Mensaje por Invitado » Lun 28 Nov, 2011 3:33 pm
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El hombro de la PrincesaNo comprendo (ni yo ni nadie) cómo la Princesa de Asturias ha podido exhibir sus hombros tan poco atractivos en un viaje oficial, sabiendo que la prensa de todos los tonos iba a estar pendiente de ella.
Los periodistas españoles y muchos internacionales llevan años barajando la posibilidad de que la mujer del heredero al trono español sea anoréxica, basándose, justamente, en esas fotografías en las que aparece mostrando los desnutridos hombros, brazos o, peor aún, la espalda, como en la boda de los duques de Cambridge.
A Su Alteza Real no paran de lloverle las indirectas todas las semanas de que debe ocultar sus brazos y, sin embargo, los exhibe siempre que puede. Nadie alcanza a comprender tampoco por qué Felipe Varela, su 'couturier attitré', no le sugiere que hay que tapar en vez de enseñar, algo que, además, resulta más chic y, sobre todo, mas royal.
La única explicación es que la Princesa quiere llamar la atención y que se hable de ella a toda costa. Esto es lo que siempre ha creído mi asistenta, la señora Danvers, que, de paso, avanza la curiosa teoría de que Doña Letizia tiene celos de su cuñado, Iñaki Urdangarin, que hace correr más ríos de tinta que ella.
Es bien sabido que la Princesa ha dicho en más de una ocasión que la moda le trae al fresco, algo imposible de creer ya que cada una de sus salidas con un modelito o modelazo nuevo es comentada ad nauseam. Negativamente en muchos casos. Por lo tanto, debería estar consciente a estas alturas de que la moda, por frívola que le resulte, es de capital importancia en el mundo de la política, como lo comprendieron Eva Duarte de Perón o Jacqueline Bouvier Kennedy Onassis, por ejemplo. O, en la actualidad, Máxima de Holanda, Mary de Dinamarca o Catalina Cambridge.
Por eso, ni yo ni la señora Danvers ni nadie alcanzamos a comprender estos patinazos tan frecuentes cuando, para colmo, nunca ha estado tan guapa.
Para finalizar: cualquiera que haya experimentado el fuerte apretón de manos de la Princesa no puede pensar que sufra de anorexia, mas bien todo lo contrario.
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No comprendo (ni yo ni nadie) cómo la Princesa de Asturias ha podido exhibir sus hombros tan poco atractivos en un viaje oficial, sabiendo que la prensa de todos los tonos iba a estar pendiente de ella.
Los periodistas españoles y muchos internacionales llevan años barajando la posibilidad de que la mujer del heredero al trono español sea anoréxica, basándose, justamente, en esas fotografías en las que aparece mostrando los desnutridos hombros, brazos o, peor aún, la espalda, como en la boda de los duques de Cambridge.
A Su Alteza Real no paran de lloverle las indirectas todas las semanas de que debe ocultar sus brazos y, sin embargo, los exhibe siempre que puede. Nadie alcanza a comprender tampoco por qué Felipe Varela, su 'couturier attitré', no le sugiere que hay que tapar en vez de enseñar, algo que, además, resulta más chic y, sobre todo, mas royal.
La única explicación es que la Princesa quiere llamar la atención y que se hable de ella a toda costa. Esto es lo que siempre ha creído mi asistenta, la señora Danvers, que, de paso, avanza la curiosa teoría de que Doña Letizia tiene celos de su cuñado, Iñaki Urdangarin, que hace correr más ríos de tinta que ella.
Es bien sabido que la Princesa ha dicho en más de una ocasión que la moda le trae al fresco, algo imposible de creer ya que cada una de sus salidas con un modelito o modelazo nuevo es comentada ad nauseam. Negativamente en muchos casos. Por lo tanto, debería estar consciente a estas alturas de que la moda, por frívola que le resulte, es de capital importancia en el mundo de la política, como lo comprendieron Eva Duarte de Perón o Jacqueline Bouvier Kennedy Onassis, por ejemplo. O, en la actualidad, Máxima de Holanda, Mary de Dinamarca o Catalina Cambridge.
Por eso, ni yo ni la señora Danvers ni nadie alcanzamos a comprender estos patinazos tan frecuentes cuando, para colmo, nunca ha estado tan guapa.
Para finalizar: cualquiera que haya experimentado el fuerte apretón de manos de la Princesa no puede pensar que sufra de anorexia, mas bien todo lo contrario.