Mensaje por Invitado » Sab 06 Abr, 2024 1:56 am
La Reina Sofía, en la salida de la procesión del Santísimo Cristo de los Alabarderos, el pasado Viernes Santo en el Palacio Real, en Madrid.DOÑA SOFÍA
LA REINA ARRINCONADA QUE SABE ESTAR EN SU SITIO
A pesar de que apenas participa en los actos programados por la Casa del Rey, la madre de Felipe VI ha vuelto a demostrar en las últimas semanas su gran sentido del deber y apoyo a la Corona.
EDUARDO ÁLVAREZLOS REYES Felipe y Letizia presidieron el jueves en el Palacio de El Pardo la entrega de los Premios Nacionales del Deporte 2022. En lo que ya es una tradición, ellos fueron los únicos miembros de la familia real presentes en el acto. Lejos quedan los tiempos en los que les acompañaban otros integrantes, como Juan Carlos I y Doña Sofía –e incluso alguna Infanta–, a los que se vio en esta ceremonia por última vez en 2019, un año antes de la pandemia. Se da la circunstancia de que hay galardones con el nombre de cada uno, incluidos los de los Eméritos. Así, por ejemplo, los periodistas Paloma del Río y Antonio Pampliega recogieron el Premio Reina Sofía por “su implicación en la defensa de las mujeres bajo la amenaza talibán y la contribución a la erradicación de la violencia en cualquiera de sus expresiones”.
Lo normal es que hubiera sido la propia madre del soberano quien hubiese hecho la entrega. Pero Doña Sofía está prácticamente excluida de la agenda de la Casa del Rey, y no digamos ya de los actos en los que participan Don Felipe y Doña Letizia. Una vez que Juan Carlos I fue apartado de toda actividad institucional por su conducta no ejemplar, ella quedó igualmente arrinconada, como si de ese modo se disimulara más el ostracismo del Emérito. Justos pagan por pecadores, que es lo que le ha pasado a la Reina Sofía. La Corona ha contado con ella muy poco desde entonces, desaprovechando la labor de representación que podía haber seguido manteniendo en un tiempo en el que ha seguido gozando de buena salud y de disposición plena, un error mayor por cuanto la formación de la Heredera y de su hermana, la Infanta Sofía, han impedido aún que asuman tareas al servicio de la Monarquía.
La ausencia señalada de Doña Sofía en los Premios Nacionales del Deporte se suma a una lista interminable de actos que bien podrían haber contado con su presencia, incluidos agravios tan dolorosos como que tuviera que quedarse sin asistir a la jura de la Constitución de Leonor ante las Cortes el pasado 31 de octubre como consecuencia indeseada de que no se invitara al solemne acto al ex Jefe del Estado por razones que a nadie se le escapan.
Y, pese a sufrir semejante arrinconamiento, o quizá justamente por ello, lo que más sorprende es hasta qué punto la Reina Sofía se esfuerza por dignificar la institución. Y no sólo por mantenerse en su sitio, sino incluso por ocupar vacíos y predicar con el ejemplo frente a otros comportamientos de otros miembros de la familia real más que cuestionables, nos referimos de nuevo a su marido.
Procesion del Cristo de la Buena Muerte en Málaga.Así, sólo en las últimas semanas, el 15 de marzo, la Emérita se arremangaba una vez más para recoger basura, en este caso en la orilla de un tramo del madrileño río Manzanares, dentro de una campaña con la que viene colaborando activamente desde hace años para concienciar de los estragos que causan los residuos que deja el hombre en la naturaleza. Si la imagen de Doña Sofía, a sus 85 años, doblando el lomo para coger desperdicios ya era potente, lo hacía más el contraste con un Rey Juan Carlos que acababa de llegar de nuevo a Galicia para participar en las regatas, a bordo de un jet privado de 26 millones de euros que dispone de todos los lujos y comodidades, alquilado para desplazarse desde Ginebra.
Y, ya en plenas fechas de Semana Santa, qué decir del ejemplo que ha dado este año Doña Sofía en apoyo de las tradiciones que tanto enriquecen a este país, cumpliendo con algo que tan insistentemente se le suele demandar desde todos los puntos de España a la Corona. En primer lugar, se desplazó hasta Palma de Mallorca para presidir en la catedral el concierto anual de Pascua a beneficio de Projecte Home Balears, una organización benéfica que ofrece tratamientos para que las personas drogodependientes puedan vivir una vida libre de adicciones.
Tras permanecer varios días, junto a su hermana, la princesa Irene, en el Palacio de Marivent -la única de la familia que se aloja en él ya en estas fechas-, voló hasta Málaga. Y allí presenció el desembarco de la Legión y el traslado del Cristo de la Buena Muerte, además de visitar la víspera las dependencias de la archicofradía de la Esperanza.
Y la sorpresa llegó un día después cuando, junto a una de sus hijas, la Infanta Cristina, la Emérita participó, en este caso en Madrid, en la procesión del Cristo de los Alabarderos, tan vinculada justamente a la Monarquía.
Cobran una vez más plena vigencia las palabras que en su día pronunció Doña Sofía de que su deseo es “seguir sirviendo” al país. Más cuesta entender por que la institución prefiere desaprovecharla.
EL MUNDO / SÁBADO 6 DE ABRIL DE 2024
[img]https://i.imgur.com/569A1YS.jpeg[/img]
[font=Georgia]La Reina Sofía, en la salida de la procesión del Santísimo Cristo de los Alabarderos, el pasado Viernes Santo en el Palacio Real, en Madrid.[/font]
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[size=200]LA REINA ARRINCONADA QUE SABE ESTAR EN SU SITIO[/size]
[size=130]A pesar de que apenas participa en los actos programados por la Casa del Rey, la madre de Felipe VI ha vuelto a demostrar en las últimas semanas su gran sentido del deber y apoyo a la Corona.[/size]
EDUARDO ÁLVAREZ[/font]
[font=Georgia][color=#ff151e][size=70][s]L[/s][/size][/color][/font]OS REYES Felipe y Letizia presidieron el jueves en el Palacio de El Pardo la entrega de los Premios Nacionales del Deporte 2022. En lo que ya es una tradición, ellos fueron los únicos miembros de la familia real presentes en el acto. Lejos quedan los tiempos en los que les acompañaban otros integrantes, como Juan Carlos I y Doña Sofía –e incluso alguna Infanta–, a los que se vio en esta ceremonia por última vez en 2019, un año antes de la pandemia. Se da la circunstancia de que hay galardones con el nombre de cada uno, incluidos los de los Eméritos. Así, por ejemplo, los periodistas Paloma del Río y Antonio Pampliega recogieron el Premio Reina Sofía por “su implicación en la defensa de las mujeres bajo la amenaza talibán y la contribución a la erradicación de la violencia en cualquiera de sus expresiones”.
Lo normal es que hubiera sido la propia madre del soberano quien hubiese hecho la entrega. Pero Doña Sofía está prácticamente excluida de la agenda de la Casa del Rey, y no digamos ya de los actos en los que participan Don Felipe y Doña Letizia. Una vez que Juan Carlos I fue apartado de toda actividad institucional por su conducta no ejemplar, ella quedó igualmente arrinconada, como si de ese modo se disimulara más el ostracismo del Emérito. Justos pagan por pecadores, que es lo que le ha pasado a la Reina Sofía. La Corona ha contado con ella muy poco desde entonces, desaprovechando la labor de representación que podía haber seguido manteniendo en un tiempo en el que ha seguido gozando de buena salud y de disposición plena, un error mayor por cuanto la formación de la Heredera y de su hermana, la Infanta Sofía, han impedido aún que asuman tareas al servicio de la Monarquía.
La ausencia señalada de Doña Sofía en los Premios Nacionales del Deporte se suma a una lista interminable de actos que bien podrían haber contado con su presencia, incluidos agravios tan dolorosos como que tuviera que quedarse sin asistir a la jura de la Constitución de Leonor ante las Cortes el pasado 31 de octubre como consecuencia indeseada de que no se invitara al solemne acto al ex Jefe del Estado por razones que a nadie se le escapan.
Y, pese a sufrir semejante arrinconamiento, o quizá justamente por ello, lo que más sorprende es hasta qué punto la Reina Sofía se esfuerza por dignificar la institución. Y no sólo por mantenerse en su sitio, sino incluso por ocupar vacíos y predicar con el ejemplo frente a otros comportamientos de otros miembros de la familia real más que cuestionables, nos referimos de nuevo a su marido.
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[f]Procesion del Cristo de la Buena Muerte en Málaga.[/f]
Así, sólo en las últimas semanas, el 15 de marzo, la Emérita se arremangaba una vez más para recoger basura, en este caso en la orilla de un tramo del madrileño río Manzanares, dentro de una campaña con la que viene colaborando activamente desde hace años para concienciar de los estragos que causan los residuos que deja el hombre en la naturaleza. Si la imagen de Doña Sofía, a sus 85 años, doblando el lomo para coger desperdicios ya era potente, lo hacía más el contraste con un Rey Juan Carlos que acababa de llegar de nuevo a Galicia para participar en las regatas, a bordo de un jet privado de 26 millones de euros que dispone de todos los lujos y comodidades, alquilado para desplazarse desde Ginebra.
Y, ya en plenas fechas de Semana Santa, qué decir del ejemplo que ha dado este año Doña Sofía en apoyo de las tradiciones que tanto enriquecen a este país, cumpliendo con algo que tan insistentemente se le suele demandar desde todos los puntos de España a la Corona. En primer lugar, se desplazó hasta Palma de Mallorca para presidir en la catedral el concierto anual de Pascua a beneficio de Projecte Home Balears, una organización benéfica que ofrece tratamientos para que las personas drogodependientes puedan vivir una vida libre de adicciones.
Tras permanecer varios días, junto a su hermana, la princesa Irene, en el Palacio de Marivent -la única de la familia que se aloja en él ya en estas fechas-, voló hasta Málaga. Y allí presenció el desembarco de la Legión y el traslado del Cristo de la Buena Muerte, además de visitar la víspera las dependencias de la archicofradía de la Esperanza.
Y la sorpresa llegó un día después cuando, junto a una de sus hijas, la Infanta Cristina, la Emérita participó, en este caso en Madrid, en la procesión del Cristo de los Alabarderos, tan vinculada justamente a la Monarquía.
Cobran una vez más plena vigencia las palabras que en su día pronunció Doña Sofía de que su deseo es “seguir sirviendo” al país. Más cuesta entender por que la institución prefiere desaprovecharla.
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