Borja Thyssen, junto a una obra de Alex Katz. BORJA THYSSEN"NO SOY MIEDOSO. YA LO PERDÍ TODO Y TODO LO RECUPERÉ"En su primera entrevista a un periódico, Borja Thyssen habla sobre su nuevo 'oficio', coleccionista de arte, inspirado por su padre. De eso y de otros asuntos habla aquí en exclusivaANTONIO LUCASEn la sala del patronato del Museo Thyssen-Bornemisza, alrededor de una mesa ovalada de resonancia artúrica, se despliegan Borja Thyssen, Blanca Cuesta (su mujer, que esponja largos párrafos para afianzar lo dicho por él), Guillermo Solana (director del Museo Thyssen-Bornemisza) y, a ratos, José María Goicoechea (responsable de Comunicación de la pinacoteca). La entrevista empieza como una entrevista y pronto adquiere unos modales polifónicos que amenazan con confundirlo todo. Es más, por momentos podría ser otra cosa: un vendaval, un ruido, el estertor de un volcán, el runrún que precede a un terremoto... (Blanca Cuesta interrumpe a Borja Thyssen. Borja Thyssen busca su turno de palabra). Al final, salió entrevista.
Borja Thyssen es el quinto hijo del barón Hans Heinrich von Thyssen-Bornemisza, uno de los coleccionistas de arte más impetuosos de la segunda mitad del siglo XX. Lo adoptó en 1984. El barón dejó al morir, en 2012, una fortuna de más de 3.000 millones de euros, a repartir entre hijos, viuda y demás.
Con su madre, Carmen Cervera, ha tenido varias escaramuzas por desacuerdos con la herencia que dejó el padre, entre otros asuntos. Durante años perteneció al bestiario humano que hace nido en las exclusivas de las revistas del corazón. Hacienda le echó el lazo y lo acusó de fraude fiscal en 2007, pero ganó el juicio a Hacienda en 2019. Hace años que abandonó la idea de hablar en público.
Esta de EL MUNDO es la primera entrevista que accede a dar a un periódico. Y lo hace meses después de firmar, junto a su madre, el contrato con el Ministerio de Cultura por el alquiler de la colección "compartida" que ambos tienen depositada en el museo: 330 obras (Gauguin, Van Gogh, Monet, Renoir, Picasso, Braque... Hopper) depositadas durante 15 años y por el que la rama española de los Thyssen recibe 6,5 millones de euros anuales, a repartir entre madre e hijo en distintos porcentajes.
Borja Thyssen ama España, pero su residencia fiscal está en Andorra. También tiene nacionalidad suiza y casas en varios países. En el último año ha comprado 32 piezas de arte. Su propósito es continuar la colección familiar allí donde su padre la detuvo, en los años 80 del siglo pasado. Acumula más de medio centenar de obras. Busca la veta buena entre artistas muy jóvenes. Quiere hablar de pintura, pero es difícil dejarlo sólo ahí después de lo que trae a cuestas. Espigó en un comedor forrado de gauguins. Lamenta no haber ido al instituto ni a la universidad. "A los 16 años no sabía hablar en público, imagínese", informa. Hoy lleva la barba crecida. Este es el resultado de una entrevista que fue tremor de muchas voces a la vez, rumor de sable. Y entre dos ruidos, rescatamos esto.
Después de verle en otros 'escenarios' durante años, resulta algo extravagante escucharle ahora hablar de arte... Sinceramente, soy alguien a quien no le gusta estar bajo el foco ni decir lo que tengo o lo que no tengo. Hablaremos de eso, imagino... Mi pasión es el arte, aunque creo que lo sabe poca gente. Igual que no se tiene claro que cuando mi padre falleció [el barón Hans Heirinch von Thyssen-Bornemisza, en 2002] me dejó una importante colección de arte que comparto con la colección Carmen Thyssen.
¿Compartida? Sí, es una colección compartida... Desde que era joven me he esforzado por aprender y dar continuidad, de algún modo, a la estela que mi madre ha emprendido en el ámbito del arte. En el acuerdo que se firmó con el Ministerio de Cultura (en febrero) para el alquiler de la colección Carmen Thyssen por 15 años, mi firma también está. Y eso marcó un antes y un después en algunos asuntos.
¿En qué sentido? Mucha gente se dio cuenta de que no sólo era la colección de Carmen Thyssen, sino que había alguien detrás que también estaba implicado en esa colección. Así que mi mujer y yo hemos decidido emplear nuestra vida en ampliar al legado que dejó mi padre y del que una parte me corresponde. Las últimas piezas que adquirió de arte contemporáneo llegan hasta los años 80, y ahí se detuvo. Mi intención es continuar la colección a partir de ese momento.
¿Está más seguro en el mundo del arte que en el anterior, el de las portadas de las revistas del corazón? Mucho más. El arte es mi mundo. Llevo en él, de una manera u otra, desde niño. Con mi padre conocí museos, galerías, artistas, marchantes... Cada vez que estábamos en Villa Favorita [la mansión familiar de los Von Thyssen en Lugano, Suiza, que Tita Cervera vendió en 2015 por algo más de 60 millones de euros], me explicaba cada uno de los cuadros de su colección. Nuestro comedor conectaba con la galería abierta al público. Cuando ésta cerraba para las visitas salíamos a ver los cuadros nuevos que había comprado, me contaba anécdotas de las obras o de los pintores, me enseñaba a mirar las piezas... He crecido entre pintura... En el comedor de Villa Favorita estábamos rodeados de obras de Gauguin, en el baño de cortesía colgaba un arlequín de Toulouse-Lautrec y en el baño del barón [habla cruzando en la conversación "mi padre" o "el barón"] Mujer en el baño, de Lichtenstein, que hoy está aquí, en el museo... Allá donde mirases había arte. Tenga en cuenta que mi padre compró, durante un periodo de su vida, alrededor de 50 obras al día.
¿Cada día? Sí. Y algunos años, más. Cuando pasó los negocios a su hijo mayor incrementó la pasión coleccionista. Y no sólo disfrutaba teniendo las obras que quería, sino compartiendo tiempo con los artistas que le gustaban.
¿Alguien que a usted le impresionara? Artistas, muchos. Pero también recuerdo a Simon de Pury [subastador estrella de la firma Sotheby's]. Él fue el curator de Villa Favorita. Mi padre lo contrató para que le ayudara a confeccionar su colección. [En su libro El subastador. Aventuras en el mercado del arte, De Pury deja colgando una frase singular: "Villa Favorita parecía una torre de Babel con un elenco sacado de La familia Monster"]. Con Simon he hablado muchísimo de cuadros y artistas. Aún mantenemos la relación.
¿Y los artistas? Es que el barón trataba a muchos. Citar sólo a uno... Aunque quizá quien más me impactó fue Lucian Freud. Le hizo un retrato a mi padre cuando ya salía con mi madre. El barón mantuvo una buena relación con él en Londres, igual que con Francis Bacon... Aunque a mi madre no le gustaba mucho que saliese con ellos... Decía que eran gamberros, muy bebedores, que se movían por un Londres lumpen. Además, sus estudios eran un caos y ella asegura que debajo de las cajas y las telas amontonadas siempre aparecían ratones.
¿Usted qué busca en la pintura? Pasión. Cuando veo algo que me emociona me genera estrés no poder tenerlo. En las galerías me ha sucedido que al ver una pieza que me asombra siento ansiedad. Y si es así, intento ver todo lo que hay de ese artista. Algo que decía mi padre me ha servido mucho: "Una obra de arte tiene que ser 50% corazón". Nunca compraré una pieza que no me guste, por muy interesante que pueda ser para especular. Yo no estoy aquí para eso. No compro por inversión.
¿Ni por especulación? Le aseguro que no.
Borja Thyssen, tras su mujer, Blanca Cuesta.¿Cuántas piezas tiene su colección contemporánea? Más de medio centenar de obras. De las últimas que hemos adquirido está Vivien, una pieza de Alex Katz fechada en 2016. Es un artista que viene del pop, del que no había pintura en el museo, coetáneo de Warhol y Lichtenstein, de quienes sí hay obra aquí adquirida por el barón. Además está vivo y continúa trabajando. Pero me interesan, sobre todo, artistas del siglo XXI. Muchos nacidos a partir de los años 70 que viven en un mundo que es el nuestro: globalizado, virtual, conflictivo... Son creadores que están en proceso de fundar escuelas o movimientos nuevos. Sólo el año pasado compré 32 piezas. El arte es muy adictivo, una droga.
¿De quiénes? Robert Nava, Jordan Kerwick, Ayako Rokkaku, Maja Djordjevic, Katherine Bernhardt, Andi Fisher... Y no sólo pintores. También me interesa el trabajo de Nadi Ospina, Arnadldo Pomodoro o Thomas Ruff.
¿Y lo primero que compró? De las primeras obras serias que adquirí junto a mi mujer destacaría una de Keith Haring (lo que compramos antes de eso aún no iba en serio). Ahora buscamos piezas de artistas más jóvenes que nosotros. Me interesan aquellos que ya tienen estilo propio, que tienen su sello, que los reconoces de un solo golpe de vista. Robert Nava, por ejemplo. Empezó haciendo dibujos para skaters a 2.000 dólares y ahora está muy fuerte en el mercado. Nosotros compramos a 10.000 o 20.000 algunas obras suyas y ahora están más allá del medio millón de dólares. Desarrolla una línea Basquiat... Quien arriesga compra arte contemporáneo. Es lo que hizo mi padre contra el criterio de mi abuelo, a quien sólo interesaba el arte clásico.
¿Cuántos asesores tiene? Mi filtro principal es Guillermo Solana, director del Museo Thyssen. Si me dice que una pieza no la ve para el museo pierdo el interés. Compro con la intención de que algún día se puedan disfrutar aquí. También pregunto a algunos amigos vinculados al mercado del arte. No soy partidario del asesor único.
¿Le acorralan para comprar? Sé cómo deshacerme de los que actúan así. Recibimos muchas propuestas de compra de galerías, de particulares... Pero soy cauto. Miro, busco, comparo precios... Nunca me acelero.
¿Y si algo deja de gustarle, lo vende? No, lo invisibilizo. Me lo llevo a alguna de las casas que quizá no frecuento tanto, les doy la vuelta contra la pared, los oculto detrás de otros, los castigo. Depende.
Tuvo un largo litigio con su madre por dos obras que reclamó como parte de su herencia, 'Una mujer y dos niños junto a una fuente', de Goya, y 'Bautismo de Cristo', de Giaquinto. ¿Por qué los reclamó? Porque eran míos. Aparte de la colección que mi padre me dejó y que comparto con la colección de mi madre, me dejó esos dos a título personal. Estaban colgados aquí, en el museo, y cuando los reclamé mi madre adujo que no me pertenecían. Los dos sabíamos que no era así. Acredité con documentos que eran míos y lo tuvo que reconocer. Por cierto, el Giaquinto llega hoy [por el miércoles] para ser expuesto en el museo.
Aquel Goya que propició la pelea con su madre lo sacó a subasta en 2016, pero se arrepintió antes de que ésta se produjese, ¿lo hizo para cubrir el pago que le exigía Hacienda por presunto fraude fiscal tras el cobro de unas exclusivas? Lo de Hacienda no tuvo nada que ver con mi decisión. Y en 2019 quedé absuelto de cualquier delito por fraude fiscal [La Fiscalía pedía para el hijo de Carmen Cervera dos años de prisión y una multa de 595.000 euros, además del pago de 592.557,72 euros en concepto de deuda tributaria. El motivo: el importe cobrado por tres exclusivas a una revista del corazón en 2007]. Poner a la venta el 'goya' fue por un cambio de residencia a Londres. Además, no es un cuadro que encajara en mi colección. Si fuese un 'goya' importante no lo habría intentado subastar. Por otro lado, creo que es muy lícito que un coleccionista venda su obra si así lo considera. Villa Favorita la compró mi abuelo con el importe de la venta de un watteau que ahora está en la National Gallery de Washington, El Payaso. Otra cosa es hacer lo que hacen los fondos de inversión, que es buscar en cinco o 10 años la rentabilidad de la pieza que compran. Eso no va conmigo.
Borja Thyssen, junto a los retratos de sus padres.Su vida, en muchos momentos, tiene algo de 'Show de Truman': todos hemos podido seguirlo en el 'couché' o en las pantallas. ¿Se arrepiente? No fue mi mejor momento. Es muy complejo de explicar lo que me llevó a hacer ciertas cosas. A vender algunas exclusivas. Tiene que ver con que me quedé con una mano delante y otra detrás por algunos desacuerdos familiares que se conocen y por los que perdí todos los ingresos que tenía de la parte correspondiente de mi herencia.
¿Y no encontró otra manera de ganarse la vida? A ver: a mí no me gusta sacar bandera blanca cuando creo que tengo razón, ni aceptar lo que no quiero. La complejidad del asunto es mucha y prefiero no insistir más en eso.
¿Entonces se arrepiente? Lo de las exclusivas lo borraría de un plumazo. Me salió muy caro. Me machacaron, me lincharon. Gané el juicio a Hacienda y ahí quedó todo. Pero el daño que me han hecho es irreparable. Después de todo lo ocurrido decidí callar. Esta es la primera vez que concedo una entrevista a un medio generalista.
¿Por? Mi vida de ahora es con la que estoy de acuerdo.
Pero usted eligió la otra... Insisto: las verdades de por qué tuvo que ser así no se conocen. Es algo muy personal... No quiero remover más esas aguas.
¿Le gusta España? Mucho. Me siento muy de aquí.
Pero mantiene la residencia fiscal en Andorra. Sí... Por cierto, mi nacionalidad es suiza.
¿Por qué prefiere no pagar impuestos en España? No es que lo prefiera, sino que no podemos permitirnos tener todo nuestro patrimonio en España porque la complejidad empresarial de nuestra familia es... singular. Yo tuve dos tramos de residencia en Andorra, de 1992 a 2008. Luego tuve residencia fiscal en España de 2008 a 2015. Y en 2015 regresé a Andorra.
¿No es raro que tribute fuera cuando su mejor cliente es ahora el Gobierno español? Mi madre y yo somos residentes en Andorra desde hace muchos años. Eso nos obliga a estar 90 días allí. Tenga en cuenta que Andorra no se contempla como paraíso fiscal. En el acuerdo que firmamos con el Ministerio de Cultura quedaba fuera la posibilidad de tributar en un paraíso fiscal, pero sí en Andorra.
Dice Goethe: "Llega a ser el que eres". ¿Usted quién diría que es? Quisiera ser como mi padre, pero del siglo XXI.
¿Si en 15 años el Estado decide no adquirir o no prorrogar el alquiler de la colección depositada en el museo, qué haría? Para empezar, nosotros no estamos obligados a vender. Y mi propósito es no vender mi parte de la colección. Aspiro a dejar un legado artístico a mis hijos y que el apellido se preserve. Para eso es imprescindible la permanencia de la colección. Y si aquí no la quieren alquilar después de estos 15 años le aseguro que habrá países interesados. Emiratos Árabes Unidos ofrecía 22 millones al año por alquiler. Y, sin embargo, peleamos para que se quedase en España.
¿Qué le preocupa más de este tiempo convulso? Las consecuencias de la guerra de Ucrania y la crisis que se avecina.
¿Qué teme más que a nada? Que me falte tiempo para hacer lo que debo hacer con mi legado... No soy persona de muchos temores. No soy miedoso: ya lo perdí todo y todo lo recuperé.
¿Alguna vez se ha arrepentido de llevar el apellido que lleva? No.
¿Se ha sentido utilizado? Aprendí a levantar un muro alrededor de mí. No regalo confianza. No me abro con casi nadie. Es difícil que se me pueda hacer daño.
¿El arte le ha generado problemas? Que haya propiciado yo, ninguno... Me ha dado más beneficios que inconvenientes. Y, por cierto, me llevo muy bien con mi hermana Francesca [Thyssen, segunda de los cinco hijos del barón, coleccionista y miembro del patronato del museo].
¿Qué reescribiría de su vida? Me habría gustado tener una educación más completa. Más normalizada [estudió en casa con profesores particulares, no fue al instituto ni a la universidad]. Es una pena que con todos los medios que tenía...
LA OTRA CRÓNICA EL MUNDO SÁBADO 18 DE JUNIO DE 2022