
LAS MIL MUJERES DE HUMPHREY «EL HOMOSEXUAL»
POR JULIO VALDEÓN BLANCO
El cigarrillo que lo llevó a la tumba lo aureolaba de plata y el American Film Institute lo tiene catalogado como la mayor estrella masculina de todos los tiempos. Humphrey Bogart (1899- 1957) encarnó al arquetipo de actor viril y mujeriego. Aparte de protagonizar
Casablanca y
El sueño eterno, lideró también las estadísticas del jergón. Según Darwin Porter, periodista de la edad dorada de Hollywood y autor de una nueva biografía [
Humphrey Bogart: La forja de una leyenda, el actor se acostó con hasta 1.000 mujeres.
Primero en Broadway, después en Hollywood, su bulimia de sexo lo convirtió en el cazador número uno, capaz de liarse con todas y cada una de las actrices de reparto, comediantes, coristas, divas en ciernes y aspirantes a diosas que cruzaban frente al radar. Entre las conquistas más espectaculares figuran Jean Harlow, Bette Davis e Ingrid Bergman.
Tras estudiar unas memorias inéditas y entrevistar a diversos actores de la época, Porter escribe que la primera vez que trató de acostarse con una jovencísima Bette Davis fue sorprendido por la madre de la actriz, que lo expulsó del hogar familiar acusándole ser «un esclavo de sus genitales». Otra amante de fuste fue marylin Dietrich, diosa andrógina a la que el sistema de estudios protegía del escándalo.
Bogie, a diferencia de la Dietrich, no fue bisexual, pero según Porter hubo días en los que el protagonista de
El halcón maltés temió figurar junto a Cary Grant, Greta Garbo, Josephine Baker, Alec Guinness, Charles Laughton, Rodolfo Valentino o Randolph Scott en la lista de navegantes a pelo y pluma, en aquella ciudad salvaje donde las juergas duraban días y las orgías fueron comunes. «La cremallera se inventó en 1926», explicó uno de sus ligues de la época, la también actriz Joan Blondell. «Humphrey exigió que le cosieran una en todos sus pantalones. Así, el sexo era mucho más rápido».
Humphrey Bogart había iniciado su carrera en Broadway, donde encontró a la que sería su primera y fugaz esposa. Casado con Helen Menken entre 1926 y 1927, la pareja se hizo famosa por sus numerosos
affaires con otras mujeres. Bogart coleccionaba amantes a ritmo suicida; a veces incluso las compartía con Menken. «Cuando en Broadway había 120 teatros, la proporción era de cuatro actrices por cada actor», explica Porter, «nadie lo ha calculado hasta ahora, pero es posible que Bogart se acostara con unas 1.000 mujeres, la mayoría durante este periodo».
El hijo del cirujano y la sufragista, expulsado de Yale, había vivido en lo mejor del Upper West Side neoyorquino y heredado del padre su adicción a las sustancias fuertes, así como un carácter bronco. Para su biógrafo, buena parte de los demonios palpitan en una infancia cruda, en una madre brillante (en sus mejores días como ilustradora de moda ganó hasta 50.000 dólares anuales) y gélida. Añade que su perenne cicatriz en el labio no tiene nada que ver con las historias de guerra que le inventaron en Hollywood: de creer lo que cuenta la biografía de Porter, se la habría hecho su padre, de un bofetón.
Sea como fuere, en 1926 Bogart llegó al hotel de Gramercy Park, donde contrajo matrimonio con Helen Menken convertido en un prometedor histrión y un bebedor fajado, habitual de todos los bares ilegales. Aquella unión saltó por los aires y los problemas de autoestima crecieron al poco de casarse con su segunda esposa, Mary Philips.
Se conocían desde 1924, cuando coincidieron en el teatro interpretando Nerves. En esa época, Bogart sobrevivía con papeles de secundario en los teatros Broadway, mientras que Philips era ya una actriz conocida en Nueva York, respetada por sus pares y con un currículum bien establecido.
A Philips no le impresionaba en absoluto la fama de su marido. Fiera e independiente, mantuvo vivas sus relaciones previas. De hecho, llegó a acostarse con un amigo de Bogart el día previo a su boda. Los rumores de sus fiestas asaltaban el hogar común, le recordaban que en su paranoia compartida también él ejercía como cornudo. Al cabo de un tiempo comenzó a sufrir problemas de impotencia.
Empequeñecido, desorientado, se lamentaba de su suerte. «Si al menos Mary no lo empeorase», le comentó a un amigo. «Cuando no logro hacerlo se burla de mí, me ridiculiza. Nunca debería haberme casado con ella». Dice el libro que el actor incluso coqueteó con la idea del suicidio: «Pero nunca he ido más allá de pensarlo. Sencillamente, no me veo cortándome la garganta con una cuchilla».
Tanta era su congoja que llegó a plantearse si no sería homosexual. Para conjurar fantasmas redobló sus proezas nocturnas, la compulsiva y salerosa rumba en camas ajenas. El hombre de granito, pedernal con corazón de barquillo, interpretó durante la cresta de su carrera a fulanos rectos, incapaces de la traición, pero en la vida real era incapaz de contenerse. Claro que nunca fue un salido en plan Bill Clinton. Caballero victoriano, mitad canalla mitad dandy, otro biógrafo, David Thompson, lo describía comparándolo a William Faulkner.
Entre tanto, en 1928, firmó su primer contrato con Hollywood. A razón de 750 dólares a la semana viaja de Nueva York a Los Ángeles y vuelta. El
crack del 29 enfrió todo al descubrir que su padre estaba arruinado. Murió en 1934, a los 66 años, dejando a la familia deudas por valor de 10.000 dólares que Bogart pagó al contado.
Para entonces la carrera de su madre como ilustradora también languidecía. Ocho años e infinitos papeles secundarios más tarde firma con Warner. Interpreta un papel jugoso en
El bosque petrificado. Su sueldo crecerá hasta los 1.750 dólares en 1941: lejos de las grandes estrellas pero una evidente mejora respecto a la década previa.
Como todo triunfo traía bajo la gabardina un cuchillo. 1936 fue también el año en el que Mary, que nunca quiso acompañarlo a Hollywood, precipitaba el divorcio. Su explicación fue que quería irse de gira con la versión teatral de
El cartero siempre llama dos veces, de James E. Cain.
Poco después conocía a Mayo Methot, la que sería su tercera esposa, la más pendenciera de todas: formidable bebedora, cariñosa, divertida y un verdadero tornado cuando besaba el frasco. Conocidos en aquella época como los
Battling Bogarts (algo así como los
Bogarts pendencieros) sus peleas nunca fueron recreadas en la prensa porque el estudio cuidaba bien de sus estrellas.
A cambio de la semiesclavitud, de no poder elegir papeles y repetir mil veces la misma escena en mil películas deshonrosas, Bogart bebía y discutía con Mayo, a veces a punta de pistola: durante la II Guerra Mundial, entreteniendo a las tropas, más de una vez robaron el arma de algún oficial para acabar a tiros por los barracones.
Pero Methot no era Humphrey. No aguantaba igual el alcohol ni, sobre todo, fue capaz de mantener firme el timón de su carrera. De interpretar papeles menores pero curiosos pasó a evaporarse. A partir de 1940 ya no volvió a trabajar. Entre tanto, en 1937, había fallecido víctima de una peritonitis Kay, una de las dos hermanas de Bogart. La otra hermana, Pat, acaba de divorciarse y según Thompson iniciaba una terrible racha de depresiva. Humphrey, dirá su biógrafo, quedaba como único soporte económico de su familia.
Todo trabajaba en contra de su espíritu, o al menos de su hígado. La suerte profesional cambió a partir de 1941, cuando rueda
Alta sierra a las órdenes de Raoul Walsh. Un año más tarde llega
El halcón maltés, dirigida por John Huston. Cuando hizo
Casablanca (1942) tenía 44 años. Al fin en la cumbre, con unos ingresos anuales de más de medio millón de dólares.
En 1944, durante el rodaje de
Tener o no tener, conoció a Lauren Bacall. En febrero del 45 obtiene el divorcio de Methot y tres meses después contrae matrimonio con la jovencísima actriz. No puede decirse que todo fuera con arreglo al canon: entre 1942 y 1955 mantuvo una relación paralela con Verita Thompson, una actriz fracasada a la que hizo su asistente personal. Mujer de carácter, Thompson acabó viviendo en Nueva Orleans, de donde se negó a ser desalojada durante el Katrina.
Bogie y Betty vivieron enamorados, razonablemente felices, hasta que un cáncer lo liquidó en 1957. Atrás quedaba el récord de polvos, las correrías por el teatro, las fuentes de Hollywood, el taconeo por todos los catres conocidos, aunque no el gusto por el whisky, fiel compañero. Bogart acudió a la tumba con el silbato de oro que le había regalado a Bacall el día de su boda.
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Humphrey Bogart
● El actor, nacido en 1899, se acostó con más de 1.000 mujeres, según una nueva biografía. Entre sus conquistas destacan Jean Harlow y marylin Dietrich.
● Aun así, las infidelidades de su segunda mujer, Helen Menken, le llevaron a creer que era gay.
● Libro. «La forja de una leyenda» es la nueva biografía de Bogart, obra de Darwin Porter, que se publica este mes en EEUU.EL MUNDO / AÑO XVI, NÚMERO 437 CRÓNICA DOMINGO 3 DE OCTUBRE DE 2010