LOS MALDITOS 80's

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remiendo sin pegatina

Mensajepor remiendo sin pegatina » Jue 20 Mar, 2008 11:15 pm

En difinitiva creo que es bien cierto lo de las dos españas... y yo no pego ni con moco en esta del foro jajajajaja.(que es la españa oficial)
Por esos años yo llevaba los pantalones rotos pero bien rotos, cuando los empezaron a vender rotos en las tiendas yo los remendé... siempre el mismo jajajajaj. Y cuando los empezaron a vender remendados yo me compré unos lewis guapos negros.
saludos el sultán

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K-Nuto
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Mensajepor K-Nuto » Lun 24 Mar, 2008 11:34 am

Gracias por la bienvenida, es todo un honor para vosotras el acogerme en vuestro seno (esto va solo por las tias... xD).

A los tios buen rollito, que a los K-Nutillos invita el nuevo, u sea se, yo. :smoke

Seguimos con este paseo por los malditos 80's y en honor a la maciza de Lena, hoy hablaremos de:

Las Hombreras

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¿Alguna vez posasteis vuestras sucias manos sobre los abultados hombros de vuestras madres, tías o derivados? Se que ese tacto esponjoso os atraía y a la vez os repulsaba, y seguramente os preguntasteis qué cojones inducía a aquellas maravillosas personas a ponerse esponjas sobre los hombros. Hoy en Los Malditos 80 resolvemos este enigma milenario; el demoníaco artículo en cuestión se llamaba hombreras, y convirtió a toda una generación de mujeres en auténticos jugadores de fútbol americano.

Todavía no consigo entender como un ente humano puede considerar estético ponerse unas hombreras y sobrevivir en el intento. Ya en los ochenta, una de mis preguntas más recurrentes fue la que le planteaba a diario a mi madre: "¿por qué te pones estas almohadas en los hombros?". La turbia respuesta nunca dilucidó mis esponjosas dudas.
El grado de aceptación de las hombreras en los ochenta fue tal que las hombreras venían cosidas de serie en los complementos con lo que te tenías que joder y parecer un miembro de Locomía aunque tu nivel del odio hacia estas formas esponjiformes fuera máximo.

Por poner un ejemplo más gráfico, la oronda señorona de la foto cree que lleva sus mejores galas; reloj de oro cortándole la circulación, peinado "Las Chicas de Oro", maquillaje "Made in 85" y como no, sus preciadas hombreras "Hombruno Style". Esta foto es motivo de chiste en el nuevo milenio, pero en los ochenta era la base sobre la cual se cimentaban las pvtas revistas de moda de medio mundo.
Esta horrenda visión marcó nuestra infancia de manera definitiva provocando nuestra incursión en los mundos de la antimoda grunge a principios de los 90. La pesadilla hombruna había terminado y una nueva era de traperismo se abría ante nosotros.

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Mensajepor K-Nuto » Lun 24 Mar, 2008 11:49 am

Los Loros

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Hoy en día, con el auge de los reproductores de mp3 y demás morralla tecnológica, conviene recordar como nos las gastábamos en los ochenta en cuanto a ocio musical callejero se refiere. Si ahora nos cagamos en la pvta madre que parió a Mr.Steve Jobs por hacer un Ipod que ocupa más que el tamaño de un mechero, en los ochenta estábamos radiantes de alegría si nuestro aparato musical era inferior al volumen total de una bombona de butano. Lo más cool de la época era algo llamado "loro" (término utilizado básicamente por barriobajeros y demás maleantes de poca monta tras proceder al hurto de una de estas joyitas), y no era más que un gran radiocassette desde el cual absorbíamos toda la música retro que nos ofrecían sin compasión alguna las ondas hertzianas, desde Rumba Zamba Mambo hasta el último bodrio del señor Perales, gran amante del almíbar peruno.

Los "loros" eran habitualmente portados en el hombro y con cierto andar chulesco por los tipos más chungos del Bronx al son del último hit de Public Enemy. Sus homónimos en la Península Ibérica, los domingueros, poblaban el litoral mediterráneo y con el chinchineo de sus cadenas de oro macizo y sus copichuelas de pacharán ofrecían a toda la playa un brutal recital de los últimos éxitos de Arévalo y Julito Iglesias.
Estos mastodontes sónicos se alimentaban a base de pilas (si querías convertirlos en portables) por lo que la inversión en baterías era desmedida, algo que llevó a masas de hip-hoperos de tres al cuarto a lanzarse a las calles como vendedores ambulantes de crack para poder sufragar tal gasto.
Aún a día de hoy se puede respirar el olor de la droga fresca en las frecuentes pachangas de breakdance que asolan nuestras calles y que tienen como elemento principal el lorito de marras.

¿Y por que atronar a los transeuntes con esa música mierdonga? Bueno amigos, aquello no era más que una mera demostración pública de tus paupérrimos gustos musicales, algo equivalente a lo que hacen hoy los bakalas con el coche tunero de las pelotas cuando bajan las ventanillas en un semáforo a ritmo de la peor mierda oída desde la aparición de New Kids On The Block en la MTV.
Dejando de lado los evidentes estigmas sociales de los radiocassettes, hay que reconocer que fue uno de los objetos más demandados en nuestras fake-comuniones de antaño; hubo un tiempo en que nosotros también queriamos pertenecer a la élite macarra de los ochenta.

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Qué bueno!

Mensajepor Qué bueno! » Lun 24 Mar, 2008 12:00 pm

Jajaja, lo mejor era ver a los chunguitos ochenteros con ellos por la urbe, cual mascachapas con chandals de tela sintética y oro hasta en los piños, escuchando a todo volumen su morralla musical. Y a ver quien era el guapo que les decía nada.

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Mensajepor K-Nuto » Lun 24 Mar, 2008 12:05 pm

El Pryca

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Toda religión tiene su templo y todo movimiento revolucionario su líder natural. Aceptando este par de premisas podemos concluir que la secta ochentera también tenía su lugar de peregrinaje y su paladín justiciero. Efectivamente así era; existía un lugar sagrado donde domingueros de pro y familias Cebolletas al completo acudían a invertir sus perras en peligrosos productos que solo habían pasado los controles de seguridad doméstica en Taipei capital. El antro en cuestión se llamaba Pryca, y fue sin lugar a dudas el centro neurálgico de la movida ochentera.

Seguramente habéis escuchado en más de una ocasión la despectiva frase "¡Vete al Pryca!" que en lenguaje mundano no significa más que "¡Váyase usted a la maldita mierda!". Esta equivalencia de términos detríticos (Pryca = boñiga) no es más que una alusión inconsciente a lo que Pryca supuso para la muchachada barrial.

Para empezar era obligatorio acudir al templo sagrado en chándal de táctel y bambas blancas (si eran Paredes, Peebok o Adidash mejor que mejor). El uniforme oficial podía ser adquirido en el mismo Pryca a precios irrisorios y su duración media era de 1 mes aunque nosotros lo estirábamos hasta los 2 años con cosidos cubiertos con parches del Paris Dakkar y demás morralla de droguería.
La lista de productos marca Pryca era interminable desde la infumable birra Pryca, pasando por los berberechos radioactivos y terminando por los breves pilas alcalinas marca de la casa. Hit tras hit durante más de 20 años.

Mención aparte para la tremenda sección de discos de donde extrajimos todo nuestro saber musical en formato cassette. Aquí fue donde compré con inocentes intenciones mi primer cassette de Europe y la banda sonora de Grease; una influencias musicales demasiado hardcores para un infante de mi edad.

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Jajaja

Mensajepor Jajaja » Lun 24 Mar, 2008 12:52 pm

JAJAJAJA :clap: Como molaba ir de excursión al Pryca (hoy conocido como Carreful), lo malo es que sus marcas eran sinónimo de marginación en el recreo. :lol:

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B.B.

Mensajepor B.B. » Lun 24 Mar, 2008 1:41 pm

Jajaja, jo el Pryca... Quién no se ha pegado meriendas por la cara y ha dejado las bolsas de Doritos, las Coca Colas y las cajas de Donuts vacías por ahí, jaja... y lo fácil que era mangar! Recuerdo los bolsillos llenos de perfumes, pilas alcalinas, chocolatinas, cassettes, libros y lo que fuera con tal de sentir la adrenalina ante el peligro de que te pescaran. Después pusieron esas pegatinas que pitaban y la cosa ya exigía más técnica.

Las hombreras fueron las culpables de la cuadratura de la mujer, diossss qué cosa tan horrorosa. Había quien se ponía una blusa con hombreras sobre una chaqueta con hombreras y un abrigo con más hombreras... los hombros llegaban a la altura de la nariz, jajaja.

Y esos "Loros" con doble pletina para piratear los cassettes del Pryca o escuchar el hit del momento "can't touch this". Si el loraco era con autoreverse, amplificador, sintonizador, ecualizador y mil chuminadas barrocas que no servían para nada excepto para arruinarte en pilas, ya eras la hostia en tu barrio.... Ay joer qué tiempos aquellos, y qué vieja soy, coño!
:cry:

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Mensajepor K-Nuto » Vie 28 Mar, 2008 6:34 am

En el Pryca compré mi primer cassette del grupo de las 2 canciones: "Al final del condom" y "Carrie". Eso es colegas, estoy hablando de...

Europe

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Ayer, mientras mi maldita mesa de Ikea Björkudden (de fabricación artesana y repleta de frágil conglomerado) se quebraba por enésima vez en lo que va de mes, una chispa de odio sueco se encendió dentro de mí. ¿Que es lo que ha aportado Suecia a la humanidad a lo largo de las últimas décadas? Solo dos cosas y ambas de terribles fragancias detríticas; los muebles Ikea de calidad chotuna y un grupo de melenudos poperos llamados Europe.

Además de su generosa contribución a la ampliación del agujero de ozono (debido a la tóxica laca de sus cardados), Europe consiguió que los nobles ciudadanos de a pie se convirtiesen a la religión del "Hair Metal" sin apenas esfuerzo. Si señor, ahí teníamos por ejemplo al señor Ramiro Orduñez, de 54 añazos y natural de Brazatortas, escuchando a Europe a toda castaña en su Talbot Samba. Y todo esto gracias a un hit épico de ciertos tintes casiotonescos que llegó a todos los estratos sociales; "The Final Countdown".



La combinación de sintetizadores con guitarras heavies era deliciosamente atractiva al oído humano. Además, el hecho de poder sentirnos integrados dentro de la tribu metalera sin tener que escuchar las estridencias de un solo de 20 minutos hizo que nos convirtiésemos definitivamente a la secta. Éramos chungos, gente malota, tipos duros con ganas de rocanrolear duro; nos gustaba Europe, ¡joder, éramos peligrosos!
Obviamente detrás de toda esta cortina de humo se escondía una farsa de proporciones bíblicas:

1. Realmente no éramos metaleros. Teníamos todas las cintas de Mecano y Tennesse en nuestra colección y una basta colección de pantalones de pana en nuestro armario. ¿A quien pelotas pretendíamos engañar? La música de Europe era más gayer que la de Rick Astley y encima nos la comprábamos en el Pryca como buenos borregos ochenteros.

2. Joey Tempest, vocalista del grupo y gran nenaza, era un acérrimo defensor de las baladas-pastel. "Carrie" alcanzó altas cotas de azucarismo solo igualadas por Phil Collins en los 90.



3. Europe vendió su buque insignia a Alianza Popular, que utilizo "The Final Countdown" para su campaña electoral europea. Nunca fue bueno mezclar churras con merinas... El señor Fraga Iribarne, a.k.a "Palomares Toxic Man", hundió a estos suecos en la pvta miseria.

Hoy cuatro soldados de fortuna llamados Gigatron, intentan reavivar la llama del hair metal con la canción homenaje a Europe, "Te voy a petar el cacas". Aboguemos por su fracaso.

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Mensajepor K-Nuto » Vie 28 Mar, 2008 6:55 am

Verano Azul

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"¡Chanquete ha muerto! ¡Chanquete a muerto!"

Este grito exacerbado de Pancho mientras corría como un hippie por la playa de Nerja puso fin a la serie por excelencia de nuestros infernales veranos ochenteros. Verano Azul era la fiel representación de las pandillas de la época; cutrismo veraniego e hijoputismo por doquier.
Los malditos ciclistas silbadores estaban compuestos por El Piraña, Bea, Desi, Pancho, Quique, Javi y Tito. Cada uno de ellos jugaba un rol básico dentro de la serie y representaba a un sector concreto de la descompensada juventud ibérica.

El Piraña, la estrella de la serie, era un chavalillo con la misma estructura ósea que la de un tonel de 40 litros de moscatel. Su labor en Verano Azul era sencilla; ingerir alimentos sólidos en cantidades industriales. Mientras, su amigo del alma Tito (con una cara de odioso increíble) se dedicaba a joderle la marrana y juntos vivían increíbles aventuras paranoides por las playas de Nerja. En los ochenta era gracioso ver a un gordaco comiendo como un cerdo; humor castizo ochentero que perdura hasta nuestros días.
El triangulo amoroso de la serie estaba compuesto por Javi y Pancho que luchaban por Bea, una niñata de buen ver. Todos sabíamos que Pancho no tenía ninguna posibilidad; con esa cara de inhalador de pegamento no podía llegar muy lejos (en la vida real y ya de mayor acabó siendo yonki). Bea confesaba todos sus húmedos secretos a Desi, la niña fea de la pandilla y que iba engalanada con unas demenciales retro-gafas y unos aparatos que acojonaban a todos los moscones playeros que se le pudieran acercar.
La última pieza del engranaje era Quique, el niño gris e invisible de Verano Azul. No tenía pvta gracia y nunca supimos que pintaba en aquella serie. Después supo recuperarse de aquella infame tragedia interpretativa poniendo su inerte cara a todos los botes de Nocilla de los ochenta. ¡Un movimiento estratégicamente orquestado!

La guinda de oro para tal elenco de personajes era Chanquete. Un paupérrimo anciano que vivía casi entre cartones (en un barco llamado La Dorada) y que era el elemento aglutinador de la pandilla. Sin duda alguna era una influencia negativa para los chavales y probablemente fue él quien proporcionó las primeras chinas a Pancho, alias Junkieman.
Su anarquista estilo de vida fue una influencia esencial para los futuros okupas urbanos que tomaron como himno básico el ya mítico "¡¡¡DEL BARCO DE CHANQUETE NO NOS MOVERÁN!!!"


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Quique

Mensajepor Quique » Vie 28 Mar, 2008 8:58 am

"un gordaco comiendo como un cerdo"

"cara de odioso increíble"

"cara de inhalador de pegamento"

"demenciales retro-gafas y unos aparatos que acojonaban a todos los moscones playeros"

"No tenía pvta gracia y nunca supimos que pintaba en aquella serie"

"fue él quien proporcionó las primeras chinas a Pancho"

[smilie=to funny.gif] [smilie=to funny.gif] [smilie=to funny.gif]

Quique no pintaba nada, era un cero a la izquierda. Si la serie llega a durar un capitulo más acababa cargandose a alguien, jajaja.

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Que fuerte

Mensajepor Que fuerte » Vie 28 Mar, 2008 1:21 pm

Dioooooooooooosssssssssssss los Europe!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Que míticos, que cutres, no los recordaba tan gays. Siempre me pregunté como hacía Joey Tempest para mantener ese cardado... :lol:

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Sor_Citroen
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Mensajepor Sor_Citroen » Vie 28 Mar, 2008 7:08 pm

jaja, lo de las hombreras demuestra la gran mentira de decir que cualquier tiempo pasado fue mejor. Ahora hay que procurar que no vuelvan. Peligro!!

http://www.elmundo.es/papel/2007/10/26/mujer/2243234.html

Del PRYCA recuerdo su aparcamiento exterior. Para que la gente no olvidara donde había dejado su coche, las "calles" tenían nombre de animales: los elefantes, los canguros, etc. No sé si era en todos igual...

Y de Verano Azul se decía que de tanto repetir la serie la cinta original se había descolorido, y por ese motivo esos colores tan pálidos o tipo sepia. :lol:

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kara

qué buenos tiempos aquellos..

Mensajepor kara » Sab 29 Mar, 2008 4:56 pm

Pues yo pasé unos años infantiles totalmente marcados por los calentadores de rayas que nos comprò mi madre a mi hermana y a mí, haciendo la gimnasia de Eva Nasarre por la mañana.. y mira cómo terminó la pobre mujer.. en una especie de secta, abandonando a su hijo y al marido.. en general quedamos todos bastante trastornados, yo con la música no volví a tener otra tal, la que se hace ahora me parece una gili.., pero que se metan con spandau ballet, o pet shop boys o con rick astley que tienen guerra conmigo seguro jejeje

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K-Nuto
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Mensajepor K-Nuto » Mié 09 Abr, 2008 10:43 am

La perniciosa moda de los ochenta siempre estuvo regida por una máxima de cierto cariz hardcore-glam; cuanto más extrema y demencial fuese la prenda textil a portar, más modernos éramos considerados en el difícil entorno ochentoide en el que estábamos sumidos. Por eso, ítems infernales como las hombreras, los jerséis de simetrías imposibles o los calentadores encontraron su hueco en los ochenta, en el que el gusto estaba situado en la misma cavidad anal de nuestro cuerpo.

De entre toda la escoria textil que asolaba las tiendas y grandes superficies, hubo una prenda que caló hondo en la sociedad, creando incluso costumbres dominicales que muy difícilmente hemos podido erradicar hasta el día de hoy. Estoy hablando ni más ni menos que de la vestimenta esencial de drogadictos, domingueros y niñatos con exceso de grasa corporal.

El chandal de tactel

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La característica básica del chándal de táctel era su peligrosa pigmentación. El fucsia, el verde fosforito, el amarillo eléctrico o el naranja butano eran los colores más utilizados y no mostrábamos ningún tipo de reparo en pasearnos por el parque portando uno de estos deslumbrantes atuendos del demonio. El material utilizado (el táctel o poliéster) también tenía su dosis de frikismo ya que la rozadura de los pantalones y mangas provocaba un estruendoso ruido, muy asociado en estos días a los yonkis del parque. Para mi personalmente, este es el sonido del jaco, y provoca en mi un miedo irrefrenable.

Los impulsores de tan nefasta moda fueron los directivos del Pryca (algunos de ellos con parentesco directo con el Maligno). Esta compañía, hoy conocida como Carrefour, lanzó una campaña masiva para colocar un chándal en cada hogar ochentero. Los resultados fueron espectaculares y consiguieron hacer del chándal una herramienta imprescindible. El daño fue irreparable para la imagen de Pryca, y ya en los noventa asociábamos, con desprecio, esa marca con el cutrerio urbano que reinaba en los ochenta.

A medida que pasaron los años, el táctel cayó en el olvido para la mayoría de la sociedad excepto para un gran colectivo de gente: los politoxicómanos. A día de hoy este es el uniforme oficial de los jacoadictos y gente de malvivir que portan con orgullo uno de los últimos resquicios ochenteros que quedan en la actualidad.

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Mensajepor K-Nuto » Mié 09 Abr, 2008 11:21 am

Las zapatillas cangrejeras

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Remontémonos al lejano año 83. En ese período todavía nos quedaban reminiscencias nostálgicas del naranjón con patas (léase Naranjito) y estábamos a punto de descubrir los efectos adversos del gasificante alojado en el pastelito de "La Pantera Rosa".

Paralelamente al desarrollo de estos importantes acontecimientos culturales, la mayoría de nosotros comenzamos a asistir (embadurnados de Nivea hasta la rabadilla) a la playa, lugar de socialización ochentera por excelencia. La ingente cantidad de peligros marinos que poblaban el fondo transoceánico hizo tomar medidas drásticas a nuestros sufridos progenitores; pasaríamos a formar parte del Club Cangrejero cuyos miembros honoríficos se veían obligados a llevar las denominadas zapatillas cangrejeras, máximo exponente del cutrerío patrio en los ochenta.

Este pedazo de plástico barato constituyó el calzado esencial de toda una generación que algún día soñó con correr descalza por la pvta arena, algo que jamás conseguimos, debido esencialmente a la ya mítica leyenda urbana de la jeringa. Para los más ternascos del lugar, os diré que esta consistía en la creencia popular de que un yonki se dedicaba a recorrer las playas del litoral ocultando bajo la arena cientos de miles de jeringas que portaban puro jaco, lista para ser inyectada al descuidado dominguero ocasional que osase pisarlas. Imaginaos el tremendo gasto en narcóticos que tuvo que asumir el pobre politoxicómano.

Gracias a esta falacia de proporciones bíblicas, las zapatillas cangrejeras fueron nuestro único calzado durante la época estival, protegiéndonos así de todo peligro conspiracionista pero dándonos a la vez un aspecto de palurdos ochenteros del calibre 14.

El modelo más común y extendido en la península fue el de color carne (imagen izquierda) que inexplicablemente arrasó entre la muchachada a pesar de lo demencial de su aspecto. La suela de estas zapatillas solia alojar fuertes cantidades de alquitrán, idóneas para dar el toque bizarro a nuestro estancia en la playa. El conjunto "alquitrán-gorra Pascual" nos convirtió en auténticos monstrencos playeros durante buena parte del decenio. Sin embargo, este curioso calzado era idóneo para acudir a los socorridos tabucos playeros, fuente de salmonelas y papas sangrio-cervezeras, puesto que la superficie de estos chiringuitos era una auténtica trampa mortal. Nuestras visitas de rigor al espigón y a las rocas en busca de crustáceos también iban acompañadas de nuestras zapatillas cangrejeras, y gracias a ellas pudimos saborear el sabor de la anestesia local que suponía haberse partido la misma crisma tras resbalarse en las rocas buscando mierda inorgánica "trapero style".

La fecha de caducidad de tales escarpines venía marcada por el nivel de oxicidad de la hebilla lateral; una vez que se alcanzaba un nivel de óxido lamentable, las cangrejeras debían ser erradicadas y sustituidas por un par nuevas de trinca. Este ciclo imposible solo duró un par de lustros y después desembocó en la extinción total de este bastardo complemento.




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