EL VARON DOMADO

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Mensajepor T5 » Vie 21 Nov, 2008 11:25 pm



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Ellos también sufren palizas en sus hogares

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EL VARON DOMADO

Mensajepor Invitado » Jue 26 Oct, 2023 1:56 am

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Conversando con Esther Vilar sobre la liberación de las cretinas

ARCADI ESPADA

(La doma) En estos años de furor uterino pensaba a menudo en Esther Vilar. Recomendaba a algunos de mis amigos que la leyeran, aunque solo fuera por encontrarse, para variar, con una mujer divertida. Nadie la conocía. Un caso objetivo de inutilidad de la cancelación política: el tiempo ya había hecho su trabajo. Todos los que la leían respondían con entusiasmo. Yo en cambio me abstenía, porque las relecturas tienen problemas parecidos al retorno a los lugares donde se fue feliz. Hasta que el editor de Deusto, Roger Domingo, me anunció que iba a reeditar el libro para celebrar su medio siglo y me propuso hacer el prólogo. Fue así como no tuve más remedio que obviar mis pusilanimidades y volver a leerlo. Y la fiesta continuó, si cabe aún más excitante, como suele pasar cuando uno teme que la Policía acabe por llamar al timbre, a ver este escándalo.

En el prólogo he dejado dicho lo que es este libro: "Un veraz, agudo, irreverente y divertido reportaje sobre la condición de la mujer pequeñoburguesa en Occidente, a mediados del siglo pasado». También su insistente paradoja: «[Sobre] la notable serie de ingenios que han convertido el trabajo doméstico en un trámite de unas pocas horas. Vilar insiste, con razón inobjetable, en que todos estos ingenios han sido inventados por hombres, es decir, por el sujeto histórico teóricamente explotador». Y su objetivo profundo. «La insurgencia profunda de este libro singular fue el llamamiento que su autora hizo a las mujeres no para que se liberasen de su inexistente verdugo, sino para que se liberasen de sí mismas: de su cultivada imbecilidad y de su indolente irresponsabilidad».

Esther Vilar tiene 88 años, vive en Londres, aunque viaja con cierta frecuencia a Alemania. No ha dejado de escribir, aunque ya solo teatro, por el que tiene una larga, prolífica y poco conocida afición.

No recibe. O al menos no me recibió a mí, que habría estado encantado de charlar con ella en cualquier ciudad. Pero sí estuvo conforme con responder a unas pocas preguntas por escrito e incluso a someterse a un par más al hilo de sus respuestas. Empecé, obviamente, por el principio, este medio siglo de varones domados.

- Mi libro eligió el estilo del panfleto para criticar la conducta de las mujeres con los hombres con la esperanza de que las mujeres lo leyeran y decidieran cambiar de actitud. Mi intención no fue ni siquiera antifeminista. Simplemente vivíamos una situación que me avergonzaba.

- De modo que este libro surgió de la vergüenza.

- Y también del azar. El azar siempre importa. A los 22 años me licencié en Medicina en la Universidad de Buenos Aires y me dieron una beca para continuar estudiando en Alemania. Por primera vez tuve tiempo para observar a la gente, formar mis opiniones, leer los diarios, pensar. Y me di cuenta que entre la imagen de las mujeres y nuestra vida real había una diferencia gigantesca. ¿Por qué no había nadie, en tantos diarios como yo leía, que hablara de esto abiertamente? ¿Por qué tantas mentiras por todos lados? Yo no quería ser escritora, ya tenía una profesión. Pero me senté y empecé a escribir sobre el asunto y así fue surgiendo El varón domado. Y por supuesto no encontré editorial y finalmente, cuando el libro se publicó, ningún diario se atrevía a mencionarlo. Sin embargo, mis ideas hicieron poco a poco su camino.

- También en España, por cierto.

- Especialmente en España. Tuve la oportunidad de hablar por televisión, justo después de que acabara un importante combate de boxeo...

El programa -abril del 75- era el legendario Directísimo de José María Íñigo. Y el combate de boxeo el de Perico Fernández contra Joao Henrique, por el título mundial de los superligeros, al que tumbó. La entrevista aún pegó más que aquel Perico. Y con sus apasionadas reacciones, Íñigo armó luego La bomba Esther Vilar, un curioso libro, de sostenido interés sociológico.

- ...Pero el libro fue leído y discutido en el mundo entero, no me puedo quejar. A pesar del enorme poder mediático que ya tenían las asociaciones feministas en este momento, estoy segura de que consiguió que menos mujeres que antes se atrevieran a decir que éramos las víctimas de nuestros esposos.

- ¿No le parece que en este medio siglo las mujeres han cambiado radicalmente su actitud? El trabajo fuera de casa, por poner un ejemplo fundamental.

- Los miles de inventos masculinos han aliviado a las mujeres los trabajos de la casa. Y la píldora anticonceptiva ha reducido los hijos a 1,3 por familia. De modo que las mujeres empezaron a aburrirse y acabaron buscando algún quehacer fuera. No todas, y la mayoría de ellas solo por algunas horas. Pero sí, empezaron a trabajar. A esto lo llaman ahora el nuevo feminismo y dan entrevistas para celebrarse a sí mismas como grandes revolucionarias. Pero sea como sea, lo importante es que este desarrollo que ha comenzado por el desempleo de las amas de casa ya no puede dar marcha atrás, porque los hombres se están despertando y empiezan a preguntarse por qué son ellos los que tienen que cargar con la sostenibilidad básica de la familia. Ya veremos cómo evoluciona todo esto, pero creo que estamos todos en el buen camino. Tanto las mujeres, que ya no pueden permitirse el lujo de prescindir de su talento, como los hombres, que ya no tendrán que luchar solos por la supervivencia económica de sus familias. Y es posible, además, que los hijos puedan finalmente conocer, aparte de sus madres, a sus padres, lo que les hará mucho bien.

- Leyéndola, y contemplando el mundo, podría pensarse, sin embargo, que las mujeres han sofisticado la doma de los varones.

- Eso podría pensarse, pero yo no lo veo así. Simplemente, las mujeres empezaron a trabajar y esta es una muy buena noticia para los hombres.

- Cada día par se asegura que la masculinidad está en extinción.

- Bah. ¡No se asusten, alégrense! La mayoría de los hombres se domaban a sí mismos siguiendo la corriente que los presentaba como los culpables de todos los males de las mujeres. Pero ese cuento se está acabando.

- Tengo una curiosidad sobre su vida personal...

- Lo único que por desgracia importa de mi vida personal es que ya soy muy mayor...

- Permítame: ¿cómo eludió ser una cretina, o sea, cómo eludió usted el destino más habitual de una mujer burguesa de su tiempo?

- Humm... Si usted hubiera leído los insultos que me han hecho a diario durante los últimos 50 años sobre mi capacidad de pensar, no me habría hecho jamás esta pregunta.

No le falta razón. Entre la galería de insultos destaca, por ejemplo, este que Juan Abreu describió hace algún tiempo en un párrafo de sus Emanaciones: «Encuentro un reportaje que procede del Archivo Histórico de Revistas Argentinas. Se titula Esther Vilar, La Vergüenza Nacional, así, en mayúsculas. Y en cuanto lo veo, comprendo que como escritor he logrado poco o nada, que si el país donde naciste no te dedica un titular como ese no eres nadie como escritor».

Esta semana escribí nuevamente a la señora Vilar. Buscaba, diogénico, una mujer que denunciara el atroz silencio del mainstream feminista sobre las violaciones -esa única forma de violencia contra la mujer por ser mujer, solo equivalente en su especificidad a la de los hombres violados- de mujeres israelíes a manos de terroristas de Hamas. La autora, además de mujer (aunque estoy seguro de que muchas otras le discutirían hasta semejante condición: si el sexo ya se ha convertido en un pon también puede ser un quita), es judía, hija de judíos alemanes emigrados a Argentina. Esas características, y su persistente lucha contra la hipocresía, hacían muy probable su denuncia. Pero no contestó. Creo que este es el último combate que le queda por ganar a las mujeres. O, por lo menos, así acaba el prólogo que escribí para este libro indómito: «A la lucha de las mujeres por ocupar un lugar real en el mundo -y no sólo en la imaginación siempre caliente de los hombres- le queda un último enemigo por domar, después de haberlo hecho con la religión y los aspectos más feroces de la naturaleza. Es la política».

(Ganado a las 14:14 del 21 de octubre, alabando la extrema coherencia del ministro Marlaska al prohibir que sus policías recogieran ayer el Premio de la Tolerancia, dado que nunca debería premiarse al que solo tiene que implorar perdón, que no amnistía; aunque menos mal que gracias al infatigable celo del ministro quizá acaben metiéndoles un paquete y en el paquete, y así se verá cómo, incluso en estas difíciles circunstancias de investidura, el Estado de España no descuida ni su rigor ni su celo en la disciplina y consuelo de sus servidores)




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