LAS MEMORIAS DE MIGUEL BOSÉ EN LAS QUE AJUSTA CUENTAS CON SU PADRE La pasión desenfrenada de Luis Miguel Dominguín por el sexo marcó la infancia y adolescencia de Miguel Bosé. También cuenta sus primeras experiencias homosexuales.
MIGUEL BOSÉ
CONTRADICCIONES Y OLVIDOS DE SUS MEMORIAS Y UN TRÍO CON COCAÍNA CON UN FUTBOLISTA
‘El hijo del Capitán Trueno’ es un retrato de la España de Franco con unos protagonistas singulares, pero el libro es una versión un tanto sesgada de las vivencias del clan.
MARÍA EUGENIA YAGÜE
"AYER HABLÉ CON ÉL. LE VEO CONTENTO con el libro, como liberado. Me ha sorprendido, Miguel nunca hablaba de sí mismo y ahora desvela temas personales y de la familia. Y le veo más centrado que las últimas veces y con muchas ganas de volver a cantar”. Quien habla es una amiga de Miguel Bosé Dominguín (65), de paso en Madrid para presentar El hijo del Capitán Trueno (Espasa), la autobiografía del cantante.
Miguel, de niño, junto a sus padres. 
Miguel, adolescente, a hombros de su padre en una comida con Dalí. 
Los Dominguín Bosé tenían una estrecha relación con Picasso, que fue padrino de Paola.
Sin embargo, El hijo del Capitán Trueno interesa y entretiene como retrato de la España de Franco, hipócrita, de un nacionalismo aldeano y acomplejado, en la que los toreros eran símbolo de la hombría nacional y el triunfo social, por encima de los personajes de la cultura o la intelectualidad. En cambio, los protagonistas del libro son seres apasionantes, singulares, llenos de contradicciones, con una vida excepcional, cosmopolita, agitada y glamurosa.
Por lo demás, el libro sería para cualquier psiquiatra un ejemplo de complejo de Edipo de manual. Bosé adora a su madre, que le apoya y comprende. Y admira y detesta el machismo del torero, quien no comprende su sensibilidad y la afición a la cultura de su hijo. Dominguín intenta convertirle en un hombre, enseñándole a matar animales y metiéndole en la cama de una africana, menor de edad, cuando su hijo tenía solo 10 años. Con este panorama, el entendimiento entre unos y otros era imposible y dinamitó a la familia. Pero no para siempre. Las relaciones entre el matrimonio o los padres y sus hijos fueron siempre una montaña rusa de atracción y rupturas.
Lucía quiso pegarle dos tiros a su marido cuando la engañaba con la joven y atractiva Mariví Dominguín, a la que llamaban la poupée (muñeca), “la más pvta de las pvtas y encima prima carnal de tu padre”, decía. Y una noche que Luis Miguel y su amante celebraban una fiesta en la finca del torero, Lucía se presentó allí con los niños, su incondicional Reme, la Tata, y una escopeta. El escándalo fue monumental, la velada acabó casi en tragedia y la casa en llamas. Literalmente.
Pero ni Luis Miguel era tan terrible, cruel y despótico como lo presenta su hijo, ni Lucía la madre ejemplar volcada en ocuparse de sus niños. “Soy hijo de dos animales de pura raza, bellos a rabiar, fascinantes, únicos e irrepetibles, con naturalezas extremadamente resistentes a las adversidades”, retrata Bosé a sus padres.
El libro refleja las contradicciones y medias verdades del artista en una versión un tanto sesgada de las vivencias del clan. Y es que al final de la vida del torero, retirado ya en el campo junto a su esposa, Rosario Primo de Rivera. Miguel pasaba encantado largas temporadas con el matrimonio.
Luis Miguel entendió o toleró, por fin, que su único hijo varón no quisiera ser torero ni abogado y que se hubiera enfundado mallas para estudiar ballet, animado por Pablo Picasso. O que regresara de su estancia en Londres con melena, plataformas y se subiera al escenario vestido con una falda.
La primera parte es un ajuste de cuentas, no solo con su padre, también con algunos Dominguín, “malas personas” que odiaban a Lucía y le hacían la vida imposible. Y arremete contra la buena sociedad de Madrid donde consideraban a Lucía Bosé una actriz comunista, con costumbres y amistades demasiado modernas y liberales. Bosé describe con todo detalle las infidelidades de Dominguín. Como en una ocasión, durante una fiesta en Somosaguas, cuando los niños ven que la puerta del office estaba bloqueada por la espalda de su padre, escuchando los gemidos del torero, mientras una de las camareras le hacía una felación.
También enumera las famosas amantes que pasaron por la cama del matador, con cierta admiración, al tratarse de conquistas como Liz Taylor, Deborah Kerr, María Félix, Brigitte Bardot, Ira de Furstenberg. Y su reconocido romance con Ava Gardner, a quien Miguel visitó después con mucho cariño en Londres.
En cambio, apenas da nombre a los amantes de su madre, aunque reconoce el derecho de Lucía a disfrutar de su libertad. Habla de un personaje marroquí y de alguien que la hizo llorar durante días, algo insólito en una mujer tachada de distante y poco sentimental, pero no menciona los amores de Lucía con el escritor Michi Panero, ni tampoco a Manolo, uno de los componentes del grupo Los Bravos. No oculta el reencuentro de Lucía con el actor Walter Chiari, antiguo amor de sus tiempos de actriz en Italia, en un lujoso yate en el que también estaban invitados Miguel y el torero, ya divorciado de Lucía.
Una coincidencia que no pudo soportar Dominguín, celoso siempre de no ser el único hombre de su ex mujer. Y es que el amor entre ellos, a veces tóxico, nunca se extinguió del todo y al final de la vida del matador Lucía tenía un trato cordial y afectuoso. “Normal por fin”, califica el hijo.
La familia al completo en una imagen de 1970: Luis Miguel, Lucía y sus tres hijos.
REVOLCÓN CON AMANDA LEAR
De su propia sexualidad, Miguel cuenta que se enamoraba de sus compañeras de clase, seguidos más tarde de su excitación permanente cuando veía a las hermosas mujeres que tomaban el sol desnudas, en el yate de los amigos de su padre.
Invitados padre e hijo en casa de Dalí en la Costa Brava, sedujo a Miguel la musa del pintor, Amanda Lear, y con la modelo perdió la virginidad. Algo que hizo feliz a Luis Miguel, siempre temeroso de que su hijo llegara a ser una Mariquita Pérez, como le llamaba, porque no le gustaba cazar. Pero la fama de transexual de Amanda despertó la curiosidad del torero, que le pidió detalles a su hijo de cómo había sido el revolcón. Miguel nunca se lo explicó.
Desde entonces hubo cierta complicidad entre padre e hijo, que navegaban juntos en yates de millonarios amigos, como Roussel, el magnate farmaceútico cuyo hijo, drogadicto empedernido, se casó más tarde con Cristina Onassis. Con ellos compartían crucero Romy Schneider y su marido de entonces, un austriaco siempre borracho. Dominguín le pagaba a Miguel 1.000 pesetas por cada pastilla para dormir que le metía al austriaco en el whisky para dejarlo inconsciente mientras el torero se acostaba con la protagonista de Sissi. Con esos miles de pesetas, Miguel hizo su primer viaje a Londres para empezar a disfrutar su libertad.
La aparición de Helmut Berger en la vida de Miguel y Lucía, que protegía al actor, evidencia su bisexualidad, aunque la pasión que vive con el alemán en su propia casa de Somosaguas irrita a Lucía, celosa de la relación.
También desvela Bosé su primer contacto con la cocaína. Se la ofreció Luis Suárez, el legendario futbolista español, amante de Flora, la esposa de Marcelo Mastroianni. Suárez no solo le ofrece una raya. Detalla Miguel que le empotró contra la pared y acabaron enredados en la cama con pasión desbordante. Flora les sorprendió, le hizo gracia la escena y propuso un trío. A Lucía, en cambio, no le gustó lo que estaba viendo y se fue muy enfadada.
Miguel deja claro la tolerancia de su madre hacia su vida sentimental, pero no dice lo que pensaba su padre al respecto. Dominguín seguramente se dio cuenta que su hijo era mucho más que la nenaza y el maricón que tanto pronosticaba desde que era niño.
LA OTRA CRÓNICA EL MUNDO SÁBADO 13 DE NOVIEMBRE DE 2021
