Mensaje por Invitado » Sab 07 Ene, 2017 10:41 pm
Cortina, en el juicio del 23-F: «Como me jodan, saco hasta lo de Carrero Blanco»El fiscal solicitó 12 años para el jefe del Cesid por rebelión militar y después fue absuelto«Que no me jodan, que saco hasta lo de Carrero Blanco». Esa frase fue pronunciada en tono amenazante por el comandante José Luis Cortina, jefe de la Agrupación Operativa de Misiones Especiales (Aome) del Cesid, sobre las 14.30 horas del 22 de marzo de 1982, junto al comedor del Servicio Geográfico del Ejército. En este lugar se estaba llevando a cabo la vista oral del juicio sobre el intento de golpe de Estado del 23-F. El interlocutor de Cortina estaba al otro lado del teléfono y el testigo de aquella conversación fue el abogado Ángel López Montero, defensor del teniente coronel Antonio Tejero.
Treinta años después del golpe, y por primera vez, el letrado del golpista revela aquel suceso: «Un día, durante la vista del juicio, tuvimos un receso para comer. Nuestro comedor estaba junto a la cocina, separado por unas cortinas de tela. El comandante Arribas, encargado de aquel servicio, y que realizó una excelente labor, me hizo un gesto con la mano y me dijo que me acercara hasta donde estaba él. Después me dijo que me pusiera detrás de una determinada cortina y que escuchara. Así lo hice; detrás de aquella cortina de tela había un hombre hablando».
López Montero, que reconoce que ya es hora de que se sepa la verdad sobre el 23-F y que se desclasifiquen todos los documentos que existan, incluidas las cintas grabadas antes, durante y después de la intentona golpista, rememora aquel instante y descubre al personaje que estaba detrás de la cortina: «Me quedé parado, inmóvil, detrás de la cortina, y escuché con toda nitidez lo siguiente: 'Que no me jodan, que saco hasta lo de Carrero Blanco'. Y, de repente, detrás de aquella tela, salió el comandante José Luis Cortina».
El comandante estaba acusado por el fiscal, el ministro togado de la Armada José María Claver, de un delito de rebelión militar, y tenía una petición de 12 años de cárcel y separación del servicio. La sentencia de aquel juicio se hizo pública el 3 de junio de 1982 y Cortina, de manera sorprendente, salió absuelto, mientras que el Tribunal Militar condenaba a tres años de prisión a su segundo, el capitán Gómez Iglesias, que había conducido los autobuses de Tejero hasta el Congreso. En 1983, el Tribunal Supremo aumentó la pena de Gómez Iglesias hasta los seis años, con la correspondiente expulsión de la carrera militar, y confirmó la absolución del mando del Cesid.
La amenaza de Cortina a su interlocutor se produjo después de que el comandante de los servicios secretos tuviera que aguantar, durante unas dos horas, 87 incisivas preguntas del fiscal del 23-F.
El interrogatorio de Claver, según se recoge en las actas del juicio, llevó en varias ocasiones a Cortina contra las cuerdas, con momentos muy delicados y comprometidos. Las explicaciones del militar no convencían al fiscal de que el jefe de la Aome no se había reunido con Tejero antes del 23-F. Tampoco se creía la versión de Cortina de que no había organizado, a través de Gómez Iglesias, un encuentro entre el teniente coronel de la Guardia Civil y el general Alfonso Armada que se produjo el 21 de febrero en un piso de la calle Pintor Juan Gris, que pertenecía a la empresa de seguridad Aseprosa, que, casualmente, dirigía el hermano del comandante, Antonio Cortina.
Claver, pregunta tras pregunta, apretaba a Cortina y quería saber cómo y por qué Gómez Iglesias, segundo del comandante en la Aome, estuvo dentro del Congreso la tarde del 23-F. Y cómo había conducido los autobuses de Tejero hasta la sede del Hemiciclo con un vehículo que hacía de guía y una emisora de radio del Cesid. En ese momento, tal como se recoge en las actas del juicio a las que ha tenido acceso EL MUNDO, Cortina, sin justificación aparente, hizo un símil entre el atentado del almirante Carrero Blanco y el 23-F.
«En esto tenemos una larga historia, que, en este caso, creo que habría quienes podrían declarar que algún equipo había participado en el asesinato del almirante Carrero Blanco, en el cual coincidieron, lo cual es muy frecuente; es muy frecuente, y de hecho ha ocurrido en numerosas ocasiones, que, en acontecimientos trágicos y señalados como fue el asesinato del almirante Carrero Blanco y en el intento de asesinato o atentado sobre el general Esquivias, existen siempre medios propios próximos, y después se comenta, más o menos, de una forma ligera el que: pues sí, lo hemos hecho nosotros, o sí, hemos participado en aquello, pero sin que, en fin, a aquello, se le pueda dar otro alcance».
Tras esa respuesta inconexa de Cortina se produjo un cuchicheo entre gran parte de los presentes -miembros del Tribunal, letrados, acusados, periodistas y público- y hoy uno de los abogados de los golpistas ha reconocido a este periódico: «Nunca entendimos el porqué de aquel ejemplo y aquella confusa respuesta de Cortina».
Claver acabó su interrogatorio al comandante del Cesid sobre las 14.00 horas del 22 de marzo y, poco después, durante el receso entre la sesión de la mañana y la de la tarde, fue cuando el jefe de la Aome, según la versión de López Montero, Cortina habló por teléfono con un tercero en una especie de locutorio que había junto al comedor del Servicio Geográfico del Ejército, más conocido en el juicio por Campamento.
El abogado de Tejero recuerda perfectamente cómo se produjo aquel hecho: «Estábamos comiendo un grupo de abogados e imputados y observé cómo el comandante Arribas, encargado de que los servicios de aquellas instalaciones funcionaran a la perfección, me hacía señas con su mano. Me acerqué y me dijo: 'Póngase aquí y escuche'».
López Montero continúa describiendo el lugar y utiliza un folio en blanco y un bolígrafo para hacer un croquis de la zona donde se produjo aquella conversación telefónica: «Era una especie de locutorio, separado por unas cortinas de tela, que se encontraba, de paso, entre la cocina y el comedor. El teléfono era un teléfono público. No pertenecía a ningún despacho. Estaba para el servicio de todos los que comíamos allí: acusados, defensores y demás».
Recalca: «Escuché con toda nitidez cómo la persona que estaba detrás de la cortina de tela decía, en tono fuerte y amenazante, la siguiente frase: 'Que no me jodan, que saco hasta lo de Carrero Blanco'». El letrado narra a continuación lo que hizo unos segundos más tarde: «Di un paso hacia atrás para no ser detectado por la persona que estaba hablando e, instantes después, observé cómo salía de detrás de la cortina de tela el comandante del Cesid José Luis Cortina Prieto».
Hay que recordar que el almirante y presidente del Gobierno Luis Carrero Blanco fue asesinado por el comando Txikia de ETA el 20 de diciembre de 1973. Los miembros del comando terrorista alquilaron un semisótano en la calle de Claudio Coello 104 de Madrid y lograron excavar un túnel hasta el centro de la calzada, donde colocaron una carga de unos 100 kilogramos de explosivos, que detonaron al paso del vehículo de Carrero Blanco.
«Modere el tono»En el acta del juicio del 23-F del 22 de marzo de 1982, se indica que «se reanuda la sesión a las 16.00 horas». Esa tarde, siempre según la versión de algunos de los abogados presentes en el juicio, la presión del fiscal Claver sobre Cortina bajó varios grados y el comandante aprovechó para responder en tono arrogante y retador. Llegado a ese punto, el presidente del Tribunal, el general Luis Álvarez Rodríguez, se vio obligado a intervenir -según se recoge en las actas del juicio- para reprender y cuadrar al comandante del Cesid en los siguientes términos: «Primero, modere el tono. No hace falta pegar esos gritos. Y, segundo, el estilo».
Tras Claver intervino López Montero. El letrado consiguió, con toda sutileza, que Cortina reconociera que existía cierta relación comercial o profesional entre la empresa de seguridad Aseprosa, que dirigía Antonio Cortina y que llegó a trabajar para Alianza Popular, y el Cesid: «Bueno, no se puede hablar de contratación, sino de unas ciertas contraprestaciones con ella».
López Montero continúo su interrogatorio y llegó a plantearle a Cortina si a finales de abril de 1981, dos meses después del 23-F, «visitó a un letrado en Madrid para solicitar que le dijera al teniente coronel Tejero que por favor no sacara su nombre y, después de aquella misma tarde, fue a casa del teniente coronel Tejero». La respuesta de Cortina fue evasiva: «Yo no recuerdo ninguna de esas visitas».
Cortina, según ha reconocido a EL MUNDO, entró en los servicios secretos españoles casi en sus inicios, en 1972. En aquella época, existía el Servicio Central de Documentación (Seced), que estaba dirigido por el comandante José Ignacio San Martín -condenado por la intentona golpista del 23-F a 10 años de cárcel- y dependía directamente de Presidencia, del almirante Carrero Blanco.
Cortina, como agente de los servicios secretos, siempre ha mantenido buenas relaciones con la inteligencia norteamericana en Madrid. Y los hombres de la embajada y los agentes de la CIA enviaron en enero y abril de 1971 dos documentos reservados y clasificados a Washington.
El primero de ellos era el «Telegrama 700. Confidencial 05802 291946Z», donde se indicaba que «el mejor resultado que puede surgir de esta situación sería que Carrero Blanco desaparezca de escena». El segundo estaba encabezado con el título «España: la próxima transición» y en él se indicaba que Carrero Blanco era contrario a los intereses de EEUU. Esos dos documentos estaban depositados en los Archivos Nacionales y Administración de Documentos de EEUU (Nara) y fueron desvelados en 2007 por el periodista de investigación Eduardo Martín de Pozuelo en su libro Los secretos del franquismo.
Otros periodistas de investigación, Carlos Estévez y Francisco Mármol, revelaron en 1998 en su libro Carrero: las razones ocultas de un asesinato que, en diciembre 1972, había un informe secreto con el nombre de Turrón Negro, que llegó hasta el Seced, donde se decía que la Guardia Civil sabía que «ETA ha enviado un comando a Madrid, con la finalidad de atentar contra una alta personalidad del Estado».
Por último, hay que recordar que ETA no tenía previsto atentar contra el presidente del Gobierno, pero, en 1972, el etarra José Miguel Beñarán Ordeñana, Argala, tuvo una cita en el hotel Mindanao de Madrid, donde un hombre sin identificar le entregó un sobre con los itinerarios y costumbres de Carrero Blanco.
Esa información, tras ser comprobada por los miembros del comandoTxikia de ETA, fue vital para asesinar al presidente del Gobierno. Se da la circunstancia de que Argala también voló por los aires, en Francia, cinco años después, el 21 de diciembre de 1978. Un comando del Batallón Vasco Español (BVE) (Ver EL MUNDO del 21 de diciembre de 2003) le colocó una bomba debajo de su vehículo, un Citroën Dyane. Argala se llevó a la tumba el secreto del «hombre de la gabardina», como se designó e identificó al personaje que ayudó a los terroristas a eliminar a Carrero Blanco.
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[size=140]El fiscal solicitó 12 años para el jefe del Cesid por rebelión militar y después fue absuelto[/size]
«Que no me jodan, que saco hasta lo de Carrero Blanco». Esa frase fue pronunciada en tono amenazante por el comandante José Luis Cortina, jefe de la Agrupación Operativa de Misiones Especiales (Aome) del Cesid, sobre las 14.30 horas del 22 de marzo de 1982, junto al comedor del Servicio Geográfico del Ejército. En este lugar se estaba llevando a cabo la vista oral del juicio sobre el intento de golpe de Estado del 23-F. El interlocutor de Cortina estaba al otro lado del teléfono y el testigo de aquella conversación fue el abogado Ángel López Montero, defensor del teniente coronel Antonio Tejero.
Treinta años después del golpe, y por primera vez, el letrado del golpista revela aquel suceso: «Un día, durante la vista del juicio, tuvimos un receso para comer. Nuestro comedor estaba junto a la cocina, separado por unas cortinas de tela. El comandante Arribas, encargado de aquel servicio, y que realizó una excelente labor, me hizo un gesto con la mano y me dijo que me acercara hasta donde estaba él. Después me dijo que me pusiera detrás de una determinada cortina y que escuchara. Así lo hice; detrás de aquella cortina de tela había un hombre hablando».
López Montero, que reconoce que ya es hora de que se sepa la verdad sobre el 23-F y que se desclasifiquen todos los documentos que existan, incluidas las cintas grabadas antes, durante y después de la intentona golpista, rememora aquel instante y descubre al personaje que estaba detrás de la cortina: «Me quedé parado, inmóvil, detrás de la cortina, y escuché con toda nitidez lo siguiente: 'Que no me jodan, que saco hasta lo de Carrero Blanco'. Y, de repente, detrás de aquella tela, salió el comandante José Luis Cortina».
El comandante estaba acusado por el fiscal, el ministro togado de la Armada José María Claver, de un delito de rebelión militar, y tenía una petición de 12 años de cárcel y separación del servicio. La sentencia de aquel juicio se hizo pública el 3 de junio de 1982 y Cortina, de manera sorprendente, salió absuelto, mientras que el Tribunal Militar condenaba a tres años de prisión a su segundo, el capitán Gómez Iglesias, que había conducido los autobuses de Tejero hasta el Congreso. En 1983, el Tribunal Supremo aumentó la pena de Gómez Iglesias hasta los seis años, con la correspondiente expulsión de la carrera militar, y confirmó la absolución del mando del Cesid.
La amenaza de Cortina a su interlocutor se produjo después de que el comandante de los servicios secretos tuviera que aguantar, durante unas dos horas, 87 incisivas preguntas del fiscal del 23-F.
El interrogatorio de Claver, según se recoge en las actas del juicio, llevó en varias ocasiones a Cortina contra las cuerdas, con momentos muy delicados y comprometidos. Las explicaciones del militar no convencían al fiscal de que el jefe de la Aome no se había reunido con Tejero antes del 23-F. Tampoco se creía la versión de Cortina de que no había organizado, a través de Gómez Iglesias, un encuentro entre el teniente coronel de la Guardia Civil y el general Alfonso Armada que se produjo el 21 de febrero en un piso de la calle Pintor Juan Gris, que pertenecía a la empresa de seguridad Aseprosa, que, casualmente, dirigía el hermano del comandante, Antonio Cortina.
Claver, pregunta tras pregunta, apretaba a Cortina y quería saber cómo y por qué Gómez Iglesias, segundo del comandante en la Aome, estuvo dentro del Congreso la tarde del 23-F. Y cómo había conducido los autobuses de Tejero hasta la sede del Hemiciclo con un vehículo que hacía de guía y una emisora de radio del Cesid. En ese momento, tal como se recoge en las actas del juicio a las que ha tenido acceso EL MUNDO, Cortina, sin justificación aparente, hizo un símil entre el atentado del almirante Carrero Blanco y el 23-F.
«En esto tenemos una larga historia, que, en este caso, creo que habría quienes podrían declarar que algún equipo había participado en el asesinato del almirante Carrero Blanco, en el cual coincidieron, lo cual es muy frecuente; es muy frecuente, y de hecho ha ocurrido en numerosas ocasiones, que, en acontecimientos trágicos y señalados como fue el asesinato del almirante Carrero Blanco y en el intento de asesinato o atentado sobre el general Esquivias, existen siempre medios propios próximos, y después se comenta, más o menos, de una forma ligera el que: pues sí, lo hemos hecho nosotros, o sí, hemos participado en aquello, pero sin que, en fin, a aquello, se le pueda dar otro alcance».
Tras esa respuesta inconexa de Cortina se produjo un cuchicheo entre gran parte de los presentes -miembros del Tribunal, letrados, acusados, periodistas y público- y hoy uno de los abogados de los golpistas ha reconocido a este periódico: «Nunca entendimos el porqué de aquel ejemplo y aquella confusa respuesta de Cortina».
Claver acabó su interrogatorio al comandante del Cesid sobre las 14.00 horas del 22 de marzo y, poco después, durante el receso entre la sesión de la mañana y la de la tarde, fue cuando el jefe de la Aome, según la versión de López Montero, Cortina habló por teléfono con un tercero en una especie de locutorio que había junto al comedor del Servicio Geográfico del Ejército, más conocido en el juicio por Campamento.
El abogado de Tejero recuerda perfectamente cómo se produjo aquel hecho: «Estábamos comiendo un grupo de abogados e imputados y observé cómo el comandante Arribas, encargado de que los servicios de aquellas instalaciones funcionaran a la perfección, me hacía señas con su mano. Me acerqué y me dijo: 'Póngase aquí y escuche'».
López Montero continúa describiendo el lugar y utiliza un folio en blanco y un bolígrafo para hacer un croquis de la zona donde se produjo aquella conversación telefónica: «Era una especie de locutorio, separado por unas cortinas de tela, que se encontraba, de paso, entre la cocina y el comedor. El teléfono era un teléfono público. No pertenecía a ningún despacho. Estaba para el servicio de todos los que comíamos allí: acusados, defensores y demás».
Recalca: «Escuché con toda nitidez cómo la persona que estaba detrás de la cortina de tela decía, en tono fuerte y amenazante, la siguiente frase: 'Que no me jodan, que saco hasta lo de Carrero Blanco'». El letrado narra a continuación lo que hizo unos segundos más tarde: «Di un paso hacia atrás para no ser detectado por la persona que estaba hablando e, instantes después, observé cómo salía de detrás de la cortina de tela el comandante del Cesid José Luis Cortina Prieto».
Hay que recordar que el almirante y presidente del Gobierno Luis Carrero Blanco fue asesinado por el comando Txikia de ETA el 20 de diciembre de 1973. Los miembros del comando terrorista alquilaron un semisótano en la calle de Claudio Coello 104 de Madrid y lograron excavar un túnel hasta el centro de la calzada, donde colocaron una carga de unos 100 kilogramos de explosivos, que detonaron al paso del vehículo de Carrero Blanco.
[b]«Modere el tono»[/b]
En el acta del juicio del 23-F del 22 de marzo de 1982, se indica que «se reanuda la sesión a las 16.00 horas». Esa tarde, siempre según la versión de algunos de los abogados presentes en el juicio, la presión del fiscal Claver sobre Cortina bajó varios grados y el comandante aprovechó para responder en tono arrogante y retador. Llegado a ese punto, el presidente del Tribunal, el general Luis Álvarez Rodríguez, se vio obligado a intervenir -según se recoge en las actas del juicio- para reprender y cuadrar al comandante del Cesid en los siguientes términos: «Primero, modere el tono. No hace falta pegar esos gritos. Y, segundo, el estilo».
Tras Claver intervino López Montero. El letrado consiguió, con toda sutileza, que Cortina reconociera que existía cierta relación comercial o profesional entre la empresa de seguridad Aseprosa, que dirigía Antonio Cortina y que llegó a trabajar para Alianza Popular, y el Cesid: «Bueno, no se puede hablar de contratación, sino de unas ciertas contraprestaciones con ella».
López Montero continúo su interrogatorio y llegó a plantearle a Cortina si a finales de abril de 1981, dos meses después del 23-F, «visitó a un letrado en Madrid para solicitar que le dijera al teniente coronel Tejero que por favor no sacara su nombre y, después de aquella misma tarde, fue a casa del teniente coronel Tejero». La respuesta de Cortina fue evasiva: «Yo no recuerdo ninguna de esas visitas».
Cortina, según ha reconocido a EL MUNDO, entró en los servicios secretos españoles casi en sus inicios, en 1972. En aquella época, existía el Servicio Central de Documentación (Seced), que estaba dirigido por el comandante José Ignacio San Martín -condenado por la intentona golpista del 23-F a 10 años de cárcel- y dependía directamente de Presidencia, del almirante Carrero Blanco.
Cortina, como agente de los servicios secretos, siempre ha mantenido buenas relaciones con la inteligencia norteamericana en Madrid. Y los hombres de la embajada y los agentes de la CIA enviaron en enero y abril de 1971 dos documentos reservados y clasificados a Washington.
El primero de ellos era el «Telegrama 700. Confidencial 05802 291946Z», donde se indicaba que «el mejor resultado que puede surgir de esta situación sería que Carrero Blanco desaparezca de escena». El segundo estaba encabezado con el título «España: la próxima transición» y en él se indicaba que Carrero Blanco era contrario a los intereses de EEUU. Esos dos documentos estaban depositados en los Archivos Nacionales y Administración de Documentos de EEUU (Nara) y fueron desvelados en 2007 por el periodista de investigación Eduardo Martín de Pozuelo en su libro Los secretos del franquismo.
Otros periodistas de investigación, Carlos Estévez y Francisco Mármol, revelaron en 1998 en su libro Carrero: las razones ocultas de un asesinato que, en diciembre 1972, había un informe secreto con el nombre de Turrón Negro, que llegó hasta el Seced, donde se decía que la Guardia Civil sabía que «ETA ha enviado un comando a Madrid, con la finalidad de atentar contra una alta personalidad del Estado».
Por último, hay que recordar que ETA no tenía previsto atentar contra el presidente del Gobierno, pero, en 1972, el etarra José Miguel Beñarán Ordeñana, Argala, tuvo una cita en el hotel Mindanao de Madrid, donde un hombre sin identificar le entregó un sobre con los itinerarios y costumbres de Carrero Blanco.
Esa información, tras ser comprobada por los miembros del comandoTxikia de ETA, fue vital para asesinar al presidente del Gobierno. Se da la circunstancia de que Argala también voló por los aires, en Francia, cinco años después, el 21 de diciembre de 1978. Un comando del Batallón Vasco Español (BVE) (Ver EL MUNDO del 21 de diciembre de 2003) le colocó una bomba debajo de su vehículo, un Citroën Dyane. Argala se llevó a la tumba el secreto del «hombre de la gabardina», como se designó e identificó al personaje que ayudó a los terroristas a eliminar a Carrero Blanco.