(VÍDEO) ¿QUIÉN CONTROLA ETA Y PARAQUÉ?

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(VÍDEO) ¿QUIÉN CONTROLA ETA Y PARAQUÉ?

Mensaje por Invitado » Sab 02 Sep, 2023 2:15 pm


La VERDAD sobre el Atentado contra CARRERO BLANCO

El 20 de diciembre de 1973, el entonces presidente del Gobierno de la dictadura franquista, Luis Carrero Blanco, designado por Franco, fue asesinado por ETA en un atentado. Reconociendo la autoría material del magnicidio por parte de la banda separatista e hispanófoba antes mencionada, sin embargo, y partiendo de las investigaciones de periodistas como José Manuel Martín Medem o Pilar Urbano, entre otros referenciados en el libro, puede entreverse que la CIA fue la autora intelectual del atentado.

Carrero y Franco querían que España entrara en la OTAN, como la dictadura de Portugal. Pero Henry Kissinger, secretario de Estado de los EEUU de entonces, con el gobierno de Richard Nixon, y la CIA, solo permitirían que España entrase en la OTAN siendo una democracia. Al mismo tiempo, la CIA se oponía al plan de Carrero y Manuel Díez Alegría que desarrollar el Proyecto Islero, esto es, la nuclearización del Ejército español y la posesión, por parte de España, de la bomba atómica.

Es decir, ETA mató a Carrero con apoyo de la inteligencia estadounidense por motivos de planes y programas geopolíticos imperiales. El enlace entre ETA y la CIA fue el Partido Nacionalista Vasco (el PNV) del que surge ETA. En este vídeo se desarrolla todo lo que se conoce, por ahora, respecto a la investigación de uno de los hechos más importantes del siglo XX español.

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Mensaje por Invitado » Jue 01 Jun, 2023 9:05 pm

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El primer manual de la banda terrorista
El libro oculto del adoctrinamiento de ETA

La organización mató a más de 800 personas. Y la justificación ideológica aparece en este libro, de lectura obligatoria para los primeros etarras, hallado en un depósito judicial

El bautizo de ETA sucedió en 1959, y un año después ya empezó a distribuir entre sus militantes un libro clandestino, su semilla ideológica. Hasta ahora, solo se conocía la existencia de un ejemplar atesorado en el archivo del monasterio de Lazkao, pero otro original ha caído en nuestras manos. Torpemente mecanografiado, encuadernado de cualquier forma y rematado con tiras de esparadrapo que dan cuenta de su paso por muchos militantes, lo salvó de la destrucción rutinaria de archivos de un depósito judicial un agente de la Policía que se fijó en él y lo hurtó. Años después, su hija, abogada, lo encuentra en casa y trata de averiguar qué es.

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"La inmigración es masiva y dada la situación política del país (se refiere a Euskadi) es genocida, grandes zonas de nuestro país se han visto invadidas por advenedizos que ni en su modo de pensar ni en el de obrar se pueden caracterizar con el genuino carácter vasco, la inmigración es un instrumento español al servicio del genocidio".

Sigue

https://www.elconfidencial.com/espana/2 ... a_3369973/

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Mensaje por MELBA » Mar 27 Dic, 2022 1:42 am

El problema esta Invitado que hoy con Internet, todos son ''historiadores, analistas politicos, biografos etc...'' Solo les bastan montarses un equipo de grabaciones,etc, en una salita de su casa y ya cuelgan su YOUTUBE on Internet al estilo de Alberto Canosa. NO hay mas que pasarse por GOOGLE y encontraras un monton de estos ''expertos' que te venden sus opiniones haciendoses pasar por tener conocimientos en los temas que graban. AH, pero tienen tantas caras duras que te piden que ''apoyen'' (pagne) su YOUTUBE PARA SEGUR INFORMANDOTE.
EL PAPA FRANCISCO,TENGO ENTENDIDO QUE ERA DE LA ORDEN JESUITA.



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Mensaje por Invitado » Lun 26 Dic, 2022 5:44 pm

Lo que no me cuadra de Morás es cómo sistematicamente menosprecia el papel de la masonería y el sionismo mientras carga todas las conspiraciones de la historia sobre los jesuitas. Demasiado descarado.

Re: (VÍDEO) ¿QUIÉN CONTROLA ETA Y PARAQUÉ?

Mensaje por Etiopia » Lun 26 Dic, 2022 3:08 pm

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Mensaje por Invitado » Mié 21 Dic, 2022 3:01 am

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Mensaje por Invitado » Dom 19 May, 2019 3:16 am

Las cumbres borrascosas de ‘Josu Ternera’

DAVID GISTAU




AL FINAL de la escapada, ‘Josu Ternera’ se hacía pasar por Bruno Martí, un escritor sin obra, como Michi Panero. Lo que queda de ETA viene a ser un fin de especie en Astorga cuya proyección fantasmagórica es el rostro demacrado y curtido por la intemperie de Ternera tal y como nos lo ha devuelto la imagen previa a su captura de la Guardia Civil.

Tiene gracia que eligiera la tapadera del escritor para justificar su soledad en una cabaña de montaña cuya precariedad trae reminiscencias de aquel otro proveedor de muerte y amante de los paisajes, Unabomber. Parece una broma involuntaria contra Tom Wolfe, quien forjó el tópico del periodista que, anhelando ser escritor, soñaba con aislarse en una cabaña perdida en un bosque o en una cumbre y de la que no regresaría hasta que pudiera presentar en la ciudad la Gran Novela Americana. Que, en el caso de Ternera, bien podría ser la crónica de los casi 400 crímenes etarras sin resolver. Menudo non-fiction sería ése, alternativo al best-seller social de la normalización que redime alimañas con palabras dignas de otros ámbitos como héroe y paz y los rodea de selfies como a ídolos del pop o a futbolistas. Pero no pueden quedar dudas ya. Si, al hacer senderismo, usted se topa con una cabaña ocupada por un ser desgreñado y esquivo, o es un jefe de asesinos del hampa que no ha sabido acogerse a sagrado en un escaño o en un salvoconducto de la izquierda como los que expide Pablo Iglesias, o es un novelista que aún no ha sido rescatado de un destino menor por su gran obra fundacional. En cualquier caso, eche a correr.

Los italianos tienen una palabra maravillosa para estos prófugos de larga duración: latitante. Es un término asociado a la dispersión en la clandestinidad de los jefes mafiosos. Se lleva el cómputo de los años que consiguen aguantar huidos. Bernardo Provenzano, por ejemplo, dejó establecida una plusmarca de 43 años que por comparación achica la de 17 de Josu Ternera. También se hizo tratar en hospitales, concretamente en uno de Marsella por un cáncer de próstata. Al final, después de haber intentado hacerse el muerto mediante el regreso al pueblo de la familia que lo acompañó en la huida, lo encontraron en una cabaña no muy distinta de la de Ternera, pero menos remota, pues estaba en Corleone. Leía la biblia y enviaba órdenes en sus célebres pizzini. Como a Ternera, lo encontraron mediante el seguimiento de un colaborador, que en el caso de Provenzano iba a llevarle la ropa recién salida de la lavandería en un paquete que a los carabinieri les pareció demasiado voluminoso para ella sola cuando lo recogió la esposa. En mejores condiciones que Ternera y que Provenzano estuvo el calabrés Rocco Morabito durante su fuga de 23 años. Vivía en una mansión de Punta del Este, el Saint-Tropez del Cono Sur. Cayó porque una hija suya, que interpretó mal cierta concepción del orgullo dinástico, decidió vindicarse apuntándose en el colegio con su verdadero nombre y no con el ficticio.

La última gran proeza de la desfachatez de PedroSánchez consiste en haberse apropiado para el PSOE, a raíz del fallecimiento de Alfredo PérezRubalcaba, de la lucha contra ETA. Manchando así el único hito transversal de una sociedad civil habitualmente rota por el odio tribal. Pero la reaparición de Ternera ha provocado otra cosa: la obligación de retratarse quienes lo glorifican, quienes le mitigan la culpa, muchos de los cuales forman parte de los compañeros de viaje de Sánchez en esa refundación española que ha usado el folclor de la alarma antifascista para excluir a media España que no es precisamente asesina ni latitante.

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    LADRÓN DE INFANCIAS
    La captura de ‘Josu Ternera’ termina con uno de los casos más lacerantes de supuesta impunidad etarra. El hombre parcialmente redimido por la política y por su disposición instrumental durante las negociaciones del Gobierno de Zapatero parecía disfrutar de una bula del Estado pese a representar como nadie al asesino sanguinario al que no detiene ni la muerte de niños.

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Mensaje por BOIRA_A » Dom 08 Jul, 2018 11:13 am

Invitado escribió:Creo que era Martinez Inglés en un libro sobre el 23 F quien contaba (espero no tergiversar mucho, hace tiempo que lo leí) como Cortina fue la única persona con mando que logró salir indemne del juicio.
Parece ser que hizo que su abogado le preguntase si era cierta la presencia en el lugar de una unidad del cesid. El tío contesto: claro, igual que había en el asesinato de Carrero Blanco. Aquello sonó en el tribunal como un trueno y nadie se atrevió a condenarle...


Totalmente cierto lo que cuentas, Desde que dijo eso ya no le volvieron a molestar mas

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Mensaje por Invitado » Lun 02 Jul, 2018 10:09 pm



¿SE SABRÁ LA VERDAD SOBRE EL ASESINATO DE CARRERO BLANCO?
Una hija, Carmen Carrero, su reflexión no nos deja indiferentes. Un ministro de Carrero, José Utrera Molina, nos recuerda cómo se enteró de que habían matado a su Presidente. Y un periodista de investigación, descubre que el entonces embajador en París, Cortina Mauri, recibió información de las autoridades francesas, de que el comando de ETA se encontraba en Francia localizado. Con el asesinato del almirante Carrero Blanco, comenzaba la transición al sistema que tenemos.
LA LLAVE DE LA HISTORIA Alfonso Arteseros

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Mensaje por Invitado » Jue 12 Abr, 2018 11:05 pm

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A Carrero Blanco no lo mataron “los palurdos de ETA”: el libro que desmonta la versión oficial

El criminólogo y periodista de investigación Francisco Pérez-Abellán desmonta, en ‘El vicio español de magnicidio’, las versiones oficiales de los grandes atentados que han cambiado al menos cinco veces la historia de la España contemporánea: Prim, Canalejas, Cánovas, Dato y Carrero.

El doctor Francisco Pérez Abellán, experto en criminología y periodismo de investigación, dice que uno de los mayores vicios españoles es el magnicidio. No le ha pasado desapercibido -a pesar del conformismo general ante la versión oficial- el hilo que une los atentados que han cambiado al menos cinco veces la historia de la España contemporánea: ahí Prim, Canalejas, Cánovas, Dato y Carrero Blanco. Con Canalejas, señala, “se descubre que hay una sociedad de fomento del asesinato, como proclamara Thomas de Quincey, compuesta por curiosos del homicidio, diletantes de los modos de matanza y caprichosos del crimen”: “Forman parte de ella personajes poderosos que descubren una forma nueva de hacer política eliminando los obstáculos con el asesinato como gran regulador”, indica.

Recoge todas sus investigaciones en El vicio español del magnicidio (Planeta): vistos en perspectiva, subraya el experto, estos asesinatos citados “fueron auténticos golpes de Estado”. En poco más de cien años, cinco presidentes del Gobierno fueron asesinados. Cree que es cosa de una “raigambre española” y relaciona esta pulsión patria con hechos vidriosos que han llegado de alguna forma a nuestros días, como la caída del helicóptero de Mariano Rajoy, con él dentro, o el puñetazo que recibió en la sien, “un tipo de golpe que habría podido dejarle en el sitio”. “Lo que podría demostrar de forma práctica que, mediante la maquinación inteligente, la violencia política trata de cambiar el curso de la historia con la muerte violenta de los máximos dirigentes”.


El triunfo de los ministros

Enumera una lista de constantes que se repiten en todos estos crímenes: primero, que siempre los facilitan grandes fallos de seguridad, que dejan a los presidentes prácticamente indefensos ante los criminales, que actúan como si no existiera la policía. En segundo lugar, que ninguno de esos crímenes ha sido, a sus ojos, convenientemente investigado. “En ocasiones las investigaciones se han desviado adrede, llevándolas a un callejón sin salida”. Tercer punto: los ministros del Gobierno, sin excepción, “pese a su flagrante fracaso”, no sólo no fueron destituidos, sino que salvo uno que murió prematuramente, fueron ascendidos “y puede decirse que recompensados por tan brillantes servicios”. La cuarta constante es que los asesinos fueron tildados de “libertarios” o “revolucionarios”, enmascarando con ello, dice el autor, maniobras políticas que al ser investigadas puede verse que llevaron a cabo criminales a sueldo, de perfil idéntico.

Sin embargo, aunque se les haya señalado como locos solitarios, “en realidad eran asesinos por encargo, protegidos, acogidos, guiados por cómplices a los que nunca se detuvo”. Ahí relaciona esta inclinación con el asesinato de Kennedy: “Los criminales del otro lado del charco importaron el método”, asegura, y llama la atención sobre la destrucción de pruebas en algunos de los casos citados. “Me consta que ha sido voluntaria e intencionada (…) En los casos más sangrantes se alteraron hasta los sumarios judiciales, que por cierto solo alguna rara avis ha sentido la tentación de consultar en todo este tiempo”.


¿Argala mató a Carrero Blanco?

Uno de los atentados que más nos apela aún en nuestros días es el de Carrero Blanco, capaz aún de llevar a tuiteros ante la justicia si bromean con él. El autor cita al prestigioso periodista de investigación Antonio Rubio, que contó en El Mundo en noviembre de 2011 que el jefe del comando terrorista, José Miguel Beñarán Ordeñana, Argala, supuestamente encargado de apretar el detonador que hizo volar a Carrero, fue fotografiado el día antes en la parada de autobús de Serrano-Hermanos Bécquer, muy cerca del lugar del crimen, por agentes españoles de los servicios de información mientras realizaban labores de vigilancia de rusos y árabes. “Poco antes del asesinato de Carrero, los espías recibieron la orden de regresar a su base sin que la foto del temido Argala, sorprendido cerca de la embajada USA en Madrid, alertara de nada”, desliza.

Y continúa: “El 21 de diciembre de 1978, a las 9.30 horas (el atentado de Carrero fue a las 9.25), Argala, al que se le atribuye la detonación que mató al almirante, fue a su vez asesinado con un explosivo colocado en su coche en la localidad vasco francesa de Anglet. Otra vez la sociedad secreta. El dirigente de ETA se subió a su R-5 de color naranja, le dio al contacto y al iniciar la marcha hizo explosión un artefacto muy potente que había sido colocado en la parte delantera, junto a la rueda izquierda. Argala, como Carrero, salió volando por los aires hasta caer en lo que quedaba de su coche, donde quedó mutilado y muerto. En el aire del crimen se percibe una suelta de lastre”, reflexiona. “Los autores, al taparle la boca para siempre, utilizan la simbología (casi plena coincidencia de fecha, hora y procedimiento) como si gozaran de macabro sentido del humor. Todo ello fue, desde luego, recadito a terceros”.


“Los palurdos de ETA”

El autor desmonta, una a una y a fuerza de investigación y dato, las versiones oficiales y aceptadas de los asesinatos desde Prim a Carrero, y recuerda que en todos los casos los asesinos actuaron sin ser reprimidos: “Los sicarios disparan sus trabucos, tiran a bocajarro sobre la víctima que lee el diario Época, matan mientras la víctima mira unos libros. El trío de la bencina acaba con el presidente a bordo de una moto sin que sus ruidosos ensayos previos, increíblemente espectaculares, llamen la atención, y unos palurdos de ETA se transforman en ingenieros de minas capaces de colocar explosivos bajo el pavimento de Claudio Coello, a pesar de ser gente de nula capacidad técnica, por mucho que escritores de café con leche les coloquen un aura romántica”.

¿Los culpables, entonces? “Ambiciones desatadas, falta de escrúpulos y la traición”. Cita al conde de Romanones: “Los amigos suelen abandonarnos a la hora de la desgracia; los enemigos nos siguen hasta la muerte”. Y al cuarto presidente asesinado, Eduardo Dato Iradier, que, cuando mataron a Cánovas, suspiró: “Para un gobernante, es lo más envidiable morir así por la patria”. Él mismo tuvo ese privilegio.

Añade que todos estos asesinatos revelan un mismo estilo, y es que los asesinos siempre estaban ampliamente financiados, lo que les permitía viajar, proveerse de armas y escapar de forma tal que habría sido imposible hacerlo sin cómplices. De alguna manera, en su investigación, Pérez-Abellán rebaja la culpa tradicionalmente otorgada a los revolucionarios y la expande en una red mucho más oscura y guiada por intereses contrapuestos. “Los supuestos anarquistas empleados en la ejecución de estos presidentes que hemos estudiado resultan, casi siempre, ser aventureros, tipos en busca de fortuna, sin una ideología definida, con comportamientos sorprendentes”.

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Mensaje por Invitado » Dom 24 Dic, 2017 4:46 pm


José Antonio Anido se convirtió en Joseph, agente infiltrado en ETA.

José Antonio, el guardia civil que brindaba cada vez que ETA mataba a un compañero

EL ESPAÑOL recoge el testimonio inédito del agente infiltrado entre terroristas; rebautizado como Joseph, fue mano derecha de Mikel Antza hasta que descubrieron su identidad. Su heroicidad marcó la lucha contra la banda asesina. "La foto de mi jura de bandera fue lo que motivó que se marchara corriendo"


Infiltrarse en ETA, convertirse en un hombre de confianza de los asesinos y recabar la información más valiosa sobre una bestia descomunal, con dentelladas feroces. José Antonio Anido Martínez, con el verde de la Guardia Civil corriendo por sus venas, asumió aquella misión de tintes suicidas. Corrían los primeros años de los 90 y este guión -que podría desbordar cualquier argumento de una película de ciencia ficción- supuso una de las claves de la lucha antiterrorista de este país.

Es la primera vez que José Antonio Anido cuenta su experiencia de infiltración con tanto detalle: desde los brindis que se le atragantaron para celebrar cada atentado de la banda hasta el miedo que le infundía dormir bajo el mismo techo que los pistoleros.

No olvidemos que su historia se remonta a los años de plomo, con la resaca de los atentados contra la casa cuartel de Zaragoza -once asesinados; cinco de ellos, niños- o el de Hipercor en Barcelona -21 víctimas mortales- todavía demasiado recientes.


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El atentado de Hipercor de Barcelona se cobró la vida de 21 personas.

Pero José Antonio Anido no dudó:

"Aunque soy español había vivido en Estrasburgo (Francia) toda mi vida. Vine a España poco antes de ingresar en la Academia de la Guardia Civil de Baeza; hablaba español mal y con fuerte acento francés. Miembros de la Unidad de Servicios Especiales (USE) me hicieron una entrevista en la misma academia y me ficharon [...] Me dijeron que me prepararían para infiltrarme en ETA, que sería largo, difícil; acepté el reto porque me atraía la aventura y quería ser útil para luchar contra el terrorismo. No tenía miedo en ese momento".

El adiestramiento de Anido no fue sencillo. Ocurrió entre noviembre de 1990 y mayo de 1991, explica en el libro Historia de un desafío. El agente se refiere a su propósito como la infiltración "en una banda terrorista de las más paranoicas". Y, para ello, tuvo que enfrentarse a duras pruebas. Una de las condiciones principales en su formación era que no revelase jamás su identidad. Por eso sufrió cuando otros miembros del Cuerpo le detuvieron pensando que era un colaborador de ETA. Hasta tal punto había adquirido las destrezas de camuflaje.

En esas, José Antonio Anido dejó de existir. Nacía Joseph, simpatizante de los terroristas. "En mayo de 1991 mis jefes consideraron que ya estaba preparado y me marché al sur de Francia con una nueva identidad".

"Empecé introduciéndome en los ambientes relacionados con Iparretarrak (IK), donde yo era un insumiso y un borroka más; fumaba porros, escuchaba reggae..., lo que exigiera mi cobertura, la que habíamos preparado minuciosamente durante meses y que se había convertido en mi nueva vida".

Esa nueva vida arrancó con la inscripción en un curso de euskera en Bayona, donde contactó con gente del entorno de ETA. Joseph comenzó a ejercer como tesorero de la escuela y ayudante en la cocina.


El primer contacto con ETA

De pronto llegó el primer contacto. "Poco a poco fui ganándome la confianza de los que me rodeaban, hasta que en 1994 recibí una nota con una cita para recoger a una persona. Para evitarme sustos y nervios nunca me decían qué hacían los equipos operativos con la información que yo iba facilitando; era la mejor manera de que yo siguiera teniendo la misma actitud de siempre".

Zorion Zamakola Ibaibarriaga. Delante de Joseph se presentaba un hombre de ojos saltones, pelo graso y castaño que se decía tesorero de ETA. Aquel era el primer contacto del guardia civil con la banda terrorista: "Me preguntó si podía alojarse en mi casa. Accedí, aunque procuré mostrarme receloso, tal y como me habían aleccionado".

José Antonio Anido, Joseph, recuerda los movimientos que se gestaban en la escuela con la que colaboraba: intercambio de notas entre personas vinculadas con ETA, información relevante que podría ser de interés para los servicios de información de la Guardia Civil. Los colaboradores de los terroristas tenían claro el procedimiento. Tras su entrega, rompían los papeles y los tiraban a la basura.

"Cuando esto ocurría, esperaba a la hora del cierre y buscaba en la basura para localizarlas y recuperarlas; en una ocasión casi me descubren, ya que tuve que esperar al cierre con la excusa de que tenía que dejar todo limpio para el día siguiente, y alguien entró para recoger algo que se le olvidó. Yo estaba con un montón de trozos de papel, que pude esconder en medio segundo".

Pese a los contratiempos, Joseph ya era uno más en aquel entorno proetarra. Había conseguido ser uno más a base de constancia, a base de tragarse sus propios sentimientos. Qué duro se le hacía estar presente de las fiestas que montaba su entorno cada vez que ETA asesinaba a los guardias civiles: "Comían marisco, bebían y consumían drogas; yo, metido en mi papel, lo celebraba con ellos".

Un etarra en casa

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Zorion Zamakola.
Volvamos a Zorion, aquel tesorero de ojos saltones que contactó con Joseph por primera vez: "Pasó en mi casa de Bayona dos meses; era receloso y suspicaz. Dormía de día y no hacía ningún ruido para que los vecinos no notasen que alguien se ocultaba en mi casa cuando yo trabajaba, ni siquiera utilizaba la cisterna del váter".

Aquella convivencia se convirtió en un infierno. Joseph hacía las veces de encubridor, colaborador, chófer y compañero de fatigas del terrorista, un hombre que "bien vestido, llevaba pistola y tenía inhibidores de frecuencia". Un individuo, en definitiva, "peligroso".

Convivir con aquel avezado terrorista fue un infierno. Joseph controlaba cada movimiento, pero su subconsciente era un peligro que no debía pasar por alto: Llegué a tener miedo de soñar en voz alta y ser descubierto por él; esa era mi gran obsesión, hablar en sueños".

Aquellos sufrimientos, no obstante, obtenían sus frutos. El guardia civil infiltrado recogía la basura del etarra -entre la que se encontraban sus documentos y cartas triturados- y la colocaba en la misma bolsa. Así arrancaba un juego que fue especialmente útil para el Instituto Armado.

"[Zorion] siempre rompía en pedazos las cartas que recibía o documentos escritos por él, los metía en una bolsa de plástico y me lo entregaba para que lo tirase a la basura justo antes de que pasase el camión de recogida. Procuré que todas las bolsas de basura que había en casa fuesen iguales, del mismo comercio. Ocultaba una en un recoveco que me prepararon en la escalera de bajada y le daba el cambiazo cuando me pedía que la tirase; algún otro compañero de apoyo sería el encargado de recuperarla durante la noche y de dejarme otra para el día siguiente. De este modo obtuvimos mucha información sobre sus actividades".

Aquellas semanas se grabaron a fuego en la memoria del agente infiltrado. "Pasé miedo con este individuo. Mucho miedo".


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Mikel Antza, en una foto de la época y otra actual, era considerado el cerebro de ETA.

Mano derecha de Mikel Antza

De aquel jefe de ETA, Joseph recuerda a una figura diametralmente opuesta a Zorion. "Un hombre culto y con estudios universitarios, pero que ordenaba asesinatos y presumía de ello delante de mí", es como describe el agente infiltrado a Mikel Antza.

En estas, Joseph aguzaba su disimulo, haciéndose pasar por un partidario de "la lucha armada sin límites": "Me dediqué a trasladarle con mi coche de la misma manera que hacía con Zorion, y hacer los recados que me mandaba, llevar notas y dar consignas a gente. La calidad de la información que obtenía el Servicio era ahora mucho mayor. Era lo máximo a lo que podíamos aspirar".


Descubierto por ETA

Joseph ya no era uno más. Era la mano derecha de Mikel Antza. Era un miembro respetado -casi temido- dentro de ETA. Era un adalid de la lucha armada. Todos confiaban en él.

Todo ello, en el tiempo que dura un suspiro, se vino abajo. Los terroristas descubrieron su verdadera condición de guardia civil.

"Un día, como hacía semanalmente, llamé a mi familia, que seguía residiendo en Estrasburgo y que no sabía nada de mis actividades profesionales. Mi padre me contó que hacía una semana había estado en casa un amigo mío que pasaba por allí y había subido a verles; que estuvo un rato en la casa y de repente se puso muy nervioso y dijo que se tenía que marchar. Cuando me dio su descripción se me heló la sangre. Era Zorion Zamakola".

"A los dos meses [Zorion] me dijo que ya no me iba a necesitar más, pasaría al servicio del jefe del aparato político de ETA, Mikel Albisu Iriarte, Mikel Antza; era un ascenso por mi valía personal y por lo eficaz que era consiguiendo todo lo que me pedían".

¿Qué había ocurrido en esa vivienda? Los padres de Joseph [mejor dicho, José Antonio Anido] tenían en la cómoda del salón la foto de la jura de bandera de su hijo. "Me habían descubierto".

Aquello rompió todos los esquemas del agente infiltrado: "Nunca sabré por qué Zorion fue a ver a mi familia, tal vez para buscar otra fuente de apoyo a la banda terrorista (otra casa donde cobijarse en caso de apuros) o tal vez porque desconfiaba de mí. Lo que sí tengo seguro es que la visión de la foto de mi jura de bandera fue lo que motivó que se marchara corriendo, seguramente para avisar a Antza lo antes posible de lo que acababa de descubrir".

Todas las alertas se dispararon. José Antonio Anido se precipitó al interior de su casa de Bayona. Preparó el petate, recogió todo lo que pudo, y se marchó corriendo. Temía la llegada de los terroristas, de los asesinos que en los últimos meses se habían convertido en sus compañeros.

"Al salir de casa observé un vehículo que me vigilaba, eran ellos. Creo que no estoy muerto porque detectaron la seguridad que me daba mi unidad y no tuvieron ocasión de hacerlo. Cogí un avión con destino a Bruselas".


Sentenciado tras una portada de 'Egin'

La cabeza de José Antonio Anido tenía precio. Y lo que era más peligroso, su rostro había dejado de ser anónimo. Una portada del periódico Egin marcó la existencia del agente infiltrado:

"En mayo de 1995 Egin publicaba mi fotografía en su primera página con una condena de muerte por ETA. Tuve que contarles a mis padres toda la verdad, porque hasta ese momento desconocían que estaba infiltrado en ETA. Para ellos fue un gran golpe, temieron por mi vida y la suya cambió bruscamente, ya que tuvieron que salir de su casa, dejar su trabajo y, en definitiva, cambiar de país cuando no pensaban hacerlo".

Una salida abrupta de ETA. Y, de nuevo, otra ruptura en la existencia de José Antonio Anido. Dejar una vida por otra parecía ser el sino del agente, que hoy valora los años en los que convivió con los pistoleros, en los que se vio obligado a brindar por los asesinatos de sus compañeros de sangre benemérita.

"A pesar de todo, nunca me he arrepentido de haber realizado ese trabajo; únicamente me pesa no haber podido mantener más tiempo mi cobertura y haber obtenido más información".

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Mensaje por Invitado » Sab 07 Ene, 2017 11:42 pm

P.- El 22 de marzo de 1982, cuando el fiscal Claver lo interrogaba con respecto al papel jugado en el 23-F por un vehículo y un capitán del Cesid, usted sacó, de repente, que en el caso de Carrero Blanco también había un vehículo de los servicios secretos en la zona del atentado. ¿Qué quería decir con eso?


ok, era el fiscal togado, no su abogado. Mil gracias por el enlace !!

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Mensaje por Invitado » Sab 07 Ene, 2017 10:41 pm

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Cortina, en el juicio del 23-F: «Como me jodan, saco hasta lo de Carrero Blanco»

El fiscal solicitó 12 años para el jefe del Cesid por rebelión militar y después fue absuelto


«Que no me jodan, que saco hasta lo de Carrero Blanco». Esa frase fue pronunciada en tono amenazante por el comandante José Luis Cortina, jefe de la Agrupación Operativa de Misiones Especiales (Aome) del Cesid, sobre las 14.30 horas del 22 de marzo de 1982, junto al comedor del Servicio Geográfico del Ejército. En este lugar se estaba llevando a cabo la vista oral del juicio sobre el intento de golpe de Estado del 23-F. El interlocutor de Cortina estaba al otro lado del teléfono y el testigo de aquella conversación fue el abogado Ángel López Montero, defensor del teniente coronel Antonio Tejero.

Treinta años después del golpe, y por primera vez, el letrado del golpista revela aquel suceso: «Un día, durante la vista del juicio, tuvimos un receso para comer. Nuestro comedor estaba junto a la cocina, separado por unas cortinas de tela. El comandante Arribas, encargado de aquel servicio, y que realizó una excelente labor, me hizo un gesto con la mano y me dijo que me acercara hasta donde estaba él. Después me dijo que me pusiera detrás de una determinada cortina y que escuchara. Así lo hice; detrás de aquella cortina de tela había un hombre hablando».

López Montero, que reconoce que ya es hora de que se sepa la verdad sobre el 23-F y que se desclasifiquen todos los documentos que existan, incluidas las cintas grabadas antes, durante y después de la intentona golpista, rememora aquel instante y descubre al personaje que estaba detrás de la cortina: «Me quedé parado, inmóvil, detrás de la cortina, y escuché con toda nitidez lo siguiente: 'Que no me jodan, que saco hasta lo de Carrero Blanco'. Y, de repente, detrás de aquella tela, salió el comandante José Luis Cortina».

El comandante estaba acusado por el fiscal, el ministro togado de la Armada José María Claver, de un delito de rebelión militar, y tenía una petición de 12 años de cárcel y separación del servicio. La sentencia de aquel juicio se hizo pública el 3 de junio de 1982 y Cortina, de manera sorprendente, salió absuelto, mientras que el Tribunal Militar condenaba a tres años de prisión a su segundo, el capitán Gómez Iglesias, que había conducido los autobuses de Tejero hasta el Congreso. En 1983, el Tribunal Supremo aumentó la pena de Gómez Iglesias hasta los seis años, con la correspondiente expulsión de la carrera militar, y confirmó la absolución del mando del Cesid.

La amenaza de Cortina a su interlocutor se produjo después de que el comandante de los servicios secretos tuviera que aguantar, durante unas dos horas, 87 incisivas preguntas del fiscal del 23-F.

El interrogatorio de Claver, según se recoge en las actas del juicio, llevó en varias ocasiones a Cortina contra las cuerdas, con momentos muy delicados y comprometidos. Las explicaciones del militar no convencían al fiscal de que el jefe de la Aome no se había reunido con Tejero antes del 23-F. Tampoco se creía la versión de Cortina de que no había organizado, a través de Gómez Iglesias, un encuentro entre el teniente coronel de la Guardia Civil y el general Alfonso Armada que se produjo el 21 de febrero en un piso de la calle Pintor Juan Gris, que pertenecía a la empresa de seguridad Aseprosa, que, casualmente, dirigía el hermano del comandante, Antonio Cortina.

Claver, pregunta tras pregunta, apretaba a Cortina y quería saber cómo y por qué Gómez Iglesias, segundo del comandante en la Aome, estuvo dentro del Congreso la tarde del 23-F. Y cómo había conducido los autobuses de Tejero hasta la sede del Hemiciclo con un vehículo que hacía de guía y una emisora de radio del Cesid. En ese momento, tal como se recoge en las actas del juicio a las que ha tenido acceso EL MUNDO, Cortina, sin justificación aparente, hizo un símil entre el atentado del almirante Carrero Blanco y el 23-F.

«En esto tenemos una larga historia, que, en este caso, creo que habría quienes podrían declarar que algún equipo había participado en el asesinato del almirante Carrero Blanco, en el cual coincidieron, lo cual es muy frecuente; es muy frecuente, y de hecho ha ocurrido en numerosas ocasiones, que, en acontecimientos trágicos y señalados como fue el asesinato del almirante Carrero Blanco y en el intento de asesinato o atentado sobre el general Esquivias, existen siempre medios propios próximos, y después se comenta, más o menos, de una forma ligera el que: pues sí, lo hemos hecho nosotros, o sí, hemos participado en aquello, pero sin que, en fin, a aquello, se le pueda dar otro alcance».

Tras esa respuesta inconexa de Cortina se produjo un cuchicheo entre gran parte de los presentes -miembros del Tribunal, letrados, acusados, periodistas y público- y hoy uno de los abogados de los golpistas ha reconocido a este periódico: «Nunca entendimos el porqué de aquel ejemplo y aquella confusa respuesta de Cortina».

Claver acabó su interrogatorio al comandante del Cesid sobre las 14.00 horas del 22 de marzo y, poco después, durante el receso entre la sesión de la mañana y la de la tarde, fue cuando el jefe de la Aome, según la versión de López Montero, Cortina habló por teléfono con un tercero en una especie de locutorio que había junto al comedor del Servicio Geográfico del Ejército, más conocido en el juicio por Campamento.

El abogado de Tejero recuerda perfectamente cómo se produjo aquel hecho: «Estábamos comiendo un grupo de abogados e imputados y observé cómo el comandante Arribas, encargado de que los servicios de aquellas instalaciones funcionaran a la perfección, me hacía señas con su mano. Me acerqué y me dijo: 'Póngase aquí y escuche'».

López Montero continúa describiendo el lugar y utiliza un folio en blanco y un bolígrafo para hacer un croquis de la zona donde se produjo aquella conversación telefónica: «Era una especie de locutorio, separado por unas cortinas de tela, que se encontraba, de paso, entre la cocina y el comedor. El teléfono era un teléfono público. No pertenecía a ningún despacho. Estaba para el servicio de todos los que comíamos allí: acusados, defensores y demás».

Recalca: «Escuché con toda nitidez cómo la persona que estaba detrás de la cortina de tela decía, en tono fuerte y amenazante, la siguiente frase: 'Que no me jodan, que saco hasta lo de Carrero Blanco'». El letrado narra a continuación lo que hizo unos segundos más tarde: «Di un paso hacia atrás para no ser detectado por la persona que estaba hablando e, instantes después, observé cómo salía de detrás de la cortina de tela el comandante del Cesid José Luis Cortina Prieto».

Hay que recordar que el almirante y presidente del Gobierno Luis Carrero Blanco fue asesinado por el comando Txikia de ETA el 20 de diciembre de 1973. Los miembros del comando terrorista alquilaron un semisótano en la calle de Claudio Coello 104 de Madrid y lograron excavar un túnel hasta el centro de la calzada, donde colocaron una carga de unos 100 kilogramos de explosivos, que detonaron al paso del vehículo de Carrero Blanco.

«Modere el tono»

En el acta del juicio del 23-F del 22 de marzo de 1982, se indica que «se reanuda la sesión a las 16.00 horas». Esa tarde, siempre según la versión de algunos de los abogados presentes en el juicio, la presión del fiscal Claver sobre Cortina bajó varios grados y el comandante aprovechó para responder en tono arrogante y retador. Llegado a ese punto, el presidente del Tribunal, el general Luis Álvarez Rodríguez, se vio obligado a intervenir -según se recoge en las actas del juicio- para reprender y cuadrar al comandante del Cesid en los siguientes términos: «Primero, modere el tono. No hace falta pegar esos gritos. Y, segundo, el estilo».

Tras Claver intervino López Montero. El letrado consiguió, con toda sutileza, que Cortina reconociera que existía cierta relación comercial o profesional entre la empresa de seguridad Aseprosa, que dirigía Antonio Cortina y que llegó a trabajar para Alianza Popular, y el Cesid: «Bueno, no se puede hablar de contratación, sino de unas ciertas contraprestaciones con ella».

López Montero continúo su interrogatorio y llegó a plantearle a Cortina si a finales de abril de 1981, dos meses después del 23-F, «visitó a un letrado en Madrid para solicitar que le dijera al teniente coronel Tejero que por favor no sacara su nombre y, después de aquella misma tarde, fue a casa del teniente coronel Tejero». La respuesta de Cortina fue evasiva: «Yo no recuerdo ninguna de esas visitas».

Cortina, según ha reconocido a EL MUNDO, entró en los servicios secretos españoles casi en sus inicios, en 1972. En aquella época, existía el Servicio Central de Documentación (Seced), que estaba dirigido por el comandante José Ignacio San Martín -condenado por la intentona golpista del 23-F a 10 años de cárcel- y dependía directamente de Presidencia, del almirante Carrero Blanco.

Cortina, como agente de los servicios secretos, siempre ha mantenido buenas relaciones con la inteligencia norteamericana en Madrid. Y los hombres de la embajada y los agentes de la CIA enviaron en enero y abril de 1971 dos documentos reservados y clasificados a Washington.

El primero de ellos era el «Telegrama 700. Confidencial 05802 291946Z», donde se indicaba que «el mejor resultado que puede surgir de esta situación sería que Carrero Blanco desaparezca de escena». El segundo estaba encabezado con el título «España: la próxima transición» y en él se indicaba que Carrero Blanco era contrario a los intereses de EEUU. Esos dos documentos estaban depositados en los Archivos Nacionales y Administración de Documentos de EEUU (Nara) y fueron desvelados en 2007 por el periodista de investigación Eduardo Martín de Pozuelo en su libro Los secretos del franquismo.

Otros periodistas de investigación, Carlos Estévez y Francisco Mármol, revelaron en 1998 en su libro Carrero: las razones ocultas de un asesinato que, en diciembre 1972, había un informe secreto con el nombre de Turrón Negro, que llegó hasta el Seced, donde se decía que la Guardia Civil sabía que «ETA ha enviado un comando a Madrid, con la finalidad de atentar contra una alta personalidad del Estado».

Por último, hay que recordar que ETA no tenía previsto atentar contra el presidente del Gobierno, pero, en 1972, el etarra José Miguel Beñarán Ordeñana, Argala, tuvo una cita en el hotel Mindanao de Madrid, donde un hombre sin identificar le entregó un sobre con los itinerarios y costumbres de Carrero Blanco.

Esa información, tras ser comprobada por los miembros del comandoTxikia de ETA, fue vital para asesinar al presidente del Gobierno. Se da la circunstancia de que Argala también voló por los aires, en Francia, cinco años después, el 21 de diciembre de 1978. Un comando del Batallón Vasco Español (BVE) (Ver EL MUNDO del 21 de diciembre de 2003) le colocó una bomba debajo de su vehículo, un Citroën Dyane. Argala se llevó a la tumba el secreto del «hombre de la gabardina», como se designó e identificó al personaje que ayudó a los terroristas a eliminar a Carrero Blanco.

(VÍDEO) ¿QUIÉN CONTROLA ETA Y PARAQUÉ?

Mensaje por Invitado » Sab 07 Ene, 2017 9:14 pm

Creo que era Martinez Inglés en un libro sobre el 23 F quien contaba (espero no tergiversar mucho, hace tiempo que lo leí) como Cortina fue la única persona con mando que logró salir indemne del juicio.
Parece ser que hizo que su abogado le preguntase si era cierta la presencia en el lugar de una unidad del cesid. El tío contesto: claro, igual que había en el asesinato de Carrero Blanco. Aquello sonó en el tribunal como un trueno y nadie se atrevió a condenarle...

Mensaje por Invitado » Dom 08 Mar, 2015 1:14 pm

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Los 'errores' de la Justicia frente a ETA

'Agujeros del sistema', un libro descubre las 'negligencias' que han dejado más de 300 asesinatos sin resolver

Sumarios cerrados en un día, expurgados, pruebas desechadas... también en los años 90


Pamplona, 1 de mayo de 1980, tres de la madrugada. Dos amigos, José Oyaga Marañón -49 años y tres hijos- y Jesús Vidaurre Olleta -34 años y cuatro críos-, terminan sus copas y deciden irse casa. No llegan. Tres personas se les acercan y dos les disparan en la nuca. Mueren en el acto. ETA dice que esa «eliminación física» forma parte de su campaña moral contra el «mundillo de la droga». Unos años después, miembros del comando Iruña Artapalo confiesan su autoría y explican el atentado con pelos y señales. Pero esas diligencias jamás se incorporan al sumario. El caso no llega a la Audiencia Nacional y un juzgado de Pamplona, sin competencia para ello, lo cierra. El doble crimen prescribe.

Es una cuenta del rosario de «negligencias», «errores» y actitudes de «desidia» que pueblan las 382 páginas de Agujeros del sistema. Más de 300 asesinatos de ETA sin resolver (Ikusager, 2014), una investigación desgarradora en la que el ex periodista de EL MUNDO Juanfer F. Calderín pone el dedo en una llaga muy poco conocida. «Más de 300 personas fueron asesinadas por fantasmas debido en gran medida a una impensable red de graves errores del Estado de derecho», subraya, «y no a la pericia criminal de los terroristas». En ocasiones la Justicia puso empeño en resolver los atentados, aunque no lo logró. Otras veces, «la Administración no actuó como debía» -despachó los crímenes rápido, incluso «en apenas 24 horas»-. En otras ha reinado la impunidad «por la mala coordinación existente entre la Justicia y las Fuerzas de Seguridad»: asesinatos con indicios, pruebas, detenidos y hasta confesiones en manos de la Guardia Civil que jamás llegaron a la Audiencia Nacional.

El estudio arrancó hace dos años con un enfoque concreto: intentar averiguar más de los asesinatos irresueltos que la treintena de disidentes embarcados en la vía Nanclares podría ayudar a esclarecer. Con el impulso de la asociación de víctimas Covite, Calderín empezó a tirar del hilo del informe de la Fundación de Víctimas del Terrorismo sobre atentados sin condena: 314 en democracia y otros 66 en dictadura. Se sumergió en sumarios judiciales, los cruzó con cientos de documentos policiales, habló con decenas de víctimas. Se encontró con que las «sorpresas» no eran anecdóticas. Cotejó sus datos con «jueces, fiscales, destacados miembros del estamento policial...». Unos y otros intuían que en los 70 y 80 «habían podido producirse errores» por el ingente trabajo que suponía afrontar la frenética barbarie de ETA. Lo que no imaginaban», matiza, era que esos «descuidos» llegaban hasta los años 90.

Un ejemplo: Miguel Paredes García y Elena Moreno Jiménez, un joven matrimonio al que el 6 de abril de 1990 un desconocido asesinó a tiros en el centro de San Sebastián. ETA les acusó de ser toxicómanos; así lo recogió la prensa. Sólo ahora se sabe que la autopsia descartó cualquier rastro de estupefacientes. También que la Audiencia Nacional cerró el caso menos de seis meses después y nunca volvió a reabrirlo, a pesar de que la pistola que sirvió para matarlos fue la misma que ETA utilizó contra el policía nacional José Ángel Álvarez mientras paseaba por el Casco Viejo de San Sebastián, un atentado por el que fueron condenados los etarras Francisco Javier Balerdi Ibarguren y Jesús María López González. La coincidencia del arma figura en un informe policial, en balde. El caso prescribió.

También son llamativos los expurgos. El libro documenta hasta siete sumarios destruidos por ser considerados inútiles. El del periodista José María Portell, asesinado en 1978, fue eliminado en 2008; ni siquiera por la Audiencia Nacional, sino por un juzgado de Bilbao.

Algunas dudas son más recientes. El autor transcribe la entrevista que mantuvieron en prisión Consuelo Ordóñez y Valentín Lasarte en la cual el miembro de la vía Nanclares le confiesa que «había más gente» que los etarras ya condenados vigilando a su hermano Gregorio, el dirigente popular asesinado en 1995. Ordóñez pidió la grabación a Instituciones Penitenciarias: le dijeron que estaba «borrada»; luego le reconocieron que no lo estaba, pero que era «secreta». El juez Santiago Pedraz ha reclamado ahora la grabación después de que la familia haya logrado la reapertura del caso.

El libro, que se presenta en Madrid el día 19, está prologado por Maite Pagazaurtundúa. Lo cierra el catedrático de Derecho Internacional Carlos Fernández de Casadevante: en su opinión, los tribunales europeos deberían juzgar a España por su «responsabilidad» en todos estos crímenes sin resolver.


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El atentado contra Carrero Blanco, entre las calles Maldonado y Claudio Coello.

CARRERO BLANCO, EXPEDIENTE PERDIDO

Entre los 858 crímenes de ETA hay un puñado que 'no existe'. Son los expedientes judiciales de 34 asesinatos cometidos en la dictadura, antes de la ley de amnistía de 1977. Uno es el de Luis Carrero Blanco. El entonces presidente del Gobierno voló por las aires en el atentado que más fama dio a la primera ETA. Fue el 20 de diciembre de 1973 y se llamó 'operación Ogro': cerca de 100 kilos de explosivos activados al paso del coche de Carrero Blanco acabaron con su vida y con las del inspector de Policía José Antonio Bueno Fernández y el conductor del vehículo, José Luis Pérez Mogena. Entre 2011 y 2014 funcionarios de la Oficina de Asistencia a las Víctimas de la Audiencia Nacional hallaron otros 32 sumarios de aquella época que también se encontraban extraviados entre montones de papeles, mezclados con casos de accidentes de tráfico, robos o violaciones.

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