Mensaje por Invitado » Dom 23 Feb, 2020 3:39 am
TOBIAS RATHJEN ALEMANIA, 202O Ultraderechista con licencia de caza, mató a 8 clientes de bares frecuentados por inmigrantes y a su madre, antes de suicidarse. ALEK MINASSIAN CANADÁ, 2018 Arrolló con su vehículo a viandantes del centro de Toronto, matando a 10 de ellos e hiriendo a otros 16, antes de intentar ser abatido por la policía.ELLIOT RODGER CALIFORNIA, 2014 El inspirador de los demás. Apuñaló a tres estudiantes varones, asesinó a tiros a otras dos chicas y arrolló a varios más con su vehículo antes de suicidarse de un disparo.
TOBIAS EL ÚLTIMO INCELRetrato de los ‘célibes involuntarios’ y misóginos y sus tres grandes matanzas: en California, Toronto y Alemania. El reportero encuentra su rastro en webs y foros de internet donde se lamen sus heridas con orgullo. “No hay solución: te vas a morir siendo virgen por más que vayas al gimnasio o te cuides”, es su ideario. Ellos lo llaman su “blackpill”, pastilla negra. Antes que Tobias fueron el ‘recluta’ Alek y el ‘martir’ Eliot, a quien llaman “San Eliot”. Entre los tres mataron aleatoriamente a 24 personas.DARÍO PRIETO
No he tenido esposa ni novia en toda mi vida. Los últimos 18 años los he pasado solo por propia elección». Durante páginas y páginas de su manifiesto, Tobias Rathjen —el alemán de 43 años que este miércoles mató a disparos a nueve personas, incluida su madre, en la ciudad de Hanau— se dedicó al odio racista y a las teorías conspiranoicas contra EEUU. Nada muy diferente de los artífices de otros actos terroristas ultraderechistas de los últimos años, como el de Noruega en 2011 y el de Christchurch (Nueva Zelanda) en 2019. Pero bastaron un par de líneas para que el atentado que cometió antes de suicidarse cobrase un nuevo sentido. Tobias se definía a sí mismo, sin usar la palabra, como incel. Un acrónimo que hace referencia a los «célibes involuntarios» varones, a partir de la grafía inglesa, que han encontrado en internet su ecosistema perfecto.
¿Pero qué es exactamente un incel? Para responder, hay que empezar el relato por la mitad. En abril de 2018 Alek Minassian embistió su vehículo contra los viandantes del centro de Toronto, matando a 10 de ellos. En un principio, se investigó si se trataba de un atentado yihadista, pero se descubrió un extraño mensaje que el asesino había dejado en Facebook poco antes del ataque: «¡La rebelión incel ya ha comenzado! ¡Acabaremos con todos los chads y las stacys! ¡Ave al caballero supremo Elliot Rodger!».
Aquellas tres frases destaparon para el gran público un submundo que hasta entonces había permanecido semioculto en foros de internet y servicios de mensajería. Además conectaba el ataque con otro sucedido cuatro años antes en Isla Vista (California) por un estudiante. Elliot Rodger apuñaló a tres compañeros, subió en su coche, se dirigió hacia una hermandad estudiantil de la Universidad de California, disparando indiscriminadamente en marcha y matando a otras dos chicas. Tras intercambiar disparos con la policía, chocó contra otro vehículo y se suicidó de un disparo.
En la investigación de lo sucedido, salió a la luz un manifiesto de 107.000 palabras que Rodger había hecho circular y, sobre todo, un vídeo que subió a su perfil de YouTube el día antes del ataque. «Mañana es el día del castigo, el día en que tendré mi venganza contra la humanidad, contra todos vosotros», decía Elliot a cámara. «Durante los últimos ocho años de mi vida, desde que llegué a la pubertad, me he visto obligado a soportar una existencia de soledad, rechazo y deseos incumplidos, todo porque las chicas nunca se han sentido atraídas por mí. Las chicas dieron su cariño, sexo y amor a otros hombres, pero nunca a mí».
Con la mirada tranquila, seguía: «Tengo 22 años y todavía soy virgen. Nunca he besado a una chica. He estado en la universidad durante dos años y medio, en realidad más, y todavía soy virgen». Para él, la universidad era «el momento de la vida en que todos experimentan cosas como el sexo, la diversión y el placer». Pero él no: «En esos años, tuve que pudrirme en la soledad. No es justo. Vosotras las chicas nunca os habéis sentido atraídas por mí. Y no sé por qué vosotras, tías, no os sentís atraídas por mí, pero os castigaré a todas por eso. Es una injusticia, un crimen, porque... No sé lo que no ves en mí. Soy el tipo perfecto y, sin embargo, os arrojáis a estos hombres desagradables en lugar de a mí, el caballero supremo».
Por aquel entonces la palabra «incel» todavía no se había popularizado y se usaba «virgen» para definir la situación. Pero, con el paso del tiempo, la subcultura se fue desarrollando y creando una filosofía única que el novelista Michel Houellebecq supo predecir en su primera novela, Ampliación del campo de batalla (1994). «Igual que el liberalismo económico desenfrenado, y por motivos análogos, el liberalismo sexual produce fenómenos de empobrecimiento absoluto. Algunos hacen el amor todos los días; otros cinco o seis veces en su vida, o nunca. Algunos hacen el amor con docenas de mujeres; otros con ninguna. Es lo que se llama la ‘ley del mercado’». El autor francés desarrollaba más la analogía entre dinero y sexo: «En un sistema económico que prohibe el despido libre, cada cual consigue, más o menos, encontrar su hueco. En un sistema sexual que prohibe el adulterio, cada cual se las arregla, más o menos, para encontrar su compañero de cama. En un sistema económico perfectamente liberal, algunos acumulan considerables fortunas; otros se hunden en el paro y la miseria. En un sistema sexual perfectamente liberal, algunos tienen una vida erótica variada y excitante; otros se ven reducidos a la masturbación y a la soledad».
Las estadísticas han terminado dando la razón a Houellebecq. Un estudio de Twenge & Park de 2017 demostraba que el porcentaje de alumnos estadounidenses de último año de bachillerato que habían tenido una cita alguna vez en su vida había caído del 87% en 1977 al 57% en 2014. Al mismo tiempo, el Washington Post demostró que el porcentaje de varones vírgenes menores de 30 años había subido del 7% en 1989 al 27% en 2018.
“EL MÁRTIR” La adoración hacia el primer ‘incel’ que cometió un asesinato múltiple es una tónica en los foros de esta subcultura.Se le llama por sus iniciales, ER, o se le canoniza como «San Elliot». En sus escritos y vídeos se condensa el núcleo de la filosofía de vida de los «célibes involuntarios».
Se podría hablar del aislamiento en sociedades en teoría cada vez más comunicadas, de la sexualización de la vida cotidiana y el sexo como herramienta de estatus social, pero ninguna de estas teorías puede explicar lo que es bucear durante meses en foros y chats de este submundo. El más importante de todos, el que alojaba el sitio Reddit, fue clausurado en noviembre de 2017, lo que provocó una migración a otras plataformas, como incels.co, que es ahora la más usada. En ellas se ha cocinado una iconografía que incluso ha llegado a trascender los límites de la comunidad y ha llegado a permear en la cultura popular a través de las redes sociales, con memes, canciones y hasta con películas. De hecho, muchos han visto en el reciente Joker que le ha valido el Oscar a Joaquin Phoenix a un célibe violento.
Esta iconografía se basa en la dicotomía entre el chad y el virgin (o incel). Chad es el típico nombre de quarterback de fútbol americano en Estados Unidos. Los incels tienen una relación ambivalente con él: por una parte les odian por tener éxito con las mujeres y por otra parte les envidian enfermizamente. Los incels achacan la popularidad de los chads a varias disfunciones de las mujeres, como que éstas se sienten atraídas por los hombres peligrosos y/o delincuentes que las tratan mal, o por aquellos que tienen dinero. Pero en su visión del mundo son las características fisionómicas las que tienen una importancia capital, como tener muñecas finas y, sobre todo, la forma de la mandíbula. Si esta está marcada y tiene un ángulo viril, piensan los incel, ellas caerán rendidas irremediablemente.
También se prioriza a determinadas razas y etnias (sobre todo a blancos y a negros) como factor de triunfo sexual. Por eso, asiáticos o mestizos tienen menos posibilidades de tener relaciones sexuales con las stacys. Ellas son, en su imaginario, la evolución de las animadoras del instituto, rubias despampanantes que sólo copulan con chads. Y no sólo ellas, también las beckys, las chicas apocadas y sensibles, acaban sintiendo preferencia por los chads, porque a estos les da igual 8 que 80. Precisamente éste es el pilar de uno de los dogmas incel: que el 20% de los hombres tiene a su disposición al 80% mejor de las mujeres, y que, a la inversa, el 80% de los hombres tiene que pelearse por el 20% de las mujeres. Es el desequilibrio del que hablaba Houellebecq.
Para terminar de construir este universo simbólico es necesario recurrir a la película Matrix (1999). En ella se plantea una dicotomía: o bien tomar la pastilla azul y vivir engañado pero feliz en un mundo donde todo es falsa apariencia, o bien tomar la pastilla roja para descubrir la realidad en la que la inmensa mayoría de la humanidad está alienada. Estas dos opciones se traducen en actitudes ante la vida: los bluepill (pastilla azul) pueden apuntarse al gimnasio (y convertirse en gymcel) y conseguir un buen empleo... para darse cuenta de que «un incel siempre será un incel».
La evolución de esta idea es la blackpill (pastilla negra), que es la toma de conciencia de que la situación no va a cambiar. Este reconocimiento plantea varias salidas. La primera es una misoginia extrema. La segunda, el debate sobre el suicidio como única salida para abandonar el dolor por no tener una vida sexual. La última es seguir el camino de Rathjen, Minassian y Rodger.
Según fuentes de la lucha antiterrorista española consultadas por Crónica, por el momento en España no hay elementos que puedan llevar a temer un atentado de estas características.
En uno de los (escasos) foros en español de la comunidad célibe involuntaria, un usuario exponía la filosofía blackpill: «El problema es que sigue habiendo muchísimos hombres que no tienen ni pvta idea de la naturaleza femenina y una tía de 5 tiene 50 tíos detrás, es horrible y deleznable. Hasta que no habrán [sic] más un poco los putos ojos y vean que las mujeres valen menos que el meado de mi gato no vamos a llegar a ningún lado».
Dentro de esta visión ultramisógina, el feminismo es uno de los mayores enemigos. «Se subestima el tema del feminismo en España, es horrible, horripilante, monstruoso», se lamentaba el mismo usuario. «Te reto a encontrar una sola mujer (bonus: joven) que no sea feminista o apoye el feminismo aquí en España, no existen, el 95% lo es y lo peor es que todos los hombres se lo tragan con patatas y no tienen putos huevos». Y aún más: «Mientras que todas estas zorras de mierda salen a la calle en masa a quejarse y a pedir y pedir y pedir, los hombres de quedan callados y hacen lo mismo pero con el puto fútbol».
Otro usuario, que se identifica como profesor de instituto, sigue por ahí: «Todo el punto mundo, incluidos profesores, están convencidos de que los hombres estamos genéticamente programados para ser violadores y asesinos, todos creen que las españolas están ‘oprimidas por el patriarcado’ y que ‘el español es sexista y hay que cambiarlo’. Pero todas chorrean cuando ven pasar de lejos a algún tiparraco de gimnasio con pinta de violador pero cara bonita. Si eres feo en España, no vas a conocer el respeto femenino, así de simple». Tras quejarse del «feminismo tóxico», se traga su blackpill: «Al menos puedo poner notas bajas a las buenorras de clase, y subírsela a los futuros incels. Es mi pequeña venganza. Si no, me volvería loco».
Afortunadamente, el aumento en el número de incels ha provocado que se vaya diversificando la comunidad. Cada vez hay más foros que promueven discursos contra el odio, que incluyen a comunidades LGBT y otros purplepill (una combinación de las dos actitudes). Incluso se ha registrado (en mayo de 2019) un Partido Incel. Entre sus propuestas: incentivar económicamente los encuentros de incels con mujeres en situaciones similares, poner a disposición de todo el mundo burdeles y robots sexuales, y «hacer que las películas manga vuelvan a molar».
Tras tirotear a clientes de dos bares frecuentados por inmigrantes, Tobias regresó a su casa y asesinó a su madre de un disparo y luego se mató. Lo interesante, advierten los criminólogos, es que dejase a su padre con vida. Último gesto de odio de alguien que vivió y murió sin sexo: «No he tenido esposa ni novia en toda mi vida...»
[grid=3][img]https://i.imgur.com/RBb0I3q.jpg[/img]
[f]TOBIAS RATHJEN ALEMANIA, 202O Ultraderechista con licencia de caza, mató a 8 clientes de bares frecuentados por inmigrantes y a su madre, antes de suicidarse.[/f] [img]https://i.imgur.com/N4mYXQW.jpg[/img]
[f]ALEK MINASSIAN CANADÁ, 2018 Arrolló con su vehículo a viandantes del centro de Toronto, matando a 10 de ellos e hiriendo a otros 16, antes de intentar ser abatido por la policía.[/f][img]https://i.imgur.com/WkpI0KK.jpg[/img]
[f]ELLIOT RODGER CALIFORNIA, 2014 El inspirador de los demás. Apuñaló a tres estudiantes varones, asesinó a tiros a otras dos chicas y arrolló a varios más con su vehículo antes de suicidarse de un disparo.[/f][/grid]
[t1=200]TOBIAS EL ÚLTIMO INCEL[/t1]
[t1=130]Retrato de los ‘célibes involuntarios’ y misóginos y sus tres grandes matanzas: en California, Toronto y Alemania. El reportero encuentra su rastro en webs y foros de internet donde se lamen sus heridas con orgullo. “No hay solución: te vas a morir siendo virgen por más que vayas al gimnasio o te cuides”, es su ideario. Ellos lo llaman su “blackpill”, pastilla negra. Antes que Tobias fueron el ‘recluta’ Alek y el ‘martir’ Eliot, a quien llaman “San Eliot”. Entre los tres mataron aleatoriamente a 24 personas.[/t1]
DARÍO PRIETO
No he tenido esposa ni novia en toda mi vida. Los últimos 18 años los he pasado solo por propia elección». Durante páginas y páginas de su manifiesto, Tobias Rathjen —el alemán de 43 años que este miércoles mató a disparos a nueve personas, incluida su madre, en la ciudad de Hanau— se dedicó al odio racista y a las teorías conspiranoicas contra EEUU. Nada muy diferente de los artífices de otros actos terroristas ultraderechistas de los últimos años, como el de Noruega en 2011 y el de Christchurch (Nueva Zelanda) en 2019. Pero bastaron un par de líneas para que el atentado que cometió antes de suicidarse cobrase un nuevo sentido. Tobias se definía a sí mismo, sin usar la palabra, como incel. Un acrónimo que hace referencia a los «célibes involuntarios» varones, a partir de la grafía inglesa, que han encontrado en internet su ecosistema perfecto.
¿Pero qué es exactamente un incel? Para responder, hay que empezar el relato por la mitad. En abril de 2018 Alek Minassian embistió su vehículo contra los viandantes del centro de Toronto, matando a 10 de ellos. En un principio, se investigó si se trataba de un atentado yihadista, pero se descubrió un extraño mensaje que el asesino había dejado en Facebook poco antes del ataque: «¡La rebelión incel ya ha comenzado! ¡Acabaremos con todos los chads y las stacys! ¡Ave al caballero supremo Elliot Rodger!».
Aquellas tres frases destaparon para el gran público un submundo que hasta entonces había permanecido semioculto en foros de internet y servicios de mensajería. Además conectaba el ataque con otro sucedido cuatro años antes en Isla Vista (California) por un estudiante. Elliot Rodger apuñaló a tres compañeros, subió en su coche, se dirigió hacia una hermandad estudiantil de la Universidad de California, disparando indiscriminadamente en marcha y matando a otras dos chicas. Tras intercambiar disparos con la policía, chocó contra otro vehículo y se suicidó de un disparo.
En la investigación de lo sucedido, salió a la luz un manifiesto de 107.000 palabras que Rodger había hecho circular y, sobre todo, un vídeo que subió a su perfil de YouTube el día antes del ataque. «Mañana es el día del castigo, el día en que tendré mi venganza contra la humanidad, contra todos vosotros», decía Elliot a cámara. «Durante los últimos ocho años de mi vida, desde que llegué a la pubertad, me he visto obligado a soportar una existencia de soledad, rechazo y deseos incumplidos, todo porque las chicas nunca se han sentido atraídas por mí. Las chicas dieron su cariño, sexo y amor a otros hombres, pero nunca a mí».
Con la mirada tranquila, seguía: «Tengo 22 años y todavía soy virgen. Nunca he besado a una chica. He estado en la universidad durante dos años y medio, en realidad más, y todavía soy virgen». Para él, la universidad era «el momento de la vida en que todos experimentan cosas como el sexo, la diversión y el placer». Pero él no: «En esos años, tuve que pudrirme en la soledad. No es justo. Vosotras las chicas nunca os habéis sentido atraídas por mí. Y no sé por qué vosotras, tías, no os sentís atraídas por mí, pero os castigaré a todas por eso. Es una injusticia, un crimen, porque... No sé lo que no ves en mí. Soy el tipo perfecto y, sin embargo, os arrojáis a estos hombres desagradables en lugar de a mí, el caballero supremo».
Por aquel entonces la palabra «incel» todavía no se había popularizado y se usaba «virgen» para definir la situación. Pero, con el paso del tiempo, la subcultura se fue desarrollando y creando una filosofía única que el novelista Michel Houellebecq supo predecir en su primera novela, Ampliación del campo de batalla (1994). «Igual que el liberalismo económico desenfrenado, y por motivos análogos, el liberalismo sexual produce fenómenos de empobrecimiento absoluto. Algunos hacen el amor todos los días; otros cinco o seis veces en su vida, o nunca. Algunos hacen el amor con docenas de mujeres; otros con ninguna. Es lo que se llama la ‘ley del mercado’». El autor francés desarrollaba más la analogía entre dinero y sexo: «En un sistema económico que prohibe el despido libre, cada cual consigue, más o menos, encontrar su hueco. En un sistema sexual que prohibe el adulterio, cada cual se las arregla, más o menos, para encontrar su compañero de cama. En un sistema económico perfectamente liberal, algunos acumulan considerables fortunas; otros se hunden en el paro y la miseria. En un sistema sexual perfectamente liberal, algunos tienen una vida erótica variada y excitante; otros se ven reducidos a la masturbación y a la soledad».
Las estadísticas han terminado dando la razón a Houellebecq. Un estudio de Twenge & Park de 2017 demostraba que el porcentaje de alumnos estadounidenses de último año de bachillerato que habían tenido una cita alguna vez en su vida había caído del 87% en 1977 al 57% en 2014. Al mismo tiempo, el Washington Post demostró que el porcentaje de varones vírgenes menores de 30 años había subido del 7% en 1989 al 27% en 2018.
[imageright=250,https://i.imgur.com/MH8bo93.jpg]“EL MÁRTIR” La adoración hacia el primer ‘incel’ que cometió un asesinato múltiple es una tónica en los foros de esta subcultura.Se le llama por sus iniciales, ER, o se le canoniza como «San Elliot». En sus escritos y vídeos se condensa el núcleo de la filosofía de vida de los «célibes involuntarios».[/imageright]
Se podría hablar del aislamiento en sociedades en teoría cada vez más comunicadas, de la sexualización de la vida cotidiana y el sexo como herramienta de estatus social, pero ninguna de estas teorías puede explicar lo que es bucear durante meses en foros y chats de este submundo. El más importante de todos, el que alojaba el sitio Reddit, fue clausurado en noviembre de 2017, lo que provocó una migración a otras plataformas, como incels.co, que es ahora la más usada. En ellas se ha cocinado una iconografía que incluso ha llegado a trascender los límites de la comunidad y ha llegado a permear en la cultura popular a través de las redes sociales, con memes, canciones y hasta con películas. De hecho, muchos han visto en el reciente Joker que le ha valido el Oscar a Joaquin Phoenix a un célibe violento.
Esta iconografía se basa en la dicotomía entre el chad y el virgin (o incel). Chad es el típico nombre de quarterback de fútbol americano en Estados Unidos. Los incels tienen una relación ambivalente con él: por una parte les odian por tener éxito con las mujeres y por otra parte les envidian enfermizamente. Los incels achacan la popularidad de los chads a varias disfunciones de las mujeres, como que éstas se sienten atraídas por los hombres peligrosos y/o delincuentes que las tratan mal, o por aquellos que tienen dinero. Pero en su visión del mundo son las características fisionómicas las que tienen una importancia capital, como tener muñecas finas y, sobre todo, la forma de la mandíbula. Si esta está marcada y tiene un ángulo viril, piensan los incel, ellas caerán rendidas irremediablemente.
También se prioriza a determinadas razas y etnias (sobre todo a blancos y a negros) como factor de triunfo sexual. Por eso, asiáticos o mestizos tienen menos posibilidades de tener relaciones sexuales con las stacys. Ellas son, en su imaginario, la evolución de las animadoras del instituto, rubias despampanantes que sólo copulan con chads. Y no sólo ellas, también las beckys, las chicas apocadas y sensibles, acaban sintiendo preferencia por los chads, porque a estos les da igual 8 que 80. Precisamente éste es el pilar de uno de los dogmas incel: que el 20% de los hombres tiene a su disposición al 80% mejor de las mujeres, y que, a la inversa, el 80% de los hombres tiene que pelearse por el 20% de las mujeres. Es el desequilibrio del que hablaba Houellebecq.
Para terminar de construir este universo simbólico es necesario recurrir a la película Matrix (1999). En ella se plantea una dicotomía: o bien tomar la pastilla azul y vivir engañado pero feliz en un mundo donde todo es falsa apariencia, o bien tomar la pastilla roja para descubrir la realidad en la que la inmensa mayoría de la humanidad está alienada. Estas dos opciones se traducen en actitudes ante la vida: los bluepill (pastilla azul) pueden apuntarse al gimnasio (y convertirse en gymcel) y conseguir un buen empleo... para darse cuenta de que «un incel siempre será un incel».
La evolución de esta idea es la blackpill (pastilla negra), que es la toma de conciencia de que la situación no va a cambiar. Este reconocimiento plantea varias salidas. La primera es una misoginia extrema. La segunda, el debate sobre el suicidio como única salida para abandonar el dolor por no tener una vida sexual. La última es seguir el camino de Rathjen, Minassian y Rodger.
Según fuentes de la lucha antiterrorista española consultadas por Crónica, por el momento en España no hay elementos que puedan llevar a temer un atentado de estas características.
En uno de los (escasos) foros en español de la comunidad célibe involuntaria, un usuario exponía la filosofía blackpill: «El problema es que sigue habiendo muchísimos hombres que no tienen ni pvta idea de la naturaleza femenina y una tía de 5 tiene 50 tíos detrás, es horrible y deleznable. Hasta que no habrán [sic] más un poco los putos ojos y vean que las mujeres valen menos que el meado de mi gato no vamos a llegar a ningún lado».
Dentro de esta visión ultramisógina, el feminismo es uno de los mayores enemigos. «Se subestima el tema del feminismo en España, es horrible, horripilante, monstruoso», se lamentaba el mismo usuario. «Te reto a encontrar una sola mujer (bonus: joven) que no sea feminista o apoye el feminismo aquí en España, no existen, el 95% lo es y lo peor es que todos los hombres se lo tragan con patatas y no tienen putos huevos». Y aún más: «Mientras que todas estas zorras de mierda salen a la calle en masa a quejarse y a pedir y pedir y pedir, los hombres de quedan callados y hacen lo mismo pero con el puto fútbol».
Otro usuario, que se identifica como profesor de instituto, sigue por ahí: «Todo el punto mundo, incluidos profesores, están convencidos de que los hombres estamos genéticamente programados para ser violadores y asesinos, todos creen que las españolas están ‘oprimidas por el patriarcado’ y que ‘el español es sexista y hay que cambiarlo’. Pero todas chorrean cuando ven pasar de lejos a algún tiparraco de gimnasio con pinta de violador pero cara bonita. Si eres feo en España, no vas a conocer el respeto femenino, así de simple». Tras quejarse del «feminismo tóxico», se traga su blackpill: «Al menos puedo poner notas bajas a las buenorras de clase, y subírsela a los futuros incels. Es mi pequeña venganza. Si no, me volvería loco».
Afortunadamente, el aumento en el número de incels ha provocado que se vaya diversificando la comunidad. Cada vez hay más foros que promueven discursos contra el odio, que incluyen a comunidades LGBT y otros purplepill (una combinación de las dos actitudes). Incluso se ha registrado (en mayo de 2019) un Partido Incel. Entre sus propuestas: incentivar económicamente los encuentros de incels con mujeres en situaciones similares, poner a disposición de todo el mundo burdeles y robots sexuales, y «hacer que las películas manga vuelvan a molar».
Tras tirotear a clientes de dos bares frecuentados por inmigrantes, Tobias regresó a su casa y asesinó a su madre de un disparo y luego se mató. Lo interesante, advierten los criminólogos, es que dejase a su padre con vida. Último gesto de odio de alguien que vivió y murió sin sexo: «No he tenido esposa ni novia en toda mi vida...»