¡Qué Seduce a los Hombres de las Mujeres!

Cajón de Sastre: Foro para temas variados

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Mensajepor Invitado » Mié 12 Mar, 2014 4:17 am

10 parejas de desconocidos que se besen por primera vez


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Mensajepor Invitado » Dom 20 Abr, 2014 1:56 am



¿Te acuerdas de tu amor platónico?

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Mensajepor :) » Mar 22 Abr, 2014 11:16 pm




Tener una esposa feminista debe de ser relajante. No por las discusiones conflictivas, pues cualquier persona militante, capaz de ver una alegoría opresiva en el modo en que uno coge el mando a distancia, resulta insufrible en la convivencia íntima: antes me caso con Hulk Hogan. Pero sí en el sentido de que permiten liberarse de algunos estereotipos por culpa de los cuales sobre el hombre gravita la posibilidad de hacer el ridículo. Por ejemplo, el de macho proveedor, matador de dragones, protector de damiselas y otras cosas de las que obligan a levantarse del sillón.

No tener una novia feminista fue el motivo de que yo provocara un incendio en su edificio de Buenos Aires. En el que, por cierto, terminé de hacerme impopular después de matar accidentalmente un gatito de una camada que todos los vecinos se turnaban para cuidar en el jardín. Llegué con los auriculares puestos, no oí que me seguía, maullando, supongo que pidiendo leche o mimitos, y le cerré la puerta del portal en el cuello. Encima apreté, porque creí que cerraba mal: se le quedó la cabeza girada como a Sadam Husein en la horca. Nadie volvió a subir conmigo en el ascensor.

Lo del incendio fue antes. De hecho, ocurrió la mañana siguiente a la primera noche que me quedé a no dormir en casa de Ella. No fue fácil, hubo antes muchos días de cortejo en los que la mantuve oculta, porque Ella es hermosa y uno de mis amigos porteños era un Gran Seductor que en las fiestas nos robaba a las mujeres en lo que tardábamos en ir a buscarles una Coca-Cola. Quería asegurarme de disfrutar a Ella por lo menos una vez antes de presentársela a Gran Seductor y de que me la robara. Lo que son las cosas: me casé con Ella, y Gran Seductor es el padrino de todos mis hijos, excepto de uno. Ya ni miro de reojo cuando, estando los tres juntos, voy a por una Coca-Cola. Aunque tal vez debería. No, hombre. ¿Sí, tú crees? Mmmmmmm...

Las primeras noches que salimos, yo ya había notado que Ella tenía un gusto clásico, como de una feminidad casi extinguida. Le gustaban los tipos corpulentos, a ser posible con pasado de rugbier. Se dejaba abrir las puertas. Apreciaba las galanterías y se confiaba al pedir la cena sin mirar siquiera el menú. Había ido esbozándose una relación en la que estaba claro que, si nos atacaba un orco, se esperaría que fuera yo el que peleara con él. Eso no siempre es obvio, con según qué mujer; las hay que aparece un orco y se arremangan. La primera noche salió todo muy bien, a pesar de que Ella iba por la alcoba palpando las paredes porque se había quitado las lentillas y, por coquetería, no se atrevía a ponerse tan pronto unas gafas que guardaba en la mesita de noche y que eran como las de Francisco Umbral, pero más graduadas. El problema surgió por la mañana.

Contemplaba por una ventana de su apartamento el hipódromo de Palermo cuando Ella regresó del cuarto de baño y, sin darle importancia, dijo: «Hay una cucaracha en la bañadera. ¿La matás mientras preparo café?». Vaya, hombre, apareció el dragón. Tengo pavor a las cucarachas. No me habría quedado tan acongojado si me hubiera dicho que en «la bañadera» estaba el Yeti, o Vinnie Jones. Si se hubiera tratado de una feminista, podría haberle dicho: «Mira, mátala tú, porque si lo hago yo estaremos perpetuando un estereotipo machista». Pero no era el caso. Había que superar como fuera la prueba de hombría ante una mujer a la que le gustaban los tipos corpulentos con pasado de rugbier. La cucaracha era enorme, castaña, posiblemente voladora. Quise empujarla con el agua de la ducha, pero temí que me saltara a la mano al tratar de coger el grifo. Fuera, Ella se impacientaba. Yo no podía fallar. Encontré un bote de alcohol, algodones y cerillas: el olor del napalm por la mañana. Pero el fuego prendió en las cortinas de baño, y el humo se propagó, y al rato ya estaba conociendo a los vecinos: «Bueno, se apagó el fuego, bajo con la leche, es para unos gatitos que nos nacieron abajo y que nos tienen a todos locos de amor».

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Mensajepor Invitado » Vie 25 Abr, 2014 10:42 pm

SUPERVIVENCIA DOMÉSTICA


Adáptate o sucumbe

Durante mucho tiempo se ha pensado que en la dotación genética de la mujer existe un rasgo específico programado para la creación de un entorno limpio, ordenado y confortable en el hogar, con el subrasgo correspondiente y necesario (actualización) de no mosqueo cuando, en cuestión de segundos, alguien deshace la magna obra. Recientes hartazgos, autoobservación y evidencias nos han llevado a erradicar esa hipótesis a la par que a la proposición/desafío para todos/as de hacer la prueba de dedicar un tiempo al embellecimiento del entorno y contener el bufido si, acto seguido, llega alguien dando por saco. A continuación, las argumentaciones pertinentes que nos han llevado a concluir otra cosa.

No hemos encontrado estudio alguno en el que se evidencie que habilidades como el manejo del trapo, el barrido o el fregado sean inherentes al género femenino. Esto supone un esperanzador hallazgo, indicativo de que casi todos/as los/as habitantes de la casa, por tener extremidades con pulgares oprimibles, están capacitados para las tareas de orden y limpieza de los habitáculos. Seamos benévolos y pensemos que cada uno, después de unos consejillos iniciales, podrá mantener a raya su particular microcosmos. Sí, es necesario o deseable disponer de un espacio propio, o de varios: personal, acústico, visual y mental (y éstos pueden ser el mismo, pero eso es otro tema).

En un ataque de intrepidez y osadía iremos unos pasos más allá con algunos pequeños truquis que convertirán la rutina del polvo hogareño (ahora no es ese, no) en una entretenida y menos tediosa labor. La conclusión final será: ‘usted no puede, y debe, intentarlo en casa’. Un punto de apoyo no desestimable es acompañar la tarea de una banda sonora al gusto, incluso pueden utilizarse algunos de los instrumentos de limpieza como micrófonos inalámbricos si necesitamos amplificar nuestros sonidos. Y ahora, sin más dilación: la aventura del acondicionamiento doméstico.


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Consideraciones preliminares

Sabemos y percibimos que después de una limpieza, por fugaz que ésta sea, la estancia se ve estupenda, y nos sentimos extrañamente reconfortados por la obra realizada. Y si hay recompensa posterior mejor aún.

Llegamos ya a la conclusión de que es una actividad factible para todos, no resta hombría a los neófitos e incluso les dota de un plus de interés, *magnetismo cuasiautomático por independencia, curiosidad+diversión por su manera heroica de narrar las experiencias domésticas y sus ¿felices? desenlaces e incluso **follabilidad potencial. Ojo, acabamos de hablar de ventajas y de una potencial relación entre la limpieza y el ligue, atentos/as. Sí, los hombres autosuficientes que limpian y planchan (alguno hemos visto) también existen (y cuando no, procede reprogramar las actividades indoor de los habitantes del hogar o no haber perdido el ticket que da opción a devolución hasta 15 días después).

*Un efebo que menciona su manejo de la supervivencia doméstica nos lleva a imaginarlo como un superhéroe (esto está bien y mal a la vez, porque lleva implícita la pregunta ¿cuánto queda para ser iguales?) y

**Esas conversaciones sobre la limpieza no dan para mucho, o no debieran en las primeras charlas de reconocimiento o similar, pero el saber que el príncipe posee esa habilidad en su pack básico, lo vuelve azul directamente y conduce a una fugaz fantasía mental en la que lo imaginamos como amo de casa ¿e incluso en una vida juntos? ¡Quietas/os, no tan rápido! (si resulta atractivo por más motivos podríamos imaginarnos en una velada tórrida con sábanas suaves y limpias, olor agradable por tanto, que se esmera en mantener. Dato importante: cuida los detalles, eso revierte en su propio beneficio y el ajeno).

Ahora ya sí, dejamos la Alta Fantasía estacionada temporalmente y nos sumergimos de lleno en la misión de convertirnos en Mister & Miss basic quick clean dispuestos a liberarnos de suciedades, manchas y desórdenes domésticos varios.


El mundotrapo

Un trapo es ‘esa cosa’ que hemos visto coger a las madres y otras mujeres y deslizarlo por encima de una superficie para eliminar la capa de pelusilla o polvo que sobre ella se hubiera instalado. Seguramente todos hemos visto realizar esta actividad en el hogar desde pequeños. Hasta no hace mucho incluso era una actividad lúdica femenina. Esta destreza les proporcionaría puntos en su carrera como mujeres de bien (de su casa y a lo mejor de fuera de ella) en el futuro. Ahora incluso los chicos pueden aventurarse en estas lides. Algunos nos consta que lo hacen, e incluso que les gusta y les relaja (nota mental: la limpieza como potencial terapia antiestrés para neófitos/as). El nivel de pericia va aumentando con la experiencia para ambos. Como ellas ya habían jugado en alguna ocasión tenían una pequeña ventaja.

¿De dónde salen los trapos?

Normalmente provienen de alguna prenda vieja y en desuso que ya no se quiere o se perdió y viajó misteriosamente de un armario al cajón de trapos. Camisetas, sábanas, toallas raídas o incluso calcetines se reencarnan en útiles de limpieza.

¿Con qué aderezo el trapo?

Conocida ya la mecánica básica de deslizamiento sobre superficie, el trapo puede humedecerse un poco, sin que chorree, con el tradicional flisflis y liberarla de la suciedad preexistente. También existen unas bayetas mágicas (no limpian solas, pero casi) que, impregnadas en agua y escurridas, dejan las superficies, preferentemente de cristal, impolutas. Del mismo modo hay pociones cuyas propiedades anuncian como mágicas y ungüentos varios que conoceremos por medio de la publicidad y paseos por la sección ‘limpieza’ de nuestro establecimiento favorito.


Las escobas no sólo son para volar

En el pasado, toda aproximación a la escoba fue para usarla de instrumento volador o como caballito galopante, cosa que a las niñas también nos gustaba pero no nos dejaban hacerlo tanto. Asimismo simbolizaba la perfidia de la bruja por asociación, tal vez por evitar el contagio por ósmosis de la maldad, los varones eran alejados, so pena de castigo, de tal instrumento inmundo, destinado sólo a ellas.

[imageleft]Imagen[/imageleft]Con el tiempo, y algo de modelado visual, se le descubrieron algunos usos más: se utilizan para guiar toda la porquería sólida de los suelos a un mismo punto y de ahí al recogedor, que es una especie de pala que, por lo general, se sostiene de pie. Vemos que herramientas ‘masculinas’ como la pala (permitida a ellas también en casos excepcionales como los días de playa) y juguetitos tradicionalmente femeninos como el ‘recogedor’ y otras, rastrillo/escoba, que desplazan materiales de un lado a otro, tienen usos similares. No procede por tanto el socorrido ‘yo no sé hacer esto’. Es cuestión de jugar y practicar. Aun así, también hay unos instrumentos eléctricos, los aspiradores, esos chismes con una especie de trompa, como los elefantes o los osos hormigueros, que recogen lo que haya por el suelo con mayor celeridad que el tándem escoba/recogedor.


Lavar y tender, nuevos chollos que aprender

Las lavadoras son unos objetos casi mágicos a los que se les entregan los hábitos sucios y malolientes y retornan a nosotros limpios, suaves y agradablemente perfumados.

Funcionan con tributos: una dosis de detergente y un taponcillo de suavizante.

Una vez fagocitados los presentes, el aparato regurgita las prendas mojadas ¿Qué hacer con ellas? Llevarlas a la fase de tendido. Este es el proceso habitual, lo hemos entendido. También nosotras tuvimos un rito iniciático en esas artes. Insistimos en que estas labores no vienen programadas en el código genético femenino. Se hacen porque son necesarias, no hay más. Pero, como casi todo, tienen sus pistas para que sean ocupaciones rápidas, que ahorren trabajo posterior y nos permitan dedicarnos a actividades más gratificantes. Es igual que en los juegos, de mesa o consola, a los que muchas somos aficionadas. Veamos:

Atajo 1: ropa de color: todo aquello que no sea de color claro o blanco. Selección de temperatura 30º. Programa de lavado: corto o largo en función de la suciedad (si no hay un mayor en casa al que preguntarle cómo funciona lo de los programas de lavado mirar el manual o preguntar, #urgentelavadora, en twitter o similar. Alguien aparecerá para aliviar la ansiedad).

Atajo 2: ropa blanca: camisetas, algunas prendas interiores (se recomienda no introducir sujes en el aparato, esos se lavan a manoL), sábanas (por su tamaño suelen ir solas), toallas. Para temperatura y programa seguir los mismos pasos que en 1.

Clave: las prendas tienen unas etiquetas (si, ésas cosas asquerosas que pican y pinchan) en las que se especifica la temperatura de lavado (ésa es la utilidad de tales apéndices inmundos).


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Atajo 3: para tender las mejores soluciones son: no tener miedo, colgar las prendas del revés y por las costuras para que, al colocar ahí las pinzas, no queden marcas al quitarlas del tendal (esto puede parecer nivel pro, pero no lo es). Si se tienden los ropajes bien estirados (para ello se pueden sacudir un poco antes de ubicarlos en las cuerdas) es posible que haya prendas que permitan uso posterior sin necesidad de plancha. Esto bien, ¿mola, eh?

Las primeras veces será un poco aterrador, pero después de un par hay suficientes puntos de experiencia como para subir de nivel. Al acabar minipremio a elegir………. (espacio para rellenar con el premio). Servirá como estímulo/refuerzo de la práctica de esta actividad.


El fregao ¿a mano o a máquina?[/hr]Se dice que el aparato lavavajillas dispara el consumo eléctrico, pero esto tiene más de leyenda urbana que de realidad. Gasta lo que necesita durante su ciclo, empieza, lava y termina (no se queda encendido para dar por saco después), aparte de dejar platos, vasos, cubiertos y menaje impolutos. Igual que en los anuncios, vamos. Aunque hay quien cree que no, se gasta más agua (que a veces también está relacionada con lo eléctrico) con el lavado a mano (¿soléis cerrar el grifo entre el enjabonado y el aclarado? ahí se produce el desperdicio de agua, igual que en la ducha) que dejando a la máquina trabajar a su aire y, en ocasiones, las piezas no quedan todo lo limpias que sería deseable, con lo que, a veces, vuelta a empezar. De nuevo, igual que con la lavadora, utilizar estos artilugios nos proporciona tiempo libre que dedicar a otras actividades más gratificantes.

Clave/tributo: introducir pastilla de jabón de lavaplatos en el cajetín correspondiente, depositar sal de lavavajillas (relacionada con la dureza del agua, esta explicación es a nivel general, no somos limpipedias, sabemos que estas escamas de sal mágica sólo hay que reponerlas cada cierto tiempo) y abrillantador (para que las piezas queden relucientes) en los compartimentos apropiados, recomendamos mirar el manual de instrucciones la primera vez. Si ni con esas somos capaces de ubicar los productos en su compartimento correspondiente, lo de siempre: fotito de los compartimentos y a twitter: #lavaplatosurgente, alguien aparecerá para sacarnos de la crisis y evitar la histeria que se incrementa por momentos. Después establecer el programa de lavado, pulsar el botón de encendido y listo. No temáis, los electrodomésticos son nuestros amigos. Éste es una máquina que ahorra tiempo y cansancio de fregado manual. Altamente recomendable, lo pones y te vas a hacer tus cositas, ¿qué puede haber mejor? El minipremio consiste en que podremos abandonar la cocina raudos y veloces para dedicarnos a cualquier actividad gratificante, el megapremio puede ser pedir comida a domicilio, película o similar y a otra cosa.


Pequeños grandes dramas en el dormitorio

La llegada de la estación fría a veces supone un problema ¿El motivo? Comienza la batalla con el relleno y la funda nórdica. Y no, que nadie piense que para ‘los otros/as’ es fácil. Todos hemos pasado por el trance de enzarzarnos en un duelo a muerte por introducir el infame objeto en su funda. Lo cogemos expandido, introduciéndolo por la pequeña abertura, queda hecho un gurruño y no llega a todos los extremos, ¡horror! La siguiente fase acaba siendo meternos nosotros con el chisme ese dentro de la funda e ir estirándolo hasta que cada esquina haya hecho tope con los extremos. También está, por supuesto, la clásica alternativa de la manta y colcha, pero el inconveniente de éstas llega con la incomodidad al hacer la cama. El nórdico es mucho más agradecido, sólo hay que estirarlo un poco, colocar de modo desenfadado las almohadas/cojines y listo. Si alguien ha descubierto una manera eficaz y más o menos rápida de hacerlo, porfa, porfa, porfa que nos lo cuente. La moraleja de todo esto es que el momento llegada de la estación fresca supone el mismo drama para todos. Ese duelo a muerte con la funda nórdica. Después, por la noche, el microclima interno es agradabilísimo, pero la pesadilla previa tuvo bemoles.

La segunda fase del horror en el dormitorio está determinada por lo que acontece dentro del armario. En ocasiones no se sabe si puede ser llamado tal o más bien se asemeja a un contenedor de ropa en las rebajas en hora punta. Algunas prendas sepultan a otras, las acongojan. Qué decir si coexisten sin guardar ropajes de estaciones diferentes. Sí, a muchos nos sucede que cuando se cierran las puertas el contenido adquiere vida propia convirtiéndose en una masa informe. Eso es un dolor, dicen las leyendas que metiendo las cosas de otra temporada en cajas y con unas cosas llamadas ‘organizadores de cajones’ se solucionan esos conflictos. Aun así, hay veces que ni con ésas. Otra opción parece ser la criba; hacer una selección de aquello que ya no utilizamos y deshacernos de ello, sin ‘guardarlo por si acaso’, que nos conocemos.

Otro minidrama para todos/as: la ropa limpia y, en algunos casos, planchada se guarda, doblada o en sus perchas correspondientes, en el armario. Se cierra la puerta. Cuando se vuelve a abrir, sin saber muy bien cómo ocurrió, las prendas están hacinadas, revueltas, caídas… Un horror ¿nos suena esa situación? Los duendes del armario (ipso facto nos viene a la mente uno de esos vestidores superdivinos en los que quedarse a vivir que salen en las películas o que tienen en algunas casas de tropecientas habitaciones y disponibilidad infinita de espacio). Menos mal que ahora hay hasta programas en los que aconsejan acerca de modos y maneras de organizar ése y otros habitáculos domésticos.


El final está llegando

La pregunta que puede surgir de inmediato es: ¿se mantienen en el tiempo ese tipo de aprendizajes? Sí, más o menos. Conviene repetir y practicar de manera periódica por varios motivos:

    a) Establecimiento de un hábito

    b) Perfeccionamiento/experiencia en la tarea que lleva a

    c) Ahorro de tiempo

    d) Autonomía higiénica doméstica

    e) Equidad habitantes/mantenimiento

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La prueba de fuego

Ya no podréis volver atrás, sin embargo este cuadro os ayudará en la tarea de recordar y relacionar. Unas sencillas preguntas os dirán si podréis convertiros en breve en MasterClean, con lo que conlleva de limpieza eficaz y rápida o, por el contrario, habréis de repetir, varios días a la semana (más de dos) las tareas básicas domésticas hasta que la rutina quede instaurada en el subconsciente y se realice sin chuleta. Afilad las conexiones neuronales y preparaos para comenzar.

1) Ya no se puede posponer por más tiempo. Tenemos dudas de si nos hallamos en casa o en una playa de a saber dónde, porque parece que pisamos algo de arenilla, ¿qué es?

    a) Polvo

    b) Migas

    c) Habría que hacer una excavación arqueológica para determinarlo.

    d) #Twittersueloayudaurgente
2) ¿Qué utilizar para volver a convertir el suelo en la tarima flotante que un día fue?

    a) Escoba+recogedor

    b) Aspiradora

    c) a+b

    d) Paso mogollón
3) La ropa tiene un color grisáceo que juraría poco tiene que ver con su tono original, ¿era blanco?, ¿cómo volverla a su color original?

    a) Me pongo a frotar como si no hubiera un mañana

    b) La meto en la lavadora

    c) ¿Qué coño temperatura se le pone a esto?

    d) #ropaurgentesocorro
4) ¿Para qué narices servirán esas etiquetas que no hacen más que dar por saco en la baja espalda o en el costado?

    a) Las etiquetas se inventaron para castigar a quienes se ponen prendas varias tallas menores que la suya

    b) Son unos inventos creados para meterles la tijera y después, a veces, desgraciar la prenda por que se lava a una temperatura que no es

    c) Son unas guías breves de consejos de lavado para que la prenda se mantenga como nueva forever

    d) ¿Etiqué?
5) Entro en la cocina y aquello es un infierno de platos y cazuelas sucios de olores inmundos, ¿qué hago?

    a) Me dispongo, con unos morros hasta el suelo, a fregarlos a mano porque…

    b) Aún no he solicitado por medio de mi red social favorita un crowdfunding (financiación espontánea y amigable) para poder adquirir una de esas máquinas que tragan platos y los devuelven impolutos.

    c) Gastarán algo, puede ser, pienso yo, los lavaplatos esos, pero ¿y el tiempo que me ahorro, y el dolor de espalda que obvio y lo limpísimos que quedan mientras estoy en el sofá, o donde me plazca?

    d) Quiero un chisme de esos YA
6) Los muebles de madera tienen una especie de película, que no sé por qué, me parece que no es para protegerlos de nada, ¿qué puedo coger?

    a) El trapo

    b) El flisflis

    c) El plumero

    d) Todos ellos, pero por partes
7) Se acerca el invierno. No, no queremos emular a ninguno de los tropecientos reinos esos, sólo ansiamos poner el relleno nórdico dentro de la funda. Se resiste, ¿qué hacemos?

    a) Despotricar y esperar hasta que se meta solo

    b) Llorar

    c) Meternos dentro

    d) Esperar que alguien nos diga cómo lo hace
8) La lavadora nos ha devuelto las prendas que le prestamos. Huelen bien y parecen limpias, pero también están mojadas. La siguiente fase era el tendal. Una vez allí…

    a) Estirarlas un poco previamente ayudará, en algunos casos, a mitigar o evitar el proceso de planchado

    b) El atajo 3 decía que las pinzas había que ponerlas en las costuras

    c) Las cuelgo como cuadre, ya estoy hasta el gorro

    d) Qué atajos ni qué giliposheces
9) Horror, ¿qué ha pasado dentro del armario? Había prendas colgadas en perchas y ahora está todo medio revuelto cual montonera de las rebajas, ¿qué medidas desesperadas he de tomar?

    a) Pensar en qué no me pongo desde hace un año y reciclarlo sin volver a guardarlo ‘por si acaso’

    b) Plantearme guardar en cajas etiquetadas lo que sea de otra estación

    c) Echarles la culpa a los duendes del armario

    d) Soñar que tengo un vestidor como los de las películas y los que salen en algunas casas en los programas de la tele

10) Lo que hemos concluido después de esta experiencia es que:

    a) En las mujeres hay cierta predisposición genética e innata para las labores domésticas (#ojitocuidao)

    b) Los hombres que no quieren tener mínimas nociones de limpieza express básica, aparte de tener una geta como un piano, pueden perder puntos de magnetismo (#allorito)

    c) Se tarda las primeras veces, pero después ayuda a no tener más que lo imprescindible por el medio

    d) Todas estas actividades no deben/pueden ser practicadas por cualquier habitante de la casa

Resultados

    Hábito

    Si 1, 2, 3, 8, 9 (b) estamos en la senda de la maestría, la complementación teoría/práctica se produce según lo previsto y, con dos o tres repeticiones repasando mentalmente el proceso al principio, en breve podrás supervisar al resto de miembros de la unidad doméstica.

    Ahorro tiempo

    Si 2, 3 (b), 5 (c), 6 (a+b), 8 (b) hemos avanzado velozmente del nivel principiante/voyeur (porque nos dieron el ultimátum y ya no hubo más remedio que implicarse en las patrullas de limpieza) a nivel medio o pro (la diferencia estribará en el mejor resultado en menor tiempo) porque hemos llegado a la conclusión de que son tareas ineludibles pero tenemos más cosas que hacer, así que queremos acabar las obligaciones rapidito.

    Autonomía

    Tomar, sin supervisión, decisiones como 2, 3, 8 (b) significa que ya podemos dedicarnos en solitario (con la celeridad o detenimiento que queramos) al acondicionamiento, de manera que hemos alcanzado la autonomía.

    Equidad

    Si 1, 2, 3, 8, 9 (b) (a la primera, segunda o las que hagan falta) significa que se llegó al nivel de equidad doméstica y todos los/as habitantes se dedican por igual a las tareas de supervivencia en el hogar.

    Experiencia

    Se irán adquiriendo puntos de experiencia (y subidas de nivel: principiante, medio, pro) por medio de la práctica de las actividades ya mencionadas. Bonificaciones adicionales (en forma de premios a elegir por los interesados/as) relacionadas con la eficacia (suelos aspirados y fregados, superficies sin polvo) y el empleo de tiempo (<tiempo> eficacia= + nivel)

    Conclusión

    10 (d)

    Cualquier habitante de una unidad doméstica, por tener extremidades, puede y no ha de ser enseñado a realizar labores de acondicionamiento del hogar para ganar puntos de independencia, esta es la noticia.

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Mensajepor :) » Vie 25 Abr, 2014 11:31 pm

MI VIDA PELIGROSA

DAVID GISTAU



Todo ha cambiado ahora. Puedo salir del armario y proclamar al mundo que soy un orgulloso «pringao» doméstico

EL otro día madrugué y, para no despertar a nadie en casa, tuve que armar a oscuras la bolsa del gimnasio. El resultado fue nefasto. Unas horas después, en el vestuario de un club de boxeo lleno de tipos que volvían de guantear comentando los golpes, extraje de la bolsa una toalla de Bob Esponja de los niños cogida por error que, una vez anudada a la cintura, arruinó para siempre cualquier posibilidad de conquistar en el ring, algún día, un apodo con las mismas resonancias que «Mano de Piedra» o «El bombardero de Louisville», o al menos «El tigre de Chamberí», como Ozores, pero en más bien Garfield. Pese a la mofa inicial, allí se terminó cantando a coro «Tristeza de amor», así que alguna tecla emotiva tocó Bob Esponja en esas almas de jab.

El incidente me recordó cuán difícil es existir en pose a lo Hemingway cuando se es padre de familia numerosa sin ni siquiera un triste león ante el cual calibrar la virilidad y después contarlo. Los leones son aún más intransigentes que los boxeadores con las toallas de Bob Esponja ceñidas a la cintura. Imaginen a Francis Macomber con una toalla de Bob Esponja puesta mientras trataba de redimir su masculinidad delante de su esposa adúltera. El relato zozobraría hacia un registro de comedia que habría restado sentido trágico a la obra de Hemingway e incluso invalidado la solución del suicidio por escopeta.

En los últimos años, he sobrellevado con sorda frustración todas las penurias domésticas que me alejaban del cliché literario. Mientras machacaba las pastillas de Kindival para mezclarlas con el yogur, mientras me vomitaban la camisa, mientras gestionaba más mierda ajena que un jefe de gabinete, envidiaba con franco resentimiento a los amigos columnistas que en ese mismo instante obtenían sobre el terreno material para su rapsodia de la resaca rockera. Era un sentirme disminuido, emasculado en términos literarios, cautivo de un mundo al que no tienen acceso barmans ni leones y en el que me marchitaría sin glorias ni bohemias que cantar. Y encima en ese último reducto, el club de boxeo, se me coló Bob Esponja.

Pero todo ha cambiado ahora. Puedo salir del armario y proclamar al mundo que soy un orgulloso «pringao» doméstico. Puedo hacerlo gracias a Miriam González Durántez, la esposa de Nick Clegg, que nos ha hecho saber a los calzonazos que ni un día oficial de orgullo tenemos señalado en el calendario que es ahí, entre los patitos de goma de la bañera, donde el hombre contemporáneo exhibe sus «cojones». ¡Y sin tener que disparar contra ningún ser vivo! ¡Y sin el requisito de suicidarse con una escopeta, que eso no me apetecía especialmente! Pobre Hemingway, que salió a buscar hasta las nieves del Kilimanjaro lo que, según la señora de Clegg, siempre estuvo esperándolo en un paquete de toallitas Dodot. Vivo peligrosamente.

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Mensajepor Invitado » Dom 08 Jun, 2014 2:22 am



Cuando el amor se convierte en un instinto

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Mensajepor Invitado » Vie 20 Jun, 2014 10:18 pm

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Mensajepor Invitado » Lun 30 Jun, 2014 4:14 am

El barco del amor

David Gistau



Peter Viertel decía que los mejores romances son los que ocurren a bordo de un transatlántico. Sobre todo si el flirt es adúltero, porque al llegar a puerto los amantes se dispersan y regresan a sus vidas con apenas un recuerdo secreto que visitar de vez en cuando. Un amorío en un barco, ay.

Mi barco no salió al mar. Permaneció atracado en el puerto de Barcelona mientras todo ocurrió. Ay. Yo entonces era reportero de una revista de viajes, y me habían invitado a la fiesta de presentación de un gigantesco crucero italiano: cena, barra libre y estancia de una noche en un camarote en el que resultaba fácil imaginarse en alta mar, abolidas las reglas de la vida habitual. Por el ojo de buey se veía la estatua de Colón y un neón de Telepizza. Pero, mentalmente, yo atravesaba galernas en el Atlántico norte, de esmoquin, con fichas de ruleta en la mano, observando cómo la copa del Dry Martini se deslizaba por la barra por culpa de los embates oceánicos. Mentalmente.

El azar depositó en la mesa en la que me correspondió cenar a una presentadora de televisión italiana embutida en un vestido plateado, como de mercurio. Llamémosla... ehhh... Nina. Carezco de sensibilidad poética para describir con metáforas como la de los dientes de perla la belleza de la mujer, así que me limitaré a decir que Nina estaba buena. Y yo de esmoquin en la galerna, con fichas de ruleta resonando en mi mano. Mentalmente. Tiré durante la cena con toda la munición que tenía. Mis mejores chistes. Mi juego de muñeca con el encendedor, inspirado en Philip Marlowe. Todas las frases que pude plagiar a Woody Allen. Fingí que me interesaba muchísimo su proyecto de decorar personalmente una casa recién comprada en la Toscana (aunque, mientras me contaba eso, yo visualizaba goles de Maradona). Hasta probé arteros trucos sentimentales, como contarle cuánto me gustaba rescatar cachorros en la calle y espulgarlos con mis propias manos.

En la mesa había también un torero. Así que yo no paraba de acordarme de la anécdota de Jardiel Poncela, de cuando se trabajó con ingenio, durante toda una velada, a una bella dama peruana que luego se marchó con un torero que no había abierto la boca, pero era un torero. Sin embargo, Nina era inmune a las tentaciones folclóricas y a los clichés de la virilidad, afortunadamente. Lo nuestro prosperó entre risas cada vez más cálidas a lo largo de una cena en la que los rasgos de los demás comensales se me desenfocaron por completo: no los necesitaba ya ni como figuración de mi romance en alta mar, esmoquin, galerna, fichas, copa que por fin estalla contra el suelo. Mentalmente.

A la hora del baile y la barra libre, yo largaba propinas a los camareros para que nunca nos faltara de beber. Le olía bien el pelo al bailar. Hacia las dos de la madrugada, Nina me miró, me dijo al oído el número de su camarote, me pidió cinco minutos de ventaja, y enfiló hacia el ascensor, toda ella culo en movimiento. Esperé cinco minutos, imitando el modo de apoyarse en una columna de Alain Delon, y, cuando me disponía a pulsar el botón del ascensor, me sobrevino la pregunta terrible: «¿Qué número de camarote dijo que era?». Imposible recordarlo. ¿Por qué las mujeres de ahora no te apuntan las cosas en el dorso de la mano con el rímel o lo que sea? ¿Por qué lo confían todo a la memoria de un tipo que lleva bebiendo toda la noche? Aporreé algunas puertas al azar, sin obtener más que puteadas expresadas en tres o cuatro idiomas diferentes. Grité «Nina», arrodillado en el corredor, como Marlon Brando gritó «Stella», y alguien respondió: «¡Vete a la cama, borracho, o llamo a seguridad!». Al final, un alemán obeso que abrió su puerta en calzoncillos se compadeció y, después de vestirse, se vino conmigo a tierra a buscar un bar. Ni esmoquin ni fichas: niño, ponte un cubata de Larios.

No vi a Nina a la mañana siguiente. Pero en el aeropuerto, mientras facturaba, me sobrevino otro pensamiento: «Cubierta 3, pasillo de babor, camarote 245». Nada como el amor en alta mar.

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Mensajepor Invitado » Lun 14 Jul, 2014 3:33 am



Una historia del Bronx (La prueba de la puerta)

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Mensajepor Invitado » Vie 25 Jul, 2014 11:23 pm

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Consejos de geisha para ser mejor conversador

Las habilidades de conversación que estudian y practican las geishas son muy útiles para convencer y mantener la atención de tu interlocutor en entornos sociales y laborales

Isabel Garzo



Las geishas son profesionales del entretenimiento que distraen a quien las contrata con distintas artes y destrezas. Entre sus herramientas más preciadas se encuentran sus habilidades de conversación: les sirven para mantener la atención de sus patrones desde la primera impresión hasta, en ocasiones, hasta veinte o treinta años después; y hacen que sean requeridas para presidir cenas y fiestas o acompañar a personajes importantes. Las buenas geishas saben estar y saben cómo hacer que los demás se sientan cómodos.

Algunas «geishas modernas» ofrecen ahora cursos y manuales que enseñan tácticas, técnicas y mecanismos de seducción emocional. Si pasamos por alto algunos detalles, como su orientación exclusiva a las féminas o el machismo implícito en el objetivo principal de algunos de estos cursos (encontrar marido y mantener su interés a lo largo de los años), esos consejos pueden aplicarse al entorno social moderno, al mundo laboral o a cualquier situación en la que se quiera convencer a alguien. Las nociones de retórica, narración y dialéctica que estudian y practican las geishas, adaptadas, son recomendables para todos aquellos que deseen sentirse como pez en el agua en cualquier conversación.

ENTRENAR TU CULTURA Y SER CURIOSO

Un buen conversador no se entrena solo en las conversaciones. Lo que hace que las geishas sean buenas conversadoras es que pueden hablar de casi todo: son personas cultas que leen mucho y pueden hablar tanto de temas sociales y políticos como de bromas y temas livianos.

Para ser un buen conversador hay que tener una actitud curiosa hacia la vida: solo así se acumularán anécdotas y conocimiento sobre los temas más variados que se podrán utilizar como referencia en futuras conversaciones.

Además, las geishas desarrollan otra habilidad: la de interpretar el estado de ánimo de sus interlocutores. Es decir, que no debemos hablar igual con todo el mundo, sino que es recomendable adaptar nuestro discurso a la receptividad de la audiencia para conseguir que todos los participantes en la charla se sientan cómodos.

INCORPORARTE A UNA CONVERSACIÓN YA EMPEZADA

Al incorporarte a un grupo que ya se encuentra conversando, es importante que interpretes su lenguaje corporal para deducir, en primer lugar, si desean que te unas a su conversación. Una sonrisa, una mirada o un ligero cambio de posición te bastarán para saber que eres bienvenido. Después, debes escuchar un rato y hacer tu aportación a la conversación solo de forma natural. Llegar con una información nueva interrumpiendo así el tema tratado puede resultar violento.

Las geishas pueden incorporarse a cualquier conversación porque saben escuchar. Así, si no pueden aportar algo a un tema, en cambio saben hacer las preguntas adecuadas: no tienen vergüenza de su ignorancia porque consideran que su deseo de conocimiento es algo positivo.

ENCONTRAR TEMAS DE CONVERSACIÓN

Sé ingenioso. Puedes ahorrarte todas las frases iniciales «de ascensor». ¿Por qué no comienzas directamente con una observación interesante o una pregunta original? Captarás la atención del otro y harás que ambos aprovechéis mejor los minutos que dediquéis a esa charla.

Cuando se reúnen varias personas, lo más habitual es que empiecen a hablar de algo que todas ellas tengan en común: el trabajo, un deporte… Pero es más enriquecedor intentar que esos temas no se alarguen e introducir otros no relacionados directamente con la actividad que los une. Hay varias formas de introducir nuevos temas: preguntar a alguien algo que no sabes sobre él, pedir más detalles sobre algo que sí sabes, contar algo sobre ti (solo si puede ser de interés para los demás), mencionar un tema general sobre el que seguramente todos tendrán algo que decir…

Intenta que todos se sientan incluidos: las geishas, por ejemplo, hacen preguntas para propiciar la participación de los más tímidos y que, así, nadie monopolice la conversación.

REFORZAR LAS IMPRESIONES DEL OTRO

Nadie desea ver su intervención «ninguneada». Asegúrate de responder de alguna forma a lo que dicen los demás antes de hacer tu propia aportación. Las geishas, por ejemplo, muestran su acuerdo con lo que han escuchado o preguntan algo al respecto.

Cuando alguien espera con impaciencia a que el otro termine de hablar para poder decir él su frase, eso se nota. Se nota aunque esa persona se moleste en asentir efusivamente de forma automática. Se nota porque, en cuanto el otro termina, esa persona comienza a hablar enseguida para que nadie más aproveche ese silencio para hacerse con el turno. Y porque repite demasiado expresiones como «pues yo» para forzar la conexión entre el tema tratado y el que él quiere incorporar. Según una de estas geishas que ahora publican sus consejos, «hay que escuchar pulcramente para dar la respuesta adecuada».

CUIDAR LAS PROPIAS INTERVENCIONES

Si son demasiado largas, los interlocutores se pondrán nerviosos: ellos también tienen cosas que decir. Obligarles a escuchar algo muy extenso es intrusivo. Si son muy cortas, les harás llevar el peso de la conversación y tu compañía no les aportará mucho. Encuentra el equilibrio, no solo en la duración sino también en la calidad de tus intervenciones: huye de los tópicos e intenta contar historias. Fíjate en los buenos narradores (esas personas que convierten cualquier hecho trivial en una emocionante historia) y en las personas ingeniosas. Selecciona temas de interés y no dudes en desechar otros, no hables todo el rato de ti y ameniza tu relato utilizando el humor, la intriga y la sorpresa.

Si lo que quieres es convencer, no abuses de las impresiones subjetivas y, en su lugar, intenta reforzar tu relato citando fuentes fiables y legitimadas.

Ten cuidado con la información personal que das sobre ti: valora primero la confianza que tienes con esas personas. Las geishas son muy conscientes de que cierta información puede volverse después en su contra.

Estas profesionales de la comunicación social no dudan en utilizar los elogios y tienen mucho cuidado con las críticas: no solo hacia las personas con las que hablan, sino también hacia personas ausentes. Si no tienes mucha confianza con tus interlocutores, da muy mala imagen que hables mal de terceras personas.

También es importante que cuides tu lenguaje corporal: mira a los ojos y procura repartir tus miradas entre todos los interlocutores. Si te diriges solo a uno de ellos, harás que los demás se sientan incómodos.


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Mensajepor Invitado » Jue 11 Sep, 2014 4:40 am

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¿Por qué nos conviene a los hombres que las mujeres vean comedias románticas?

Javier Meléndez Martín


Si un hombre no se come un rosco no es porque sea gordo ni feo o viejo, es porque no sabe soltar un discursito como en las comedias románticas de los últimos veinte años.

Las comedias románticas que se hacen ahora convienen a los hombres. Porque en estas películas los tipos no paran de hablar y hablar… (Pero, oye, no bajan la basura). Gracias a estas películas, los modelos son tipos que no mueven más músculo que la lengua. Por suerte no tenemos que competir con el Rod Hudson de Obsesión, que encima de guapo —y muy hetero en la película— deja de acostarse con niñatas para estudiar quince años medicina y devolver la vista a la mujer que ama. ¡Quince años! Como hombre, escondería también películas como Tú y yo, donde Cary Grant deja su vida de playboy y se mete a pintor de brocha gorda para demostrar a la mujer que ama que ha cambiado.

Tú y yo tiene uno de las ideas más plagiadas del cine: «Si me quieres, Cary Grant, si esto no es un calentón —traducción para los tiempos modernos—, quedemos dentro de seis meses en lo alto del Empire State». Y allí que va el tío, después de haberse mantenido casto durante seis meses, con las manos llenas de callos por trabajar duro y no por estar… en World of Warcraft. Como amante del cine, adoro estas películas; como hombre, prefiero que haya tipos que no tienen que demostrar nada, solo soltar cuatro palabras.

Ahora un tío puede estar wasapeando una hora larga con una mujer en estos términos:

PEPE: T kiero amol… XD
MARÍA: De verdad?
PEPE: De verdad. Eres lo + mejor k m ha pasado.
MARÍA: Nos vemos mañana?
PEPE: Es el partido de futbito con los colegas.
MARÍA: Ah, y el jueves?
PEPE: Como con mis padres.
MARÍA: Pero si vives con ellos.
PEPE: :(
MARÍA: Y el viernes?
PEPE: Imposibol. Es la despedida de soltero de mi colega.
MARÍA: Y finde tampoco, claro.
PEPE: Es ke curro.
MARÍA: :( Pero si estás a quince minutos de aquí.
PEPE: No t pongas asin. Eres mi niña y lo sabes.
MARÍA: De verdad?
PEPE: ;)
MARÍA: :)

Emoticono va, emoticono viene… Como si un millón de emoticonos computara por quince años estudiando medicina por amor. Por eso a los hombres nos conviene que apareciera Cuando Harry encontró a Sally: aquí nace la comedia romántica boba con protagonistas que se comen la cabeza. Como amante del cine, mi deseo es viajar en el tiempo e impedir que Billy Crystal sea el protagonista de esta historia. (No creo que esto pudiera cambiar el curso de los acontecimientos hasta extremos dramáticos).

¿Recordáis a Harry y Sally? Harry y Sally se pasan diez o quince años como amigos y confidentes. No se acuestan porque temen que la amistad se pierda. Pero como es gente que no está bien de la cabeza, se sabotean a sí mismos con parejas que no les conviene. Es una película de bla-bla-bla. En un momento de la película, Sally está hundida por la última relación amorosa nefasta —en la que se metió ella solita, aunque se veía venir que aquello acabaría mal—, y él la consuela… Y se la lleva a la cama. Los dos se arrepienten: como si acostarse con un amigo fuera acostarse con la hermana o con la madre.

Harry desaparece… Y llega fin de año. Harry está hecho un asco y toma una decisión: da una carrerita para encontrarse con Sally. No es que ella vaya a tomar un vuelo, no es que la casa donde Sally está de parranda se desplace como la isla de Lost. Se pone a correr. Igual para justificar que lleva chándal, porque en los 80 solo llevaban chándal los que corrían. Y una vez allí suelta:

—Te quiero Sally.
—No puedes aparecer aquí, decirme que me amas y esperar que eso lo arregle todo.

Y a continuación suelta un discursito que como amante del cine me produce arcadas, pero como hombre, me conviene:

—¿Qué te parece así? Adoro que sientas frío cuando hay 22 grados fuera. Adoro cómo te lleva una hora y media prepararte un sándwich. Adoro que se te frunza la frente cuando me miras como si estuviese loco. Adoro, después de pasar el día contigo, que aún huela tu perfume en mí. Adoro que seas la última persona con la que quiero hablar antes de ir a dormir.

—Me dices estas cosas y no puedo odiarte, Harry…

Y aquí acaba Cuando Harry encontró a Sally porque tiene que acabar. De seguir, a los tres meses él estaría soltando discursitos para no dar un palo al agua. De aquel discursito, estos lodos. Peliculitas con carreras a pie, en coche, carreritas, palabraría… Ahora los héroes románticos no tienen porque ser héroes, les basta un discurso en la manga. Y luego pasa lo que pasa… Que hay muchachitas y mujeres-mujeres que preguntan en «foros para la mujer» cosas como:

«¿Me ha dicho “que soy su sol”, ¿creéis que me quiere? Nunca había dicho eso antes».

«Hoy me dijo que era su niña. Creo que poco a poco se va ablandando…»

La que escribe el último mensaje es de las que cada día escribe cómo evoluciona la relación durante tres semanas. Entonces, escribe:

«No entiendo qué ha pasado: estuvimos el viernes en mi casa, todo muy bien. Y desde entonces no sé nada de él. He llamado a su casa y su madre dice que está muy liado con el trabajo. Pero, ¿tanto le cuesta enviar un mensajito?»

Sí, le cuesta quince años… En este caso, el saber popular tiene la respuesta: prometer hasta meter y una vez metido olvidar lo prometido. Para los tiempos modernos: Wasapear hasta meter y una vez metido olvidar lo wasapeado.

Los héroes románticos de antes de Harry no soltaban discursitos: peleaban con matones, nadaban entre cocodrilos o se tiraban media vida estudiando medicina o contando los minutos para ir a la última planta del Empire State.

Lo más extraño de Cuando Harry encontró a Sally es que el guion está escrito por una mujer (Nora Ephron). Parece que es una forma de vengarse de una amiga. Sí, Melinda, te quiere, te quiere mucho, ¿no ves que te ha dado un discursito? Escribiré un guion sobre eso.

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Mensajepor Invitado » Mié 05 Nov, 2014 3:36 pm



Consultorio de Elena Francis
El Consultorio de Elena Francis fue un programa de radio emitido en España entre los años 1947 y 1984. El espacio dirigido al público femenino, se estructuraba en torno a la correspondencia que dirigían las radioyentes a una supuesta experta, Dª Elena Francis, que contestaba a las dudas, consultas y confidencias planteadas. Las cuestiones planteadas iban desde los temas estrictamente domésticos, como cocina o jardinería hasta salud, belleza y problemas sentimentales o incluso psicológicos.

Se recuerda especialmente la sintonía del programa, Indian Summer, de Victor Herbert.

El espacio surgió en la década de los años cuarenta, un momento de renovación en los contenidos de los programas de radio en España. La idea del consultorio la inspiró Francisca Bes, perteneciente a una familia con intereses en el negocio cosmético. Comenzó sus emisiones en 1947 a través de Radio Barcelona, desde donde emitió hasta 1966. Posteriormente se radiaría por Radio Peninsular y por Radio Intercontinental.

Debido al descenso en los índices de audiencia, el programa dejó de emitirse a partir del 31 de enero de 1984.

Desde los inicios del programa las respuestas a las consultas (unas siete en cada emisión diaria) fueron redactadas por un equipo de guionistas, quedando esa labor asignada en exclusiva al periodista Juan Soto Viñolo desde 1966.

En cuanto a las locutoras que prestaron su voz a Elena Francis, la primera fue María Garriga, sustituida luego por Rosario Caballé. Sin embargo la más popular y longeva en el personaje fue Maruja Fernández.

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Mensajepor Invitado » Vie 07 Nov, 2014 6:55 pm

Desde el consultorio de Elena Francis, consejos para la mujer sumisa hasta hoy no hemos cambiado tanto. Bueno, un poquito, resulta que ahora tenemos que saber escupir por el coño


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De Franco a Superpop, enseñando a ser mujer por los siglos de los siglos

‘Complace al hombre, vive por y para sus necesidades, porque sólo así lograrás cazar uno y conservarlo. Ese es tu objetivo vital. Lo necesitas’. Desde comienzos del siglo XX hasta nuestros días éste ha sido el mensaje de las revistas femeninas españolas. Basta echar un simple vistazo a las viejas páginas de Sección Femenina (revista para mujeres de la dictadura de Franco) y otro a las de Cosmopolitan o Superpop para ver con claridad cómo las ideas siguen siendo las mismas: consejos que alimentan estereotipos de género desiguales y que, de manera intencionada o sin intención, contribuyen a invisibilizar la violencia de género.

Miriam Lucas Arranz y Cristina E. Lozano



Desde que nacemos, las mujeres recibimos pautas sobre cómo comportarnos, qué juguetes elegir, cómo ser dulces y educadas, cómo no ser marimachos o bastas, etc. Nos enseñan a ser NIÑAS. Esos mensajes son más o menos implícitos hasta llegar a la adolescencia, momento en que se tornan absolutamente explícitos. En las revistas femeninas españolas de más tirada se observa este fenómeno con alarmante claridad.

Al llegar la pubertad, la mujer empieza a ser abiertamente entrenada para gustar y ser amada de acuerdo a la heteronormativa. Pero sobre todo, recibe instrucciones y trucos para saber cómo cazar a un hombre y conservarlo porque, como se decía en Sección Femenina, “la vida de toda mujer, a pesar de cuanto ella quiera simular –o disimular– no es más que un interno deseo de encontrar a quién someterse. La dependencia voluntaria, la ofrenda de todos los minutos, de todos los deseos y las ilusiones, es el estado más hermoso”. Esto se publicó en 1944, hace 70 años. Desde entonces los tiempos han cambiado y los mensajes de las revistas también, ¿o no?


    Superpop: “A los chicos no les gustan las chicas que montan escenitas. Les molan las chicas más bien tímidas, que sepan defender sus objetivos pero no aquellas que siempre se están quejando por todo y que les van las discusiones”.

Aunque las revistas más actuales han perdido ese cariz de obligatoriedad que se percibe en las viejas publicaciones, bajo la apariencia de consejos se sigue instruyendo a la mujer sobre cómo debe comportarse para conseguir un hombre, y se la anima a hacer méritos constantes para que él la quiera y desee estar a su lado por siempre jamás. Si bien no es malo querer gustar, hay varias razones por las que este bombardeo de mensajes resulta perjudicial para la mujer.

En primer lugar, las necesidades e intereses de ella siempre quedan relegados a un segundo plano. Nunca se pone el foco en el bienestar de ella, tan sólo en el bienestar de ÉL. Parece que no importa cómo te sientas haciendo esto o aquello si es lo que tienes que hacer para gustarle. Esta tendencia contribuye a perpetuar los estereotipos de género más dañinos y a invisibilizar la violencia de género.

Se les dice a las adolescentes que es normal que su chico se enfade si no le priorizan ante cualquier otra cosa (“no le dejes de lado en el móvil. Si te ha llamado o escrito será porque quiere hablar contigo. No des más prioridad al resto de mensajes que al suyo”, recomienda Cosmopolitan), que es algo natural que ellos sean celosos (“ellos pueden ser celosos pero tú no. Es injusto pero el amor está lleno de pequeñas injusticias”, en Superpop nº 465), y que procures no mostrar nunca enfado (“¿Cuentas mentalmente eso de ’1, 2, 3, 4, 5…, yo me calmaré y todos los veréis’ antes de montar un pollo? Pues genial, porque a los chicos no les gustan las chicas que montan escenitas. Les molan las chicas más bien tímidas, que sepan defender sus objetivos pero no aquellas que siempre se están quejando por todo y que les van las discusiones”, en Superpop). Si una joven normaliza estos consejos, es más que esperable que al sufrir violencia de género haga recaer en ella la culpa y responsabilidad de esa violencia.

Hasta aquí mal, pero desgraciadamente hay textos mucho más graves que éstos. “Tus líos y contradicciones mentales” es el título del epígrafe “si quieres hacerlo tuyo, ¡ataca!”, un contenido que incluye el libro Love de Superpop. “Ellos no soportan que nos lancemos a sus brazos y minutos más tarde les digamos como monjas arrepentidas que no podemos seguir adelante, que va contra nuestros principios morrearnos cuando en realidad lo que pasa es que estamos muertas de miedo. Si no estás segura, espera, no te lances, pero cuando te decidas, no te eches atrás”, sentencia esta publicación. Este mensaje culpabiliza a niñas adolescentes de tener líos y contradicciones mentales cuando es lo natural a su edad y, lo que es peor, les dice que una vez que empiecen algo no tienen derecho a parar. Este párrafo lo deja claro: complacerle a él está por encima de cualquier duda o contradicción mental que pueda tener ella. ¿No suena demasiado a la violó pero es que ella le seguía el juego?

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FEMENINA EN TODO MOMENTO

Podrían decirlo más alto pero no más claro. Entre las reglas de oro de Superpop para seducirle se encuentran entre otras “ser positiva, saber sonreír, ser sincera y espontánea, ser femenina al máximo en todo momento, lugar y circunstancia, hacerle reír, ser atrevida y apostar fuerte cuando se debe hacer y mostrar independencia”. Eso sí, después de dar más de 20 pautas de conducta se lanza un “ante todo sé tú misma”. ¿Cómo va a ser una adolescente ella misma después de recibir 80.000 instrucciones para convertirla en otra persona?

Peor aún. “Ser femenina al máximo en todo momento, lugar y circunstancia” entra en conflicto directo con cualquier posibilidad de defensa de los derechos de la mujer. Con demasiada frecuencia en caso de agresión sexual se acusa a la víctima de no haber respondido contundentemente, de no haberse negado con más fuerza, de no haber demostrado suficiente lucha u oposición. Pero si a la mujer se la educa para “ser femenina al máximo en todo momento, lugar y circunstancia”, ¿cómo puede mostrarse contundentemente agresiva y luchar?


    Superpop: “Sé comprensiva con todo el mundo y, sobre todo con ÉL. No juzgues, no critiques, no rechaces a cuantos no actúan como tú. Serás más bella”.

La amabilidad y la dulzura deben ser cualidades inherentes a la mujer. “Una sonrisa a tiempo es un corazón tocado. Sé supersimpática con todo el mundo, no sólo con él, gánate a sus amigos, a su gente, a los camareros y camareras de los locales que frecuentáis. Derrocha simpatía, pues es muy sexy y puede con todo. Sé comprensiva con todo el mundo y, sobre todo con ÉL -’él’ viene escrito en mayúsculas-. No juzgues, no critiques, no rechaces a cuantos no actúan como tú. Serás más bella”, explica la misma revista.

¿No juzgues? ¿Sé comprensiva con todo el mundo? ¿Qué tiene que ver la comprensión y los juicios con la belleza? Una mujer tendrá que juzgar y valorar si las personas a su alrededor la hacen feliz, si la tratan con respeto y si merece la pena tenerlas en su vida. No obstante, desde mediados del siglo XX las revistas femeninas animan a comprender al hombre. Entre el discurso falangista (“Ponte en sus zapatos. No te quejes si llega tarde, si va a divertirse sin ti o si no llega en toda la noche. Trata de entender su mundo de compromisos, de presión, y su verdadera necesidad de estar relajado en casa”) y el de Superpop (“No rompas ese momento de misterio con la típica preguntita ¿en qué piensas? Si tu chico se queda colgado en las musarañas déjalo disfrutar del cuelgue. Lo más probable es que esté pensando en el final de la liga, en las caderas de Pamela Anderson o en el maldito examen de química, así que no vale la pena agobiarlo ni ponerte pesada”) han pasado muchos lustros pero en esencia refuerzan la misma idea: mujer, no molestes a tu hombre con tus tonterías.

Es curioso, a la vez que desgraciadamente previsible, comprobar que no existe un equivalente masculino a este tipo de publicaciones. Las revistas masculinas están mucho más enfocadas a su ocio y disfrute en cualquiera de sus formas. Así, mientras a ellas se las insta a detectar y cubrir cualquier mínima necesidad de él sin dejar de estar siempre divinas de la muerte, a ellos se les dice que somos sumisas, estamos disponibles y necesitamos desesperadamente un macho que nos arregle la vida. “Dile algo ingenioso (…), lo más normal es que sonría. Lo más normal es que si está soltera y ha sonreído quiera ligar contigo”, explica un artículo jocoso de Revista GQ, mientras Superpop insiste en que “la sonrisa es algo que valoran mucho los chicos. Enséñale que eres una persona alegre, activa y con muy buen rollo. ¡Serás irresistible para él!”.

En este ejemplo, como en muchos otros, los roles de género son claros y se complementan a la perfección para cumplir su objetivo: mantener en funcionamiento el complejo engranaje del heteropatriarcado sin importar que por el camino se genere discriminación, diferencia de oportunidades o violencia de género.


EL SEXO POR Y PARA ÉL

“Si tu marido sugiere la unión accede humildemente, teniendo siempre en cuenta que su satisfacción es siempre más importante que la de una mujer. Cuando alcance el momento culminante, un pequeño gemido por tu parte es suficiente para indicar cualquier goce que hayas podido experimentar. Si tu marido te pidiera prácticas sexuales inusuales, sé obediente y no te quejes”, decía Sección Femenina en 1958. En 2014 estas palabras son muy políticamente incorrectas pero se sigue transmitiendo el mismo mensaje: la mujer tiene que complacer al hombre por encima de todas las cosas hasta el punto de sugerir que si él se marcha será culpa tuya por no haberlo cuidado bien (popularmente ha tenido que buscar fuera porque no lo tenía en casa).

“Tú necesitas aprender cómo hacerle el amor de forma salvaje y apasionadamente a tu hombre para así mantenerlo siempre interesado en ti. El sexo es una parte muy importante en una relación. Esto es lo que te separa de ser tan sólo una amiga más de tu pareja”, apremia Cosmopolitan TV.


    Cosmopolitan TV: “La postura del perrito es algo que anhela todo hombre. Haz esto y le darás una imagen que no se le olvidará tan rápido”.

En el artículo Consejos sexuales que toda mujer debe dominar en la cama (para complacerle a él, no para obtener una vida sexual plena como mujer) enfatiza la importancia del sexo oral para él antes del coito, utilizar un lenguaje “caliente” y el deber de que la mujer llegue a la cima porque él desea llegar y que todo funcione muy bien.

Asimismo, ofrece consejos de posturas sexuales siempre dirigidas a él, sin ni siquiera mencionar el placer femenino. “La mayoría de mujeres no utiliza la posición del perrito con la frecuencia que deberían y es una lástima. Esta posición es muy excitante y es algo que anhela todo hombre. Haz esto y le darás una imagen que no se le olvidará tan rápido, debido a los efectos visuales excitantes que esta posición ofrece” dice el texto. En estas relaciones no se tienen en cuenta los intereses de la mujer, no se la concibe como una igual en la relación sexual, sino que esta constituye un complemento para que el hombre obtenga un máximo disfrute.


LA MUJER, UN COMPLEMENTO ÚTIL

“La misión de la mujer es servir. Cuando Dios hizo al primer hombre pensó: no es bueno que el hombre esté solo. Y formó a la mujer, para su ayuda y compañía, y para que sirviera de madre. Pensó en la mujer como un complemento necesario, esto es, como algo útil”, explicaba Sección Femenina en la década de los sesenta.

De esta misma fuente se extrae la idea que las mujeres carecen de “talento creador”. “Las mujeres nunca descubren nada, les falta el talento creador reservado por Dios para inteligencias varoniles; nosotras no podemos hacer más que interpretar mejor o peor lo que los hombres han hecho”, dijo Pilar Primo de Rivera en 1942. Parece increíble que esta opinión fuera expresada tan abiertamente, ¿verdad? Pues el mensaje se ha mantenido hasta nuestros días aunque dicho de forma más sutil.

“Haz que siempre sea él el que tenga las ideas geniales (aunque te repita algo que tú le hayas sugerido dos días antes). Las frases tipo ¡pero eso ya lo había dicho yo! O ¡tú cállate y déjame hacer a mí! le darán ganas de estrangularte. En cambio, decirle algo así como no sé qué haría sin ti o nunca se me habría ocurrido lo harán totalmente feliz”, publicó Superpop nº 465 casi 60 años después en Enamóralo para siempre.

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Pero que no cunda el pánico, porque nuestra supuesta falta de “talento creador” es algo que resulta sexy. “Lees un mapa y no te enteras de nada. Suena a tópico, pero les encanta porque, además de resultarles gracioso, les da la oportunidad de lucirse ellos” o “te resbalas en la calle, te caes de bruces en el suelo y sales de la situación con unas risas, el sentido del humor les resulta realmente sexy”, son actitudes que se anima a poner en práctica desde Centro Mujer, una página web que va dirigida exclusivamente a ellas.


SER INÚTIL COMO TÉCNICA DE CONQUISTA

Desde algunas tribunas se sugiere que hacerse la inútil es una eficaz técnica de conquista. “En lugar de tratarlo como a tu mayordomo particular utiliza la táctica ‘patosilla’: ¡Ay Javi, soy una inútil, me he dejado el monedero en casa! (…) Javi eres un genio, si pudiera estudiar con tus apuntes de mates seguro que aprobaría”, dice la Superpop nº 465.

Mensajes como “muchas veces infravaloramos la importancia de preguntarle qué tal le ha ido en el trabajo. Aunque sea algo rutinario, él sentirá que te preocupas por cada minuto de su día” (Cosmopolitan) recuerdan demasiado a “escúchalo, puede que tengas una docena de cosas importantes que decirle, pero a su llegada no es el mejor momento para hablar. Dejarlo hablar antes, recuerda que sus temas son más importantes que los tuyos” (revista Sección Femenina) .

“Ellos te quieren ver fantástica, magnífica, estupenda, brillante, seductora, encantadora, simpática, y genial. ¿Imposible? ¡Qué va! Te contamos todos los trucos para que los chicos se te coman con los ojos”, promete la Superpop nº 468 en otro artículo titulado Chica Top que después de un sin fin de consejos para cumplir con el estereotipo de belleza inalcanzable concluye: “Memoriza: a los chicos les van las chicas naturales, las que les piden prestado el jersey y se lo ponen sin mirarse al espejo, las que llevan zapato plano y las que usan ropa interior blanca de algodón. No soportan la bisutería, los perfumes asfixiantes, los zapatos de plataforma o las medias de color carne”.

En pleno siglo XXI las adolescentes españolas continúan siendo educadas en el viejo sistema patriarcal de siempre. Un sistema patriarcal que les inculca pautas de conducta incoherentes entre sí (sé natural pero perfecta, arréglate siempre pero no demasiado, sé dulce en todo momento pero defiende tus intereses y derechos, etc.); que se caracteriza por perpetuar lo peor de los estereotipos de género hombre–mujer (él sigue siendo el premio a conseguir, ella debe servirle para ser digna de su atención); y que tiene por objetivo supremo priorizar la satisfacción de las necesidades del hombre por encima de las de la mujer. Así, a las jóvenes españolas se les sigue enseñando lo mismo que se les enseñó a sus madres y abuelas. Ha cambiado la forma, pero el injusto fondo sigue siendo el mismo.

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q difisi ser mujer

Mensajepor Invitado » Vie 07 Nov, 2014 11:05 pm


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Mensajepor Invitado » Mar 06 Ene, 2015 2:44 am

Las mujeres son más jóvenes

Por casualidad las oí disfrutar con las amigas, compartir diversión y charla, con una especie de juvenilismo natural, no forzado ni impostado, irreductible

Javier Marías


Es tanta la gente que hoy va por la calle con los oídos tapados por ­auriculares o por la voz que les chilla desde su móvil, que se pierden una de las cosas que a mí siempre me han gustado: frases sueltas o retazos mínimos de conversaciones que uno escucha involuntariamente a su paso. Si uno no pega el oído a propósito ni acompasa su andar al de los transeúntes locuaces –y eso no me parece bien hacerlo: es cotilleo–, le llega en verdad muy poco: en un diálogo escrito daría tan sólo para dos o tres líneas. Para alguien dado a imaginar tonterías, resulta sin embargo suficiente para hacerse una composición de lugar de la relación entre los hablantes, o figurarse un esbozo de cuento o historia. Hace unos días, al subir por Postigo de San Martín, oí una de esas ráfagas voladoras que me hizo sonreír y se me quedó en la cabeza. Pasé junto a tres mujeres que quizá estaban ya despidiéndose, paradas junto a una chocolatería, si mal no recuerdo. Eran de mediana edad, sin duda habían dejado atrás los cincuenta, aunque no me dio tiempo a reparar en su aspecto. Reían con ganas, se las notaba de excelente humor y contentas. Una de ellas dijo: “Qué bien estamos las mujeres”. Otra contestó rápida: “Ay, y que lo digas”. Y la tercera apostilló: “Y nos lo pasamos genial”. Yo continué mi marcha, eso fue todo. Pero capté bien el tono, y no era voluntarioso, sino ufano; no era que trataran de convencerse de lo que decían, sino que estaban plenamente convencidas y lo celebraban, como si pusieran una rúbrica verbal a lo bien que se lo habían pasado el rato que habían permanecido juntas. No sé muy bien por qué, me animaron y me hicieron gracia.

Sería difícil escuchar estos tres mismos comentarios en boca de hombres, y aún más en varones de edad parecida. Sería raro que se ensalzaran en tanto que sexo (“Qué bien estamos los hombres”), incluso que se rieran tan abiertamente y tan de buena gana como aquellas tres señoras simpáticas y tan conscientes de su enorme suerte. La suerte de disfrutar con las amigas, de compartir diversión y charla, con una especie de juvenilismo natural, no forzado ni impostado, irreductible. Llevo toda la vida observando que no hay demasiadas mujeres amargadas ni excesivamente melancólicas. Claro que las hay odiosas, y en la política abundan. Las hay que se esfuerzan por perder todo vestigio de humor y mostrarse duras; las hay de colmillo retorcido, venenosas y malvadas (legión las televisivas); tiránicas o brutas, zafias o de una antipatía que hiela la sangre; también las hay insoportablemente lánguidas, que han optado por andar por la vida como sufrientes heroínas románticas. Lejos de mi intención hacer una loa indiscriminada y aduladora, las hay de una crueldad extrema y las hay tan idiotas como el varón más imbécil. Pero, con todo, y pese a que hoy tiende a proliferar el tipo serio y severo, la mayoría posee un buen carácter, cuando no uno risueño. Cada vez que veo a matrimonios de cierta edad, pienso que más valdrá que muera antes el marido, porque conozco a bastantes viudos desolados y que no levantan cabeza nunca, que se apean del mundo y se descuidan y abotargan, que pierden la curiosidad y las ganas de seguir aprendiendo, que se convierten sólo en eso, en “pobres viudos” desganados y desconcertados. Y en cambio casi nunca he visto a sus equivalentes en mujeres. Apenas si hay “pobres viudas”, es decir, señoras o incluso ancianas que decidan recluirse, que no superen la pena, que pasen a un estado cuasi vegetativo, de pasividad e indiferencia. Por mucho que les duela la pérdida, suelen disponer de mayores recursos vitales, mayor resistencia, mayor capacidad para sobreponerse y encontrarle alicientes nuevos a la existencia.

De todos es sabido que las mujeres leen más, desde hace muchos años; pero también van más al cine, al teatro, a los conciertos y exposiciones, y las conferencias están llenas de ellas. Salen a pasear, a curiosear, quedan con sus amigas y viajan con ellas. He conocido a varias mujeres que ya habían cumplido los noventa (recuerdo sobre todo a María Rosa Alonso, estudiosa canaria amiga de mis padres, que aún me escribía con letra firme y mente clara e inquieta a los cien años) y se quejaban de que les faltaba tiempo para todo lo que querían hacer, o estudiar, o averiguar. Hablaban con la misma impaciencia por aumentar sus conocimientos que se percibe en los jóvenes despiertos, mantenían intactos su entusiasmo, su sentido del humor, su capacidad de indignación ante lo que encontraban injusto, su calidez, su risa pronta, su afectuosidad sin cursilería. Las mujeres han sido siempre en gran medida el elemento civilizatorio, las que han hecho la vida más alegre y más amable, y también más cariñosa, y también más compasiva. No hace falta recordar que son las que educan a todo el mundo en primera instancia y las que atienden y ayudan más a las personas cuando su final está cerca. En esas mujeres generosas (las hay que no lo son en absoluto), la generosidad no tiene límites. Pero, por encima de todo, mantienen en gran medida la juventud a la que muchos varones renunciamos en cuanto la edad nos lo reclama. Somos pocos los que no tenemos plena conciencia de los años que vamos cumpliendo, para atenernos a ellos. A numerosas mujeres les trae eso sin cuidado, para su suerte: están tan poseídas por sus energías de antaño que no hay manera de que las abandonen. “Y nos lo pasamos genial”. Cuán duradera es ya la sonrisa que me provocó esa frase celebratoria que cacé al vuelo.




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