se ha emocionado nunca ante un lechoncillo, tampoco puede emocionarse ante un bebé.

Estos días he oído a algunos glotones elogiando la exquisitez del foie y justificando las tropelías que se cometen en algunas granjas vendidas al lujo gastronómico. No digo yo que el foie no sea apetitoso. Si fuerzo la memoria, alcanzo a recordar que tenía buen sabor (tanto más si estaba preparado con Armagnac y el gustillo del hígado enfermo quedaba relegado). Pero si para conseguirlo hay que propinar un ritual de barbaridades a una pobre bestia, más vale comer borrajas. La superioridad humana está llena de contradicciones.

El hombre es el único mamífero superior capaz de infligirle sofisticadas torturas a un pobre animal y, encima, comérselo.


EL MUNDO. MIÉRCOLES 18 DE JULIO DE 2012

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yema

Mensajepor yema » Vie 07 Sep, 2012 7:23 pm

Cómo separar la clara de la yema del huevo con una botella de plastico


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veneno cotidiano

Mensajepor veneno cotidiano » Mar 25 Sep, 2012 5:04 am

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¿Cuanto cuesta “medioambientalmente” un hamburguesa?

Comparan emisiones contaminantes de camiones pesados con las de los restaurantes.

Cuando usted piensa en la contaminación del aire se imagina humos de motores, chimeneas de fábricas y tubos de escape.

Pero probablemente no se le ocurriría una hamburguesería. Sin embargo, los científicos de la Universidad de California han descubierto que las parrillas de los restaurantes emiten una gran cantidad de sustancias contaminantes al aire, más que los motores diésel. Las instalaciones de cocinas comerciales generan sin control grasas, humos, vapores y productos de combustión, según el informe de la universidad.
ImagenEn 2007, la Agencia de Control del Aire en la Costa Sur de EE.UU. reveló que los restaurantes son la segunda fuente de emisiones al aire más importante de la región. “Las emisiones de cocinas comerciales son unas dos veces mayores que las de camiones pesados con motor diésel”, sostiene el ingeniero jefe de la investigación, Bill Weich. “Para comparar: un camión de 18 ruedas con motor diésel tendría que recorrer por autopista 230 kilómetros para lanzar al aire la misma cantidad de partículas que se emiten durante la preparación de una sola hamburguesa”, añade. Actualmente los investigadores están probando un sistema que neutraliza las emisiones. Todas las hamburguesas preparadas durante el experimento se envían a un banco de alimentos local.

¿Pero este es el único costo oculto?
Y eso que el estudio solo se centro en la producción de la hamburguesa en sí, si a esto le sumamos los sistemas de ganadería intensiva, que generan toneladas de metano (gas de invernadero), como vimos en el documental "La verdad de la carne", el maltrato animal de este sistema productivo, la gran deforestación llevada a cabo en muchos países ya sea para plantar soja transgénica que servirá de pienso para el ganado, o simplemente para criar ganado en sí, todo el transporte implicado en la producción de estos piensos y carne.

Por no hablar de los demás ingredientes, pan producido con varios conservantes peligrosos, vegetales producidos con toneladas de pesticidas, o los herbicidas utilizados para producir el pienso del ganado, en fin cuando se reflexiona sobre el tema, es fácil de ver que por comer hamburguesas a un dolar, ocasionamos un daño medio ambiental desmesuradamente elevado, con respecto a otros alimentos, son los problemas de producir barato e industrialmente, las empresas se enriquecen mientras que hay gente que queda sin hogar como resultado de la deforestación.

    ¿Cuando te venden un hamburguesa a un dolar, cual es el verdadero costo, cuantos árboles, animales, petróleo y otras cosas hacen falta para que tu compres una hamburguesa a un precio tan ridículo?
Señoras y señores, estamos arruinando el planeta, y lo peor es que nosotros mismos podemos evitarlo, compra local, consume responsablemente, no consumas hamburguesas y si te gustan mucho hazlas tú y no se la compres a un multinacional que lo único que le importa es quedarse con tu dinero y darte veneno a cambio.



Nuestro Veneno Cotidiano

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Invitado

Jackie, Nacy Reagan... convirtieron el almuerzo en símbolo d

Mensajepor Invitado » Dom 07 Oct, 2012 10:53 pm

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Chismes, Caviar y Señoras Ricas
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Jackie, Nacy Reagan... convirtieron el almuerzo en símbolo de elegancia

A estos encuentros los llamaron 'Ladies who lunched'

Truman Capote fue uno de los pocos invitados



En los años sesenta y setenta Jackie Kennedy, la duquesa de Windsor o Nancy Reagan se ponían sus ‘Givenchys’, ‘Balenciagas’ o ‘Hermès’ para comer. Convirtieron el almuerzo en restaurantes franceses de Nueva York en un ritual sinónimo de elegancia. Las llamaron ‘ladies who lunched’ y excitaron la pluma del mordaz Truman Capote, uno de los pocos invitados. Esta es la historia de su momento dorado y de su decadencia.

Oh, Dios mío! ¡No me mencione en ese reportaje! La gente ya no queda para almorzar. Estamos muy ocupadas”, exclama Judy Taubman, la ultrasociable esposa de Alfred Taubman, el magnate de centros comerciales y casas de subastas, cuando le cuento que estoy escribiendo un artículo sobre ladies who lunched, un concepto muy neoyorquino que se refiere a los almuerzos que pusieron de moda las señoras de la alta sociedad de Nueva York en los años sesenta y setenta. “Yo nunca fui —protesta Aileen Mehlen, columista en The New York Post—. Hice una excepción con gente importante como Nancy Reagan o el rey de España. No hay nada de lo que te puedas enterar en el almuerzo que no te puedan contar en la cena”.

    A las organizadoras de los almuerzos no les interesa comer sino el ambiente del local. Todas estaban a dieta y tomaban dexedrina
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Y así, con todas. Mercedes Bass, Gayfryd Steinberg, Susan Gutfreund y Deeda Blair juran que no eran de las que quedaban para almorzar. Empiezo a sentirme como un detective del Comité de Actividades Antiestadounidenses del senador McCarthy, pero cuando les cuento que el texto rendirá pleitesía a las diosas de la alta sociedad que almorzaban —Gloria Guinness, la duquesa de Windsor o Jacqueline Kennedy Onassis— y a los lugares donde celebraban su ritual del mediodía — Le Pavillon, el Colony, el Quo Vadis y La Côte Basque—, les vuelven recuerdos reprimidos por la liberación femenina y la corrección política: ¡Claro que estaban allí cuando era donde había que estar!


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Deeda Blair alaba entusiasmada la exquisita atmósfera de La Grenouille y La Caravelle, dos de los templos de la alta cocina francesa, cuando su marido, William McCormick Blair, era el embajador de J.F.K. en Dinamarca y la pareja hacía un alto en Nueva York de regreso a Washington. “Salía a comer con amigas sin más. Era diferente a lo que ocurre ahora. Los restaurantes eran tan hermosos que tenías que estar a la altura. Te ponías tu último Givenchy o Balenciaga y daba la impresión de que en todas las mesas había una jugosa conversación. Ahora todo parecen aburridos intercambios comerciales”.


Los recuerdos más entrañables de Judy Taubman provienen de Le Cirque en los ochenta, cuando los Reagan ocupaban la Casa Blanca y los magnates multimillonarios y sus esposas estaban en el candelero. “Solíamos pasarnos la vida allí —comenta de Le Cirque original, en la East 65th Street—. Cuando llegaba alguien a quien no conocías, todo el mundo quería saber quién era. La primera vez que apareció Gayfryd Steinberg era pura elegancia. Llevaba una despampanante chaqueta amarilla y, cuando entró, un murmullo recorrió el local”.


Mercedes Bass reconoce que los almuerzos en su apartamento de Park Avenue en los setenta eran “superdivertidos” porque también incluían hombres. Estaba casada con el diplomático Francis Kellogg. “Invitaba a Claus von Bülow e incluso a Andy Warhol”. Se sentaban entre damas como Estée Lauder y Doris Duke. Eso fue antes de que Mercedes se casara con el multimillonario de Fort Worth Sid Bass —se divorciaron en 2011— y recaudara millones para la Metropolitan Opera y el Carnegie Hall.


Según el fotógrafo y psicoanalista Frederick Eberstadt, miembro del universo social del Upper East Side, ni siquiera entonces las damas de Park Avenue confesaban que echaban la tarde en restaurantes de alto postín. “Iban a La Grenouille, a La Caravelle o a La Côte Basque, pero decían: ‘¡No tengo tiempo para eso!’. Hablaban de ello igual que de los estiramientos faciales. Decían: ‘¡Jamás me haría un lifting!’, con la cara tirante como un tambor”.


“Nosotros inventamos esa manera de llamarlas, las damas que quedan para almorzar", afirma John Fairchild, director de la revista Women’s Wear Daily (WWD) entre 1960 y 1996. James Fallon, el actual director, aclara: “Fue a principios de los sesenta. Eran aquellas mujeres que el señor Fairchild veía a la hora del almuerzo. Acudía a La Grenouille y entonces se escabullía hasta la cabina telefónica y llamaba a la oficina: ‘¡Enviad a un fotógrafo! Gloria Guinness está comiendo aquí’.

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Nancy Reagen saliendo de Le Grenouille, 1974

Quien estuviera en el estudio tenía que ir corriendo y hacer una foto a la dama que saliera ”Eran personas a las que no les gustaba que les hicieran fotos —cuenta Fairchild—. Marella Agnelli, la Duquesa de Windsor, Jackie O... Nan Kempner siempre conseguía zafarse de la cámara. No nos interesaba la gente del mundo del espectáculo. Había un grupo de señoras que suscitaban admiración y que iban muy bien vestidas, y en la época era importante”. Fairchild bromeaba “Se me ocurrió porque no había nada más sobre lo que escribir”. “Era la primera vez que muchas de ellas aparecían en fotografías —apunta el publicista neoyorquino Paul Wilmot—. No solo era una manera de promocionar la moda, sino que importaba quién figuraba en la foto”.


En las páginas de WWD en 1962 se publicaron en la puerta de La Côte Basque imágenes de la duquesa de Windsor con un traje de chaqueta de Dior, junto a C. Z. Guest con un vestido de Mainbocher, ambas con sombreros pillbox, guantes blancos de piel de cabritilla y zapato bajo. Y en 1967, Gloria Guinness, la esposa mexicana del banquero británico Loel Guinness, salía de La Grenouille con un abrigo de Balenciaga, guantes largos, un alto sombrero negro y un bolso de cocodrilo de Hermès. Dos años después, Annette Reed, hoy mujer de Oscar de la Renta, se marchaba de La Grenouille con traje de chaqueta, guantes, zapatos de salón, y pañuelo en la cabeza.


A principios del siglo XX, cuando las mujeres pudientes neoyorquinas comenzaron a arriesgarse a salir a almorzar ellas solas, se encontraron dos clubs recién creados: el Colony y el Cosmopolitan, que siguen gozando de un discreto éxito. El Colony, fundado en 1903, fue el primer club privado para damas de Nueva York. Aunque los establecimientos para caballeros existían en Manhattan desde hacía décadas, que las mujeres tuvieran los suyos fue un escándalo: el presidente Grover Cleveland dijo que “el mejor club y más seguro para una mujer es su hogar”. En 1911 se fundó el Cosmopolitan, que era más artístico e intelectual. Entre sus socias, la señora de John D. Rockefeller hijo.


El restaurante pionero en atraer a estas damas fue el Colony. Abrió en 1920 en la esquina de Madison Avenue con la 61st Street, a una manzana del Colony Club. En origen fue un local clandestino para ricos y sus amantes, pero en 1922 se hizo cargo de él un engolado maître italiano, Gene Cavallero, y lo convirtió en baluarte para la gente guapa y las nuevas y viejas fortunas tras la Primera Guerra Mundial.

El Colony fue el primer local en NYC con aire acondicionado a finales de los años veinte y el primero en importar Dom Pérignon en los años treinta. Allí las damas vigilaban a sus terriers junto a sus chinchillas.


Un portero conducía a los clientes al recibidor (decorado por Dorothy Draper) que daba acceso al salón de fumadores para caballeros, al tocador de señoras y a unas cabinas telefónicas con pesados cortinajes. Había una franquicia de la joyería francesa Van Cleef & Arpels. La barra del bar estaba a la izquierda, con la pared tapizada a rayas blancas y azules. Su media docena de mesas se consideraban demodés hasta que el duque de Windsor dijo en 1938 que le parecían “alegres” y eso marcó la tendencia de los futuros locales elegantes de Manhattan: los menús estaban escritos a mano en el idioma de Molière, los precios eran razonables y no había música ambiente. En 1950, iban seis veces más mujeres que hombres.


"Nos visitaban todas las damas que eran alguien, incluida Rose Kennedy, sus hijas y Jacqueline Kennedy”, recuerda Sirio Maccioni, el maître desde 1961 hasta que cerró, diez años más tarde. (Después abrió su propio establecimiento, Le Cirque, en 1974). “Los Kennedy mantenían una relación muy estrecha con el Colony y conmigo. Tengo muy buen recuerdo de Jacqueline. Era la única dama en Nueva York que tenía mi número privado. Entonces el almuerzo era más importante que la cena. Para prosperar, había que triunfar a la hora de comer”.


Entre los pocos hombres presentes, estaba Fulco di Verdura, el joyero de la alta sociedad, y Truman Capote, a quien le gustaba comer en el bar del Colony. Louise Grunwald, entonces directora novata de Vogue, recuerda que el escritor la invitó a comer allí en los sesenta, con otras seis de sus elegantes amigas: “Me sentó junto a él y me susurró: ‘¿Sabes que este es un almuerzo temático? Todas estas mujeres se han acostado con Gianni Agnelli”. Capote y Verdura formaban parte del creciente grupo de “caballeros que se reunían a comer con las damas que quedaban a almorzar”. La mayoría eran gays y muchos tenían algo que vender.

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Jackie Kennedy saliendo del Colony, Nueva York,1968[/left]
El 15 de octubre de 1941, al Colony le nació un serio competidor por atraer a la socialité neoyorquina. Esa noche, un arrogante francés llamado Henri Soulé inauguró Le Pavillon en el número 5 de la East 55th Street, justo frente al hotel St. Regis, acompañado por varios invitados apellidados Rockefeller, Vanderbilt y Kennedy. Soulé, que había empezado como ayudante de camarero en Biarritz, llegó a Nueva York en 1939 para regentar el restaurante del pabellón francés en la Exposición Universal de ese año. A él se atribuye la introducción de la alta cocina francesa en EE UU. Deslumbró a los invitados en su inauguración con una cena de cinco platos: caviar, sole bonne femme, poulet braisé au champagne, queso, y fresas con nata.

Durante el cuarto de siglo siguiente, Le Pavillon sería el principal restaurante francés de Nueva York y Henri Soulé el restaurador más altivo de la ciudad. Distribuía a las damas más importantes por los bancos de terciopelo rojo y las mesas dispuestas al frente del local, y junto a ellas se sentaban Aristóteles Onassis, Stavros Niarchos, Frank Sinatra y Salvador Dalí. El esnobismo del maître francés se reforzaba por sus precios astronómicos, pero su selecta clientela seguía volviendo. Apreciaban su sofisticación.


La gran ironía de la cultura de estos almuerzos es que a las damas les preocupaba más el ambiente que la comida, porque siempre estaban a dieta. La duquesa de Windsor no bromeaba al decir: “Una mujer nunca puede ser lo bastante rica, ni estar lo bastante delgada”, o cuando señaló, “mis amigas saben que prefiero ir a comprar que a comer”. Brigid Berlin, la hijastra del presidente de la Hearst Corporation y amiga de la duquesa, lo confirma: “Sí, iban a almorzar todos los días a Le Pavillon o el Colony, se vestían de punta en blanco y pasaban antes por la peluquería... Y no comían nada. Revolvían la comida por el plato. Todas tomaban dexedrina (anfetamina). Mi madre, Honey Berlin, solo comía cuatro espárragos. Eso era todo”.


A principios de los sesenta, esas ricas y delgadas mujeres contarían en Manhattan con bastantes más lugares en los que reunirse para no comer, incluidos varios hermanos menores del Rey Sol Soulé.


El primero, La Côte Basque, fue inaugurado por el propio Soulé en 1958. El maître cubrió las paredes con bonitos murales que representaban la costa francesa, adornó el techo con vigas de madera y añadió a su menú platos más baratos como tortillas, ensalada de cangrejo y pato a la naranja. Anunció que La Côte Basque era “Le Pavillon para pobres”. Lo regentaba la adusta Henriette Spalter, la antigua guardarropa de Le Pavillon y amante de Soulé, que se hizo conocida por su campaña en contra de que las mujeres se pusieran pantalones, llegando a pedirle incluso a la hija del presidente, Lynda Bird Johnson, que se cambiara y se pusiera una de las faldas de papel que el restaurante tenía guardadas para aquellas que violaran su rigurosa etiqueta. Nan Kempner se negó a someterse a tal humillación, se quitó la parte inferior de su traje de pantalón de Yves Saint Laurent y usó la parte de arriba como túnica.


A La Côte Basque le siguieron tres vástagos más de Le Pavillon: La Caravelle en 1960, La Grenouille en 1962 y el Lafayette en 1965. Los propietarios de este último, el saucier y jefe de comedor de Le Pavillon, Jean Fayet, y su esposa, Jacqueline, antigua cajera, también mantenían una férrea política de etiqueta: prohibieron las minifaldas y pantalones anchos. “Un día que estaba en el Lafayette, Jackie Onassis llevaba las gafas de sol sobre la cabeza —recuerda Fairchild—. El dueño le dijo que no le gustaba la gente que se ponía las gafas de sol en la coronilla, y le pidió que se las quitara”. Aún así el Lafayette atraía a las divas. Pero los Fayet en una ocasión le sacaron los colores a Bette Davis por pedirle al jugador de béisbol Yogi Berra que le firmara la carta. “Los menús pertenecen al restaurante”, le espetó Monsieur Fayet a la estrella de cine, según un artículo de Gael Greene en 1970 publicado en la revista New York. El acompañante de Davis supuestamente arguyó: “¡A 90 dólares el caracol, pueden permitirse regalar una carta!”.


La Caravelle fue inaugurado por una pareja de maîtres que habían desertado de Le Pavillon y de La Côte Basque, Fred Decré y Robert Neyzen, junto con uno de los chefs de cabecera de Soulé, Roger Fessaguet. Estaba ubicado en el 33 de la West 55th Street. El The New York Times dijo de él que era “un establecimiento de tanto calibre que es difícil resistir la tentación de describirlo como de primera fila”. WWD informó de que Happy Rockefeller y Cristina Ford habían estado allí en 1968 cotorreando sobre la boda de Jackie Kennedy y Ari Onassis.

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Truman Capote, 1969

Con diferencia, el escenario más importante de los mediodías era La Grenouille, el puesto de observación favorito de Fairchild. Regentado por Charles Masson padre, otro discípulo de Henri Soulé, y su esposa, Gisele, el restaurante todavía es considerado por muchos el más hermoso de Nueva York. Charles Masson hijo, que lo dirige ahora, cuenta: “Mi padre creyó que en un lugar muy bello las mujeres se sentirían hermosas y acudirían y los hombres vendrían detrás”.


“Todo el mundo está divino en La Grenouille —dice Carolina Herrera, que ha almorzado allí desde que se mudó de Venezuela a Nueva York en los setenta—, y puedes ver a todos gracias a la forma de la estancia”. Tanto el comedor como la parte trasera, menos deseada, tienen forma cuadrada con mesas con bancadas dispuestas por toda la pared. Las esquinas del comedor eran las mejores, y se reservaban para Hélènes Rochas y Drue Heinz, y los diseñadores que las vestían, como Yves Saint Laurent y Oscar de la Renta. La primera mujer de este último, Françoise de la Renta, antigua directora de la edición francesa de Vogue, era la reina indiscutible de La Grenouille. “Ella, como un controlador aéreo en el JFK, sabía exactamente quién estaba alzando el vuelo, quién entraba y quién estaba a punto de estrellarse”, dice John Richardson, el biógrafo de Picasso.


En 1976 Truman Capote, el único escritor que había sido admitido en aquel sancta sanctórum, destrozó este elegante y protegido universo. Publicó en la revista Esquire el relato La Côte Basque 1965, parte de su esperadísima e inacabada novela al estilo Proust, Answered prayers. Se consideró una traición a las confidencias que muchísimas damas le habían hecho a lo largo de tantos y tantos almuerzos.

Ambientado en el restaurante homónimo, el relato de semificción de Capote sobre algunos de los principales escándalos de la alta sociedad mezclaba nombres reales —Gloria Vanderbilt, Oona Chaplin, Jackie Kennedy, Lee Radziwill...— con personajes en los que apenas se esforzaba por disimular a sus amigas más íntimas. Para su disgusto, lo desterraron de sus círculos sociales. Y a fin de cuentas, nadie hizo más que el Tiny Terror [el Terror Minúsculo], como le apodaron en WWD, por inmortalizar a aquellas damas que se reunían para almorzar —aunque lo hiciera mancillando los lugares que frecuentaban— .


Al retratar a sus amigas como esnobs superficiales, histéricas y venenosas, Capote estigmatizó sus restaurantes favoritos. Quizá aceleró el éxito de tres restaurantes de dueños italianos: el Orsini’s, el Quo Vadis y Le Cirque. El Orsini’s, una cara trattoria en la West 56th St., llevaba abierta desde 1953 y atraía a estrellas de cine como Elizabeth Taylor, Lauren Bacall y Marcello Mastroianni. Hacia los setenta era muy popular entre las damas. Les chiflaba su informal comedor de paredes de ladrillo.


Quo Vadis era aún más antiguo, databa de 1946, cuando lo inauguraron Bruno Caravaggi y Gino Robusti, que dirigieron el restaurante del pabellón belga en la Exposición Universal de 1939. Ubicado en la 63rd St., a la altura de Madison Avenue, el Quo Vadis se promocionaba como continental, ni francés, ni italiano, y sus dueños eran mucho más cordiales que madame Henriette Spalter o los Fayet.


Andy Warhol le encantaba la acústica de su techo abovedado y su moqueta roja. Redactó muchos de los artículos de la revista Interview sentado en su bar, incluido uno que firmó con Truman Capote tras su caída en desgracia. En esa época yo era director de Interview, residía en el bloque de apartamentos que albergaba el restaurante y solíamos comer allí. “Se sentían muy cómodas —comenta Robert Caravaggi, el hijo de Bruno, de las damas de la vieja escuela que almorzaban en el Quo Vadis—. Creo que lo consideraban su hogar”. Cuando cerró, en 1982, una de ellas escribió una carta a los dueños: “Siempre han protegido nuestra privacidad y nos han proporcionado un servicio tan maravilloso y una atención tan personalizada que no creo que haya ningún otro establecimiento comparable al suyo”.Pero sí que lo había.

Ocho años antes, Sirio Maccioni había inaugurado Le Cirque, dos manzanas más al norte. En los ochenta había dejado fuera de competición a todos los demás restaurantes glamourosos de Nueva York. Sus asientos eran de ante beis; los murales imitaban a Versalles, con chimpancés vestidos de cortesanos retozando. Solo había una enorme estancia muy iluminada, todo el que estuviera allí era alguien. Pronto fue el sitio preferido de la Nouvelle Society de los ochenta. La publicista de moda Eleanor Lambert, que dirigía la lista de mejor vestidas, almorzaba en la misma mesa todos los días y Estée Lauder celebraba allí almuerzos para Nancy Reagan.

    Truma Capote traicionó a su amigas al retratarlas como esnobs,venenosas y superficiales. Era uno de los pocos hombres que iban a sus comidas.
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Luego estaba el Mortimer’s, en Lexington Avenue, que abrió sus puertas en 1976 y que tuvo un éxito instantáneo con sus paredes de ladrillo, suelos de madera y manteles blancos. El decorador Mario Buatta apunta: “La gente era la verdadera decoración”. El propietario, Glenn Bernbaum, un antiguo minorista, disfrutaba colocando a sus damas favoritas —Brooke Astor, Jackie O., Gloria Vanderbilt...— en la mesa junto al ventanal del establecimiento para que los viandantes pudieran mirarlas boquiabiertos. “El Mortimer’s era el más divertido —recuerda Carolina Herrera—. No era como un restaurante, más bien como un club privado”. Desapareció cuando Bernbaum falleció en 1998, pues dejó por escrito en su testamento que el establecimiento no debía continuar abierto tras su muerte.


Hoy, de los santuarios originales para almorzar sobreviven La Grenouille y Le Cirque (en su tercera y colorista reencarnación en la East 58th Street). El Orsini’s cerró en 1984, y La Côte Basque, La Caravelle y el Lutèce, en 2004 en parte por la ausencia de señoras que almorzaran en ellos.


Llegados los noventa —con los Clinton en la Casa Blanca y la feminista Hillary de primera dama como modelo femenino para las mujeres—, las comidas de mujeres de negocios sustituyeron a los almuerzos de damas, y las reinas de los medios de comunicación reemplazaron a la alta sociedad en la jerarquía de la importancia publicitaria. Diane Sawyer era la nueva Babe Paley, Anna Wintour, una Gloria Guinness moderna, y empezaron a ir con los peces gordos al Grill Room del Four Seasons.


Después de que Michael McCarty clonara su artístico bistró de Santa Mónica en la West 55th Street en 1989, el Michael’s probablemente sea el sitio más candente para almorzar en Manhattan. Según Peggy Siegal, publicista cinematográfica y una de las habituales que se reúnen allí a comer, a quienes llaman las Harpies [las Arpías]: “No hablamos de compras o de ropa. Sí, nos ponemos guapas para comer, pero el look refleja nuestra talla profesional, no lo abultada que esté la cuenta bancaria del marido o del rico viejo verde de turno”.


Hay quien opina, como Paul Wilmot, que lo que ha defenestrado los almuerzos de damas es el trabajo: “Las señoras de la alta sociedad hoy son decoradoras, trabajan en el mercado inmobiliario, pintan cuadros, diseñan joyas... Cualquier cosa para que no se las considere diletantes. Comen sus crudités con agua San Pellegrino en el Four Seasons y luego vuelven al trabajo”. Y si no tienen perspectivas de carrera, cuidan a sus hijos o bien recaudan fondos.


Las comidas benéficas son la última moda, y la más famosa de todas es el almuerzo anual del Central Park Conservancy —también conocido como Easter Parade—, que reúne a 1.200 señoras del Upper East Side con la cabeza cubierta por sombreros. Incluso en La Grenouille prevalece el nuevo orden: en agosto del año pasado se organizó allí un almuerzo para darle publicidad a Gloria. In her own words, un documental sobre la vida de la feminista Gloria Steinem y sus opiniones sobre sexo y reproducción.


El pasado verano en Southampton, Donna Karan hizo que Peggy Siegal reuniera a 50 mujeres para almorzar en el Tutto il Giorno, un restaurante de la hija de Karan, para informarles sobre su trabajo en la Urban Zen Foundation. “Hoy es muy raro que las mujeres queden solo para comer —cuenta una de las invitadas—. Se citan durante el almuerzo por alguna causa. No solo se trata de ir a La Côte Basque y ver quién está”. La propia Donna Karan lo explica: “Nuestras comidas han de tener un carácter emprendedor; en ellas tenemos que poner proyectos en marcha”.


Cuando ya me estoy marchando de la comida de la Zen Fundation, Nancy Silverman, la exesposa del primer director general de Cendant, me propone: “Debería cambiar el título de su artículo por Las chicas a las que no les gusta almorzar”.[/hide]

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Mensajepor Invitado » Jue 11 Oct, 2012 12:42 pm

¿Qué diferencia hay entre comer por hambre y comer "por placer"?


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Cuando comemos por placer en lugar de hacerlo por hambre -lo que se conoce como “apetito hedónico”- buscamos el disfrute que nos produce paladear un determinado sabor en lugar de tratar cubrir las necesidades energéticas del organismo.

Un nuevo estudio sobre los mecanismos fisiológicos que hay detrás de este fenómeno sugiere que cuando comemos por puro placer se elevan los niveles de la hormona grelina y del compuesto 2-araquidonilglicerol (2-AG), un cannabinoide endógeno, que sin embargo no se secretan cuando nos alimentamos “por necesidad”. Según los autores de la investigación, este circuito ignora por completo las señales del cuerpo que nos indican que hemos comido lo suficiente para recuperar los niveles de energía del organismo. “Las comidas especialmente sabrosas, omnipresentes hoy en día en nuestra dieta, contribuyen al apetito hedónico, que a su vez aumenta los índices de obesidad”, tal y como explica Palmiero Monteleone, de la Universidad de Nápoles (Italia), en un artículo que publica la revista Journal of Clinical Endrocrinology & Metabolism (JCEM).




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