Mensaje por Invitado » Lun 17 Abr, 2017 2:03 am
La voz de DiosTsevan Rabtan
Para
@PDeclan y
@Mercutio_MCuando Saulo iba camino de Damasco fue golpeado por un resplandor que venía del cielo y por la voz de Dios. Caravaggio pintó el primero añadiendo un caballo a punto de cocear al apóstol. Es vertical la luz que crea el claroscuro y Saulo parece a la vez defenderse de ella y someterse.
La conversión de san Pablo, por Caravaggio. (DP)Pero, ¿cómo recrear la voz de Dios? Heinrich Schütz fue capaz.
Saulo, que había perseguido a los cristianos en Jerusalén, decide extender su persecución a Damasco, utilizando la autoridad del Sumo Sacerdote, que le mandata en una serie de cartas. De camino, una gran luz le derriba. En Hechos de los Apóstoles se cuenta este trascendental episodio para el cristianismo en tres pasajes que discrepan en detalles que tienen que ver con aspectos periféricos, pero coinciden en algo esencial: Saulo escucha a Jesucristo decirle «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?».
Los creyentes, al reproducir durante siglos el pasaje de las escrituras, han de verse conmovidos por el hecho de que lo primero que haga Jesucristo sea preguntar al hombre. La humanidad de Saulo se realza porque la voz reclama razones; sí, sin dilación. Aunque hay una rendija para el duelo entre Dios y la libertad del hombre, este termina rindiéndose confuso ante la majestuosidad de lo que le está transformando.
Para transmitir ese momento Schütz se arriesga. Deja de lado todo lo superfluo. Lo son el lugar y el tiempo. Lo es la escenografía. Lo son los acompañantes de Saulo. Los que le rodean quizás no escuchan la voz o quizás no entienden lo que dice. No importa. Sobran. Lo fundamental es el conflicto interior, el drama psicológico.
Imaginemos a la grey en el interior de una iglesia. Cada uno de los fieles escucha la misma pregunta que escuchó Saulo.
Saul, Saul, was verfolgst du mich?Saulo, ¿por qué me persigues? Schütz hace que voces solistas emparejadas, pero no en unísono, formulen la pregunta. Primero dos bajos, luego dos tenores, luego dos sopranos, luego dos violines. Todos son la misma voz, interpelan a Saulo, le preguntan, repiten la pregunta escalonadamente, desde el grave hasta el agudo, desde el murmullo hasta la música sin texto, extendiéndose cada pareja de voces a lo largo de una octava, aumentando la tensión con cada repetición…


… hasta que deja de ser una pregunta y estalla como una imposición mediante gritos alternados entre dos coros y voces solistas. Emitidas desde lugares separados suenan como ecos obsesivos de una exigencia ubicua, imposible de eludir.
Saul, Saul, was verfolgst du mich?La pregunta termina en modo mayor y se ve sucedida por…
Es wird dir schwer werden, wider den Stachel zu löcken.«Es duro dar coces contra el aguijón». La frase es tratada como un reproche amable, una especie de broma divina. La melodía juega con el atribulado oyente, ambigua entre modos, acelerada cuando menciona el aguijón divino.

La calma es pasajera. Pronto arrecia de nuevo la tormenta: ¿Saulo, por qué me persigues?
Schütz, en poquísimos compases, carga la suerte de manera magistral. La sucesión entre la pregunta tenaz y la voz juguetona de Cristo no se convierte en banal, no solo porque la maravillosa conversación fugada entre las voces y entre las voces y los violines, en la segunda repetición del verso «Es wird dir schwer werden, wider den Stachel zu löcken», se despliegue y contenga una progresión elegantemente resuelta…

… sino porque la tercera repetición de la invocación al hombre utiliza las melodías previas y los propios textos, mezclándolos, extendiéndolos, amontonándolos nerviosamente, en oleadas que reclaman una respuesta imposible. La voz resuena implacable y desde todas partes se repite. El oyente religioso ha de sentir que Dios le pregunta a él, y que él como Saulo no puede contestar. Y en ese momento, Schütz es capaz de zarandearnos más aún. Los coros, los solistas, los violines y el continuo, todos reclaman atención. La voz de Cristo se multiplica, surge de todas partes, no cesa de bombardearnos, hasta que luminoso y a contratiempo, en solitario, el segundo tenor, en largas notas que se repiten y que guían a las demás, ascendiendo por segundas, ya solo repite el nombre: «¡Saul, Saul, Saul!».

Lo demás se ha convertido en ruido. Ya no importa la pregunta, solo es Dios, la imperativa voz de Dios.
Hasta extinguirse.
Escúchenlo. Si pueden, háganlo con la partitura completa. Está llena de maestría y sutileza: así, las pequeñas diferencias rítmicas entre las propias voces en los pasajes escalonados que impulsan la melodía, produciendo una sensación de agitación nerviosa; o las diferencias de las partes en los momentos en que los coros y los solistas se unen para repetir la pregunta, que introducen un aumento de peso y resolución: en la primera ocasión, todas las voces entonan el primer «Saul», mientras que el segundo resuena como un eco, solo en un bajo y una soprano solistas, apoyados por los violines; cuando se repite la intervención de coro y solistas, el eco deja de serlo y se transforma casi en una admonición, al verse reforzado en la segunda parte por uno de los coros y todos los solistas. La propia expansión (vertical y horizontal) del diálogo de los solistas que entonan la segunda parte del texto es otro procedimiento para provocar confusión y excitación mental en el oyente. Es verdaderamente asombroso cómo el autor mantiene el equilibrio musical, a la vez que es capaz de producir un efecto directo, sorprendentemente acumulativo y perturbador, dramático, pero sin retórica ni teatralidad inútiles.
Lo extraordinario es que son solo poco más de tres minutos de música.
Schütz: Saul, Saul, was verfolgst du mich? (SWV 415) Gardiner, English Baroque Soloists
Nota: este artículo habría sido imposible sin la lectura de la excelente La música en el castillo del cielo, el retrato que hace John Elliot Gardiner de Johann Sebastian Bach y que acaba de publicar la editorial Acantilado.
[link=http://www.jotdown.es/2015/07/la-voz-de-dios/][t1=250]La voz de Dios[/t1][/link]
Tsevan Rabtan
Para [i]@PDeclan[/i] y [i]@Mercutio_M[/i]
Cuando Saulo iba camino de Damasco fue golpeado por un resplandor que venía del cielo y por la voz de Dios. Caravaggio pintó el primero añadiendo un caballo a punto de cocear al apóstol. Es vertical la luz que crea el claroscuro y Saulo parece a la vez defenderse de ella y someterse.
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[f][i]La conversión de san Pablo[/i], por Caravaggio. (DP)[/f]
Pero, ¿cómo recrear la voz de Dios? Heinrich Schütz fue capaz.
Saulo, que había perseguido a los cristianos en Jerusalén, decide extender su persecución a Damasco, utilizando la autoridad del Sumo Sacerdote, que le mandata en una serie de cartas. De camino, una gran luz le derriba. En Hechos de los Apóstoles se cuenta este trascendental episodio para el cristianismo en tres pasajes que discrepan en detalles que tienen que ver con aspectos periféricos, pero coinciden en algo esencial: Saulo escucha a Jesucristo decirle «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?».
Los creyentes, al reproducir durante siglos el pasaje de las escrituras, han de verse conmovidos por el hecho de que lo primero que haga Jesucristo sea preguntar al hombre. La humanidad de Saulo se realza porque la voz reclama razones; sí, sin dilación. Aunque hay una rendija para el duelo entre Dios y la libertad del hombre, este termina rindiéndose confuso ante la majestuosidad de lo que le está transformando.
Para transmitir ese momento Schütz se arriesga. Deja de lado todo lo superfluo. Lo son el lugar y el tiempo. Lo es la escenografía. Lo son los acompañantes de Saulo. Los que le rodean quizás no escuchan la voz o quizás no entienden lo que dice. No importa. Sobran. Lo fundamental es el conflicto interior, el drama psicológico.
Imaginemos a la grey en el interior de una iglesia. Cada uno de los fieles escucha la misma pregunta que escuchó Saulo.
[f][i]Saul, Saul, was verfolgst du mich?[/i][/f]
Saulo, ¿por qué me persigues? Schütz hace que voces solistas emparejadas, pero no en unísono, formulen la pregunta. Primero dos bajos, luego dos tenores, luego dos sopranos, luego dos violines. Todos son la misma voz, interpelan a Saulo, le preguntan, repiten la pregunta escalonadamente, desde el grave hasta el agudo, desde el murmullo hasta la música sin texto, extendiéndose cada pareja de voces a lo largo de una octava, aumentando la tensión con cada repetición…
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[img]http://www.jotdown.es/wp-content/uploads/2015/07/voz3-800x402.jpg[/img]
… hasta que deja de ser una pregunta y estalla como una imposición mediante gritos alternados entre dos coros y voces solistas. Emitidas desde lugares separados suenan como ecos obsesivos de una exigencia ubicua, imposible de eludir.
[f][i]Saul, Saul, was verfolgst du mich?[/i][/f]
La pregunta termina en modo mayor y se ve sucedida por…
[f][i]Es wird dir schwer werden, wider den Stachel zu löcken.[/i][/f]
«Es duro dar coces contra el aguijón». La frase es tratada como un reproche amable, una especie de broma divina. La melodía juega con el atribulado oyente, ambigua entre modos, acelerada cuando menciona el aguijón divino.
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La calma es pasajera. Pronto arrecia de nuevo la tormenta: ¿Saulo, por qué me persigues?
Schütz, en poquísimos compases, carga la suerte de manera magistral. La sucesión entre la pregunta tenaz y la voz juguetona de Cristo no se convierte en banal, no solo porque la maravillosa conversación fugada entre las voces y entre las voces y los violines, en la segunda repetición del verso «Es wird dir schwer werden, wider den Stachel zu löcken», se despliegue y contenga una progresión elegantemente resuelta…
[img]http://www.jotdown.es/wp-content/uploads/2015/07/voz5-800x363.jpg[/img]
… sino porque la tercera repetición de la invocación al hombre utiliza las melodías previas y los propios textos, mezclándolos, extendiéndolos, amontonándolos nerviosamente, en oleadas que reclaman una respuesta imposible. La voz resuena implacable y desde todas partes se repite. El oyente religioso ha de sentir que Dios le pregunta a él, y que él como Saulo no puede contestar. Y en ese momento, Schütz es capaz de zarandearnos más aún. Los coros, los solistas, los violines y el continuo, todos reclaman atención. La voz de Cristo se multiplica, surge de todas partes, no cesa de bombardearnos, hasta que luminoso y a contratiempo, en solitario, el segundo tenor, en largas notas que se repiten y que guían a las demás, ascendiendo por segundas, ya solo repite el nombre: «¡Saul, Saul, Saul!».
[img]http://www.jotdown.es/wp-content/uploads/2015/07/voz6-800x530.jpg[/img]
Lo demás se ha convertido en ruido. Ya no importa la pregunta, solo es Dios, la imperativa voz de Dios.
Hasta extinguirse.
Escúchenlo. Si pueden, háganlo con la partitura completa. Está llena de maestría y sutileza: así, las pequeñas diferencias rítmicas entre las propias voces en los pasajes escalonados que impulsan la melodía, produciendo una sensación de agitación nerviosa; o las diferencias de las partes en los momentos en que los coros y los solistas se unen para repetir la pregunta, que introducen un aumento de peso y resolución: en la primera ocasión, todas las voces entonan el primer «Saul», mientras que el segundo resuena como un eco, solo en un bajo y una soprano solistas, apoyados por los violines; cuando se repite la intervención de coro y solistas, el eco deja de serlo y se transforma casi en una admonición, al verse reforzado en la segunda parte por uno de los coros y todos los solistas. La propia expansión (vertical y horizontal) del diálogo de los solistas que entonan la segunda parte del texto es otro procedimiento para provocar confusión y excitación mental en el oyente. Es verdaderamente asombroso cómo el autor mantiene el equilibrio musical, a la vez que es capaz de producir un efecto directo, sorprendentemente acumulativo y perturbador, dramático, pero sin retórica ni teatralidad inútiles.
Lo extraordinario es que son solo poco más de tres minutos de música.
[youtube]https://www.youtube.com/watch?v=vTiMOsMsv2I[/youtube]
[f]Schütz: Saul, Saul, was verfolgst du mich? (SWV 415) Gardiner, English Baroque Soloists
Nota: este artículo habría sido imposible sin la lectura de la excelente [i]La música en el castillo del cielo[/i], el retrato que hace John Elliot Gardiner de Johann Sebastian Bach y que acaba de publicar la editorial Acantilado.[/f]