TRAGEDIA AEREA

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Assia
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Mensajepor Assia » Sab 28 Mar, 2015 12:33 am

Solo se con certeza que tanto la prensa espanola como la australiana,estan ganando mucho ''pagne'' con ese accidente donde tantos seres humanos han perdido sus vidas.Comentarios que no sabemos con certezas.'' El piloto estaba en tratamiento medico... la novia del piloto ha comentado que si, sufria de depresion...'' y todo esto en titulares en las primeras paginas de la prensa escrita para vender periodicos.

Segun 1 experto australiano en aviones,dijo que el AIRBUS tenia 25 anos,pero que 1 avion de 25 anos no es viejo para hacer vuelos. Todos dan sus opiniones y solo son opiniones y titulares sensacionalistas para vender periodicos o salir de ''expertos'' en los medios de comunicacion. como dije en 1 mensaje mas arriba: ''LOS MUERTOS NO HABLAN.''

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Mensajepor Invitado » Sab 28 Mar, 2015 4:03 pm


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sinverguenzas!

Mensajepor Invitado » Sab 28 Mar, 2015 5:25 pm

Como siempre el PP con la victimas y la izquierdona boicoteando.

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Mensajepor Invitado » Sab 28 Mar, 2015 9:56 pm

Secreto

ENRIC GONZÁLEZ



NUNCA le he visto mucho sentido al asunto del secreto médico. Preciso que no me refiero a lo que el paciente le cuenta al médico o lo que el médico le cuenta al paciente, asuntos privados, especulativos y socialmente irrelevantes, sino a los hechos: diagnósticos en firme y, sobre todo, tratamientos.

El jardín en el que me estoy metiendo, celosamente protegido por el ramo de la medicina, va mucho más allá del piloto alemán. Cito al doctor Gonzalo Herranz, médico y profesor honorario de la Universidad de Navarra, en un documento sobre bioética: «El secreto médico puede ser derogado sólo cuando está en juego un bien mayor, como pueda ser la salud de otras personas (enfermedades infecciosas, por ejemplo) u otros bienes sociales de superior categoría (procesos legales con inculpación de inocentes, etcétera)». Lo del piloto alemán, por tanto, no es ajeno a las hipótesis derogatorias y, además, se trata de algo estadísticamente insólito. Me parece que ciertos problemas psiquiátricos de un piloto de aviación, un maquinista ferroviario o un simple conductor de automóvil pueden afectar a la salud de otras personas y, por tanto, deben ser comunicados a sus empleadores o a la DGT, para que se suspenda su licencia durante el tiempo necesario. Ocurre, sin embargo, lo contrario. El secreto se impone de forma automática, pese a que las consecuencias del secreto puedan ser más catastróficas que una infección masiva.

Creo en el derecho a la intimidad, a la imagen y a la privacidad. También creo que un médico tiene, por ejemplo, el deber de atender a un delincuente en fuga sin revelar nada a la policía. Esas cosas no se discuten: la relación de confianza entre médico y paciente ha de ser protegida. Otra cosa, como decíamos antes, son los hechos. Y los tabúes. Si creemos que la enfermedad no causa erosión alguna en la dignidad esencial de la persona, ¿por qué ocultarla? Ciertas enfermedades y sus correspondientes tratamientos impiden (ahora pisamos el terreno de lo factual) la práctica de determinados ejercicios. Alguien con epilepsia o delirios psicóticos puede ser un gran matemático, o programador, o artista, pongamos por caso. No debe, en cambio, ejercer como dinamitero o controlador aéreo hasta recibir el alta médica. ¿Dónde está la necesidad de mantener en secreto las enfermedades? No la hay, salvo que queramos velar por la supervivencia de tabúes estúpidos. Como los referentes a las enfermedades psiquiátricas.

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Mensajepor Invitado » Sab 28 Mar, 2015 10:17 pm




Querido J:

Un hombre echa un avión al suelo y mata a 149 personas que no conoce y con las que no guarda, por lo tanto, ninguna relación de animosidad. El detalle es importante. Al fin y al cabo el asesino de Relatos salvajes elige un espectro de víctimas que va desde su psicoanalista hasta sus culposos papás. La ausencia de relación con las víctimas es la que lleva a los investigadores a especular con el móvil terrorista. Es decir a que el copiloto alemán asesinara a sus víctimas como un medio de propaganda e intimidación política. Pero hasta el momento los investigadores no encuentran la matriz política de la conducta. Deciden, por lo tanto, que la acción del piloto es la propia de un enfermo mental, sin más. Como comprenderás, querido amigo, aquí empieza a desencadenarse un alud de problemas. Trataré de ordenarlos. El primero afecta a la culpabilidad. Sabes bien que no podemos vivir sin culpables. Y un loco dificulta mucho la atribución de culpables. Se echan las manos a la cabeza. ¿Cómo es posible que un loco de tal magnitud superara los tests psicológicos de la compañía? La falacia retrospectiva es de tal obviedad que duele mirarla. Pero habrá que explicarles a los niños que el hombre que pasó los tests de conducta aún no había echado abajo ningún avión. Que se sepa. La estupidez esencial de esta afanosa búsqueda de responsabilidades debe observarse a la luz de un suceso raro, pero que se da a veces: el deportista de élite que cae fulminado en medio de la cancha. Él también había pasado todos los controles. Y cayó. Si el corazón padece infartos, no habría de padecerlos también la conciencia. ¿Es acaso la conciencia algo menos físico que el corazón? ¿Es que la interrupción de la conciencia exige siempre preámbulos? ¿Es que todas las advertencias de la enfermedad mental son siempre visibles? Y hablando de enfermedades, me disculparás mi querido amigo que no pierda la oportunidad... Hoy los veo muy drásticos exigiendo tests de conducta, trazando una nítida y vigorosa línea recta entre la salud y la enfermedad... Sí, muy drásticos, amigo, y son los mismos que hace unos días reivindicaban que la enfermedad fuera considerada otra manera de ser. ¡Hasta sacarla del diccionario querían! Los mismos, sí, que exigen hoy irrevocable despotismo matemático al test psicológico y dicen que Lufthansa es poco menos que la nave de los locos. Sobre las señales previas bastaría una leve reflexión, también en forma de pregunta: ¿Qué señales previas habría de dar un hombre capaz de estrellar en los Alpes un avión rebosante de vidas ajenas? ¿Qué mosaico monstruoso de señales que no fueran capaces de percibir psicólogos, familia, amigos, compañeros de trabajo? Tal derrumbe habría de venir anunciado por innumerables corrimientos de tierra. Y sin embargo. Lo que le están diciendo a Lufthansa, en el fondo séptico, es que era previsible que el copiloto echara el avión al suelo.

Descartado el móvil terrorista, emerge el móvil por amor. Lo había dejado la novia. Me atrevería a decir, y es que soy realmente atrevido, que el 99,9 % de personas que sufren depresiones y el 99,99 % de personas que padecen penas de amor no estarían demasiado interesadas en estrellar un avión en los Alpes o de entrar en una escuela y ametrallar al alumnado. Francamente, creo que para recorrer el camino que va de una depresión al asesinato colectivo hace falta un plus. Pero lo que resulta estupefaciente es el prestigio exculpatorio que adquiere siempre la política. Basta con comparar dos nombres. Uno el de Taj Muhammad, 27 años, terrorista del TTP (Tehrik-e Taliban Pakistan). Dirigió los dos grupos que entraron el 17 de diciembre del año pasado en la escuela del Ejército de Peshawar y mataron a 148 personas, en su mayoría niños. Otro el de Adam Lanza, de 20 años. Fusiló a 26 personas en la escuela Sandy Hook de Newton y después se suicidó. Un enfermo mental, obviamente. Aún no he visto en parte alguna que se especule con la salud mental del terrorista paquistaní. Ni con la del noruego Breivik, al que bastó no sé qué relato racista para que el mundo proclamara que estaba en sus cabales, elhijodeputa. Y, desde luego, tampoco se habría especulado con la salud del copiloto Andreas Lubitz si, con independencia de sus bajas médicas por depresión, las paredes de su casa de Dusseldorf hubieran exhibido proclamas islamistas, en vez de fotografías y motivos vinculados con la aviación y con la compañía Lufthansa para la que trabajaba. La opinión generalizada habla siempre con gran desparpajo de «locuras por amor». Pero las locuras por política no existen en los diccionarios. Lo que quiere decir que la política goza de la insondable capacidad de convertir cualquier locura en una prestigiosa motivación cuerda.

Los periódicos andan llenos de porqués, como pasa cada vez que un suceso nos interroga en el filo más sombrío de la condición humana. Pero respecto a la tragedia de los Alpes no hay respuesta. El conocimiento humano es incapaz, hoy por hoy, de responder a la pregunta de por qué el copiloto Lubitz asesinó a 150 personas, incluyéndose. Como hizo el fiscal de Marsella, de un modo ejemplar y tan inusual en fondo y forma al de nuestras autoridades, lo máximo que puede hacerse es ir reuniendo pedacitos de cómo junto a la pared. El piloto se levanta. Al baño, probablemente. El copiloto pone el avión en modo descenso. Su respiración acompasada. Los golpes. Los gritos. El silencio. El papel de una baja médica roto a pedazos en la papelera. Unas paredes de aviones. Una novia difícil. Una escuela de pilotos en Fénix.

Solo el lento y minucioso despiece del cómo frente al rápido y abrasivo alcohol del porqué permite a la humanidad aprender. Algo infinitamente más práctico que entender.

Sigue con salud

A.

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Mensajepor Invitado » Sab 28 Mar, 2015 10:29 pm

menudas pajas mentales que se hace la peña con estos temas.


también vamos a tener que estar pendientes de la situación de todos los panaderos(por poner un ejemplo más) por si se les cruza el cable, echan matarratas en la levadura y envenenan a medio barrio??

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minority report

Mensajepor minority report » Dom 29 Mar, 2015 1:10 am

pues eso se pretende con la inestimable ayuda de la "sabia ciudadania"

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cronica

Mensajepor cronica » Dom 29 Mar, 2015 1:50 am

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PILOTO ‘NO APTO’
La larga maratón hacia la tragedia del alemán Andreas Lubitz. Empezó su carrera con un “no apto”, en Phoenix (EEUU), donde Lufthansa manda a sus aspirantes a piloto, y terminó estrellando un avión con 150 personas en Los Alpes donde solía practicar vuelo sin motor. Era una ‘bomba andante’ y nadie supo verlo



LLEGÓ AL PRAT DE BARCELONA MEDICADO SIN CONTROL

En las montañas donde estrelló el avión, Andreas Lubitz solía practicar vuelo sin motor. Los Alpes le apasionaban de “forma obsesiva”. Sus buenas notas ayudaron a maquillar sus “problemas de capacidad mental”. Ocultó en su historial varias bajas psiquiátricas, incluida una con la fecha del día de la tragedia

ROSALÍA SÁNCHEZ


Desde su inauguración en el año 1937, el puente Golden Gate de San Francisco se ha convertido en un santuario de los suicidas. Desde aquel año, más de 2.000 personas se han lanzado al vacío desde esa bella estructura buscando la muerte, en una caída libre de aproximadamente cuatro segundos de duración y tras el duro impacto con las gélidas aguas sobre las que se eleva el coloso de hierro. Éste fue el lugar elegido por Andreas Lubitz para fotografiarse durante una excursión que realizó a San Francisco en 2011. Ésta fue la imagen que seleccionó para colgar en su cuenta de Facebook a modo de resumen del viaje y que hoy contemplamos en su dimensión premonitoria. Quizá se trataba ya de esa llamada desesperada de atención que, según los psiquiatras, realizan todos los suicidas. Porque por esas fechas Lubitz ya se sabía en una carrera contra sus limitaciones, en última instancia contra sí mismo, en la que terminó arrastrando a las 149 personas del A320 de Germanwings.

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EL PUENTE DE LOS SUICIDAS

ESTADÍSTICAS. The Bridge (El puente), documental de Eric Steel estrenado en 2006, documenta que una persona cada nueve días se arroja desde el Golden Gate de San Francisco (California, Estados Unidos) junto al que se fotografió el copiloto.

OBSESIVO. Su perfil en Facebook prueba que todo en su vida giraba en torno a la idea de volar. En sus «me gusta» figuraban, principal - mente, webs relacio nadas con la aviación como la de Lufthansa, Ger man wings, A320 Technical (mo delo del avión que estrelló) y una de chistes de aviación. Su otra obsesión era su novia. Tras haberse separado, estaba en una «severa depresión», ha asegurado su ex pareja.[/table]
«Sus padres estaban muy orgullosos de él, era un chico estupendo, educado y un gran deportista», comentaba el pasado martes, ante las cámaras de televisión, una vecina del barrio residencial a las afueras de Montabaur, poco después de estrellarse el avión y cuando el copiloto, nacido en 1987, era considerado todavía una víctima más de algún fatídico fallo técnico o mecánico.

«Siempre que estaba aquí salía a correr muy temprano. Hace años, cuando aún estaba estudiando, tenía que entrenar muy duro porque las pruebas físicas para ser piloto son muy exigentes. Más recientemente, entrenaba para correr la media maratón de Lufthansa en Fránkfurt, en la que participaba todos los años», anotaría una conocida de la familia cerca de Spiessweiher.

Pero la carrera decisiva de Andreas, un niño bien de la Alemania profunda, sometido a una enorme presión para llegar a ser piloto y persona ejemplar, no tenía lugar en el plano deportivo, sino en los intrincados vericuetos de su mente. Cuando su inestabilidad psicológica se convirtió en un obstáculo para su carrera de piloto, optó por ignorarla y ocultarla a su entorno laboral. Como buen corredor de fondo, sabía que lo importante era respirar acompasadamente hasta el final y soportar el dolor en solitario y en silencio, sin apartar su voluntad del objetivo.

Sus primeras clases de vuelo las recibió en el club deportivo local LSC Westerwald, todavía siendo un adolescente. Otros chicos también asiduos al club recuerdan que «su único sueño era volar» y subrayan el carácter «obsesivo» de su afición. «Su afición, su trabajo, todo era lo mismo y no había mucho más que eso en su vida», describe a Andreas Libitz un compañero de clase que había perdido el contacto con él desde hacía años pero que recuerda a la perfección que «siempre fue muy obsesivo, quería ser piloto por encima de todo». Otro miembro del LSC Esterwald confirma que Andreas tenía las paredes de su habitación, en la casa familiar, «empapeladas» con fotografías de aviones y con el logotipo de Lufthansa, y añade además un dato escalofriante a la luz de los últimos acontecimientos: «Era un apasionado del vuelo sin motor y de los Alpes, ambas cosas de forma obsesiva. Yo mismo le acompañé durante unas vacaciones y sobrevolamos juntos practicando vuelo sin motor la misma zona en la que estrelló el avión».

De lo que sabemos por su expediente, no puede deducirse con exactitud si fue antes el huevo o la gallina, si sus problemas mentales y sus entregas obsesivas comenzaron a apartarle de su meta profesional o si fue ver alejarse esa meta lo que sumió al joven en un callejón psicológico sin salida. Pero lo que sí es un hecho es que tras comenzar a formarse en la escuela de Lufthansa en la ciudad alemana de Bremen, pasó también por el prestigioso centro de formación de Phoenix, en EEUU y fue declarado «no apto» por las autoridades estadounidenses de ese aeropuerto, en el que realizó prácticas de vuelo de aeronaves de un solo motor.

El motivo alegado para etiquetarlo de «no apto» y recomendar un «seguimiento médico regular especial» fueron los «problemas de capacidad mental» que habían sido detectados por sus instructores. Esta calificación tuvo en él a su vez un efecto psicológico devastador que le obligó a abandonar la formación como piloto de Lufthansa en 2008 y durante un periodo de baja de seis meses debido a que sufría «ataques de pánico y crisis de ansiedad». Durante ese periodo, sin embargo, no abandonó los duros entrenamientos y siguió corriendo aunque, a diferencia de los grandes corredores de maratón, que superan los altibajos físicos de la carrera gracias a sus recursos mentales, Lubitz se esforzaba por superar sus altibajos mentales a base de esfuerzo físico. Hasta que perdió el control.


“DEPRESIVO PROFUNDO”

Según ha revelado el diario alemán Bild basándose en informes médicos de la autoridad alemana de supervisión de transporte aéreo, la Luftfahrtbundesamt, Lubitz sufrió en 2009 un «episodio depresivo profundo». Este organismo transmitió toda esta información a Lufthansa, por lo que la empresa debía tener noticia del estado mental del joven. Tras ese paréntesis, siempre según Bild, habría sido sometido a tratamiento durante año y medio mientras continuaba con sus estudios.

A pesar del grave tropezón en su historial, dada la gran importancia que Lufthansa concede a la «estabilidad emocional» en su proceso de selección y formación de pilotos, sus buenas calificaciones y su enorme tesón consiguieron borrar esa parte de su expediente en la percepción de la empresa instructora y, finalmente, consiguió titularse como piloto. En septiembre de 2013, la revista Aviation Business Gazette, publicó incluso que Andreas Günter Lubitz había sido incluido en la base de datos de la Federal Aviation Administration en reconocimiento a la excelencia de su formación. La situación de su salud mental sólo salió a relucir, de hecho, cuando la Fiscalía de Düsseldorf, tras abrir una investigación por homicidio a causa del siniestro aéreo, se vio en la necesidad de dar una respuesta rápida a las filtraciones publicadas por la prensa norteamericana.

De cara a su entorno laboral, el joven había logrado superar esa barrera de los 30 o 35 km que los corredores de maratón tan bien conocen. «A menudo, cuando volábamos juntos, me contaba anécdotas de su etapa de formación y me hablaba de lo feliz que se sentía en su trabajo», recuerda Frank Woiton, piloto de 48 años a cuya tripulación fue asignado Lubitz a menudo durante su primera etapa como copiloto. «Me decía que pronto podría cubrir vuelos de largo recorrido y que quería ser capitán», reconoce. «Dominaba la aeronave muy bien, tenía todo bajo control e infundía confianza, por eso en varias ocasiones yo también lo dejé solo en la cabina para ir al baño». Pero en el plano personal todavía faltaban por cubrir etapas importantes y los últimos hallazgos apuntan a que fue en este tramo en el que Andreas derrapó y perdió definitivamente el control de sus actos. El pasado viernes interrogaron los agentes de la Fiscalía a su novia, con la que según la prensa alemana había salido varios años y con la que había hecho planes para casarse en 2016. Recientemente, junto a su nombre, el copiloto había colocado un segundo apellido más en el buzón de su piso en Düsseildorf, Goldbach, aunque no hay constancia de que nadie se hubiese mudado a vivir con él. Al contrario, el testimonio de la joven confirmó, según informaba iTele, que habían roto y que Andreas estaba sumido en una «severa depresión».

En su comportamiento comenzaron a aparecer claros indicios de que sufría un trastorno. Después de la ruptura, por ejemplo, se presentó en un concesionario de Düsseldorf y encargó en apenas media hora dos modelos diferentes de Audi, comentando al vendedor que uno era para él y otro para su novia. Él mismo se daba cuenta, en momentos de lucidez, de que no era dueño de sus actos y había comenzado a acudir al médico.


FRÍA Y MEDITADA DECISIÓN

El psiquiatra que le atendió no tuvo dudas de que no estaba en condiciones de seguir trabajando, por lo que le extendió una baja médica que incluía la fecha del 24 de marzo. Sin embargo, según descubrieron los agentes de la Fiscalía en el registro de su piso tras la catástrofe aérea, Lubitz no informó a su empresa sobre la baja y siguió trabajando como si nada hubiera pasado.

En ese mismo registro aparecieron otras bajas médicas, igualmente no entregadas en el departamento de Personal al que estaban dirigidas y guardadas en un cajón. Y en el ordenador que fue incautado en su casa había además pistas que arrojaban luz sobre el detonante de su fría y meditada decisión.

En estas condiciones, medicado sin control y ocultando una baja médica, Lubitz aterrizó en la terminal T2 de El Prat a las 8:55 horas del martes, una mañana fría y lluviosa. Era el primer salto de la ruta entre Dusseldorf y Barcelona del día. El Airbus A320 de Germanwings, el mismo que poco después iba a estrellarse, llegó con un ligero retraso, una demora similar a la que iba a sufrir en la salida a las 10:01, 35 minutos después de la hora prevista, debido a la congestión aérea. Como es habitual, un equipo de limpieza subió al aparato. El comandante bajó a tierra para tomar el aire y revisar el estado del avión en compañía de un mecánico, según fuentes aeroportuarias. A pesar de que podía haber ordenado a Lubitz que se ocupase de supervisar la acción, prefirió hacerlo él mismo, algo bastante habitual en el sector. Permaneció en la cabina del avión descansando, junto a un finger de la T2.

La Policía española ha recibido el encargo de averiguar si el copiloto alemán hizo desde el aeropuerto alguna llamada con su teléfono móvil o si recibió algún mensaje. Investigan también las grabaciones de las cámaras de seguridad de las instalaciones para descartar que se hubiera reunido con alguien, cualquier ayuda para explicarnos lo que apenas un rato después quedaría grabado en el archivo de audio de una de las cajas negras del avión. Después de situarse el avión a la altura aconsejada por la torre de control de Marsella y de una afable charla en alemán con el piloto, este abandona la cabina para ir al baño y Andreas tarda apenas unos segundos en bloquear la puerta.

A continuación manipula los mandos dejando el avión en caída libre. Se escuchan tres llamadas consecutivas de alerta de la torre de control y no contesta a ninguna de ellas. Quedan grabados los gritos y los golpes de un hacha contra la puerta de la cabina, intento desesperado del capitán por evitar lo que ya era evidente mirando a través de las ventanillas. Y un sonido acompasado se mantiene durante los ocho minutos de descenso, ajeno al dramatismo del momento y aparentemente sin alterarse ante la inminencia de la fría y enorme pared de piedra con la que los bellos Alpes están a punto de recibir al avión. Es el sonido de la respiración de Andreas, que sigue corriendo, hasta llegar al final.

Con información de Héctor Marín

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Mensajepor Assia » Dom 29 Mar, 2015 1:09 pm

Segun los titulares de http://www.elpais.com El piloto le grito al co-piloto Lubitz:
'' POR DIOS, ABRE LA MALDITA PUERTA.'' No se de donde habra sacado EL PAIS esa frase; no se si la caja negra la han encontrado y han podido oir esa frase del piloto. Si es cierto que el piloto grito esa frase, NO QUIERO NI IMAGINAR EL MIEDO QUE PASARIAN LOS VIAJEROS MAS CERCANOS A LA CABINA Y EL RESTO DE LA TRIPULACION.

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Mensajepor Invitado » Dom 29 Mar, 2015 5:14 pm





Acaba de venirme a la memoria: en el Dia de la Hispanidad con el Homenaje a Los Caidos por la Patria, los peperos silbando y abucheando a zapatero. Bonito respeto a los muertos. no te jode.... inolvidable por vomitivo.
Que hable esta gentuza de respetar... anda anda...

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Mensajepor etiope » Dom 29 Mar, 2015 9:06 pm

La segunda caja negra aun no la han encontrado. De la primera, la cual estaba hecha pedazos, han sacado un guion que da para otro Quijote de tres partes. Impresentables.

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Mensajepor Sor_Citroen » Dom 29 Mar, 2015 10:39 pm

etiope escribió:La segunda caja negra aun no la han encontrado. De la primera, la cual estaba hecha pedazos, han sacado un guion que da para otro Quijote de tres partes. Impresentables.


Entonces da igual que se encuentre esa segunda caja o no. Tampoco te lo ibas a creer. :roll:

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Mensajepor etiope » Lun 30 Mar, 2015 7:43 am

Sor_Citroen escribió:
etiope escribió:La segunda caja negra aun no la han encontrado. De la primera, la cual estaba hecha pedazos, han sacado un guion que da para otro Quijote de tres partes. Impresentables.


Entonces da igual que se encuentre esa segunda caja o no. Tampoco te lo ibas a creer. :roll:


Pues no la verdad. El mundo está lleno de gente con depresión y hasta la presente nadie con esta enfermedad se ha llevado consigo a tanta gente al otro lado. En cuanto a la segunda caja, para tu información, están los datos técnicos del aparato. Así que cada uno, saca sus conclusiones, no te parece?

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Mensajepor Invitado » Lun 30 Mar, 2015 10:14 am

Habrán sido los marcianos, claro.

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Mensajepor etiope » Lun 30 Mar, 2015 2:59 pm

Si, también circula eso. Lo que está claro es que no hay nada oficial, que hay 149 victimas y un suicida que se las llevó con él. Yo me concedo el beneficio de la duda y me pregunto si en realidad no fue un fallo técnico, mecánico....Me cuesta creer que una persona con depresión haga algo así.




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